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Pictures of you por Alleine

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Sólo una lámpara encendida en toda la habitación, iluminando a medias el cuerpo esculpido por el ejercicio de Mu, brillante por las gotas de lluvia que aún resbalaban por su piel y que eran recogidas con avidez por la boca de su maestro en aquellas partes que descubría tras quitarle la ropa mojada.

 

El pelimorado estaba aturdido por la sensación electrizante de esos labios tocando lugares secretos, sus manos sabias deslizándose justo por las zonas adecuadas para hacerle perder la cordura y aumentar la tensión en su vientre. Se refugió en sus brazos buscando la misma seguridad que sintiera cuando lo besara por primera vez pero ahora la sensación era diferente, el frío húmedo de la túnica no estaba y a cambio se vió envuelto en el calor embriagador de sus brazos, que lo apretaron con urgencia.

 

Sus besos eran ahora perturbadores, profundos, anhelantes. Le calcinaba el contacto de su piel desnuda, se descubrió deseando más de él, aferrándose con ansia a sus hombros con la respiración detenida en la garganta, cimbrándose por el roce blando de la punta de su lengua, apenas asomada entre los labios entreabiertos, el instrumento que utilizaba para fundir su timidez y extraerle fuego de las entrañas.

 

Su respiración era ya una serie de sonidos entrecortados cuando lo recostó sobre la cama, el apasionado reconocimiento de su anatomía que Shion estaba ejecutando lo agitaba hasta el punto que llegó a  asustarlo;  pero entonces, cuando encajaba los dedos en la sábanas frenéticamente y deseaba ocultar la cara, escapar o dejar de sentir; el toque de Shion se volvía dulce, suave y sedante... hasta que se relajaba y recuperaba la confianza. Entonces su maestro regresaba a su tarea con ardor, expandiendo sus límites más cada vez y ahogando sus temores poco a poco... hasta que no quedó más que el recuerdo de ellos y Mu respondió febril y entregado a cada una de las sensaciones nuevas y enloquecedoras que le descubría.

 

Su espalda se arqueó buscando el contacto pleno de Shion, se le hacía insospechadamente necesario mientras él torturaba su virilidad hasta el delirio y sus dedos lo exploraban íntimamente entre caricias húmedas y precisas. Se sentía desfallecer en medio del placer agónico que le otorgaba, deseoso e impaciente. Sus caderas habían encontrado la forma de independizarse de su cerebro y se movían por sí mismas lo mismo que sus manos, se aferraba al cabello de su maestro de una forma que jamás se habría atrevido antes, sus piernas acariciando  la espalda fuerte del peliverde con anhelo, permitiéndole colocarse entre ellas y conseguir una posición cómoda para arrastrarse sobre él y dejarle sentir su peso casi ahogándolo, quemando la piel enrojecida de sus mejillas  con su aliento ardiente...

 

El temor regresó como una oleada al sentir su dureza rozar contra su intimidad, apretarse lentamente, invadirlo. Reprimió un grito de dolor y buscó los ojos de Shion deseando encontrar un atenuante, una mirada que le indicara que estaba complacido, feliz... él  respondió con una sonrisa agitada y una multitud de besos tiernos que le hicieron olvidar el miedo y el dolor, sumergiéndolo en la sensación incomparable de sus cuerpos unidos, vibrando y moviéndose  a un mismo compás... sus corazones palpitando juntos, formando un solo latido...

 

No podía aspirar a mayor felicidad, a mayor cercanía... su amor se inflamó al sentirse correspondido en aquellos besos delicados, en esas caricias intensas... en esa comunión absoluta.

 

Cuando despertó era tarde por la mañana y estaba sólo, con los recuerdos tan confusos como si se hubiera tratado de un sueño. Se levantó y el cansancio le hizo notar que había sido real, sus ropas húmedas aún sobre una silla, el olor de Shion en las sábanas y en su piel.

