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En algún lugar por Obita

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Notas del capitulo:

Segundo capi después de un largo tiempo ._.U Espero que me haya quedado bien xD

Disclaimmer: Lo de siempre ¬¬ Sukisyo no me pertenece T^T

*Caminos diferentes*

 

Llovía. Llovía a cántaros. Lo peor de todo era que la lluvia no era cálida y refrescante, sino helada, le estaba calando los huesos, y estaba segura de que a ese paso cogería un resfriado.

 

-No te atrases.

 

Asintió, y aceleró un poco más el paso para quedar a la altura de aquél hombre que la había salvado de lo que seguramente hubiera sido su muerte. Miró hacía la aldea en ruinas, que comenzaba a alejarse de su campo de visión y la invadió la melancolía. Su hogar, su familia, su vida… todo le había sido arrebatado de golpe de manera despiadada.

 

-¿A dónde iremos, sempai?-preguntó Sui, titubeante.

 

-Ya verás cuando lleguemos, chiquilla, por lo mientras no me fastidies-respondió el otro, impasible.

 

-Usted no me irá a matar ¿o sí?

 

-Si eso hubiera pretendido, te hubiera dejado a tu suerte desde un principio.

 

-Lo siento, no quise ofenderle…

 

-No importa. Solamente no te pongas pesada en el camino ¿está bien?-ordenó con voz fría.

 

-Hai…

 

-Y deja ya de parlotear y preguntar, o te dejaré aquí ¿entendido?

 

Suspiró asintiendo. Se preguntaba si Sunao y sus amigos estarían bien. Trago saliva y bajo la mirada, observándose las manos, pálidas y temblorosas. Dentro de poco necesitaría su medicina, sería cuestión de tiempo. Se mordió los labios al recordar que lo último que quedaba de su frasco se había quedado en su destruida casa.

 

°°°°°°°°°°°°°°°°°

 

En cuanto la lluvia se había desatado, Sunao e Ichikawa se refugiaron bajo sus suéteres, esperando el regreso de Matsuri y Sora. El pelirrosa comenzaba a impacientarse. Quería saber de una buena vez si su hermanita se encontraba bien o estaba… Sacudió la cabeza violentamente, sacando ese pensamiento de su mente. Ahora más que nunca que necesitaba pensar positivamente.

 

-Fujimori sempai ¿por qué no nos refugiamos debajo de un árbol?-cuestionó Ichikawa titiritando de frío, tratando de cubrirse inútilmente con su suéter empapado-. ¡Me estoy congelando!

 

-¡No podemos!-replicó Sunao-. Esto se va a convertir en una tormenta, no podemos quedarnos debajo de un árbol ¿Y si nos cae un rayo?

 

-Ya, ya, ya entiendo el dicho ¿sabes?-resopló haciendo un puchero-. A quien buen árbol se arrima… buen rayo le fulmina.

 

-Así no es el dicho, Ichikawa-kun…

 

-¡No importa! Al fin y al cabo es lo mismo ¿no?

 

-Por supuesto que no.

 

-Bueno, pero se entendió lo que intenté decir.

 

Los dos callaron. Era realmente estúpido discutir por una cuestión como esa. Miraron hacia la dirección en la que se habían marchado sus salvadores a buscar a Sui. Según la noción del tiempo de los chicos, ya habría pasado más o menos hora y media desde que se habían ido.

 

-Ya se tardaron-observó Ichikawa-. ¿Crees que estén bien?

 

-No lo sé…

 

-A lo mejor están tardándose mucho porque encontraron alguna pista ¿no crees?

 

-Si, tal vez…

 

-O puede que hayan encontrado a gente viva.

 

-Ajá…

 

-… ¿Me estás dando el avión?-preguntó Gaku, comenzando a irritarse.

 

-… No sé…

 

El chico gruñó indignado, murmurando cosas como: “Fujimori-sempai malo” o “Ojalá si lo fulmine un rayo”. Afortunadamente la situación tan tensa no duró mucho tiempo, pues a los pocos minutos escucharon el ruido de cascos de caballo, e inmediatamente después distinguieron las siluetas de Sora y Matsuri, además de un caballo más.

