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Querido amigo por Cris fanfics

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Dylan había decidido ayudar a Jordan a recuperar sus supertécnicas. No pensaba permitir que su mejor amigo se hundiera en una depresión si él podía evitarlo.


Todos los días desde que el equipo había vuelto, el capitán y el delantero habían estado practicando en el jardín una y otra vez, sin descanso, ignorando los consejos que sus compañeros y los adultos que se encargaban de ellos les daban sobre no esforzarse de más.


Jordan se sentía harto de estar mano sobre mano, y entrenar solo era algo muy diferente a hacerlo con un compañero. La compañía de otra persona le ayudaba a no dejarse llevar por la vagancia y a dedicarle las horas necesarias a sus infructuosos intentos de entrenamiento.


— Otra vez —insistió el de la coleta, jadeante por haber estado toda la mañana intentando driblar a su amigo.


Teniendo en cuenta que casi todas sus supertécnicas habían sido creadas en base al fútbol, a Dylan le había parecido lógico que Jordan practicase con este deporte. La mejor forma de que consiguiera usar sus poderes de nuevo era que estos salieron sobre la marcha mientras jugaba, como les pasaba a todos: no pensar en las supertécnicas era la mejor forma de que estas salieran por si solas.


Dylan le pasó el balón a su amigo y, de nuevo, se puso en alerta para bloquear su avance.


En aquellas cesiones el chico tímido consiguió lo que en ninguna otra circunstancia podría ocurrir: parecerle odioso a Jordan.


Cuando el antiguo capitán del equipo quería avanzar con el balón, Dylan no le dejaba un momento de respiro. Era insistente y, además, parecía intuir todos y cada uno de sus movimientos. Jordan casi se sentía como si en vez de estar rodeado por una persona lo estuviera por unos muros que salían del suelo a detenerle el paso.


Sabía que Dylan se esforzaba en hacer aquello porque quería forzarle a zafarse de su bloqueo mediante una supertécnica de regate, pero no dejaba de resultarle pesado verse tan agobiado.


En aquella ocasión no fue diferente, pero aún tenía que dar gracias de que Rhona no se hubiera unido a ellos; cuando ella ayudaba a Dylan la sensación de agobio iba a peor, y no solo porque fueran dos contra uno, sino porque la joven era bruta al jugar y no se cortaba en dar empujones y hacer salvajes segadas que lo dejaban lleno de moretones en las piernas.


Aunque que la joven no entrenase con ellos no quería decir que no pusiese nervioso de otras formas a Jordan.


Casi siempre ella estaba allí, sentada en el suelo con la espalda contra la pared, sin quitarles el ojo de encima, analizándoles.


Hubo un momento en el que Jordan no fue capaz de continuar con el ejercicio y, como siempre hacía cuando le ocurría esto, dejó de luchar y permitió a Dylan hacerse con el balón.


— ¿E-estás bien, Jordan?


— Necesito un respiro.


Se alejó un poco para coger una de las botellas que había en el alfeizar de la ventana que daba al comedor, tenía la garganta seca.


— ¿Deberíamos pa-parar por hoy?


— Sí —contestó de forma cortante tras despegar sus labios de la botella, cansado de aquel ejercicio tan frustrante.


Rhona se levantó de su sitio y se acercó a ellos, con las manos en los bolsillos de una de sus siempre fieles sudaderas y con su típica expresión regia por la que nadie podía saber su estado de ánimo real.


— Espera. Creo que estás cerca de conseguir algo, practica esta vez conmigo.


A Jordan se le hizo un nudo en la garganta. No quería tener que irse a dormir otra noche molido por los golpes.


Aún así, decidió confiar en la intuición de la chica.


— De acuerdo.


Rhona no esperó ni a que su compañero terminara de prepararse, se acercó al balón e hizo un pase que el chico de pelo verde apenas fue capaz de interceptar a tiempo.


— Vamos —se acercó a él.


Dylan ocupó el lugar en el que la chica había estado pocos momentos antes; a sabiendas de que no sería buena idea estar en medio.


Antes de que Jordan pudiera mover un solo pie del sitio, Rhona se pegó a él y empezó a dar patadas que le forzaron a retroceder.


