Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

ALAS DE FUEGO por OTORYKAEDE

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

HOLA!!!!

Bueno, aquí está la actualización de este fic, que a punto estuvo de desaparecer por entre las truculentas redes de no sé dónde. No sé cómo pudo pasar, pero este capi se me borró por entero, gracias a que mi marido me lo pudo rescatar con un programa de recuperación de archivos borrados... ¡Gracias cielo, me has salvado la vida!

Me gustaría saludar desde aquí a CYBERIA_BRONCE_SAINT, DIOSA IRIS y REENA, cielitos míos, perdonadme por haberos contestado tan tarde al post que me enviasteis hace ya tiempo, cuando os pude contestar ví que no aparecía mi respuesta en el post, así que os mando un saludo desde aquí y un beso muy grande a las tres. Muchas gracias por vuestras palabras y espero que os guste este cap.

Hasta prontito...

Capítulo 3: "Primer round: Saga vs. Kanon..."

 

 

la marcha de los tres hombres en dirección al Templo de Géminis, se había visto sumida en el más profundo de los silencios, tan solo disipado por el seguro y marcial paso del gemelo mayor, al vestir éste aún la sagrada Armadura de su constelación.

 

Su hermano menor y su "acompañante", le habían seguido, sin oponer resistencia alguna (mejor hacerlo voluntariamente que incentivados por el poderoso y peligroso cosmos del peliazul ¿no?), intentando adivinar qué sería lo que sucedería una vez se hallaran los tres... a solas, tras los gruesos muros de la tercera Casa, bien resguardados de miradas y oídos indiscretos.

 

Una situación realmente inquietante... Sobre todo si una posible ayuda del exterior sería del todo punto inexistente.

 

Ya en el interior, el gemelo mayor se dirigió a sus acompañantes en un tono cortés, pero ligeramente distante.

 

- Enseguida vuelvo, por favor, poneos cómodos...

 

Saga se encaminó hacia la puerta que conectaba con las estancias más privadas del Templo. Sin embargo, y antes de marcharse, añadió sin volverse, en un claro tono de advertencia.

 

- ...Aunque no demasiado.

 

Una vez a solas en la sala de estar del Templo, Radamanthys aprovechó la ocasión para saludar a su prometido como le hubiera gustado hacer nada más verle: con un apasionado y voraz beso. No obstante, su pareja parecía no pensar de igual modo, al menos, hasta que su amado Juez no le diera una explicación, plausible y razonable, del motivo por el cual los pasillos del Templo de Atenea se habían convertido, de la noche a la mañana, en un improvisado corrillo de zafios y charlatanes, que no hacían otra cosa que airear a los cuatro vientos los secretos más íntimos de la pareja, aquellos que tan celosamente habían conseguido ocultar los amantes durante el último año.

 

Con gran agilidad, Kanon había conseguido eludir el primer embate de su, hasta ahora, pareja.

 

- Mi amor... -musitó el inglés ante el claro desplante-. ¿Qué sucede?

 

- ¿Y tú me lo preguntas? ¿Tanta cara dura tienes? -inquirió el peliazul por lo bajo para no ser oídos por su hermano, aunque con un marcado enojo en su voz-. ¿Es que no podías haber elegido un lugar mejor y más concurrido para dejar escapar la "bomba informativa del año"? -concluyó con una marcada ironía-.

 

El rubio esbozó una leve sonrisa de medio lado, una muy parecida a las que solía usar el Fénix, por cierto.

 

- Pero, mi amor -comenzó a hablar acercándose de nuevo a su amado y viendo como éste le rehuía nuevamente-, no creo que sea para tanto. Al fin y al cabo, se tenían que enterar algún día ¿no te parece?

 

- ¡Eres un idiota! -repuso el geminiano con sus enormes esmeraldas refulgiendo de indignación-. Me has avergonzado ante todos mis amigos, ante Atenea y ante mi propio hermano -le reprochó dolido-.

 

El Espectro volvió a sonreír, molestando aún más a su novio.

 

- Me parece que te estás equivocando de personaje: el de la boca floja y excesivo grafismo literario en sus descripciones es el Fénix, no yo -repuso intentando un nuevo acercamiento-.

 

- Para el caso ha sido lo mismo ¿no te parece? -concluyó el peliazul eludiendo al inglés, por escasos milímetros-.

 

- Vamos, amor. No le des más importancia de la que realmente tiene -le susurró en tono conciliador, mientras el brazo derecho de su amado se escabullía de entre sus dedos-.

 

- ¿Insinúas que estoy exagerando... que todo esto no tiene la menor importancia? Porque si es así...

 

Pero el gemelo menor no pudo concluir con su alegato. Tras permitir que el peliazul "escapara" del agarre, el astuto Kyoto lo había tomado por sorpresa de la muñeca, jalonándolo con fuerza hacia su cuerpo, pero con cuidado de no lastimarlo.

 

El recio pecho del inglés había detenido el brusco avance del cuerpo de su pareja mientras, con un hábil movimiento, había conseguido flexionarle el brazo sobre su propia espalda permitiendo, de esta forma, que sus cuerpos quedaran prácticamente pegados el uno contra el otro.

 

No obstante, el airado gemelo no se amedrentó y, aún en una situación de inferioridad, no dudó en intentar liberarse lanzando al rostro del rubio un potente puñetazo con su mano libre.

 

Conociendo como conocía el temperamental carácter de su pareja y previendo un seguro ataque de éste, el Espectro se limitó a esquivar, con un elegante movimiento de cabeza, la infantil agresión de su amado al mismo tiempo que conseguía retener su mano para recibir ésta el mismo tratamiento.

 

Así pues y, en cuestión de breves segundos, un furioso y humillado Kanon, se debatía con ardor para conseguir liberarse de su captor, retorciéndose, como una escurridiza anguila, entre los fuertes brazos de un inglés que no había perdido, ni por un momento, aquella maliciosa sonrisa, la cual no auspiciaba una rápida liberación del ahora, indefenso cautivo...

