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Amarte duele por Nabichan Saotome

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Amarte duele

¿Quieres saber cómo te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.

Nabichan Saotome.
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Capítulo 11. Solo pero contigo

Eriol se encontraba totalmente solo en la mansión, en el comedor, haciendo la tarea extra que les habían dejado, a él y a Syaoran por no poner atención en clase y mandarse recados por debajo de la vista del profesor, hasta que la escritura no fue suficiente y se pusieron a platicar sin reservas, aunque en voz baja. Lamentablemente para ellos, no era lo único extra que tenían que pasar desde que su relación se formalizó. Principalmente, por su enemiga: Sakura.

Los viejos tratos, el clásico beso en la mano, el tradicional saludo que hacía sonrojar a la chica; habían desaparecido de un día a otro, lo cual no entendió la pequeña Kinomoto. Eriol seguía siendo el mismo chico amable, cálido y cariñoso de siempre; pero no con ella. Era como si de pronto hubiera dejado de existir, como si en lugar de una hermosa chica de cabello castaño y corto, hubiese una pared invisible a la cual jamás se le saludará, por ser precisamente lo que se ve: nada. Claro ejemplo de ello, y del resentimiento que Hiragizawa tenía por ella, fue el lunes.

Syaoran y Eriol llegaron a la escuela, platicando animadamente, el trigueño había ido a recoger a su novio a la gran mansión, temprano, para poder disfrutar un poco de su soledad y llegar a la escuela minutos después. E hizo bien, pues las primeras personas con las que se encontraron al atravesar esa reja, fueron Tomoyo y Sakura.

-Hola Tomoyo-

-Hola, Eriol ¿Cómo están hoy?-

-Yo, como nunca...perfectamente...-

-Bien, muy bien- Lee estaba sonrojado por el nerviosismo que le causaba la chica, cosa que ella percató, pero como él no la veía, supuso que aquella mirada era para otra persona. -¿Y tú, Tomoyo?-

-Supongo que bien, aunque un poco nerviosa por el examen de física de hoy...no estudié mucho...- Eriol le dirigió una sonrisa de complicidad al trigueño, que se sonrojó aún más.

-Nosotros tampoco, pero lo intentaremos- desvió la mirada hacia la chica nuevamente, sin aquella sensualidad desbordante. -¿Verdad que sí, Syaoran?-

-Claro...- en ningún instante de la conversación alguien había saludado a Sakura, no le habían dirigido la palabra, ni siquiera la habían visto. Es como si no existiera.

Esa fue, una de las fases más fáciles de una ley de hielo para Sakura, porque a cada instante, sentía ganas de acercársele sólo para gritarle que Syaoran era suyo, que ella era una maldita arpía que había abandonado a alguien tan hermoso a la intemperie donde él lo conoció... Pero se conformaba con no verla, traspasarla con la mirada y fingir que jamás se había percatado de su existencia.

Pero, ¿Por qué se sentía tan celoso?

Sacó punta al lápiz y siguió resolviendo las ecuaciones, intentando concentrarse. Sin embargo, el recuerdo de Sakura llegó nuevamente a sacarlo del trance matemático. Había sido una semana difícil. Definitivamente, aquella chica no se daría por vencida así como así, sin una pelea justa. Ya no le hablaba a Syaoran, al parecer no lo podía ni mirar, pues algo en su interior parecía quebrarse en millones de partículas, que hubieran sido expulsadas en forma de lágrimas de no haber perdido contacto con Lee; pero aún así, aquella mirada fija alteraba el buen ánimo del chico, recordándole que Sakura seguía existiendo. Hasta ese momento, aquel era el arma más poderosa de la chica, una exhaustiva lucha silenciosa, como esperando que Syaoran se lanzara a sus brazos para decirle que todo era mentira, que no estaba con ninguna chica y que sólo le había dicho eso a Tomoyo para darle celos; aunque en parte, aquello era verdad.

No, definitivamente él no andaba con una chica. Y no le había dicho a Tomoyo nada, ese había sido el hermoso albino. Pero no se lanzaría a sus brazos. Claro que no.

