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EL BEBÉ INESPERADO DEL SEDUCTOR MULTIMILLONARIO por cyntia

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—Esto es innecesario —gruñó Naruto por décima vez mientras la enfermera le ponía una inyección.

—No, no lo es. —Sasuke habló desde los pies de la cama con los brazos cruzados sobre el pecho—. Y agradecería que dejaras de lloriquear por ello de una vez.

Sasuke había tenido razón. Sí tenía fiebre, y la dorctora acababa de alejarse de su cama, pero una enfermera lo había sustituido de inmediato.

—Solo es fiebre, Sasuke. No me va a matar… por desgracia —susurró por lo bajo. Sasuke apretó los dientes. Lo había oído y supo que estaba deprimido.

No ayudó que pasara todo el día en la cama descansando, pero eso es lo que le dijeron que debía hacer. Él no había ido a trabajar en días, a menos que con los minutos sueltos que se pasaba para comprobar cuestiones urgentes que se estaban acumulando. Parecía que no podía soportar dejarlo solo.

Estaba que se subía por las paredes de la preocupación que sentía por Naru.

—¿Nos disculparía un momento? —le dijo él a la enfermera, una mujer rechoncha en los cuarenta. Cuando se marchó, Sasuke se sentó al lado de Naruto—. No dejaré que nada te mate, por suerte.

Naruto apartó la mirada.

—Solo quiero que esto termine.

—¿Que termine el qué?

—Todo —suspiró—. Todo. Solo quiero dejar de sentirme como me siento. Se inclinó hacia adelante y lo besó en la frente.

—Piensa en nuestros bebés y te juro que eso lo arreglará todo.

A Naruto le tembló el labio inferior y los apretó para que él no viera lo destrozado que estaba emocionalmente. Él le pasó las manos por los brazos, sustituyendo la tensión y el nerviosismo por añoranza, y Naru se esforzó por contenerse. El consuelo de su tacto era adictivo, y Naru lo echaba de menos, buscándolo con impotencia.

Él le dio un beso en un lado de la cabeza.

—No quiero que sientas que no tienes ningún sitio al que ir y que estás conmigo porque estás indefenso. No es así. Todo lo que soy es tuyo, y nada ni nadie puede cambiar eso.

Aunque no hablaron mucho después de eso, Naruto se sentía tranquilo y relajado. Él se sentó en la silla del rincón de la habitación mientras la enfermera se ocupaba de Naruto, y cuando se marchó alrededor de las cuatro de la tarde, Sasuke instó a Naruto a que se sentara en el salón.

Naruto se resistió, pero él no estaba de humor para seguir consintiendo su cabezonería irracional. Y, desde luego, él era demasiado fuerte, así que simplemente lo cogió y lo llevó al sofá. Se sentó a ver la televisión mientras él trabajaba con el portátil justo a su lado, con el muslo tocando el lado de la pierna de Naru.

Naru disfrutó del contacto, ansió tener más, olvidando por unos felices momentos todo lo relativo a esa otra mujer que en ese mismo instante estaba con el hijo de Sasuke. Pero a Sasuke no parecía que ella le importara mucho. Naruto había dado por hecho que estaría tan emocionado por ese bebé como lo estaba por los que el aún no había tenido. Pero claramente se había equivocado.

No sabía qué le parecía que él ignorara por completo a ese niño. Era imposible que alguien como él, tan cariñoso y afectuoso, ignorara por completo que existía un hijo suyo. Eso lo hacía sentir intranquilo. Se negaba a admitirlo, pero incluso él se ablandaría con alguien que técnicamente era de la propia sangre de Sasuke. Por desgracia, estaba hasta arriba de hormonas emotivas que lo convertían en un idiota lloron, así que no podía comentar mucho en su situación.

Naruto se había inclinado hacia él de forma discreta y sutil cuando alguien llamó a la puerta principal y Sasuke se levantó.