 

Se abrazó a sí mismo feliz, avergonzado, sintiéndose extraño, diferente... completo. Se sentía entumido, dolorido, pero lleno de una alegría tan grande que sentía deseos de salir corriendo por los montes y gritar con todo el aire de sus pulmones. Se arrastró sobre la cama hasta una sospechosa charola de desayuno que aguardaba sobre la pijamera. Tenía una nota con la caligrafía elegante y sobria del Patriarca. Tomó el papel con manos emocionadas y rostro sonriente y lo leyó.

 

“Tienes el día libre, descansa”

 

Una sola línea, pero sabía la causa. Estaba ocupado ya, cómo todos los días... no en vano le había seguido, conocía su rutina a la perfección.  Se comió todo lo que le había dejado en la charola casi con glotonería. Se duchó y salió rumbo a su propio cuarto para dejar su ropa húmeda y vestirse adecuadamente.

 

Para luego aprovechar su día libre en todo, menos en descanso. Se sentía demasiado eufórico como para pensar en dormir o quedarse leyendo un libro. Dejó el Santuario y se alejó rumbo a los montes, tal cómo le indicaba su ansia de expansión, correteó, gritó y se dejó caer entre el pasto fresco y reverdecido por la lluvia. Sólo el bullicio de otras personas fue capaz de substraerlo de las meditaciones y recuerdos que lo mantenían gozosamente adormecido hacia el final de la tarde.

 

- ¡Yo, yo! -

 

- ¡Una así! -

 

Se escondió detrás de un árbol para observar el corrillo de chicos empujarse y corretear, hacer posturas graciosas y muecas, abrazarse, quedarse quietos unos segundos y luego volver a armar alboroto mientras se juntaban en un compacto grupo.

 

- ¡Saliste mal! ¡Pero es que tú siempre sales mal!-

 

- ¡No es cierto, salgo menos narizón que tú, mira!-

 

- Espérenme, hay que ponerle otro cartucho...-

 

Uno de los chicos se acercó distraído precisamente al árbol detrás del que espiaba Mu. Se quedó en pie sin notar en absoluto la presencia del tibetano, demasiado entretenido con una pequeña caja rectangular. Una cámara de fotografía instantánea.

 

Mu abrió los ojos al máximo. Conocía la existencia de aquellos objetos, pero nunca antes los había visto. Su estado de felicidad eufórica le hizo incubar una idea traviesa: se llevaría esa cámara y se tomaría fotos con Shion... seguro sería divertido, harían tanto ruido como aquellos chicos y le sonreiría, reiría, tan fuerte que le dolería el estómago.

 

Llevando el pensamiento a la acción, Mu acechó el momento preciso en que el chico de la cámara la dejó colgada un momento en una rama mientras revisaba las fotos con los otros. La teletransportó hacia sus manos y se escabulló de ahí con sus habilidades doradas sin que nadie se diera cuenta siquiera de que había estado observándolos.

 

Shion estaba en su habitual sesión de cavilaciones, mirando las estrellas a través de la ventana abierta, enfrascado completamente en sus pensamientos, de modo que la llegada de Mu y su nueva adquisición le tomaron por sorpresa, sólo pudo intentar cubrirse de un flash, de otro, de otro, se desconcertó tanto que enrojeció, lo cual hizo reír a Mu a carcajada batiente... pero no a Shion  que, en un arrebato de cólera, le quitó su cámara y la desvaneció en el aire.

 

- ¡No es justo! -

 

Sin embargo sabía que tenía que conformarse. Después de todo si había sido una tontería creer que él se iba a prestar a esa clase de juegos... era prácticamente inimaginable. Bajó la cabeza y reverenció a manera de disculpa. Shion pareció suavizarse un poco y lo abrazó afectuoso, llenándolo de besos que le hicieron olvidar el disgusto. Al menos hasta que volvió a su abstracción y lo olvidó por otro buen rato.

