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128. Huyendo de la Navidad (21) por dayanstyle

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Jae Han intentó relajarse, pero se sentía como si rocas se hubiesen asentado en su intestino. Nunca antes había estado en casa de alguien, para conocer a sus padres, y aunque los padres de Han Gyeom fuesen humanos, tenía que admitir que estaba asustado de arruinar esto.

Han Gyeom caminó directamente al interior de la casa de sus padres, haciendo un gesto con la mano a Hwi Chan y a él, en la sala de estar, festivamente decorada. —Mamá, papá, estoy aquí —dijo Han Gyeom, en voz alta.

 

La casa olía a pollo asado, haciendo que su estómago retumbara, mientras estaba de pie en la puerta. Han Gyeom agarró su mano y lo condujo al interior de la sala de estar. —Quítate el abrigo.

Se lo quitó y lo dobló en su brazo, pero Han Gyeom lo tomó y colgó en el armario, junto con el suyo y el de Hwi Chan.

Su estómago se tensó aún más, cuando una regordeta mujer bajita entró a zancadas en la sala de estar, con una gran sonrisa en su bonito rostro. Su cabello era tan rojo como el de Han Gyeom, pero recogido en un moño. Sus ojos verdes brillaron cuando abrazó a Han Gyeom, y luego a Hwi Chan. Le dirigió una curiosa mirada, pasando sus ojos sobre él. 

—¿Y quién es este hermoso hombre?

Antes de que Han Gyeom pudiera responder, un robusto hombre entró en la sala de estar, con una pipa en su mano. Tenía el cabello rojo y fino, grandes ojos verdes y barba. El padre de Han Gyeom se veía como una versión pelirroja de Santa.

Han Gyeom le puso una mano en el brazo. 

—Mamá, papá, este es Jae Han. —Se giró hacia él. —Ellos son Peggy y Hubert Kim.

Le dio la mano a Hubert, pero cuando intentó dársela a Peggy, ella le empujó en un abrazo. No debería haberse sorprendido de lo cálida y acogedora que era, teniendo en cuenta lo dulce que era su hijo.

 

Cuando lo liberó, preguntó. —¿Eres el hermano de Hwi Chan?

Estuvo cerca de atragantarse, cuando los pensamientos de todas las cosas traviesas que él y Hwi Chan habían hecho, pasaron por su mente. —No, señora.

—No comiences a interrogarlo—dijo Han Gyeom. —Acabamos de atravesar la puerta. Al menos, espera hasta la cena para el interrogatorio.

No le gustó el travieso brillo en los marrones ojos de Hwi Chan. Se veía como un gato que acababa de atrapar un ratón. 

—Definitivamente, no es mi pariente.

Peggy lo miró inquisitivamente. Vio los engranajes girando en su cabeza, y quiso estrangular a Hwi Chan por hacer que lo mirara de esa manera. —Preguntaría si eres el novio de Hwi Chan, pero sé que ya está con mi Han Gyeom.

Sip, definitivamente iba a azotar el culo de Hwi Chan más tarde, por esto. Sus ojos se clavaron en él, como esperando una respuesta. No quería ser el único que tirara la bomba en su regazo.                                    

—Oh Dios mío—Han Gyeom rodó los ojos. —¿Puedes hacer algo con mamá? —Le preguntó a su padre. —Está a punto de freír a Jae Han, a preguntas.

—Peggy, cariño, ¿por qué no vas a poner la mesa? —Preguntó Hubert.

Su mirada rebotó de él a Han Gyeom y luego a Hwi Chan, antes de regresar con él. Una mirada de complicidad, entró en sus ojos. 

—Han Gyeom, dime que no tienes dos novios.

—¡Mamá! —Han Gyeom se golpeó el rostro con una mano. Hwi Chan comenzó a partirse de la risa.

—¿Qué? —Preguntó. —Es una simple pregunta.

Ahora Hubert estaba mirándolo fijamente, con curiosidad. Él simplemente se quedó ahí de pie, sin estar seguro de qué decir o hacer. No quería decirles que no era su maldito asunto, y tenían que terminar con esto. Sólo deseaba que los padres de Han Gyeom dejaran de mirarlo fijamente, como si fuese algún animal salvaje exhibido en el zoo.

 

—Sí. —Han Gyeom bajó la mano. —Estoy en una relación con Hwi Chan y Jae Han. ¿Ahora podemos cenar?

No pudo evitar sonreír, cuando un profundo sonrojo se apoderó de su rostro. Peggy movió un dedo hacia ellos. 

—¿Cómo funciona eso en el dormitorio?

