Con un alfa dormido por los supresores el resto del tiempo era cómodo estar juntos, aunque preferían mantener su “relación” sólo con excusas escolares como “tengo un trabajo en equipo con él” o “vivimos donde mismo por eso nos vamos juntos”.
Así que para la fiesta de navidad escolar el alfa había conseguido un pequeño presente, sin ayuda de internet esta vez, para el omega. Sólo tenía que encontrar el mejor momento para dárselo.
Pero bueno, él no era de esperar sino de provocar así que apretó fuerte la cajita en su mano y caminó hacia el omega, que disfrutaba de la compañía de sus amigos mientras bebían soda de lima.
-Oye, piccoletto -le llamó- Ven.
Su voz de mando aun estaba ahí, así que eso lo sacó de inmediato.
-¿Qué ocurre? -preguntó caminando tras de él- Pensé que no me hablarías por estar con tus betas.
-Tengo algo para ti -dijo, provocándole un leve sonrojo-. Pero no quería que los demás me vieran.
-Oh, perdón por no ser digno.
-No, no es eso -le tendió el obsequio-. Es que nadie puede saber que eres omega.
El nombrado no tardó en arrancar el papel de regalo para abrirlo.
-Ouh.
Una gargantilla discreta pero bonita.
-Sé que no te he mordido y eso, pero siento que si te la veo puesta mis ganas de hacerlo desaparecerán.
-¿Como algo mental? -preguntó sacándola de la caja- ¿Puedes ponérmela?
El alfa recibió la gargantilla y el omega le dio la espalda e inclinó la cabeza para dejarle ver su nuca.
-Demonios -susurró viendo esa piel blanca y suave, pasó saliva ansioso mientras sus dedos se enredaban intentando abrocharla.
El vahoo que salió de su boca le advertía que debía terminar con eso pronto o en verdad lo mordería.
El omega se dio cuenta de esa batalla y tal vez no fue la mejor idea pero con un leve movimiento comenzó a liberar un poco de su aroma.
-Tranquilo -dijo ronroneando-, sólo abróchala y ya.
-Sí es que mis dedos son muy grandes -se defendió, pero de inmediato su tensión comenzó a disminuir.
-Tú y yo no tenemos ningún vínculo, ¿lo sabías? -preguntó el Omega cuando la gargantilla se ciñó a su cuello- No me has mordido aún.
-No pero tú lo hiciste -contestó mirando cómo se giraba sobre sus talones-, en mi antebrazo.
-Pero esa no es una mordida de verdad -dijo riéndose-, mis colmillos son cóncavos.
-¿Y? -preguntó estirando su mano para tocar el dije central de la gargantilla- Se te ve bonito.
-Que no te inyecte nada, ni siquiera pude perforar tu piel así que no hay ninguna conexión.
-Nah -bufó-, no tienes que inyectar tósigo ni nada, me mordiste y eso es todo.
-Así no funcionan las mordidas -tomó su mano para retirarla de su cuerpo.
-No, así no funcionan las mordidas alfas -dijo admirándolo una última vez-. Tengo que irme, me estoy engentando.
-Espera, ¿a qué te refieres con eso?
-A que voy a golpear a la siguiente persona que se me ponga a un lado -contestó girándose-, y mi mamá me mataría si lo hago así que me largo.