Syaoran se hallaba igualmente sentado en el comedor de la cocina, con Wei haciendo la comida mientras él realizaba su tarea. De vez en cuando intercambiaban pláticas, como para no aburrirse ni perder la concentración en sus respectivos trabajos.

-¿Y el Joven Eriol? ¿Por qué no lo invitó a comer?...-

-Es que cuando viene se acaba la comida- se rió de su propio comentario, no con burla, sino de manera grácil, como lo haría Eriol en esa situación. Un cuchillo cayó al suelo provocando un golpe seco y agudo, después, todo quedó en silencio, Syaoran de pronto se sintió observado a través de un microscopio...incluso con cierto temor. -¿Qué te sucede?-

-Hacía mucho...que no se reía...Joven Syaoran....- se sorprendió ante el comentario y bajó la mirada, intentando recordar alguna otra ocasión en que se hubiera reído, pero por más que se esforzó en traer a su memoria un momento de risa y diversión verdadera...no hubo nada. Se asustó sobremanera, jamás se había reído, por lo menos no desde una niñez ya olvidada. El temor se volvió dolor. El dolor en recuerdos. Los recuerdos lo llevaron hasta Eriol y sonrió. -Cuénteme más acerca de ese chico tan amable- dijo, mientras recogía el objeto tirado, lo lavaba cuidadosamente y seguía en la perfecta preparación de la comida. El trigueño se sonrojó un poco ante la pregunta, pero como alguien que se confiesa de una felicidad que pudiese llamarse pecado, decidió hablar.

-…l no sólo es amable...es la persona más especial que he conocido...-

-¿Más que la señorita Sakura?-

-Mucho más...- dijo sin titubear, cambiando su mirada a una de ensueño. Su cerebro le quiso hacer reaccionar casi gritando “¡Sakura!” mientras que pancartas multicolores solamente imaginadas tenían escrito ese nombre. Pero nada sucedió. Nada.

-Sólo espero que el Joven Eriol venga más seguido, es muy agradable y simpático...desde que lo conoce, usted ha cambiado mucho; recuerdo que hace tiempo me platicó acerca de su llegada a la escuela, que era demasiado amable y cordial como para que fuera sincero y que no confiaba en una persona así...pero ahora, veo que si lo pone de tan buen humor, definitivamente son los mejores amigos...- Syaoran quiso reírse ante la ingenuidad de sus palabras, pero decidió comportarse y hacer caso a su tarea.

-Tienes razón- Se limitó a decir. Intentó concentrarse nuevamente, pero el recuerdo de Eriol lo perturbaba de tal modo que no pudo hacerlo. No dejó de pensar ni un momento en él, en tanto miraba las ecuaciones sin atención alguna, con el lápiz en la mano y la mente fija en un solo chico, al cual extrañaba como si no lo hubiera visto en años. El teléfono sonó de un momento a otro, retumbando en la sala y llamando a alguien para que fuera contestado; Lee despertó de su estupor, se puso de pie con rapidez, esperanzado de que fuera Eriol extrañándolo tanto como él lo hacía. Tal fue su emoción, que contestó incorrectamente, demasiado ansioso como para contener la pregunta -¿Eriol?- pero nadie contestó, en cambio se oyó un sollozo muy leve, como queriendo ser evitado y la señal de que habían colgado. Tomó aquello como si la persona que marcó se hubiese equivocado y volvió a la mesa, sin saber que Sakura había tenido el suficiente valor de marcar cada uno de los números indicados en su agenda como pertenecientes al teléfono de Syaoran, con el cuidado de no equivocarse, en tanto el corazón destrozado le impedía dejar de llorar un instante al escuchar la voz de Syaoran, aclamando otro nombre, la chica estuvo a punto de pensar en una realidad que desconocía, aunque fuese sólo una sospecha, pero lo que le había dicho Tomoyo era acerca de “ella” sin denominar algún nombre, además de que Syaoran y Eriol eran sólo amigos.

Claro que nunca supo en aquellos momentos de angustia, cuan equivocada estaba.


El timbre sonó, despertándolo de sus pensamientos, se puso de pie y fue a abrir, consciente de que aquel que tocaba no era Syaoran; con paso elegante tomó el pomo y abrió, encontrándose con una visita inesperada, pero no por eso poco agradable o inoportuna. La invitó a pasar.

