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Notas Discordantes por Sorgin

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Notas del capitulo: Este capítulo se lo dedico a Kattya que me aviso de los problemas que hubo con el primero. Muchas gracias.

Dicen que en los lugares donde viven un sin número de personas durante varios meses seguidos es imposible esconder secretos, aunque también hay rumores que se dispersan y no tienen sentido. Para desgracia de los merodeadores este no era uno de ellos.

 

Entraron en la enfermería aún sin aliento. Remus Lupin llevaba la camisa medio desabrochada y el nudo de la corbata sin ajustar. Su cabello ceniza aún estaba húmedo por la ducha. Tras él Sirius Black con el cabello revuelto y pantalones de pijama, ajustados a sus piernas porque no llevaba ropa interior, traía de la mano a Peter Pettigrew que no dejaba de sollozar. Los tres entraron sin pedir permiso, sin mucho cuidado apartaron a la enfermera y a varios profesores.

 

-Aún no pueden verle.- Advirtió McGonagall, pero Lupin la hizo a un lado con innecesaria fuerza. Por un segundo la mujer estuvo a punto de quitarle unos puntos a su casa; sin embargo y al ver los ojos enrojecidos y los rostros serios de los muchachos prefirió callar.

 

-¿Quién fue?- La cólera de Sirius provocó que su voz temblará.

 

-Aún no lo sabemos.- Contesto con sinceridad el director del colegio.- Hemos tratado de extraer el recuerdo de la mente del señor Potter pero no ha sido posible.

 

-¿Cómo qué no ha sido posible?- Los ojos azabaches brillaron y Dumblendor creyó haber visto como los incisivos del muchacho crecían.

 

-Verás joven Black, solo es posible retirar un recuerdo de la mente de una persona si esta te lo consiente.

 

-Pero esta inconsciente, ¿no debería ser más fácil?- El hombre de barba blanca le miro por encima de sus gafas de media luna.

 

-Lo reprime.- Contestó el de cabellos cenizas por él. Sirius desvió su mirada de éste al enfermo y viceversa. Por un instante solo se escucharon los sollozos del más pequeño del grupo.

 

-¡Es todo culpa mía!- Grito.- El me dijo que le dejará que me marchara a la habitación.- Estaba fuera de sí.- Y yo fui tan estúpido que lo hice. No debí dejarlo.- El pelinegro le abofeteó y el muchacho calló para abrazarse a él.

 

-Basta Peter no es culpa tuya.- Trato de consolarle.- Todos habríamos hecho lo mismo.- Lupin asintió dedicándole una triste mirada. Pero era cierto, cuantas veces antes James había desaparecido y vuelto sin un rasguño y con una radiante sonrisa en los labios. ¿Porque debía de ser esa noche diferente a otras?

 

-Muchachos, ¿sabéis de alguien que desearía algún mal al señor Potter?, ¿alguien con quien recientemente haya discutido?- Sirius no pudo evitar reír.

 

-A parte de todo Slytherin.- Y recalco el todo.- Nadie en particular.- Los tres adolescente hablaron a la vez, lo cual solo significaba que deberían vigilarles de cerca para saber que estaban ocultando. Porque cuando se quiere buscar justicia de forma personal siempre hay daños colaterales.

 

-¿Quién le encontró?- Pregunto el licántropo. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para que su voz no temblara.

 

-Eso no os importa.- Sentencio la profesora de trasformaciones. Black alzo una ceja y Lupin fingió no haber escuchado.

 

-¿Porqué no?

 

-Es información reservada.- El rostro de la mujer permaneció impasible.- Podrán faltar a las clases del Lunes.- Anunció.- Y ahora señor Black haga el favor de volver al dormitorio para ponerse algo decente encima.

 

La señora Pomfey les acompañó a la entrada de la enfermería asegurándoles que no tenían nada de lo que preocuparse. Su compañero se repondría sin problemas y en pocos días volvería a estar con ellos dispuesto a meterse en líos. El rubicundo le dedico una triste sonrisa y tomo del brazo a sus dos compañeros para dejar el lugar. El mayor de los Black le siguió sin objeciones para sorpresa de los profesores, mientras Peter aseguraba que volvería en cuanto abrieran.

 

-¿Crees que saben algo Albus?- Pregunto Minerva.

 

-¿Saber?, lo dudo.- Contesto el hombre con resignación.- Pero sospechan. Y eso es aún peor. Que no se den detalles del suceso.-Ordeno.- Prefiero que sigan creyendo que solo ha sido una paliza. Quien sabe de lo que serán capaces si descubren que su amigo…- le falló la voz y solo pudo revolver el cabello del herido.- Solo una paliza.- Repitió para auto convencerse.

