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Fuego y miel por 1827kratSN

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Se despertó con el roce gentil de un beso en su frente. Tuvo que parpadear varias veces para enfocar en la penumbra, y cuando logró diferenciar aquellos ojos color de cielo, sonrió.

Su alma se sintió en paz por el mar de recuerdos que ensalzaban su unión con el amor de su vida. Y sin poder evitarlo, se removió hasta acomodarse en el pecho ajeno y susurrar por ser mimado cuanto tiempo fuera necesario para que su alma se calmara.

—No es un sueño —susurró Portugal.

—No es —fue la respuesta de UK.

El gran reino le acarició la espalda durante largos minutos, repartiendo besos en sus cabellos, siempre siendo cuidadoso de no tocar la herida reciente. Le repasó con los dedos las curvas de los brazos y la cadera, le sonrió bajo la sutil luz de la luna, e ignoraron alguna melodía que resonaba en la calle.

—No creí que cederías a mis encantos.

—¿Cómo no hacerlo? —le besó la punta de los dedos—. Siempre has sido una estrella hermosa.

—Lo sé —jugueteó con los cabellos de UK—. Pero lograr un vínculo en la primera noche, superó mis expectativas.

—Te lo dije, ¿no? —le besó la palma—. Soy territorial y posesivo.

—Tenías que decirle al mundo que te pertenezco.

—Tú eres libre, querido, yo solo quise ser el primero en marcar tu cuello. Y más que eso, quería ser la otra mitad de tu alma.

—Eres un romántico sin remedio.

—Espero te acostumbres.

—No será difícil… He escuchado tus frases armoniosas desde la primera vez. Y es obvio que me gustan.

Se quedaron ahí, charlando e ignorando que el tiempo pasaba. Descansaron el cuerpo un poco y entre numerosos besos silenciosos se dieron confort. No tuvieron apuro, tampoco se fijaron en la hora.

Era su luna de miel.

—Tal vez exageré.

Bajo la luz artificial dejaron el agua al fuego y algún bocadillo fresco reposaba en el comedor. Ambos apenas usando pantalones, se sentaron en aquel comedor buscando los instrumentos para tratar la herida.

—Duele —Portugal suspiró y recostó su cabeza en la mesa—, no sabía que doliera tanto.

—Supongo que apreté demasiado mis dientes contra tu piel.

—Se supone que eso se debe hacer.

—Aun así, creo que exageré.

Con mucho cuidado el británico acomodó el algodón, agua, alcohol, vendas y todo lo necesario para limpiar la marca de su vínculo. Hizo lo básico hasta que en la mañana, a primera hora, un médico revisara aquello.

El resto de la noche, Portugal durmió sobre el pecho del inglés para no rozar su cuello con las almohadas o las mantas. Se acunó por el latir ajeno, y se reconfortó con la fragancia de su alfa.

—Usará un parche por unos días, hay que mantener la limpieza y tomar medicamento.

—Me aseguraré de eso —UK recibió las indicaciones escritas.

—Eso es todo —el doctor agachó levemente la cabeza en muestra de respeto ante la representación—. Si hay algún malestar o duda, puede llamarme.

—¿Puedo seguir teniendo sexo?

—¡Portugal! —regañó el inglés.

—Sí, pero la herida debe dejarse en paz. No quisiera que se infecte.

Portugal rio divertido por la travesura, pero poco le duró el ánimo antes de que sintiera dolor y con eso se acomodara en el sillón. El británico despidió al médico con tranquilidad, y sin perder tiempo cedió la medicina y agua.

Se quedaron en silencio un rato, mirándose, sonriendo a veces, sin saber cómo sentirse ante lo que acababan de concretar. Para ambos era algo nuevo, así que las emociones entremezcladas solo se volvían extrañas.

—Se supone que podré sentir tus emociones —susurró Portugal.

—Y mis pensamientos a veces.

—Suena muy romántico.

—No lo sé —UK le acarició los cabellos—. Podría ser agobiante.

—No lo creo.

—Si este vínculo te llega a superar y sientes que no puedes con eso, dímelo.

—¿Por qué te preocupas tanto?

—Porque ya te perdí una vez… No quisiera volver a hacerlo.

—Dime cosas bonitas cada que puedas, un beso cada mañana, y prometo que no me perderás.

—Será un placer, querido.

Atrás quedaron los pañuelos y adornos que Portugal usaba antes de aquel gran suceso, porque lo que menos deseaba ahora era ocultar el motivo de su dicha. Y guardó todo lo que no usaría en un cajón al final de su cómoda, el que miró sonriendo antes de cerrarlo sin miedo.

Dolía la herida, pero era hermosa.

Era un regalo.

Aunque el parche lo ocultara por un tiempo, y aun así debiese esperar el tiempo necesario hasta que cicatrizara correctamente, aquella marca no se iría nunca, y formaría parte de su línea temporal más preciada.

—Deberías descansar.

—Quiero salir por un café.

—Está bien, pero sigo creyendo que deberías descansar.

Nadie le quitaría la sonrisa a Portugal al exponer la herida de su cuello e ir tomado del brazo ajeno por aquellas calles. Nadie le quitaría el encanto de sentirse seguro bajo el cuidado minucioso del británico. No volvería a sentir miedo porque alguien le arrebatara a su alfa y se lo llevara lejos.

Ese lazo lo cambiaba todo.

Por eso no estaba tan ansioso cuando los demás se acercaban, sabía que UK solo reaccionaba ante él, y que lo mismo era para el contrario. Era como uno de esos cuentos de hadas donde se amaban por la eternidad y bajo cualquier circunstancia.

—King.

—Dime, querido.

—Quiero una semana de luna de miel.

—Lo que desees.

—¿No eras tú el que quería que descansara?

—Tengo muchas energías acumuladas —sonrió sutilmente—. Y vas a tener que acostumbrarte a eso.

—Vaya, suena tentador.

—Será un placer explorar el resto de tu piel.

Definitivamente eran almas gemelas.

 


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