Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Donde las lucettas me esperan por Lalamy

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Después de una persecución innecesaria, Diluc decidió beber, e incluso después de haber vaciado la copa, continuó saboreando sus labios con disgusto, como lo haría cualquier crío ante un vegetal que odiaba. Sin embargo, contrario a su expresión facial, dijo algo que no vi venir.

 

-        Sabe más dulce de lo que esperaba.

 

Sonreí declarándome victorioso. Había escogido un buen vino. Uno que, al beberlo por primera vez, me dije “es la clase de vino que podría darle a probar”. Años de abandono pasó esa botella, y de alguna forma, junto con ella también dejé encerrado mis sentimientos. Por mucho tiempo pensé que habían reunido el polvo suficiente como para considerar, a estos últimos, obsoletos. Visité otras camas, probé el vino de otros labios, y esperé a que el tiempo desgastase lo que sentía por él. Y fallé. Todas esas ilusiones terminaban conmigo, en la taberna, con Rosaria adivinando mis pensamientos. “Incluso personas como tú terminan acabados por un cliché”, me dijo una vez, de la nada. ¿Qué sabría la hermana Rosaria de un amor frustrado? ¿Sería blasfemo el preguntar?  Bueno, de todos modos, esas consideraciones no se aplicaban en ella.

 

-        Dada la aprobación, me tomaré la libertad de serv… – y de momento en que acerqué la boca de la botella a la copa, Diluc la tapó con la mano para que no sirviera más –. Aguafiestas – reproché, 

-        Precavido – me corrigió.

-        Podría estar tu copa llena, y no por eso debes beberla – sonreí al detectar cierta debilidad en él. Derribé algo, no sé qué, pero algo diferente se sentía en el semblante de aquel hombre tan serio –. ¿Una copa llena es una nueva tentación?

-        No me importa lo que pienses – y mantuvo con necedad su copa cubierta –. Una vez más, ¿por qué estás aquí? ¿No es por Jean?

-        ¿Hay algo entre ustedes dos?

 

Fue una pregunta directa, demasiado como para provenir de mí. Mi ansiedad ya no me daba la paciencia suficiente para sostener juegos mentales con Diluc. Quería una respuesta rápida, rápida e indolora, de esas que te noquean los primeros segundos, unos que te permitirían irte sin ningún escándalo. Sin embargo, Diluc calló. Desvió la mirada por una incomprensible razón. Si había un “sí” ¿por qué no me lo diría? Esa clase de consideración no era costumbre nuestra, al menos no en los últimos años.

 

-        No. No hay nada – fue su sorpresiva respuesta –. Ahora sí, ya no tengo nada más que decir – y se apartó de la mesa, dándome la espalda.

-        Diluc.

-        No, se acabó por hoy.

Parecía ya no estar dispuesto a negociar su paciencia, así que vi cómo se alejaba. Si las cosas las dejaba así, aquella noche sería una que pasaría al olvido, como muchas otras. La discreción de Diluc no haría mención de ella, ni la atmósfera extraña que nos envolvió por un mínimo momento. No obstante, no quería que fuese una noche más. Tenía que deshacerme de él. Así que llevado por el mismo coraje que rompió nuestra relación en un pasado, lo tomé de la mano para detenerlo. Diluc se detuvo de inmediato, y quitó su mano en un movimiento brusco. Quizás sintió algo extraño en mi contacto, en el movimiento de mis dedos, o el mismo hecho de escoger su mano, en vez del brazo. Se giró para enfrentarme, y pude notar cómo aquella mano se volvía un puño, ¿era asco? Posiblemente, pero no me lo tomé como algo personal. Retrocedió unos pasos, los suficientes como para apoyarse en la escalera.

 

-        Kaeya – su voz se escuchó más hostil que de costumbre –. Lo que sea que estés intentando, ya basta.

 

A diferencia de las mil y una veces en que había imaginado ese momento, esa noche no me sentí avergonzado. En muchas ocasiones visualicé su rechazo al desnudar mis sentimientos, pero la sensación que experimenté en ese instante era completamente diferente. No sé cuántos segundos me quedé parado sin decir nada, tampoco podría explicar por qué, de repente, dejé de funcionar. Pero de un momento a otro tuve un destello de lucidez, por lo que sonreí.

 

-        Un día llegó un hombre de Inazuma y me hizo probar el licor que elaboran allá – comenté con aire despreocupado. Me dirigí a la mesa donde agarré aquel vino que, por desgracia, había postergado su existencia para una noche muy desafortunada –. Era muy aromático, podía sentir un olor floral emanando de la botella. Y fue gracioso, me pregunté cómo olería la ebriedad de Inazuma, ya que ese chico dijo que los ebrios de Mondstadt olían mal. Debe ser por el vino – y no pude evitar reírme al recordar aquello. En todo momento Diluc me observó, aunque parecía cauto. Caminé de nuevo hasta él, aunque no tuve la intención de acercarme demasiado –. Esto se va conmigo – alcé la botella –. Una copa llena es algo similar a los sentimientos. Te gustó el dulzor de este vino, pero no quisiste beber más por miedo a perder el control.

-        No, no fue…

-        Y no me quieres escuchar por la misma razón. Y está bien, ¿qué es Diluc sin el control?

