Capítulo 1. Robby
Sentado en aquel banco en medio del vestuario del parque de bomberos 41 de San Diego, a pocos minutos de empezar el que sería su primer turno como aspirante, Robby se tomó un momento para respirar hondo y, mientras echaba un vistazo a las fotos guardadas en su teléfono, se puso a rememorar los acontecimientos importantes acecidos en los tres últimos años que le habían llevado hasta allí.
El camino no había sido fácil.
Tres años atrás, Tory y él habían ganado el Sekai Taikai, ambos en el podio, como se prometieron. Pero representando a dojos distintos. Y con consecuencias muy diferentes para ambos.
Como ganadores del torneo, varios patrocinadores les ofrecieron becas de estudios, para poder seguir con el karate en la universidad, y un contrato para ser la imagen publicitaria de varios productos relacionados con ese deporte. Tory aceptó y, sin mirar atrás, se marchó becada a la universidad de Tampa, además de convertirse en la imagen oficial de una marca de nunchakus.
En cuanto a Robby, recibió inicialmente una oferta similar por parte de una marca de ropa deportiva especializada en artes marciales llamada Ronin, pero la alegría duró poco. Pocas semanas después, cuando ya de vuelta en Los Ángeles, el representante de Ronin le visitó y le explicó que, tras descubrir que Robby había pasado varios meses en el reformatorio, su empresa se veía obligada a retirar su oferta.
Johnny montó en cólera, evidentemente, y amenazó con demandarlos. Carmen, Miguel y Rosa también estaban presentes, y se mostraron realmente disgustados. Rosa incluso insultó gravemente al hombre, aunque lo hizo en español y este no se enteró demasiado.
Tras varios minutos de discusión acalorada, Robby los mandó callar a todos y se dirigió con calma al representante de Ronin, proponiéndole la siguiente solución: que, en su lugar, le dieran la beca a Miguel.
Todos se le quedaron mirando como si hubiera dicho una barbaridad, excepto el representante de Ronin. Si bien Miguel no había luchado en el torneo de capitanes del Sekai Taikai, su excelente actuación en el resto del torneo no había pasado desapercibida para nadie y menos para los patrocinadores. El hombre accedió casi de inmediato, y una nueva discusión, esta vez entre Carmen, Miguel y Robby, empezó. Inicialmente Carmen, que en ese momento estaba a punto de dar a luz, se negó en redondo a que Robby le cediera su beca a Miguel. Y Miguel tres cuartos de lo mismo. Pero Robby defendió muy bien sus argumentos: en primer lugar, Miguel de momento solo había conseguido una beca parcial para Stanford para estudiar Pre—Medicina, así que sin la beca de Ronin difícilmente cumpliría su sueño de ir a esa prestigiosa y cara universidad. En segundo lugar, Robby ni siquiera tenía la opción de ir a la universidad de momento, ya que aún le faltaban muchos créditos para graduarse del instituto. Y, en tercer lugar, había estado pensando mucho sobre su futuro y había tomado recientemente una decisión que aprovechó para comunicarles en ese momento: quería ser bombero.
Tras el shock inicial, y cuando los ánimos ya estaban más calmados, Robby esgrimió su último argumento: quería hacer esto por Miguel porque se lo debía.
El representante de Ronin no entendió a qué se refería, pero los demás sí. Hubo un momento de silencio solemne, hasta que Miguel lo rompió y le recordó a Robby que eso era agua pasada. Carmen dijo lo mismo.
Pero Robby insistió. Y nadie consiguió hacerle cambiar de idea sobre cederle la beca a Miguel.
Unos días después, Ronin y Miguel cerraron el trato, así que al terminar el verano Miguel podría irse a Stanford con todos los gastos pagados.
Aquel fue un verano de muchos cambios.
Tras la victoria de Robby en el Sekai Taikai como integrante del Miyagi-do, varios patrocinadores se interesaron por este inusual dojo e invirtieron mucho dinero, mucho más del que Johnny y Daniel habían soñado conseguir. Además, de vuelta en Los Ángeles hubo una avalancha de nuevos interesados e interesadas en unirse al flamante dojo ganador de un torneo a nivel mundial. El pequeño dojo ajardinado herencia del señor Miyagi se quedó rápidamente pequeño.
