A Akashi Seijūrō le encanta la boca de Furihata Kōki.
Le encanta desde la primera vez que lo vio, aunque no fue consciente en el momento.
Cuando lo tuvo en frente en aquella reunión en las escaleras de la Winter Cup, su otro yo se encargó de dejarle claro que no lo requería ahí. Le pidió amablemente que se fuera, pero el chico solo atinó a ponerse a temblar y mirarle con esos ojos llenos de miedo.
Y su boca titubeó, en un fallido intento de hablar.
El emperador, arrogante como siempre, no notó que desde ahí empezó a interesarse en el chiquillo. Lo tuvo en su mente todo el día. Claro, él pensaba que un tipo común y corriente como el compañero de Kuroko se había atrevido a llevarle la contraria y eso no estaba bien. Debía doblegarse, como todos los debas, y acatar sus órdenes sin chistar.
En cambio, le desobedeció y se quedó ahí.
Luego la entrenadora de Seirin decidió ponerlo a bloquearlo. Coincidió con los demás en esa pregunta no hecha con palabras. ¿Cómo se atrevía a ponerle a él, el glorioso capitán de Rakuzan, un pequeño chihuahua tembloroso con la intención de cubrirle?
El número doce temblaba, sus pies no soportaban la presión y por eso cayó en las bancas en el tiempo muerto. Pobrecito.
Pobrecito él, el original, que desde el interior se compadecía del castaño que intentaba con todas sus fuerzas combatirlo. Y lo logró, en poca medida, pero lo hizo. Detuvo por segundos su dribleo y logró una brecha en el partido.
El emperador estaba disgustado, pues otra vez las cosas no salían como quería.
Pero el Akashi original, desde las sombras, sonreía orgulloso ante la escena.
Y es que no solo le impresionó la gran voluntad del base en potencia por lograr pisarle un poco los talones, sino que también pudo apreciar más de cerca esa preciosa boca que vio en las escaleras.
Esa que nuevamente titubeaba intentando decir que lo bloquearía, que con trabajó dejó salir un Espera antes de caer vergonzosamente en la cancha. El emperador lo miraría incrédulo, Akashi original con ternura.
Si al Akashi Seijūrō de Teiko le hubieran dicho que caería profundamente enamorado de un castaño miedoso se hubiera reído en su cara. Pero mirándolo desde la superficie nuevamente, ahí felicitando y llorando con sus superiores la victoria de Seirin con la sonrisa más hermosa del mundo, empezaba a considerar que no era tan mala idea.
Enamorarlo fue complicado, ya que Furihata seguía temblando al verlo aun después de regresar en sí. Ya no era el intimidante emperador de antes, pero con solo mirarlo en la puerta del departamento de Kagami se hizo gelatina.
Akashi agradeció el ambiente en la fiesta de Kuroko, pues acompañados lo milagros y Seirin el castaño se abrió a él. Conversaron toda la noche y al final, se intercambiaron teléfonos. Ahí mismo se enteró que su temblor se debía a lo que ciertas tijeras le causaron a su compañero, pero en palabras de Furihata ahora comprendía que al final de cuentas era un chico más de su edad.
Y eso a Akashi lo enamoró aún más.
Furihata, pese a ser muy tímido y con poca autoestima, se ponía serio cuando debía. A Akashi jamás le han gustado los perros desobedientes, pero por Kōki podía hacer una excepción.
Si Furihata veía algo mal, aun titubeando defendía la situación. No le gustaban las injusticias y pondría todo de sí para hacer el bien.
Le enternecía verlo hablar rápido cuando estaba nervioso, sorprendiéndose que entre tantas palabras ninguna se tropezara en esos labios carnosos. Le gustaba verlo sonreír por su afición por los trenes, aunque la primera vez que habló de eso tuvo que morderse sus labios para contenerse
Y Akashi le hubiera seguido el rollo, pues ver esos labios siendo mordidos por el dueño era una escena tan candente que podía ver todo el día, pero la emoción con la que hablaba era mejor. Sus mejillas se sonrojaban y sus ojos brillaban, y dejaba de ser ese chico tímido que lo enamoró en un principio para ser solo él: Furihata Kōki.
Y Kōki lo tenía tan enamorado que el primer beso se sintió mejor que todas sus victorias anteriores. Hasta el Emperador sonrió dentro de sí en gran satisfacción.
Besarlo siempre se sentía tan bien. Sus labios eran suaves y carnosos, con un sabor a avellanas caramelizadas adictivo. Kōki siempre apretaba primero los labios en un tierno piquito antes de abrirlos para recibir sus caricias, titubeando cada vez.
Era adorable la forma en que, cuando Kōki tenía ganas de uno, cerraba sus ojos y alzaba la apretada boca. Akashi, para molestar, preguntaba qué deseaba, llevándose un berrinche de su pequeño novio antes de besarlo con amor.
Kōki y su boca lo tenían en su poder, y el otro ni lo sabía.