Naruto suspiró, escuchándolo hablar con su chófer antes de girarse para mirarlo.

—¿Sí?

—Parece que tus padres han venido a verte. Naruto se incorporó de golpe en su asiento.

—¿Cómo dices?

Sasuke cerró la puerta y caminó hacia Naru.

—Iruka me estaba preguntando si los dejaba entrar o no, teniendo en cuenta que se han presentado sin avisar.

Naruto hizo una mueca.

—No los he… no los he visto en siete años.

—¿Y te gustaría? —Lo miró atentamente.

—¡No! —dijo Naruto sin pensarlo. No quería, de ninguna manera quería verlos. Él suspiró.

—¿Quieres que los eche? Va a ser muy maleducado.

Naruto respiró profundamente varias veces y miró fijamente y con los ojos bien abiertos a Sasuke.

Sasuke movió la cabeza de lado a lado.

—Estoy aquí. Todo va a salir bien. Solo quieren verte, nada más.

Así que unos minutos después Naruto se vio sentado enfrente de la pareja que lo había adoptado cuando era muy pequeño.

—Me alegré tanto de saber que estabas en estado, y le dije a Yahiko: ¡Vamos a ser abuelos! —Dijo alegremente Konan, la madre adoptiva de Naruto—. Yahiko está muy emocionado. Díselo, Yahiko. —Le dio un golpecito en las costillas al hombre pelinaranjo.

—Sí, sí. —Yahiko se movió, atrapado en un traje que era demasiado pequeño y en una barba que estaba recortada sin orden ni concierto.

Naruto frunció el ceño. Se hundió aún más en el sofá y se sintió mejor cuando Sasuke le agarró la mano y se la llevó al regazo.

—Así que esta es tu casa ahora. —Konan miró a su alrededor riendo—. Es espléndida. No firmes un acuerdo prematrimonial, te aviso.

—¿Qué? —gritó Naruto medio enfadado.

—Estoy bromeando, querido. No tomes en serio a tu madre.

Naruto miró hacia Sasuke, arrepintiéndose de haber accedido. Por su expresión pudo ver que ahora entendía por qué había evitado verlos.

—Habéis viajado desde Delaware para vernos. Gracias, pero estábamos a punto de salir —mintió Naruto vacilante.

—Ah, no nos quedaremos mucho. Solo queríamos ver nosotros mismos lo bien que te iba. En los medios de comunicación lo cuentan todo, pero no siempre hay muchas verdades en lo que dicen. Así que pensé: Naruto, nuestro Naruto, nuestro pequeño y querido Naruto, ¡está prometido con un multimillonario! Tenemos que verlo con nuestros propios ojos.

Naruto no se sintió avergonzado. Hacía mucho tiempo que se había desentendido de su familia. Ni siquiera los conocía. Apenas había hablado con ellos, ni siquiera mientras crecía.

Sasuke le apretó la mano y Naruto se inclinó hacia adelante en su asiento. Ya  había oído bastante.

—¿De qué va todo esto? Tenemos que marcharnos.

Yahiko se levantó disparado de su silla, pero cuando Konan lo fulminó con la mirada, volvió a sentarse.

Konan esbozó la sonrisa torcida y fría que Naruto había visto durante años mientras crecía.

—Tu padre está invirtiendo en un nuevo negocio y dijo: «Nuestro Naruto ahora lo tiene todo. Tiene éxito. Podría darnos unos millones».

Naruto soltó una carcajada y se levantó de golpe del sofá, sorprendiéndose a sí mismo por su agilidad.

—Está bien, tenemos que irnos.

—¡Naruto! —lo regañó Konan como si fuera su madre o cualquier cosa en su vida

—. No seas maleducado con tu madre. Solo necesitamos cinco millones de dólares. Estoy segura de que tu marido querrá echar una mano a los miembros de la familia.

—Es mi prometido.

