Aida Riko, la siempre precavida y futura entrenadora en alza Aida Riko, podía cometer errores que solo sus compañeros lo sabrían.
Aida Riko era tan espectacular que muchas universidades la querían reclutar y llevarse su talento a sus aulas, pero también era un humano y podía equivocarse.
Por eso estaban ellos tres ahí, en la tienda de conveniencia más cercana comprando vendas y remedios de vital importancia para los descansos entre juegos de aquella Winter Cup.
Aida Riko les había pedido a Kuroko y Furihata ir a comprar los insumos necesarios ya que el día anterior se quedó dormida después de casi una semana sin poder dormir. Esos regímenes de entrenamiento y dietas personalizadas no se harían solos. Sin embargo, por más que se esforzó por no caer en brazos de Morfeo despertó a la mañana siguiente con la alarma anunciándole la ceremonia de apertura de la Winter Cup de ese año.
Su último año.
Se enfureció, pero agradeció que su celular amaneció con carga completa y su uniforme limpio y planchado. Obra de su amoroso padre.
Por ello, una vez acabó la ceremonia, interceptó a ambos jóvenes y les solicitó de manera amable ir a comprar tanto vendas como ungüentos y suplementos alimenticios que les hacía falta. Kagami se les pegó en el camino con toda la intención de hacerse de algunas bebidas que en el recinto no vendían.
Aida aceptó, mientras más manos más insumos.
Kagami cargaba una bolsa con sus bebidas en la derecha y las bebidas que compró para sus compañeros en la izquierda. Kuroko traía la bolsa con las pastillas y remedios en crema. Furihata estaba atrás de ellos, tecleando en su celular mientras la bolsita con vendajes se tambaleaba al compás de su caminar.
Mientras que la sombra hablaba sobre Nigō y su luz escuchaba con cierto recelo él permanecía atrás, leyendo la pantalla de su celular.
"¿Dónde estás?"
Furihata frunció los labios.
"La entrenadora nos mandó a comprar algunas cosas." "Estoy por la entrada, con Kuroko y Kagami."
El teléfono tardó unos segundos en volver a vibrar, con un nuevo mensaje en la bandeja.
"Voy para allá."
Furihata guardó el dispositivo, frustrado. Estaba a punto de hacer algo importante cuando Aida les ordenó—porqué por más que la chica diga que fue un favor, decir que no era agregarle 100 rondas más de cualquier ejercicio a tu rutina—ir a la tienda. Furihata, por obvias razones, no se negó, sus planes podrían verse frustrados pero sus piernas seguirían intactas.
Órdenes son órdenes.
Bueno, ya había esperado meses, ¿qué eran unos minutos más?
Estaba tan metido en sus pensamientos que se dio cuenta que sus amigos se detuvieron solo cuando su frente chocó con la gran espalda de Kagami. No le dolió, solo le sorprendió. Aunque sí sobó un poco su nariz antes de asomarse por el hombro de Kuroko, por qué ni de chiste podría hacerlo con el Kagami.
—¿Qué pas-?
La pregunta quedó en aire al darse cuenta que estaban frente a las escaleras que subían al estadio de la Winter Cup. Un deja vú le recorrió el cuerpo en forma de un temblor que viajó desde sus piernas hasta su espalda, quedándose en la nuca.
La generación de milagros siempre causaría ese efecto en él.
Qué gracioso fue para Kuroko y Kagami tener de frente a los Aces de Yosen, Tōō, Kaijō y Shōtoku parados exactamente igual que el año pasado.
—¡Kurokocchi!
Kise, que dejó de hablar animadamente con Aomine, saludó al mencionado siendo seguido por el moreno. Murasakibara y Midorima solo asintieron, en un saludo tan animado que hasta Kagami se sonrojó.
¿Les cobraban por ser educados? Se preguntaba un Kagami que tampoco se dignó a saludar correctamente, menos mal nadie leía sus pensamientos.
