Andaba por los pasillos del super mercado viendo los artículos sin prestarles mucha atención.
Se sentía en automático, no podía concentrarse en nada y el sonido en su cabeza no cesaba, pero era mejor estar ahí que en su casa escuchando las mil y una razones para estar orgulloso de su casta.
Su estómago le amenazó con hacer ruido así que tuvo que ir al pasillo de frutas; encontraría las berries luego iría por latas de atún y comería en el parque delante de su casa, si, ese era un buen plan.
Sonrió al encontrar las cajitas con los frutos pero antes de tomarla el aroma a pan dulce llegó a su nariz. Volteó a la sección de panadería para asegurarse que fueran ellos y no él, pero nada indicaba que el pan estuviera a punto de salir.
Tomó las berries, se giró sobre sus talones y ahí estaba. De espaldas, pero estaba ahí, a un par de metros de distancia.
El alfa vio como el chico alzaba la nariz, como percibiendo un aroma, luego giró su rostro hasta encontrarlo.
-Demonios -susurró cuando lo saludó.
Comenzó a sudar al verle caminar hacia él.
Le ordenó a sus pies que se movieran, era hora de salir de ahí pero el alfa estaba conteniéndolo; quería verlo de nuevo.
-No me hagas esto ahora -musitó viéndolo cada vez más cerca.
-Estaba buscando frambuesas también -dijo pasándolo, lo que agradeció-, pero creo que no tuve suerte.
-Había otras dos cuando lo tomé.
-Será para la otra -dijo encogiéndose de hombros, pero liberando un poco de su aroma-. No traes tu cubrebocas.
El alfa iba a decir algo pero no salía ni una palabra de su garganta, sólo mantenía la boca ligeramente abierta.
Con ese mismo silencio le tendió la caja que tenía en las manos.
-Oh -susurró sorprendido-, no podría tomarlo.
-Insisto -dijo carraspeando -, por favor.
-Qué amable -sonrió.
-Sí, sí, a la chingada -retrajo su brazo dispuesto a marcharse para conseguir dos porciones de atún pero el omega lo siguió-, el super es muy grande como para que estés siguiéndome.
Sintió como el pequeño tomaba su brazo pasando el suyo.
-¿Qu
-No me vaya a perder -contestó sonriendo, mostrando sus colmillos que lucían un poco diferentes.
-Ah -musitó.
El ruido en su cabeza fue reemplazado poco a poco por un ronroneo, luego apareció otro más agudo que le despertó de la atmosfera.
-¿Qué estás haciendo?
-Te acompaño -contestó con simpleza.
-Estabas ronroneando -paró frente a latas de atún-. Te escuché, lo estabas haciendo de nuevo.
-¿Cuál quieres? -ignoró a su compañero para tomar una en agua-, en mi casa consumimos esta marca.
-Sí, es está bien -dijo tomando otra-, pero quiero que sepas que no tiene nada de vergonzoso tener una casta.
-¿Ah? No, pero leí que cuando el alfa ronronea, el omega tiene que responder -lo soltó del brazo-, y en realidad no necesito berries. Escuché que las buscarías y pensé en si me las darías si te decía que también las quería.
-Qu
El omega sonrió mostrándole sus caninos esta vez puntiagudos.
-Está bien -se rió ligeramente-, no te volveré a hacer esto. Disfruta tus berries.
Sobó su brazo como despedida porque aún no decidía cuál sería la mejor manera de hacerlo pero antes de retraerlo el alfa lo tomó de la muñeca.
-Qué demonios estás haciendo -dijo serio, pero el ronroneo seguía presente así como su aroma que envolvía a ambos chicos.
-Ronroneo para ti -contestó con la voz tan dulce como su aroma-, porque tú lo hiciste para mí.