 

El rostro de los chicos se iluminó cuando notaron que habían conseguido encontrar a gente a salvo. Su emoción aumentó aún más cuando notaron que eran sus amigos a quienes habían hallado. Sora, Matsuri, y el tercer jinete, que resultó ser Yoshihiro.

 

-¡Chicos!-exclamó Ichikawa, eufórico-. ¡Están vivos!

 

-¡Pues claro!-repuso Yoshi bajándose del caballo junto a su hermanastro, Kitamura.

 

-¿Creían que íbamos a dejarnos matar así como así?-rió Shiina bajando del caballo junto a Sora, mientras Matsuri ayudaba a Kano a bajarse de la montura. Saber que estaban bien los regocijaba, y sin esperar ni un momento, sin importarles que la lluvia estuviera empapándolos, todos se abrazaron entre sí, expresando lo aliviados que estaban. Por desgracia aquella paz no duró mucho para Sunao, que enseguida notó que algo faltaba.

 

-¿Y Sui? ¿Dónde está mi hermana?

 

Todas las miradas se posaron en el pelirrosa, y las expresiones de estas no le auguraban nada bueno a Nao.

 

-Lo lamentamos mucho, Nao-kun-se disculpó Matsuri, apenado-. Pero no encontramos a tu hermana, buscamos en todos lados, lo juro. De hecho, ellos fueron a los únicos que encontramos con vida.

 

-Perdona, de verdad hicimos lo que pudimos-murmuró Sora. Sunao bajó la mirada, con los ojos vidriosos. No quería aceptarlo, no iba a aceptarlo. ¡Su hermana tenía que estar bien! ¡Seguramente ellos no habían buscado bien! ¡Sui debía estar esperándolo en ese momento en la aldea, sola, mojándose en esa tormenta, y el ahí, de brazos cruzados!

 

-¡No!-gritó y repentinamente echó a correr, dispuesto a llegar por sus propios medios a Akahana. Sin dejar que se alejara mucho, Sora fue tras él, mientras los demás se quedaban mirándose entre sí, apenados, y en el caso de los niños, llorando por la suerte de Sui y Sunao.

 

-¡Detente, necio!-ordenaba Sora corriendo tras él, pisándole los talones-. ¡Qué te detengas, te digo!

 

-¡Cállate y déjame! ¡Voy por mi hermana, ella debe estar esperando!-dijo enloquecido, con la lluvia confundiéndose con sus lágrimas-. ¡Se va a resfriar si no voy por ella!

 

Hashiba sintió un vacío en el estómago. Aquél chico de verdad estaba dolido por la pérdida de su hermana, pero a pesar de eso, no podía dejar que se fuera así como así, o sería el muchacho quien pescara el resfriado. Aceleró el paso y finalmente pudo atraparlo, sujetándolo por la cintura con fuerza. Al sentirse atrapado, Sunao se dejó caer al suelo, llorando amargamente. Sora no pudo más que arrodillarse a su lado, con una mano sobre su hombro para darle a entender que no estaba solo.

 

-Sui, yo…-balbuceaba Sunao quedamente-… Ella está enferma, debo encontrarla y buscarle su medicina. Debo cuidar de ella, volver a la aldea a traerla, yo…

 

-Ella no está en la aldea-murmuró Sora. No quería ser duro con él, pero tenía que entenderlo. Sunao agachó la cabeza y lloró silenciosamente, mientras el otro no hacía más que ver como aquel chico lloraba amargamente. No pudo evitar sentir ternura y la necesidad de protegerlo costase lo que le costase. Por mero instinto le abrazó protectoramente, quería transmitirle que tanto él como los demás no le dejarían solo.

 

-Sui…

 

-No te preocupes-dijo Sora tratando de animarlo-. No estaba entre los cadáveres, eso quiere decir que está viva. Seguramente huyó de allí, y ahora mismo debe estar bien, en algún refugio.

 

-Sólo tiene doce años y está enferma-señaló Nao, sin creer en sus palabras-. No pudo haber escapado en esas condiciones.

