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128. Huyendo de la Navidad (21) por dayanstyle

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Había pasado una semana, desde que el rebelde había sido asesinado, y Hwi Chan estaba preparado para empujar un picahielos en su ojo. No le gustaba el hecho de que casi fuese Navidad, y odiaba que su humor fuese tan amargo. No quería despreciar la fiesta, y sabía que su estado de ánimo afectaba a sus parejas.

Pero no podía evitarlo. Cada vez que veía un árbol o escuchaba esa espantosa música, pensaba en su madre. Y eso sólo hacía que su corazón doliera y trajera lágrimas a sus ojos.

 

Miró alrededor de la cafetería, preparado para volverse loco, si alguien no apagaba esa música. Todo lo estaba irritando, desde el olor a especias de calabaza, hasta el buen estado de ánimo que todo el mundo parecía tener.

Han Gyeom se puso de pie, detrás de él, con las manos sobre sus hombros. —Por qué no vas a sentarte a ese sofá rojo, en la parte posterior y te traigo una bebida.

 

Jae Han, que estaba de pie a su lado, le dio un rápido beso. 

—Tomaremos nuestras bebidas y saldremos.

No quería arruinar el día de Jae Han y Han Gyeom. Sólo tenía que aguantar otra semana y la Navidad terminaría. —No, podemos quedarnos si quieren.

—¿Estás seguro? —Han Gyeom apretó sus hombros. —Podemos irnos si esto es demasiado para ti.

Se conmovió ante lo complacientes que Jae Han y Han Gyeom intentaban ser. Eso sólo le hizo sentir una opresión más grande. Dio su mejor sonrisa falsa. —Todo esto terminará pronto. Puedo aguantarlo hasta entonces.

Han Gyeom suspiró, cuando Jae Han se quitó de en medio de manera que él pudiera ir a sentarse. No era como si no hubiese intentado estar de mejor humor. Lo hizo. Pero sin importar lo mucho que intentara sacarse de encima la tristeza navideña, nada funcionaba.

Con un gemido, se dejó caer en el sofá. Se frotó las sienes, deseando tener una aspirina.

—¿Por qué tan melancólico?

Miró hacia su izquierda, para ver a un magnífico hombre rubio, alto y delgado sentado a su lado. Tenía brillantes ojos azules, labios sensuales y una piruleta roja en una mano. Negó con la cabeza, mientras miraba fijamente al extraño. —¿Qué?

El hombre le dio un golpecito en la punta de la nariz, con la punta de su dedo. —¿Por qué tan amargado?

Se echó hacia atrás. Hermoso o no, no le gustaba que los extraños lo tocaran.

El rubio le tendió la mano. —Soy Vixen.

Que nombre tan extraño. —Hwi Chan. —Le dio la mano a Vixen.

Este se metió la piruleta en la boca y la chupó de manera demasiado sugestiva. Se sintió enrojecer, cuando alejó sus ojos.

—Así que, Hwi Chan, ¿por qué el amargado rostro? Es Navidad.

Deberías estar lleno de alegría y rebosante con noticias de noche Buena

 

¿Quién era este bicho raro? Sólo era un poco demasiado exuberante para su gusto. —Sin ofender pero, ¿podrías dejarme solo?

Quería tomar la piruleta y tirarla a la basura. Estaba teniendo una erección por la manera en que Vixen chupaba el azucarado dulce.

El hombre se rió. El sonido era ligero y relajado. Sus ojos bajaron hacia el collar alrededor del cuello del hombre. ¿Por qué se veía tan familiar?

—No hay demasiados hombres, que me pidan que los deje solos— Vixen se inclinó hacia adelante, cruzando las piernas y apoyando los brazos en su rodilla. —La mayoría de los chicos, se sienten afortunados, cuando les presto atención.

¿Este chiflado era real? No tenía dudas, de que el hombre podría quitarle los pantalones a la mayoría de los hombres, pero él no era la mayoría de los hombres. —Estoy tomado.