 

Mu suspiró desencantado y se dedicó a recoger las fotos del suelo. Eran verdaderamente graciosas, intentos fallidos de Shion para cubrirse de la cámara, caras de desesperación, desconcierto o franco disgusto. Sacudió la cabeza y rió para sí mientras las guardaba en un libro que abrazó contra su pecho para llevarlo consigo a sus habitaciones.

 

Le habría gustado haberse podido tomar una foto con él... una donde sonriera, donde brillaran sus ojos.

 

A pesar de lo decepcionante que había resultado su idea de la cámara, las fotografías le proporcionaron una novedad y un consuelo en las horas que permanecía lejos. Ahora su rutina de sentarse en las escaleras incluía abrir el libro y mirar amoroso la caótica secuencia de fotos que había tomado.

 

Hasta que el tiempo se le hacía demasiado y terminaba por cesar sus risas, permaneciendo taciturno hasta que era requerido para regresar.

 

Un día ese requerimiento demoró demasiado. La luna estaba alta en el cielo y las estrellas brillaban espléndidamente. Mu ya tenía la cabeza baja, la frente recargada en las rodillas. Unos pasos provenientes de la segunda casa lo hicieron levantarse injustificadamente alerta: era Kanon, el hermano y aprendiz de Saga, que recorría las casas con camino a la salida. El peliazul miró el semblante decaído de Mu al seguir el simulacro de requisito que significaba pedirle licencia al aprendiz de Aries para traspasar la primera casa-

 

- ¿Eres Mu, verdad? El futuro Aries -

 

Asintió por toda respuesta, sin querer comenzar una conversación con él. Kanon lo miró de una forma analítica y casi burlona.

 

- ¿Y ahora porqué no te han llamado? Sé que duermes allá arriba –

 

Señaló con dirección al templo principal. Mu siguió el movimiento de su dedo con recelo, pero no respondió nada.

 

- ¡De pocas palabras, eh! Bueno, creo que sé la razón por la que te han dejado aquí hoy...-

 

Los ojos verdes del lemuriano brillaron con interés, Kanon torció la boca y prosiguió con su explicación.-

 

-Hoy es el día del año en que tu maestro recibe carta de China, dicen que las ha recibido por mucho tiempo y que deja todo cuando llegan... – Se acercó a su oído para hablarle bajo – Se supone que el maestro de los 5 picos y él eran amantes... se han extrañado durante años incontables... cada día se pasan horas enteras de conversaciones mentales... aunque eso ya debes haberlo visto ¿verdad? –

 

El color había desaparecido del semblante de Mu, estaba petrificado por lo que escuchaba, incrédulo... dolido... sobretodo porque las conversaciones mentales parecían la causa por la que lo ignoraba tan a menudo... y el que hubiera extrañado a alguien por años incontables...

 

¿Sería la causa de su tristeza?

 

Su respiración agitada se hizo evidente, tanto cómo la fuerza con que apretaba los puños. Sonaba lógico, demasiado... pero aún quería creer que eran chismes de aprendices o de trabajadores sin ningún fundamento. Entendía que si Shion guardaba tan celosamente el recuerdo de alguien en su corazón entonces no tendría cabida para él... para su tonto discípulo... que era sólo el huésped de su cama mientras la armadura lo liberaba de su presencia.

 

Negó con un movimiento mecánico. Kanon parecía complacido.

 

- Aunque no sé para qué se escriben si usan la comunicación mental... en fin... ¡Cosas de viejos! –Sacudió la mano con indiferencia y luego sopló agitando el flequillo azul que le caía sobre la frente- Con tu permiso, hermoso Mu... me esperan en las barracas -

 

Se despidió agitando la mano. Mu se sintió incapaz de permanecer ahí un solo minuto más y comenzó a ascender las escaleras hacia el templo principal

 

Shion parecía demasiado ocupado en unos papeles y, de forma extraña, se veía alegre. Mu se sintió desarmado cuando lo abrazó con la alegría brillando en sus ojos... por fin, lo que tanto deseaba ver, lo que quería darle... él lo obtenía con unos papeles.

