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Teenage Love Triangle - Riren por KaoriLR2

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Lo engañó.

Levi Ackerman fue capaz de apagar el brillo incomparable de aquellos enormes ojos esmeraldas, que le daban el mundo sin siquiera proponérselo. Estúpidamente creyó que nunca se enteraría, que podía mantener oculto su error cargando con la pena en silencio, pero Petra se le adelantó y no podía culparla. Estaba seguro de que el remordimiento los perseguía a los dos a cada rincón.

¿Por qué lo hizo?

Era lo mismo que él quería saber. No había motivos válidos que sirvieran de respuesta a esa pregunta, no existían excusas aceptables para justificar su conducta inmoral. Y lo lamentaba, de verdad lo hacía.

Sin embargo, se mantuvo limitado a eso. A lamentar su grave falta a la relación tan bonita que sostenía con Eren, a escuchar las constantes reprimendas de su madre y las burlas del tío Kenny. Los principales integrantes de su familia lo sabían porque él mismo se vio obligado a decírselos cuando comenzaron a notar los cambios, especialmente el hecho de que Eren no se apareció más por las tardes.

El cómo te atreviste, se convirtió en el clásico cuestionamiento.

¿Es que no ves la gran persona que es Eren?

Claro que lo veía, carajo. De lo contrario no se habría enamorado de él.

Eren merece algo mejor.

Sí, no podía estar más de acuerdo.

Eren merecía la tranquilidad que solo una persona integra podría brindarle. Eren merecía vivir con la plena seguridad de que la persona que le toma de la mano en los tiempos de dicha, será la misma que lo sostenga cuando estos se tornen duros. Eren merecía a alguien cuyo amor no flaqueara tan fácil, alguien capaz de resistir tentaciones y de elegirlo por encima de cualquier otra cosa.

Nada más y nada menos.

Levi pudo haber sido esa persona.

Habían pasado casi cuatro meses después de aquel día en el que no hicieron falta palabras para saber que todo estaba terminando entre ellos, aunque en realidad él mismo se encargó de destruirlo en el momento en el que cedió ante sus impulsos carnales, y despojó a Petra de su vestimenta.

No tuvo cara para buscarlo, pese a que moría por hacerlo. Se moría cada día, cada mañana que tuvo que caminar al colegio a varios metros de distancia de él para no incomodarlo. Le alegró saber que había vuelto a las clases. Que Armin y Mikasa seguían a su lado como los grandes amigos que siempre supo que eran. No esperaba menos. Ellos no eran como él.

Tuvo que dejar de usar el auto de Kenny, pues ya no le veía en caso si ya no podía pasar por Eren en las mañanas. Prefirió caminar, pero su recorrido no varió jamás.

Llegaba hasta la esquina de la calle en la que se ubicaba el hogar de la familia Jaeger, se detenía a esperar porque había hecho eso tantas veces que se percató de que Eren ahora llegaba tarde. Levi no tuvo problema con hacer lo mismo porque era la única manera de seguir al pendiente de él, siempre cauteloso para no que no se diera cuenta.

Su ritual continuaba cada mañana hasta que, en un gélido lunes, se vio obligado a cruzar la calle a prisa y ocultarse detrás de un auto. La presencia de un viejo amigo marcó el fin de la soledad de Eren a esas horas, todo indicaba que pronto su lugar estaría ocupado.

De solo imaginarlo se le amargaba la boca, porque las intenciones del alto rubio eran muy transparentes para él. Las conocía de antemano.

Lo había observado, Erwin atravesaba el centro de la ciudad exclusivamente para acompañar a Eren al instituto. El balanceo indeciso de las manos del rubio le mostraba lo obvio, quería caminar de la mano con Eren hasta el portal del colegio, quería acariciar sus mejillas con ternura antes de depositar un beso casto en esos dulces labios, fuente de locura, fuente de la que él tantas otras veces bebió y de la que ahora estaba sediento. Mucho más que antes.

—Buenos días, Eren —Levi rodó los ojos al escuchar el tono de voz que Erwin empleó, tan distinto del habitual—. ¿Nos vamos?

