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Fuego y miel por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Advertencia: Contenido adulto. Tener precaución.

 

 

 

—Me siento un poco raro.

Se acomodó mejor, pegando su mejilla al abdomen de Portugal, suspirando profundamente y forzando un poco más su agarre en aquella cintura.

—King… Estás actuando raro.

Le acarició los cabellos delicadamente, sin quejarse mucho por verse aprisionado por la cintura en una muestra muy extraña de cariño. UK era cariñoso, con miradas dulces, caricias sutiles, roces de sus manos, abrazos en el sofá, palabras bonitas, besos en la frente o mejillas, esas eran sus muestras de afecto comunes. Pero esa mañana lo encontró aferrado a su cintura, rozando su mejilla contra su pijama.

—¿Puedo quedarme así toda la vida?

Portugal sonrió enternecido.

—Claro que sí.

Portugal no le tomó importancia a ese comportamiento nuevo, tampoco reprochó el hecho que estuviera sobre él, olfateándolo constantemente, rozando su mejilla contra su cuello, o que le besara el vientre mientras le ayudaba a cambiarse. Le gustaba que UK fuera demostrativo, tal vez un poco empalagoso e invasivo, pero supuso que era uno de esos días donde estaba de buen humor.

—¿Quieres algo especial para cenar?

—¿Qué te parece cenar fuera? —Portugal sonrió colocándose la chaqueta—. Será divertido, conozco un restaurante que te gustará.

—Está bien —se acercó para cederle un beso un poco más largo de lo normal, envolviendo los labios ajenos despacio, como saboreando el momento.

—Volveré pronto.

—Suerte en tu trabajo, querido.

Un beso más fue dado, largo, entre suspiros y risitas.

Fue diferente, pero el portugués no quiso comentar demasiado.

Tenía una agenda pesada que completar ese día, entre visitas formales, discusiones de negocios y planificaciones para algún plan nuevo que alguien le ofrecía. No importaba, si su recompensa era volver a casa y ser recibido con una cariñosa sonrisa de la persona que le ayudaba con su chaqueta y masajeaba sus hombros como bienvenida.

Esperaba que el día de UK no fuese tan agitado como el suyo, aunque no estaba tan bien informado de cómo serían los planes del alfa. Aunque, extrañamente se la pasó pensando en él  durante la mañana, y a medio día sintió una cálida sensación nacida desde su nuca, cerca de su marca. No había sentido eso antes, pero no le prestó atención sino hasta que la cicatriz de su vínculo le ardió.

—¿Estás bien?

—No lo sé —se acarició la marca y respiró profundo—. Creo que debo llamar a King.

—¿Pasó algo?

—Tengo una extraña sensación que no me deja en paz.

Halló algún teléfono cercano que pidió prestado para marcar a su casa, pero no le contestaron. Probó con la oficina del británico y le informaron que se excusó por no sentirse del todo bien. Sus alarmas saltaron cuando una sensación extraña le picó en la punta de la nariz y el fantasma de la fragancia a madera le sorprendió.

No pudo quedarse con la duda. Se excusó en sentirse mal del estómago y se fue.

Eran pocas las veces que fallaba en la agenda, pero no importó.

Llegó a casa alterado, pensado en lo peor, esperando encontrar a UK afiebrado o en mal estado, pero antes de que tocara la cerradura de la puerta e intentara abrir, fue golpeado de frente por lo que creía era un mar de feromonas en advertencia de que nadie podía entrar. Podía describir esa sensación con desesperación entremezclada con ansiedad.

Nunca había percibido el aroma a fuego tan fuerte, tan intenso, como si un incendio tratara de extenderse en su hogar. Pero también percibió la madera dulce más empalagosa como si se mezclara con vainilla. Sintió sus manos sudar y una sensación ardiente en el vientre.