 

Los merodeadores atravesaron el pasillo dispuestos a regresar a su habitación. Lupin se retiro la corbata y la guardo en el bolsillo. No se molesto en acabar de adecentarse, no tenía tiempo para eso. Apreto con suavidad el hombro de Pettigrew para devolverle a la realidad y con una sonrisa le pidió que se acercara al gran comedor para traerles algo de desayunar a la habitación. Un no muy convencido Peter acepto y les dejo frente al retrato de la señora gorda.

 

En silencio y sin prestar atención a sus compañeros de casa atravesaron la sala común hasta su habitación. Al llegar Sirius salto sobre su cama y saco un paquete de cigarrillos. No tardo en prenderlo y empezar a fumar. Ese sabor, o el de Lupin, era lo único que podía calmar sus nervios e impedir que arrojara maldiciones imperdonables a diestro y siniestro. Un rápido vistazo le hizo saber que no era el momento para ideal para proponerle algo personal a su compañero. Faltaban dos días para el plenilunio y el hombre lobo estaba demasiado nervioso. Por supuesto el reciente suceso habría acabado con su poca paciencia.

 

Remus comenzó a hacer la cama, pero sus manos no dejaban de temblar entorpeciéndole el trabajo. Arrojó contra la pared la almohada, seguido por la colcha, las sábanas y el colchón. Estaba furioso y necesitaba descargar la ira contra cualquier cosa. Sirius le contemplo en silencio con una media sonrisa. A menudo solían castigarle por sus violentas reacciones, pero en aquel momento era el pacífico y estudiante modelo Remus Lupin quien destrozaba la habitación.

 

-Eh loco.- Le llamó.- La habitación no tiene la culpa.- Rió al recordar cuantas veces había escuchado esas palabras, solo que a la inversa.

 

-Lo has visto, ¿verdad?- El dorado y el negro se fundieron en el mutuo entendimiento.- Nos ha tratado como a críos. ¿Qué pensaba qué no nos daríamos cuenta?

 

-Supongo que con Peter funciono.- Suspiro apagando la colilla de su cigarro.

 

-Peter es un crío.- Bufó nervioso para acto seguido ponerse a llorar.- ¿Cómo alguien ha podido hacer semejante cosa?- Se dejó caer con pesadez en el suelo. Desde la cama Sirius le contemplo en silencio no encontraba las palabras adecuadas para el consuelo.

 

-Note preocupes.- Dijo al cabo de unos segundos.- Todo saldrá bien.- Se arrodillo frente a él en el suelo y le abrazo.- Te lo prometo.- Seco con sus dedos las cristalinas lágrimas que surcaban las mejillas del joven y le dio un suave beso en los labios.

 

Los pasos de Peter se oyeron en la escalera y ambos se separaron mientras Remus susurraba un hechizo. Cuando el ratón abrió la puerta toda la habitación estaba impoluta. Sirius en el alfeizar con la ventana abierta fumaba con temerosa calma y Lupin acababa de peinarse. Le dirigieron una serena sonrisa y se encaminaron a la sala común.

 

Comieron con desgana y en silencio. Después como ya amenazo Peter regresó a la enfermería para asegurarse de que su compañero recibiera los mejores tratamientos. Sirius y Remus se quedaron un par de segundos más y bajaron también. Se despidieron en las escaleras con un gesto de cabeza y el más alto se dirigió hacía el campo de quiddich. Algunos de sus compañeros de equipo estaban allí, en un corro. Extrañado se acercó hasta el lugar, para contemplar como dos mujeres, varita en mano, discutían acaloradamente.

 

La melena castaña rojiza de Lily Evans ondeó con la brisa mientas apuntaba a su oponente. A Sirius no le costó reconocer a la otra mujer vestida de negro, verde y plata. Su melena negra estaba sujeta con un alfiler de plata en forma de serpiente y en su mandíbula cuadrada pudo ver la sonrisa de satisfacción.

 

-¡Basta ya Bellatrix!.- La gryffindor iba a lanzar un hechizo cuando Sirius le arrebato la varita. Sus ojos se cruzaron durante un instante y la chica bajo la mirada avergonzada.

 

-¿Qué pasa aquí?- pregunto arrugando la nariz al ver a su prima.

 

-La sangre-sucia se enfada por nada.- Contesto altanera la Slytherin.- Solo hice un pequeño comentario de su novio y se enfado.

 

-Potter no es mi novio.-Aseguró sonrojada la hija de muggles.