 

A cada intento fallido por zafarse, el cuerpo del peliazul no hacía otra cosa que frotarse más "íntimamente" con un encantadísimo Kyoto provocando, de este modo, una mayor desesperación y enojo por parte del ex-Marina, y una muy agradable satisfacción por parte del Juez...

 

- No te esfuerces, cariño, ya sabes que no te resultará tan fácil escapar de mí... -se burló el rubio intentando capturar aquellos deseables y tentadores labios que ahora se plegaban en un encantador mohín de disgusto-.

 

- Eso no te lo crees ni tú, estirado árbitro de tercera. Puedo soltarme cuando yo quiera... -le espetó, arrastrando las palabras con tal furia que le hicieron rechinar los dientes, a la vez que le giraba el rostro a su "amado", evitando así el beso-.

 

El británico sonrió aún más. Aquel insulto era utilizado frecuentemente por el geminiano cuando éste se hallaba realmente enojado con él. Sin embargo, el motivo de su amplia sonrisa era que, sin proponérselo, su querido Dragón del Mar había dejado, enteramente a su disposición, su largo y dorado cuello... una "invitación" que, desde luego, el Espectro no estaba dispuesto a declinar...

 

El error del peliazul tan solo fue patente para éste, en el mismo instante en que una inesperada y ardiente humedad, se deslizaba con torturante lentitud a lo largo de su expuesto cuello, recorriéndolo con calma, degustándolo a placer, hasta llegar a la altura de su oído, en donde la grave voz del Kyoto resonó con una inusitada pasión.

 

- ¿Ah si...? Entonces dime, mi dulce Dragoncito ¿Por qué extraña razón, no lo has conseguido aún...? -inquirió el rubio con una remarcada malicia-.

 

Kanon se revolvió con mayor ímpetu entre los brazos de su pareja evitando un segundo asalto a sus labios e intentando, por todos los medios a su alcance, que aquella caricia y la comprometida situación en la que se hallaba, no le hicieran perder el escaso autocontrol que le restaba a su cuerpo. Y es que, el ardiente calor que desprendía el trabajado cuerpo del Kyoto, aquella voz grave y susurrante que hacía estremecer su corazón y su alma, y la clara evidencia de sus intenciones que, sin ninguna clase de pudor, le revelaba la zona más privada del inglés, le estaban llevando a la locura más exquisita, instándole a dejar su orgullo a un lado por unos instantes, para reclamar del atractivo Juez aquellos apasionados y profundos besos que le robaban el aliento.

 

- Me... me has tomado por... sorpresa, idiota -le espetó-, pero ya verás... en unos pocos segundos yo... yo... -atinó a replicar con una vedada vacilación en su voz que no le pasó por alto al rubio-.

 

- Tú ¿qué...

 

Los forcejeos continuaban, sin embargo, el Espectro conocía la verdadera razón por la cual el peliazul aún continuaba entre sus brazos..., el por qué un Caballero tan extraordinariamente poderoso parecía sucumbir de aquella forma tan irrisoria.

 

Las áureas esferas del Guerrero de Hades se prendieron con deleite de la magnífica imagen que mostraba aquel perfecto rostro.

 

Conocía tan bien a aquel ser que un día, ya lejano, había sido su mortal enemigo, que ni todos los artificios o tretas de éste podrían ocultarle sus verdaderos sentimientos: tanto su profundo y sincero amor, como sus temores más ocultos. Y es que, si la vida te enseña a conocer a las personas... la muerte, te instruye en el insondable arte de revelar los secretos de sus almas.

 

Sabía que el peliazul se moría de ganas por demostrarle todo su amor, por recibir uno de sus besos de igual modo que él mismo por otorgárselos... Pero también sabía que, de una forma o de otra, había conseguido lastimarlo, aunque naturalmente, ésta no hubiera sido su intención.

 

Conocía las dudas que asaltaban a su pareja con respecto a revelar el amor que se profesaban ante su hermano. La reacción de éste ante su relación con un Juez del Averno, más que asustarle, le aterrorizaba. Kanon no podría soportar que la fraternal y entrañable relación que ahora disfrutaba con su gemelo, se viera alterada debido a ello.

 

Aunque, si algo le había dejado también muy en claro su pareja era que, llegado el momento, el peliazul lucharía con uñas y dientes ante cualquier obstáculo que se interpusiese entre ambos, entre un Caballero de Atenea y el Primer Juez del Averno. Situación que, por otro lado, él mismo se encargaría de que nunca jamás se llegara a presentar.

 

Haría lo indecible, esperaría el tiempo que fuese preciso para que el cabezota de su futuro "cuñado" le aceptara como el prometido de su hermano. Eso era algo, que se había jurado a sí mismo, un voto que no pensaba eludir ni aún estallando una nueva Guerra Santa.

 

En uno de los continuos forcejeos por liberarse, y ante el persistente silencio de su pareja, las esmeraldas del peliazul se aventuraron a encontrarse con las ardientes esferas del rubio. En sus profundidades, el peliazul pudo leer con claridad, la determinación y el inmenso amor que el Espectro le profesaba.

 

Aquel ardiente resplandor provocó que su corazón se acelerara de forma casi salvaje y que su mente se perdiera entre los recuerdos de interminables noches llenas de placer y pasión desenfrenadas...

 

Un inadvertido escalofrío recorrió todo su sistema nervioso, alertando así al británico de que había sido descubierto en medio de sus propias cavilaciones. Éste, viendo la ventaja de la que disponía, esbozó una ligera sonrisa, dulce, cariñosa, totalmente ausente de la burla que había utilizado hasta el momento y, con voz suave y aterciopelada, con aquella que únicamente reservaba para él, le susurró un "Te amo" que terminó por destruir las férreas defensas del geminiano.