—Oe, Tetsu —la sonrisa de Aomine se cambió a una de confusión y luego de burla al notar la presencia de Furihata —. Ah, el chihuahua.
Tan pronto lo mencionaron todas las cabelleras de colores exóticos se dirigieron a él. Furihata quería huir de ahí, como el año pasado. Y como el año pasado, sus piernas no le respondieron. Hasta sus amigos le miraron, como si no hubiera ido con ellos a la tienda.
Tal vez hubiera sentido el vibrar de su celular si sus piernas no fueran gelatina.
Murasakibara volteó a ver a Midorima y su objeto de la suerte, asintiendo al ver el pequeño peluche de zanahoria en sus manos. La mejilla de Kagami estaría a salvo, pero no la papa frita que se metía a la boca.
—Solo falta Akashicchi para que la reunión esté completa.
Soltó Kise junto con una risa, que fue acompañada por la de Aomine. Murasakibara alzó los hombros, divertido. Midorima soltó un bufido, intentando no reírse del pobre chico que temblaba frente a él.
—Kagami-kun está aprendiendo a no hacer comentarios innecesario.
Kuroko, recordando el ataque con las tijeras, se pegó al cuerpo del más alto después de soltar aquella burla. Kagami volteó a ver, visiblemente ofendido, al Aomine subió el volumen de su risa para burlarse de él.
—¿Qué hacen aquí? —desvió Kagami la conversación.
—Nos encontramos de pura casualidad —respondió Aomine, aun riéndose —. Esta vez Akashi ni se ha pronunciado en toda la mañana.
Furihata observó la conversación y esta vez pensó que hablaban como amigos, sin la tensión que tuvo que soportar el año pasado. Ahora sí la naturalidad de sus palabras combinaba con el ambiente.
Pero sus piernas aún temblaban.
No importaba qué tanto conversó con ellos en el cumpleaños de Kuroko, su sola presencia era intimidante. Convivir en una fiesta era diferente a esa situación, ¡en la fiesta había alcohol! Algo que liberaba sus personalidades un poco. No podía platicar con ellos tan animadamente como Kuroko lo hacía, ni siquiera por él.
—Oe, chihuahua —Aomine volvió a llamarle así, haciéndolo dejar el piso y enfocarse en él, volviendo a temblar —. ¿Estás bien? Esta vez Akashi no planeó esto, puedes estar tranquilo.
Y nuevamente todos le miraron, algunos divertidos—Aomine y Murasakibara— y otros algo preocupados de que se orinara encima—Kise y Midorima—. Kuroko le miró y le dio la sonrisa más cálida del mundo, como si le dijera que todo iba a estar bien.
—Cálmate, Furi, Akashi no está aquí.
Agradecía las palabras de Kagami, mas no la sonora risa de Aomine. Quizá estaba imaginando la reunión anterior, donde tembló de miedo y se quedó mudo y estático ante la presencia de Akashi Seijūrō.
Kagami le revolvió los castaños cabellos, con cariño.
—Oh, curioso.
Kagami solo tuvo que escuchar su voz para llevar su mano a la mejilla, cubrirla, mirar a Midorima y encontrar todavía el peluche de zanahoria en sus manos. Kuroko se pegó más a su luz y cubrió a Furihata con recelo, aunque sin saber por qué.
Aomine cesó la risa, y toda la generación milagrosa giró a su derecha.
Ahí, recién llegando a las escaleras, yacía el capitán de Rakuzan. Con su ya cortado flequillo y ambos ojos carmesí recordándoles a todos que la locura no formaba parte de su cuerpo. Con los ojos fijos en Kagami le hizo tener un escalofríos que apartó la mano de la cabellera castaño.
Definitivamente el ambiente no ayudaba en nada para relajar a los chicos de Seirin.
—Akashicchi, estábamos hablando de ti —titubeó Kise, pero de inmediato le sonrió a su antiguo capitán —. Lo que es el destino, ¿verdad? ¡Estamos todos reunidos como el año pasado!
