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Amarte duele por Nabichan Saotome

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Amarte duele


¿Quieres saber cómo te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.

Nakuru: Emmmm...no puedo revelarte esa información ¿Dónde quedaría la sorpresa? Ne, los sentimientos de Yue/Yuki los sabrás pronto ¡Pero no ahora! =P ¿También lemon de ellos? o_o veremos, no estoy muy segura, los lemons siempre me llevan tiempo y aún tengo que actualizar 3 fics lo más pronto posible. Ahora ¿Llevo dos años? Je, creo que llevas mejor la cuenta que yo ^^U Besos y cuídate.

Touma: Ohayou! Muchas gracias por tus comentarios, je, no creo que sea el mejor ^^U je, a mí me gustan los fics de Ishido Rio, gracias a ella empecé a escribir de esta pareja. Deberían haber más S&E ¿No lo crees? Lamento mucho el retraso, espero me perdones, y je, si no amara también a Syaoran coincidiría con que Eriol es el mejor ^^ Nuevamente Arigatô. Esperaré de igual forma (impaciente) tus comentarios.

Aguila Fanel: Creo que si la he abandonado ¿Ne? u_u con tantos nuevos proyectos no me organizo y termino dejándola de lado (sin mencionar que siempre me cuesta mucho trabajo hacer un nuevo capítulo de ésta) Muchas gracias por la espera ^^

Last Lightangel: Gracias ^^

Hisaki Raiden: No te preocupes por eso, (me alegra compartir tu sueño de un Syaoran & Eriol xP) pero espero que me escribas ¿Eh? Diciéndome si te ha gustado o no, si cumplí las expectativas o de plano el sueño se destruyo. Un saludo y espero verte pronto por aquí.

Este capítulo está especialmente dedicado a Nakuru.
Sin embargo, les agradezco a todos sus comentarios ^^ No los menosprecio de ninguna forma, por el contrario me dan ideas (Sí, porque entre sus palabras a veces encuentro pequeños mensajes que sólo puedo leer yo), regresa la inspiración y puedo escribir con mayor facilidad. Muchas gracias :D


Atentamente,
Nabichan Saotome.
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Capítulo 15. En ti

Su cuerpo estaba un ápice reclinado hacia delante, escribiendo la redacción pendiente de la clase de Literatura, pensando con seriedad cada palabra escrita como si la vida le fuera en ello, analizando sus propias frases, corrigiendo aquí y allá, rompiendo las innecesarias rimas que en ocasiones surgían; basándose en lo que más apreciara de la naturaleza, el ritual de agradecimiento hacia tal. Era ciertamente difícil, un reto que aquel fuera el mejor escrito de toda la clase, y así, con tal reconocimiento, mostrarles la verdad. Que había descubierto el paraíso, que el concepto de belleza iba más allá del entendimiento de simples mortales, que con tan admirables palabras les mostraría la única realidad que ellos no podrían alcanzar. La que le pertenecía.

Un suave cosquilleo en la base de la nuca causó su distracción, virando entre el silencio del aula hacia aquel que le interrumpía deliberadamente, observando curioso que su tierno descendiente le observaba con ligero reproche después de él mismo finalizar su escrito, demandando un poco de atención al acariciar lentamente su cabello, jugueteando con los mechones de rebeldes tonos azulados, entreteniendo la punta de sus dedos, enredando, hundiéndose un poco más, en el afán de ignorar todo, hacerle virar, robarle un beso que tras minutos de ansiedad sabría a poco, probar su cuerpo entero, hacerlo sólo suyo, manteniendo el placer entre los labios que dejarían escapar su nombre, tan fuerte como si se estuvieran despidiendo por última vez.

-Syaoran, basta- dejó caer la pluma a un lado, tomando su muñeca por sobre su hombro, rompiendo el contacto. Lo alejó aún sosteniendo su mano derecha, acomodándose el cabello revuelto. -No tienes porqué hacer eso- y es que entre sus fantasías haló demasiado fuerte, llamando la atención de varios a su alrededor cuyo aburrimiento no pudo ser mejor compensado que con la extraña escena. Sin embargo Lee reaccionó de manera impulsiva, inconsciente, ajena de toda realidad, como si fuera un niño al que le hubieran quitado un dulce poco antes de meterlo en su boca, encaprichado por no sentir el delicioso sabor que anhelaba; volvió a tomarlo, enredando unos mechones entre sus dedos libres.

-Ejem- ambos dedicaron su visión, aún peleando, al escritorio, observando a la profesora que revisaba el examen sorpresa antes llevado a cabo, llamando la atención hacia nadie en particular, sólo prevenida por el pequeño murmullo que se escuchaba, sumida en sus propios asuntos. No pudieron evitar suspirar aliviados, soltándose poco antes de que Eriol reafirmara el agarre de su mano derecha, no dejándolo ir; dándose cuenta de que nadie les observaba ya gracias a la pequeña llamada de atención de la maestra de Literatura. Lo acercó a sus labios, abandonando un beso furtivo en la punta de sus dedos, tomando el índice en su boca entreabierta, ocultando el ligero roce con ambas manos sobre su boca, ladeando un poco la cabeza, intentando ser disimulado a pesar de estar tan cerca de todo. Mordió ligeramente, entregando pequeños besos en su extensión, acariciando con la punta de su lengua aterciopelada, succionando un poco, recibiendo un resultado esperado, Lee tomando el control de la situación, invitando a seguir adelante con su exploración, pidiéndole con un pequeño movimiento de muñeca siguiera excitándolo de tal forma, como si... Pero Eriol no obedeció, lanzándole una señal de convencimiento dentro del brillo de sus ojos grises, haciéndole ver que no era ni el lugar ni el momento apropiado. Asintió, deslizando sus dedos fuera de la húmeda cavidad, permitiéndose una caricia sobre su mejilla, siendo liberado, llevando la caricia hasta sus propios labios tras separarse, dando igualmente pequeños mordiscos en la punta, permitiéndose probar un poco de la embriagante boca que ansiaba.

Sonrió, observándolo nuevamente concentrado en su escrito.
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Había sido una mañana lluviosa, fría, decantó en la preciosa tarde melancólica que abriéndose paso en su tercer hora permitió el timbre sonara, liberándolos con el estrepitoso sonido de anuncio que avivó muchos ánimos caídos entre la sobriedad monótona de la escuela, dejando que aquellos precavidos con sombrilla en mano pudieran revivir, y los incautos se resguardaran bajo los amplios techos de la entrada, platicando entre sí, observando a aquellas almas libres que podían divertirse a voluntad, envidiando la precaución, odiando la preciosa lluvia que caía sin importar lo que pensaran de ella, divirtiéndose con no dejarlos ir aún cuando podían...por tenerle miedo a un poco de agua.

-Tengo que irme- musitó Syaoran entre sus labios, saboreando el dulce en un atrevido recorrido con la punta de la lengua, haciéndose paso, chocando con otra que le incitó a no irse nunca, tal y como lo indicaba el resto de sus sentidos, añoranzas y deseos, menos el ápice de responsabilidad que molestaba su conciencia. Pero sus palabras no fueron más allá de sí.