Su exnovio estaba ahí, con una sonrisa agradecida que iba dedicada para su amigo, ajeno a que él se encontraba espiándolos desde un punto en el otro extremo.

—Buenos días, Erwin. No tienes que venir por mí todos los días.

—Tienes razón, no tengo qué hacerlo. Yo quiero hacerlo.

Levi maldijo la facilidad de palabra de su amigo en un susurro, nunca supo cuánto podría odiar su labia hasta ese instante.

Sin embargo, se conformó con seguirlos de lejos, era la única forma que tenía de asegurarse de que Erwin mantuviera sus manos quietas y el pene dentro de sus pantalones. Su tolerancia se agotó cuando una tarde al volver del colegio, lo vio cruzar los límites al tratar de probar los labios ajenos. Para su buena suerte, Eren desvió el rostro en el último momento.

Los dedos de sus manos hincándose en sus palmas al contemplar la escena, lo orillaron a ceder a un impulso más. Doblar en la siguiente calle y aguardar. Erwin tendría que pasar por ahí, entonces podrían ajustar cuentas cara a cara.

—Así que al fin has salido de tu escondite, Levi —le dijo Smith, acortando la distancia con pasos seguros y sin verse para nada sorprendido.—. Te tomaste tu tiempo.

Levi no se inmutó. Tuvo que contenerse pese a que le hubiera encantado destrozarle la nariz de un puñetazo.

—En cambio tú, te has dejado caer con toda la caballería —soltó mordaz—, ¿qué te hace pensar que Eren tiene prisa por empezar una relación?

—¿Qué te hace creer a ti que él te sigue esperando? —la pregunta le caló a niveles que no imaginaba, pero su expresión no cambió más allá de marcar pliegues entre sus finas cejas. Estaba furioso y lo sabía, Erwin también—. Le fallaste, Levi. Conmigo Eren no tendrá que pasar por lo mismo, así que no intervengas.

—¿Debo tomar esto como una declaración de guerra? —lo cuestionó dando un poso al frente, sus brazos cruzados a la altura de su pecho. No le intimidó que el otro le sacara varios centímetros de altura.

—No, no lo es. Para declararte la guerra tendría que considerarte un rival, y tú, mi estimado Levi, ya perdiste tu oportunidad.

Las palabras de Erwin lo hirieron mucho más de lo que lo haría un golpe. A decir verdad, hubiera preferido uno, el labio partido o un ojo morado. No que le atizara con la verdad.

Su amigo lo dejó ahí, callado, derrotado con argumentos. No podía odiar a Erwin, no podía culparlo tampoco porque era consciente de que Eren debía continuar su vida sin él, y, por mucho que le doliera, Erwin era una buena opción.

En los días siguientes le siguió dando vueltas al asunto. Si lo pensaba bien, así debió ser todo desde el principio. Debió haber permitido que su amigo confesara su interés por Eren, que intentara y concretara algo con él. Simplemente no pudo, porque sabía que el castaño había despertado sentimientos en su interior, que le movía el piso.

No. Más bien se lo hacía retumbar, al igual que el corazón.

En aquel tiempo buscó a Erwin para hablarle claro y de frente, como siempre lo habían hecho.

—Me gusta Eren —le confesó.

Erwin no mostró sorprenderse con ello.

—Lo sé. De la misma forma en que sé que eres correspondido—el impasible rostro de su amigo se mantuvo intacto al responderle—. ¿Qué piensas hacer al respecto?

—Iré a buscarlo.

—Está con Hange en la sala de estudio. Ve antes de que las cosas se salgan de control.

Asintió antes de abandonar el salón de clases que les tocaba. Hablar con Erwin siempre fue sencillo, se entendían con pocas palabras porque eran claros y directos.

Fue la mejor decisión de su vida. Estaba totalmente seguro a pesar de cómo terminaron las cosas, a pesar de que lo arruinó.

Ahora Eren debía odiarlo, esperaba que así fuera. Aunque en el fondo sabía que era un chico tan noble que no tenía cabida para sentimientos de esa clase, que lo más probable era que nunca llegara a hacerlo. Pero Levi sí lo hacía, se odiaba y se maldecía cada amanecer, en las noches frías dónde buscaba su foto de perfil en las redes y acariciaba la imagen con su pulgar, porque era lo máximo que podía hacer.

