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EL BEBÉ INESPERADO DEL SEDUCTOR MULTIMILLONARIO por cyntia

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Naruto se sentó en la silla que había junto a la ventana, tomándose un té verde infusionado con jengibre y mirando fijamente por la ventana hacia la concurrida carretera. Todos estaban ocupados, con prisa y viviendo su vida. Desde que era pequeño, se había preguntado lo absurdo que era que cada uno tuviera sus propios pensamientos y que todos pudieran ver algo totalmente único. Así que pasó un buen rato fijándose en cada persona, intentando imaginar lo que estaban pensando, lo que estaban viendo y a qué clase de desafíos se enfrentarían ese día.

Entonces su mente volvió a centrarse en sus propios desafíos. Había pasado su vida solo, preocupándose por sí mismo sin nadie cerca a quien le preocupara si tenía problemas, si fracasaba o si le iba bien. Se había programado para acostumbrarse a estar solo y no sabía cómo no estar solo. Porque ahora, de repente, no lo estaba.

Había una persona dentro de él.

Ese recuerdo lo hizo llorar. El último fin de semana encerrado en su habitación lo había pasado cambiando entre estados de enorme tristeza y un miedo enfermizo.

¿Se suponía que tenía que cuidar de un bebé? ¿De verdad? ¿Podía Dios haberle gastado una broma más cruel? Había pasado años intentando estar en condiciones de cuidarse a sí mismo y, ¿ahora un bebé? Un ser humano vivo y real que estaría con las veinticuatro horas al día durante años, justo cuando se estaba preparando para el mayor logro de su carrera que nunca antes había conseguido. Justo cuando estaba preparado para conseguir ese ascenso que había estado observando durante meses. Tenía a su alcance aquello que podía asegurarle la vida, su carrera. Era lo que espantaría todos sus miedos.

Ahora esa cumbre se estaba alejando de él. Porque estaba embarazado y no tenía energía, y no quería estar embarazado. Sus pensamientos se descontrolaron y se agarró la cabeza con las manos para calmar sus nervios.

Había trabajado muy duro en el proyecto para BubFun. Se había partido la espalda para que llegara a su fin de forma repugnante.

El anuncio. BubFun. Sasuke Uchiha.

Le dio un vuelco el corazón. Recordó cómo él le besaba la nariz, cómo le había cogido de la mano y como le había agarrado la cara.

«Me haces tan jodidamente feliz», había dicho él.

Bueno, se le venía encima una sorpresa. Le iba a enfurecer cuando descubriera que su no novio estaba embarazado. Eso si él se molestaba en quedarse en Estados Unidos alguna vez.

Qué pesadilla. Él no estaba cerca y no lo estaría porque siempre estaba trabajando.

Aunque no fuera así, Naru no esperaba que se interesara por el bebé. Había aprendido que la devoción y el cariño de las personas solo duraban mientras sus propios intereses fueran satisfechos. Una vez que eso ocurría, el afecto desaparecía de inmediato.

Suspirando, caminó hacia la puerta para comprobar que estaba cerrada y pasó por el espejo antiguo que llegaba hasta el suelo y que había comprado en una subasta. La conmoción de verse a sí mismo en el espejo después de dos días le cayó en el estómago con un duro golpe.

Tenía los ojos hundidos en las cuencas, la piel fatal y el pelo hecho un desastre asqueroso y caótico. Acercándose al espejo, miró el pijama arrugado y se dio cuenta un poco tarde de que ni siquiera se había molestado en lavarse la cara en dos días.

Una ira que nunca antes había sentido le recorrió el cuerpo. Caminó rápidamente hasta el baño, se quitó el asqueroso pijama del cuerpo y encendió la ducha a máxima potencia. Colocándose debajo, dejó que el agua se deslizara por su cuerpo y la adrenalina le hizo apretar los dientes. «No soy esta persona. Este no soy yo. Puedo hacerlo. He pasado por peores momentos y me ha ido jodidamente bien».