 

-Ah es por eso.- La voz del pelinegro sonó extrañamente calmada.- Entonces supongo que cometí un error al quitarte esto.- Le devolvió la varita a la joven que le miro sorprendida.- Si el comentario viene de ti seguro que te merecías el castigo.- Ambos primos desenfundaron a la par.

-No eres tan bueno como yo.- Le recordó su prima.

 

-No lo necesito.- Dos mujeres pertenecientes a la casa de Salazar llegaron corriendo y se interpusieron entre sus familiares.

 

-Basta Sirius.- Le pidió una mujer con el cabello teñido de verde, mientras una rubia trataba de sujetar a su hermana mayor.

 

-Bellatrix ¿Qué piensas que dirá padre si sabe que has golpeado a tu misma sangre?- Narcisa trataba de hacer reaccionar a su hermana.

 

-Que más da.- La aparto de un empujón dispuesta a seguir peleando. Y por supuesto su primo no dudo en aceptar el reto.- Estás muerto, sucio traidor.

 

-Eso lo veremos. No suelo golpear a una dama Bella, pero como tu no lo eres supongo que no debo contenerme.

 

-¡Furnunculus!- Grito la mujer apuntando a su primo. Como iba a disfrutar de los resultados de esa maldición. Con un giro de cadera Sirius se aparto.

 

-¡Avada Kedabra!- Todods los presentes le miraron aterrados al ver como Bellatrix Black, prima mayor del agresor caía a varios metros, aparentemente muerta.

 

-Sirius.- Susurró Andrómeda.- ¿Qué has hecho?- nadie pudo moverse hasta que bella se levanto con los ojos desorbitados.

 

-¿Tú?- No podía creer lo que sucedía y Sirius sonrió con picardía.

 

-Estoy cansado de tus comentarios sobre mis amigos Bella.- Sentencio.- Esta vez solo ha sido un Everte Statum para derribarte. Pero si descubro que tienes algo que ver con lo que le ha pasado a James juro por mi sangre de Black no me importará ir a Azkaban. Salió delpatio de entrenamiento entre murmullos de miedo y sorpresa, solo Lily se atrevió a ir tras él.

-Fue muy arriesgado.- Camino a su lado.- Podías haber perdido la concentración en el último momento.

 

-Entonces no estaríamos teniendo esta conversación.- Le sonrió desganado.

 

-Si se lo dice a algún profesor te echarán de la escuela.

 

-Bella no es tonta.- Sonrió.- Probablemente ahora estará borrando los recuerdos de todos los que lo han visto. Eso es lo bueno de los Black somos demasiado arrogantes como para dejar que otros se enteren de nuestros errores.

 

-¿Cómo esta James?- Pregunto preocupada.

 

-Supongo que bien.- Los ojos azabaches estaban en alguna parte de la lejanía.

-¿Supones?- Pregunto incrédula.- ¿Es qué no has ido a verle?- Negó con la cabeza.-Pues menudo amigo.

 

-Peter esta con el ahora. Comeré en el primer turno e iré a relevarle. Por la noche ira Lupin.

 

-¿Por la noche no permiten visitas?- Le recordó la joven, pero la socarrona sonrisa del otro le hizo recordar lo poco que les importaban las normas a los merodeadores.-Iré a las cinco.- el chico la miro extrañado.- Así podrás descansar un rato. Supongo que Peter también lo necesitará así que también iré un ratito ahora.

 

 Se revolvió el cabello negro con una sonrisa al ver marchar a la muchacha. Aunque intentará negarlo estaba muy enamorada del merodeador aunque eso supusiese reconocer que le hacían gracia las muestras de afecto tan ruidosas que le dedicaba. No pudo evitar suspirar,  James era el alma del equipo con sus pícaras sonrisas y su naturalidad para meterse en líos saliendo, habitualmente, bien parada se había ganado muchos amigos. Pero también muchos enemigos.

 

Su cuerpo se tensó al recordar el estado de compañero. Su rostro estaba demasiado pálido y presentaba algunos moratones que habían tratado de disimular, pero sabía que una paliza, por brutal que fuera, no era suficiente para postrar en la cama a James Potter. Arrastrando los pies se dirigió a la biblioteca. Con un poco de suerte Lupin habría encontrado una pequeña pista del agresor. O por lo menos un hechizo revelador que les permitiera averiguar que había sucedido en verdad.

 

Remus Lupin saludo a la encargada de la biblioteca con un movimiento de mano y se dirigió a los estantes repletos de libros. No se molesto en saludar o mirar a los alumnos que le señalaban al pasar y que cuchicheaban para callar de pronto por temor a ser descubiertos. Simplemente se dirigió a la sección de hechizos y comenzó a leer los títulos de los libros.