Y todo por malinterpretar las cosas, por dejarse cegar por los celos que al final de cuentas no tenían ningún fundamento, Por estúpido. Por imbécil.

¡¿Cómo mierda fue a creer que entre su preciado Eren y Jean Kirstein había algo?! Si resultaba más que evidente que no se agradaban del todo, que siempre terminaban discutiendo. Él había presenciado varias escenas así.

Tal vez fue la distancia, la molestia que persistía en él después de que Eren se marchara de un día para otro, o escuchar la voz de Jean al fondo de una llamada con él. Lo cual no fue más que una simple casualidad:

Zeke Jaeger, el primogénito de Grisha, contraería matrimonio y la celebración se llevaría a cabo siguiendo una vieja tradición, es decir, duraría alrededor de tres días. Todo ello tendría lugar en casa de la abuela, con un gran banquete de por medio. Banquete que estaría a cargo de la madre de Jean, cuyo servicio era reconocido e inigualable, y al ser periodo vacacional, Jean colaboraba en el negocio familiar.

Para cuando Eren volvió y pudo explicarle mucho de lo sucedido con lujo de detalles para que se arreglaran, Levi ya había metido la pata hasta el fondo.

Nunca le cayeron del todo bien sus amigos, le mortificaba la vida ver que eran demasiado confianzudos con su novio. Connie solía tocar a Eren constantemente entre broma y broma, Sasha trataba de darle comida en la boca y Jean, bueno, él lo golpeaba a veces, pero algo dentro de Levi le decía que de esa forma encubría sus verdaderas intenciones.

Ese era el principal motivo de sus discusiones.

Un día volvía de su trabajo de medio tiempo como cajero de una tienda de conveniencia, con los malos pensamientos pasándole factura, cuando Petra apareció en su campo de visión.

Accedió a acompañarla al cine porque cualquier cosa era mejor que encerrarse en su cuarto e imaginar los peores escenarios posibles. Como un Jean jodiendo a Eren, en el sentido más literal de la palabra. Todo empeoró cuando la mentada película se desarrolló entorno al cliché de enemigos a amantes, una historia que bien podría contarle lo que estaría sucediendo entre su novio y Kirstein en ese instante, mientras él estaba ahí, viendo una película con una compañera del colegio que no le quitaba la mirada de encima.

Desde su perspectiva, Petra era predecible. Hacía tiempo que se había dado cuenta de los sentimientos que la chica guardaba por él, mas era un asunto que lo tenía sin cuidado. Admitía que era bonita, dulce y olía bien, pero… hasta ahí.

Su indiferencia para con ella fue puesta en pausa el día que Eren no respondió a sus llamadas. La boda había sido una semana atrás, ya no había razón para que Jean estuviera cerca de él, pero ¿y si sí?

¿Qué tal que Jean encontró la forma de permanecer ahí?

¿Qué tal si una de sus acostumbradas peleas terminaba en un roce de labios, una habitación vacía y prendas regadas por el piso?

¿Qué tal si el celular de su novio vibraba abandonado en la bolsa de sus pantalones, bajo la cama en la que liberaban sus tensiones?

¿Qué tal si…?

Y él ahí, pasando las tardes como una rata de biblioteca que se conforma con devorar libros. Como el más grande de los ingenuos.

Levi acabó probando su propia rabia combinada con el sabor de los labios de Petra, arrancándole el labial, el aliento y poco después toda prenda que hiciera estorbo. Ella accedió porque estaba enamorada. Él solo quería desquitarse por cosas que imaginaba.

Y la regó.

Cuando cayó en cuenta de lo que hizo, estaba de vuelta en su casa refregándose con la esponja para borrar los rastros en su cuerpo, pero no podía hacer lo mismo con su mente. Fue peor cuando revisó su celular y encontró la foto de un boleto de autobús entre los mensajes recibidos.

Volveré en unos días, Lev. Ya quiero verte

Era lo que decía el mensaje de Eren adornado por corazones rojos y emojis adorables.

