Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Rastros de Sangre por outsider

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

lamento la demora ^__^ pero recién termine mis examenes en la universidad... espero tener el capitulo 3 listo muy prontooooo

ojala y les guste ^_^ haganmelo saber!

La noche era clara. No había nubes y la luna brillaba como nunca. Su cuerpo estaba exhausto. Se había alimentado de un manzano que encontró en el camino mientras escapaba. Perdió la cuenta después de la décima manzana que engullía. Un río cercano le sirvió de fuente líquida para re-hidratarse.

 

Cuando se supo lo suficientemente lejos del castillo inglés, buscó hojas y hierbas para curar sus heridas. Bañó su cuerpo con cuidado, quitándose con delicadeza sus ropas, que en realidad, sólo era un pantalón a punto de deshacerse. Se sentó a orillas del río a oscuras y procedió a untar las hierbas húmedas sobre las heridas. Una mueca de dolor cruzó su rostro. No había notado lo adolorido que estaba. La adrenalina recién comenzaba a normalizarse, así que de seguro le esperaba mucho más dolor durante el paso de la noche. Colocó hojas limpias sobre la manzanilla que cubría las heridas. De ese modo, tardarían menos en curar. Se recostó contra el árbol y cerró los ojos. En un instante estuvo profundamente dormido.

 

Los primeros rayos del sol bañaron su pálido rostro, obligándolo a despertar. Estiró su cuerpo molesto, no había logrado descansar absolutamente nada. El cuerpo le dolía por tantos lados que ya no podía identificar un lugar específico.

 

Recorrió el lugar buscando por algún tipo de amenaza. Siendo espía sabía perfectamente que él mismo podría estar siendo espiado por alguien. Su ocupación era una de las más odiadas y perseguidas.

 

Ahora su problema era que su rostro había sido descubierto y dentro de las reglas del espionaje, la más importante es que JAMÁS se debe dejar ser visto ejerciendo el espionaje, ni mucho menos reconocido. Su labor ahora era matar a aquellos que habían asimilado su rostro al espionaje. Su nación y su propia vida corrían un serio riesgo. Su propio rey podría disponer de su vida si se ve envuelto en otra lid con los ingleses. Debía encontrar al Sir del calabozo. Blackmore había oído que era su nombre. Sin duda lo había seguido hasta quedar muy cerca de su posición. Debía adelantársele, dejarle pistas que lo guíen hasta un lugar donde pudiese matarlo sin dejar rastro alguno de se desaparición.

 

Se puso de pie y retiró las hojas de su cuerpo. Las heridas se veían mucho mejor ahora, podría avanzar sin más problemas que sus adoloridos músculos. Debía llegar antes que el inglés al pueblo de Lancot. Obtendría ropas, alimento e información sobre los alrededores, así sabría a donde guiar al caballero.

 

Se puso en camino lo más rápido que podía su cuerpo. El sol ya alumbraba bastante y sin lugar a dudas Blackmore ya habría despertado para recomenzar su búsqueda. En una bolsa improvisada metió varias manzanas y viajó siguiendo la rivera del río. Necesitaría agua y, además, los pueblos tendían a sitiarse cerca de los ríos para su subsistencia.

 

¡Había sido tan estúpida la forma en que lo habían capturado! La curiosidad era uno de los requisitos de su profesión, sin ella, no podría ver cosas que los demás no ven y que hacen muy rentable al espía. Pero esta vez, la curiosidad sí mató al gato. Él sabía que no podría entrar a las tiendas inglesas a la luz del día, los francotiradores lo verían al instante, pero debía oir la conversación entre los altos mandos del campamento, las instrucciones, órdenes del rey, quizás el plan de emboscada a las tropas españolas, o incluso una trampa a sus propios aliados franceses... ¡Maldita rama en el camino! Iba perfecto hasta ese ínfimo y estúpido detalle, resultaba hasta increíble pensar que un espía tan entrenado y bueno en lo que hacía, fallara de ese modo.

 

Hasta que no resolviera este problema, sería un ser apátrida. España no reconocería su existencia y sería exiliado de todos los países en los que se supiera de su existencia y su ocupación. Su única ventaja era que era el único modo de estar por sobre la ley. Podría matarlo sin problemas y en el más absoluto sigilo sin que nadie pudiese hacer nada, así volvería a casa de una vez por todas.