Por que además de besos, Furihata hacía maravillas con la boca.
Le hablaba de una manera tan dulce que le derretía, su nombre salía en almohadas aterciopeladas cada que lo llamaba y cada que renegaba su masculina voz lo prendía.
Akashi pronto se encontró con la manía de su usar su pulgar para delinear sus labios.
Después de cada beso, pasaba el pulgar por los labios inferiores y los delineaba como si lápiz labial se tratara. A veces hundía el dedo en medio, sintiendo la humedad de la boca antes de que Furihata le preguntara qué hacía. O su nariz se paseaba deseoso de un beso en la punta, y Kōki le daría un beso esquimal en seguida.
Amaba la ternura de Kōki, pero también aquella pasión de la que se volvería adicto.
Cuando los besos con Kōki subían de escalón y le permitía recorrer cada parte de la boca con su lengua, Akashi no se resistía al calor. El cuerpo de Kōki era caliente por naturaleza y el suyo frío, por eso le gustaba tenerlo cerca, abrazarlo y sentir su cuerpo.
En besos Kōki lo abrazaba y acariciaba su cabello mientras le daba acceso a su boca. Cuando sus lenguas chocaban y comenzaban a juguetear en un intercambio de saliva Akashi lo tomaría en brazos y se lo colocaría debajo de su cuerpo, reposando en la cama.
Lo amaría y mimaría con todo el amor del mundo.
Bueno, eso haría en el comienzo de su relación, ahora más íntimos…
—S-Sei…
Kōki le llamó con esa voz ronca que le encantaba oír después de cada sesión de besos. Llevaban un rato encerrados en la habitación del pelirrojo solo compartiendo besos sentados sobre su cama, incluso para Akashi sentía que el tiempo era mucho en comparación a otros días donde solo con mirarlo lo tiraba a la cama.
Era diferente, Furihata había comenzado los besos y caricias que Akashi se dejó hacer gustoso.
Y le encantaba que él tomara la iniciativa, como el chihuahua desobediente que le permitió ser.
Kōki se había apartado para tomar aire, pero se quedó lo suficientemente cerca de su rostro para sentir la agitada respiración pegarle en sus propios labios. Kōki los rozaba, incitándolo a morderle para solo alejarse y dejarlo con las ganas.
Hacía eso cada vez que el que tenía ganas era el castaño.
Kōki le besó un par de veces más antes de arrodillarse frente a él. El Emperador en las sombras sonreía gustoso de esa escena, y era él mismo quien llevaba la diestra a la mejillas de Kōki para acariciarlas.
La fiera mirada achocolatada le observó, sonrojado se dejó acariciar por las frías manos de Akashi y él solo, sabiendo que era inevitable, llevó su boca a los dedos blanquecinos del pelirrojo e se introdujo el pulgar.
A Akashi le fascinaba hacerlo. Tomar el mentón con el pulgar aplastando la lengua, abriéndola para alcanzar ver la garganta. Furihata, por su parte, movió la lengua alrededor del dedo y lo llenó de saliva, en una escena tan erótica que el pantalón empezaba a apretarle.
El hilo de saliva que los conectaba después de sacar el pulgar era lo mejor.
Por que con esa saliva Furihata humedecería su miembro que en algún momento de la interacción anterior habría liberado. El castaño sopló la punta de la erección mientas que con sus calientes manos estimularía el falo.
Furihata haría maravillas con esa boca. Asustarse, gritar en pánico, reprocharle, regañarle, amarle y apoyarlo.
Pero la mejor de todas sería esa. Estar arrodillado frente a él, lamiendo su miembro de arriba abajo antes de engullirlo por completo en esa boca húmeda y caliente, sacándole un gemido ronco de la garganta.
Furihata metió su miembro por completo, Akashi juró sentir la garganta del mayor en su glande. Lo dejó ahí por unos segundos y después lo sacó, usó su lengua para delinear la extensión y detenerse en la punta para succionarla y lamerla.
Nuevamente lo engulló por segundos y Akashi gimió.
Furihata volvió a succionar el glande y, escuchando el quejido de Akashi sonrió. Esa sonrisa arrogante que Akashi solo podía ver en esas ocasiones, donde el castaño lo tenía a su completo merced por un simple oral. El cual Kōki hacía perfectamente bien.
Tomó el miembro de Akashi y con la mano se lo llevó a la lengua, golpeándola con la punta repetidamente. Akashi le mantuvo la achocolatada mirada y, cuando estaba a punto de sonreírle de vuelta, Kōki se metió el miembro por completo y empezó, sin reparos, el vaivén en su boca.
Akashi gimió tan alto y ronco, satisfaciendo los deseos obscenos de su novio. No importaba si era siendo adorable o ignorando su autoridad, le permitiría ser un cachorro desobediente ya que no sabe por qué, pero la boca de Kōki le vuelve loco en todos lo sentidos.