 

Pese a los entrenados reflejos del ex-Marina de Poseidón, en aquella ocasión, no pudo eludir los hambrientos y desesperados labios de su pareja, los cuales, lo habían asaltado con una inusitada pasión.

 

Sencillamente... no quiso eludirlos.

 

Ante los primeros instantes de nerviosismo y tensión por parte del peliazul, las grandes y fuertes manos del británico deshicieron el agarre que habían inmovilizado hasta el momento a su pareja, deslizándose éstas, por toda la amplitud de la ancha espalda en tranquilizadores círculos, con el único afán de relajar a su amado.

 

No obstante, y pese a la renovada situación de libertad de la que ahora gozaba, Kanon se había quedado inmóvil, totalmente incapaz de realizar el menor movimiento, sometido por completo bajo aquellos abrasadores labios que le iban consumiendo a la vez que le infundían la vida...

 

Sus labios, por fin, comenzaron a corresponder aquella deliciosa caricia. Su boca se entreabrió para dejar el paso libre a la ansiosa lengua de su Kyoto, el cual, no dudó en explorar de nuevo aquel inmenso vergel de frescura y dulzor sin igual...

 

Los fuertes brazos del Espectro se atrevieron a atraer, aún más, el ahora tembloroso cuerpo de su Dragón contra el suyo propio, haciéndole notar, con mayor intensidad, el deseo y la pasión que ardían en lo más profundo de sus entrañas. Una traviesa mano descendió hacia la estrecha cintura y de ahí, en un fugaz y atrevido movimiento, se aventuró un poco más abajo, en donde la espalda pierde su nombre, para deleitarse con la redondeada firmeza de una de sus nalgas. Gesto que cogió totalmente desprevenido al ex-Marina.

 

Un leve gemido murió, nada más nacer, en la sedosa boca de aquel casi desmayado, peliazul; los inanimados brazos de éste volvieron a adquirir vida propia, lenta y pausadamente, para enroscarse alrededor del fuerte cuello del Kyoto; sus manos acariciaban con ternura el sedoso cabello de su amado, sumergiéndose entre los rebeldes y rubios rizos, atrayendo su nuca para profundizar aún más el apasionado ósculo, que ya estaba rayando en lo ardiente y desesperado...

 

Cuando la necesidad del preciado elemento para vivir les exigió que se separaran, el Espectro pudo observar como su pareja se había relajado por completo entre sus brazos. Su voz volvió a sonar con aquella extraña calidez en un hombre de tan elevado rango en el Averno.

 

- No tienes por qué temer nada, mi amor. Te prometo, te juro... por mi honor, que haré todo lo que esté en mi mano para que tu hermano me acepte. Los dos estamos metidos en esto, y seremos los dos, juntos, quienes lo enfrentemos...

 

Los fuertes brazos del Kyoto mantenían en un estrecho abrazo el cálido cuerpo de su amado, envolviéndolo con delicadeza, con protección.

 

La diestra del inglés acarició con adoración una de sus mejillas dando, con esta sutil caricia, más énfasis a sus siguientes palabras.

 

- ...Te amo más que a mi vida, y no pienso permitir que nadie, absolutamente nadie -matizó con una firme convicción, pero sin dejar de lado su tono dulce y amoroso-, me aparte de tu lado -y su mirada se hizo más intensa, cuando añadió-, tan solo podrás hacerlo, llegado el momento, si ese fuera realmente tu deseo... y ni aún así -sentenció, con una traviesa sonrisa-.

 

El asombro se pintó en el rostro del geminiano. Sus pupilas se habían dilatado por la sorpresa al haber escuchado de labios de la persona a la que más amaba en este mundo, el bálsamo que aliviaba todas sus preocupaciones. ¿Qué clase de poder misterioso tenía ese hombre para decir, en el momento exacto, lo que él más ansiaba escuchar...?

 

- Jamás me separaría de ti, mi amor... -repuso el peliazul, profundamente conmovido-. Ni tampoco consentiría que nadie osara intentarlo...

 

&&&

 

Los ojos del gemelo mayor se abrieron de par en par ante semejante declaración... ante semejante ¿Sinceridad...?

 

El inesperado "anuncio" de la relación que mantenía su hermano menor con un Juez del Averno, y no con uno cualquiera, no, si no con aquél que un día había llegado a ser su más mortal enemigo, no fue algo que le hiciera dar saltos de alegría, desde luego que no.

 

Ante todos, había sabido muy bien cómo disimular su total y completa oposición lo que, a su parecer, tan solo era una locura, un despropósito sin razón.

 

Cuando minutos antes les había invitado a su Templo, su propósito era claro y determinativo: les instaría de forma amable, aunque eso sí, terminante, a que rompieran de inmediato aquel estúpido... compromiso que, de seguro, no podría traer nada bueno para ninguno de ellos convirtiéndose, con el transcurrir del tiempo si no cejaban en su empeño, en una completa y desgraciada equivocación.

 

Su instinto natural le instaba a querer proteger a su gemelo, como nunca antes en su vida lo había hecho... A intentar prevenirle del inminente peligro que le acechaba, si se unía a semejante "elemento"... A hacer todo lo posible por evitarle un seguro y doloroso sufrimiento, cuando se diera cuenta de que ese Espectro tan solo se había acercado a él para lastimarle, para burlarse o, sencillamente, para aprovecharse de la forma más vil y despreciable del mundo.

 

Cierto era que las guerras hacía tiempo que habían terminado, que la paz reinaba ahora por doquier y que los antiguos enemigos se habían convertido, casi sin darse cuenta, en aliados. Sin embargo, y no por ello, su desconfianza hacia ese Juez en particular, se había disipado por completo. No, cuando se tratara de su hermano...