-Sí, yo también- ambos se encontraban en una de las aulas de la planta baja, una de las más cercanas a la entrada, poco después de recepción y la Sala de Juntas número 2, antes de dar vuelta a la izquierda con rumbo a las escaleras, sólo ellos nuevamente. -Tengo...- Lee se encontraba sentado en el escritorio sosteniendo los mechones azulados y su cintura, apresándolo un poco entre sus piernas, demandando mayor contacto interrumpido por palabras que no coincidían con sus actos. -...tantas cosas que hacer- con la respiración desacompasada, olvidando el tono de burla que acababa de imprimir en su frase; regresó a sus labios, acariciando lo más posible de la piel a la que no podría aproximarse en toda la tarde, queriendo grabar el recorrido de sus dedos, la huella de sus labios sobre el cuerpo delicioso, para así, con todas esas sensaciones, estar satisfecho por un día. -Tantos asuntos pendientes- recorrió la espalda por debajo del uniforme, marcándola con las puntas de sus dedos, con fuerza, arañándola poco después, desviando las caricias hacia su abdomen, divirtiéndose con el estremecimiento de su compañero. Tenía cosquillas. Pero no siendo el asunto a tratar, siguió su recorrido, dejando que el contacto cayera a sus muslos descubiertos gracias al precioso short (bendito uniforme) que le permitía intensificar el momento, acarició la piel trigueña, capturando el leve gemido entre sus labios, antes de que fuese liberado del poderoso agarre.

Syaoran memorizaba la sensación de la piel lechosa bajo sus dedos, estremeciéndose al tiempo de acariciarla, llevándolo más allá de la realidad, alejándose con él, donde nadie pudiese interrumpirlos; guiado por un oscuro deseo descendió a través de su espalda, soltando su cabello, con la respiración acelerada, besándolo nuevamente, habituándose a sus labios calientes, a la atmósfera de pecado mientras respiraban el mismo aire, a su perfecta presencia. Le tomó de la cadera, sentándose correctamente, empujándolo contra su cuerpo, logrando la fricción de ambos miembros, lo que estaba buscando, así como el musitar ahogado de su nombre, en la evidente petición por detenerse. -Syaoran...- en un acuerdo silencioso se separaron lentamente, sabiendo que las palabras eran sinceras. Tenían que irse. Y que no, tampoco era el momento ni el lugar adecuado.

Colocándose adecuadamente la ropa, intercambiando descarados roces entre ellos, terminaron por salir del aula con las mochilas, antes abandonadas en el suelo apenas habían entrado en el aula, sobre los hombros, dirigiéndose a la salida.

Mei Ling buscó entre todas aquellas personas a su querido primo, con el que había quedado de verse hacía veinticinco minutos en ese preciso lugar. Al dar media vuelta para ir a buscarlo al salón, se lo encontró caminando a un lado de Hiragizawa, hacia ella, donde un muy sonriente Eriol lo entregó, casi como si se tratara de un cachorrito que no se quería separar de él...aunque el sentimiento fuese mutuo.

-¡Syaoran! ¿Qué tanto estaban haciendo?- los dos compartieron una mirada cómplice antes de que, y sin proponérselo, respondieran al mismo tiempo a la chica de coletas.

-¡Nada!- con un tono jovial y divertido, sabiendo de lo mucho que se perdía. Se rieron un poco, en medio de todos esos murmullos apagados, preparándose para la despedida.

-Será mejor que se den prisa antes de que la tormenta empeore- continuó Eriol, con aquel tono cortés e infantil que distaba de su comportamiento hacía algunos minutos. Bajó la mochila de su hombro derecho, sacando de su interior un paraguas compacto, mismo que les ofreció al instante. -Tomen. Sé que no trajeron el suyo...-

-¡Pero, Hiragizawa...!- observó el paisaje, gota con gota combinadas, tan cerca que formaba una cortina de lluvia que a simple vista no se percibía, e insistió.

-¿Pero...y tú?- Lee fue el que se rehusó esa ocasión.

-Mi casa está muy cerca, además, este paisaje es realmente hermoso y no podría negarme a él- le dirigió una enigmática sonrisa, acompañada con el brillo gentil de su mirada, y le entregó la sombrilla; dando a entender el doble sentido de sus palabras en referencia con lo sucedido el viernes pasado. Su pasión por la lluvia...y por Syaoran. -Les aconsejo que se marchen, este clima está por arreciar- ambos asintieron obedientes, como si de una misión se tratase y se dispusieron a salir de la escuela; poco antes de que Syaoran girara el rostro, siendo arrastrado por su prima, y le preguntara a voz en grito, demostrándole así que lo iba a extrañar aunque fuese menos de un día su separación.

-¿Me llamarás?- recibió un asentimiento firme como respuesta, con la típica voz que le gustaba; despidiéndose ambos en silencio; poniendo más atención se hizo paso (con empujones y amenazas) entre los que esperaban se detuviera la tormenta, y abriendo el paraguas salió junto con Mei Ling, hacia su casa, donde ella le había pedido total privacidad pues tenía algo muy importante que hablar con él. Bien, en consecuencia ese día no iba a estar con su querido Eriol, así que más valiera fuese de naturaleza urgente.

El joven inglés no tuvo que hacer más allá que elevar un poco su voz.

-Disculpen- el tono serio, maduro, sorprendió a todos, abriendo un camino justo en el medio de la algarabía ahora silenciada para el precioso chico que caminó entre ellos, saliendo de la escuela sin ninguna preocupación. Sonrió en agradecimiento, la lluvia cedió un poco ante él que a pesar de ser capaz de evitarlo, dejó las gotas cayeran sobre su abrigo largo y negro que delineaba su delgada figura, descubiertas sus piernas gracias al short del que comprendía el uniforme en conjunto con la playera de mangas cortas; pero el clima no parecía inmutarlo siquiera, no cuando él ya había descubierto otra clase de invierno... Cruzó la reja que separaba por completo los terrenos absolutos de la secundaria, y justo en el momento en que se detenía, observando entretenido la aparición de una exquisita presencia conocida, una camioneta se detuvo bruscamente enfrente de él, casi subiéndose a la banqueta, salpicándolo un poco al derrapar las llantas en el camino de agua estancada (se limitó a girar la cabeza y a elevar un brazo para proteger su visión) en el proceso, y la puerta del copiloto se abrió.

-Sube- le pidió en un tono de obvia preocupación por su salud, acomodándose en el asiento de correcta forma tras inclinarse a halar la manija y dejarlo entrar. Obedeciendo, con una pequeña inclinación en agradecimiento, subió a la camioneta plateada, cerrando la portezuela. Se retiró la mochila de la espalda, colocándola sobre sus piernas con tal delicadeza que pareció imposible el movimiento fuese humano, bajo la perfecta observación del joven a su lado. -¿Qué hacías afuera con este clima? Podrías enfermar...- Eriol viró hacia él, con la eterna sonrisa amable, tintada de diversión, antes de contestar y girar su mirada nuevamente.