Podría jurar que el corazón se le detuvo por unos segundos, no supo si llorar o estampar el celular contra la pared. No obstante, continuó andando por la línea de las malas decisiones. Borró toda conversación con Petra y la bloqueó de las redes. Renunció a su trabajo y se mantuvo encerrado en casa hasta que Eren regresó a la ciudad, solo hasta ese día arrancó a toda prisa con rumbo a la casa de la familia Jaeger. Le bastó con verlo para abalanzarse sobre él, decidido a probar sus labios de nuevo. Como nunca antes.

Levi aprovechó la primera oportunidad que tuvieron para meterse bajo sus sábanas, besándole sin descanso.

—Sí que me extrañaste —comentó Eren cayendo de espaldas contra la cama, con la respiración agitada luego de una sesión de sexo en su habitación.

—No tienes idea de cuánto.

Quiso compensar su error por todos los medios posibles, le llevaba regalos casi a diario, cargaba su mochila al salir de clases. Sin embargo, nada mitigaba la culpabilidad instalada en su pecho.

Aunado a esto, el realizar todo tipo de maniobras para no tener que enfrentar a Petra, lo agotaba.

Estaba hundiéndose lentamente en el fango que el mismo había creado.

 


 

Si Levi hubiera hecho un recuento de los acontecimientos que marcaron el desarrollo de la relación que tuvo con Eren, habría sido más que obvia la diferencia en los esfuerzos de ambos.

El primero en decir te amo, fue Eren. El primero en tomar la iniciativa de entrelazar sus manos, fue Eren. Las presentaciones con la familia, los amigos, hacer pública su relación, los besos intensos en la sala de su casa, las llamadas hasta las 3 am. Todo fue obra de Eren.

Puede que el resto del mundo creyera que el único que haría crecer al otro, sería él mismo. Lo cierto es que fue al revés, aquel joven de ojos hermosos le aportó tanto a su vida que, ahora, cuando no podía ni acercarse a él, era que venía a caer en cuenta de lo que significó tenerlo.

El primero en hacer que Levi se sintiera realmente vivo, también fue Eren.

—Todo en ti es pequeño, Levi. Incluso el tamaño de tus bolas —le sermoneaba su Tío Kenny cada que tenía oportunidad—. Mira que encontrar a alguien que te aguante y engañarlo. Reverendo idiota.

—Qué te jodan, Kenny.

Levantaba su dedo medio para demostrar su inconformidad ante sus comentarios hirientes. Luego, fingía retomar el hilo de sus actividades en casa, a pesar de que su tío tenía razón.

Ocupó unos meses más para lidiar con sus culpas y trazar un plan para, mínimo, pedir disculpas a quienes hirió con sus actos propios de un cobarde.

Terminó con dedos marcados en la mejilla cuando abordó a Petra, no porque ella reaccionara de forma agresiva, sino porque Nanaba intervino pensando en el bien de su amiga.

—Deja de buscarte más problemas, Levi — lo regañó su madre mientras le aplicaba un remedio para disminuir el enrojecimiento—. Mira cómo te han dejado tu carita.

—Está bien, mamá. Me lo merecía.

—¿Y Eren? ¿ya hablaste con él?

Negó con la cabeza ante la pregunta de Kushel. Ese sería el paso más difícil, puede que no fuera a salir ileso al intentarlo.

—Si te soy sincera… —su madre limpió sus manos en una servilleta y reunió sus utensilios esparcidos sobre el sofá— De estar en el lugar de Eren, no podría perdonarte jamás. Una infidelidad destroza de una forma en la que no puedes ni imaginarte, pero que esa persona no sea capaz de ni de darte la cara, lo empeora todo. Lo entiendes, ¿verdad?

Movió la cabeza para afirmar y partió con rumbo a su cuarto para reflexionar entorno a sus palabras.

Joder. Lo extrañaba.