 

De igual modo y, observando atentamente a su gemelo, no podía negar, por mucho que lo desease, la asombrosa y visible transformación que había podido observarse en su carácter y forma de ser desde hacía ya bastante tiempo, desde que éste, y solo bajo una casi torturante insistencia por su parte, le había confesado, meses antes, que mantenía una relación sentimental con alguien al que había descrito como "el más maravilloso hombre del mundo. Un ser dulce, tierno y... carismático", según palabras textuales del ex-Marina. Sin embargo, se había cuidado muy bien de mencionarle su nombre. Sabia decisión, hubo de admitir.

 

Como tampoco, aquella hermosa luz que ahora iluminaban las esmeraldas de su gemelo, la casi eterna sonrisa que se dibujaba en sus labios o aquella deslumbrante felicidad que siempre le acompañaba y que le envolvía como si se hallara arropado por una mágica y etérea aura de paz y tranquilidad y cuyo único artífice parecía ser aquel... Juez.

 

Un suspiro de resignación escapó de sus labios. Si su hermano había escogido a aquel... aquel... Espectro del Hades como pareja, él ya no podía hacer nada para evitarlo, mucho menos para impedirlo. Al parecer, ya era demasiado... tarde. Primero, porque conocía de sobras el testarudo carácter de su gemelo como para saber que nunca retrocedería ante una decisión ya tomada y, al parecer, Kanon ya había tomado la suya, y él no quería perder de nuevo a su hermano, por nada de este mundo; se limitaría a apoyarle en todo lo que pudiera, de la mejor forma posible, sin condiciones ni restricciones. Y segundo, la conversación que había escuchado entre ellos, hacía tan solo unos instantes, le había dejado claro, pese a su estupefacción, los verdaderos sentimientos de aquel no tan frío ni orgulloso Juez del Averno. Sin embargo, todo ello no le impediría el divertirse un rato a costa de la "parejita"... ¿No?

 

Un destello de puro regocijo refulgió en su mirada y una ladina sonrisilla adornó sus labios en la semioscuridad que le rodeaba.

 

Sabía que no estaba bien lo que había hecho. Espiar a escondidas a su hermano y a su "pareja" no era digno de un Caballero Dorado de Atenea... Sin embargo, la necesidad por aclarar sus temores y, por que no confesarlo, su exagerada curiosidad, algo innato en él, por saber lo que ocurría tras aquella puerta cerrada, pudo más que todas las reglas y normas de la más estricta caballerosidad.

 

- ¿Así que, harás todo lo que esté en tu mano para que te acepte, eh? -murmuró por lo bajo Saga con una amplia sonrisa-. Esto será, realmente divertido..., muy divertido... je,je,je, ya lo creo que sí.

 

&&&

 

Kanon, completamente rendido ante aquellas palabras, fue el que ahora atraía hacia sí los labios de su amado Kyoto para asaltarlos en un profundo y apasionado beso que hizo estremecer de placer y satisfacción al estricto y orgulloso Espectro, haciéndole gemir sin ningún tipo de control o misericordia.

 

El leve rumor de unos pasos acercándose, resultó ser la señal de alarma para que los amantes regresaran, de una forma brusca y poco agradable (sobre todo para el peliazul), de su agradable paseo por las nubes, para encontrarse de nuevo en el salón de la tercera Casa, en el Santuario de Atenea, en Grecia.

 

El primero en reaccionar fue, sin duda alguna, el primer Juez del Averno: Radamanthys, consciente del profundo trauma neuropsicológico que Saga podría sufrir al verlos tan íntimamente acomodados en su sala de estar y, pensando únicamente en que le resultaría más fácil congraciarse con su "cuñadito" no provocando la ira de éste en su primer encuentro "familiar" al descubrirle explorando las amígdalas de su hermano menor con su lengua, se soltó rápidamente de un sorprendidísimo Kanon, el cual fue a dar con su lindo trasero en el sofá situado tras él, de un fuerte empellón; tan violento e inesperado resultó ser su aterrizaje, que casi consigue volcar el mueble de espaldas. Mientras tanto, Radamanthys se afanaba en acomodar sus ropas lo mejor posible y en calmar, un tanto, su notable y algo visible y palpable "agitación".

 

El gemelo menor, no muy contento por el trato recibido, hizo ademán de protestar..., acción que obvió por completo al ver entrar a su hermano en la sala con un semblante claramente mucho más serio del que llevaba cuando saliera de aquella misma habitación minutos antes.

 

Saga apareció ante ellos con un sombrío rostro... y una enorme y maliciosa satisfacción en su interior, al percibir la enorme turbación que flotaba entre aquellas cuatro paredes al haberles interrumpido en un momento tan... romántico. Se había despojado de su Armadura, vistiendo ahora las sencillas ropas que solía utilizar en sus duros y agotadores entrenamientos. Pero, aún así, la figura imponente del gemelo mayor era algo que intimidaba... y mucho.

 

"En verdad que me voy a divertir de lo lindo haciendo sufrir a este par de tórtolos -se dijo para sí el Guardián de la tercera Casa-. Espero que Ángelo haya entendido bien el mensaje...".

 

Ante este último pensamiento, Saga estuvo a punto de estallar en una sonora carcajada anticipándose, su maquiavélica mente, a la próxima representación teatral que tendría lugar en breves minutos...

 

"Será, genial -rumió el gemelo mayor, saboreando por anticipado las mieles del éxito-. Vamos a averiguar hasta qué punto dices amar a mi hermano, Radamanthys de Wyvern".   

 

La imagen que se podía observar en aquellos precisos instantes en el interior del Templo de Géminis, resultaba ser el perfecto estereotipo de lo insólito...

 

El gemelo menor se había terminado por acomodar en el extremo del amplio sofá que se hallaba situado en el centro mismo de la sala de estar del Templo, gracias al galante ofrecimiento de su muy amado Juez, ante el profundo e inquietante silencio de su hermano y en espera de lo que éste tuviera que decir algo que, aún en contra de su voluntad, le preocupaba... y mucho.

