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Hagamos un trato, un dulce contrato. por Claou

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Shuichi decidió distraerse en su celular. El silencio reinaba en el automóvil, pero ninguno de los dos pasajeros parecía incomodo.

Thoma se concentraba en manejar procurando no voltear a ver al menor, fallando de vez en cuando gracias al reflejo del retrovisor. Ajeno a lo que ahora estaba por ocurrir, Shuichi se veía tranquilo y pacifico.

Acelero un poco el automóvil, ya era tarde y mañana tenía que madrugar.

No tardó en llegar a la zona exclusiva donde se encontraba su hogar. Un barrio distinguido, encantador y tranquilo.

El pelirosa como siempre era indiferente a su alrededor, estaba en su pequeña burbuja soñadora. No apartaba la vista de su aparato electrónico, no hasta que sintió que el auto era estacionado.

Su vista se dirigía de un lado a otro, no reconocía el lugar, ¿Dónde estaba?

-Estamos en mi casa Shuichi-san- Contesto de lo más normal la pregunta que todavía no se había formulado.

-S-su casa- formulo con un poco de duda. ¿Por qué Seguchi-san lo había traído a este lugar?

De repente la imagen de Tohma tomando su mejilla y de él diciendo que se veía lindo venía a su mente. Raros pensamientos empezaron asechar su cerebro.

¿Quizás Seguchi tenía otras intenciones con él?

No, no, no, eso simplemente era imposible. Hace poco había tenido la confianza de llamarlo alguien cercano, era impensable creer que Toma quisiera algo con él.

-Qué le parece si pasamos- Menciono mientras posaba su brazo en sus hombros y sonreía amablemente.

-Sí, claro- se apresuró a contestar. No podía parar el que nuevos pensamientos para nada sanos se atravesaran en su mente.

Desde que su jefe empezó a frecuentar el apartamento de Yuki, empezó a tener una manera más amable y simpática de dirigirse a él. Debía de tener en mente que eso solo era cortesía, no debía de malinterpretar las buenas intenciones de su jefe.

Salieron del garaje y entraron a la casa del rubio. La cual realmente era espaciosa y reflejaba el buen gusto del tecladista.

Al cruzar las puertas dobles de roble macizo, se desplegaba un vasto vestíbulo con un suelo de mosaico intrincadamente diseñado, que conducía a cada rincón de la casa. A ambos lados, escaleras gemelas de caoba ascendían elegantemente hacia el segundo piso, donde se ramificaban en un balcón que ofrecía vistas panorámicas del esplendoroso paisaje circundante.

Los salones, decorados con muebles antiguos y tapices bordados a mano, emanaban una atmósfera de opulencia y refinamiento. Grandes ventanales permitían que la luz del sol inundara las habitaciones, resaltando las obras de arte que adornaban las paredes y los detalles ornamentales que enmarcaban cada espacio.

Seguchi Thoma definitivamente era un hombre que le gustaba lo elegante y lo refinado, no tenía reparo en gastar lo que fuera necesario para tener todo a la perfección. Él era un fiel creyente, que tus pertenecías y forma de vestir era un reflejo no solo de tu personalidad, si no que igualmente de tus éxitos y logros.

Tenía todo lo que siempre había deseado, su hogar reflejaba su triunfo. Casi todo estaba perfecto, solo faltaba un compañero lindo e ingenuo para completar el panorama. Un esposo con el cual compartir su vida y su éxito.

-¡waow! Seguchi-san su casa es hermosa- Elogio genuinamente el cantante.

-Gracias Shuichi-san- Contesto alegremente. Se le hacía tierno que el cantante se impresionara por pequeñeces. Era cierto que el capital de Shuichi no era igual de inmenso que el suyo, pero definitivamente ganaba lo suficiente para comprar una casa similar a la suya. Aunque para ser honesto, el cantante no mostraba mucho interés en el lujo, era alguien sencillo.