Por fin la energía fluyó en Naru, se lavó el pelo con champú y lo enjabonó con acondicionador antes de meter la mano en el bote de exfoliante corporal. Se tomó su tiempo para frotarlo por el cuerpo, pero automáticamente su mano frenó sobre la parte inferior de su vientre. La sacudida de emoción que sintió fue, sin embargo, momentánea. No se iba a poner triste por esto. Se sentó en el borde del pequeño asiento que había en la pared de la ducha y se depiló las piernas lentamente. Sintiéndose tan limpio como unas tijeras quirúrgicas esterilizadas, salió de la ducha y se secó el cuerpo.

Para alegría suya, la energía continuó fluyendo. Se secó el pelo con el secador, se puso ropa interior limpia, la más bonita que había en el cajón, y abrió el armario.

Aunque no tenía planes de salir, quería sentirse guapo de nuevo. Así que sacó el vestido rojo del armario, el que había comprado hacía un año y no se había puesto nunca porque llamaría demasiado la atención. Le quitó la etiqueta y se deslizó dentro de él.

El encaje rojo se ajustaba a su cuerpo y caía en volantes sobre sus rodillas. El cinturón sedoso y dorado en su cintura era ceñido y, una vez más, se acarició la tripa pensando en esa personita que había decidido pegarse a el.

Se estaba poniendo un poco de máscara cuando sonó el timbre. A Naruto se le hundió el corazón. Perfecto. Justo a tiempo para arruinar su momento. Molesto, apretó los labios para repartir el protector labial y caminó descalzo hasta la puerta.

—¿Quién es? —gritó Naru solo porque le apetecía decir algo en alto, utilizar las cuerdas vocales después de días en silencio.

—Soy yo.

La voz lo detuvo a treinta centímetros de la puerta. Sasuke. Toda la energía, el subidón, se evaporó y lo reemplazó un nerviosismo tan extremo que le empezaron a temblar las manos. Había vuelto de Washington. Y él estaba ahí y él estaba embarazado. El pánico lo inundó. Se agarró la tripa aterrorizado porque él lo descubriera, aterrorizado por que fuera capaz de ver la mentira en su cara.

—¿Naruto?

Naru apretó los ojos y determinó que no podía evitar verlo. El hecho de que no hubiera decidido cómo iba a contarle las noticias quería decir que no estaba preparado para hacerlo, pero él no tenía por qué saberlo, no ahora. Podía verlo y después pensar en cómo contárselo.

Abrió la puerta con una sonrisa en la cara, esperando que él lo abrazara como lo había hecho cuando lo vio en el aeropuerto hacía apenas una semana.

Pero él no se acercó.

Sasuke entrecerró los ojos mientras lo miraba de arriba abajo.

—¿Vas a alguna parte?

Naru negó con la cabeza, el corazón le latía rápido.

Él inclinó la cabeza y entró en el apartamento, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón y girándose para mirarlo.

—¿No vas a salir?

Naruto le miró a la cara, que tenía un gesto de enfado, una expresión que Naru no había visto antes en él, y entonces se paró a pensarlo. Había un bebé de ese hombre dentro de el en ese mismo momento. Estaba conectado a Sasuke Uchiha.

—No voy a salir.

Él asintió y bajó la vista hasta su cintura.

A Naru se le paró el corazón. ¿Cómo podía saberlo? «¡Ino!»

—¿Entonces por qué llevas ese vestido ridículamente espectacular?

Naruto suspiró y lo invadió una ráfaga de alivio. Solo estaba mirándole el vestido, no la tripa.

—Yo, eh… —Naru bajó la mirada, cogiendo la falda del vestido de encaje por los lados y soltándola—. Simplemente me apetecía ponerme guapo.

Sasuke apretó la mandíbula.

—No soy imbécil, Naruto.

 Naruto frunció el ceño.

—¿Qué?

—Me estás mintiendo.

—¿Qué? —gritó Naru de nuevo mientras él lo miraba con sospecha, con unos ojos desconfiados y distantes.

Le dejó de latir el corazón. «No, no, no». Esa mirada, esa mirada adorable, maravillosa y cálida en sus ojos negros había desaparecido. No se había dado cuenta de lo maravillosa que era hasta que había desaparecido. Las lágrimas se arremolinaron detrás de sus párpados, y apretó los labios para que no se le escaparan. No iba a llorar delante de él. Sabía lo que estaba pasando. Este capítulo, este maravilloso capítulo, también se había acabado. «Idiota. Tú que esperabas en silencio que las cosas buenas duraran».