 

Pese a que su apariencia podría parecer serena y relajada a simple vista, en realidad, distaban eones de sentirse así: su pierna derecha, descansaba sobre la izquierda, balanceándose distraída e incesantemente, en un constante y, por momentos, desquiciante movimiento convulsivo; sus brazos se encontraban fuertemente cruzados sobre el amplio pecho, en un claro gesto defensivo, mientras que los dígitos de su diestra no cesaban de tamborilear nerviosamente.

 

El Guardián de la Tercera Casa, no pudo obviar aquellas claras y luminosas señales con suma satisfacción, las cuales, le decían que su "hermanito" no estaba tan tranquilo como aparentaba. Sin embargo, algo más llamó su atención, el hecho de que el primer Juez del Averno se situara, precisamente, justo a su lado, como intuyendo también el nerviosismo de su gemelo... como queriendo intentar infundirle algo de la fría calma e indiferencia que el inglés parecía exudar a raudales... tanta, que el Kyoto parecía haberse convertido en una más de las incontables esculturas de frío y estático mármol con que se habían ornado las estancias del Templo de Atenea.

 

"Mmm... Demasiado tranquilo aparentas estar. A ver lo que te dura esa apariencia de maniquí de grandes almacenes que te gastas, Radamanthys de Wyvern..." -se dijo para sí el gemelo mayor, quien parecía muy entretenido en alternar miradas completamente indescifrables entre su gemelo y el Espectro, aumentando así la tensa atmósfera ya existente-.

 

Por su parte, el primer Juez del Averno ante lo que él mismo juzgara como una incorregible falta de modales por parte de su "distinguido anfitrión" al insistir de forma tan poco educada, aunque sí, premeditada en su mutismo, se entretenía observando con un marcado hastío la colorida, extravagante y, sobre todo, recargada decoración típicamente griega, por supuesto, que le rodeaba. A tal extremo que, para el severo y parco sentido de la estética del Kyoto, rayaba en lo demencial. Pero, ¿qué otra cosa cabía esperar de un ególatra y desquiciado geminiano con claros y graves síntomas de un excesivo orgullo patrio?

 

Inconscientemente, el ceño del inglés se frunció ligeramente al pasar por su mente la desagradable idea de que su amado pudiera compartir los mismos y singulares cánones de estilismo que su gemelo. Un leve estremecimiento le asaltó al imaginar sus queridas y sobrias habitaciones en el palacio de Hades, convertidas en una desafortunada y burda copia de una de esas tiendas para turistas llena de cachivaches y souvenirs...

 

Ante la patente impasibilidad y mutismo de su gemelo, Kanon resopló con impaciencia, atrayendo sobre sí la atención de los presentes. Si su hermano no estaba dispuesto a abrir la boca, él sería el primero en hacerlo.

 

- ¡Bueno, qué! ¿Te vas a decidir a hablar de una vez, o prefieres esperar hasta que la próxima reencarnación de Atenea sobre la Tierra aparezca por esa puerta? -exclamó rompiendo aquel estúpido silencio con uno de sus sarcasmos-.

 

Saga observó a su hermano con evidentes muestras de regocijo ante la salida de tono de éste. De los dos gemninianos, el menor siempre había dado más claras muestras de poseer un temperamento mucho más explosivo e inestable que el mayor. En aquellos precisos instantes, un leve sentimiento de compasión inundó su corazón para con el confiado e ingenuo Kyoto... Para cuando el pobre se diera cuenta de en dónde se había metido... y con quién, ya sería demasiado tarde para él pues, el guardián de la Tercera Casa conocía, mejor que nadie, el peculiar y errático comportamiento de su queridísimo hermanito. No obstante, ese leve, levísimo sentimiento de misericordia o clemencia, se esfumó de su mente tan rápidamente como había surgido fruto, naturalmente, de un profundo y comprensible cansancio crónico a causa de sus extenuantes y constantes entrenamientos.

 

Con una leve sonrisa en sus labios, el mayor de los geminianos optó por no alargar más aquella dulce tortura.

 

- A decir verdad, no tengo ninguna prisa. ¿Es que tú si...?

 

Kanon frunció el ceño al captar la velada insinuación tras aquella pregunta y, sin amedrentarse en lo absoluto, repuso a su vez en un claro tono de desafío.

 

- Quizás... ¿Por qué, es que a caso, te importa...?

 

- En absoluto, hermanito -repuso el mayor sabiendo a la perfección lo que le molestaba a Kanon ese apelativo-. Pero creo que antes de que os dediquéis al agotador y extenuante, aunque sumamente gratificante en extremo, pasatiempo de "partiros el culo mutuamente" -citó las palabras del Fénix-, me gustaría tener unas palabritas aquí con tu...

 

Un leve rubor se deslizó por las mejillas de Kanon ante semejante declaración que, sin embargo, dio paso, rápidamente, a una visible molestia ante semejante "indiscreción" por parte de su gemelo. Y todo gracias a cierto pollo entrometido.

 

"Maldito seas, Ikki. ¿Cuándo aprenderás a tener cerrada tu maldita y enorme boca?" -se dijo para sí, haciendo uso de todo su autocontrol para no saltar sobre su gemelo y aporrearle allí mismo la cabeza hasta hundírsela a la altura de los hombros-.

 

¡Oh! Qué hermosa visión sería ver al engreído de Saga sin cabeza, con su larga melena naciéndole desde el cogote y tropezando contra todo aquello que se encontrara a su paso. O mejor aún, podría decapitarle allí mismo y hacer otro remake de "El jinete sin cabeza de Sleepy Hollow".

 

Kanon sacudió la cabeza con fuerza para alejar aquellas tentadoras ideas que se agolpaban, una tras otra en su mente, con el consabido peligro de llevarlas a la práctica...

 

- ¿Y a ti que diablos te importa lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer con nuestros culos? -le espetó el gemelo menor con muy malos humos, poniéndose en pie-.