No pasó mucho tiempo hasta que Jordan volvió a sentir agobio.


Rhona no dejaba sitio para el espacio personal; estaba siempre pegada a él, negándole avanzar o dar un paso atrás. Y, por si fuera poco, estaba su ya nombrada brutalidad.


Jordan, incapaz de aguantar aquella presión, soltó el balón.


Pero la chica no dio muestras de entender que con aquel gesto lo que quería era parar, aunque detuvo las patadas, seguía sin darle tregua.


— Para —la fulminó con la mirada.


No recibió respuesta.


Harto, intentó alejarse de ella sin dar más explicaciones. Sin embargo, ella le bloqueó el paso.


Dylan notó que aquello estaba pasando a ser una situación demasiado extraña.


— Dé-déjalo, Rhona. Ya es su-suficiente.


— No. Si quiere que lo deje en paz que use una supertécnica para librarse de mí, sé que puede hacerlo —contestó sin apartar la mirada de Jordan.


— ¿No vas a dejarme ir a no ser que lo haga?


— Exactamente.


A pesar de que la idea no era mala, Jordan no quería ponerla en práctica. No tenía ningún motivo para ello, simplemente no quería.


— Paso.


Rhona no dio su brazo a torcer. A pesar de que varias veces su antiguo capitán intentó apartarla a base de empujones, ella no aflojó el acoso.


Dylan, por su parte, se dedicó a observarles atentamente… únicamente durante el cuarto de hora siguiente. Trascurrido ese tiempo ver los inútiles esfuerzos de Jordan le aburrió y su mente se desconectó de la realidad para empezar a darle vueltas a otros asuntos.


Como, por ejemplo, el origen del odio de Schiller por el mundo.


El chico tartamudo apenas podía comprender lo que suponía perder a un hijo y, por lo tanto, no era nadie para juzgar la magnitud del dolor que experimentaba el anciano creador de la Academia Alius.


Pero no podía hacer lo mismo con el gobierno y las empresas que, aún sabiendo sobre los planes de Schiller, no le habían detenido a tiempo. No entendía por qué no habían hecho nada para impedir la creación de la Alius y la experimentación con el meteorito del mismo nombre.


— T-tal vez… ¿Al principio les in-interesaba que Schiller hiciera t-todo esto? —susurró para sí mismo—. Entonces, ¿por qué t-tratan de detenerlo ahora? ¿Ya han con-conseguido lo que quieren o es que ya no les gus-gusta que él esté en medio?


Antes de seguir con su hilo de pensamiento, un gemido ahogado atrajo totalmente su atención.


Lo único que le dio tiempo a ver fue como un portal se abría a espaldas de la chica, dando entrada a un desubicado Jordan.


El chico de pelo verde se observó las manos para que, poco después, unas lágrimas empezaran a caerle por las mejillas.


— Por fin… —Alzó la cabeza, buscando a su amigo con la mirada—. ¡Lo he conseguido, Dylan!


El susodicho no tardó nada en reunirse con él.


— ¡B-bien hecho! —le chocó la mano— ¿Ves que no to-todo puede ser negativo? ¡E-estás un paso de conseguir l-lo que quieres!


Dylan había hablado dando un rodeo en vez de decir directamente que “lo que quería” era salvar a Xavier.


No era para menos, después de todo, Rhona no estaba informada de todo lo que ellos habían hablado el día de su reencuentro.


Jordan asintió con efusividad, sonriente a pesar de las lágrimas y sin darse cuenta de lo que precavido que había sido su amigo.


Pero Rhona sí que se dio cuenta de lo que acababa de hacer el chico tartamudo. Arqueó la ceja que su flequillo rosa no tapaba, plenamente consciente desde hacía días de que había algo que los otros dos querían ocultarle a toda costa.


Decidió apartar aquello de su mente… momentáneamente.


Entonces, sintiéndose ignorada entre tanta felicidad ajena, carraspeó para llamar la atención de los chicos.


Aunque le diera muchísima rabia, el moreno debía admitir que la chica le había ayudado.


— Como dice el refrán: «es de bien nacido ser agradecido». Así que… muchas gracias, Rhona.