Naruto miró a Sasuke exasperado y listo para explotar de ira. Sabía que estaba callado porque no quería entrometerse en sus batallas. Lo vio sentado sin expresión, simplemente contemplando a la mujer como si tuviera garras.

Se levantó lentamente, deslizando la mano de forma protectora por la espalda de Naruto mientras se encaraba a la pareja.

—Les acompañaremos a la puerta. —Eso fue lo único que dijo.

La autoridad y la dominancia de su voz que habían cautivado a Naruto cuando empezó a conocerlo, hicieron que Konan y Yahiko se quedaran paralizados. Sin decir una palabra más, caminaron hacia la puerta de entrada por delante de Naruto y Sasuke.

Sasuke cerró la puerta a sus espaldas y dio instrucciones de que no volvieran a dejarlos traspasar las vallas de la propiedad nunca más sin autorización previa, y después se giró hacia a Naruto.

—Bueno, pues ha ido bien.

Naruto, en una de las situaciones más humillantes y mortificantes de su vida, estalló en carcajadas.

Sasuke también se rio, entrecerró los ojos y se rio aún más cuando Naruto se apoyó en su pecho.

—Es ridículo —dijo Naru, tartamudeando entre carcajadas.

—Han sido muy simpáticos.

Naruto se rio aún más y le dio una palmada en el hombro.

—¡Para! —Se agarró el vientre abultado y caminó hasta el sofá. Se sentó, reclinó la cabeza hacia atrás y siguió riéndose—. Madre mía.

Sasuke acortó rápidamente la distancia que había entre ellos y se sentó a su lado, pasándole un brazo por los hombros.

Naruto dejó que lo arrastrara a su pecho y cerró los ojos, pasándole una mano de forma posesiva por el pecho. El silencio era insoportablemente maravilloso, y lo único que oía era el fuerte latido de su corazón. Él le apretó el hombro y lo dejó disfrutar de la cercanía de su cuerpo. Naru frotó la mejilla con el centro de su pecho, y la nostálgica sensación de necesidad le corrió por las extremidades, extendiéndose de forma provocativa hasta su entrepierna. Se le secó la garganta y el ansia de tener más lo envolvió de repente.

—Te echo de menos.

Naruto oyó las palabras que susurró y cerró los ojos con más fuerza mientras se mordía el labio para luchar contra sus deseos.

—Yo también te echo de menos.

—No pienses nunca que nada ni nadie es más importante para mí que tú.

Naruto asintió y se acurrucó más contra él, pero el instinto estaba tomando el control de forma voluntaria. Naru levantó la boca y él lo besó al instante, como si estuviera esperando a que Naru respondiera a su cercanía. La boca de Naruto era ansiosa y ejercía presión hacia arriba, y la boca de Sasuke satisfizo esa urgencia, cubriendo sus labios con los suyos y mordisqueándolos. Su lengua se abrió paso con suavidad en la boca de Naru, y gimió cuando Naru se deshizo en sus brazos.

Agarrando su camisa con una mano, Naru se enderezó y deslizó la mano que tenía libre por el espeso cabello de su nuca. Intentó enérgicamente no pensar, no recordar a  la impresionante peliroja a la que había dejado embarazada. Pero los destellos de recuerdos traspasaban el límite que había establecido una y otra vez. Al mismo tiempo, las manos de él se deslizaron por su vientre y bajaron hasta colocarse entre sus piernas, y al instante Naruto salió de la nube de lujuria en la que estaba atrapado.

Se echó hacia atrás sin respiración, sonrojado y excitado, mientras Sasuke lo miraba a la cara sabiendo qué le pasaba.

El momento de felicidad se había terminado. Estaban en el mismo lugar en el que habían estado desde que Karin dio la noticia de su embarazo. Él sentía su lucha, su batalla contra sí mismo. Por mucho que lo intentaba, no podía superarlo.

—¿Cómo voy a conseguir arreglar esto? —preguntó él con tristeza, pasándose la mano por el pelo.