Hubo facetas de Eren a las que solo Levi tuvo el privilegio de acceder, como cuando los pómulos se le teñían de un agraciado rubor durante el sexo y sus gemidos eran imposibles de acallar con besos. Lo tímido que se volvía cuando Levi estaba arrodillado entre sus piernas, evitando ver cómo degustaba sus fluidos porque creía que para él sería asqueroso. Las noches que compartieron en casa de alguno, el pretexto de ayudarlo a estudiar siempre funcionaba. Las notas de Eren mejoraron en cuestión de semanas, al igual que las habilidades orales de ambos.

Desnudos en su habitación descubrieron los secretos ocultos en diversas partes de su cuerpo, para luego terminar envueltos en las sábanas rendidos al sueño. Porque tenerlo entre sus brazos lo relajaba tanto, que podía dormir con mucha facilidad, o no dormir en lo absoluto mientras miraban hacia la calle y conversaban sobre sus metas personales.

—¿Una tienda de té?

—Así es —respondió.

—¿Solo eso?

—Sí. Entiendo si te parece muy insulso, Erwin dice que debería reconsiderarlo.

—¿Qué? No, no. Nada de eso —Eren se apresuró a aclarar que no opinaba igual sobre su sueño, sino todo lo contrario—. Yo no pienso que sea insignificante. De hecho, me encantaría ayudarte a hacerlo realidad, Levi.

Le agradeció uniendo sus labios en un cálido beso, donde la luna fue testigo de las manifestaciones de su amor.

Lo dicho por Eren no se trató de simple palabrería, no le cabía la menor duda de que era real. Una promesa que quedaría sellada con su preciosa sonrisa. Si tan solo no hubiera traicionado su confianza, si tan solo no lo hubiera herido, esa promesa se mantendría intacta ahora.

Una nueva mañana despertó con un objetivo en mente, se bañó y arregló para asistir a clases, no sin antes recorrer el camino que le permitía iniciar el día contemplando a lo lejos su paisaje favorito. Eren.

Ya hacía un par de meses que la sonrisa volvió a iluminar ese bronceado rostro, pero ya no era Levi quien las provocaba. Eran los amigos que tanto criticó en el pasado, las actividades de ocio al terminar la jornada escolar o, tal vez, una nueva ilusión.

Mikasa le dijo que está bien, que lo está superando y que, por el amor de dios, ni le ocurra acercarse.

Levi aprendió a soportar el ambiente tenso en el aula, a convivir con Erwin como si no pasara nada, y a no molestar a nadie más. Petra y él no volvieron a hablar, pues su amistad quedó arruinada tras un momento de calentura.

Sin embargo, había cosas que no cambiarían nunca.

—Levi, Levi, Levi —Hange le zarandeaba por los hombros cual muñeco de trapo.

—¡¿Qué demonios quieres, lentes?! —exclamó irritado.

—¡Exijo saber cuándo piensas hablar con él!

Ah, claro. Con que de eso se trataba todo. Apartó los brazos de Hange de sus hombros, estaba al tanto de que su amiga ansiaba porque se reconciliaran. Levi sabía que era un imposible.

—No hay nada qué hablar, Han. No voy a arruinar la estabilidad que Eren ha conseguido.

—No digas tonterías, enano —la castaña irritante tomó asiento a su lado, acomodando la silla demasiado cerca para gusto—. La cagaste, no hay duda de ello; pero ahora Eren está tratando de salir adelante con ese capítulo de su vida abierto y en pausa. Por si fuera poco, Erwin ha decido luchar por una oportunidad con él sabiendo que no te olvida —ella hablaba con ganas, intentando convencerlo—. ¡Carajo, al final saldrá herido también!

Levi la miró con atención, no iba a dejarlo en paz y eso le fastidiaba. No había duda, Hange era un caso perdido.

—Ese es su problema —concluyó, recogiendo sus cosas de su lugar. Debía huir de sus garras.

—No, enano ¡No escaparás esta vez!

Andando por el pasillo, apresuró el paso porque sabía que era cuestión de tiempo para que la mujer loca que tenía por mejor amiga apareciera detrás de él. Entonces todo estaría perdido.

—Ackerman. Deténgase ahí.

Reconoció la voz proveniente de la entrada a su izquierda, suspiró abatido porque su huida tendría que quedar en el olvido. El profesor Dot Pixis acababa de llamarle en el peor momento.