La mirada de Akashi pasó por todos. De entre los aburridos movimientos de Murasakibara, la incomodidad de Aomine y la sonrisa brillante de Kise, deteniéndose en punto marrón detrás del dúo de Seirin. Kuroko, que ya se había apartado de Kagami y entendiendo que su sobreprotección en ambos era solo por el parecido de la escena, volvió a sentirse intimidado por lo que podría decirle—o hacerle—Akashi a Furihata.
Todavía recordaba al pequeño Furi casi llorar cuando los ojos heterocromáticos le miraron.
Sabía que el emperador ya no estaba ahí, pero…
—Cómo el año pasado, eh.
Siseó el pelirrojo y Furihata ya no temblaba, estaba en estado piedra, inmovilizado. Kagami le vio pálido, tenso, asustado. Kuroko pensó que las lágrimas se asomarían. Y los milagros rezaron porque aquello fuera rápido, que todos debían regresar con sus equipos para antes de las doce cuando Akashi bajó las escaleras despacio.
Las orbes carmesí del capitán se fijaron en los avellanas del amigo de Kuroko, seguramente disfrutando el terror que se establecía en ellos en el cuerpo cuya alma abandonó hace poco. El ambiente se volvió a poner tenso, no como antes, pero sí lo suficiente para que Aomine dejara de estar sentado y le tomara el brazo a Kise con preocupación.
¿Tendría que declarar mucho a la policía? La idea de irse en un descuido le sonó maravillosa.
—Akashi-kun.
Kuroko intentó bloquearle el paso. No sería capaz, no ese Akashi que él conocía. Quizá el emperador sí, en un intento de venganza por no irse cuando se lo pidió, pero el de ambos ojos carmesí era más pacífico.
Cuando Akashi hizo a Kuroko apartarse Kise le devolvió el agarre a Aomine. ¿Kasamatsu le pegaría por verse involucrado en un asesinato? Lo averiguarían.
Todos mantenían el aire. ¿Akashi sería capaz de hacerle algo al compañero de Kuroko? ¡Si todos recordaban que hasta brindaron juntos en aquella fiesta! Habría sido por amabilidad, pensaba Midorima, después de todo era alguien tan irrelevante que no se tomaría la molestia de formar un vínculo con él.
Akashi Seijūrō tenía estándares para sus amistades.
Volteó a ver a Aomine, él era una excepción.
Los pasos de Akashi se detuvieron al tenerlo de frente. Furihata no reaccionaba, estaba muerto en vida. Todo su cuerpo estaba tan estático que el pobrecito no sabía que estaba mirándole a los ojos a Akashi.
Midorima se compadeció del pequeño base.
Ni siquiera reaccionó cuando Akashi levantó ambos brazos y los movió a su dirección.
Kagami dio un paso hacía ellos para detener al pelirrojo, pero se quedó a medias ante lo que vio.
Akashi colocó sus palmas en las tostadas mejillas de Furihata y las acarició con ternura, con una sonrisa que los chicos a su espalda no podían apreciar. Furihata sonreía, sus ojos subían y bajaban entre los ajenos y sus labios.
El público soltó el aire de sus pulmones cuando Akashi jaló al chihuahua hacia él y le plantó el beso más apasionado del mundo.
Akashi le tomó de la cintura y Furihata subió los brazos a sus hombros, acercando ambos cuerpos con necesidad.
No se estaban besando lujuriosamente, pero Midorima tuvo que apartar la vista por la vergüenza. Tal vez sí era tan relevante para formar un vínculo con él.
Kagami miró confundido a Kuroko, éste solo le alzó los hombros cuando recobró la compostura. Tampoco sabía qué estaba pasando, pero era el que lucía más normal de todos.
Murasakibara dejó de comer sus papitas. Aomine y Kise se soltaron, intercalando miradas entre ellos y los jóvenes amantes. Midorima estaba mirando el horizonte que parecía más interesante, ¿cuándo pintaron esa pared de azul?