Ingresó a su casa apresuradamente, asegurando la entrada y ocultando su nariz bajo un pañuelo para no sofocarse. Lo primero que se le ocurrió fue revisar la cocina por si había un incendio, pero no, e inmediatamente se dio cuenta que era el aroma de UK, intensificado al punto de ser alarmante. Sin embargo, cuando se acercó a las escaleras, el aroma se volvió más agradable, atrayente y tranquilo.

—¿King?

Subió despacio y vio la única puerta cerrada, la perteneciente al cuarto que compartían, no fue difícil adivinar quién estaba dentro.

—King, ¿estás bien? —tocó delicadamente la madera.

—Soy peligroso ahora —la voz era más grave de lo normal y Portugal sintió un escalofrío en su columna—. Querido… —jadeó—. No entres.

Portugal sintió que su corazón dio un brinco al entender lo que sucedía, y su vientre bajo le envió un calorcito sofocante que se extendió rápidamente hasta sus muslos. Respiró profundo aquel aroma más delicado que le reconfortaba y tentaba a aspirar una y otra vez. Su marca ardió y tuvo que tocarla para mitigar un poco la desesperación que sintió.

—King.

—Querido…

—Siempre quise acompañarte en un celo —su respiración tembló.

Ingresó sin apuro, sintiendo la expectativa de hallarse con un desastre, pero sus ojos captaron la belleza del calor tomando el control de un alfa tranquilo.

El británico se hallaba sentado en una de las esquinas inferiores del lecho matrimonial que compartían, inclinado hacia adelante, jadeando casi desesperado con los labios bien separados, con los ojos cerrados y mechones dispersos que se pegaban a su piel. Suaves gotas de sudor adornaban la piel de esa frente y unas cuantas se deslizaban despacio por los mechones que se ondeaban alejados del dueño. La camisa abierta dejaba ver esa piel definida tras líneas que se movían al compás de esa respiración forzosa. La corbata apenas si pendía de aquel cuello, no había rastro del cinturón y los pantalones parecían haber sido desacomodados sin orden.

No tenía calzado, tampoco medias, parecía mojado en algunas partes y Portugal supo que su alfa intentó controlar el calor con el agua sobrante de la jarra tirada en una esquina y que generalmente tenían en su habitación para la sed de medianoche. No debía ver mucho más para saber lo bien despierto que el alfa estaba, o lo doloroso que parecía ser el calor para esa especie y en concreto para esa representación varonil.

Y cuando UK elevó su rostro para mirar al intruso.

Dios.

Esa mirada.

Las pupilas dilatadas se abrieron paso entre el azul que siempre fueron los ojos del gran reino, esa mirada lo tuvo por objetivo instantáneamente, y solo con eso Portugal sintió sus piernas temblarle en expectativa. No pudo pronunciar el nombre ajeno, solo emitió un suave sonido y un jadeo.

Siendo el omega de aquella bestia, sintió su cuerpo calentarse a la par que aquel hombre se levantó para mostrarse a plenitud.

—Portugal —su voz era fuerte, resonante.

—King —susurró bajito.

Dio un paso y el alfa dio dos.

Y cuando estuvieron de frente, UK hundió su nariz en el cuello adornado por la gargantilla y aspiró cuanto pudo para después exhalar su aliento ardiendo sobre la piel que se erizó al instante. Portugal ladeó su cabeza y estiró su cuello un poco más para darle acceso, contuvo el aire cuando aquella lengua le repasó desde la clavícula hasta la mazana de adán.

El agarre en su nunca se volvía más firme.

—No puedo controlarme —confesó UK casi temblando.

Portugal no pudo soltar alguna broma o comentario fuera de lugar, no tenía la capacidad de hacerlo. En vez de eso, y como una respuesta muda, se sostuvo de la cadera del alfa y con rapidez rozó su intimidad contra la ajena. Se sintió desfallecer cuando la mano del británico le agarró los cabellos y buscó sus labios para ceder un beso hambriento que fue guiado por la lengua del alfa.

Néctar.