 

Casa… que lugar más hermoso… Su mente voló a España, al pequeño pueblo de Caleña, rodeado de hermosos bosques y riachuelos, lejos de las grandes ciudades, donde sólo unas 50 personas se relacionaban para generar lo básico que necesitaban y vivir cómodamente. A pesar de todo, debía admitir que amaba ese estilo de vida, todo era pacífico, las familias se unían todas casando a sus hijas con algún vecino, todo el pueblo era, literalmente, una gran familia. Todo era paz allí… al menos hasta que llegaron los enviados del rey reclutando a todos los jóvenes mayores de 16 años para defender la nación. Físicamente, estaba remitido a trabajos de inteligencia, eso gracias a la lesión en su hombro luego de caer desde un caballo y que éste lo pisara. Una luxación de hombro derecho expuesta, no es una lesión que te permita tomar una espada y utilizarla contra los franceses.

 

Se llevó la mano izquierda al hombro derecho. Recorrió con la punta de sus dedos la cicatriz que le había dejado ese evento en su vida. Lo recordaba claramente, a pesar de que ya había pasado casi 15 años. Comenzó su entrenamiento como espía luego de que el ejército lo rechazara. No sería el único que regresara a casa bajo una humillación de ese calibre. Solicitó una y otra vez poder entrar a inteligencias, pero gracias a su procedencia campestre, asumían que no sería lo suficientemente “inteligente”, hasta que gracias a que un espacio quedó disponible y no había nadie más de reemplazo, no tuvieron más opción que ficharlo. Era su momento, y lo aprovechó al máximo. Sus aptitudes de observación y sigilo resaltaban por sobre el resto de su sección y le ganó la opción de entrenarse como espía, un año después, ya era catalogado como el mejor.

 

Había dejado su hogar a los 20 años para integrarse al ejército de la corona española y 4 años después había logrado ser un miembro importante. No había opción de regresar a casa humillado ahora, sin duda regresaría a casa casi como un héroe de guerra.

 

Inhaló lo más profundo que le dieron los pulmones. En sus ojos había un brillo de ira. Volvería a casa… y lo haría como héroe, aunque le costara la vida del caballero inglés y de cuantos estuviesen involucrados.

 

No supo en realidad cuanto tiempo había estado caminando antes de divisar a lo lejos unas cabañas. El pueblo no estaba tan lejos como había pensado. El sol aún alumbraba fuertemente, no debía ser más allá de las 3 de la tarde. Desaceleró su paso. El poblado estaba cerca y no debía ser visto. Al menos no vestido como estaba.

 

Se acercó a las casitas más cercanas a él sigilosamente. Afuera de éstas, había ropa tendida ondeando bajo la brisa que recorría los campos. Era perfecto. Se aseguró de la ausencia de personas por los alrededores, aunque estaba seguro de que dentro de las casas sí estarían los moradores.

 

Una camisa muy sencilla, unos pantalones campestres y unos zapatos que estaban sobre una mesita lo ayudaban a pasar completamente desapercibido como uno de ellos. Sólo faltaba un detalle en su disfraz.

 

Se acercó al río, alejándose lo suficiente de las moradas, para evitar encuentros con los dueños de aquellas vestimentas. Hurgó en las orillas del río por trocitos de carbón. Sin duda deberían existir. Y estaba en lo cierto.

 

Tomó los pantalones que llevara puestos desde que salió del castillo y colocó los trozos de carbón tapándolos. Refregó las manos contra la tela e hizo polvo la madera quemada. Levantó una ceja al ver la cantidad obtenida y no convencido, recogió un poco más y reanudó su labor. Una vez tuvo lo suficiente, recogió un poco de barro de la orilla del río. Le quito lo más que pudo del exceso de agua y lo mezcló con el polvo de carbón. La pasta resultante era muy densa y negra. La tomó de a poco y se la restregó en el pelo, frotando fuertemente su cabellera con la pasta, para que se impregnase el color. Sintió como el cuero cabelludo le empezaba a dar escozor, efecto de los residuos en el barro. Continuó hasta que ya no quedaba pasta en los pantalones y sus manos ya comenzaban a cansarse de tanto tiempo en su cabeza.

 

Aún desnudo, se acercó a las orillas del río y se inclinó para lavar sus cabellos. El agua corría gélida, provocando que su cuerpo se estremeciera bajo el frío toque. Le costó comenzar, no era su costumbre tomar duchas tan heladas.

 

Pasaron un par de minutos antes de que saliera de un salto del río. Ya no sentía sus pies. Se sentó en el suelo frotando con sus manos la piel congelada, mientras observaba como el agua negra terminaba por disiparse con la corriente. La sangre volvía a fluir en sus piernas, recuperando el calor. Tomó las ropas y se vistió con rapidez. Calzaban perfectamente. Cubrían todas las cicatrices y magulladuras en su cuerpo, además, su cabello ahora negro le hacía ver mucho más guapo a su parecer. No pudo evitar soltar una carcajada sonora frente a su imagen.

