Llevaba varios minutos despierto y no había hecho más que jugar con algunos mechones de cabello y contemplar su expresión tranquila mientras dormía. Ni siquiera estaba seguro de cuando tiempo llevaba enamorado de Haru, pero llegados a ese punto en su relación poco importaba.
Haru era tan importante para él que las palabras no le alcanzaban para describir lo que le hacía sentir, eran tantas las emociones que experimentaba a su lado que intentar definirlo era limitar lo que había entre ellos.
Apenas podía creer que después de tantos momentos difíciles que hubo entre ellos su relación estuviera tan fortalecida; no había sido fácil superar los distintos obstáculos que se presentaban, pero estando juntos les resultaba más fácil afrontarlos.
El amor era tan increíble que estaban ahí, aún con todos sus pendientes y responsabilidades disfrutando de la compañía del otro en los pocos momentos que tenían libres. Quizá era poco el tiempo que tenían para ellos, pero lo aprovechaban al máximo.
Era inevitable que su corazón se acelerara con solo ver el anillo en su mano y pensar que desde el día en que se conocieron sus vidas cambiaron. Habían compartido tantas cosas para ese momento que no podía imaginar un mejor paisaje que los que ya habían visto juntos.
Y aun así, cada día a su lado descubría uno nuevo, desde su expresión adormilada al despertar hasta la rutina que seguía para ir a la cama. Sin importar cuantas noches hubieran dormido juntos, cuantos besos hubieran compartido y las palabras de amor intercambiadas, cada vez descubría algo diferente.
Fue una aventura comenzar a salir, tanto como lo fue el día que se mudaron juntos y cuando decidieron unir sus vidas. Y de cada uno de los momentos compartidos, Rin conservaba en su memoria un recuerdo en particular.
Su expresión seria al confesarse y el ligero sonrojo que apareció en las mejillas de Haru cuando entre risas le confesó que también estaba enamorado de él. La primera vez que lo recibió en casa después de mudarse y el momento en que frente a las personas más importantes para ambos habían compartido sus sentimientos y deseos de estar juntos.
No podía sentirse más afortunado, cada día despertaba al lado de la persona que ama y por si eso no fuera suficiente compartían el mismo camino y el mismo sueño. Estaban ahí para apoyarse siempre que lo necesitaban y nada era más maravilloso que formar tan buen equipo dentro y fuera de la piscina.
Compartieron el mismo carril como tantas otras veces lo hicieron antes, habían logrado llegar a diferentes torneos y competencias juntos tanto de forma individual como en equipo y en cada uno de ellos habían estado para el otro cuando lo necesitaban.
Ahora apuntaban a las olimpiadas, faltaban un par de años para conocer a quienes clasificarían para participar, pero estaban entre los primeros diez lugares de su país en sus respectivas especialidades y eran considerados los favoritos para los relevos.
Nada podría ser mejor que ver al mundo desde ese lugar juntos, y constantemente se preguntaba que sería lo que verían una vez allá. Estaba seguro de que sería maravilloso y ambos lo disfrutarían, pero le causaba mucha curiosidad.
Y aun así, pese a todo lo que les faltaba por descubrir y vivir juntos, seguía creyendo que la mejor vista que podía tener era justo la que contemplaba cada mañana al despertar y ver a Haru junto a él.
Su expresión tranquila le causaba una profunda paz y felicidad que no podía expresar con palabras. Por más paisajes que imaginara, por más competencias que ganara y por más medallas que obtuviera, nada superaría nunca las sonrisas que Haru le dedicaba cada día.
Antes de la boda Haru había insistido con darle el mejor paisaje que hubieran visto, y por más que Rin repitiera que aun tenían muchos por ver y no podía asegurar cual era el mejor tenía claro que daba lo mismo lo que estuvieran mirando siempre y cuando fuera juntos.
—Es nuestro primer día libre después de mucho tiempo ¿Por qué no solo duermes un poco más? —Haru abrió solo un poco los ojos antes de apoyarse sobre su pecho con una mueca de inconformidad.
—Volveré a dormir, solo quería verte un poco —acarició suavemente su mejilla sin despegar su mirada de él.
—Puedes verme el resto del día, vamos a dormir —su mueca de inconformidad seguía presente mientras se aferraba a él.
—Ten por seguro que pasaré el resto del día viéndote —besó su frente suavemente antes de girar apenas un poco para poder abrazarlo acurrucándose a su lado para volver a dormir—. De hecho, pasaré el resto de mi vida haciéndolo —acarició suavemente su rostro mientras su mirada reflejaba el profundo amor que sentía por él.
—Mírame todo el tiempo que quieras, pero vamos a dormir un poco más —seguía aferrado a él, hablando con dificultad pues el sueño aun lo vencía.
—¿Desde cuándo eres tan caprichoso...? —no pudo evitar reír, Haru era adorable cuando aun estando adormilado no paraba de hablar.
—Desde el día que mi esposo decidió que unos cuantos besos antes de dormir no le bastaban e insistió en pasar la mitad de la noche... —sus ojos se habían abierto y lo miraban con cierto reproche mientras hablaba.
—De acuerdo, de acuerdo... Vamos a dormir ya —el rostro de Rin no expresaba más que vergüenza mientras se escondía en su pecho, a veces la sinceridad de Haru era demasiada para soportarla viéndolo a los ojos.
—Solo para que lo sepas, no me arrepiento de haber pasado la mitad de la noche contigo —besó la cima de su cabeza mientras lo arropaba entre sus brazos—. También ha pasado un tiempo desde la última vez que pude sentirte así, quería hacerlo también.
—Eres extraño ¿Sabes? —incluso con lo avergonzado que se sentía, cuando Haru no guardaba sus sentimientos le era inevitable buscar su mirada—. Te quiero Haru, y atesoro cada día a tu lado.
—¿Y el extraño soy yo? —sus ojos habían vuelto a abrirse solo para poder verlo, sabía que Rin tendría esa mirada dulce y esa expresión risueña que siempre le mostraba—. También te quiero Rin.
Compartieron un suave y dulce beso sobre los labios antes de mirarse con una sonrisa para volver a acurrucarse entre las sábanas. Lo dijeran o no, no existía mejor vista que la que compartían sin importar del momento que se tratara.