Si Han Gyeom se pusiera más rojo, su rostro se incendiaría. —¡Mamá!

Hubert deslizó su brazo alrededor de sus hombros y la giró hacia la cocina. —Ahora, Peggy, esa no es una pregunta apropiada. —Miró hacia atrás, hacía él, la expresión en sus ojos diciendo que también quería saber.

—En ese sentido, continuo hambriento —dijo Hwi Chan cuando se movió pasando a los padres de Han Gyeom y se dirigió al interior del comedor. —Juro que amo a tus padres, Han Gyeom.

Hubert persuadió a Peggy de entrar en la cocina antes de que regresara, le agarrara el brazo y lo llevara hacia la puerta principal.

No estaba seguro de lo que estaba pasando, pero si Hubert estaba a punto de echarlo, no había manera de que se fuera sin sus parejas.

Miró sobre su hombro, pero Han Gyeom y Hwi Chan habían desaparecido. No sería rescatado.

—¿Hay alguna razón, por la que me estás empujando a la puerta principal? — Preguntó.

—Tenía que hablar contigo, en privado —dijo Hubert. —Tengo unas preguntas que necesito que respondas.

Si el hombre preguntaba sobre la dinámica de su vida sexual, no estaba seguro de que fuese capaz de evitar que se enojara. 

—No puedo prometer que las responda.

Hubert le estudió durante un segundo, y luego sonrió. 

—Confía en mí. Eso es lo último sobre lo que quiero saber.

Se relajó. —¿Vas a darme un discurso sobre no romper el corazón de tu hijo y tratarle de manera correcta?

Rodando los ojos, Hubert dijo, —Si dejas de hacerme tantas preguntas, podré contarte por qué te traje aquí.

Cruzando los brazos, esperó.

 

—¿Eres uno de ellos? — Preguntó Hubert.

—¿Uno de quiénes?

Hubert miró más allá de él, como si se estuviera asegurando, que aún estuviesen solos. —¿Eres la pareja de Han Gyeom y Hwi Chan?

De todas las preguntas que Hubert podría haber hecho, esa no era una que hubiese estado esperando. —¿Cómo sabes sobre eso?

El hombre, soltó un bufido. —He vivido en este pueblo el tiempo suficiente. Los humanos no somos tan ignorantes, como ustedes piensan. —Lo miró de arriba a abajo. —¿Qué eres?

—Creo que necesitas hablar con Han Gyeom, sobre esto.

Hubert negó con la cabeza. —Lo hemos mantenido bastante protegido.

Gruñó. Hubiera hecho su vida muchísimo más fácil, si Hubert le hubiese contado a su hijo sobre los no humanos. —Gracias, eso sólo hizo que contarle sobre nosotros, fuese mucho más difícil. Por cierto, se volvió loco con eso.      

 

—Eso es exactamente por qué no se lo conté —, argumentó Hubert. —Sabía que se asustaría, si se lo hubiese contado.

Se frotó la mandíbula. No le gustó que Hubert también se frotara la barba. Era espeluznante que lo hubiesen hecho al mismo tiempo.  —Soy una pantera y Hwi Chan un impala.

Alivio se mostró en los ojos verdes de Hubert. —Entonces sé que mi hijo estará bien cuidado. Ya sabía que Hwi Chan era un impala, pero no puedes esperar que una criatura tan gentil, sea capaz de proteger a Han Gyeom.

—¿Cómo supiste sobre Hwi Chan?

—Porque también me interrogó —dijo Hwi Chan cuando entró en la habitación. —¿Ahora podemos comer? Peggy no servirá la comida, hasta que todo el mundo esté en el comedor.

Hubert le dio una palmadita en el brazo. 

—Bienvenido a la familia, hijo.

 

 

Esa tuvo que ser la conversación más bizarra que hubiese tenido. No podía esperar para contárselo a sus hermanos.

 

Hwi Chan había agarrado las llaves de Jae Han y se dirigía afuera para calentar la camioneta. Sabía que Hubert mantendría a Jae Han hablando toda la eternidad, y él quería llegar a casa.

Se detuvo en la acera, que llevaba al camino de entrada, cuando se dio cuenta que había pensado en la casa de Jae Han como su hogar. La cabaña en el rancho había estado bien, pero nunca había pensado en ella como su hogar. Era donde vivía, cuando no estaba trabajando. Incluso con todas esas decoraciones, la casa de Jae Han se sentía íntima y acogedora.

