-¿Poor qué estás haciéndolo? -preguntó extrañado- Yo no estaba haciendo nada.
-No lo sé -contestó sonriendo-, supongo que tiene algo qué ver que mi celo se aproxima.
-¿Tú qué? -recordó cómo lo había vivido e inmediatamente lo tomó de los hombros para alejarlo de sí.
-Pero no te asustes -se rió al verlo girarse y comenzar a caminar apresurado-, ¡tengo todo bajo control!
Se despidió agitando su mano pero el alfa no lo volteó a ver.
Frunció el entrecejo divertido.
Miró a las latas de atún encontrando que no se había llevado ninguna por lo que tomó un par; en teoría es el alfa quién funge el papel de proveedor pero qué importa, tampoco es que estuvieran siguiendo esas reglas.
Encontrar su casa fue fácil, sólo tuvo que preguntar por el chico de pelo largo.
Cuando llamó a la puerta quién abrió su madre, una poderosa alfa que de inmediato reconoció el aroma de ese pequeño en la ropa de su cachorro.
-Hola -le saludó-, si buscabas a mi hijo: está en el gym.
Examinó su cuerpo: delgado; su piel: blanca, en el cuello un collar de protección que no le dejaba encontrar la marca de la mordida de su hijo, y era bajito. Seguro llegaría al antebrazo del alfa.
-Nos encontramos en el super y olvidó su compra -le tendió una bolsa con varias latas de atún-, no pude alcanzarlo y sería raro si llevo esto a la escuela así que pregunté entre los vecinos para localizarlo.
La señora recibió la bolsa un poco extrañada.
¿Por qué ese omega no se comportaba como omega?
-¿Ah si?
-Como es el único que tiene el cabello largo fue fácil encontrar donde vivía -se rió nervioso-, sé que la competencia es importante así que me tomé la molestia de traerlo.
-Gracias -susurró- ¿Quieres pasar? A veces regresa temprano.
Ese hogar tenía un aroma fuerte, seguro el Alfa de la casa era alguien imponente. Entendía un poco el carácter del suyo.
-Le agradezco pero debo regresar pronto -hizo una pequeña reverencia disponiéndose a partir-, dígale que lo veo mañana en clases.
Sin embargo, el alfa se lastimó entrenando y no pudo asistir a clases por dos días, mismos que calculó serían el celo de su compañero; el fin de semana se atravesó dándole más tiempo de poder descifrar qué había pasado con ese omega.
Pero tampoco es que le importe mucho.
El lunes antes de salir rumbo a la escuela se quedó mirando a su guardaropa; la frazada que le regaló había servido mucho para lidiar con su calor y aunque el omega ya tuviera una prenda suya optó por tomar otra, meterla a su mochila y dársela en la primera oportunidad que encontrara.
-Gracias -susurró el omega con ella en las manos-, te devolveré el suéter mañana.
-Mira esto va a sonar estúpido, pero -tomó aire para mentalizar que usaría esa jerga-, la otra vez tuviste que armar un nido porque lo estabas pasando solo y sé lo feo que es el celo así que no te preocupes por devolverme mi ropa, ¿okey?
-No sé cómo sea contigo pero a nosotros nos da hipotermia si no tenemos el calor del alfa -dijo sonriendo porque de alguna manera le hacía sentirse feliz hablar de su casta con él-, es muy dramático pero qué va. Uno aprende a vivir con eso.
-A mí no -dijo tomando asiento a su lado-, es sofocante eso sí. Sientes tanto calor que la única recomendación es mantenerse hidratado.
-Preferiría mil veces experimentar calor que el frío.
-No porque si la temperatura sube puedes morir.
-Nuestra naturaleza es un chiste -dijo el omega riéndose-, pero tú ganas: eres un alfa.
-Créeme que daría lo que fuera por no serlo.
-No es tan malo -se apresuró a decir-, estás en la cima de todo.
-La cima no es la mejor parte del paisaje -de pronto sonó tan honesto que la misma atmosfera cambió-. A veces quisiera ser sólo una persona normal.
-Ser normal no es divertido -se atrevió a tocar su mano-, he estado estudiando mi casta -el alfa giró su muñeca ofreciendo su palma-. Lo más importante es que mi omega se fusiona con mi personalidad; siempre ha sido así pero durante un genocidio ¿qué personalidad puedes tener si estás más ocupado ocultándote? Lo mismo pasa contigo.
Puso su mano sobre la de Loomer dejando ver el contraste entre ambos tonos de piel y tamaños de los dedos.
-No hay diferencias, ¿lo notas?
-Tu mano es muy pequeña.
-Bueno, además de eso -se rió nervioso-, eres un chico normal.
El alfa observó con detenimiento, sintiendo el calorcito que le brindaba y sin querer empezó a ronronear.
-No eres tu casta, eres lo que haces con ella -cerró los dedos entrelazando sus manos-. Tus antepasados decidieron usar su poder para dominarnos pero tú no eres ellos.
-La competencia es en una semana -dijo presionando sus dedos-, quiero que vayas.