-Hola Tomoyo-

-Hola Eriol- abrió la puerta perfectamente y se quitó del paso con total amabilidad, cerró la puerta trayendo una ventisca perdida del otoño consigo, cuando la chica entró y lo esperó.

-¿A qué debo el honor de tu visita?-

-Necesitamos hablar...es sobre Sakura y Syaoran- Como esperando aquello, la invitó a sentarse, hizo una pequeña reverencia, salió del cuarto dirigiéndose a la cocina, intentando calmarse.

Minutos después regresó, cargando una charola con una jarra de té y dos tazas bocabajo en sus respectivos platos; la dejó en la mesita de centro, sirviendo en completo silencio.

-¿Qué quieres saber? preguntó, mientras le entregaba la taza, con la cantidad exacta de té verde y un poco de miel que se encargó de disolver antes de avisar que estaba listo.

-Bueno... Muchas gracias... Supongo que ya regresaste con Syaoran-

-El mismo día que te enteraste de ello, cuando te fui a dejar me encontró y nos reconciliamos...-

-…l no debió hacer eso- un poco distraído, el chico volteó nuevamente su atención interrumpida por pensamientos románticos hacia Lee.

-¿Perdón?- sorbió un poco de té, se hubiera atragantado con la respuesta de no haber sido por la elegancia que se lo impedía.

-Lastimar a Sakura, sabiendo que ella lo ama...-

-¿Qué? Ninguno de los dos sabíamos eso...- aunque en parte, era una mentira, ya que él sabía a la perfección aquellos sentimientos no confesados y egoístas de la chica Kinomoto; no obstante se había intentado convencer de que sólo era parte de un ego que no desea ser lastimado o de una amistad que desapareció con unas cuantas palabras.

-Entonces él no sabe que...- Eriol asintió, tranquilizándose. -Mira, vengo a hacerte una propuesta- de su bolsa de mano color crema sacó lo que al parecer era una chequera de cuero blanco y siguió hablando. -Yo no puedo soportar ver a Sakura sufrir; no duerme bien, no come, ya no ríe... no, no puedo verla así...por lo que te pido que dejes a Syaoran...- Hiragizawa abrió los ojos, a punto de reír por semejante insinuación. -...alguna vez quiso a Sakura, así que podrá hacerlo nuevamente...sólo es cuestión de que le inventes cualquier cosa...sólo, mira esto...- le enseñó el centro de su plan, en el papel que debía ser cambiado se marcaba una suma con la que se podría comprar el mejor auto importado último modelo y vivir sin preocupaciones el resto de su vida. Eriol lo tomó con una sonrisa, que correspondió Tomoyo antes de ver como aquel cheque era roto en pedazos por el albino, que mostró una mueca indignada mientras se ponía de pie con rapidez.

-¿Qué te piensas? ¿Que puedes comprarme a mí o a Syaoran? Ni con todo el dinero del mundo podrías hacerlo...escúchame bien, que tu amiguita esté lastimada no implica que Syaoran esté en venta para consolarla, él está conmigo por propia convicción...así que no puedes venir a mi casa a pedir que lo deje sólo porque tienes dinero y crees poder manejar a las personas... No tienes que entenderme, pero si él se quiere ir se irá...no así...-

-¿Qué quieres entonces? Puedo darte todo lo que quieras...todas las personas tienen un precio...-

-Ni Syaoran ni yo lo tenemos...así que te pido que te retires...- Tomoyo guardó la chequera en su bolso y se puso de pie, totalmente afligida.

-Lamento lo que sucedió- Pronto no hubo más recuerdo de aquella visita que el cheque roto en más pedazos de los que pueden ser contados, la taza vacía y aquel amargo sabor a desdicha en la garganta de Eriol, que se recargó en la puerta, sin energías ni ganas de regresar a hacer su tarea. Se deslizó hasta el suelo, sentándose con la cabeza levantada al techo.