Naruto negó con la cabeza, sintiéndose como un monstruo por no permitirse ser feliz y por no permitirle a él ser feliz. Era una gran maldición ser responsable de su felicidad, ser el único que podía controlar cómo se sentía él en su vida. Se había deleitado en su poder, pero ahora estaba haciendo que él fuera infeliz. Y lo quería demasiado para verlo así.

Colocó una mano sobre su muslo y lo agarró. El pecho se le encogió con intensidad cuando él le apretó la mano para que la dejara ahí, como si estuviera aferrándose a un salvavidas.

—Estoy aquí, no voy a irme a ningún sitio. —Su amor hizo que la voz le temblara

—. Pero necesito afrontar esto a mi ritmo. Lo siento.

—¡No! —dijo él furioso—. No te disculpes por algo que no es tu culpa. No te disculpes nunca.

Naruto tomó aire con brusquedad. Era eso, y mucho más, lo que hacía que él fuera tan importante para él. Sasuke lo había cambiado, había hecho que fuera más confiado, más seguro de sí mismo, y poco a poco Naru había soltado todos los demonios que lo habían atormentado desde su infancia. Era tan adicto a él como sasuke lo era a Naru, y Naru estaba permitiendo que una mujer desconocida lo destruyera todo.

Sabía que lo estaba haciendo mal. Sabía que sus prioridades y su amor tenían que estar primero, y lo estaba intentando. Cada día luchaba contra su conciencia, pero era muy difícil no pensar en esa otra mujer a la que había dejado embarazada, en ese otro bebé que era suyo. Se había negado categóricamente a ver al bebé y se había quedado pegado al lado de Naruto. Por un momento la culpa se antepuso a todo, pero los celos demenciales volvieron a surgir de nuevo. Cuando se trataba de Sasuke, era irracionalmente egoísta. Él representaba la supervivencia en su forma tangible, y Naruto sabía que no era capaz de cambiar eso.

—No puedo compartirte con nadie, Sasuke. Me… me destroza en mil pedazos cuando lo intento.

—No tienes que hacerlo. No tienes que hacerlo. Soy todo tuyo.

Naruto respiró temblorosamente y se obligó a sonreír al mirarlo. Mientras su conciencia lo maldecía por ser tan necesitado, lo miró a los ojos.

—No nos preocupemos por eso ahora.

Sasuke asintió y lo miró mientras Naru se levantaba lentamente y caminaba hasta la cocina.

Sin pensar mucho, cambió de canal y la televisión a todo volumen se oyó en toda la casa. Automáticamente extendió la mano para apagarla, pero era demasiado tarde. Naruto ya lo había visto. Había oído que decían su nombre. Los medios se lo estaban pasando en grande hablando de su otra mujer. De su otro hijo. Y de la prueba de paternidad que era de conocimiento público. Todo gracias a Karin Hebi. No podía hacer nada para cambiar todo eso. Y la impotencia ciertamente no estaba encajando muy bien con su carácter.

—¿Qué quieres comer? —le preguntó Naruto, pero su voz sonó rota y emotiva.

La expresión de la cara de él dejaba ver que, al igual que Naru, sentía de todo menos hambre.

Pero se levantó.

—Te ayudo.

Juntos prepararon una cena sencilla compuesta por pechuga de pollo con ensalada, y él dio pequeños mordiscos mientras Naruto se obligaba a comer por el bien de los bebés.

—Ojalá pudiera borrarlo todo —murmuró él.

Naruto lo miró a los ojos, inclinándose sobre la mesa para agarrarle la mano. Estaba muriéndose por tener la intimidad que había sentido un rato antes en el sofá. Quería volver a notarlo, pero sabía que cuando empezaran, volverían a su mente las horribles imágenes de otra mujer con él. Esa imagen se le había grabado en el cerebro.

—Estaremos bien. Solo dame algo de tiempo.