 

-Deberías confiar más en tu hermana-Sunao lo miró a los ojos y Sora sonrío-. Si es de tu familia debe de ser dura de pelar ¿no?

 

-Gracias, Hashiba…-susurró Fujimori, abrazándose a él y recostando su cabeza en su pecho, buscando un poco de calidez entre esa lluvia. El aludido se sonrojo por la cercanía, pero no protestó.

 

-¡Ups! ¡Lamento interrumpirlos!-dijo la voz de Matsuri, cortando aquél momento con un clic de su cámara, protegiendo la foto instantánea para que la lluvia no la estropeara.

 

-¡Matsuri!-Sora estaba molesto de verdad-. ¡Deja de tomar fotos si la gente no quiere que se las tomes!

 

-¿Ya estás mejor, Nao-kun?-se interesó el rubio con una sonrisa radiante, ignorando completamente a Sora, al cual se le hinchó la vena de la frente.

 

-Sí, gracias por preocuparse, Matsuri-chan-le agradeció sonriendo-. Y gracias por todo.

 

-No hay nada de que agradecer-exclamó Matsuri-. Ahora mejor vayamos con los demás

 

Los tres se encaminaron hacia donde se habían quedado los demás, protegiéndose bajo una lona que traían los jóvenes guerrilleros. Nadie hizo ningún comentario sobre lo que había pasado, para no incomodar a Sunao, el cual se los agradeció sinceramente.

 

-¿Y qué harán ahora?-preguntó Matsuri, mirando a los ex habitantes de Akahana-. ¿Irán a la ciudad o a algún refugio?

 

-¿Qué opinan?-preguntó Yoshi dirigiéndose a los demás-. ¿Qué deberíamos hacer?

 

-Buscaremos a Sui-chan-sentenció Shiina, y los niños asintieron.

 

-Pero…

 

-Yo también la buscaré-afirmó Sunao, irradiando determinación-. No importa cómo pero la encontraré. Iré a todos los refugios, a todos los pueblos, a todas las ciudades. Pero sería mejor que ustedes se dirigieran a algún refugio o un convento…

 

-¿Estás loco?-interrumpió Ichikawa-. ¡Ni creas que te vas a librar de nosotros tan fácilmente! ¡Iremos contigo!

 

-¿Sabías que somos como lapas?-bromeó Kitamura y todos rieron. Sunao sonrió ante tal muestra de solidaridad y amistad.

 

-¡Y nosotros tampoco los dejaremos!-exclamó Matsuri y Sora asintió.

 

-¿Pero qué pasará con su guerrilla?-cuestionó Nao.

 

-Ehm… ahora que lo dices esa es una buena pregunta.

 

-¡Tengo una idea!-anunció Matsuri.

 

-¡Dios se apiade de nuestras almas!-se lamentó Sora. Matsuri lo miró con desdén para después proseguir con su mismo entusiasmo de siempre.

 

-¡Únanse a la guerrilla!

 

 

1… 2… 3…

 

-¡Es la idea más estúpida que has tenido nunca!-sentenció Sora-. ¡Sin contar cuando intentaste recaudar fondos para la guerrilla vendiendo galletas de exploradoras!

 

-A mí me parece buena idea…-murmuró Sunao, y todos lo miraron-. Si estamos en la guerrilla es más fácil que nos lleguen noticias sobre refugios y pueblos atacados ¿no, Matsuri-chan?

 

-Eso mismo era lo que pensé-simuló Matsuri con cara de inocente.

 

-El problema son los niños-apuntó Yoshi y todos asintieron. Sora se quedó pensativo, tal vez no era tan mala idea después de todo.

 

-Por ellos no hay porque preocuparse-aseguró-. Hay niños entre los miembros de la guerrilla.

 

-¿Quieres decir que los niños también pelean?-preguntó Ichikawa, horrorizado

 

-¡Claro que no!-negó-. La mayoría son conocidos de los guerrilleros, y a todos los cuidan las mujeres de la guerrilla. Cuando tenemos que luchar siempre los llevan lejos a un lugar seguro.

 

-¿Seguro que estará bien?-quiso asegurarse Sunao.

