Tan pronto como dejó los supresores las actitudes violentas regresaron pero sin duda, lo peor fue la desintoxicación.
La cantidad de hormonas sexuales que se dispararon en su torrente sanguíneo fueron suficientes como para tener que recurrir al confinamiento obligatorio. La Alfa estaba orgullosa porque su hijo seguramente la llenaría de cachorros a la primera oportunidad que tuviera pero también le asustaba que esa energía fuera suficiente para derribar la puerta.
-¿Estás seguro de esto? -le preguntó a través de la misma.
Un fuerte gruñido le respondió.
-Podrás competir el siguiente año, cuando controles tu casta.
-¡NOO! -gritó- ¡Tengo qué, tengo que controlar esta maldición!
Su piel ardía, su frente estaba perlada de sudor y el apetito sexual todavía no lo podía controlar porque nunca había deseado a nadie, ni siquiera tuvo tiempo en el pasado de explorar su propio cuerpo así que lo podía mantener a raya.
-Mantente hidratado -escuchó a su madre-, ¿tienes tu botella de agua? ¡Te preparé un té buenísimo para bajar el celo, ya vuelvo!
Sí, había leído que mantenerse hidratado era la mejor manera de disminuir la euforia sexual, así que fue por la botella que siempre estaba en la mesa de noche sólo que a un costado yacía pulcramente doblada aquella frazada y ese nuevo aroma que no había identificado llegó hasta su nariz.
-Lo voy a golpear -susurró sintiendo punzadas en su entrepierna-, lo voy a golpear muy fuerte.
La tomó sintiendo cómo su cuerpo dejaba de arder, inhaló su aroma disfrutándolo al punto de cerrar los ojos y dejar que su mano viajara hasta el borde del pantalón.
-Maldito seas -sonrió.
Por suerte ese mal episodio terminó y cuando volvió a clases, una vez pasada la desintoxicación portaba un cubrebocas con la esperanza que eso filtrara el aroma del omega, quién por precaución había comenzado a evitar estar junto a él o los betas.
No tener los supresores ni el control de su casta avivaban esos instintos primitivos sobre el otro. No quería verlo rodeado de todos esos idiotas que respiran su aroma, ni quería ver cómo le tocaban incluso si era para pedirle un lápiz pero aspiraba al menos al tercer lugar en su primera competencia por eso debía ser capaz de anteponerse a su casta.
-Mi hermana leyó que cuando está teniendo un ataque de ansiedad el dolor la distrae -dijo un beta mientras caminaban hacia el comedor-, eso también podría funcionar para lo de tu casta.
-¿Cómo haría eso? -preguntó el alfa ajustando el cubrebocas al ver al pequeñín formando- Cómprenme pizza.
-Pon una liga en tu muñeca y cuando el alfa quiera salir, tiras de ella.
-Eso suena estúpido -dijo girándose para dejar de verlo, pero comenzando a pellizcarse la muñeca.
-Además es peligroso -completó el otro beta-, ¿no pusiste atención en la clase de tutoría? Si el despertar de la casta se combina con traumas, uff amigo, estás acabado.
-Yo no estoy traumado -dijo un alfa ofendido.
-Pero castigarlo es mejor que dejar que te posea -defendió su punto- ¿la pizza de pepperoni?
El alto asintió.
-Voy a intentarlo -declaró-, no por querer dominar mi casta sino porque quiero competir y ganar.