-Es probable- dijo restándole importancia, como si el estar ardiendo en cama le tuviese sin cuidado. -¿Y tú, qué hacías por aquí, Yukito? Creí que a estas horas estarías trabajando...- Sonrió, acariciando ligeramente la mochila en sus piernas, recorriendo con la yema de los dedos las costuras, sabiendo perfectamente la respuesta a su propia cuestión.

-Sí, pero, dejé todo arreglado, con tal suerte que no tengo asuntos pendientes hoy, a menos que salga algo a última hora y me necesiten en la oficina...pero no lo creo, planeé y resolví por adelantado todos los imprevistos...- apretó el volante entre sus manos, sintiéndose vulnerable ante el joven chico, que no hacía más allá de mirar al vacío, escuchándole, haciéndole suplicar por un poco de su atención. -Iba a tu casa...- le vio desabrocharse el abrigo (aquel mismo proceso que Syaoran había hecho media hora atrás, pero esta vez con total paciencia), recordando que estaba húmedo y la fina tela del asiento resentiría el maltrato. Lo deslizó fuera de sus hombros, recordando la sensación de los labios al descubrirse mutuamente, en la desesperada ansia de pertenecer.

Syaoran...incluso ahora no dejaba de pensar en él.

¿Dónde estaba su amabilidad, su ternura y cordialidad? ¿En qué momento había perdido la capacidad de sonreír, pensar claramente, mantener la calma; cualquier cosa que no fuera observarlo, queriendo memorizar la silueta, su aroma, su forma de no necesitarlo? -¿Quieres ir a dar un paseo conmigo?- sostuvo el volante con aún más fuerza, logrando con sus palabras que el joven inglés virara interesado, dedicándole una sonrisa que fue todo para él.

-Me encantaría- ojos grises cerrados, cabeza ladeada, la sonrisa infantil en los rasgos tranquilos.

Era como si...lo hubiera esperado toda su vida.
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Sobre sus piernas descansaba un pequeño lobo negro de peluche, mismo que Eriol se había encargado de llevar a su casa personalmente el día anterior, lo sostuvo contra su cuerpo, acariciando de vez en vez el suave pelaje de sus orejas, disfrutando de la sensación de paz que el recuerdo de su novio ocasionaba. Sin embargo, no era tiempo de entretenerse con él, escuchaba muy lejanas las palabras de Mei Ling, que en esa última hora (después de una cálida lucha y de la comida) había divagado al parecer en la cantidad de sinónimos en que podía expresar su nerviosismo, observando el panorama exterior a través de las puertas de cristal que daban al balcón, dándole la espalda mientras hablaba.

Y fue, finalmente después de 5 minutos más, que habló.

-Syaoran...- bajó la cabeza, insegura de lo que iba a declarar, desconcertada acerca del porqué. -...Hiragizawa...- y la atención que no había obtenido llegó al tiempo de mencionar aquel nombre, viró hacia ella. -...él...no es bueno para ti- recordó las palabras, susurradas una y otra vez dentro de su cabeza, retumbando contra la irrealidad.

Por un momento...Syaoran tuvo ganas de reír, de su ingenuidad, su poco sentido común, la venda sobre sus ojos, aquella que no le permitía ver la realidad. Pero en cambio mantuvo la calma, sonriendo irónicamente.

-No me vengas con lo que es bueno para mí...no tienes idea- se puso en pie, dejando el peluche nuevamente sobre su almohada, a un lado del oso blanco, caminando hacia ella.

-¡Claro que sí, Syaoran! Y él no lo es...no debes seguir viéndolo. Te lastimará...lo sé...- dio media vuelta hacia él, observándolo a una distancia prudente de su cuerpo, con las manos en los bolsillos, analizando sus palabras. Siendo de su conocimiento que sería escuchada, continuó hablando, demostrando su nerviosismo con el brillo oscuro de sus ojos, teniendo la esperanza. -¿Es que no lo has visto?- se refería a los cambios repentinos, las sonrisas traviesas, los contactos que a veces sostenían. -...sólo está jugando contigo-

La calma que por un momento había tenido hacia su prima, el respeto que le debía por ser menor que él, una Lee, una de sus parientes más queridas, su amiga; la paciencia, su corazón, el cariño, la racionalidad, todo desapareció con esas palabras.

En un acto de absoluta rudeza le tomó por ambos brazos, empujándola contra los ventanales, acorralándola, ante la inminente queja de sorpresa por parte de Mei Ling, que intentando soltarse entre protestas no hizo sino enfurecerlo más. -¡Cállate!- tomó aquel rostro aniñado entre sus manos, elevándolo hasta asegurarse de obtener toda su atención. -Lo quieres para ti ¿No es eso?- vio sorpresa en su mirada llorosa, misma que interpretó como el haberla descubierto. -¡¿Crees que no me he dado cuenta de cómo lo miras?! ¡¿Cómo sonríes cuando él lo hace?!- Mei bajó la mirada, sintiéndose culpable, aunque visiblemente extrañada por el comportamiento de su querido primo; y ante lo inminente, comenzó a llorar. Sólo quería lo mejor para él... ¿Por qué reaccionaba de forma tan violenta? ¿Qué tenía que ver ella en todo eso?

-Suéltame...me lastimas- sin embargo fue ignorada, y el agarre en su mandíbula se fortaleció, obligándola a alzar la mirada. -¡Syaoran!- dolía.

Estaba loco de celos por la blasfemia que se había atrevido a lanzar en contra de su romance, inseguro con la cantidad de pensamientos que hasta el momento había optado por ignorar, sus comportamientos extraños, las huidas, el que estuviera siempre en el momento correcto, en el lugar indicado; sus coqueteos, la indiscreción, la venganza, su forma de mirar...aquella que dolía. Y el misterio que siempre había resultado tan encantador, atractivo, casi como un reto a descubrir (mismo que estaba seguro llegaría a ganar), por primera vez le hizo sentir temor, la más pura aprensión a ser abandonado. Porque después de todo ¿Qué era lo que podía ofrecer él? No sabía cómo comportarse, constantemente llegaba con problemas, llenaba de palabras el cuarto donde se encontraban, desquitaba con él todas sus frustraciones...

Y lo principal...no se sentía necesitado.

Bien Eriol podría aburrirse de él a la primera oportunidad, encontrarse a alguien que le escuchara.

¿Qué sabía él de Eriol Hiragizawa?

....el silencio se hizo, y nadie contestó.

Se apoyo en Mei Ling, cubriendo el frágil cuerpo con el suyo, acorralándola en un abrazo necesitado de comprensión que sin embargo no permaneció más allá de dos segundos. Y acercándose a su oído, sosteniéndola de los brazos, aún sumido en sus pensamientos, en la irrealidad de no saber, le dedicó una sentencia, en espera de que la comprendiera.