 

-¿Crees que pondríamos en peligro sus vidas?

 

-Muy bien, entonces está decido-zanjó la situación Yoshihiro, antes de que los dos comenzaran a pelear-. Nos unimos a la guerrilla y nos llevamos a los niños para que los cuiden.

 

Todos asintieron, escuchando los truenos que anunciaban los rayos de la tormenta.

 

-Mejor vámonos ya a la base-dijo Matsuri-. Esta tormenta se va a poner peor.

 

Nadie se opuso a la idea y siguieron al rubio y al peli azul, que encabezaban la marcha, haciendo que los caballos caminaran.

 

-¿Está muy lejos la base, Hashiba sempai?-quiso saber Kitamura.

 

-No tanto, si nos apresuramos llegaremos pronto-le contestó, mientras se internaban cada vez más en la oscuridad del bosque.

 

-¿Es que la base está aquí en el bosque o qué?-preguntó Fujimori, fastidiado.

 

-No exactamente-repuso Matsuri.

 

-¿Qué quieres decir?

 

-Shhh-chitó Sora por respuesta, no hablen aquí sobre eso.

 

En lo que siguió del trayecto nadie volvió a insistir sobre la ubicación de la base guerrillera, ni hablaron de nada más. Estaban demasiado cansados como para hacer absolutamente nada, solamente querían llegar a un lugar donde pudieran resguardarse de la lluvia. Definitivamente cogerían un resfriado si seguían mojándose así, era urgente que entraran en calor, no podían permitirse el lujo de dejar que los niños se enfermaran.

 

Siguieron caminando, hasta que llegaron frente a una cueva.

 

-¡Por fin llegamos!-anunció Matsuri con su habitual entusiasmo, entrando a la cueva, seguido por Sora y el resto, algo cohibidos.

 

-Y… ¿se supone que esto es la base?-preguntó Ichikawa mirando la húmeda cueva.

 

-Obvio no-repuso Sora poniendo cara de: “¿eres estúpido o qué?”-. Sígannos, aún tenemos que caminar un poquito más, pero ya casi estamos ahí.

 

-Para ti es fácil decirlo-suspiró Sunao soltando un suspiro de cansancio. Aunque definitivamente era una mejora, al menos ya no se estaban mojando en medio de la lluvia.

 

Los guerrilleros seguían guiándolos a ellos y a los caballos por la cueva, que resultó ser excesivamente larga, por lo cual tuvieron que ponerse sus cascos de mineros para no perderse.

 

-¿Qué esta maldita cueva no tiene fin?-se quejó Kitamura, poniéndole su suéter al pequeño Kano, que había lanzado un estornudo, y no por obra del famosísimo Sancho.

 

-Ya no te impacientes, ya casi llegamos-dijo Matsuri

 

-Pareces de esos niños que siempre andan con su molesto: “¿Ya vamos a llegar?” cada cinco minutos-agregó Sora.

 

-¡Es que ya me fastidie!

 

-¡Y yo!-corroboró Shiina. Pronto comenzaron a hacer un gran escándalo, mientras el resto trataba de ignorarlos. Para su alivio, finalmente se detuvieron, pero… Sunao no pudo más que mirar extrañado el final de la interminable cueva.

 

-¿Y luego?

 

-¿Qué cosa?-preguntó Sora.

 

-¡Pues dónde está la bendita base!

 

-Pero si está enfrente de tus narices-refunfuñó Sora, caminando hacia lo que parecía el final de la cueva-. ¡Anda, Matsuri! ¡Ayúdame con esto!

 

-Que flojera-resopló el rubio, pero no le quedo más opción que ayudarle a su amigo. Al parecer tomaron algo de un borde, pues comenzaron a tirar lo más fuerte que podían. Con asombro notaron que antes ellos se desplazaba una lápida de piedra que simulaba ser parte de la cueva, dejando a la vista un pasaje en el cual cabían perfectamente tanto ellos como los caballos, seco e iluminado por antorchas.

 

-Uff, ya está-jadeó Sora sacando la lengua-. Ya podemos pasar.

