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Ámame por ringox

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Mis recuerdos de ti (Parte 2)

 

-¡Shun... cuídate mucho y diviértete! -  Le dijo Hyoga, golpeando suavemente en su hombro y luego estrechando su mano con aquella firmeza tan sensual que caracterizaba al rubio. Esa seguridad arrolladora y tan cruel que le cautivaba.

-Tu igual... Hyoga - Fue su respuesta, temblorosa, adolorida, al borde del llanto y tan endemoniadamente dulce que le arrancó una sonrisa tierna. Él se iba finalmente a Rusia y se llevaba con él sus ilusiones, sus tontas fantasías, su humanidad solitaria y necesitada de su amor. Parecía que era una cáscara  vacía, seca y amarga.

 

Despertó acongojado en medio de la oscuridad. La luz de la luna entraba por la ventanilla del compartimiento alumbrando intermitentemente su rostro. Contó cada uno de los inmensos postes que alcanzaba ver pasar desde su posición en el asiento, tendido con las piernas enroscadas, cubierto por esas mantas de lanilla delgadas que seguramente a nadie calentaban. Se incorporó algo aturdido, había soñado con él otra vez y ahora sentía unas ganas de llorar incontrolables. Volvía a sentirse tan pequeñito y estúpido, iluso... tan frágil.

 

¿Por qué no le había dicho nada?... fácil, sabía la respuesta. Hyoga no sentía nada por él, nada más que esa amistad que compartía con todos sus amigos. No podía quejarse, el ruso era un buen amigo, leal, siempre presente, dispuesto a ayudar o apoyar a cualquiera que necesitara ayuda, la amistad que el brindaba era incondicional, pero insuficiente para sus deseos.

 

Buscó en su bolso de mano un frasco de pastillas. Las llevaba para poder dormir en los viajes largos. No recordaba exactamente cuando había dejado de disfrutar de los paisajes en tren, ni cuando comenzó a necesitar de los fármacos para conciliar el sueño. Alguna vez Ikki dijo que eso, era el principio del fin. Esperaba que fuera otra de sus exageraciones.

 

-Te lo digo Shiryu, tomas una de esas bebidas y ya no las puedes dejar - Murmuraba cabreado el peliazul caminando de un lado a otro.

-Son para animarte, no las tomamos a diario, tenemos examen mañana, sólo es por eso - Rió el pelinegro codeando a Hyoga a su lado.

Shun, que leía un libro de historia, miró las latas de bebida energética con curiosidad.

-¿Quieres probar? - Sonrió el rubio ofreciéndole de su lata.

-No se te ocurra Shun - Amenazó Ikki molesto guardando los informes que antes revisaba en su portafolio - Ahora son bebidas energéticas, después fármacos y luego drogas... es el principio del fin.

 

Y ahí estaba otra vez... esa maldita atracción... En esa época, no sabía que era amor lo que sentía, no sabía que estaba totalmente enamorado como un imbécil, pero ese resto de bebida que brillaba en el borde metálico, le supo condenadamente provocativa. Y deseó beber, beber del mismo lugar donde aquellos labios habían bebido, seguramente mezclando restos de saliva con bebida masajeando con su lengua caliente.

 

-Sólo para saber como sabe - Se disculpó el menor y arrebató la lata de la mano del ruso, empinándola directamente a su boca, dejando escurrir su lengua por el rededor sin que los demás lo notaran.

-Maldición Shun - Se quejó el peliazul saliendo de la sala, ante las risitas divertidas de sus amigos.

-Buena ¿Verdad? - Preguntó el chino bebiendo lo que quedaba de su lata.

-Sí - Contestó el peliverde, regresando la lata a su dueño y tratando de saber si ese contacto, podía considerarse un beso indirecto. Su primer beso.

 

-¡Diablos! - Se quejó molesto, mirando de un lado a otro las esquinas del pequeño cubículo - Parece que no hay forma en que pueda pegar ojo esta noche.

 

Se acurrucó otra vez en el puesto y trató de pensar en otra cosa. Los trabajos que debía retomar cuando terminará el festejo de Ikki, las citas que tenía agendada con algunas autoridades para la inauguración de la restauración, fechas oficiales de eventos culturales y una reserva a unas termas donde iría con sus compañeros de trabajo a divertirse y celebrar el termino de un nuevo proyecto.

Por un momento pareció estar libre de sus pensamientos, libre de ese pequeño tormento del día a día que era llevar un amor no correspondido a cuestas. Sin embargo, bastó un pequeño relajo en sus pensamientos para que aquella visión de apoderada de todo.