-Eriol es mío...- su tono se dulcificó, separándose un poco de ella antes de musitar con cierta melancolía la continuación. -...no te acerques a él...no te atrevas a quitármelo...- acarició su cabello, de manera dulce, como lo haría con una pequeña niña que no comprende sus palabras crueles, aún así expresándose con ternura, arrullando con el tono tranquilo, de perfecta serenidad. -...o te mataré- colocó un beso ligero en su frente, soltándola, dejándola que cayera al suelo lentamente, de rodillas, incrédula de lo que acababa de escuchar. Dio media vuelta, yendo hacia el clóset, como si al pasar, tomando un abrigo negro que Eriol le había regalado recientemente, de gran calidad, que mientras hablaba comenzó a vestir. -Cuando regrese Wei, si pregunta...- se arregló un poco la ropa (desvaneciendo arrugas inexistentes), los jeans azules, el suéter blanco de cuello de tortuga, y abotonó el abrigo. -...dile que regresaré mañana- se observó en el espejo, acomodándose un poco los mechones color chocolate. -Hasta mañana, Mei Ling...- abrió la puerta, divisando a su prima aún arrodillada, llorando, y antes de arrepentirse, cerró la puerta, con total tranquilidad. Caminó a la sala, fuera del pasillo, disfrutando de la tranquilidad que prodigaba la ligera lluvia que se alcanzaba a ver desde las ventanas, y tomando el paraguas y la mochila antes de salir, bajó las escaleras, echando a correr tan pronto se halló en el exterior, abriendo la sombrilla, sin poder evitar arrepentirse...deseando que Mei Ling estuviese equivocada.
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Cada puerta abierta, forzada a punta de patadas si esta se hallaba con llave, cada una de las habitaciones que por primera vez analizó exhaustivamente, significaba un trozo de cordura que caía bajo sus pies, la inseguridad acrecentada lastimando sus costillas, negándole el libre respirar, llevándolo a intentar nuevamente y engañarse. El silencio fue lo único que le recibió al tocar la puerta de la Mansión Hiragizawa, y él se entretenía desgarrándolo, buscando un objeto sin nombre, algo que delatara su ausencia.

Pero su paciencia no fue recompensada hasta entradas las 7 de la noche, cuando Eriol llegó acompañado del ocaso cayendo a través del cielo infinito observado desde la ventana del cuarto principal. Le vio bajar de una camioneta plateada de lujo recién estacionada frente a las rejas que daban a la entrada, a la deliciosa mezcla de árboles que cubrían gran parte del terreno, descendiendo del lugar del copiloto, hablando todavía con el conductor, mismo que no alcanzaba a distinguir. No importaba ya, Eriol venía acompañado.

El solo pensarlo reavivó su antigua furia -aquella que había utilizado para saltarse la reja, forzar la entrada, y revisar hasta el único rincón de su cuarto-, apretando los dedos contra su propia piel, haciéndose daño al contenerse, le observó cerrar la portezuela, con el abrigo en un brazo y la mochila sobre los hombros, haciendo una reverencia, despidiéndose y dando media vuelta hacia su hogar.

Pero la camioneta no arrancó.
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-Gracias por la invitación, Yuki- el chico había insistido hasta el cansancio ser llamado por aquel apelativo, cuya autorización de uso estaba estrictamente limitada a su amante, sólo por el único motivo de estremecerse con su tono amable, imaginando que le quería. -Nos vemos mañana, entonces- dio media vuelta, sacando del bolsillo derecho de su abrigo un llavero que contenía todas las contraseñas de su hogar, cerca de dos docenas; pero él ni siquiera titubeó. Tomó la que pertenecía a la reja, abriéndola sigilosamente, al tiempo que una puerta de la camioneta fuera abierta, unos segundos y nuevamente cerrada.

Viró hacia Tsukishiro, extrañado por la actitud que había mostrado con él durante toda la tarde; pero tan pronto lo hubo hecho, un sutil beso capturó las palabras, y su cuerpo rápidamente fue rodeado por los brazos de Yukito, tomándolo por la cintura.

El contacto fue breve, casi respetuoso de sus motivos, y antes de poder reclamar, el rostro precioso y albino frente a él se volvió sonrojado, soltándolo, volviendo sobre sus propios pasos; para abrir la puerta, subir a la camioneta, cerrar, y prender el motor, alejándose de ahí, llevando en los labios calientes y agitados un beso robado que brillaba de satisfacción.

Eriol se sintió culpable, pasando la reja, caminado lentamente sumido en sus propios pensamientos, compadeciéndose del hermoso guardián que ignoraba la realidad:

Para él sólo existía Syaoran.
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El delicioso aroma que le hacía bordear la locura, nubló cada uno de sus sentidos, percibiendo la presencia de Syaoran tan pronto se acercó a la puerta de su cuarto, guiado por el incesante escalofrío que a oscuras, con los ojos cerrados, le llevó hasta él, sintiendo que su estómago quedaba de alguna forma vacío, para segundos después ser volcado, retorcido, optando por desaparecer debido a la ansiedad. Los sentimientos acaecidos se vieron reflejados en un leve tono rojizo sobre sus mejillas, sintiéndose un poco absurdo, dándose la razón al recordar el hermoso motivo de su estado.

Abrió la puerta, entrando al cuarto bañado de la luz naranja del ocaso, y ahí, de espaldas al exterior que las ventanas orgullosas mostraban, se hallaba Lee, brazos cruzados, mirada fría, esperando alguna explicación coherente de su parte que negara lo que hacía pocos minutos había sucedido con Tsukishiro. Pero las palabras suplicando disculpas no llegaron, de hecho, Eriol no estaba en absoluto sorprendido por su repentina presencia, le observaba como si ese fuera su lugar habitual...y esa insensible idea paranoica, no hizo sino enfurecerlo.

Se puso en pie correctamente mientras Eriol cerraba la puerta, disminuyendo el espacio entre ambos, hasta hacerlo prudente, cercano, y aún así tan lejos que de adelantar sus labios no lograrían probarse, acción que muy a su pesar, quería realizar lo antes posible, ambos encontrados a mitad de la habitación, cerca de la cama.

Deshizo la expresión de molestia, dedicándose dulce y apacible, sonriendo con cierta hipocresía a su novio, para quien tal sentimiento no resultó desconocido. Alcanzó su mentón, levantándolo con el borde de sus dedos, cerrando los ojos, incitándolo a imitar sus movimientos, eliminando lo que existía entre ambos cuerpos, halando su cintura, los labios apenas rozándose, entregándose mutuamente. Bastó poco para que ambos perdieran el control de sí mismos, entreabriendo, penetrando la boca contraria con la punta de su lengua, que en un movimiento descarado se volvió una caricia completa.

Y tal fue destruida por un movimiento de ambos. Eriol ocultó la mirada confundida tras los mechones azules, sin quejarse, llevándose las manos al abdomen y cayendo de rodillas, rompiendo el beso, permitiendo que su amante le observara dentro de su dolor después de haberlo golpeado duramente, aprovechándose de la obvia distracción.