 

Sus besos no le supieron igual, la amargura le oprimía el corazón... le dolía el doble porque él estaba feliz justo cuando la tristeza hacía trizas su alma joven... y parecía no notarlo... demasiado entretenido en buscar placer en su cuerpo, que reaccionaba por sí mismo a pesar de su congoja. Volteaba obsesivamente hacia los papeles en la mesa mientras el Aries mayor lo tomaba con deleite y le prodigaba atento las caricias que lo hacían explotar de gozo habitualmente.

 

Tenía que saber... estar seguro... así le matara la pena.

 

Cuando Shion se sació de él y se hubo quedado dormido a su lado, Mu se levantó con sigilo, apartándose el brazo del hombre con sumo cuidado de no despertarlo. Avanzó furtivo hacia el escritorio y tomó los papeles, escabulléndose con ellos a su habitación. Encendió una lámpara y los miró, estaban escritos en chino, pero no había un idioma que le negara sus secretos a esas alturas. Se dispuso a leer el papel con atención, notando desde un principio la veracidad de las palabras del gemelo de Saga.

 

La carta era un melancólico relato de aventuras pasadas y anhelos presentes... podía sentir la desesperanza de Dohko en cada línea... y podía relacionarla con la tristeza de Shion.

 

Apretó el papel entre las manos temblorosas, lo rasgó, quería desaparecerlo igual que las palabras, las verdades que contenía... ¿Entonces que significaba? ¿Qué había significado su entrega para Shion si su mente permanecía atada al hombre de la carta?

 

Quería llorar, gritar, dejarse caer al piso y no levantarse. Se sentía tan decepcionado, tan insignificante. La súbita aparición de Shion ni siquiera le importó, tampoco su rabia y su desconcierto al ver las hojas rotas entre sus manos. Tampoco su castigo, los golpes no podían lastimarlo más de lo que ya lo había hecho el derrumbe de sus ilusiones.

 

Su osadía de robar y destruir aquellos papeles que Shion tanto apreciaba le significaron su mudanza definitiva hacia la Casa de Aries y la indiferencia absoluta de su amado Patriarca, que apenas si le hablaba para lo más indispensable, sólo para afinar los últimos detalles de su instrucción mientras se acercaba el momento de que reclamara la armadura.

 

Mu se sostenía por orgullo, esgrimiendo como estandarte los mismos consejos de Shion sobre los sentimientos, intentaba ignorar su tristeza y tragarse el deseo de su cuerpo. Ser el perfecto aprendiz como si nada hubiera sucedido. Pero no hubo una sola vez, en las contadas ocasiones que Shion permanecía a su lado durante toda la sesión de entrenamiento, en que pudiera levantar los ojos para contemplar los suyos de nuevo.

 

Por en las noches, cuando nadie lo veía, cuando a nadie le importaba,  su dolor se recrudecía. Dejo de dormir porque el sueño había huido de su vida... pasaba las horas de la noche inmerso en el estudio, repasando esos libros que Shion le había dado... escritos con sus propias manos... hechos para él, aún antes de su nacimiento. Y no podía evitar revivir los recuerdos y sufrir de nuevo con la decepción. Terminó por querer deshacerse de todo aquello, tomó los libros encuadernados en cuero y los arrojó uno por uno a una hoguera en centro de su Templo.

 

Las fotos que había tomado cayeron de entre las hojas del último, amontonadas unas sobre otras. Las levantó con las manos convulsas y miró con amor doliente la faz que ya no podía contemplar, los ojos que ya no tenía el privilegio de observar y dos silenciosas lágrimas corrieron por su rostro.

 

Las fotos eran todo lo que quedaba de su alegría, de sus sueños ilusos.