— S-sí, gracias —corroboró Dylan—. A sa-saber cuanto habríamos t-tardado en avanzar hasta e-este punto sin tu… brutal a-ayuda.


Rhona no se tomó el comentario a malas, sabía que era verdad y que lo había dicho con intenciones cómicas más que para restregárselo en la cara.


— De nada, sería un placer volver a entrenar así con vosotros. De hecho, creo que deberíamos hacerlo siempre para no perder la buena forma...


— No, por favor —contestaron los otros dos, al unísono.


La joven de pelo rosa dejó salir una sutil y efímera risa, que fue acompañada por las miradas resignadas de sus compañeros.


A pesar del cansancio, Jordan quiso entrenar un rato más con Dylan para verificar que aquello no había sido solo casualidad.


Rhona también se unió a ellos pero, para alivio de los chicos, moderó su fuerza (aunque siguió dando algún que otro golpe sin querer ocasionalmente).


Y, mientras jugaban, alguien se detuvo a la entrada del hostal.


La recién llegada observó el papelito, comprobando que aquel lugar correspondiera con la dirección que le habían dado.


Entonces, ya habiendo verificado que estaba donde debería, tocó el botón del telefonillo.


La pequeña cámara la enfocó y, sin necesidad de que nadie dijera nada, le abrieron puerta.


Los adolescentes se giraron, extrañados de que alguien llegara a aquellas horas. Los agentes que convivían con ellos usualmente ya estaban allí, y nadie había salido durante todo el día.


El agente Marshal salió del edificio y esperó a que su invitada fuera hasta él.


A Jordan no le hizo falta siquiera verle bien la cara para reconocerla.


— ¿Aquilina?


La hija de Schiller se giró hacia él.


Su rostro demostró en menos de un segundo una amalgama de sentimientos: desde la sorpresa hasta la indignación para, finalmente, llegar al alivio.


— Entonces… lo que me dijo el primer ministro era verdad, estáis aquí.


Jordan se acercó a ella para darle un sentido abrazo.


— Ha pasado mucho tiempo —la soltó para que Rhona (que también se había criado con ella) tuviera oportunidad de saludarla.


— Lo siento, chicos. Si hubiera sabido antes lo que estabais haciendo os habría venido a ver y os hubiera ofrecido jugar con el Raimon.


— Las cosas están bien así —se apresuró a decir Jordan—. No creo que ficharnos hubiese sido bueno para nadie.


Dudaba mucho de que el equipo de Mark fuese capaz de perdonar en tan poco tiempo el daño que el Tormenta de Géminis les había hecho. Sobre todo teniendo en cuenta que casi todos los ex miembros de la Alius eran unos marrulleros a los que —a pesar de la emotiva escena de disculpa en la que se habían aliado con el Servicio Secreto— les había costado asumir la maldad de sus actos y lamentarse por ellos.


En resumidas cuentas, trabajar con ellos habría sembrado el caos.


Aquilina se separó de Rhona y los observó a los tres, dándose cuenta de lo que habían cambiado desde que estaban en el orfanato. Igual que ella misma.


— Pero ¿qué haces aquí en vez de con el Raimon? —preguntó Rhona—. ¿Has venido solo por nosotros?


Aquella vez fue el turno del agente del Servicio Secreto para hablar.


— Aprovechando que había vuelto a Inazuma, le hemos pedido que venga. Después de todo ella es la responsable de los únicos que pueden hacer algo para detener al Génesis.


— Ahora que ha salido el tema del Raimon y el Génesis… me gustaría hablar con vosotros sobre algo —sacó a colación la adulta.


El hombre dirigió una mirada significativa a los adolescentes.


— ¿Deberíamos tratar ese “algo” en privado?


— No lo sé. Teniendo en cuenta lo severos y cerrados que sois en cuanto a dar información se refiere no estoy segura de cómo actuar.


— Comprendo. —Ignoró momentáneamente a Aquilina para centrarse en los chicos—. Decidle a vuestros compañeros que queremos que estéis todos en el salón en una hora.


Jordan notó que el corazón le latía más rápido.