—¿Quién es él?

Naruto se quedó paralizado, se le detuvo la mente y lo miró fijamente como si estuviera loco.

—¿Perdona?

—¿Quién es él? —repitió él lentamente, apartando la mirada de Naru—. Sé que no  he estado por aquí, y lo entiendo. —sasuke lo miró brevemente—. Pero necesito saber quién es.

Naruto se acercó a él y deslizó las manos por su pecho y por los lados de su cara, obligándole a que lo mirara. El dolor en sus ojos le golpeó el vientre. Él estaba afligido porque pensaba que él estaba saliendo con otra persona.

—¿Cómo puedes ser un hombre de negocios tan exitoso y ser tan estúpido? Él lo miró boquiabierto.

—No debería haber venido aquí.

—¡Sasuke! —gritó Naru al tiempo que se le derramaban las lágrimas de los ojos de forma espontánea. Naru sollozaba, desconsolado porque él pudiera pensar algo así, porque él estuviera lastimado porque él era importante para naru. A él le importaba, le importaba mucho. Naru lloró con más intensidad y le agarró la cara—. No estoy viendo a nadie. ¿Por qué ibas a pensar eso?

—¡Eh! —Él se echó hacia atrás al instante, pareciendo olvidarlo todo mientras Naru encogía la cara con agonía. Empujándolo para que se sentara en el sofá, él se arrodilló

—. ¿Por qué estás llorando?

—Porque… dices que estoy viendo a alguien —se atragantó Naru.

Con el ceño fruncido en un gesto de perplejidad, él le secó las lágrimas.

Cuando Naru lloró con más fuerza, él se levantó sobre sus rodillas y le rodeó los hombros con los brazos, poniéndole la cara sobre su pecho.

—Shhh… —Él sujetaba su cuerpo tembloroso.

Los sollozos de Naruto se ralentizaron, tenía la respiración superficial y los ojos cerrados cuando se inclinó sobre él. Todo el estrés y la preocupación de las últimas cuarenta y ocho horas se evaporó, y Naru se quedó ahí, levantando las manos para agarrarle de la camisa por los lados de la cintura. Sasuke lo  mecía suavemente hacia delante y hacia atrás. No le pidió que parara de llorar. Dejó que lo sacara todo hasta que dejara de sentir la frustración y la preocupación que lo habían paralizado durante los últimos dos días. Estar junto a su pecho era sedante, relajante.

Al sentir que Naru se había calmado, Sasuke intentó retirarse, pero Naru apretó las manos sobre su camisa y se aferró a él con la cara enterrada sobre su corazón.

—Quédate.

—¿Naruto? —Su tono estaba lleno de confusión, rogándole que le diera una explicación.

Naru le agarró las solapas de la chaqueta del traje y sintió que estaba relajado contra él. Sasuke deslizó las manos por su espalda lentamente y lo sujetó con más fuerza. Sentía seguridad. Absurdamente irreal. Y Naru combatió el repentino miedo irracional de que, si no lo sujetaba, desaparecería llevándose con él ese momento de paz. Ahora su mente estaba libre de cualquier miedo o preocupación, y odiaba a su conciencia por hacerle una broma tan cruel. Pero estaba desesperado y se aferró a la fugaz sensación de bienestar y protección, sabiendo en su mente que se acabaría pronto.

Sasuke contuvo la respiración. Agarrándolo por los hombros, lo obligó a separarse de él y lo sujetó para que lo mirara a los ojos.

—¿Está todo bien?

—Sí —mintió Naru. El momento se había acabado. Naru recordó el pequeño detalle de que él estaba a punto de ser padre y tragó apartando la mirada.

—No hagas eso.

—¿Qué?

—Solo dime qué te pasa. Estás arreglado y no has contestado mis llamadas en dos días, y…

—Estaba pasando por un mal momento —dijo Naru con sinceridad. Él asintió.