***

A la mañana siguiente, Sasuke lo despertó con un beso en la frente.

—Tengo una reunión urgente. Volveré en tres horas como máximo, te lo prometo. Naruto asintió adormilado.

—Acuérdate de comer —le dijo desde la puerta—. La señora Shizune está aquí y te estará vigilando.

—No necesito una niñera —murmuró.

—Ya lo sé, pero trabajaré mejor sabiendo que no estás solo.

Sasuke se apresuró a ir a la oficina y se encontraba de camino al ascensor cuando vio una cara conocida que se aproximaba a él deprisa.

—Hola, señor Uchiha.

Sasuke frunció el ceño y contempló a Konan, la madre adoptiva de Naruto, que le estaba sonriendo con un traje amarillo pálido que se veía ridículo.

—Hola. —No estaba de humor para volver a hablar con esa mujer.

—Si tiene cinco minutos libres, necesito hablar de algo con usted.

—Tengo algo de prisa.

—Solo cinco minutos. Le prometo que no tardaré mucho.

Sasuke suspiró y se encaminó hacia el sofá que había en el recibidor de la oficina.

—Quería preguntarle por su inversión en el nuevo negocio de Yahiko. Sasuke frunció el ceño e hizo una mueca.

 —¿Disculpe?

—Ya sabe, a usted no le costará tanto invertir cinco millones de dólares en nuestro negocio. Le daremos una participación en los beneficios, y…

Sasuke apartó la mirada de la mujer que había hecho infeliz a Naruto cuando era niño.

—Por favor, discúlpeme, señora Namikaze. No tengo tiempo para hablar de esto, de verdad. —Se levantó y Konan se levantó con él.

—Entonces pasaremos por su casa esta noche, y podemos…

—Naruto y yo tenemos planes esta noche. Y por favor, comprenda que no apruebo ese tipo de inversiones, y que en realidad no estoy interesado en expandir mi propia corporación invirtiendo en la empresa de su marido.

A Konan se le descompuso la cara.

—Pero somos familia.

Sasuke se quedó sin palabras durante un instante, preguntándose cómo era posible que un ser humano fuera tan crédulo. Era como si fuera de otro planeta.

—Si Naruto quiere ayudarles, es decisión suya.

Konan se carcajeó con condescendencia ante su afirmación.

—Pero Naruto no tiene nada a su nombre. Solo es alguien que echa una mano entre bastidores cuando algunas personas hacen anuncios.

A Sasuke le hirvió la sangre y su ira quedó clara en su tono cortante cuando habló.

—Naruto Namikaze es el responsable del departamento creativo en su agencia de publicidad. Es un director con un trabajo increíble a sus espaldas y ha trabajado como modelo en un anuncio de mi empresa. Además, es mi prometido, y todo lo que yo poseo es también suyo por derecho. Hasta el último céntimo. Así que si su hijo… —lo dijo con desdén, como si no significara nada en absoluto— accede a ayudar al señor Namikaze, yo no tengo ningún problema en absoluto.

Sasuke se mostró enormemente satisfecho al ver que la mujer parecía completamente furibunda, celosa del doncel al que llamaba hijo. Y él estaba contento de haberla puesto en su sitio. Esa mujer era insoportable.

—Entonces iré a ver a Naruto —dijo Konan.

—Naruto va a pasar el día en el balneario y no volverá hasta la tarde. Puede llamar a este número y pedir una cita con Naru. —Le tendió inmediatamente la tarjeta profesional de Naruto con el número de su secretaria y la mujer la aceptó. Sasuke no volvió a mirar en dirección a ella e intentó controlar su repugnancia mientras se dirigía al ascensor.

Antes de entrar en la sala de conferencias donde su junta lo estaba esperando, sacó el teléfono, llamó a la secretaria de Naruto y le dio órdenes de no hablar con nadie con el nombre de señor o señora Namikaze


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