— ¿Tenéis órdenes para nosotros?


— Id a hacer lo que os he dicho.


Dylan, Rhona y Jordan corrieron al interior sin añadir nada más.


A pesar de que las palabras del agente habían sido duras, este les había sonreído significativamente al decirlas.


**********


Los chicos se encontraban sentados en la última fila de la hilera de sillas —que habían preparado entre todos improvisadamente—, comentando entre ellos lo que creían que los agentes habían descubierto y lo que les iban a contar, cuando la puerta se abrió dando paso a cuatro adultos.


Los tres agentes de siempre y, obviamente, Aquilina.


La presencia de esta última alteró a los adolescentes, que actuaron exactamente igual que Jordan y compañía rato atrás: los que conocían de mucho tiempo a Lina se empeñaron en abrazarla, y el resto se dedicó a preguntar el por qué ella estaba allí.


— Si os tranquilizáis empezaremos antes a explicároslo todo —la agente rubia llamó al orden, fulminándoles con una mirada de sus preciosos ojos azules.


Conteniendo como podían las ansias, dejaron de hablar y se sentaron.


— El Raimon va a ir a la base de la Alius ha enfrentarse al Génesis e inutilizar el poder de la piedra de una vez por todas —dijo el hombre, sin ninguna clase de florituras, directo al grano.


Jordan sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda.


Había pasado poco tiempo desde que Xavier le había contado la brutal paliza que su equipo le había dado al Raimon. Era imposible que este último pudiese enfrentarse al Génesis en igualdad de condiciones con tan escaso margen de tiempo para mejorar.


— Pero…


— No nos queda otra opción. —El agente Marshall ya había intuido lo que pasaba por las cabezas de todos los que estaban allí—. Según fuentes anónimas —Jordan y Dylan entendieron de inmediato que hablaba del pendrive—, el Génesis pasará a ser imbatible inminentemente; debemos aprovechar para derrotarlo cuando sus miembros aún son vulnerables.


— ¿Y eso en que nos concierne? —la voz chillona de Gregory se hizo notar entre los susurros de sus compañeros—. No es como si pudiéramos ayudar de todas formas.


El agente Taylor le observó fijamente, haciendo que el chico bajito se sintiera intimidado.


— No os concierne —corroboró lentamente—. Pero queríamos que supierais que no vais a ser los únicos con gran presión en los próximos días.


— ¿Eh?


— Gracias a esas fuentes anónimas hemos averiguado que no solo el Raimon ha hecho un gran avance. Tras viajar por todo Japón rompiendo las falsificaciones de meteorito habéis conseguido romperlas todas…


Sonrisas de satisfacción e incredulidad iluminaron los rostros de buena parte de la sala.


Pero el agente no había terminado de hablar, y su compañera le tomó el relevo:


—… salvo una.


— Al parecer ese mineral se nos escapó por el simple motivo de que no se encontraba en ninguna de las fábricas de Schiller —siguió hablando antes de que nadie le interrumpiera—, sino que estaba en proceso de creación en un laboratorio y no la pensaban sacar de allí hasta hace relativamente poco.


— Eso quiere decir que ya podemos ir a por él —concluyó la centrocampista del Tormenta de Géminis—. Y como esa fuente anónima ha resultado tan inesperadamente útil, seguramente os haya dicho también a dónde tenemos que ir para no perder tiempo, ¿verdad?


Los agentes intercambiaron unas miraditas que no sentaron nada bien a los chicos.


— ¡¿Tenemos que recorrernos otra vez todo Japón para encontrarlo?!


— No necesariamente.


— ¡Aclaraos de una vez! —le gritó Gregory, coreado por un par de chicos que le daban la razón.


— Pensamos volver a mandaros a registrar en todas las fábricas, es cierto, pero también pensamos dar instrucciones a algunos de vosotros para hacer otra cosa.


Hubo un silencio expectante.


— La noche en la que el Raimon vaya al monte Fuji a enfrentarse al Génesis, dentro de dos días para ser más exactos, se va a celebrar en Tokio una reunión clandestina a la que están invitadas muchas de las figuras empresariales más importantes de Japón.