 

Y se adentró al túnel junto a su caballo. Los demás vacilaron un momento, pero la sonrisa de Matsuri los invitó a seguir adelante.

 

-¿Y esto a donde nos lleva?-indagó Yoshi.

 

-¿Notaron la formación de rocas que hacían como un círculo?-preguntó Matsuri, al ver que todos asintieron, continuó-. Esta cadena montañosa rodea una especie de valle inaccesible, ya saben que las montañas son muy peligrosas e imposibles de escalar.

 

-Si ¿recuerdan cuando aquél chico del pueblo intentó hacerlo?-recordó Ichikawa mientras los demás hacían una mueca de desagrado-. Desde entonces nadie lo intentó jamás.

 

-Ya nadie se atreve ni se atrevería-añadió Sora con seguridad-. La única forma de llegar al valle es por este sistema de túneles que encontraron el escuadrón de búsqueda.

 

-¿Y alguien más que no sea de la guerrilla sabe sobre esto?-quiso saber Sunao.

 

-¡Por supuesto que no!-se escandalizó Sora-. ¡Este secreto no se le confía a nadie que no sea de la guerrilla! Y como ustedes ya accedieron…

 

-Ya no podrán volver atrás-terminó Matsuri sonriendo de una forma que a los demás les produjo escalofríos-. Quienes se quieren retirar de la guerrilla ya no tienen permitido volver a sus hogares, a cambio se les deja establecerse aquí con sus familias.

 

-Supongo que no está tan mal-razonó Nao.

 

-Ahí está la salida-señaló Sora mostrando el final del túnel, por el cual veían como caía la lluvia-. Bueno, ustedes solo síganme, los llevaremos a una cabaña ¿está bien?

 

Asintieron y algo acongojados salieron hacia la lluvia de nuevo, ya que estaban acostumbrados al calor de los túneles.

 

En cuanto salieron no pudieron apreciar muy bien la belleza del valle, debido a la tormenta que caía, pero si podían apreciar que era bastante extensa como para establecer allí una pequeña ciudad. No pasó ni un minuto cuando Sora los hizo pasar a una cabaña de piedra, espaciosa y acogedora. Esta vez no lo dudaron, y entraron enseguida a su interior, reconfortados por el calor que desprendía la chimenea encendida.

 

-Tomen esto-les dijo Matsuri, dándoles ropas secas que tenía en el clóset, de varias tallas, y una toalla para cada quien-. Mejor que se cambien de ropa y se sequen, o se enfermarán feo.

 

Nadie dudó en no hacerle caso, y cada quien se dirigió a la habitación donde más cómodo les resultase cambiarse la ropa. Cuando estuvieron secos se pusieron frente a la chimenea para calentarse un poco.

 

-¿Tienen hambre?-preguntó Sora, y al ver las miradas de todos comprendió que la respuesta sólo podía ser un sí-. Vale, vale, no es que tengamos muchos víveres aquí, pero podremos hacer un poco de sopa caliente.

 

-¡Nosotros la hacemos!-exclamaron Gaku y Yoshi al mismo tiempo. Shiina y Kitamura decidieron explorar los lugares que hubiera en la cabaña para divertirse un rato, arrastrando a Kano con ellos. Frente a la chimenea se quedaron Sunao y Sora, el pelirrosa perdido en sus pensamientos y el peli azul contemplándolo.

 

-¿Piensas en ella?

 

-¿Se nota mucho?

 

-Un poco si-rió Sora y Nao suspiró-. Ya te lo dije, estate tranquilo.

 

-¡Ya sé!-espetó de mal humor-. Pero es que no quiero que nada le pase.

 

Callaron por unos segundos, y para irritación de Sunao, el silencio lo quebró Sora con una risita despectiva.

 

-¡Qué te parece tan gracioso!-gritó enfadado. Sora dejó de hacerlo y sonrió.

 

-Si no le pasa nada ¿Cómo quieres que sea feliz?

 

-¿Te estás volviendo loco o qué, Hashiba?-cada vez comenzaba a irritarse más, y el peli azul, al ver que su integridad física peligraba, se explicó.