 

Tomó su bolsa con alimentos y se deshizo de los pantalones rotos, lanzándolo al río. Debía ponerse en marcha y llegar a Lancot.

 

Se dirigió al camino que pasaba por el lado del conjunto de casas y vio a una joven con una canasta cruzando la vía. Sonrío y se acercó a la chica

 

-Señorita- la niña lo miró y el español noto el rubor que se intensificaba entre sus mejillas llenas de pecas-, ¿podría indicar el camino hacia Lancot?- una sonrisa blanca surcó su rostro, sonrojando aún más a la muchacha. La chica sostuvo con una sola mano la canasta y apuntó al camino detrás del español, él siguió con la vista la indicación. Se volvió a mirarla. –Ha sido muy amable- hizo un ademán de reverencia y procedió a alejarse.

 

-Tal vez…- una voz sutil y entrecortada sonó en su espalda, el espía se volteó-, tal vez deba darse prisa, el festival comienza mañana a medio día- la observó con la interrogante cruzando sus ojos. La niña sonrió. –El festival de la lluvia. Las hojas ya están comenzando a marchitarse y siempre se realiza un festival para llamar a la lluvia y las re-hidrate para no perder las plantaciones. Es una antigua tradición. No es siempre efectiva, pero alegra a la gente del pueblo-, La sonrisa de la joven se hizo más amplia. ¿Un festival?, al parecer la suerte comenzaba a ponerse de su lado.-Gracias-, el espía le devolvía la sonrisa y volvía a ponerse en camino-, apuraré mi andar.

 

-No olvide su máscara- le oyó decir a lo lejos, pero la chica ya no estaba. ¿Un festival de máscaras? Esto se ponía cada vez mejor. Una ladeada sonrisa cruzó su rostro. Casi podía sentir el sabor de su victoria.

 

Tomó el camino indicado por la niña, el sendero se abría entre medio de frondosos árboles y arbustos. Las plantaciones se veían un tanto secas y los hombres trabajaban limpiando la maleza que crecía. Sus piernas aún se sentían un poco adormecidas por los esfuerzos hechos al escapar del calabozo. ¿Dónde conseguiría una máscara?, además, necesitaría ropa adecuada a un festival. Debía mezclarse y pasar desapercibido. Tomó unas frutas y las llevó a su boca, a la vez que observaba a su alrededor buscando alguna idea. Sin embargo, el sonido de un galope le hizo hacerse a un lado de un salto y esconderse tras unos arbustos. Al parecer, Blackmore había logrado seguir su pista.

 

Agudizó su vista lo más que pudo. Era sólo 1 jinete, y al menos de lejos su contextura no parecía ser la de Blackmore. Sus ropas eran algo graciosas y parecían cómodas. Miró la bolsa con frutas y su mente urdió rápidamente una seguidilla de ideas.

 

Sigilosamente se puso de pie y lanzó varias frutas al camino. Sin duda el caballo se detendría a coger alguna gracias a la muy lenta velocidad que llevaba. El español se escondió tras un árbol observando los movimientos del caballo y del jinete. Sabía que con un rápido movimiento podría tomar en posesión la ropa del tipo y su caballo. Sólo necesitaría un rápido movimiento. Estiró y apretó los dedos de sus manos una y otra vez. Sus nudillos estaban tensos formando sus puños. Sólo un poco más.

 

Tal como lo planeó. El caballo se detuvo a coger la fruta y el jinete se distrajo intentando obligarlo a andar. Era el instante de distracción que el español necesitaba para derribarlo del caballo y romper su cuello para evitar la riña y causar ruido que atrajera espectadores indeseados. El equino sólo se dedicó a comer la fruta que se le ofrecía en el suelo.

 

Su oído se agudizó otra vez, el cabello en su nuca se erizó al sentir un nuevo galope, ahora más rápido. Ese sí debía ser Blackmore, -Maldita sea!!- gruñó entre dientes arrastrando el cuerpo del jinete detrás de unos matorrales frondosos. Si alguien veía lo que acababa de ocurrir, se metería en muchos problemas. Se apresuró a deshacerse de la ropa que había estado usando y acomodarse la que recién había adquirido. Se aprestó a subirse al caballo.

 

- Jinete!- al espía se le apretó el estómago, debía pensar en algo deprisa. Aquella voz profunda era sin duda la del caballero inglés. Estaba agachado al lado del caballo, con una rodilla en el suelo de espaldas al inglés. No podía pensar!