Giró lentamente su cuerpo sin quitar su expresión de siempre. Lo único que quería era poder marcharse lo más pronto posible.

—Qué bueno que lo veo. Venga para acá, por favor.

No le quedó más opción que ingresar en la puerta indicada rogando por dentro que su amiga cegatona no lo viera. Bastó con que pusiera un pie dentro de la misma para que percibiera un olor conocido, lo recordaba a la perfección, el aroma cítrico de la colonia de…

—Verá, joven Ackerman. Los alumnos del club de teatro presentaron una obra el día de hoy y bueno, la escenografía quedó montada en el auditorio…

—Quiere que vaya a quitarla —se adelantó a su “solicitud”.

—Exacto. No se preocupe porque no tiene que hacerlo usted solo, acabo de mandar al joven Jaeger para allá —sus ojos se abrieron más de lo normal al escuchar el apellido—. Sé que podrán arreglárselas entre los dos. Son varoncitos muy fuertes. Cuento con su apoyo, ¿cierto?

Asintió por pura inercia, Pixis ni se percató de su estado o simplemente tenía prisa por retirarse de la institución.

La oportunidad que tanto esperaba le fue puesta en bandeja de plata, pero no sabía cómo reaccionar, cómo actuar para no terminar regándola de nuevo. Al llegar al auditorio sintió la garganta seca, sus manos sudando como si estuviera nervioso y es que ¡¿cómo no iba a estarlo?!

Había pasado meses conformándose con verlo de lejos, volver a estar cerca suyo, a solas, provocó que su estómago cosquilleara.

Ni bien cerró la puerta a sus espaldas, sitió el peso de esos ojos esmeralda sobre él. Sí, comprendía la impresión que el otro experimentaba al verlo entrar ahí como si su presencia fuera grata o deseable. Quedaban varios árboles de cartón que hacían parte de la escenografía, así como una pila de tarimas a un costado. Su exnovio estaba por mover algunos de estos elementos al almacén.

—Eren… —musitó para sí mismo con la voz cargada de anhelo, pero evidentemente su compañero lo escuchó.

—¿Qué haces aquí, Ackerman?

De ser Lev, mi amor, mi vida; pasó a convertirse en un simple apellido para Eren. Ese fue el primero de muchos golpes que recibiría durante el lapso de tiempo que estuvieran ahí.

—Pixis me envió a ayudarte.

—No necesito ayuda, menos tuya. Retírate.

Dicho esto, lo vio cargar con facilidad y encaminarse al almacén.

Resopló.

No era algo planeado, si hubiera dependido de él, habría dispuesto todo para hablar con Eren por primera vez en casi seis meses, en un mejor lugar.

Eligió ignorar su negativa y dejar sus cosas sobre el escenario. Si se iba no tendría otro chance como ese, si se retiraba estaría cerrando la puerta de nuevo. Levi no quería que sucediera otra vez, estaba cansado de ser un cobarde.

Cerca de una hora fue lo que tardaron en despejar el área, acomodar todo en el almacén y barrer el polvo. Eren se limitó a ignorar su presencia, hicieron lo que tenían qué hacer sin emitir palabra, algo que otros tiempos jamás hubiese sucedido. Entre ellos dos la conversación fluía como el río descendiendo de la montaña, por desgracia aquello quedó atrás.

Cuando lo vio recoger su mochila, Levi entró en pánico, pero lo disimuló muy bien en su rostro. No así al prácticamente correr hacia la puerta, obstruyendo de ese modo toda la intención que el castaño pudiera tener de irse.

—¿Podemos hablar? —preguntó, y Eren se carcajeó sin ganas.

—¿Ahora sí quieres hablar? —le contestó aun entre risas, pero enseguida se tornó serio. El entrecejo fruncido le indicó que no sería tan fácil convencerlo, ya no era como antes—. No me jodas, Ackerman. Ya no necesito que me digas nada, porque ahora estoy bien. Soy feliz.

—Lo sé, lo sé. Y aunque no lo creas me alegra, Eren. Me da gusto que hayas seguido adelante a pesar de mí.