 

-Es que no puedes cuidar que no le pase nada, porque siempre debe pasarle algo. Si no le pasa nada nunca ¿cómo va a ser feliz, cómo a vivir? Perdona por lo que voy a decirte, pero pienso que eres muy egoísta con ella.

 

Esas palabras se clavaron en el corazón de Sunao como estacas

 

-…Egoísta…-murmuró quedamente y Sora asintió.

 

-No estás pensando en lo que ella quiere, estás pensando en lo que tú quieres-lo sermoneó-. Tú necesitas más de ella que ella de ti.

 

Sunao bajó la mirada, meditando las palabras de Sora. Al principio había sentido ganas de machacarlo a golpes por insolente, pero…

 

-Bueno, iré a ver qué tal va esa sopa, que me muero de hambre-anunció Sora caminando hacia la cocina.

 

-… Hashiba

 

El peli azul se detuvo y miró la espalda del chico.

 

-¿Qué pasa, Fujimori?

 

-Gracias.

 

Sora quedó anonadado por un momento, pero luego sonrió volviendo sobre sus pasos para darle una palmadita en la espalda.

 

-No es nada, cuando quieras.

 

Fujimori le sonrió, y al encontrarse sus miradas se sonrojaron levemente.

 

-Ahm… este…-tartamudeó Sora, nervioso-. Yo… iré por la sopa ¿ok?

 

-Yo también, ahora que lo dices, si que hace hambre.

 

Se dirigían a la cocina cuando escucharon los gritos de los niños. Sin quedarse a pensarlo ni un momento, subieron las escaleras lo más rápido que pudieron.

 

-¡Niños!-exclamó Sunao alarmado, irrumpiendo con fuerza junto a Sora en la habitación de donde provenían los gritos. Se extrañaron al ver que, lejos de estar asustados, ahora reían a carcajada limpia, mientras Kano miraba confundido a sus mayores, que estaban frente a las puertas abiertas de un armario.

 

-¿Qué pasó aquí?-quiso saber el pelirrosa, arqueando una ceja.

 

La respuesta salió del armario; quedó sorprendido al ver salir a un pequeñito mini-clon de Sora, somnoliento y desorientado. Los miró con sus ojitos azules y adormilados, pero al ver a Sora, una gran sonrisa iluminó su cara.

 

-¡Sora nii-chan!-exclamó lanzándose a abrazar al joven-. ¡Ya volviste!

 

-¿Te estabas durmiendo en el armario de nuevo, Sei?-preguntó Sora con un goterón en su frente.

 

-Estaba muy cómodo-se excusó Sei y los demás rieron-. ¡Qué bueno que hayas regresado, Sora nii-chan!

 

-Creo que es malo dejarte solo-dijo Sora pensativo-. Si cada vez que regreso te encuentro en el armario…

 

-¿Y quiénes son ellos nii-chan?-preguntó Sei observando alegremente a los recién llegados, dejando su mirada en Fujimori-. ¿Ella es tu novia?

 

-¿¡Qué dijiste!?-gritaron los dos al mismo tiempo, rojos de vergüenza y coraje.

 

-… ¿Eso significa que sí lo son?

 

-¡Ni en sueños!-sentenció Sunao-. ¡Par empezar soy un chico! ¡Y en segunda, jamás saldría con alguien tan cabeza hueca como él!

 

-¡A quién llamas “cabeza hueca”, cabezota!-se indignó Sora.

 

Los niños solo dedicaron a observar la escena, algo confundidos y sin decir nada, hasta que Kitamura decidió hablar…

 

-Y… ¿Cuándo van a presentar a Sei con los demás?

 

°°°°°°°°°°°°°°°

 

Se derrumbó de rodillas sobre el lodo. Podía oler el olor de la pólvora y la sangre, está última siendo lavada por la lluvia de su cuerpo, de aquellos cuerpos…

 

Aún aferraba la pistola con fuerza, sin querer creer que de verdad le había arrebatado la vida a aquellos sujetos, aunque hubiera sido por mero instinto de supervivencia y para resguardar la seguridad de su salvador y aquél extraño recién llegado. Su mirada se encontraba perdida en sus manos ensangrentadas y pálidas, que eran lavadas por la lluvia.