El dinero de los patrocinadores hizo posible que la pareja de senséis pusiera en marcha un nuevo Miyagi-do, ubicado en un gran local entre Encino y Reseda. Johnny pudo cumplir su sueño de convertirse en senséi a tiempo completo y vivir de ello. Daniel seguía trabajando en el concesionario por las mañanas, pero por las tardes ayudaba a Johnny con las clases, que era cuando había mayor afluencia de alumnos. Chozen en cambio decidió irse a vivir a Corea del Sur, aunque prometió regresar a California a menudo.
El nuevo dojo tenía tanto éxito y tan buenas expectativas, que Johnny decidió finalmente no alquilar una casa para la familia sino comprarla. Tras muchas semanas de búsqueda, encontró una bonita casa unifamiliar de cuatro habitaciones en Encino, no muy lejos del nuevo dojo.
En un principio Johnny y Carmen habían pensado que Miguel y Robby tuvieran cada uno su habitación, ya que el bebé que estaba por llegar dormiría de momento con ellos en la habitación principal, y que Rosa tuviera también su propia habitación, y si acaso cuando la bebé fuera más mayor, que compartiera habitación con su yaya. Pero Miguel y Robby lo hablaron entre ellos y decidieron que su hermana debería tener su propia habitación desde el principio, ya que ellos apenas tendrían que compartir habitación un verano, pues en septiembre Miguel se marcharía a Stanford.
Así pues, Miguel y Robby compartieron habitación todo el verano, lo que estrechó aún más su relación.
Por último, el cambio más importante fue el nacimiento de Sara.
A pesar del susto durante el Sekai Taikai, su hermana pequeña nació a término y completamente sana, y se convirtió en seguida en el júbilo de la familia. A Robby y a Miguel se les caía la baba con ella.
Aunque vaya pulmones tenía la chiquilla cuando lloraba.
A finales de agosto, Johnny y Carmen se casaron. Fue una ceremonia sencilla, en el ayuntamiento, con un pequeño banquete que Amanda insistió en celebrar en el jardín de la casa familiar de los Larusso. Su madre, Shannon, había asistido a la boda. Johnny y ella estaban por fin en buenos términos.
El verano terminó, y casi todos empezaron un nuevo camino.
Miguel se marchó a Stanford, y Dimitri al MIT.
El padre de Kenny fue destinado a Alaska, y él y su familia tuvieron que mudarse de nuevo, aunque seguían en contacto con él a través de las redes sociales.
Devon optó por estudiar Ciencias Políticas en la UCLA, pero dejó el karate y apenas usaba las redes sociales, así que poco a poco perdieron el contacto con ella.
En sustitución de Chozen, un tercer senséi en prácticas se unió al Miyagi-do: Halcón. El chico de la cresta, tras su decisión de no ir con Dimitri al MIT en Massachusetts, prefirió quedarse en Los Ángeles y estudiar ingeniería informática en Caltech. Y no solo ayudaba a Johnny y Daniel con las clases, sino que creó para ellos un programa de contabilidad (lo suficientemente fácil para que incluso Johnny aprendiera a manejarlo) y una app para los alumnos, e incluso se ocupaba a menudo de la recepción.
En cuanto a Sam, quien aún no tenía muy claro qué hacer en el futuro, decidió tomarse un año sabático antes de entrar en la universidad y viajar por el mundo. Esa decisión no sentó muy bien a Miguel, quien había esperado que Sam se fuera con él a Stanford.
Robby fue el único que al empezar septiembre tuvo que regresar al instituto. Pero estaba decidido a conseguir su objetivo de ser bombero, así que por primera vez en su vida se centró en los estudios, aunque sin dejar de lado el karate.
Como él y Halcón eran los únicos del grupo que se habían quedado en Encino, y además se veían a menudo en el nuevo dojo, su relación se estrechó y poco a poco se convirtieron en buenos amigos. Incluso se presentaron juntos a un examen oficial de cinturón negro primer dan que aprobaron sin dificultades.
Durante aquel curso, Miguel solo regresó a casa tres veces, por Acción de Gracias, por Navidad y por Pascua. Y en cada ocasión lució más agobiado que la anterior. Pre-Medicina no era nada fácil.
El esfuerzo de Robby con los estudios dio resultado. No solo consiguió graduarse, sino que también consiguió plaza en la academia regional de bomberos de Los Ángeles.
El verano siguiente volvió a traer cambios.
La relación a distancia entre Miguel y Sam terminó siendo demasiado difícil para ambos, y tras un año de verse poco y discusiones virtuales continuas, un nuevo ataque de celos de Miguel a causa de un joven islandés que Sam había conocido en Marruecos, hizo que esta optara por terminar la relación.