 

Las lágrimas se secaron en su piel, la fogata comenzó a extinguirse, la noche a desaparecer para dejarle paso al día. Y Mu seguía sentado frente a la tumba ardiente de los libros, con aquel último sobreviviente en una mano y las fotos en otra. Cuando el sol comenzó a asomar, el lemuriano se levantó y arrojó el tomo primero sobre la fogata moribunda, las llamas amenazaron con apagarse y luego se alzaron otra vez. Levantó las fotos con aire ausente y las dejó caer, observando como la imagen de aquel rostro hermoso desaparecía lentamente bajo la acción del fuego.

 

No habría espacio para recuerdos adolescentes en el Caballero de Aries.

 

Si hubiera sabido...

 

Había superado todas las pruebas con éxito, todo lo que le faltaba para ser oficialmente el nuevo guardián de la primera casa era recibir el nombramiento por parte del Patriarca, donde lo presentara ante los otros dorados ya elegidos y los caballeros de Plata. Esperaba la ceremonia con frialdad, cómo un condenado a muerte que se ha resignado a su destino.

 

Sabía que sería como una despedida... la última vez que vería a Shion de cerca. Finalizado el entrenamiento ya no tenía razones para llamarlo a su presencia fuera de alguna misión o requerimiento especial... sabía que no habría nada de eso, suficiente indiferencia le había mostrado ya como para no darse cuenta de que lo menos necesitaba era su cercanía.

 

Por eso fue tan  sorpresivo encontrarlo en la entrada de Aries un día antes de la ceremonia; de pie, imponente y ausente, con su máscara puesta. Mu lo miró desconcertado sin saber que actitud tomar ante una visita tan inesperada como confusa. No sabía si tenía que arrodillarse ante el Patriarca, reverenciar al maestro o encarar dolorosamente al amante. En silencio maldijo el amor desgraciado que le había hecho dividir a Shion de esa manera, obligándolo a tensarse ante él como si de un enemigo se tratase en vez de alegrarse devotamente por la visita de su maestro.

 

Mantuvo la mirada baja intentando dominarse, respirando pausadamente y esperando a que fuera él quien hablara, que expusiera las razones de su presencia por sí mismo... que lo liberara piadosamente de su ansiedad.

 

- Mu -

 

La mención de su nombre lo sobresaltó por lo calma y hasta dulce que había sonado. Jaló aire y trató de forzarse a responder de algún modo, pero no se atrevía a levantar la mirada y no podía articular palabra. Él estaba demasiado cerca, más de lo que el ariano menor podía manejar. Vio un destello metálico con el rabillo del ojo y apretó los párpados; se había quitado la máscara y el sólo pensar en que podía encontrar sus ojos al levantar la vista le estaba haciendo temblar.

 

Verlos... quería verlos aunque fuera una vez más, pero temía encontrarlos tristes y saber el porqué... saber que su alegría estaba en manos de alguien más, lejos, donde él no podía hacer nada por alcanzarla.

 

- Señor...-

 

Un solo débil, triste hilo de voz, casi apagado entre el rumor de tela en movimiento que producía Shion al levantar los brazos envueltos en las pesadas mangas de la túnica. Levantarlos hacia él, para atraparlo entre sus brazos suave y envolvente, con esa calidez que lo adormecía y le hacía olvidarse del mundo.

 

- N-no – Su rostro enrojeció violentamente al sentirse apretado contra el cuerpo de su maestro en esa forma familiar que le aclaraba la intención de la visita llenándolo de una indignación amarga - ¿Porqué me hace esto?-

 

¿Porqué tenía que reavivar las sensaciones? El deseo, la decepción, la odiosa sensación de ser utilizado... de ser el proveedor de su placer mientras su alma lloraba por el hombre en las montañas. La respuesta de Shion a su angustia fue un reproche.