—Y sabes que puedes compartirlo conmigo. A lo mejor puedo ayudar. Naru negó con la cabeza.

—Creo que nadie puede ayudarme. Ya no tiene remedio. —Y entonces Naru se rio en bajo cuando el estrés le subió a la cabeza y el sonido vacío y roto resonó en él al reírse de la desgracia de la situación.

***

El pánico le caló en los huesos. No era el mismo doncel que había visto la última vez, con el que había hablado la última vez. Incluso su risa no era la misma, y él sentía la tensión en sus hombros mientras lo sujetaba. Sin pensar, desesperado por aliviar las preocupaciones que le molestaban, se inclinó sobre Naru y presionó los labios sobre los suyos de forma posesiva, con severidad. Naru respondió devolviéndole esa presión sobre la boca, entreabriendo los labios con avidez y derritiéndose en sus brazos.

Atrapado en el refugio de necesidad que siempre se hacía con él cuando estaba cerca de Naru, sucumbió. Se alegraba de que Naru no estuviera saliendo con otro hombre. Estaba eufórico porque Naru besara su boca y la de nadie más. Naru estaba preocupado y él solo era un celoso. Él había notado su propia inseguridad al no ser capaz de estar cerca.

Atrapó uno de los labios de Naru entre los suyos, después el otro, cambiando suavemente, intentando aumentar  lentamente el deseo entre ambos, pero el dobe seductor al que tenía en brazos tenía otros planes. Naru le quitó la chaqueta del traje con la cabeza inclinada hacia atrás mientras le cogía la boca con avidez. Cuando Naru no pudo hacer el beso más profundo, deslizó la mano hasta su nuca cogiendo mechones de pelo y agarrándolo con firmeza.

La lujuria le corrió por las venas con ese fuerte tirón. Él gimió, entreabriendo los labios y aceptando la lengua de Naru con su boca. Él recibió la invasión de buen grado y dejó que Naru tomara el control. Su confusa mente disfrutó con lo pequeño que le parecía Naru, y él se relajó. Estaba descalzo, era pequeño y muy manejable. Una posesividad abrumadora y una ráfaga de rabia protectora se hicieron con él. Lo agarró más fuerte antes de dominar el beso.

Naruto se estremeció en sus brazos cuando él tomó el control. Lo besó intensamente y, cuando Naru intentó darle la lengua de nuevo, él la mordió ligeramente y la absorbió con la boca. Naru gritó con ese beso punitivo, y él le liberó la lengua para centrar la atención en sus labios.

Presionó la parte inferior del cuerpo contra la de él. Su miembro, abultado y duro, le presionaba el cuerpo y un jadeo en respuesta lo llevó a la perdición. Sus manos estaban frenéticas, deslizándose por su espalda hasta las caderas y agarrándole el trasero antes de levantarlo sobre su cintura.

Sin esfuerzo, Naru envolvió las piernas alrededor de su cintura y apretó los brazos alrededor de sus hombros. Él nunca abandonaba su boca.

Naru tenía un sabor increíble y un olor maravilloso. Colocándolo sobre el sofá a lo largo, se tumbó sobre él sin ponerle el peso encima y deslizó la mano por la parte frontal de su cuerpo.

Naru arqueó el cuerpo, doblándose hacia su caricia mientras él pasaba la mano por su pecho, apretándolo con suavidad, bajándola hasta su vientre y por el costado de su cadera. Cuando la mano llegó a su muslo, la metió por debajo del vestido rojo para pasar las yemas de los dedos por su muslo suave y desnudo.

***

Por un momento, Naruto volvió a la realidad de su pésima situación cuando él deslizó la mano brevemente sobre su vientre plano. Pero Naru disfrutó de su dulce boca, de la nube de lujuria que planeaba sobre él. Era como despertar de un fantástico sueño para enfrentarse a la realidad, y Naru todavía no estaba preparado para enfrentarse a la realidad. Quería seguir soñando, porque ese sueño era de todo menos aterrador. Se sentía seguro en sus brazos, bajo su devastadora boca y sus manos examinadoras y posesivas. Le hacía sentir que pertenecía a él, y Naru no quería escapar de esa fantasía.