 

—Lo sé—Vixen le guiñó un ojo. —Esos dos chicos son calientes. Eres un hombre afortunado.

No podía evitar mirar fijamente el collar de Vixen. Era de cuero rosa, con pequeñas campanas plateadas adornándole. Se estrujó el cerebro intentando descubrir dónde lo había visto antes.

—Eres demasiado hermoso para fruncir el ceño, todo el tiempo— Vixen le pasó la mano a través del cabello. Algo cálido y hormigueante atravesó todo su cuerpo. Se levantó de un salto de su asiento, sintiéndose un poco mareado.

—¿Qué demonios me acabas de hacer? —Han Gyeom y Jae Han se dirigían en su dirección. Jae Han le gruñó a Vixen, pero Han Gyeom sólo miró fijamente, con curiosidad al hombre.

—¿Quién mierda eres? —Preguntó Jae Han. —¿Y por qué estás tocando a mi pareja?

—Tranquilo, gatito —dijo Vixen.

distinto, pero no había sido capaz de recordar lo que era. Ladeó la cabeza hacia un lado, mirando fijamente. Vixen olía…

Entonces se le ocurrió. Miró fijamente el collar. —¡Eres ese ciervo que me sigue a todas partes!

—¡Bingo! —Vixen dio una palmada. —Sabía que lo descubrirías.

Apretó los dientes. —¡Te acaricié y me lamiste! —Se frotó la mejilla. Aunque se había duchado docenas de veces desde la visita a la casa de los padres de Han Gyeom, aún sentía como si algo de la saliva de Vixen estuviera en su rostro. Iba a frotarse ese punto, con un estropajo, cuando llegara a casa.

Vixen entrecerró los ojos. —¿Sabes cuántos hombres pagarían para que los lamiera?

Miró la piruleta en la mano de Vixen.

—Estás a cinco segundos, de que te pateen el culo —advirtió Jae Han. —¿Por qué demonios estás acosando a mi pareja?

Vixen comprobó sus uñas, como si la amenaza de Jae Han no le preocupara. —Fui asignado a su caso.

 

—¿Qué dijiste?—Han Gyeom arrugó la nariz. —¿Qué significa eso? ¿Qué caso?

—Mira —dijo Vixen. —Tengo otros Scrooges con los que debo ir. Ese sentimiento cálido y hormigueante disminuirá, y cuando lo haga, mi trabajo estará hecho. Ahora, si no te importa, tengo que salir corriendo.

Tocó un mechón de su cabello, el lugar donde Vixen le había tocado. Su cuerpo aún estaba inquieto, y estaba un poco avergonzado de que su polla estuviese dura.

Vixen le sonrió como, si supiera de su dilema. —De nada.

Han Gyeom, él y Jae Han se quedaron ahí, de pie cuando Vixen se escabulló de la cafetería, moviendo las caderas. Cada hombre en El Café se giró para comérselo con los ojos. —Fui violado por un reno —gimió.

 

Jae Han se giró hacia él, observándolo. —¿De qué sentimiento cálido y hormigueante, estaba hablando?

Se sentó en el sofá, para esconder su erección. —Lo que tienes que preguntar es de qué caso, estaba hablando.

 

—Sólo estaba un poco chiflado —dijo Han Gyeom cuando se sentó a su lado. —Un chiflado caliente, pero extraño de todos modos.

—¿Caliente? —Una de las cejas de Jae Han se elevó. —No me hagas llevarte a casa y azotar ese lindo culo tuyo.

La amenaza sólo hizo que se pusiera aún más duro.

Han Gyeom sonrió de oreja a oreja, y luego frunció sus pelirrojas cejas. —Mejor que te revisen por rabia.

Hizo una mueca. —Me lamió, no me mordió.

Han Gyeom se encogió de hombros. —Sólo digo.

Rodando los ojos, se levantó y dirigió hacia la puerta.