 

 -Y tu Hyoga, si te obligaran a estar con un chico ¿A quien escogerías? - Preguntó el peliazul divertido con el tema.

-Sí, contesta, ¡anda! -Le animaba Seiya con una cerveza en la mano. El corazón de Shun se había puesto a latir tan rápido que necesito dejar su propio vaso sobre la mesa, no fuera que lo volteara en un arrebato de ansiedad.

-Bueno, si tuviera que escoger a un chico, digamos que tendría que ser... bueno... como tu hermano, Ikki - Contestó el rubio carcajeándose ante la cara molesta del otro.

-Estas frito entonces, Shun jamás te escogería a ti de tener que estar con un chico - Dijo con seguridad, tratando de buscar en la mirada del menor una confirmación - ¿Verdad Shun?

-Cierto - Tartamudeó apurando la cerveza por su garganta.

-Pero en serio, sería como Shun, es que eres bonito - Le dijo mirándolo y provocándole un sonrojo inmediato.

-Parece declaración - Reía Seiya palmeando al rubio.

-¿Y que dices tu Shun? - Le animó el pelilargo chino - ¿A quién escogerías de tener que estar con un hombre?

-A nadie - Contestó ruborizado, sabiendo que era una gran mentira negra y asquerosa, incluso creyó sentir olor a podrido mientras la decía.

-¡Qué aburrido! - Se quejó el castaño - Yo escogería a Beckham.

-Lo que pasa es que mi hermano si es hombre, no como ustedes, bola de maricas -

 

-¡Por dios! Quiero dormir - Murmuró en la soledad del cubículo - Ya no quiero pensar más... por favor.

 

Se incorporó una vez más, el tiempo estaba pasando muy lento, demasiado. Sus recuerdos parecían haberse amontonado en su cerebro para venir todos juntos a la vez a atormentarle. ¿Qué haría al ver a Hyoga si asistía?

No podía predecir los sentimientos que tendría, el tiempo entre la última vez que lo vio y el ahora, podía haber mitigado en parte esas emociones tan violentas, pero sospechaba que ese miedo tan grande al reencuentro, sólo era prueba de que lo amaba tanto como hace años atrás.

¿Qué pasaría si el decidiera decirle todo lo que por tanto tiempo se había guardado? Todo lo que había ocultado, todas esas veces que deseó tocarlo, besarlo, pertenecerle. ¿Qué diría?

¿Qué respondería a todo eso?

Era demasiado surrealista siquiera imaginarlo.

Hyoga quedando atónito ante sus palabras, Hyoga mirándolo con lástima, acercando su mano para desordenar su cabello y sonreírle con compasión, diciéndole que ya se le pasaría, que estaba confuso, que él, no podía ofrecer más que su amistad.

 

-¡Maldición! Hyoga eres un estúpido ¿Qué te crees? ¿La gran cosa? ¡No lo eres!, date con una piedra en el pecho que alguien como yo, se fije en ti - Gritó en el compartimiento con desesperación, para luego morderse el labio con molestia y acurrucarse nuevamente en el duro asiento, apretando con mayor fuerza la manta.

-¡Muchos quieren tenerme!... no sabes nada - Se quejó dejando escapar algo de su frustración en insultos. Insultar al amor de su vida, era bastante terapéutico.

 

Y ¿Por qué no?... nunca lo había pensado así, pero... ya que le era inevitable pensar en él, ¿Por qué no odiarle con la misma intensidad con que lo amaba?... la respuesta era lógica, si le odiara tanto como le amaba, Hyoga estaría muerto, cortadito en muchos trozos y enterrado en diferentes sitios para que su alma nunca descansara en paz. Eso si lo odiara, claro...

 

Se dio un par de vueltas más incomodo y adolorido.

 

No podía odiarlo, por que no se puede escoger. Suspiró derrotado.

 

Pero si se lo encontraba, odiarlo o más bien, fingir que lo odiaba, podía ser un buen método para mantenerlo lejos y así, no tener que estar muriendo de deseo al estar cerca de él.  Sólo era una fiesta, y él era un chico ocupado, su hermano entendería si marchaba pronto, tenía que entenderle... tenía que huir de allí, escapar antes de que los demás lo notaran. Sabía que esta vez no podría ocultar su ansiedad, por eso, en el preciso instante en que Ikki y Esmeralda hicieran el brindis, él les desearía muchos años más de felicidad y partiría... huyendo, corriendo, escapando, difuminándose entre los invitados, esparciéndose entre la población del mundo... desintegrándose y convirtiéndose por fin en lo que hace mucho tiempo venía convirtiéndose...