Cualquier otra persona en su posición hubiera aceptado semejante suma de dinero, pero le había parecido tan repugnante vender a Syaoran, porque al fin y al cabo así se le llamaría a semejante acción; que no titubeó, ni siquiera lo pensó. Era cierto, su novio estaba enamorado de una chica, lamentablemente, pero aquella dueña de sus sueños no se merecía ni un poco de consideración después de hacerlo sufrir tanto, además en la guerra y en el amor todo vale ¿No?

¿Amor? ¿Había pensado en amor?

En aquel cuarto, totalmente solo, con la mirada perdida comenzó a reflexionar qué era el amor, además de uno de los misterios más grandes que seguían sin descubrirse.

Después de todo, aquel chico de hermosa mirada chocolate era su tesoro más preciado y al que más quería. Por eso no deseaba entregarlo, ni siquiera pensar en abandonarlo cuando le había costado tanto tenerlo cerca, para respirar su aliento sediento de placer y besar aquellos labios suaves que le recordaban a las nubes, a pesar de jamás haber tocado una. Era precioso, divertido, interesante, tierno y amable más que eso, perfecto... con aquella timidez y seducción por poseerla. Lo quería tanto... La imaginación le ganó a la conciencia y comenzó a soñar despierto, usando aquella ilusión como metáfora hacia sí mismo de lo que estaba sucediendo.

Una pista de hielo era el paisaje donde Syaoran, Sakura, Tomoyo y él se encontraban, con ropa invernal y jugueteando cada uno por su lado. A pesar de la advertencia de hielo quebradizo, Lee fue hacia el otro extremo de la pista al aire libre; patinando con un poco de dificultad. Un sonido, como de algo que se rompe poco a poco anunciando lo inevitable, alertó al chico, que inmediatamente se paró en seco, observando el piso que se volvía agua helada bajo de sí, antes de que formara parte alrededor de él. Sakura escuchó que alguien pedía ayuda, por lo que corrió hasta allá, dándose un aire de autosuficiencia. Al observar quién era, una mueca de dolor se formó en su rostro, si intentaba ayudarlo, ella también caería...se detuvo antes del límite y regresó sobre sus propios pasos, observando a Syaoran como un pequeño cachorro al que no se le puede salvar. Lee comenzó a llorar en completo silencio, dispuesto a morir de hipotermia al ver a la chica alejándose...hasta que Eriol corrió hasta él, mientras el hielo comenzaba a quebrarse, lo tomó de la mano y lo haló hacia sí. Se lo llevó lejos de ahí, justo en el momento en que el soporte en el que ambos estaban se quebró por completo, como un cristal. Apenas a salvo, ambos se abrazaron. Aquellos ojos chocolate, totalmente agradecidos se cerraron, esperando más que una salvación física. El albino se mordió los labios y lo besó, encontrándose él mismo con su salvación. Sakura regresó, arrepentida de haberlo abandonado. Pero Syaoran ya estaba a salvo y Eriol no lo dejaría ir por nada de ese mundo.

Sonrió ante su cursi pensamiento y se puso de pie, un poco más reestablecido. Levantó las cosas de la mesa de centro, incluyendo el cheque roto en varios pedazos, dirigiéndose nuevamente a la cocina.

-Así que no sólo tú...Sakura. Si quieren guerra...la van a tener...- llevó los trastes sucios al fregadero, los dejó y fue hasta el bote de la basura. Observó por última vez el cheque hecho pedazos y lo rompió aún más, tirándolo. -Tú también...Tomoyo...- lavó los trastes y salió del cuarto. Caminando lentamente subió las escaleras, dirigiéndose hacia la ducha; con un solo pensamiento en la cabeza: Syaoran.


Un trigueño de ojos color chocolate veía al mundo con una mirada que sólo Eriol sabía ofrecer y compartir, una en la que todos los problemas parecían sin importancia alguna.

-¿Joven Syaoran? ¿Qué le sucede?- el trigueño jugueteaba con los cubiertos sin realmente poner atención en el mundo a su alrededor, delineó los dientecillos del cuchillo con el índice, sin poder pensar más que en Eriol. -Joven Syaoran-

-¿Uh? ¿Me hablabas?-

-¿Qué le sucede? Se ve terriblemente preocupado...- Exactamente ese era el problema, que estaba preocupado por su relación con Hiragizawa, que no sabía qué pensar acerca de él, no sabía qué sentía y no tenía idea del porqué al ver a Sakura sentía rencor en lugar de la adoración anterior...no tenía idea de lo que sucedía. Aunque en sí, con su novio al lado, no tenía la menor importancia.