—¡No te enojes conmigo, porque un reno estaba loco por ti! —Dijo Han Gyeom en voz alta detrás de él, su tono de voz lleno de humor.

 

—Está progresando —dijo Jae Han, entrando en la casa y mirando alrededor. Simplemente se sorprendió de la cantidad de personas que se habían unido para ayudarle a reparar los daños a su casa. Le conmovió profundamente, y le hizo darse cuenta de cuántos amigos tenía en Villa Kim.

Sus amigos, desde los compañeros de trabajo hasta el jefe, habían ido allí desde la estación de bomberos, junto con los hombres Moon, y bastantes chicos de la Guarida. Los sonidos de martillos, taladros y risas llenaban la habitación, cuando se dirigió hacia la cocina para preparar una taza de café.

Incluso Cori y Kisu de la panadería Dulce Deleite, habían colaborado y enviado pasteles para los chicos. La mayoría de las cajas, estaba abiertas y los pasteles desaparecidos. Había muchos hombres en la casa, con un enorme diente dulce.

 

Bones estaba descansando en la puerta de atrás. Wiggles y Queenie acurrucados a su lado en su cama de perrito. Estaba contento de que se hubiesen mudado de nuevo a la casa y lejos de la cabaña. Esta era agradable, pero no había lugar como el hogar. Los animales ni siquiera estaban inquietos por todo ese ruido, como si supiesen que eso significaba que la casa era suya nuevamente.

 

Regresó a la sala de estar, mirando alrededor, a las reparaciones que estaba progresando bastante rápido. Había querido colaborar, pero Doo Joon le había dicho que éste sería su regalo de Navidad para él y dejara que los profesionales terminaran el trabajo.

Estaba contento de que las reparaciones estuviesen completadas antes de Navidad. Jeno y Chen Le se unirían a ellos para la fiesta. Al igual que los padres de Han Gyeom.

—¿Dónde están tus parejas? —Preguntó Pa. Estaba ayudando a transportar la parte de la pared y techo que Doo Joon y su equipo habían derribado.

—En el pueblo, con las parejas de la Guarida —dijo, antes de que Pa se dirigiera hacia afuera.

Aún estaba desconcertado, porque hubiese sido Hwi Chan quien había sugerido el viaje. Se había despertado esa mañana, lleno de energía, balbuceando sobre compras navideñas y la necesidad de conseguir más decoraciones y un nuevo árbol para su casa.

 

No, su casa. Aquí era donde los tres vivirían, se amarían, y compartirían una vida juntos.

Pa regresó a la casa, le sonrió y le dio una palmadita en el hombro. Eirc Moon no era un hombre pequeño, y la palmadita, hizo que fuese un poco hacia adelante. 

—Me alegra que resolvieran las cosas, muchachos.

Pensó en el shifter reno de El Café. Si no hubiese sido asignado al caso de Hwi Chan, su pareja aún estaría con un amargado estado de ánimo. Aún no estaba seguro de lo que el shifter había querido decir, y sospechaba que tenía algo que ver con Santa Claus, pero eso era demasiado descabellado para que pudiera creer algo así.

—Gracias. —Sonrió a Pa. —Voy a ir a comprobar el café.

—¡Café! —Dijo Lee Joon. —Al menos necesito cuatro litros. Mi motor se está quedando sin vapor.

Pa rodó los ojos. —Entonces, ve al pueblo y consíguenos algo para comer, chico.

Lee Joon le dio un saludo burlón. —Las carreras para conseguir comida, son mi especialidad.

 

—Perdona —, dijo cuándo Hwi Chan y Han Gyeom entraron por la puerta principal, sus brazos cargados con bolsas. Agarró las bolsas de sus parejas y los dirigió hacia su dormitorio.

—¿Qué es todo esto? —Dejó las bolsas en la cama. Comenzó a mirar en su interior, pero Hwi Chan levantó la mano.

—Sin mirar a escondidas. Son los regalos de Navidad. —Hwi Chan y Han Gyeom se quitaron los abrigos y botas, dejándolos a un lado.