-¿Por qué lo hiciste?- no esperaba respuesta, Hiragizawa aún intentaba respirar, por lo que prosiguió. -¿Es mejor que yo?- observó sorprendido que el otro comenzaba a recuperarse, llevando oxígeno a su cuerpo con algo de esfuerzo, ahora afianzándose de sus pantalones, elevando el rostro de tal forma que sus ojos chocaron, la frialdad y dureza compitiendo con la decisión y experiencia dentro de los tonos grisáceos, azulados, en la mirada ribeteada de un brillo dedicado a su entera existencia.

Eriol sonrió.

De una forma dulzona, entretenida, como si ningún problema hubiera acaecido nunca. Un juego de niños. -¡¿Estabas fingiendo?!- calló, consciente de las sutiles caricias que Eriol, aún observándolo, reclamaba sobre su cuerpo, el interior de sus muslos levemente separados, logrando su calma al tiempo de recorrer sobre la mezclilla, en pequeños caminos de los dedos entreabiertos, sin separar un momento sus miradas, retándolo a golpearle, a detenerlo. Cuando esto no sucedió, ascendió su contacto, a punto de tocar su vientre, logrando escalofríos en su cuerpo que suplicaban lo hiciera; en cambio retiró las manos de aquella zona tan peligrosa, haciendo rondar la yema de sus dedos en descenso, lentamente, tomándose el tiempo de adorar con paciencia a su pequeño lobo, llegando a sus pies descalzados, entreteniéndose, volviendo a subir y a bajar en contadas ocasiones, a través de sus enteras caricias, recorriendo por completo sus piernas, logrando más allá de un suspiro de ansia por la lentitud de sus movimientos. Hacía rato que Syaoran no le observaba.

Impaciente por igual, se puso en pie, sin despegar por un instante sus manos del encantador cuerpo, recorriéndolo al tiempo de llegar un poco más allá de su altura, introduciendo las manos bajo el delgado suéter blanco, disfrutando de la piel caliente que le recibió con pequeños estremecimientos. Besó su cálida mejilla, bajo aquel rubor tan inocente y encantador, tomando el borde de la prenda superior entre sus dedos, elevándola a través de su torso, acariciándolo cada milímetro más arriba, notando un poco más de la piel trigueña, y sin mencionar nada, Lee alzó los brazos por unos segundos, permitiendo el jersey le fuera quitado, arrojado al suelo tras ellos, revolviendo su cabello color chocolate.

Los labios de su pareja besaron los rebeldes mechones, descendiendo hasta llegar a su oído, acariciando con su aliento la susceptible piel, recorriendo con labios humedecidos, dejando que de la boca de Syaoran escapara un pequeño gemido al tiempo de morder su lóbulo, descendiendo a través de la mandíbula, su garganta, devorando con pasión, mordiendo con cierta crueldad puntos estratégicos, conocidos para ambos. Interrumpió por instantes su respiración al morder su garganta, presionando con la lengua el punto exacto de su traquea tras unos instantes, descendiendo, marcando el recorrido en la sonrosada piel trigueña donde su maltrato fue contrarrestado con ligeros besos de ángel sobre sus hombros y pecho, recorriéndolos al tiempo con los dedos entreabiertos, maravillándose de tanta belleza y sensualidad encerradas bajo aquella fingida frialdad. Su abdomen y brazos ligeramente marcados por los músculos debido al entrenamiento le daban aquel toque de fuerza necesario, para jamás disentir de su cordialidad e ímpetu entremezclados en suaves segundos, la preciosa combinación de tan sólo un niño de quince años...tan delicioso a tan joven edad, siendo quizá esto causa del primero, o el anterior a su enamoramiento, porque después de aquella tarde en compañía de alguien más, Eriol podía afirmarlo con certeza: Estaba enamorado.

Entreabriendo la boca, cerrando los ojos, con la punta de su lengua esperando, tomó el pezón derecho en un delicado mordisco, que después de la sorpresa, Syaoran disfrutó, dejándolo escuchar el deleite convertido en pequeños suspiros, decantando su ya de por sí, ansiosa respiración. Realizó pequeños círculos con su lengua, rodeando el erecto botón, sin tocarlo, para, tras unos instantes, repetir el proceso de encerrarlo entre sus dientes, imitando sus movimientos con la mano diestra, incitando el otro de igual forma.

Soltó los pequeños trozos de piel, agachándose más, situando besos a lo largo de su lento recorrido, de tal forma que nuevamente se vio de rodillas, en una posición tan sugerente, que Syaoran, un poco impresionado, tuvo que virar la vista, intentando contener el desfile de imágenes que durante aquellos últimos días le asaltaban entre sueños, sonrojándose aún más al reflexionar cada una de ellas. Todo el cuerpo estaba caliente, y su rostro irradiaba vergüenza, demostrada abiertamente por el rojizo bajo la mirada chocolate, en esos momentos perdida en un punto infinito de la habitación.

¿Se sentiría tan bien como lo imaginaba?

Antes de siquiera poder cuestionar sus intenciones, en un lento movimiento que fue casi imperceptible, Eriol bajó a la mitad la cremallera de su pantalón, desabrochándolo, abriéndolo, haciéndose paso a través de caricias, logrando que su compañero diera un respingo de sorpresa, duda y excitación, jadeando en silencio una protesta que permaneció ahogada. Le sintió halar los jeans, hasta el punto en que la dolorosa erección se vio libre, en todo su esplendor, aún debajo del bóxer negro; y la evidencia de su placer logró en él aún mayor vergüenza, obligándolo a cerrar los ojos. La tibieza de sus dedos se filtro a través de la ropa, quebrantando toda barrera entre ellos, tomando el palpitante miembro con sutil firmeza, dejándolo salir a través de la abertura, al tiempo que suspiraba una réplica debido a su contacto, unos leves murmullos de placer que no supo interpretar correctamente, en cambio se relamió los labios en espera de lo que anhelaba sucedería. -Mmmphhh- Ante ello colocó la mano derecha sobre los mechones azules, acariciando la suave textura hasta que Eriol, con el miembro caliente encerrado entre los dedos, se dedicó a acariciarlo lentamente, de arriba a abajo; deleitado, callando el placer tras sus dientes fuertemente apretados, haló con suavidad su cabello, vencido por la curiosidad que le obligó a abrir los ojos, virando la cabeza hasta encontrar el paisaje taciturno, descendiendo la mirada tras unos instantes. -¡Ahhhhh!- al saberse observado, el inglés había acelerado el ritmo, haciéndole imposible contener sus súplicas. El rubor en sus mejillas ardía, casi tanto como su cuerpo siendo recorrido por una tenue capa de sudor, brillando bajo la luz del ocaso, tiritando por la excitación. Sostuvo con más fuerza su cabello, adelantándolo. -¡Haz...lo!- cerró los ojos, ignorando aquel golpe de valentía. Debía tenerlo... sería aún más exquisito.