—¡No mientas! —sus ojos grises captaron el momento en el que perdió los estribos y arrojó la mochila al suelo. Eren necesitaba esto y él también—.Estás aquí con el único propósito de tirar por la borda todos mis esfuerzos, quieres tenerme de nuevo lamiendo el suelo donde pisas, halagándote, yendo tras de ti como un perrito.

Lo escuchó, dejó que soltara todos los reproches que tenía reservados para él; porque se los merecía, porque quería que se liberara de la carga y fuera feliz.

Sin él.

Con Erwin o con quien tuviera que ser.

Por mucho que Eren trataba de mantenerse fuerte, la humedad de sus ojos delataba el dolor que le consumía por dentro, incrementando la cupa de Levi, las ganas de volver atrás en el tiempo, de no cometer aquella grave falta que lo llevaría a perderlo. A verlo así, sin la sonrisa amable que le adornaba el rostro, con la mirada vacía.

Fue ahí, entre el bombardeo de reclamos y el esfuerzo por mantenerse en calma, donde la pregunta salió a relucir, como una granada que estallaría en el momento que se atreviera a responder.

—¡¿Por qué, Levi?! —gotas salinas trazaron caminos por las mejillas morenas que preferiría acariciar—. ¡¿Por qué lo hiciste?!

Desvió la mirada, después de todo seguía siendo un cobarde. No soportaba perturbar a Eren de tal forma.

—¡¿Qué? ¿No vas a contestar?! —le insistía y él no pudo hacer nada más que dirigir por completo sus ojos al piso para tomar valor. Valor para verlo a los ojos de una maldita vez, resistiendo la vergüenza que le perseguía —. ¡¿Tienes idea de cuántas veces quise escapar en plena madrugada para preguntártelo?!

Negó un par de veces antes de levantar la cara. Sus ojos habían comenzado a nublarse también, esperaba poder soportarlo.

—No tengo ni la menor idea, Eren. Tampoco puedo imaginarlo porque solamente tú sabes cuánto es lo que has estado sufriendo por mi culpa, pero voy a responderte. Lo haré.

Terminaron parados frente a frente, en momentos se vio obligado a retroceder porque Eren le golpeaba el pecho, la mochila de este a unos metros presenciando la discusión. Era probable que aun quedaran alumnos merodeando por los pasillos, docentes en los salones o personal de intendencia aseando aquí y allá, mas ninguno llegó a interrumpirlos.

Un par de horas más se convirtieron en suyas, a veces alzaban la voz, otras, ninguno de los dos encontraba las palabras para continuar.

Levi se enteró un par de meses atrás de que Jean se había declarado a Mikasa, pero que ella terminó rechazándolo de forma educada. Jean nunca tuvo interés en Eren, sino todo lo contrario, estaba celoso por ver como la Ackerman le prestaba más atención al castaño que al resto de las demás personas. Le enfermaba que lo sobreprotegiera, que siempre estuviera para él. Haciendo a un lado todo esto, Kirstein recurrió a Eren en busca de ayuda para conquistar a la chica.

Levi comprendió por lo que su exnovio estaba atravesando al descubrir las heridas emocionales que le causó. Nunca fue su intención provocar tanto, ni hacerlo sentir insuficiente. Se arrancaría los cabellos por culpa de las estupideces que llegó a pensar.

Lo observó sin saber exactamente qué decir a continuación. Solo vino a su mente un par de palabras:

—Lo siento —expresó. El tono suave y lastimero impregnado de sinceridad, a pesar de que era tarde.

No recibió una respuesta, ni siquiera un improperio. Lo contempló caminar a la salida, viéndose obligado a imitarlo antes de que se marchara. Antes de que no pudiera hace ningún movimiento más.

Y es que no quería dejarlo ir.

Pasó noches imaginando cómo sería, planeando la ocasión perfecta para presentarse ante él, disculparse las veces que sea necesario. No obstante, la realidad lo superó todo.

No quería renunciar a él, a sus besos, su compañía. Al privilegio de ser su compañero de vida.

No resistiría tener que verlo caminar de la mano con alguien más.

Quería que fuera feliz, pero no en brazos de otro pobre diablo. Esa era su más grande contradicción.