Arqueó una ceja. Parecía que los dos hubiesen ido a un frenesí de compras. Su pequeño niño interior, salió y quería ver lo que había en las bolsas, pero Hwi Chan le presionó las manos contra su pecho y lo alejó de la cama.

—Deberías haberlo visto—dijo Han Gyeom. Sus mejillas estaban rosadas y su sonrisa era impresionante. —Deseó a todos lo que estaban cerca de nosotros, una Feliz Navidad. También creo que vació nuestros ahorros, con todas estas compras.

 

 

—No lo hice —declaró Hwi Chan. —Aún tengo diez billetes en mi bolsillo.

Envolvió a Hwi Chan en sus brazos. —¿Esto tiene algo que ver, con esa sensación de hormigueo?

Hwi Chan frunció el ceño. —Aún estoy enojado porque Vixen me lamiera. Si le veo de nuevo, le patearé las pelotas.

Han Gyeom y él se rieron entre dientes.

—Pero creo, que tiene algo que ver con él tocándome—dijo Hwi Chan. —Es raro. Aún echo de menos a mi madre con locura y duele cuando pienso en ella, pero...  —Negó con la cabeza. —No lo sé. Es como si ese pequeño Scrooge en mi interior, hubiese desaparecido.

—No lo llamaría Scrooge—Frotó sus nudillos sobre la mejilla de Hwi Chan. —Pasaste por una experiencia terrible. Cualquiera estaría marcado por eso.

—¿Puedo entrar en este abrazo? — Han Gyeom se presionó en la

Hwi Chan movió sus cejas. —Siempre que estés desnudo sonrió deslizando sus manos a su alrededor.espalda de Hwi Chan

—Hay una casa llena de gente —, dijo Han Gyeom.

—¿Tu punto? —Preguntó Hwi Chan.

—Un perro cachondo desesperado. —Han Gyeom besó a Hwi Chan en el cuello y se alejó.

—Deja que te muestre cuán desesperado. —Hwi Chan se movió hacia un lado de la cama y comenzó a desnudarse. Han Gyeom enrojeció, pero él estaba malditamente interesado en ver a ambos desnudos.

Miró a Han Gyeom. —Despeja la cama.

—¿En serio? —Los ojos de Han Gyeom se dirigieron rápidamente hacia la puerta. —Tiene que haber al menos una docena de hombres, en la otra habitación.

—Seremos silenciosos—Agarró el dobladillo de la camisa de Han Gyeom y la levantó sobre su cabeza. Su boca se hizo agua, cuando vio los pezones de su pareja. —Ahora despeja la cama o esas bolsas serás destrozadas.

 

 

—Tengo las bolsas. —Hwi Chan estaba completamente desnudo, y su polla estaba sobresaliendo del nido de rizos castaños en su ingle.

Han Gyeom se quedó ahí de pie, mirando fijamente la polla de Hwi Chan.

Golpeó a Han Gyeom en el culo. —¿Vas a quedarte ahí de pie?

Hwi Chan sonrió, mientras despejaba la cama, y luego se arrastró sobre ella, una botella de lubricante en su mano. 

—Oh Dios mío. Les está llevando una eternidad desnudarse.

Se quitó la ropa en segundos. Estuvo a punto de tropezarse con sus pantalones, cuando Hwi Chan comenzó a estirarse. Ahora esa era una vista de la que nunca se cansaría. Su pequeño impala era malditamente sexy, con sus dedos empujando en su propio culo.

Entonces Han Gyeom se unió a él, y agarró el lubricante de Hwi Chan. Se quedó allí de pie, hipnotizado. mientras los dos le presentaban el espectáculo más erótico que hubiese visto en su vida. Su polla estaba tan dura que si se tocaba, se correría.

 

Con un gruñido, subió a la cama y volteó a Hwi Chan sobre sus manos y rodillas.  

 

Su pareja se rió. cuando movió el culo ante él —¿Muriendo por entrar en esto?