El beso apasionado se detuvo, después vinieron unos castos y cortos. Sonoros, para que todos ahí pudieran escuchar el choque de sus labios.
—Te extrañé —le susurró Akashi en sus labios. Le abrazó con más fuerza, ocultando su rostro entre su cuello. Olía a vainilla. Furihata pegó su mejilla a las hebras rojizas y se restregó, sintiendo su calor.
—Yo también, Sei.
¿¡SEI!? ¿¡El tipo que casi se orinaba en sus pantalones por cubrir a Akashi el año pasado llamaba por su nombre!? Eso era lo menos importante, todos los presentes—a excepción de Kuroko que ya lo había procesado y empezaba a relacionar las acciones del castaño anteriores a este momento—se preguntaban cuando fue que su ex capitán y el tembloroso jugador de Seirin comenzaron su relación.
Se miraba, como si pudieran contestarse telepáticamente. Ninguno tenía a respuesta.
Furihata, con su barbilla en el hombro de Akashi, dirigió su mirada a los demás y recordó que estaban en público. Especialmente frente a la generación de los milagros que tanto le intimidaban. Ahora, en vez de mirarle divertidos y riéndose por lo sucedido, lo observaban con una mezcla de confusión y sentido de pésame—más intenso en Kagami— que le perturbaba. Furihata les correspondía con un naciente rubor que le abarcó toda la cara,
Akashi sintió el temblar en su querido novio y se apartó, sin muchas ganas después de meses apartados. Volteó a sus compañeros quienes respingaron, tosieron y disimularon la situación. Kuroko de plano no fingió su enojo. ¿Por qué ninguno de los dos le había dicho algo?
Una mirada rápida a Kōki para apreciar su bello rostro lleno de esa tez rosa y habló.
—Me conmueve que todos podamos vernos así, pero hay algunos que están fuera de lugar aquí.
Furihata quiso reír, las muecas se hundieron en más confusión por las palabras de Akashi. Pero él, que revivía ese momento casi como un trauma y después con nostalgia, entendía a qué se refería.
Akashi le tomó la mano, le quitó la bolsa con las vendas y se la entregó a Kuroko. Después, reemplazó el lugar de la bolsa con su propia mano, apretando el agarre con ternura ante la atenta e entrometida mirada de sus ex compañeros.
Miró a cada uno, riéndose por dentro.
—Quiero hablar a solas con mi novio. Lo siento, pero nos retiraremos.
Un Furihata sonrojado pero entretenido le pidió a Kuroko decirle a la entrenadora que estaría a tiempo en los vestidores. Se lo pediría a Kagami, pero seguía en shock por la noticia y aún miraba el lugar donde estaba parado. Kuroko asintió.
Agarrados de la mano subieron las escaleras. Furihata ocultó su rostro en Akashi cuando pasaron a un lado de los otros milagros, él le miró divertido.
Una vez que la pareja abandonó el lugar sintieron que podían respirar.
—¿Cómo que el chihuahua es novio de Akashi?
Fue lo primero que se oyó en boca de Aomine. Él, quien le dio ese apodo tras verlo temblar frente al león de Rakuzan, era el más anonadado por la noticia. Tantas veces que se burló de él en su mente, ojalá Akashi no lo supiera.
Porque burlase de Furihata Kōki era una cosa, pero burlarse del novio de Akashi era otra mucho más seria.
—¡Kuroko!, ¡dime que no es cierto que nuestro Furi esté con ese loco!
—Kagami-kun, me lástimas —se quejó. Las manos de Kagami que lo zangoloteaban sin delicadeza alguna se apartaron de sus hombros. Le agarró con tanta fuerza que seguramente dejaría moretones en su frágil piel —. Akashi-kun no está loco, Furihata-kun no corre peligro con él.
Eso decía, pero no dejaba de ver con preocupación el camino donde desapareció la pareja. Era un mantra que se iba a repetir de hoy en adelante, al menos hasta que la seguridad de Furihata-kun estuviera en papel.