 

... un  infeliz, un desgraciado... un chico sin amor, tan solo y triste, tan apagado y seco, tan enamorado y desdichado... todo lo que era por amarlo.

 

-¡Ha... Hyoga! Si supieras como te amo, como quiero estar cerca de ti, aunque sea como antes... sólo observándote. Pero nunca lo sabría, porque él jamás sería tan estúpido de decirlo, de dejarse de esa forma tan tonta al descubierto. ¿Para qué? Para que el otro tomara su corazón y lo doblara como un papel sucio, regresándoselo, porque ni siquiera le gustaban los hombres.

 

-¡Maldición! - ¿Por qué tenía que estar enamorado de un hombre?

 

Un rayo de luz iluminó el compartimiento pegándole justo en las pestañas. Se enderezó consternado y desorientado, parpadeando confuso. En algún momento había caído rendido por el sueño y se había despertado de día. Se estiró lo más que pudo y salió del compartimiento hasta el baño para mojarse la cara. Se miró en el espejillo con fastidio.

 

-¡Luces fatal! - Se dijo a su reflejo, que le devolvía una mirada cansada y escondida en una leve hinchazón de sus ojos. Se los restregó con fuerza y una de sus largas pestañas fue a dar directo en el globo ocular.

-¡Ouch!

 

-Déjame a mí, pero abre el ojo, así no puedo ver - Decía Hyoga sujetando las manos del peliverde tratando de evitar así que se cubriera el rostro con ellas.

-¡Me duele! - Se quejaba lagrimeando continuamente.

-Si no me dejas mirar, no sabré que es - Le dijo algo molesto el rubio y Shun, como cada vez que él le pedía algo, obedeció. Abrió con cuidado su ojo, para finalmente dejarlo completamente abierto, aguantando el dolor - Es una pestaña, y es muy larga, está cruzada justo al medio.

-¡Ho no! - Exclamó con pánico el menor, tratando de regresar sus manos hasta su rostro.

-Trata de empujarla con el párpado hasta el lagrimal - Le dijo el rubio con seriedad. Shun lo hizo hasta que al final, la pestaña asomó un extremo fuera del ojo. Hyoga acercó su dedo y la atrapó con cuidado, retirándola por fin - ¡Ya está!

-No me lo puedo creer - Se quejó el peliverde - Creí que me tendrían que quitar el ojo, sentía como si tuviera una estaca - Hyoga sonrió y se quedó con la pestaña en su dedo, mientras el peliverde se lavaba el rostro y sonreía con alivio.

-Estoy seguro de que una estaca duele muchísimo más, pero esta pestaña es jodidamente larga - Shun se secó el rostro, mientras su amigo se iba riendo. "Pestañas jodidamente largas" repitió para si mismo.

 

-¡Ha! Jodida pestaña - Se dijo aguantando un leve sollozo - Desearía quitarme este amor así de fácil.

 

Salió del baño disculpándose con los otros pasajeros que esperaban fuera por entrar. Regresó hasta su compartimiento y buscó el número al que tenía que llamar para avisarle a su hermano que ya había llegado. Al momento entró una auxiliar con el desayuno.

 

Cando finalmente quedaban 10 minutos para llegar a la estación, Shun comprendió que la noche en realidad, había sido bastante corta. Justo en ese momento desearía no estar llegando, no estaba listo para reencontrarse ni siquiera con su querido Niisan. ¿Qué haría? Tenía tanto miedo y un presentimiento le decía que Hyoga, su perfecto Hyoga estaría allí, que lo vería una vez más, que sabría todo de él en el último tiempo. Quizás cosas que no quería saber, que no podría soportar, que lo lastimarían aún más.

 

¿Se podía sentir más dolor? ¿Más sufrimiento?... Sí, siempre se puede ser más infeliz, siempre.

 

Aquellos 10 minutos pasaron. Shun descendió en la estación y caminó aturdido hasta un centro telefónico. Compró una tarjeta para llamar y marcó erróneamente el número de Ikki un par de veces. Finalmente alguien contestó...

 

-¿Sí? - Preguntó una voz que le erizó todos y cada uno de los pelitos del cuerpo, una voz que era inconfundible para él, una voz que estaba grabada en su corazón de forma tan nítida como su aroma, su imagen y tantos robados y fugases tactos...

 

Continuará...


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