Y entonces él deslizó la palma de la mano desde su muslo hasta la goma de sus bragas y bajó de nuevo. Naru levantó las caderas para que él lo tocara, para sentir más. Necesitaba darse el gusto. Merecía a alguien como él. Era bueno y maravilloso, siempre lo hacía reír y Naru lo merecía.

Naru sabía bien que ese hombre no se quedaría a su lado cuando le diera las noticias, así que lo ocultó. «Solo esta noche. Se lo diré mañana», se prometió a sí mismo. Y la culpa desapareció.

Sasuke pareció sentir el cambio en Naru. Naru relajó las piernas, dándole acceso al espacio entre sus muslos para que pudiera deslizar los dedos sobre sus bragas, que estaban empapadas. En cambio él sacó la mano, deslizándola por la espalda hasta encontrar la cremallera que mantenía el vestido en su sitio.

—Te quiero desnudo —susurró él en su boca antes de besarle el labio inferior. Naru abrió los ojos lánguidamente y él le dio un beso en la punta de la nariz—. He echado de menos tu cuerpo… —Agachándose, él le dio un beso en la parte superior de su pecho, donde ahora se veía más abultado por el nuevo desarrollo de su cuerpo—.He echado de menos tu risa. —Lo besó en la comisura de los labios.

Naruto se quedó quieto, se puso tenso. No podía hacerlo. No podía decir nada, pero sentía que era un mentiroso. Sasuke era tan bueno con él. Era magnífico. Nunca lo habían tratado así antes, con tanto respeto, con tanto cariño, y quería aferrarse a eso como un niño pequeño y tener una rabieta porque quería seguir con él. Era suyo.

Pero no lo era.

Él le abrió la cremallera y le bajó el corpiño dejando ver su pecho más abultado, y volvió a su cuello con la boca. Lo mordió a bocados, inhalando su esencia, deslizando la punta de la lengua sobre su piel. Cuando Naru lo agarró de las solapas de la chaqueta del traje, él se acomodó entre sus piernas.

Le golpeó la entrepierna con su miembro y Naru jadeó. Él atrapó el sonido en su boca, metiéndole la lengua salvajemente. Inclinando la cabeza, él intensificó el beso como si no pudiera saciarse, como si no pudiera saborear lo suficiente.

—Te deseo. No me puedo saciar de ti, Naruto.

Naruto levantó las caderas y lentamente él le retiró el vestido del pecho por completo le frotó la espalda con las manos, bajándolo hasta la cadera y agarrándolo desenfrenadamente. Los músculos se tensaron bajo la tela de sus pantalones, y Naru estaba empezando a ceder por completo, a sucumbir a su boca y a sus manos examinadoras, cuando él deslizó una mano hacia abajo y le acarició el estómago.

Naru abrió los ojos de golpe y se quedó paralizado, sus ojos miraban fijamente y con aturdimiento al techo cuando se le llenó la cabeza de preguntas, de confesiones y de preocupaciones. Él bajó la boca a su cuello, pero Naru se quedó inmóvil porque sus procesos mentales estaban anteponiéndose a la lujuria.

—Sasuke —susurró Naru cuando él le mordió la oreja.

—¿Hmmm? —Él le agarró de los lados de la cintura y dibujó un camino hasta su vientre otra vez para volver a subir a apretarle los pechos en desarrollo.

—Estoy embarazado.

Pareció que las palabras tardaron un momento en penetrarle los sentidos. Cuando lo hicieron, su boca dejó de jugar con su cuello. Él levantó la cabeza bruscamente, mirándole a la cara buscando una señal de que estaba de broma, como si esa afirmación pudiera pronunciarse como una broma.

Claramente confundido, él lo miraba boquiabierto mientras Naru estaba apretado debajo de él, parcialmente desnudo.

—¿Que estás qué?

Naru lo miró a los ojos, tragando y despidiéndose de él mentalmente. Sus propios padres se habían deshecho de Naru cuando nació. ¿Qué podía esperar de un hombre guapo y exitoso que no tenía nada que ganar manteniéndolo en su vida?

—Estoy embarazado.


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