—¡Pero estaba espantado cuando llegó!
—Lo espantaban ustedes —respondió Kuroko a Kise, creando un berrinche en sus labios. El fantasma ahora entendía varias cosas.
—Mine-chin ya no podrá reírse de Furi-chin.
Aomine le miró tan feo que sus bolsa de papas tambaleó un poco. Ojalá se le cayeran.
—¡Tú también te reíste de él!
—No sé de qué hablas.
Murasakibara se gastó la energía para verlo en un encoger de hombros. ¿Qué se encontraría? ¿Al moreno enojado? Más le vale no volver a tener contacto con él y negar todo lo acontecido si no quería que Akashi le hiciera algo.
Después de todo aquel apodo lo puso Aomine.
Comió su papita, con la consciencia tranquila.
Midorima se acomodó sus gafas, la pared efectivamente era azul, y se encaminó de vuelta al recinto deportivo, ignorando la pelea unilateral de Aomine y Murasakibara.
—¿A dónde vas, Midorimacchi?
—Con mi equipo —respondió él, solo mirando a Kise por encima del hombro antes de continuar—, seguramente Takao está buscándome.
Y con eso se fue, dejando a todos en silencio.
—Nosotros también nos iremos, Aida-san nos está esperando.
Kuroko miró al anonadado Kagami, le tomó del brazo y lo jaló hacia la misma dirección de Midorima. En el camino tendría que contarle todas las veces en que Furihata hacía cosas extrañas y que ahora tenían sentido al ser novio de Akashi. A ver si así entendía siquiera un poco.
Y se hacía entender a él mismo.
—¿Y tú, Murasakibaracchi?
Preguntó otra vez Kise. Murasakibara también imitaba a Midorima y se encaminaba al recinto. El titán le enseñó la vacía bolsa antes de tirarla a la basura en el camino.
—Voy con Muro-chin por más papas.
Aomine y Kise intercambiaron miradas, una de confusión y otra de preocupación. Aomine se rascó la nuca con incomodidad—ojalá Akashi no oyera nada y Furihata sea hombre para quedarse callado— y bostezó.
—Bueno, te quedas solo. Iré a buscar a Ryō para que me de limones con miel —como su última cena antes de morir.
—¿Eh? ¡Aominecchi!
Pero el moreno ignoró los lloriqueos y le abandonó. Kise permaneció en la escalera un momento, mirando el número cinco en la espalda de su amigo. Todos se fueron a buscar a alguien. Bueno, Kurokocchi y Akashicchi se fueron acompañados de ahí.
Cómo si aquello no hubiera pasado…
—¡Tengo que contarle a senpai!
Y con eso las escaleras se quedaron vacías.
̈́
—No sabes el miedo que tenía…
Un par de besos se depositaron en su frente. Akashi después de un tiempo dejó de preguntarse por qué su novio mantenía ese temor a sus amigos si ya habían compartido mesa antes, en la fiesta de Kuroko. Para Akashi, aunque tuvieran habilidades y presencias asombrosas, no dejaban de ser chicos de su misma edad. Kōki no lo veía así y lo terminó de entender.
—Verás que no son tan malos como piensas —rio Akashi, acomodándole un mechón castaño de su frente. Furihata cerró los ojos uno segundos y resopló.
—Ahora no solo me verán con burla, sino también con lástima —refunfuñó, sacando una mueca en Akashi—, ¡han de pensar que sigues siendo el emperador de antes!
Akashi se permitió reír ante el comentario de su pareja. Tenía mucha razón en pensar en eso, pero solo le importaba lo que Kōki pensara de él. Le rodeó la cintura con los brazos y le pegó a él, dejando más besos castos en su boca.
—No los culpo si piensan así, la situación me pareció entretenida y tuve que seguir el juego —le miró con berrinche, pues un juego así lo podía esperar de cualquiera menos de él. Aunque Sei ya no le hiciera temblar de esa forma, también le pareció gracioso como terminó todo. Seijūrō a veces sí podía bromear.
