Un nuevo golpe en su estómago le hizo doblegarse sin mucho éxito, pues le tenían sujeto de ambos brazos.
-Guarda silencio -dijo el Alfa tomándolo por el cabello para elevar su mirada-, no querrás desobedecerme, ¿o sí?
El pequeño omega negó efusivamente, recibiendo un nuevo golpe como premio.
Mordió tan fuerte sus labios que los hizo sangrar.
-Suéltenlo -ordenó a ese par de betas que le seguían a todos lados-, vámonos antes de que se termine el receso.
Los betas escupieron cerca de su ropa al pasarlo por encima, llegando a los lados del más alto.
-Ya quiero que sea lunes -dijo uno riéndose-, sólo por esto vale la pena venir toda la semana.
-Sí, sí -hizo un además para que salieran antes que él, dejándolos en los baños al tiempo que hacía guardia para evitar que alguien entrara-. Te veré el lunes -susurró acariciando su mejilla, sonrojándolo-. Espero que hagas las curaciones sin que nadie se entere y salgas sin que nadie te vea.
Se irguió echando una última mirada, luego sin más abandonó el cuartito siendo escoltado por los betas.
Esa era su nueva rutina.
Los viernes sabía que recibiría una paliza en los baños a la última hora, iría malherido en bus hasta su casa a la que entraría corriendo directo a su habitación para lavarse, aplicarse ungüentos y algunas veces, la humillación se nublaba de excitación por lo que debía hacerse cargo de lo que crecía en sus pantalones.
No entendía por qué se encontraba esperando esos momentos; desde que salía del salón bajo su mirada atenta dirigiéndose a los baños sintiéndose exactamente como un animal yendo a su jaula. Una vez que él entraba seguido de los betas, su mirada se clavaba en el suelo y permitía que le tomaran de los brazos para ofrecerse al Alfa, que inundaba el cubículo con sus feromonas para hacerlo entrar en trance.
Esta vez no había rudeza hacia su estómago, se estaba divirtiendo son sus mejillas. Acariciándolas lento con las yemas de sus dedos hasta que el Omega cerraba sus ojos para soltarle una cachetada logrando separar sus labios, escurriendo el índice que era atrapado por su lengua siendo interrumpido por un nuevo azote con la palma abierta.
Tomó su cabello haciendo que presionara sus ojos debido al dolor, así como separar ligeramente sus labios.
Se acercó peligrosamente a su rostro, notando cómo se ponía rojo al tiempo que salía vahoo de esa pequeña boca.
Pero sonrió antes de lanzar su cabeza al suelo.
-¿Pensaste…? -preguntó burlesco- ¿Pensaste que te iba a besar?
-¿Pensó que lo ibas a besar? -repitió un beta antes de soltar una sonora carcajada.
El omega se mantuvo con el rostro a centímetros del suelo, conteniendo las ganas de llorar que repentinamente habían surgido.
-Claro que nos besaremos -interrumpió el Alfa-, pero ahora tienes que limpiar mis zapatos.
Se hizo un espacio entre las manos del omega en el suelo, colocándolo justo frente a su nariz.
-Lame.
Instintivamente tomó su pie para hacerlo, deslizando su lengua por el cuero del zapato, sin importarle toda la suciedad que entraba a su boca.
Los colmillos del Alfa comenzaron a crecer mientras sus comisuras se ensanchaban.
Los betas se miraron asustados, ya que el aroma comenzaba a advertirles lo que se avecinaba.
Y el omega inmerso en su tarea sólo sintió cómo tiraban de su playera hasta ponerlo de pie; lo único que vio fueron esos caninos blancos, brillantes, listos para hundirse en su cuello.
De inmediato inclinó su cabeza, dejando a la vista su piel tersa y tímidamente sus feromonas comenzaban a esparcirse, así fue como el aroma a pan dulce llegó a las fosas nasales del Alfa, que salió de trance y asustado terminó lanzando al pequeño contra el suelo.
El chillido de los inferiores resonó y en cuanto dejaron de cubrirse notaron que el Alfa ya no estaba.
Los betas se miraron presas de la confusión, pánico y excitación que terminaron por salir corriendo de ese cubículo que apestaba a Él.