 

Fue arrancado de sus pensamientos, cuando por el rabillo del ojo vio algo que se movía. Al principio, pensó que podría ser el león. Pero, ¿por qué les habría seguido desde la casa de Jae Han a la casa de los padres de Han Gyeom? Entonces notó que era un ciervo.

 

Con astas y un arnés rosa.

No, no podía ser el mismo que había visto en el patio trasero de Jae Han. Los padres de Han Gyeom vivían en el lado opuesto de la ciudad. Jae Han ya se había enojado con él por salir solo, pero no pudo evitar dirigirse hacia el patio trasero.

El ciervo sólo estaba ahí de pie, mirándolo fijamente. No había hojas en los arbustos para que el ciervo comiera, y la hierba estaba cubierta de nieve. Caminó hasta el final del camino de entrada, donde el borde se alineaba con la parte trasera de la casa. Miró alrededor, para asegurarse que no viera ningún león en ningún lado antes de decir, —¿Me estás siguiendo?

Se sentía tonto por hablar con el ciervo. Sólo era un ciervo, no un shifter, o cualquier otra cosa mágica. Pero era hermoso, y bocanadas de aire caliente se elevaron de sus fosas nasales, cuando lo miró fijamente.

 

—Porque si me estás siguiendo, esto nunca funcionará. Eres lindo y todo, pero ya estoy emparejado. —Se movió a través de la nieve, que le llegaba hasta el tobillo hasta que alcanzó al ciervo. Normalmente, nunca se acercaría a algo tan majestuoso, pero su impala se sentía seguro alrededor del ciervo.

Estiró el brazo y deslizó su mano por el cuello del animal. 

—Aún creo que le perteneces a alguien. Deberías regresar a casa, antes de que ese león te engulla.

El ciervo soltó un bufido, como si no estuviese preocupado por el rebelde. Giró la cabeza y le lamió el rostro.

—¡Ew! —Se limpió la húmeda mejilla. —¿Tenías que utilizar la lengua?

—¡Hwi Chan!

Se dio la vuelta, ante el sonido del enojado tono de voz de Jae Han.  —Mierda.

 

Jae Han se detuvo al final del camino de entrada, sus manos en las caderas y sus ojos gris verdoso entrecerrados. —¿Por qué demonios estás aquí fuera solo?

 

Aún tenía las llaves en el bolsillo. Había olvidado calentar la camioneta. —Estaba pasando el rato, con mi acosador.

Han Gyeom se unió a Jae Han en el camino de entrada. Se veía lindo con gorro verde de lana sobre su cabeza. 

—¿Qué estás haciendo aquí afuera?

Rodó los ojos. —Duh. —Señaló con el pulgar, sobre su hombro. 

—Estoy haciendo nuevos amigos.

—¿Te sientes bien? —Preocupación llenó los ojos de Jae Han.

—Sólo es un ciervo —alegó. —No es como si fuese a hacerme pedazos. —Por Dios, ¿qué pasaba con ellos? No es como si estuviese intentando acariciar a león rebelde. Si su impala sentía que el ciervo era seguro, entonces no tenía de qué preocuparse.

—Uh, ¿qué ciervo? —Preguntó Han Gyeom.

 

 

Se dio la vuelta, para ver que el ciervo ya no estaba detrás de él. Movió la cabeza hacia un lado y al otro, pero no le vio por ninguna parte. Cuando bajó los ojos a sus pies, ni siquiera vio ninguna huella de pezuñas. La nieve estaba sin tocar, prístina y brillaba bajo el sol que se desvanecía.

—¿Qué demonios? —Susurró para sí. El ciervo había sido real. Lo había lamido y él lo había acariciado. —Estaba justo aquí, hace un segundo.

Han Gyeom se rió entre dientes. —Vamos, Hwi Chan. Creo que necesitas una buena siesta, después de esa increíble cena.

—Sé lo que vi —alegó, cuando se unió a ellos en la camioneta y le entregaba las llaves a Jae Han. —Era el mismo ciervo, que estuvo en el patio trasero de Jae Han.

—¿Estás diciendo, que un ciervo te está acosando? —El humor en los ojos de Han Gyeom no había disminuido. Le enojaba que ninguno de los hombres le creyera.

 

Por otra parte, el ciervo se había ido haciendo poof, y no había dejado ninguna evidencia atrás, de que hubiera estado ahí en primer lugar. Probablemente, parecía un completo lunático. Se rascó la cabeza y miró al patio trasero, dándole una barrida visual más, antes de subir a la camioneta.

 

Quizás necesitara una buena noche de sueño, porque definitivamente ese ciervo había parecido real.

 

continuará...


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