—Tienes toda la maldita razón. —Le dio un golpecito en la pierna a Han Gyeom. —Pero primero, nuestro pequeño pelirrojo tiene que meterse debajo de ti.

Aún tumbado sobre su espalda, Han Gyeom se deslizó debajo de Hwi Chan y separó sus piernas. —Soy todo suyo, hermosos.

—Dios, los amo —dijo. Y quiso decirlo. No pensaba que pudiese amar a ninguno de los dos hombres, más de lo que hacía en ese momento.

Con una amplia sonrisa en su rostro, Han Gyeom inclinó la cabeza hacia un lado para mirarlo fijamente. —Dices eso, porque eres el único que tiene tu propia orgía.

Le guiñó un ojo. —Vamos a comenzar.

—¿Y tú me llamaste perro cachondo? —Dijo Hwi Chan.

 

 

Se arrodilló y esperó, mientras Hwi Chan trabajaba su polla en el culo de Han Gyeom. Tuvo que apretar la base de su polla con el fin de no correrse. Tenía la sensación de que esos dos le mantendrían cachondo, y amaba la idea.

Sus parejas sisearon, cuando Hwi Chan se quedó inmóvil. 

—De acuerdo, estoy bien.

Presionando la cabeza de su polla, contra el lubricado agujero de Hwi Chan, gimió ante el ajustado agarre mientras se introducía en el culo de su pareja. Cuando estuvo enterrado hasta las bolas, comenzaron a moverse en un sincronizado ritmo.

El guardar silencio, quedó en el olvido. No estaba seguro quién era más ruidoso, Hwi Chan o Han Gyeom. Ambos hombres maullaron de placer cuando su ritmo se aceleró, y notó que los ruidos en la otra habitación habían quedado silenciados.

 

No le importaba quién estuviera escuchando. Nada evitaría que complaciera a sus parejas, haciendo que perdieran el control, mientras se mostraban unos a otros que tres era mucho mejor que dos.  

 

Han Gyeom gritó y Hwi Chan maldijo, sus movimientos ralentizándose cuando su pareja humana estalló. El olor del semen de Han Gyeom llenó la habitación, haciendo que sus caninos perforaran sus encías.

Los hundió en el hombro de Hwi Chan, profundizando su vínculo mientras el culo de este se apretaba alrededor de su polla. Hwi Chan gritó, empujando hacia atrás, dándole la fricción extra que necesitaba para encontrar su propia liberación. Después de sacar sus caninos, los tres se derrumbaron en la cama, sudorosos y luchando por respirar. Movió a Hwi Chan al otro lado, y luego tiró de sus parejas hacia él.

Hwi Chan le dio un golpecito en el pecho. 

—Eso fue fenomenal, pero aún no has visto lo que hay en esas bolsas.

Lo que era fenomenal fue el cambio en Hwi Chan. Este podría querer patear a Vixen en las pelotas la próxima vez que viese al reno, pero él quería darle la mano al hombre y comprarle una bebida.  

 

Y no era simplemente porque le hubiese regresado el espíritu navideño a Hwi Chan. Lo había sanado a un nivel mucho más profundo, y por eso, siempre le estaría agradecido. —Pero podríamos intercambiar un regalo ahora —dijo Han Gyeom. —Sólo uno.

—O dos —dijo.

—Oh Dios mío —dijo Hwi Chan. —Ambos son unos niños grandes.

Han Gyeom y él se miraron uno al otro, sonrieron, y luego saltaron de la cama, corriendo hacia las bolsas, mientras Hwi Chan amenazaba con castrarles si tocaban un solo regalo.

No estaría mal, si tuviesen una temprana Navidad, pero él ya había recibido el mejor regalo de todos y planeaba mostrarles a sus parejas lo mucho que los amaba por el resto de sus vidas.

 

Fin

        

 

Notas finales:

a continuación..

 

129. Envuelto en un Lazo (22)- Villa Kim 


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