—Tienes una gran memoria, dijiste lo mismo que la vez pasada —Akashi le alzó una ceja y le sonrió.
—¿Cómo no voy a recordar ese momento? Si ahí fue cuando te vi por primera vez —acercó su nariz a la contraria y la restregó con cariño. Sintió el calorcito de la piel de Kōki pegarle en las mejillas, o quizá era un rubor que se aparecía—. Es de las pocos recuerdos que dejó él antes de irse.
—Sei... —ahora fue Kōki quien le dio un beso, enternecido. Su novio tenía tan pocos recuerdos cuando era el de ojos bicolor que le pareció romántico saber que él dejó ese momento para Sei. Akashi correspondió devolviéndole uno más intenso, sumado a un apretón en su cintura. Después se apartó, sonriendo juguetón.
—¿Y tú por qué lo recuerdas tan bien?
—¿Quizá porque casi apuñalaste a Kagami? —la mirada juzgadora de Kōki le quitó la sonrisa de la cara. Se sintió ofendido, pero ante el naciente sonrojo del castaño omitió algún comentario —Pero, como tú dices, es el momento que nos conocimos y le guardo mucho cariño —se removió inquieto en la pena, cosa que le pareció adorable a Akashi—, aunque no pude dormir esa noche del miedo o después de intentar bloquearte…
Akashi soltó una risa, muchísimo más elegante que la de Aomine minutos atrás. A Furihata le encantaba que fuera más expresivo con él, permitiéndole conocer esa faceta divertida y jovial que todo chico de 16 años debería tener. Aunque fuera un millonario heredero.
Kōki le tomó el rostro con sus manos, Seijūrō se dejó llevar por el tacto cálido y amoroso del castaño. Con una de sus propias manos acarició el dorso hacia su boca y dejó un beso. Kōki vio maravillado lo hermoso que era su novio haciendo gestos tan caballerosos.
—Además —susurró Kōki, sin despegar sus almendrados ojos de los carmines—, en retrospectiva, te veías muy ardiente.
Furihata juró ver una hoguera encenderse en esos ojos antes de ser aprisionado en la pared. Menos mal estaban en la parte trasera del edificio y nadie vería lo que unos meses separados podían hacer en unos jóvenes hormonales como ellos.
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Kōki tecleó en su celular mientras salía de los vestidores de Seirin. Frente a él estaban Kagami y Kuroko, con el primero discutiendo solo y el segundo escuchando en automático.
Llegó a tiempo, como se lo prometió a Kuroko, después de arreglarse el uniforme y llevarse una reprimenda por no contestar sus mensajes. En cuanto puso un pie en los vestidores el pelirrojo lo atacó con preguntas, sin darle tiempo de respirar.
¿Cuándo había empezado? ¿Por qué no les dijo nada? ¿Él estaba bien? ¿Akashi se comportaba a la altura?
Y la que fue su favorita, pero muy esperada: ¿Estás siendo amenazado o chantajeado para salir con él?
Gracias a Dios Kuroko se lo quitó de encima, pidiéndole que no gritara. Suficiente tenía con Kagami para que el resto de Seirin se enterara.
Ahora iban en dirección a su primer partido cuando mandó un mensaje a Seijūrō.
"Te dije que se iba a volver loco. Me preguntó si me estabas amenazando."
Akashi le contestó de inmediato, tras anotar a Kagami junto con sus ex compañeros en la lista que hizo para hablar tranquilamente sobre esas bromas que escuchó hacia su Kōki.
"Si te amenace para hacerlo en el almacén eres libre de decírmelo, mi amor."
Sintió su cara arder tras leer el mensaje.
—¿Todo bien, Furi?
—¡T-Todo bien!
Kagami, con el ceño fruncido, vio a su pequeño Furi correr hacia Kawahara y Fukuda, uniéndose en la conversación con toda la intención de ignorarlo.
Un golpe de Kuroko lo detuvo de hostigarlo otra vez.