 

Saga sonrió de medio lado antes de responder. Quería saber, hasta dónde sería capaz de llegar aquel Espectro por el amor de su hermano y, para ello, nada mejor que llevar al límite a su queridísimo hermanito... situación que, realmente, no le costaría gran cosa, dada la interesante conversación que se traían entre manos.

 

- En realidad nada, y preferiría que la cosa continuara tal y como está en la actualidad. Además -se burló el peliazul-, no me apetece en lo absoluto jugar a adivinar cuál de los dos es el que "recibe" y cuál el que "da". Resultaría demasiada información adicional para mí, gracias.

 

- ¡¡¡Serás bastardo!!! -le escupió en la cara pletórico de ira-.

 

Ahora SÍ que iba a poner en práctica sus anteriores ideas.

 

El Kyoto contemplaba la escena con un bien disimulado aturdimiento, sin saber quién de los dos hermanos podría llegar a tener la lengua más afilada... o la mente más "sucia".

 

La tensión existente entre aquellas cuatro paredes parecía ir convirtiéndose, con una peligrosa y alarmante velocidad, en una atmósfera de lo más candente, por decir poco, y todo gracias a su pareja. Situación que, al hasta ahora flemático inglés, empezaba a no hacerle ni pizca de gracia. Sobre todo, al ver como un ingenuo Kanon le seguía el juego a un muy astuto Saga.

 

- Tranquilízate, hombre -le recomendó su hermano mayor con una risa ligera-. Parece mentira que seas tan tonto al insultarte de semejante modo, hermanito -de nuevo aquel estúpido apelativo que hicieron titilar las bellas esmeraldas del menor de los geminianos-. ¿No te das cuenta -continuó el mayor con un molesto tono paternalista en su voz-, que si me llamas "bastardo", es como si te lo llamaras a ti mismo...?

 

"¡Joder! Y para colmo, el muy cabrón tiene razón. ¡Puta mierda, y puto Fénix que lo jodió todo!" -se regañó a sí mismo el ex-Marina, maldiciendo de pasada a su "amigo"-.

 

Ante el claro desconcierto de su gemelo al no saber muy bien qué responder, Saga aprovechó para continuar con su plan...

 

Adquiriendo una entonación un tanto más seria, continuó.

 

- Bien, como iba diciendo, antes de la descortés interrupción de mi hermanito -matizó con una ironía implícita-. Ante todo, estamos aquí para que yo pueda hablar con... eh... con tu... -Saga pareció dudar, con toda la intencionalidad del mundo, a la hora de adjudicar el epíteto más adecuado al Espectro-.    

 

La estudiada y premeditada vacilación de Saga originó en sus oyentes el efecto deseado. Las esmeraldas de Kanon centellearon de vivo enojo, anunciando la próxima y no muy pacífica intervención del gemelo menor. Sin embargo, fue el Espectro el que se anticipó a hablar, con la forzada y calmada cortesía que exigía la situación aunque, por supuesto, no exenta de la cortante frialdad que le distinguía y caracterizaba.

 

- Con su... pro-me-ti-do -silabeó el inglés haciendo un claro hincapié en la seriedad de los lazos que le unían a su hermano menor-.

 

La burlona sonrisa de Saga se esfumó de su rostro a la hora de replicar al británico.

 

- Eso es algo que aún está por... decidir.

 

El enfado del gemelo menor se transformó rápidamente en un profundo asombro al escuchar semejante aseveración.

 

- Pero... ¿Q-qué... qué estás diciendo? -tartamudeó sin poder evitarlo-.

 

- Pues precisamente lo que acabas de escuchar: que ese... asunto, aún está por decidirse.

 

- Este "asunto", como tú lo denominas, está más que decidido -replicó Kanon, reponiéndose con rapidez-. Y desde luego, tú no has tenido... ni tendrás, voz ni voto en él -concluyó categórico, con una insólita, pero fría calma-.

 

- Eso es lo que tú te crees, hermanito. Te recuerdo que YO soy el hermano mayor y...

 

- ¡Tan solo por dos asquerosos y surrealistas minutos! ¿¡Y eso qué...!? -replicó el gemelo menor airadamente, ante aquella enconada rivalidad sobre aquel tema en particular-.

 

- Es suficiente...

 

- ¿¡¡Suficiente, para qué...!!?

 

El temperamento del menor de los gemelos comenzaba a dejarse entrever en todo su esplendor. Justo lo que andaba buscando el otro peliazul.

 

- Para poder decidir qué pretendiente es el más adecuado para un descendiente de la Casa de Géminis, por supuesto -respondió con suma solemnidad-.

 

- ¿¿¿¡¡¡QUEEE..., QUEEÉ!!!???

 

El gemelo menor no daba crédito a lo que escuchaba. Aquella situación no podía ser otra cosa que algún espejismo producto de la retorcida y obnubilada mente de su gemelo.

 

- ¿¿¿¡¡¡PERO QUIÉN TE CREES QUE ERES PARA DECIDIR CON QUIÉN PUEDO O NO SALIR, IDIOTA!!!??? -bramó avanzando un par de pasos, elevando un tanto su cosmos en clara actitud amenazante-.

 

- Me parece que ya te lo he dicho antes: tu hermano MAYOR -repuso Saga, sin intimidarse en lo más mínimo y con una tranquilidad que rayaba en lo desesperante-.

 

- ¡¡¡Y UNA MIERDA!!!

 

- ¡Esa lengua, jovencito! -le regañó su hermano con una fingida severidad-.

 

Las crispadas manos del Dragón Marino no pudieron alcanzar el cuello de su gemelo por dos sencillas razones: los entrenadísimos reflejos y la extrema rapidez de movimientos de un atento Kyoto.

 

Radamanthys había conseguido cazar al vuelo e in extremis, a un desquiciado Kanon, el cual, no cesaba en sus afanosos forcejeos por soltarse y abalanzarse sobre aquel estúpido y desequilibrado reflejo atrofiado de su propia imagen.