-No, no... Estoy bien...- Pensar que era su primer noviazgo y que su primer beso lo había tenido justo con él, un chico que admiraba, que le gustaba y deseaba. Sonrió con cierta melancolía, pensando en Eriol. Tal vez sería bueno llamarle, ir a visitarlo, conversar durante largo rato y jugar a aventarse cosas, para terminar la velada con simplemente disfrutar de su romance y su amistad.

-¿Está seguro?-

-Sí...muy seguro...- Wei no estaba de acuerdo con la afirmación, por lo que tomó la servilleta, limpiando con total delicadeza la humedad en las comisuras de sus labios y siguió hablando.

-¿Sabe qué debería hacer? Vaya a ver al Joven Eriol...-

-¿Tú...tú crees?-

-Claro que sí- como si esa frase hubiese sido una verdadera orden, se puso de pie rápidamente y fue a su cuarto con paso acelerado. Abrió la puerta, se dirigió al clóset y sacó una chamarra de mezclilla oscura. Se miró al espejo, arreglándose el cabello y colocando su mejor sonrisa. Un reflejo llamó su atención, haciéndolo darse la vuelta y caminar hasta la cama, sentándose por breves instantes mirando la razón de su cambio. El oso de felpa que había ganado Eriol se hallaba ahí, su novio se lo había regalado la mañana de su compromiso, en el cuello, llevaba atada una pequeña nota que acarició entre sus dedos mientras leía una vez más la letra elegante. “Quédate esta noche conmigo mi querido Syaoran. Te quiero. Eriol” suspiró, poniéndose de pie completamente sonrojado.

-Eriol...- sintiendo el corazón acelerado decidió no perder más tiempo; se puso la chamarra con rapidez y dejó el cuarto nuevamente con una sonrisa.


Sin embargo, no fue directamente a la casa de su novio. Antes de ello, tomó una pequeña desviación hacia el centro de Tomoeda, donde adquiriría los dulces que de sobra sabía eran los preferidos de Eriol. Con las manos en las bolsas del pantalón de mezclilla iba tarareando una melodía que lo hizo sonrojar de manera exuberante cuando se metió a la tienda. Pasó al mostrador, donde una hermosa chica de su edad lo atendió con enorme gusto.

-Buenas tardes, ¿En qué te puedo ayudar?-

-Dame...unos bombones, esos chocolates con forma de corazón y cien gramos de esos... ¡ah! Y también de esos otros... ¿Tienen helado aquí?-

-En los congeladores tenemos de varios sabores...puedes tomar el que te guste mientras yo preparo tu orden- con una hermosa sonrisa Syaoran le agradeció la indicación, yendo hacia la última parte de la pequeña tienda de dulces y helados. Aún con esa melodía surgiendo con dulzura de sus labios revisó los congeladores.

-Veamos...Vainilla, chocolate, fresa...ron con pasas...napolitano- un ruido interrumpió sus pensamientos. En el suelo se hallaban varios paquetes de dulces que habían sido tirados distraídamente por una chica a la cual no esperaba ver justo en ese lugar.

-Syaoran...- La observó por varios segundos, antes de volver a su inspección. Tomó uno de vainilla, uno de chocolate y uno combinado. Sin embargo, algo lo hizo detenerse tras cerrar la puerta del congelador.

-Ah, hola Sakura- Por supuesto no le daría la razón a la chica de perseguirlo o continuar aquel pequeño encuentro, por más que una parte de sí lo desease todavía; por lo que con voz calmada y desinteresada dio media vuelta, mordiéndose el labio interior por hacerlo. Fue a la caja a pagar, sacando varios billetes del pantalón. Tan pronto tuvo todo listo salió con calma de la tienda, hasta donde Sakura ya no pudo verlo; corrió como aquella tarde funesta en la que al parecer había perdido todo. Tenía que admitirlo: Aún la amaba.