 

-Jinete!- su voz era más demandante. Lo sintió descender del caballo de un salto. Sus músculos estaban tensos. Si lo descubría, era su fin, él no contaba con ninguna arma a diferencia del caballero que portaba su espada. –Oiga!- sintió la mano grande abarcar su hombro. Su mente se iluminó.

 

El español perdió el equilibrio como si el toque del inglés lo hubiese espantado de la sorpresa, buscó una fruta y se la ofreció evitando que Ian viera sus ojos.

 

El inglés se sorprendió de la reacción del campesino, parecía asustado y le ofrecía una fruta. ¿Acaso creería que pretendía robarle?, levantó una ceja sin comprender, -¿Se encuentra bien?- le tendió una mano para ayudarlo a levantarse, pero el español no cambiaba su posición, Ian lo notó temblar. Apoyó una rodilla en el suelo y tomó una fruta de las que aún estaban regadas. Se la ofreció. –No le haré daño-

 

El español retrocedió y lo miró casi tímidamente, sabía que arriesgaba muchísimo al dejar que viera sus ojos, pero no podría evitarlo por mucho tiempo, mucho menos con el plan que había maquinado.

 

Ian se sorprendió, los ojos grises del campesino se le hacían demasiado conocidos, casi podría asegurar que era el español, sin embargo, su cabello era negro y el espía era rubio. Sus facciones le indicaban lo mismo. El aire entre ambos casi podía cortarse con un cuchillo. Los ojos de Ian se angostaron analizando su rostro como si lo hiciera con una lupa. El español lo notó.

 

Aún con mirada asustada, llevó las manos frente al rostro de ambos y comenzó a hacer señas como si tratara de comunicarse. El inglés encajó en lo que ocurría. El campesino era sordomudo!. El propio caballero levantó sus manos tratando de señalarle que no le haría daño. Se puso de pie y le ofreció ayuda a levantarse. El español aceptó y estuvieron frente a frente. Ian notó que medían casi lo mismo. ¿Sería mera coincidencia?. Su rostro estaba tenso, sus miradas eran distintas, el tipo que tenía en frente parecía un ciervo asustado, el espía del calabozo tenía una mirada penetrante y agresiva, y esos no son rasgos fáciles de ocultar, mucho menos frente a quien te persigue. Se sentía confundido.

 

El español sabía que había logrado despistar al inglés, al menos por ahora. La ropa suelta que estaba usando le ayudaba también a despistar datos sobre su cuerpo, que el inglés ya había visto en la prisión. Si lograba ver una de sus cicatrices de las torturas, estaría perdido. Nunca creyó que haber aprendido el lenguaje a señas le ayudaría alguna vez, pero ahora era lo mejor que jamás habría podrido aprender.

 

Continuó haciendo señas frente al rostro del caballero. Ian no conocía el lenguaje, pero por la rapidez y desesperación de las señas y el susto en el rostro del campesino, podía deducir que intentaba decirle que él no estaba haciendo nada malo, que sólo recogía las frutas que habían caído del caballo. Necesitaba saber si iba por el camino correcto a Lancot.

 

Ian le indicó con sus manos que detuviera su comunicación y escribió en la tierra bajo sus pies “Lancot?”. El espía se hizo el sorprendido y con una sonrisa le indicó que debía seguir el camino por el que iba. Una vez más, el caballero se puso de pie. Sus movimientos eran gráciles, casi como si se tratara de una gacela. Al español le sorprendió que alguien así se moviera tan sutilmente.

 

El inglés inclinó su cabeza en forma de agradecimiento y el español llevó el dedo índice y el mayor a la sien derecha, en señal de despedida. De un salto Ian ya estaba listo para reanudar la búsqueda del espía. No tendría sentido preguntarle al campesino si había visto al tipo que buscaba, ya le había sido complicado comunicarse con él.

 

El espía lo vio alejarse. Resoplando dejó caer su peso sobre el caballo que aún permanecía allí, una agotada carcajada se escapó de su garganta, eso había estado cerca… muy cerca. Ahora tendría que correr a Lancot, tendría que mantenerse lejos del sendero para evitar encontrarse con Blackmore otra vez. Idiota… podría haberlo enviado en la dirección incorrecta. Volvió a reír –sólo perdería lo entretenido la situación, es mejor así-, se montó en el caballo, devorando una de las frutas. Menos mal que no se había percatado del cuerpo del jinete arrojado entre los arbustos.

 

Se internó en el bosque tratando de no perder de vista el sendero, pero sin dejar ser visto ni oído. Tenía que sobrepasar al inglés y adelantársele en Lancot. En su mente, su perfecto plan estaba listo. Blackmore estaría muerto frente a sus pies en menos de 48 horas.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).