Sus muñecas ya presentaban laceraciones y su casta seguía dándole problemas.
Esa cosa no parecía querer dar un paso atrás y comenzaba a sentirse frustrado.
Una tarde después de clases dejó que el camión se fuera, necesitaba buscar una solución que ya no implicara lastimarse; aunque arrancarse las costras le daba cierta satisfacción sabía que debía manejarlo mejor.
Pensaba en esa ocasión frente al espejo que intentó apuñalar su glándula de aroma sin éxito, porque como le advirtió su madre, era bastante débil ante él.
Miró las heridas de sus muñecas y esas ligas que sentía como grilletes.
Presionó los ojos sintiéndose tan vulnerable e hiperventiló.
-¿Loomer? -escuchó su voz, poniéndolo de inmediato a la defensiva- Estaba en la biblioteca terminando el trabajo de la Maestra Aurois, ¿hace cuánto que se fue el camión?
-Cállate.
El omega mordió sus labios hacía adentro, siguiendo la orden, quedándose de pie al otro extremo de la banca.
Según recordaban que el reloj marcó cerca de la media y los camiones pasaban a la hora en punto.
Consideró irse caminando pero llegaría más tarde a si se sentaba a esperar.
Tal vez si regresaba a la biblioteca, cogía cualquier libro y salía justo a tiempo el alfa no estaría incómodo.
Asintió por su plan e iba a girarse pero le notó llorar en silencio.
Solo, ahí sentado, tocando sus maltratadas muñecas a la vez que tiraba de la liga.
No lo pensó mucho y comenzó a ronronear.
El alfa retrajo su cuerpo cuando se le acercó.
Escucharlo tan cerca fue… tranquilizador.
El pequeño se sentó a su lado, sin dejar de ronronear le ofreció una mano y tras unos segundos de duda el alfa aceptó, poniéndola sobre la suya.
Vio como le retiraba la liga y algo dentro de él se sintió más ligero. No tardó en darle la otra para que lo liberara también.
-Vaya -susurró asombrado-, gracias.
Una pequeña sonrisa se formó en sus labios antes de ponerse de pie.
-Faltan veinte minutos -dijo-, puedes hablar. Recuerda que no tienes que obedecer todo lo que digo.
-Has pasado por mucho dolor, pero no tienes que seguir haciéndolo solo. Ya estoy aquí.
-Pensándolo mejor -afinó su garganta después de secar su rostro-, sí, cállate.
-Tener un compañero omega no debería suponer dolor sino alegría y confianza -se alejó un espacio del alto, sólo por si debía correr-, así como tener un compañero alfa no debía representar dolor, sufrimiento y agonía.
-No soy un buen compañero, tú lo sabes.
-Nadie es bueno al inicio -dijo sonriendo-, pero… sé que peleas con tu casta, yo también, pero alguien muy sabio me dijo una vez que debía verle como una extensión mía y no alguien aparte. Si continúas tratándole como un extraño jamás podrás tener una vida plena.
-No quiero una vida plena -alegó-, sólo quiero competir en levantamiento de peso y ganar.
-Tú podrías hacerlo si dejaras de enjaular a tu casta.
-No, eso es imposible.
-Habíamos dicho que sólo podíamos ser amigos si ambos estábamos dopados y te desintoxicaste -dijo orgulloso de su compañero-, y yo no estoy usando supresores en este momento.
La mandíbula del alfa cayó ligeramente pero antes de poder formular la siguiente pregunta el omega se retiró dejándole su aroma por todas partes.