 

-Ahí no vas a encontrar lo que buscas.- Le avanzo una voz viperina que reconoció al instante. Un muchacho de pálida piel y cabello negro y grasiento que vestía los colores de Slytherin levanto la vista de su libro de pociones para mirarle con unos ojos opacos ojos negros.

 

En el fondo no podía sentir sino lástima por aquel muchacho de su misma edad que había sido blanco de las bromas de sus amigos, y propias desde primero. Recordó la primera vez que le vio en la estación del tren. Era un chico tímido y menudo con la piel blanca y una tímida sonrisa en los labios. Un niño a punto de empezar una nueva vida llena de ilusiones, nada que ver con el que se encontraba en esos momentos sentado frente a él. Y aunque no le agradase la idea de reconocerlo, en parte era culpa suya.

 

Aún recordaba con amargura el día que se habían adentrado en las mazmorras del castillo donde los Slytherins tenían sus dormitorios con la firme intención de gastarle una broma cambiando su champú para el pelo por una poción de grasa. Jamás pensaron que funcionará tan bien. El cabello del chico no se había recuperado, aunque este seguía estudiando pociones con el fin de encontrar una solución. Pensó con amargura que ni el profesor que impartía esa clase ni el director habían logrado hallarla.

 

-Snape.- Saludo con gesto frío.

 

-Lupin.- Le imitó el otro. A pesar de sus diferencias habían entablado algunas vagas conversaciones. Como cuando se ofreció a ayudarle a arreglar su pelo con alguna otra poción y el muchacho, lógicamente se negó.

 

-¿Cómo sabes lo qué estoy buscando?- El pelinegro sonrió.

 

-He oído lo de Potter.- Escupió el nombre con fastidio.- Supongo que querrás algo que te ayude a saber que paso.

 

-¿Cómo…?

 

-Las paredes tienen oídos.- Le cortó.- No es fácil esconder semejante suceso en un lugar tan pequeño.

 

-¿Qué es lo que sabes?- Tomo asiento en la silla contigua y miro con atención a su interlocutor.

 

-Aparte de que lo encontraron en los pasillos completamente desnudo, hematomas por todo el cuerpo, algunas fracturas y un gran charco de sangre resbalando por entre sus muslos.

 

Por un instante se olvido de respirar, al final sus peores temores se habían hecho realidad. Cornamenta había sido violado salvajemente y al parecer había presentado una gran defensa. Lástima que no le hubiera servido para nada. Una lágrima escapo de su ojo izquierdo y fue a caer sobre su mano, apoyada en la mesa. Como odiaba no haberse equivocado.  

 

-¿Porqué quieres ayudarle?- los ojos negros de Severus se abrieron sorprendidos.

 

-¿Ayudarle?, ¿Cuándo he dicho yo que vaya a ayudarle?- Replico.

 

-Pero tu…- Le miro confuso.- Entonces, que demonios quieres.- Se seco frustrado el rostro y una pálida mano le acarició la mejilla.

 

-Venderte información.- Sentenció.

 

-¿De qué tipo?- Le miro receloso.

 

-No se si fue quien lo hizo, pero se quien se encontraba con él cuando lo descubrió el profesorado.- La sorpresa dejo paso a la desconfianza.- El aseguro que no había hecho nada y que se lo encontró así.

 

-¿Quién es?

 

-Si quieres esa información tendrás que pagarme.

 

-¿Qué es lo que quieres?- Pregunto resignado.

 

-Ya lo sabes.- Dijo acercando su boca al oído del rubicundo.

 

-No.- Aunque no fue una negación muy segura. Sentía su garganta reseca.

 

-Entonces no tengo nada más que decirte.- Recogió sus libros dispuesto a marcharse cuando una mano se aferró a su muñeca.

 

-Espera.- Le tembló la voz.- Si lo hago.- Snape sonrió.- He dicho si acepto júrame que jamás dejaras que nadie lo sepa.

 

-¿Crees qué me gustaría que alguien supiese que estoy teniendo esta conversación contigo?- Alzo una ceja.- Hagamos un juramento mágico.

 

-Necesitamos un testigo para realizar el juramento inquebrantable.- Contesto sonrojado.

 

-Ya pero ese no es el único que existe. Hay otro más importante.- Remus le dirigió una mirada de extrañeza.- Dame tu palabra, para mí será suficiente.

 

Se estrecharon las manos para cerrar el pacto y se dirigieron a los baños del tercer piso, dónde mágicamente cerraron la puerta. Snape se apoyo contra la pared mientras Remus se arrodillaba su lado.