A Jordan le resultó extraño lo oportuno del acontecimiento, pero aún así no veía relación directa entre eso y el meteorito Alius o cualquiera de sus copias.


— ¿Qué tiene que ver? —preguntó.


— Según la información, Schiller los ha convocado para hacerles una oferta. Y sospechamos que puede querer vender la piedra falsa que queda al mejor postor.


— No sabéis con exactitud que es lo que van a hacer allí —afirmó Rhona, mordaz.


— No venía en los datos, pero es una posibilidad que vayan a pujar por la falsificación. En cualquier caso, debemos detener los planes de Schiller.


— ¿Y qué p-pasa si la piedra no es-está en esa fiesta?


La agente Marge sonrió.


— Por eso no os vais a librar de salir de viaje. Como dijimos antes, solo necesitamos a unos pocos de vosotros para que se encarguen de este asunto. ¿Hay voluntarios?


La sala entera levantó la mano.


— Me lo imaginaba —rió Aquilina.


Los agentes no se lo tomaron igual de bien que ella, parecían bastante molestos.


— Está bien… pues en base a lo que sabemos de vosotros elegiremos a los que nos acompañaran dentro de dos noches. Podéis marcharos a descansar, mañana os diremos nuestra decisión.


A pesar de las quejas, la sala se fue vaciando poco a poco.


— ¿N-nos vamos, Jordan? —Dylan tiró de la camisa de su amigo.


— Ve con Rhona si quieres, yo tengo que hablar con Aquilina.


El chico tartamudo asintió, sospechando lo que quería su amigo de Lina, y se alejó.


Aquilina parecía sobrar en la escena que se presentaba ante el chico de pelo verde. La joven se limitaba a observar como los miembros del Servicio Secreto debatían entre ellos, ignorándola.


Precisamente por eso, cuando Jordan se acercó a ella se notó visiblemente cómo se relajaba tras minutos en tensión en los que había esperado atención por parte de los fieles del primer ministro.


— ¿Ocurre algo?


— ¿Podrías acompañarme fuera, por favor?


Miró a los otros adultos de reojo antes de seguir al chico hasta la calle, sin ningún comentario.


Rhona, que había despachado a Dylan diciéndole que quería hablar con los agentes, observó detenidamente cómo se marchaban antes de volver a entrar en el salón.


Jordan y Aquilina fueron hasta la parte de atrás de la casa y, una vez allí, se acomodaron apoyando la espalda contra una pared.


— ¿Era necesario que nos fuéramos de esta forma?


— Sí, necesito hablar de Xavier.


La tez de ella palideció.


— ¿Por qué?


— Lo sé todo —dijo con simpleza, pero aún así demostrando resentimiento.


— No sé de qué estás hablando.


— No te hagas la tonta, sé los verdaderos orígenes de Xavier y la historia detrás de tu hermano mayor.


Aquilina pareció intimidada por la rudeza de sus palabras.


— Comprendo.


— ¿Eso es todo lo que tienes que decir? —gritó indignado—¡¿Cómo se te ocurrió ocultarle sus raíces a tu propio hermano?! ¡Si padre y tú hubierais sido sinceros con él desde un principio no le habría hecho tanto daño averiguar la verdad tantos años después!


— Espera, ¿él también lo sabe?


— Lo averiguamos juntos.


Ella se dejó caer, emocionalmente agotada.


— Eso explica la forma en la que se dirigió a mí cuando nos encontramos en el Instituto Raimon.


— ¿En el Raimon? ¿Cuándo fue eso?


— Ayer Claude intentó enfrentarse al Raimon. El capitán del Zeus (que había estado ayudándoles a entrenar aprovechando que habían vuelto a Inazuma) sabía que los chicos no estaban preparados para algo así y se enfrentó individualmente a él.


«Se notaba que Claude solo estaba jugando, Aphrodite apenas era capaz de hacerle frente, pero hubo un momento en el que parecía que había esperanza para nosotros. Fue en ese momento cuando Xavier apareció y derrotó a nuestro aliado usando la técnica definitiva de la Alius: la Supernova».


Jordan tragó saliva.