-¿Hacer qué?- Eriol se detuvo, tomándose el tiempo, virando por unos segundos como si no supiera a lo que se refería, se retiró las gafas, dejándolas a un lado sin mucho cuidado, observando la mueca de disgusto de su compañero: Ceño bajo, la mirada fija, entrecerrada, la respiración entrecortada, sumada a la pena. Sonrió satisfecho. -Sólo bromeaba- una pequeña súplica en forma de caricia fue abandonada entre las hebras de cabello. -¿Tanto te ha gustado?- observó el pene erguido, muy cerca de sus labios dibujando una sonrisa traviesa, y no tuvo que precisar de respuesta alguna. Entreabrió los labios, cerrando un poco los ojos, con la punta de la lengua ansiosa, de pronto sintiendo un extraño vacío, que fue sustituido al tomar el miembro con la mano izquierda, desde su base, deslizando lentamente la cabeza en el interior de su boca, presionando un poco a su alrededor.

El gesto fue tomado con un pequeño grito ahogado que contuvo su nombre, gemido con tal deleite que no pudo sino estremecerse de igual forma.

La lengua hasta ese momento pasiva, se levantó un poco, acariciando dentro de su boca, rodeándolo con un poco de dificultad, presionándolo. Dentro de su experimento, Syaoran se hallaba tan impaciente, tan condenadamente excitado, que no resultaba de gran ayuda. Succionó un poco, logrando que un trozo más se introdujera en su boca, haciendo parar las caricias dentro de ella.

-Mmmhhh...Más...- divertido por el rápido respirar, así como las ligeras súplicas en forma de fuertes jadeos, retrocedió. -¡No!- la exclamación apenas pudo ser dicha, pero no le dio importancia, soltándolo por completo, alejándose. -...Por favor...Eriol...- le tomó de la cadera con fuerza, evitando se moviera, empujando su lengua fuera de su boca, cerrando los ojos, recorrió la extensión caliente, tan firme y suave, rozando la piel con sus labios, haciendo que la respiración de su compañero nuevamente se viera desacompasada ante la lenta tortura, tan deliciosa; en conjunto con su cabello fino haciéndole cosquillas en el vientre, incitándolo a enloquecer.

Syaoran dejó que sus labios finalmente se abrieran, sin importarle ya el ser escuchado. La mandíbula comenzaba a dolerle de tanto apretar los dientes, con decenas de ansiosos jadeos encerrados ya. -¡Ahh! ¡Ah!... ¡Más...más rápido!- pero no fue obedecido, dejando bien claro quién llevaba el control de la situación. Nuevamente de una bocanada fue tomado, sólo la punta para amenazar lo que le quedaba de razón. -¡¡¡Ahhh!!!- un poco más adentro, Eriol lo empujaba con lentitud dentro de su boca, rodeándolo, dejándolo temblar. -¡Todo...!- adelante, atrás, fuera, dentro, poco a poco, sin que las prisas existieran. Inclinó un poco el cuerpo hacia delante, abriendo los ojos, sintiéndose soltado por tercera vez.

Al tiempo de Eriol levantar el rostro, pudo vislumbrar estaba sonrojado, y tenía un poco acelerada la respiración, sin mencionar el brillo de deseo que todo él irradiaba, y la ternura y cariño que parecía profesar en la preciosa mirada azul-grisácea.

Le ofreció la mano derecha, ayudándolo a levantarse; y tan pronto se halló cercano, le abrazó, entregándole un beso dulce, cargado de agradecimiento y amor, mientras Hiragizawa le tumbaba en la cama, suavemente, acompañándolo.
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Haló los jeans fuera de las piernas largas, ligeramente torneadas por los músculos, que se tensaron tan pronto se halló liberado de la estorbosa ropa, seguida de la ropa interior, y toda ella a un lado, sin importar en qué lugar del suelo, bajo la descarada observación de Eriol, que no paraba de sentir aquel vacío, como si nada de él se hallara presente, y no fuera más que un bendito sueño...tan delicioso y afortunadamente real. Sentía la lengua seca, y sin embargo ambas bocas se unieron, humedeciéndose con el sabor de la contraria, en un beso tan lleno de entrega que creyeron hallarse ausentes.

Le ayudó a deshacerse del uniforme del colegio que aún portaba con cierta pecaminosa inocencia, deleitándose con cada trozo de piel albina que quedaba expuesta, atrapándola entre sus labios, besándolo con adoración, mientras el sudor corría entre ambos, dejando todo en un plano de irrealidad, al igual que al deshacerse del short blanco y el bóxer índigo bajo él; y recordando lo que aún palpitaba como recuerdo, le obligó a acostarse a su lado y de cara al techo, viajando a través del color blanco mezclado con el suave rubor, de tal forma que le sintió estremecer mientras acariciaba el cuerpo perfecto, masturbándolo con cuidado...y las memorias llegaron.

Eriol había cerrado los ojos, suspirando frecuentemente aunque en tan bajo volumen que recién se le escuchaba, gimiendo su nombre contra los labios que le encontraron en una suave caricia, con las manos perdidas entre las sábanas un tanto revueltas. Lee se hallaba a su lado izquierdo, ligeramente levantado, con el peso sobre el brazo diestro, mientras no desocupaba su labor en el miembro de Eriol, y acercándose a su oído, con un tono sofocado por la excitación provocada por los jadeos deliciosos, le mencionó sin temor alguno.

-Ayer hice esto pensando en ti- aceleró un poco el ritmo, tal y como le hubiera gustado a él ser obedecido, pero muy por el contrario de sus pensamientos, Hiragizawa no lo deseaba.

-Espera- lo detuvo, sosteniendo su muñeca, haciéndose soltar. Mostró una sonrisa satisfecha, sentándose en la cama ante la mirada estupefacta de su amante. -¿En serio te masturbas pensando en mí?- por la directa pregunta, Lee no halló respuesta más lógica que la afirmación causa de la duda. Asintió, ocultando su rostro en las almohadas. El inglés rió divertido, le había gustado aquella confesión, tanto así que le pareció adorable, y le permitía esperanzarse, sintiéndose desbordar de felicidad. -Anda, sal de ahí...que no voy a comerte... ¿O sí?-

Syaoran giró abruptamente, sorprendido. Eriol era muy dado a hablar en doble sentido, y aquella ocasión no fue la excepción. Y gracias a ello el momento fue aprovechado al máximo. Le observó colocarse entre sus piernas (y al gatear hasta el sitio le permitió una preciosa vista de su muy bien redondeado y firme trasero), tomándolo desde los muslos, levantándolo un poco, haciéndolo flexionar y abrir, también dando un espectáculo, acariciándolo lentamente, pasando un par de dedos a través de su erección, con cierta firmeza exuberante que aceleró los latidos. El color rojo en su rostro (aquel que hacía minutos había cedido un poco) volvió con más fuerza al verlo desplazarse hacia atrás, agachando su cuerpo hasta la altura de la cama, sonriéndole antes cerrar los ojos y tomar entre sus labios la deliciosa erección que endureció lo más posible, hasta el grado de ser dolorosa, y encontró en la humedad de su boca su oculto placer.

Al levantarse un poco, conteniendo su cuerpo en los brazos un poco tras su espalda, interrumpió la concentración de su amante. Rápidamente se justificó, entre gemido y jadeo, dejándolo continuar.