Al llegar a la casa de Eriol, se encontró con una no tan grata sorpresa. Tocó varias veces sin que nadie atendiese a la puerta, tocó el timbre casi en tantas ocasiones como en las que golpeó la madera y se dio por vencido, perdiendo toda esperanza de ver a Eriol.

-No puede ser...no...- decidió hacer un último esfuerzo que resultó fructífero, giró la perilla. -Ah- fue lo único que dijo, avergonzado por no haberlo intentado antes. Entró y cerró, colocando el seguro en la puerta. -¿Eriol?- gritó con ternura, sin que nadie contestase. A lo lejos, un leve sonido llamó su atención. La curiosidad pudo más que sí mismo, pues subió las escaleras hasta donde provenía aquella distracción; en el piso de arriba pudo percatarse de algo que lo maravilló por completo, su querido estaba cantando a todo volumen con aún más melodiosa voz que la de un ángel. Ni siquiera se dio cuenta de cuando abrió y cerró la puerta del cuarto donde surgía aquella voz, hasta que sus oídos le indicaron el drástico cambio de volumen y sus ojos se abrieron al máximo. Las bolsas con golosinas fueron a dar al suelo al mismo tiempo en que su aliento se detuvo por completo.

-¡Syaoran!- la canción se detuvo, a comparación del corazón de Lee que comenzó a acelerarse sin compasión alguna, la respiración regresó con gran intensidad, casi tanta como la que demostraban sus mejillas sonrojadas. A unos dos metros de él se hallaba Eriol, completamente desnudo; observándolo fijamente, de frente a la ducha, volteando a su derecha con una mirada misteriosa. El cabello azul brillaba con gran intensidad así como el resto de aquella hermosa piel suave y tersa que denotaba pasión. Las mejillas estaban sonrojadas, pero la mirada gritaba atrevimiento y un cierto toque de tentación.

-Yo...perdona...es que...te oí y...no pude... Lo siento...- Sin embargo, no se movió del lugar, se quedó contemplando aquel cuerpo albino, hermoso, atlético y suave, memorizó cada detalle de él sin perderse ni un centímetro de aquel deleite. El agua recorriendo a Eriol le daba un aspecto excitante y magnífico. Cada gota de agua que se perdía entre la piel blanca y suspiraba de placer era preciada y envidiada por Syaoran que deseaba ocupar ese lugar.

-Sé caballeroso y pásame la toalla-

-Yo...claro- hizo caso a aquella voz suave y delicada, tomando la toalla blanca entre sus manos con un nerviosismo notable. Con pasos breves caminó hasta él, observándolo aún, analizándolo y admirando la belleza que no podía ser humana. Eriol cerró la llave del agua y aceptó con una sonrisa avergonzada la tela suave; se cubrió de la cintura para abajo y salió de la ducha, con una mirada completamente fija en él. Syaoran sólo perdió contacto para recoger las bolsas del suelo.

Lee no podía creer lo que había sucedido, le parecía tan inexplicable y excitante que no tenía sentido. Ambos llegaron al cuarto, en completo silencio y sin poder observarse. Syaoran estaba avergonzado, por no haber retirado la mirada, por incluso fijarla en él apasionadamente. Eriol parecía inmutable, pero en realidad sólo se mantenía en silencio por no saber qué decir. Sacó ropa del clóset y la colocó en la cama, donde Syaoran estaba sentado. Ninguno de los dos se atrevió a mirar al otro. Los minutos pasaron en completo silencio, sin ningún movimiento hasta que Eriol caminó a los cajones, tomó ropa interior y observó el paisaje aún diurno. Un escalofrío lo recorrió por completo.

No sabía porqué lo había hecho, porqué se había atrevido a semejante acción, pero el hecho de realizarla le había quitado un gran peso de encima. Caminó hasta Eriol con pasos lentos y lo abrazó por la espalda, sintiendo la piel mojada sobre la ropa húmeda. Con infinita pasión besó aquel cuello a su alcance, deslizando las manos a través del cuerpo ansioso que aceptó las caricias al dejar caer la cabeza hacia atrás en un movimiento lento con los ojos cerrados. Lee supo que aquella oportunidad no se repetiría con tal casualidad y delicia por lo que aprovechó cada momento. Como si cada beso tranquilizara a ambos, dejaron que sus manos llegaran poco más de lo permitido días anteriores. El trigueño tuvo su turno primero.