 

- ¡No debiste leer esos papeles!-

 

- ¿Porqué? – Su voz dejó translucir todo su dolor- ¿No quería que supiera, maestro? ¿Quería que siguiera ingenuo e ilusionado como un niño? Imposible, ya no lo soy... – la amargura de su voz se hizo más densa, retrocedió un paso buscando apartarse – Usted me quitó todo lo infantil que quedaba en mi cuando me tocó como hombre -

 

Un disturbio de impaciencia se hizo notar en Shion, Mu respiró hondo y pasó saliva evitando amedrentarse por ello, las manos del lemuriano mayor apretaron sus brazos con fuerza, su ritmo al respirar presentó una vacilación repentina.

 

- ¡Quería que confiaras en mi... y no fuiste capaz de hacerlo!-

 

Los ojos de Mu se opacaron, apretó los labios y se retrajo aún más, mirando hacia un lado para no tropezar con la mirada de Shion.

 

-Usted ama al maestro de los 5 picos, debió decírmelo y no dejarme pensar que... – cerró los párpados pesadamente- ... que tenía alguna posibilidad de ganarme su amor. –

 

El agarre de Shion sobre sus brazos se hizo doloroso, lo aferraba con una violencia más cercana a la desesperación que a la ira. Mu alzó las manos instintivamente buscando liberarse, pero el respeto le impedía una acción más determinante. La voz del Patriarca se alzó de nuevo fuerte, acusadora... hundiendo más a Mu en su abismo de congoja.

 

- ¡Actuaste como un traidor, acechándome, espiándome! ¡Me quitaste la oportunidad de hablarte de ello, me juzgaste y condenaste sin saber realmente nada y además te atreviste a destruir algo de valor incalculable para mi, todo en aras de un arranque injustificado de celos infantiles! ¡Violentaste mi confianza, fuiste desleal en un grado imperdonable! -

 

- ¡¡Y ya me ha castigado por ello!! -

 

Lo interrumpió sin poder soportar más aquel alud de reproches, clavó el mentón en el pecho ahogando un sollozo que pugnaba por escapar de su garganta. Movió los brazos hacia atrás buscando soltarse y Shion no se lo impidió, retrocedió cabizbajo hasta poner una distancia prudente entre ambos.

 

- Lo lamento maestro, lo siento mucho si lo defraudé... pero ya me ha castigado demasiado – Se arrodilló lentamente, su voz se enronqueció por la tristeza – ¡Se lo suplico señor, por el afecto que me pudo llegar a tener aunque sea como discípulo, por el respeto que me debe como servidor de la Diosa a la que representa... no me humille más! -

 

Un crujir de telas, Shion empuñaba las manos debajo de las mangas, su tensión era notoria. Mu inhaló con fuerza y siguió hablando sin abrir los ojos, sus manos  se posaron temblorosas en el suelo de piedra.

 

- Déjeme honrarlo cómo maestro, servirle como Patriarca... no me pida nada más... déjeme...- Un nudo en la garganta le impidió continuar por unos segundos – Déjeme olvidarlo -

 

El temblor de sus manos se había expandido a todo su cuerpo, permaneció de rodillas esperando la respuesta de Shion, pero el peliverde no habló de nuevo, sólo se acercó a él y rozó su cabeza con los dedos. Mu supo que aceptaba su petición. Escuchó que caminaba lento, pesado y que recogía su máscara del suelo, después nada.

 

Se había marchado tan silencioso y rápido cómo había llegado.

 

Mu dejó caer la frente al suelo y el temblor que lo invadía se transformó en una arcada, sollozó con fuerza y dejó que las lágrimas corrieran por su rostro hasta humedecer el piso.

 

El que Shion pudiera buscarlo había sido una pequeña esperanza que flotaba en el mar de su desconsuelo como una tabla salvadora, algo que no creía que fuera a suceder. Y ahora que ocurría no había podido hacer otra cosa que rechazarlo y hundir esa única tabla para siempre. Era doloroso, muy doloroso pero preferible.

 

Shion no le amaba, no podía volver a engañarse y no quería que la decepción le hiciera llegar a odiarlo.

 


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