 

Escuché un ligero bufido por parte de él. No podía negar que me sentía un poco ofendido por la censura, pero tampoco deseaba obligarlo a escuchar algo complicado de asimilar. No era la clase de trato que deseaba darle a mis propios sentimientos.

 

-        ¿Por qué todo es tan complicado cuando se trata de ti? – hizo una pregunta que también despertó mi curiosidad.

-        También lo eres para mí – confesé con un aire más relajado –. ¿Sabes lo difícil que es estar enamorado de la persona más amargada de Mondstadt? 

-        ¡No…! – había alzado un poco la voz, sin embargo, pareció contenerse un poco antes de continuar –. ¿Por qué lo dijiste?  – reprochó con evidente molestia.

-        No pareces sorprendido – concluí. Yo al menos sí lo estaba.

 

En ese momento me di cuenta de la farsa que había montado en mi cabeza. Todo ese tiempo creí que yo era la caja de sorpresas, sin embargo, el hombre que estaba frente a mí me había superado. Diluc lo sabía. No comprendía cómo, pero lo sabía. Y lo peor de todo es que para él era mejor ignorarlo.

 

Hacía tiempo que no me sentía tan derrotado.

 

El silencio de Diluc se extendió más de lo soportable, y por más tiempo que me regalara, no podía encontrar una salida digna ante ese descubrimiento, aunque no era orgullo lo que sentía dolido, era mi corazón. Simplemente eso.

 

-        ¿Cómo lo supiste? ¿O cuándo? – me escuché preguntando. Parecía que, en ese momento, esos detalles parecían cruciales, siendo que la verdad no lo eran tanto.

 

Escuché otro bufido saliendo de él. Tal parecía que todo este tiempo solo estaba siendo considerado conmigo. En los últimos años Diluc había tenido una forma extraña de expresar su preocupación, y eso era algo que a ratos me costaba adaptarme.

 

-        En un principio, pensé que había algo que querías decirme – comenzó a decir, y de repente hizo una pausa. No entendí a qué se refería con eso, pero callé en la espera de algo más. Me dio la impresión de que en ese momento le costaba articular cada palabra –. En la taberna, sentía tu mirada sobre mí, en especial cuando bebías solo. No entendía qué querías, pero no iba a presionar. Después se volvió costumbre. Borracho o no, siempre era lo mismo.

-        Así que fue eso – sonreí. Después de todo, Diluc no era tan distraído.

-        No es que lo haya descubierto tan fácil. Un día… simplemente lo pensé como una posibilidad.

 

¿Cuánto tiempo habré desarrollado esa manía? ¿Borracho se habría vuelto más evidente? Mi cabeza giró entorno a esas preguntas, aunque lo principal era el cómo se sintió Diluc en este momento. Desperté de mi ensimismamiento cuando él se apartó de la escalera para alejarse una vez más de mí, aunque en ese momento pensé en que ya no ganaba nada con insistir en decirle mis sentimientos.

 

-        Era un secreto que quería que muriera un día conmigo – confesé. Toda la valentía que el alcohol me había prestado se había vuelto un agujero que se expandía en mi pecho. Sentí vacío. Mucho vacío –. Pero hoy me sentí muy solo.

-        Lo siento – recibí como respuesta. Él se había girado para observarme. A pesar de la tenuidad de la sala, pude ver una expresión compasiva. Sabía que había cariño hacia mi persona, pero en ese instante no lo quería. Era un todo o un nada. Lo sé. Estaba siendo berrinchudo.

 

Sin más que decir, comencé a caminar hacia la puerta. Todavía me quedaba media botella de vino, por lo que pensaba acabármela en algún sitio que no fuera ese. Cuando pasé por al lado de Diluc, este hizo un gesto en el que preví que deseaba quitármela, mas me adelanté a que completara la acción. No podía quitarme eso. No tenía derecho.

 

-        No deberías salir en ese estado, es peligroso – escuché su reprimenda a mis espaldas.

-        Te dejaré en paz, así que haz lo mismo conmigo – pedí de la forma más educada.

-        Kaeya – su llamado no hizo efecto en mí. Por mi parte, no había nada más que discutir.

 

 

Recuerdo que afuera había una brisa ligeramente helada, propia de las noches cercanas al fin del verano. Aquella época era la mejor para el viñedo, por lo que me gustaba pasearme por ahí para ver aquello que el dueño cuidaba tanto. Al atravesar el viñedo, pude apreciar un montón de cristalópteros  rondar aquellas uvas que todavía no eran cosechadas, lo que me pareció un espectáculo que, de alguna forma, me tranquilizaba.

 

Estaba seguro de que sabría pasar el trago amargo, pero esa noche en particular me di permiso a ser vulnerable. Y con la lógica de un borracho que no aprecia su bienestar, me senté entre las viñas sintiendo los cristalópteros sobre mi cabeza. Posiblemente aquella brisa fría también tenía que ver con la presencia de estos. El frío no me molestó por razones obvias.

 

Ignoro cuánto tiempo pasé ahí. Así como pudo ser por horas, también pudo ser solo minutos, el asunto es que una mano desnuda se apoyó sobre mi hombro y lo sacudió suavemente.

 

-        Deja de ser necio y entra – ordenó él.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).