Deslizó ambas manos hasta la toalla, desatando el nudo que se hallaba en ella. Con absoluta delicadeza secó la piel blanca e infinita que le ofrecía escalofríos de vez en vez. La tela blanca absorbió cada gota del torso, los hombros y el rostro que fue repetidamente besado. Eriol se sorprendió al percatarse en la cama, mientras Lee seguía en su labor, como una vez él lo hizo, pero con una gran diferencia: El compromiso entre ellos y la ropa que nunca llegó a su cuerpo albino. Las manos bordearon la cintura en tanto sus labios se entretenían mutuamente. Eriol vio como la toalla volaba hasta el otro extremo de la habitación justo cuando el trigueño se detenía en su cadera, acariciando con lentitud cada centímetro.

Cerró los ojos nuevamente, en un acto de entrega y placer, mientras un largo suspiro se escapaba de sus labios sin querer detenerlo; tomó a Syaoran por la nuca, sosteniendo su cabello en forma firme antes de que este tomase la iniciativa y comenzara a besarlo sin reserva alguna.

Caricias suaves y tímidas fueron colocadas sobre la piel albina, mientras Lee sentía enloquecer con cada suspiro que escuchaba de aquella voz, alentándolo con su exploración. Se alejó muy a su pesar de aquellos labios, con la grata y excitante misión de seguir adelante. Recorrió con lentitud el abdomen bien formado y las piernas de porcelana perfecta, antes de atreverse a temblorosamente acariciar aquel miembro ya erecto por los movimientos provocativos de un inicio. La piel era suave, pero extremadamente firme y deliciosa a la vista del trigueño, que acomodado sobre su amante, pronto tuvo un vuelco total de los papeles.

Eriol lo encerró entre sus piernas, acercándolo aún más a pesar de que eso parecía imposible. Abrió los ojos, extremadamente llamativos con aquel rubor en sus mejillas, al mismo tiempo en que con un movimiento al parecer de pelea quedaba encima de él, con una mano sobre ambos brazos de Syaoran. Guiñó el ojo derecho a su amante deshaciendo aquella prisión de piel, sangre y deseo latiente; al momento en que se inclinó hacia él, desabrochándole la camisa índigo, con los labios temblorosos por la ansiedad de tener a aquel ángel bajó sí, preso de la tentación y dudoso de hacer lo correcto, para comenzar a pecar de aquella manera deliciosamente incorrecta. Besó aquel cuello trigueño varias veces, al igual que aquellos labios y empezó a bajar cada vez más por el camino libre que había dejado la camisa; prenda que pronto dejó de ser un obstáculo. Le quitó los pantalones con menos ritual que el inicial después de aventar los tenis hasta el otro lado de la habitación, tal y como la demás ropa. Pronto, aquel cuarto antes arreglado sirvió como mural de tela alrededor de una pareja de amantes que comenzaba a descontrolarse. Cambiaban de posición cada cierta cantidad de segundos, en las que Syaoran se vio arriba en la última oportunidad de tener el control.

Ambos terminaron en una hoguera de besos, que se tranquilizó con las caricias y el sonido de los suspiros exhalados.

Se habían detenido justo a tiempo.

Horas después, los dos se encontraban sentados en uno de los balcones, comiendo helado y golosinas. Fue en ese momento, en el que Syaoran se deleitaba con la vista del atardecer casi tan hermosa como Eriol mismo, en que recordó aquel incidente en la tienda. Abrió los labios, dubitativo, pensando cómo reaccionaría Eriol si supiera que aún amaba a Sakura. Lo miró, en total silencio con la vista en el cielo y una sonrisa hermosa en el rostro; antes de que su amante volteara, percatándose de aquella atención. Hiragizawa no preguntó nada, dejó la copa de helado a medio llenar con la cucharita en el fondo, en el barandal, y tomando en cambio el rostro de aquel trigueño besó sus labios con gran ternura, separándose momentos después con una sonrisa.