Apenas y pudo aferrarse a esa espalda cuando sus rodillas le fallaron y se doblegaron ante el poderoso manto invisible de feromonas que UK dejó brotar. Lo único que evitó su caída fue la mano libre que le rodeó la cintura y pegó sus cuerpos lo más que pudo. Portugal no pudo siquiera respirar cuando se separaron, pues se vio atontado por aquel aroma tan delicioso que lo hizo salivar aún más.

El inglés deslizó aquellas manos por sus piernas, en ascenso rápido hasta la base de sus nalgas y lo apretaron con fuerza. De nuevo no pudo reaccionar lo suficientemente rápido y sintió que estamparon su espalda contra la pared. Otra vez esa nariz hurgaba en su cuello, y esas manos se removían inquietas explorando su trasero con vehemencia. Soltó un gemido quedito, y en respuesta le mordieron el hombro.

Gimió.

Nada le dolía en ese instante, solo sentía oleadas de placer que se concentraron en su intimidad para despertarla a la par que su entrada empezaba a mojarse. Le arrancaron los botones de la camisa y los escuchó saltar en el suelo, su piel ardió con cada beso que descendió hasta su pecho y cada rasguño de aquellas uñas que intentaban desvestirlo con velocidad.

—King…

Apenas pudo pronunciar cuando sintió una mordida en su pectoral derecho y separó las piernas para que la mano que exploraba entre ellas tuviera libertad. Soltó un largo jadeo cuando apretaron su erección a la par que besaban su abdomen. Aruñó la espalda de quien se inclinaba ante sí para buscar quitarle el pantalón. Alguna parte hecha de tela crujió, y casi al instante, sintió el aliento ajeno chocar contra su muslo interno.

—Huele bien.

El alfa buscaba los lugares donde el aroma se intensificaba, hundiendo su nariz sin pena en la mojada tela que aprisionaba la intimidad de su omega, apretando los muslos y emitiendo un gruñido satisfecho cuando uno de sus dedos se aventuró dentro del bóxer y halló la resbalosa evidencia de que su omega se preparaba para recibirlo.

Lo mordió escuchándolo gemir, y le lamió la agresión en recompensa por la caricia auditiva.

Se levantó de improvisto, manteniéndolo contra la pared, apretándolo contra su cuerpo, lo hizo para mirar directamente a aquellos ojos verdes que rondaron sus sueños desde hace décadas. Le cedió un beso desesperado, intranquilo, pensando en lo rudo que era y en lo mal que se sentiría después.

—Querido —susurró sobre esos labios, sin saber qué más decir.

—¿Sí?

—Yo no…

—Hazlo —en medio de su agitación, Portugal entendió los pesares de su pareja—. Hazlo hasta que… tu celo pase.

—Pero…

—Toma todo de mí, meu amor.

Fue como una chispa. Sintió una oleada de calor extenderse hasta su virilidad, y el gran reino dejó de pensar tanto.

Se dejó llevar.

Sujetó la mano de Portugal, la más cercana, y la llevó a su ropa interior. Lo escuchó jadear en expectación y eso le hizo gruñir. Porque le gustaba la calidez de esas manos que muchas veces lo hicieron derramarse con las atenciones previas. Soltó un jadeo pesado sobre los labios de su omega cuando esos dedos le rodearon la punta y sin esperar se deslizaron de arriba hacia bajo con una lentitud tan agradable.

Le mordió el labio y fue la señal para que el movimiento fuera más rápido.

El cuerpo de Portugal aún era sostenido por una de las manos del alfa y esa pierna entre las suyas, y lo agradecía porque de no ser así se habría caído desde hace rato y no estaría preparando la excitante virilidad de su alfa. Pero sintió resbalarse cuando la pierna de UK se alejó, y él, tan embobado como estaba, intentó mantenerse erguido aferrándose a un mueble.

—Vuelta.