 

- ¡¡¡ Yo hablaré como me salga de las pelotas!!! ¿¡¡Te enteras!!? -le gritó-. ¡¡¡Además, tú lo haces peor que yo!!! -concluyó el gemelo menor con un ligero atisbo de infantilismo en aquella declaración, por otro lado, no exenta de verdad-.

 

- No seas ridículo, yo jamás utilizaría un vocabulario tan soez y grosero como el tuyo -mintió descaradamente el Dorado-.

 

Ante la inminente intervención de su hermano, Saga se anticipó levantando la diestra en señal de silencio, interrumpiéndole.

 

- ...Sin embargo, y si mi memoria no me falla, éste no es el tema que nos ocupa en estos momentos ¿Cierto? -concluyó, con una socarrona sonrisa de medio lado-.

 

- ¡¡¡Estás muy equivocado si piensas que hay algún "tema" que tratar aquí!!! -le espetó su gemelo airadamente, latiéndole en su sien izquierda una abultada vena que amenazaba con estallar de un momento a otro-.

 

Razón por la cual y, previendo un inminente desastre, el rubio optó por intervenir nuevamente.

 

- Amor, por favor, discutiendo no vamos a resolver nada -musitó el Espectro con una calmada, aunque firme entonación-. Esperemos a ver qué es lo que tiene que decir tú... hermano. 

 

- Sí señor, a eso se le llama tener algo de... sentido común -repuso el geminiano con una velada mofa en sus palabras y, dirigiéndose a su gemelo añadió, con fingida inocencia-. Oh, vamos, cálmate ¿quieres? No es bueno para la salud que andes por ahí tan... crispado, hermanito.

 

Los orbes del ex-Marina resplandecieron de furia ante el odiado y reiterativo apelativo.

 

- ¡¡¡Deja de llamarme así o te juro que te arranco la lengua de cuajo y te tapono el culo con ella, y cuando tu adorado Aioros quiera morrearse contigo, tendrá que hacerlo de rodillas y tú con los pantalones bajados ¿captas la idea...?!!!

 

Las doradas pupilas del Espectro se dilataron ligeramente ante lo esquemático de la descripción de su amado y, con un casi imperceptible movimiento de cabeza, alejó de su mente tan extravagante y estremecedora imagen. ¡Dioses, menuda imaginación tan vivaz!

 

- Vaya, qué susceptible y... gráfico te has vuelto -se burló el mayor-. ¿Será producto del amor...?

 

- ¡¡¡Que te den, Saga. Me estás buscando y, quien me busca... me encuentra!!!

 

- Bueno, bueno, bueno... Será mejor que dejemos por hoy las clases de "sexología avanzada" y que nos centremos en el tema que nos ocupa...

 

- ¡¡¡Maldita sea, Saga ¿es que estás sordo o qué? Te repito que no hay ningún...!!!

 

- Y yo te repito a ti, Kanon -le interrumpió su gemelo cortante- que, te guste o no, tendrás que asumir tu responsabilidad como uno de los descendientes de la Casa de Géminis, con todas las obligaciones y consecuencias que ello conlleva. Y una de esas consecuencias es, por supuesto, que sea el Cabeza de Familia, o sea YO, el que determine quién será el candidato más apropiado para unirse a ti.

 

La excesiva seriedad que Kanon leyó en el rostro de su gemelo le hizo dudar, por breves instantes, si lo que éste le estaba contando no sería realmente... cierto. Y si, efectivamente, eso era así ¿Qué sucedería, entonces, con su compromiso con Radamanthys, y del amor que ambos se profesaban con tanta pasión y sinceridad...?

 

Un leve escalofrío recorrió su espalda al imaginarse, por un momento, cómo podría ser la vida sin su amado Juez a su lado... Y no le gustó.

 

La leve turbación que aquella inesperada declaración había conseguido tocar su alma, se disipó con la misma velocidad con la que el ex-Marina era capaz de lanzar uno de sus más mortíferos ataques.

 

Las bellas esmeraldas del gemelo menor resplandecieron con un brillo muy distinto al de la ira o el desdén que tan a menudo solían surcarlas. Lo que en ellas se podía leer ahora era la indómita y más firme tenacidad. Aquella temible obstinación que Radamanthys conoció de primera mano, y que llevó al gemelo menor a sacrificar su propia vida en aquel cruento combate que finalizó con la muerte de ambos.

 

- No me creo nada de lo que me dices, Saga -comenzó a hablar el gemelo menor con aquella intimidante seriedad tan parecida a la de su hermano-. Y entérate de una vez, no pienso romper mi compromiso con Radamanthys, por nada del mundo.

 

- Me parece que aún no has entendido la gravedad del asunto ¿verdad? No seré yo quien te obligue a nada. Sencillamente, no podrás llevar a cabo ese... compromiso. Un descendiente de la Casa de Géminis...

 

- Me da igual lo que vayas a decir -musitó, arrastrando peligrosamente las palabras al contestar-. Ya he tomado una decisión, MI decisión, y por nada de este mundo la voy a cambiar.

 

- Como iba diciendo -repuso el mayor desoyendo por completo el último alegato de su hermano-, un descendiente de la Casa de Géminis que, en un futuro, quizás esté llamado a vestir la sagrada Armadura del tercer Templo, en el hipotético caso de que yo no esté, se debe, ante todo, a su deber y al Patriarca. Será él mismo, el que deniegue o asigne tu compromiso y, como está establecido, los Caballero de tu misma Orden serán los que opten, en primera instancia, a ser tus pretendientes.

 

- Olvidas, hermano, -replicó Kanon haciendo inconmensurables esfuerzos para no gritarle a su gemelo que se fuera a tomar viento fresco a la esquina- que yo NO SOY un Caballero de Atenea, propiamente dicho...

 

- Eso no importa. Ese detalle se obviará... oportunamente, llegado el momento, al ser tú mi heredero legítimo -repuso el peliazul con cierta displicencia-.