 

-No creí que supieras como disparar un arma-observó una voz detrás de ella. Se volvió para mirar a esos dos sujetos que observaban la masacre que había cometido la niña.

 

-Y-yo no quería… Nagase-san, n-no era mi intención…

 

-No pasa nada, niña-le dijo él-. No estoy molesto contigo ni te entregaré. Tampoco Kaitou-san lo hará ¿no es verdad?

 

El sujeto asintió, analizando con sus ojos azulados, cubiertos con su antifaz negro, la imagen perturbadora de una niña de doce años asesinando a aquéllos hombres. Su capa ondeaba al viento, y se acomodó su sombrero.

 

-No te denunciaremos, no te preocupes, chiquilla-miró una vez más los cuerpos y miró a Kai-. ¿Y qué harás con la niña?

 

Sui esperó expectante a escuchar cual era el destino que le depararan esos hombres. Nagase se quedó pensativo, meditando sobre la situación.

 

-La haré mi subordinado-decidió después de una larga pausa-. Y por lo que acabó de ver estoy seguro de que lo hará bien.

 

-¿Vas a meter a esa niña a tus negocios?-inquirió Kaitou severamente.

 

-No veo por qué no-repuso Nagase-. Esconderá su identidad y olvidará la vida que alguna vez  llevó para ser buena en el negocio.

 

-¿Y tú qué vas a hacer?-siguió el bandido de ojos azules con su interrogatorio-. ¿Seguirás llevando esta doble vida?

 

Nagase asintió, mirándolo con fiereza.

 

-Así es, no veo por qué debería de dejar esto-y luego agregó con ironía-. Además eres el menos indicado para darme un sermón sobre dobles vidas, Kaitou-san.

 

Los dos sonrieron desafiantes, mirándose fijamente.

 

-Pues entonces cuida a la niña bien-le dijo el moreno de ojos azules-. Y sobre todo, cuídate tú de tu padre.

 

-Estate sin cuidado-zanjó la situación el peli verde, y antes de que pudiera agregar nada más, una débil tos los distrajo, haciéndolos mirar hacia la pequeña que aún seguía arrodillada en el lodo, y que se había dado la vuelta rápidamente.

 

-Oye, niña ¿estás bien?-preguntó el bandido. La pequeña asintió sin mirarlos, mientras miraba la mano con la que se había cubierto la boca, algo asustada. Al notar que Sui no estaba siendo sincera, Nagase se acercó a inspeccionarla, seguido por Kaitou. Los dos se arrodillaron, quedando a la altura de la niña, que se tapaba la boca para que no la vieran, mientras seguía tosiendo. Después de un breve forcejeo, lograron quitarle las manos de la boca, y miraron lo que la niña había tratado de ocultar.

 

-Madre mía…-murmuró Kaitou-. ¡Está tosiendo sangre!

 

-Estúpida… ¡En caso de que te sientas mal debes avisar! ¿Entendiste?

 

La niña asintió, con la mirada pérdida.

 

-Ahora ven, es mejor que te lleve a donde puedan atenderte-dijo cargándola como costal-. ¿Vienes, Kaitou-san?

 

-Pues… ahora mismo no tengo a donde ir-dijo encogiéndose de hombros-. Además esta niña me llama la atención…

 

°°°°°°°°°°°°°

 

-¡Atrápenla!-gritaba Sunao, persiguiendo la fotografía de su hermana que se había ido volando cuando Sei había abierto una ventana durante un momento para sacar a una avispa que asustaba a Kano.

 

Todos se dieron a la tarea de perseguir a la fotografía, que voló directamente hacia la chimenea.

 

-¡El fuego no, el fuego no!-repetía Ichikawa, que estuvo a punto de atrapar la foto, pero se le escapó cuando en un descuido tropezó con la alfombra y cayó de bruces al suelo.

 La fotografía cayó limpiamente a las llamas, consumiéndose ante la mirada impotente de Sunao. 
Notas finales:

Pues... no tengo nada que agregar xD

Espero que les haya gustado el capi ^^ Nos vemos en el siguiente!


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