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25:64 PM por 5kn_akatsuki

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 Al final, el viaje a la escuela fue incómodo para ambos que tuvieron que sentarse juntos.

El omega pensaba en cómo decirle que había cumplido la orden sobre sus supresores mientras que el alfa se mantenía disfrutando de la victoria, mirando a la delta durante el trayecto sólo para asegurarse que el mensaje lo haya recibido correctamente.

Bajar del autobús, para el pequeño, supuso un nuevo desafío.

¿Debía bajar con el alfa? ¿Atrás o delante de él?

Pensó que podría ir detrás ya que estaba sentado del lado de la ventana, y así lo iba a hacer pero el alto se detuvo para dejarle pasar primero.

Las mejillas del omega se tornaron de rojo, emitió un pequeño ronroneo que esperaba se audible solamente para él y terminó por liberar un poco de su aroma en agradecimiento por ese detalle.

Sin embargo, cuando volteó a mirarlo tímidamente, encontró que el muchacho estaba disipando el aroma de su nariz.

Entonces se puso triste. Apretó fuerte su mochila emprendiendo camino hasta su salón de clases.

-¡Oye, espera! -gritó el alfa- Tienes que esperarme, ¿de acuerdo?

Llegó a su costado aún cubriendo su nariz.

-Pero no quiero molestarte.

-Olía a carbón ahí dentro -dijo-, apestaba a carbón.

-¿Carbón? -preguntó curioso- no lo noté.

-Qué envidia -contestó- pero el aire de aquí es mejor -sus manos comenzaron a sudar así como las palabras se enredaron en su boca- ¿p-puedes…? Ya sabes -gesticuló lo necesario para darle a entender que liberara un poco de su aroma.

El omega asintió avergonzado, pero lo hizo.

-Ahh~ -aspiró- Ese es mejor.

Una risita escapó de los labios del omega.

-Me llamo… -iba a decir su nombre pero el alfa le tendió un papel doblado perfectamente en cuatro partes -¿para mí?

-Es todo lo que no puedo decir -contestó-. Léelo pronto, por favor.

Luego se echó a correr porque no quería llegar con él al salón.

El Omega abrió la carta:

“Soy hijo de una Alfa pura sangre, lamento las incomodidades pero por alguna razón mi casta piensa que tú debes ser mi pareja. Estoy lidiando con eso, yo no estoy seguro de qué se hace o cómo debo de portarme contigo. No te quiero lastimar pero mi alfa sí. No quiero morderte, bueno sí, pero no ahora, es decir, no sé qué quieres tú y creo que has notado que esa batalla todavía la estoy ganando, pero sé que perderé en las siguientes, en caso de que pase por favor no te enojes mucho conmigo. Odio tanto mi casta como tú… y ya.”

-¿Y ya?

-“¿y ya” qué? -escuchó detrás de sí antes de ser empujado por los hombros- Anda, tenemos que entrar al salón antes de que llegue el profesor.

-Todavía no suena la campana -le contestó a uno de sus amigos-, “y ya” es una especie de punto final ¿no?

-Sip -contestó-, es como “y no estés chingando”.

Durante la primera clase leía a escondidas el final de la carta, cuyo sentido ahora era un poco más claro.

“Odio tanto mi casta como tú y no estés chingando.”

Bueno… ahora tenía que idear algún plan para sobrevivir.

Recordó que no había tomado el supresor antes de salir de casa y que su mamá los había colocado en esas cajitas de dulces tic-tacs, así que la tomó, sacó uno pero antes de llevarlo a su boca escuchó el gruñido del Alfa, aún así, se la tomó.

Él dijo que odiaba su casta y si el portador no la tolera, ¿él por qué debería de hacerlo?

Sí, ese era el plan.

Tampoco permitiría que su casta tomara el control de su cuerpo; no sería un omega para ese alfa. Si ese chico no le daba el poder a la casta él tampoco lo haría, sí, así mantendría a raya todo ese drama y podría vivir su vida plena como los antiguos omegas hubiera deseado.

¡Eso era! Su nueva misión era controlar su casta y vivir bien. Lo haría por los que ya no están, por los que murieron a manos de alfas y porque le daba miedo entregarle el cuello. Literalmente.

Además, el mismísimo Alfa le estaba dando permiso. Suponía.

Ese “y no estés chingado” lo entendía así: voy a hacer las cosas que dicta mi casta contra mi voluntad así que no te quejes. Y no, no lo haría porque si ese alfa debía hacer todo el ritual lo aceptaría si jugaba bajo sus reglas.

Oh qué buenos eran esos supresores.

Por la mañana había ronroneado y liberado su aroma para él y ahora estaba pensando en ponerle un bozal.

Ni modo.

La vida le había dado el papel de Omega, pero no seguiría el guion de siempre, no, tomaría el protagónico. Algo en su corazón le decía que ese alfa no se quejaría, pero… tampoco podía confiarse.

Volteó por encima de su hombro hasta mirarlo tomar apuntes y reírse de alguna broma de los betas que siempre lo resguardaban.

El omega recordó la escena del baño e instintivamente tocó su cuello.

-Los supresores -susurró-, me encanta lo que hacen.

Sonrió orgulloso mostrando un canino corto pero puntiagudo.


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