—Te extraño, Eren. Te extraño hasta por las cosas más simples —logró evitar que siguiera avanzando a la salida con esa confesión. Notó cómo se tensa ante sus palabras—. Extraño el olor de tu cabello, admirar la forma en la que se alborota con el viento. Extraño verte cubrir tus muñecas entre las mangas estiradas de tu suéter, lo adorable que te hace lucir. Extraño el suave tono de tu voz al responder una llamada, el exceso de emojis en tus mensajes de texto, las etiquetas en nuestras fotos de Instagram, el brillo de tus ojos al hablar de lo que te gusta. ¡Maldita sea, Eren! ¡Extraño absolutamente todo de ti!

—Basta, Levi… —escuchó que le rogó con la voz tan baja que fue más que obvio que había vuelto a llorar.

—No, déjame terminar de hablar, por favor.

Era ahora o nunca. Todo o nada.

En segundos estuvo delante de él, con las rodillas apoyadas en el suelo y no le importó. Sus ojos clavados en los impresionados de Eren, que estiró sus brazos tratando de obligarlo a ponerse de pie.

—Escucha. Lo perdí todo cuando terminamos, fuiste tú el que vino a complementarme, no yo a ti. Siempre te lo dije Eren y ahora puedes comprobarlo —sintió sus mejillas humedecerse, esta vez las lágrimas eran suyas. No pudo importarle menos—. No necesito que me perdones, tan solo que me escuches, que veas en mis ojos que sigo aquí, que el Levi del que te enamoraste existe, pero ha cometido errores porque no es perfecto, es torpe e impulsivo también.

—Vamos, deja de hacer esto —sintió que lo jalaba—. ¡Levántate, Levi!

La petición de Eren quedó en el aire, porque no pensaba moverse ni un centímetro hasta terminar de sacar lo que traía haciéndole bulto en el pecho.

—Erwin es un gran hombre, no te culparía si empezaras a salir con él después de esto, pero al menos quiero hacer las cosas bien hoy, aun si ya pasaron meses, aun si me odias. —los labios del castaño temblaron, sabía que no iba a detenerse—. Vas a volver a enamorarte, lo entiendo. Y por esa misma razón no quiero permanecer en tu pasado como la hoja arruinada que no pudiste arrancar del libro de tu vida.

Captó el momento en el que se mordió el labio inferior, mejor eso que dejar salir los sollozos de nuevo. Eren se agachó para estar al mismo nivel que él, no lo dejaría seguir humillándose.

—Me gusta Erwin —fue su turno de escuchar. Las palabras eran como dagas filosas que le atravesaban el corazón. Aun así, soportó el dolor—. Me gusta cómo me hace sentir, me gusta cuando me halaga o cuando se muestra interesado en cualquier cosa que hago o digo, me gusta su peinado y porte elegante.

—Entiendo.

—No, no entiendes —las manos contrarias le sostuvieron por las mejillas. Sus ojos se conectaron de nuevo como antaño, por desgracia el sufrimiento seguía brotando—. No voy a empezar nada con nadie hasta haber cerrado este capítulo. Sé que algún día te perdonaré, pero eso no quiere decir que vamos a volver a estar juntos.

Levi creyó que era suficiente, podía conformarse con lo que acababa de escuchar y agradeció.

Agradeció tomando las manos más grandes que las suyas que yacían sobre su cara, las besó con devoción infinita antes de sostenerlas firmemente y estirarse para depositar un último beso en su frente, apartando los mechones castaños humedecido por el llanto.

—Voy a recuperarte, Eren —le aseguró. Era una promesa personal—. Voy a demostrarte que no son solo palabras, que cada frase que ha salido de mi boca en este sitio ha sido sincera. Que no voy a volver a hacer daño porque me importas, más, mucho más de lo que tú y todos creen.

Quería besarlo en los labios, pero abandonó la idea cuando Eren se puso de pie limpiándose el rastro que las lágrimas habían dejado.

—Ya debo irme.

Tres palabras que concluyeron la conversación y el sonido de la puerta al cerrarse resonaron en el auditorio.

Levi suspiró.

Estaba decidido a cumplir su palabra.


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