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25:64 PM por 5kn_akatsuki

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Notas del capitulo:

Bueeeno, me está gustando mucho cómo va saliendo~

A leer!

Nunca hacía pensando en su casta ni en su futuro con detenimiento así que estaba tomando una decisión a ciegas. Pero eligió vivir esa vida plena que sus antepasados anhelaron.

-Me encargaré de hablarlo con tu padre o tutor -dijo abriendo la caja de pastillas-, puedes tomarlas desde hoy. Las cajas que te mostré son los dos métodos que más me gustan. Uno es de uso diario y otro sólo cuando aparecerá el celo, pero quiero que tomes los supresores diario; como te dije, me preocupa que el despertar de tu casta se haya combinado con los abusos y es mejor mantener a raya los impulsos que podrán aparecer en el futuro.

-Los supresores… ¿podrían afectarme? ¿Hay efectos secundarios?

-Te va a dar sed -contestó con simpleza.

-¿Solo eso?

- Los científicos omegas realmente trabajaron duro -le tendió la caja de supresores-, te dará mucha sed así que carga una botella de agua a donde vayas. Y dependiendo de qué tan “liberado” tengas tu omega interno podrías experimentar cambios de personalidad. Históricamente los omegas son tímidos y sumisos pero hay estudios que comprueban que al inhibir a la casta, la verdadera personalidad sale a flote en cuyo caso, el único problema es que no seas un mocoso.

Una semana después de medicación, la suspensión terminó reintegrando al alfa a los estudios básicos.

Sus betas fueron los primeros en acudir a él, cuidando de que nadie le molestara y cargando su mochila.

Los amigos del omega estaban nerviosos por el tipo de choque tendría su retorno, pero el piccoletto se mantenía tranquilo, casi podría decir que no le prestaba ni una pizca de atención a lo que pasaba en los asientos de atrás.

-Oye -le llamó uno de sus amigos- en el receso no te apartes de nosotros.

-Gracias chicos, pero -susurró sonriéndoles-, no se preocupen.

Notó los cambios en su personalidad recién pasó el segundo día.

Decía cosas que antes sólo pensaba, pero aún tenía problemas para filtrar las palabras.

-No sé qué dicen pero nosotros vamos a desayunar juntos -intervino su amiga-, ¿verdad? Todos los jueves comemos juntos.

-Sí -contestó sonriendo, pero de inmediato sintió el aroma del alfa y sin meditarlo se giró sobre su torso hasta encontrarlo.

El Alfa lo miraba fijamente con esa expresión áspera, pero el omega le saludó sin más, luego se reincorporó.

-¿Qué caraj…?

-Ha estado diferente -contestó uno de los betas-, pensamos que era porque no estabas pero

-¡¿Pero qué?!

-Silencio allá atrás.

-¿Pero tal vez no te percibe…? -preguntó nervioso.

-Pendejo -susurró.

El pequeño beta se achicó en su pupitre esbozando un puchero.

Durante las clases miraba fijo al omega, intentando responderse qué había pasado con él sin obtener alguna respuesta confiable.

Lo estudió cuando tuvo que leer en voz alta y liberó sus feromonas pero el pequeño no se inmutó.

Lo retó cuando lanzó su lápiz cerca de suyo ordenándole que se lo entregara, pero la única respuesta fue que lo pateó para que él mismo se levantara a recogerlo.

Así que durante el receso en lugar de irse a jugar futbol acudió a la biblioteca, pidió una computadora y realizó su investigación de cinco minutos en Zaplook “por qué un omega no reacciona a mi voz de mando?” y la respuesta lo arrojó a otra investigación, “qué son los supresores para omegas?”

Mientras más leía, más se asustaba.

¿Los omegas tomaban eso para rechazar a su naturaleza?

Él sabía que la finalidad de los omegas era cuidar a su compañero, crear un nido y darle muchos cachorros al alfa, ¿qué hay de malo con eso? ¿Por qué alguien tomaría un supresor para evitar eso? Es más, ¿por qué había inventado esas porquerías?

Antes de que acabara su tiempo en la biblioteca se suscribió a un foro alfa donde otros que atravesaban ese problema ponían sus soluciones o recomendaciones.

Dale flores.

Dile que es bonito.

Dile que lo amas.