 

-Lucius Malfoy.- Anunció antes de salir por la puerta. Lupin se apoyo con pesadez en lavabo para contemplar su reflejo.

 

Corrió hasta el urinario y vomito. Se clavo las manos en la garganta, antes de que otro espasmo le obligase a repetir la operación. Le dolía el estomago y el esófago, pera aún más tener que volver a mirarse al espejo cuando lavo su rostro. Saco del pantalón una pequeña tableta de chocolate y trato de llevársela a la boca pero cuando fue a hacerlo las arcadas regresaron. Se dejo caer al piso sin poder para de llorar mientras que se arañaba la cara.

 

Sirius miro a su compañero inerte sobre la cama, hacía varias horas que estaba allí y James no había cambiado de postura. Sintió una punzada en el pecho al pensar que quizás le habían suministrado algún tipo de poción dormitiva. Le mordió la nariz, le hizo cosquillas en los pies, le grito al oído y hubiera seguido si la señora Pomfrey no le habría golpeado la cocorota para que dejase, en su opinión, de hacer chorradas. Aunque el muchacho se defendiendo alegando que eran experimentos científicos.

 

Solo eran las cuatro y aunque nunca lo habría creído posible con James Potter de por medio se encontraba terriblemente aburrido…y preocupado. Lunático no se había presentado a la hora de la comida y aunque en otra ocasión no lo habría dado importancia, ahora sentía su estómago encogido. Miro de nuevo el reloj y suspiro esperando que dieran pronto las cinco siempre y cuando Lily Evans cumpliera su promesa de ir a ver al castaño. De esa forma podría ir a echarle un vistazo a Remus y asegurarse de que se encontraba bien.

 

La medi-maga salió del consultorio cuando un muchacho de primero vino a buscarla corriendo, al parecer estaban practicando un hechizo y uno de sus amigos había acabado escupiendo babosas. El pelinegro rió por lo bajo, todos los años había algún alumno que se veía afectado por ese encantamiento. Bueno en su caso había sido diferente, tenía seis años cuando Bella se lo hizo sufrir. Una sigilosa presencia a su espalda le hizo girarse con tanta rapidez que estuvo a punto de caer de lasilla en la que estaba semi sentado, ya que los pies los tenía sobre la cama. Últimamente sus sentidos se habían agudizado, como los de su animal representativo, por lo que podía percibir cuando alguien andaba cerca. Sin embargo en esta ocasión le habían conseguido sorprender.

 

Se quedo pálido al reconocer a su amigo Lupin frente a él. Aunque había tratado de acicalarse tenía un botón de la camisa roto y el cabello no parecía querer obedecerle. Su rostro estaba marcado por varis heridas reciente, que parecían arañazos y un peculiar olor emanaba de su piel. Estaba seguro de que lo había percibido con anterioridad en otro lugar,  y que no pertenecía a ninguno de sus amigos.

 

-¿Qué te ha pasado?- Los ojos del licántropo estaba rojos de llorar, pero cuando fue a abrazarle se aparto asustado.- Remus.- Le llamo con la tristeza reflejada en su mirada. Pero el otro negó con la cabeza y se abrazo a sí mismo, como si quisiera protegerse de un dolor inexistente.

 

-Por favor no preguntes Black.- Arrugo la frente, si su amigo le trataba por el apellido es que había ocurrido algo que lo había herido gravemente.- Se quien lo hizo.- Dirigió una mirada a James antes de acercarse a la ventana, para de esa manera darle la espalda.

 

-¿Y a ti?- Sirius no era de los que evitaban una conversación.-Remus miro por encima de su hombro. Sus ojos vidriosos le miraron suplicantes.

 

-Lucius Malfoy.

 

 Ni siquiera espero a que su amigo tratara de detenerle. Salió del pasillo a toda velocidad con la varita en la mano dispuesto a matar a aquel que había hecho daño a sus amigos. Con la mente embotada por la ira bajo los escalones que conducían a las mazmorras, sede de Slytherin. Se posiciono frente al cuadro que estaba en la entrada y un mago bien arreglado con bombín inglés salió tuvo que salir corriendo al cuadro de su vecino cuando Sirius le dijo amablemente la contraseña.

 

La puerta de la entrada exploto asustando a los dos muchachos que se encontraban en la sala común. Un rubio de larga melena y pálida piel dirigió una mirada de sorpresa ante su invitado no deseado y con suma calma saco su varita de la mano derecha, mientras que con la izquierda seguía sujetando firmemente la muñeca del muchacho dos años menor. Los ojos oscuros de Sirius brillaron con intensidad y renovada rabia al ver como Lucius Malfoy dañaba a Remulus Black, su hermano pequeño.


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