Dimitri regresó a Los Ángeles a pasar el verano acompañado de su nueva novia, una chica muy guapa y muy pelirroja llamada Sandy con los mismos gustos nerd que él. Pero al darse cuenta de que Halcón y Robby habían hecho tan buenas migas, Dimitri tuvo un ataque de celos fraternal que el paciente Halcón tardó varios días en sofocar.
Ninguno de los chicos vio a Sam ese verano, seguramente a causa de la reciente ruptura con Miguel. Pero se enteraron por Daniel de que la joven había dado por concluido su viaje alrededor del mundo y que había conseguido plaza en Yale.
El verano terminó. Los universitarios marcharon nuevamente a sus universidades, y Robby empezó por fin sus estudios en la academia de bomberos.
La academia fue dura, más de lo que se esperaba. Pero Robby no se rindió. Y no solo se sacó en un año el título de bombero, sino que el curso siguiente también se sacó otros títulos que podían ayudarle a conseguir trabajo pronto, tales como el título de paramédico, entre otros.
Y vaya si consiguió trabajo pronto, aunque no en Los Ángeles como él quería, sino en San Diego.
Al principio se había sentido un poco reacio a mudarse al sur de California, donde no conocía a nadie. Vivir con Johnny, Carmen, Rosa y Sara no había estado nada mal, la verdad. Robby se había pasado los primeros dieciséis años de su vida prácticamente viviendo solo, con un padre ausente y una madre alcohólica, y pasar de eso a convivir con una familia de cinco miembros (seis cuando estaba Miguel), había sido un gran cambio, pero uno bueno.
Ahora tenía que apañárselas nuevamente solo, en un pequeño apartamento de una habitación ubicado en el barrio de East Village, en pleno centro neurálgico de la ciudad, y a pocos minutos andando del parque 41.
—Ey, chaval. Keene, ¿verdad?
Robby alzó la vista. Un bombero de mediana edad, con el pelo corto y cano, le miraba con expresión divertida.
—Así es. —Robby se levantó, dejó el teléfono en su taquilla, y ofreció su mano al hombre—. Soy Robby Keene. El nuevo aspirante del primer turno.
El veterano bombero le estrechó la mano con fuerza.
—Yo soy Sexton. Bienvenido al primer turno del Parque 41.
—Gracias.
—Has llegado pronto.
—Bueno, es mi primer día. Hay que causar buena impresión.
Sexton sonrió.
—Esa es la actitud. Bueno, ¿quieres que te enseñe el parque? ¿O ya lo conoces?
—El jefe Peterson me mostró las instalaciones la semana pasada.
—Bien, entonces podemos ir a la cocina a desayunar directamente mientras esperamos a que llegue el resto del equipo, ahora que aún hay donuts. Porque en cuanto llegue Connery, olvídate. El muy glotón se los zampa todos.
Robby sonrió. Sexton parecía un buen tipo. Cerró su taquilla y siguió al hombre hasta la cocina.
La cocina del Parque 41 no era solo una cocina. La cocina solo ocupaba una pequeña parte de la gran sala. La mayor parte de la estancia estaba ocupada por sofás, mesas y sillas, y también un enorme televisor.
Poco a poco el resto de integrantes del turno de día fueron apareciendo. Sexton le presentó a todos: a Connery, a Geigerman, a Clarke, a Reynolds… Robby ya no podía recordar más nombres. Pero había un nombre que aún no había sido mencionado, el único que Robby conocía de antemano.
—¿Y el teniente Powell?
—Oh, estará por llegar.
Robby no pudo evitar sentir algo de nervios ante la inminente llegada del que iba a ser su superior más directo. El jefe Peterson le había hablado maravillas de él.
Jason Powell era veterano de guerra, y tras dejar el ejército se había reconvertido en bombero. Ascendió a teniente con tan solo 29 años, convirtiéndose en el teniente más joven de toda Baja California. De eso hacía ya seis años, así que tenía en ese momento 35 años.
—Mira, ahí lo tienes.
Un hombre alto, de constitución fuerte pero delgada, con el cabello rubio oscuro un poco largo y despeinado y barba de dos días entró por la puerta de la cocina con las manos en los bolsillos.
Se detuvo justo frente a Robby y le obsequió con una sonrisa que al chico le pareció algo burlona.
—El nuevo aspirante, ¿verdad?
A esa distancia, pudo distinguir que el teniente tenía los ojos del azul más claro que había visto en su vida.
Robby tragó saliva.
Maldita sea. Eso no se lo esperaba.
Fin del capítulo 1