Solo de imaginarse la magnitud de una pelea seria en la que participaran aquellos tres se le ponía la piel de gallina.


— ¿Qué pasó al final?


— Xavier obligó a Claude a retirarse y nos lanzó un desafío para enfrentarnos a su equipo en la base de la Academia Alius. Fue entonces cuando me miró de una forma extraña y me dijo que él no pensaba traicionar a aquellos a los que quería. —Hizo una larga pausa antes de continuar—. En ese momento sentí que había algo distinto en él, y que sus palabras encerraban más de lo que expresaba a viva voz. Ahora que me has dicho que sabe la verdad mi presentimiento tiene sentido.


— Él no hubiera estado ahí si quiera si no le hubieseis ocultado nada. Podría haber abandonado a la Alius y colaborado con nosotros, pero en lugar de eso se sintió sucio por algo en lo que no tiene ninguna culpa y, por esa culpabilidad, ha vuelto con padre.


A Aquilina le dolió aquello.


— ¿Qué querías que hiciera? Yo era una cría cuando vivía con vosotros, y cuando me fui lo hice porque estaba asustada y no me creía capaz de detener a mi padre. Ahora estoy haciendo lo que puedo para ayudar a mis seres queridos… Ya no puedo hacer más.


Jordan olvidó por un momento la indignación burbujeante que deseaba seguir saliendo a la superficie y pensó sobre qué hubiera hecho él en la situación de Lina, llegando a la conclusión de que, muy probablemente, habría actuado igual.


— Lo sé —acabó diciendo.


La hija de Schiller se dio cuenta de que el chico no podía evitar sentirse molesto con ella de todas formas, y lo entendía.


— De todas formas no es excusa para que os dejara en manos de un loco siendo consciente de lo que os podía pasar. Lo siento mucho.


— No te disculpes solo conmigo, si no con todos los demás: mis compañeros, los chicos que aún están con la Alius, el Diamond y el Épsilon… además de con tu hermano —dejó que el flequillo le ocultara el rostro.


— Cuando termine con la Alius os daré a todos vosotros algo mucho mejor que una disculpa.


— ¿Eh?


Le agarró del hombro.


— Os daré lo que siempre os habéis merecido, solo ten un poco más de paciencia.


— Te lo tendré en cuenta —rió sin alegría.


Se separaron y quedaron un rato en silencio, asimilando lo que acababan de hablar y esperando a que el otro añadiera algo más.


De repente, Aquilina pareció darse cuenta de algo.


— Jordan… ¿puedo pedirte un favor?


— Depende —contestó, desconfiado.


— Necesito que seas tú quien vaya a la reunión que ha convocado padre.


Aquella petición fue inesperada.


— Yo iría, pero todo el mundo quiere y yo no destaco mucho.


No dijo nada sobre la recién recuperación de sus supertécnicas; Aquilina no sabía nada de aquello y decidió omitirlo para no tener que darle explicaciones.


— Les pediré que te seleccionen. Si lo que padre va a mostrar no es la copia de la Alius… Tengo una sospecha de lo que puede ser.


— Pues dícelo al Servicio Secreto.


Ella negó con la cabeza.


— Xavier te tiene el suficiente cariño como para haber desobedecido a padre para venir a verte, y tú has hecho lo mismo al no decir nada de tu reunión con él a los agentes.


Jordan enrojeció en un abrir y cerrar de ojos.


Desvió la mirada casi por instinto, intentado que no se notara su sonrojo.


— ¿A dónde quieres ir a parar?


— Lo quieres lo suficiente como para hacer una locura por él. —Sabía de lo que estaba hablando—. Por eso necesito que seas tú uno de los que vaya.


— ¿Le van a hacer algo malo? —el terror en su voz era palpable— ¡Si lo sabes dímelo, Aquilina!


— Exacto, Aquilina; cuéntanos más sobre lo que sabes. Y Jordan… explícanos todo sobre esa visita que te has estado callando.


Los dos nombrados se giraron ipso facto hacia la esquina de donde venía la voz.


El agente Taylor y Rhona los observaban con atención, y habían escuchado buena parte de la conversación… si no entera.


Jordan sintió que el mundo se caía sobre sus hombros.


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