-...Quiero ver- el otro hubiera sonreído, pero prefirió que el brillo de sus ojos lo explicara todo antes de nuevamente cerrarse. Estaba feliz. Recomenzó, permitiendo que el trigueño abriera un poco más los ojos por la sorpresa, sin querer abandonar aquella escena, bajo los mechones de rebeldes azules, cubierto por tonos acaramelados del final del ocaso, impreso en su cuerpo desnudo la perfección, se hallaba el deleite, no aquel que encontraba entre sus piernas, sino el tierno chico que tanto quería. -¡Ah! ¡Mmmmhhhh...ahhhhhh! ¡Eriol...!- un poco más lento, dejándolo saborear, más rápido para escuchar los fuertes gemidos excitando cada uno de sus sentidos. Tras unos minutos más, en que su preciosa cabeza se vio subir y bajar una y otra vez entre sus piernas, en constantes ritmos deliciosos, diversos, le soltó, abandonando una estela de saliva al separarse, observando el cuerpo sudoroso, caliente, que temblaba, y le dejaba saber cuánto disfrutaba lo que hacía, que aunque todo era parte de un experimento pues también era su primera vez, había ya aprendido de sus continuos roces, era tan fácil instruirse....y tan delicioso. Deslizándose hacia delante, apoyándose en sus manos, que durante todo aquel tiempo no habían abandonado su cadera ansiosa, logró llegar hasta sus labios, donde nuevamente arrebató el poco aire que Syaoran lograba sostener.

Lo dejó descansar un poco, durante un par de minutos en que no hicieron más allá de besarse y acariciarse mutuamente...ahora venía lo mejor.

Al notarlo más relajado, mordió un poco su cuello, dejando esas agradables marcas que pronto desaparecerían, mencionando con tal voz sensual que le hizo estremecer...

-¿Recuerdas lo que hice en la clase de Literatura?- acarició con la yema de los dedos aquellos labios tornándose a rojizos, rozándolos recién, aclarando sus dudas al tiempo. La boca fue entreabierta, capturando tres de ellos, al tiempo de sujetarlos con la mano izquierda, dirigiéndolos, entendiendo a ciegas lo que deseaba hacer, le dedicó varios mordiscos, llenándolos con el néctar delicioso, antes de que Eriol le ordenara detenerse (después de obviamente disfrutar de la erótica escena), y le besara, descendiendo el brazo hasta lograr su objetivo, mientras Lee lo encerraba casi de forma posesiva.

Syaoran no pudo evitar dar un respingo de comprensión, pues el momento había llegado, y no podía estar más nervioso. Lo hubiera dicho, pero se hallaba demasiado entretenido jugando con la boca de Hiragizawa, intentando obtener el control del tierno beso apasionado.

¿Era su imaginación o lo había sentido tensarse entre sus brazos?

No importó, simplemente se dejó llevar, esperando el momento en que aquellos dedos cubiertos de su propia saliva se introdujeran lentamente en su interior, frotando las paredes de su entrada inexperta, acariciando, profundizando a cada momento más, intentando llegar al punto exacto sin hacerle daño, haciéndolo más rápido hasta que le pidiera. Abrió más las piernas en un movimiento inconsciente.

Un nuevo escalofrío, un pequeño jadeo al pedir aire, separándose, echando la cabeza hacia atrás. No... No había sido su imaginación. Al parecer Hiragizawa estaba tan nervioso como él. Y el pensamiento le alegró.

Suspiró profundamente al verle retroceder nuevamente, sobre su regazo. Debía estar preparado. Cerró los ojos, esperando el dolor, arrugó un poco su fina nariz, girando un poco el rostro, y Eriol tomó su miembro, masajeándolo un poco.

-//Para hacerme olvidar//- entre sus piernas el cuerpo perfecto se removió, éste último sintiéndose erizar al tiempo de elevar su propio cuerpo, deteniendo las caricias que hasta hacía unos instantes le dedicaba, dirigiendo el suave, firme pene, con la otra mano buscando dentro de sí, abriendo las piernas, inclinándose, metiéndolo poco a poco, sin poder evitar la mueca de dolor a pesar de haberse preparado. -Dios... Eriol... ¿¿Qué...?? Oh....-

Syaoran arqueó la espalda, sin comprender lo que había salido mal en sus planes, sin evitar el jadeo de placer al sentirse dentro, rodeado por la magnífica estrechez de Eriol.

-¡Ahh...!- un sollozo escapó de sus labios, deslizándolo un poco más, dando como punto final una embestida, la mitad restante de un solo golpe, contrayendo los músculos, el vacío había desaparecido. Pero al mismo tiempo permitió que varias lágrimas descendieran a través de su piel sonrosada, crujiendo el dolor tras sus dientes apretados cruelmente alrededor de su labio.

Tras un par de minutos, al abrir los ojos chocolate, se encontró con aquella escena en la semi-oscuridad, el precioso cuerpo de un ángel ultrajado por su propia decisión, inmóvil en el intento de acostumbrarse, con la mirada oculta, bañada en lágrimas. Con todo el cuidado posible, como si fuera a romperse en cualquier instante, le hizo reclinarse contra él, atrapándolo en un abrazo.

-Tonto... ¿Por qué has hecho eso?- acarició lentamente su mejilla, limpiando el rastro de las gotitas saladas que cesaban ante su tierno contacto. Y sin permitir que contestara, interrumpió. -Creí que tú lo ibas a hacer- besó su frente, con ternura, olvidando que al igual que él comenzaba a doler. -Tú eres más fuerte que yo...- el inglés se removió, incitándolo a soltarlo, sentándose nuevamente, preparado.

-...Por eso puedo soportar con mayor facilidad el dolor que me entregues- colocando las manos a cada lado del cuerpo de su amante, elevó su cuerpo un poco, dejándose invadir con lentitud en un muy bien pensado movimiento que no le causó malestar. -Además...- sumó, repitiendo la exquisita acción. -...no dejaría que algo te lastimara nuevamente. Ni siquiera yo...- dejó de hablar, relamiéndose el labio lastimado, sintiéndolo entrar y salir, dejando a su paso placer entremezclado con un ligero dolor comenzando a desaparecer.

-...Eriol...- adoraba tanto pronunciar su nombre, acariciaba su lengua con tal delicadeza que no pudo evitar volver a hacerlo. -Eriol...- pero fue más un jadeo, una súplica que pronto se vio recompensada. Recordó la noche anterior, sobre su cama, masturbándose, pensando en el chico sobre él con el que hacía el amor. Esto era mucho mejor. Abrió los ojos.

-Hazlo...- dejó de moverse, respirando agitado, afianzando las manos que sin pensarlo habían ido a dar a su trasero, indicándole debía guiar la situación. Para su sorpresa, Syaoran le levantó desde la cadera, procediendo a dejarlo caer en el colchón, acostándolo, arrastrando ambos cuerpos un poco más atrás, pues ya se encontraban en el borde de la cama.