Aun recordaba la vez que lo encontró peleando con Hiro por un cupón de descuento de una pizzería. Se preguntaba si el cantante aun no procesaba que era millonario y podía dar ciertos gustos.

Por otra parte, los extraños pensamientos que alguna vez tuvo Shuichi se despejaron al estar concentrado en ver cada rincón de la casa de Seguchi. Antes de tener cierto disgusto por el rubio, él era su fanático. Él amaba a Nittle Gasper, y adoraba a Thoma como tecladista. Su yo adolescente salió a la luz cuando empezó a fisgonear la casa de su jefe, dudaba que tuviera otra oportunidad de echar un vistazo a la vida del que alguna vez fue su ídolo, así que quería aprovecharlo.

Echo un vistazo a todo.  La cocina, un lugar de actividad constante, estaba equipada con los últimos avances tecnológicos, pero conservaba el encanto de los fogones de hierro fundido y las encimeras de piedra pulida. Tenía ganas de ver el contenido del refrigerador, saber que era con lo que se alimentaba una leyenda como Thoma, pero creía que no era apropiado fisgonear esa área así que se concentró en ver aquel comedor contiguo, con una mesa de roble macizo lo suficientemente grande para albergar a una docena de comensales, un lugar que definitivamente invitaba a largas y animadas cenas.

A pesar de que Tohma no le había dicho nada por su constante ida y vuelta para apreciar la casa, decidió detenerse, no debía de incomodar a su jefe.

Por su parte a Seguchi no le incomodaba, es más estaba esperando a que Shuichi se tomara su tiempo, pronto se traería a vivir al menor a su casa, así que era mejor que se fuera familiarizando con su nuevo hogar.

-Entonces, ¿Por qué me trajo aquí seguchi-San?- Intento sacar conversación para no verse tan descortés.

-Como le había mencionado, creo que sería un problema que se esparcieran rumores de su pelea con Eiri-san- Guardo un momento de silencio mientras caminaba e invitaba a Shuichi a que le siguiera el paso -Se que usted y yo hemos tenido nuestras diferencias y lo he tratado mal, pero créame que eso ya quedo en el pasado y sinceramente lo veo como un colega, ¡no¡- Hizo un hincapié en esa negativa- Mas bien lo veo como un amigo- termino de hablar y vio dio un vistazo al menor

Como era de esperarse, Shuichi era muy predecible. Sus acciones eran un claro ejemplo de sus emociones. La alegría que desprendía en sus ojos era genuina y ese inesperado abrazo que recibió era una confirmación de que había logrado su cometido.

-¡Seguchi-san!- exclamó con alegría el cantante. -Yo también lo veo como mi amigo- Respondió con ese energético abrazo mientras se restregaba en el mayor.

Seguchi sabía que no había segundas intenciones en el menor pero definitivamente esos bruscos movimientos que de vez en cuando rozaban cierta parte que no debería, no era bueno para su auto control.

Cuando Shuichi se despejo sintió un gran alivio, definitivamente no hubiera respondido si el niño seguía un segundo más abrazándolo.

Para seguir recolectando más confianza de parte de Shindou, dejo que el cantante viera una que otra habitación mientras le contaba anécdotas, no solo de él, sino también de la banda que una vez fue parte. Sabía los gustos del pelirosa y se le hacía fácil el seguir monopolizando su atención. La platica no faltaba y el interés del menor florecía cada vez más con cada palabra que su jefe decía.

Todo lo que Shuichi había visto, lo había fascinado. Los dormitorios, cada uno más lujoso que el anterior, ofrecían refugio y comodidad. Camas con dosel, sábanas de seda y vistas privadas al jardín creaban un ambiente de serenidad y elegancia. Los baños, revestidos de mármol y equipados con bañeras de patas de león y duchas de lluvia, ofrecían un oasis de relajación.

Se preguntaba porque no se permitía algo más lujoso, nunca se lo había planteado, pero si tenía la posibilidad, ¿Por qué no hacerlo?  quizás cuando su pelea con Yuki termine podría convencerlo de mudarse a algo más cómodo

 


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