Portugal apenas entendió la orden cuando esas manos le ayudaron a girar y sus propias palmas se sostuvieron de la fría pared. Entre temblores sintió el aliento de UK chocar contra su cuello, y poco después esos dientes mordisquearon la piel sobre su marca. Dio un pequeño salto cuando sintió un invasor en la curva de su glúteo y soltó un gemido cuando uno de esos dedos se introdujo en su interior.

Jadeó.

No podía articular palabra mientras la mano libre de UK le despojaba de la húmeda ropa interior y la bajaba con rapidez. Separó las piernas y de inmediato sintió un dedo más hurgando en sus entrañas. Gimió complacido al sentir que esos dedos se abrían en su entrada humedecida por su propio lubricante, y se le ocurrió vocalizar para pedir que le metieran otro dedo.

Uno más.

Más profundo.

—Cadera.

Siguiendo la orden, elevó la cadera como pudo, y suplicó al cielo el que no lo dejasen caer, porque ansiaba con demasiadas ganas que lo tomaran con fuerza hasta que se le fuera la voz de tanto suplicar porque no parase. Se aferró con las uñas a la pared, y tragó sonoramente.

UK mordió aquella marca ya cicatrizada, sujetó el vientre tembloroso de su omega, y reemplazando sus dedos, hundió su pene tan profundo como la estocada le permitió. Su cuerpo se erizó a la par que escuchaba el grito complacido que su pareja emitió. Apretando más esa cadera, con ambas manos, incrustando sus uñas en esa piel, salió casi por completo y volvió a hundirse con fuerza.

—¡King!

Las rodillas de Portugal temblaban y aun así separó más sus piernas, y pegó su frente a esa maldita pared sintiendo sus entrañas ser abandonadas para después sentir el embate ardiente que lo hacía exhalar un gemido complacido. Sentía tanta satisfacción, placer, y calor, que sus lágrimas brotaron sin control.

—Mío.

Exclamó UK complacido por el delirio que escuchaba cada que se hundía y su pene obligaba a ese cuerpo a adaptarse a él. Sintió que su miembro creció un poco más y eso lo incentivaba a volver a salir y entrar con fuerza. Una y otra vez, embriagado por el aroma del portugués que se sostenía de donde podía para no caer.

—King.

Pero no pudieron quedarse de pie para siempre, las piernas de Portugal no lo permitieron y sin poder evitarlo cayó repentinamente. Su descenso solo fue aminorado por esas manos que lo sostuvieron con la punta de los dedos. Pero, aun en el suelo, elevó su cadera y pidió por más.

Apenas pudo reaccionar cuando le dieron la vuelta y sujetaron la parte posterior de sus piernas para elevarlas y separarlas. Sintió como le arrancaban la tela restante que le impedía abrirse a plenitud, y jadeó cuando fue cargado hasta obligarlo a sentarse sobre el regazo ajeno.

—King —susurró mirándolo de frente—. King —gimió antes de abrazarlo por el cuello.

—No voy a parar… hasta mañana.

—¡Lo sé! —jadeó sin compás—. Lo sé.

—Cariño —le dio un beso—. Tengo mucha energía.

—Lo sé —soltó una risita.

Pero no pudo decir más, Portugal sintió aquel pene duro abrirse paso y su entrada expandirse satisfecha. Se le cortó el aliento con cada embestida certera que lo llevaba a la gloria. Y se aferró a esa espalda con uñas y dientes.

Eyaculó en medio de las embestidas, y aun así seguía erecto porque su interior seguía disfrutando. Entre besos y grititos pedía por más. Un beso más, una mordida más, una embestida más, un orgasmo más.

Quería toda la semilla de su alfa dentro de él.

Las veces que fueran necesarias para que el aroma a madera dulce se volviera parte de sí.

Y lo complacieron con gusto.

Y de las formas que ambos desearon.

 

 

 

 

 
Notas finales:

Hace tanto que no escribía un lemon, espero no haya salido tan forzado.

Intenté ser lo más descriptiva posible, pero no lo sé. Creo que pudo salir mejor.

Espero les haya gustado.


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