-Así es más fácil- Lee se abalanzó sobre él, entre sus piernas listo para la intrusión, teniendo cuidado de no hacerle daño, y tan pronto estuvieron cerca, le entregó un beso que logró robar su energía por unos instantes, saboreada por la reencarnación del Mago Clow, al tiempo de colocar ambas manos a cada lado de su cuerpo, levantándose, rompiendo el contacto, respirando con cierta dificultad. ¿Qué había sido aquella sensación que por poco le enloquece? Restándole interés salió de él con lentitud, quedando a la mitad, escuchando la respiración entrecortada de ambos al invertir el movimiento, jadeando por un poco más. -¿Estás bien?- tomó el ligero asentimiento como una respuesta. Probó nuevamente, haciéndolo un poco más rápido, saliendo casi por completo, experimentando al dar un fuerte empujón nuevamente adentro, hallándose rodeado del placentero calor que se contrajo.

-¡Mmmhhh!-

Elevó las caderas, levantándose un poco más, reclinado contra él, incluso permitiendo que pequeñas gotitas de sudor cayeran sobre el otro cuerpo, lentamente acariciando su piel al descender. Haló, dejando la cabeza dentro, dando una fuerte embestida, tan rápida como la anterior y la siguiente, repitiendo el movimiento en demasiadas ocasiones, que causó nuevamente la demostración del placer, por parte de ambos, encontrándose con su ansioso compañero a la mitad del recorrido, que había alzado la cadera, buscando lo más pronto sentirlo profundo, tocando aquel punto sensible. -Más fuerte...- obedeciendo a sus súplicas, él mismo halló aquel ritmo que pedía, entrando lo más posible, saliendo tanto como se lo permitiera. -¡Ahhh! ¡Así!- la sonrisa que se dibujó en sus labios hasta esos momentos la conocía, una de completo placer y tranquilidad, juntas en esa linda boca que se entreabrió en un gesto quejumbroso, exclamando al tiempo de buscar más oxígeno una nueva orden. -Rápido...- suspiró, haciéndole caso, disfrutando de la imagen que se desvanecía entre la oscuridad de la noche que había caído, irradiando en el manto azul con luz propia, tan hermoso como siempre.

-Ahhhhh...- sonrió, acariciando durante su vaivén el miembro erecto de Eriol, optando tras unos instantes de duda, hacerle pasar lo que le pedía, tomándolo y arrancando de sus labios una exclamación aún más fuerte al empezar a mover los dedos a través de él. Antes de que hablara, supo lo que diría, anunciándolo con un toque de coqueteo que no pasó desapercibido a pesar de lo entrecortado de su respiración. -¿Más....fuerte? ¿Dónde?- se encontró con la mirada azul, que por primera vez en minutos se abrió, mostrándole nuevamente el tono divertido, ligeramente perverso, que tanto le gustaba, aquella que se concentró en su cuerpo, observando sus movimientos, excitándose más al observarlo, esforzándose en tomar placer de ambos cuerpos, lográndolo con éxito. Sonrió, no durarían mucho a ese ritmo tan cadencioso, profundo, largo y rápido, pero quizá se merecieran un descanso antes de recomenzar.

La noche era tan joven...

Y la mueca desapareció, no pudiendo contener por demasiados segundos los gemidos, contrayendo los músculos un ápice más...se acercaba. -Eriol...yo...- no hacía falta siquiera decirlo, se lo mostró con los elevados jadeos conteniendo su nombre, encerrándolo entre sus piernas, permitiendo que entrara aún más profundo. Apartó los mechones chocolate de su frente, mojados, permitiendo le viera completo, disfrutando de sus movimientos tanto como él, sintiendo su cadera chocar, en un movimiento confiado y perfecto, queriendo más aún. Dejó el rápido ritmo, dedicando sus últimos minutos a uno lento, profundo, tan delicioso como el anterior, saliendo por completo varias veces, penetrándolo todo, con tal maestría como si conociera aquel cuerpo desde siempre, y hubiera esperado hasta esa noche para hacerlo suyo.

Había olvidado aquel beso afuera de la casa, restándole importancia. Ese chico sólo podía quererlo a él.

-S.y.a.o.r.a.n- el cuerpo bajo él empezaba con pequeños espasmos interrumpiendo la forzada respiración, apretándolo en su interior, haciendo más difícil y exquisito el moverse dentro y fuera de él. Lo incitó a descargarse, acariciando la cabeza de su miembro, apretándolo todo tras unos segundos, sosteniendo con firmeza... -Más rápido...por favor....más...- supo de sus intenciones, obligarlo a venirse juntos. Asintió entre la bruma de irrealidad que teñía su alrededor: haría lo que quisiera.

-Ahhh... ¡Ahhhhhh! ¡Ahh!- ardiendo, no podía continuar por demasiados segundos más. Soltándolo, se inclinó hasta él, besándolo con cierta dificultad, sosteniendo su cabello como tanto le gustaba hacer, gimiendo contra sus labios, acariciándolo entre sus cuerpos al tiempo de rozar el cielo, con los ojos cerrados, los labios ligeramente separados sin decir nada, conteniendo la respiración, desapareciendo todo a su alrededor, tiempo, espacio, materia, lo que no importaba ya además de su Eriol. Moviéndose un poco, saboreando de sus últimas penetraciones. -.........Eriol- descendiendo poco a poco, halló a Hiragizawa en igualdad de condiciones, llenando ambos cuerpos con la esencia.

El aire tan caliente...tanto como las mejillas que besó, manteniendo una caricia de sus labios, que se encontraron al tiempo de sus respiraciones chocando una con otra, suspirado su nombre con agradecimiento y placer.

¿Por qué de pronto se sabía enamorado?

Salió de él con lentitud, antes de que la voz de Hiragizawa le regresara a la realidad.

-Vamos a bañarnos. Te invito a cenar...- sí, aquel era el chico que tanto le gustaba, tan lleno de energía. -...y luego volvemos a hacerlo hasta desfallecer-

Syaoran sonrió, levantándose al tiempo de ayudarle, le gustaba la idea.
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FIN DEL CAPÍTULO 15

¿Qué les pareció, eh? Más vale que me manden sus comentarios, porque este capítulo me fue más difícil que los anteriores u_u me atrasé dos semanas y pospuse la actualización de “Madness”, pero supongo que valió la pena ¿No?

Sé que les dejé con muchas incógnitas, incluyendo el extraño comportamiento de Yuki, pero para el próximo capítulo les explico. Mmmmm, 15 capítulos ¿Sabían que recién llevan 2 semanas de relación? o_oU Dios mío, creo que me estoy tardando demasiado. Pero por lo menos ya hubo lemon (Y primera vez que no me arrepiento y lo borro...quizá sí estaban preparados para hacerlo), que tanto me pedían ^^U sorry. Ahora, no fue tan explícito como hubiera querido, pero creo que no es el fic ni la pareja para ello...tal vez en otro... Mmmmnnnn...No, mejor no, no soy buena imaginando esas cosas, menos traduciéndolas en palabras. Ne ¿Se sorprendieron del seme & uke? Espero que sí ^^ Un beso. =28 Oct 04= ¿Se dieron cuenta que es el capítulo más largo de "AD" que he hecho?

Este episodio está especialmente dedicado a Nakuru.

Atentamente,
Nabichan Saotome.

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