-Te quiero-

-Y yo a ti- el proveniente de Inglaterra aún acariciaba aquel rostro cuando dejó ver su siguiente propuesta.

-Dímelo...me gusta que me lo digas...- volteó hacia la habitación, pensándolo nuevamente. -Pero sólo si es cierto... si no es así, no lo digas- Syaoran justo iba a contestar, pero se vio interrumpido de un momento a otro, cuando Eriol lo abrazó. -No, mejor no digas nada... No quiero saberlo...sé que aún la amas...puedo verlo en tus ojos... De la misma forma, no puedes amarla y quererme a mí, por más que quiera engañarme... No importa, yo te quiero a ti...y si esto dura sólo hoy...sólo hoy seré feliz...y valoraré estos momentos como si fuesen los últimos de mi existencia...- Se agachó ligeramente, tomando nuevamente esos labios, los cuales degustó hasta el cansancio, mismos que le correspondieron con gran ternura y sinceridad. Separó el beso con gran melancolía. -Es hora. Está oscureciendo y mañana tenemos clases...te voy a dejar a tu casa- lo tomó de la mano derecha, halándolo un poco en son de llevarlo a alguna parte, sin embargo, Syaoran puso resistencia y evitó que eso sucediese, hablando con voz molesta y caprichosa.

-No quiero ir a mi casa- Eriol al parecer no comprendió, pues su respuesta era todo menos la esperada.

-¿Por qué? ¿Tuviste problemas?-

-¡Quiero estar contigo!- rechazó la mano que lo asió con ternura, y pasó al lado de su amante, golpeándolo en el pecho con el hombro. -¿No puedes entenderlo? ¡Bien! ¡Pues gracias, me voy!- abrió los ventanales hacia la izquierda y entró a la habitación, donde tomando su chamarra se encaminó a la salida. Fue una gran imprudencia del albino lo siguiente que sucedió. Syaoran se detuvo en seco, percatando a Eriol justo en la puerta, donde un segundo antes no había nada que interpusiese su ida. Volteo hacia atrás, confundido. -¿Cómo...cómo hiciste eso...?- sin embargo, intentó remediarlo lo más rápido posible.

-¿Hacer qué? ¿De qué estás hablando?-

-¡No te hagas el desentendido! ¡Aún estabas en el balcón, no es posible que hallas llegado tan rápido aquí!- El trigueño retrocedió un poco, alejándose del albino, quien inmediatamente expuso su punto.

-Sabes que puedo moverme más rápido de lo que tú lo haces...siempre te he ganado en deportes ¿O ya no lo recuerdas?-

-Aún así...yo...- Eriol le tomó ambas manos, acercándolo...no lo besó, no lo abrazó siquiera...simplemente lo acercó, aspirando su aroma. -Tengo que irme- titubeó de pronto Lee, aún con su novio delante tentándolo a rendirse.

-No, te vas a quedar aquí...conmigo- cerró los ojos, saboreando el aura de su compañero con gran cuidado.

-¡Hace un minuto querías estar solo!- Eriol sonrió, comenzando a besar aquel cuello trigueño bajo la camisa, que comenzó a temblar inmediatamente. Deslizó las manos a la cintura y se dejó llevar, empezando el romance nuevamente.

-Solo contigo... - Syaoran simplemente sonrió con gran satisfacción, respondiendo a la pregunta que hacía minutos le había sido formulada.

-Yo también...yo también te quiero... - con las mejillas sonrojadas de un momento a otro soltó un suspiro de felicidad. Por fin lo había podido hacer, renunciar a Sakura...para siempre.


FIN DEL CAPÍTULO 11

Esperen el próximo capítulo, comienzan los problemas. Sakura va a querer recuperar lo que alguna vez fue suyo, Tomoyo quiere hacer sentir bien a su amiga por lo que hará hasta lo imposible. Regresa un personaje que interviene en esta pareja. Syaoran y Eriol dejan de esconderse... ¿Qué pasará? =10 Sep 2003=

“Pase lo que pase...todo estará bien.”

Atentamente,

Nabichan Saotome.

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