Ronronea, pero no mucho.

Libera tus feromonas para que caiga.

A todos los omegas pura sangre tienen debilidad por los dulces.

Besa su frente, todos quieren eso.

Dile “mi amor, mi vida, corazón” eso los vuelve locos.

Haz una manualidad y dásela, no sé por qué pero les gustan esas mierdas.

Quítale los supresores.

-Okey -susurró cerrando la página- tengo una idea.

Pasó dos días haciendo una “manualidad para omegas” y el viernes se aseguró de llegar más temprano a clases, así lo encontraría solo.

Estaba con su olfato a cien, esperando percibirlo para prepararse pero fue el pequeño grito que salió del omega lo que avisó que había llegado.

El alfa estaba en la esquina del fondo del salón, aún con la luz apagada y sólo la poca claridad del amanecer dejaba ver su silueta.

-Me asustaste -susurró poniendo su mano en el pecho-, pensé que estaba solo.

-Quiero hablar contigo -el alfa se levantó y mientras se le acercaba liberaba su aroma, quería que él lo sintiera, que se embriagara.

-Dime -contestó viendo como se quedaba de pie frente a su silla.

-Te hice esto -le tendió con cuidado la manualidad, que consistía en un cascaron de huevo perfectamente cortado por un costado, con un letrero amoroso en el interior y flores pequeñas.

-Ah -susurró tomándolo- ¿pero qué es?

-Un regalo para omegas.

Su sangre comenzó a hervir disparándose a todos lados.

-Un útero -dijo el omega conteniendo su ira-, me acabas de proponer ser la incubadora de tus cachorros.

Reventó el cascaron en su mano para golpear su pecho y embarrar ese “obsequio” en su chaqueta.

-¿Qué? No, yo…

-¿Qué demonios es un huevo sino una incubadora? ¡¿Y me la das a mí?! ¡Las flores son símbolo de tu esperma y el mensaje son las palabras de apoyo para los futuros cachorros! ¿tú estás idiota? ¿Sabes qué tengo catorce?

-¿Catorce? Eres más grande que yo.

-¿Qué? -susurró atónito- Mira no sé… no sé qué esperabas, pero no -se rió nervioso-, no más, no más alfas ni omegas, no quiero nada de eso.

-Perdón, yo no sabía que eso era un útero -por alguna razón su lengua quería atorarse pero logró hilar al menos esa oración.

-Y yo que pensé en dejar que me mordieras -dijo entre risas y sarcasmo- pero hagamos un pacto, no me busques, no me hables, no te pongas aromático conmigo porque ya no te percibo y no…

-Estás tomando supresores -le interrumpió- ¿Por qué?

El omega se quedó a medio monologo, con las palabras en la garganta.

-¿Por qué “no más alfas y omegas”?

-Eso no te importa -susurró.

-¡¿Cómo no?! -gritó mostrando sus colmillos por ese segundo- Eres mi maldito omega con o sin tus estúpidos supresores.

-N-no -musitó-, yo no soy de nadie.

Apretó sus puños porque el aroma del alfa le comenzaba a doblegar.

-Voy a encontrar tus supresores y los voy a destruir.

La voz de mando retumbó en el interior del omega, que temblaba de miedo por desafiar a su alfa.

-No, no por favor.

-Es más~ -canturreó- ¡tú me los vas a dar! Entrégame tus supresores.

Las mejillas del pequeño se tiñeron de rojo tan violentamente que sus piernas se volvieron gelatina dejando que su aroma saliera a su esplendor, combinándose con el del Alfa.

-No los tengo conmigo -confesó-, los dejé en casa.

El alfa sonrió al ver el vahoo salir de nuevo de esa boquita.

-Cuando llegues a tu casita, vas a ir por ellos y los tiraras al baño, quiero una foto de tu tarea.

-Sí, señor -susurró bajando la mirada, completamente excitado.

-Si lo haces, te daré una recompensa -se inclinó hasta la altura de su rostro-. Tú quieres que te muerda, ¿verdad? -el pequeño tenía preso su labio entre sus dientes, una señal que deseaba fuertemente ser marcado- Lo haré, bonito, lo haré si haces lo que te digo.

Notas finales:

Espero poder poner un par de caps más hoy mismo, deseénme suerte!


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