 

- ¡Me importa una puta mierda si soy o no tu heredero legítimo. Jamás consentiré que me utilices para venderme al mejor postor como si fuera una vulgar ramera!

 

El marcado reproche con que fueron pronunciadas aquellas últimas palabras y el leve temblor que el Guardián de la Tercera Casa pudo percibir en el labio inferior de su hermano al pronunciarlas, le hicieron pensar, por un instante, si no se habría sobrepasado con todo aquel asunto. Jamás había visto a su hermano menor tan serio y decidido, tan sumamente frío e, incluso... peligroso. Podía notar cómo su gemelo hacía verdaderos y estoicos esfuerzos para controlar sus nervios y su habitual y temperamental carácter, evitando así que su poderosísima cosmoenergía se manifestara de la forma más pura y violenta posible.

 

- ¡No seas idiota! No se trata de "venderte al mejor postor" para sellar ningún tipo de pacto o alianza -matizó el mayor con cierto desprecio, por semejante comparación-, si no de que tu enlace sea el más apropiado para la Casa de Géminis y para ti mismo, por supuesto.

 

Aquello no iba bien... nada bien. El flemático Kyoto frunció profundamente el ceño. Sabía que la noticia de su relación con Kanon no iba a ser del agrado del Guardián de la Tercera Casa pero, de ahí a que éste optara por interferir de una manera tan activa como sus propias palabras parecían indicar...

 

Cuando había aceptado, junto a Kanon, mantener aquella "charla" con Saga, se hallaba completamente seguro de que el gemelo mayor, en un principio, pondría el grito en el cielo y que tras unas, más o menos, intensas negociaciones, éste consentiría y cedería. Sin embargo, aquella situación parecía que se iba complicando por momentos, sobre todo, cuando pudo notar con una extrema nitidez, cómo el cosmos de su amado iba en aumento, ya sin control...

 

- ¿El más apropiado... dices? -repitió las palabras con una estremecedora sonrisa cargada de ironía y algo muy parecido al rencor-. Y dime una cosa, hermano, ¿Dónde quedan el amor y los sentimientos en todo esto...?

 

- Eso no será problema, el Caballero que decida optar por ti, se comportará como tal, naturalmente. Por eso no tienes que preocuparte.

 

- Vaya, pero si has pensado en todo... ¡Qué bien!

 

Los labios de Kanon se plegaron en una desdeñosa sonrisa. Se resistía a creer en toda aquella sarta de estúpida e insensata palabrería que escupía la boca de su hermano mayor. Sin embargo, la extrema seriedad y convencimiento con el que hablaba le hacían dudar...

 

Conocía lo suficiente el "peculiar" y, en muchas ocasiones, "desagradable" sentido del humor que poseía éste, como para saber que todo aquello podría muy bien ser tan solo un estúpido juego, una burda chanza de muy mal gusto, por cierto. Aunque, si eso fuera así realmente ¿Con qué objetivo...?

 

Por otro lado, toda aquella estúpida y absurda historia, de la cuál JAMÁS había escuchado antes ni una sola palabra parecía, incluso, superar en lo retorcido a la retorcida mente de su retorcido hermano, valga la redundancia.

 

- No te equivoques, Saga, yo no soy ningún jodido trofeo futbolístico para que nadie opte por mí. ¿¡Me has entendido!?

 

- ¡Tú -replicó el mayor, rezando a todos los Dioses del Partenón para que el idiota de Ángelo llegara ya y no alargar más aquella casi insostenible situación-, cumplirás con tu sagrado deber, como descendiente de...!

 

- ¡BASTA YA! -Kanon interrumpió a su hermano, ahora sí, con una clara amenaza planeando en sus palabras, rozando el límite de su paciencia,-. ¡¡A la mierda TÚ, a la mierda la asquerosa Casa de Géminis y a la mierda la puta Orden entera de Atenea con ese viejo chivo de Shion a la cabeza!! ¡¡¡No voy a quedarme de brazos cruzados esperando a que ese vejestorio, decrépito y senil decida a qué tío deberé de abrirle mis piernas!!!  

 

El tono de voz del gemelo menor se había ido incrementando al mismo tiempo que las palabras, empapadas en una profunda rabia, escapaban de su boca. La perturbación en su cosmos se había intensificado de tal modo, que algunos de los objetos decorativos que pendían en las atestadas paredes de la estancia habían ido a parar al suelo hechos añicos, mientras otros muchos eran víctimas de violentos temblores, logrando mantener un precario equilibrio.

 

Radamanthys se apresuró a intervenir, colocándose oportunamente entre ambos hermanos, de espaldas al mayor para así colocarse en la trayectoria visual de las amadas esmeraldas de su pareja y convertirse así en su único objetivo, en su único punto de atención, como así lo consiguió.

 

- Mi amor, cálmate -le susurró el Juez, acercándose un poco más para tomarle por los hombros y hacer que su cálido contacto detuviera el visible temblor que agitaba su cuerpo-. Así no lograrás resolver nada...

 

- Pero ¿¡Es que no le has oído!? ¿¡No has entendido ni una maldita palabra de lo que ha dicho este imbécil rematado y demente!? -el enojo de Kanon volvía a resurgir con más bríos que antes, elevando nuevamente el tono de voz pero dirigido esta vez, al que menos culpa tenía-. ¡¡Este cabeza de chorlito, por si no lo sabes, pretende que...!!

 

- Lo sé, mi amor. Lo sé... -le cortó el inglés con toda la paciencia del mundo, atrayendo el cuerpo del peliazul junto al suyo para estrecharlo en un tierno abrazo y sellar sus palabras con un tierno beso, el cuál profundizó sin el más mínimo recato ni consideración por el dueño del Templo-.

 

 

CONTINUARÁ...

 

Notas finales:

Bueno, espero que os haya gustado y hasta pronto, muchos besotes...

OTORY...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).