Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amarte duele por Nabichan Saotome

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Amarte duele

¿Quieres saber cómo te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.

PG-13
Syaoran x Eriol
Drama yaoi

Atentamente,
Nabichan Saotome.

Notas: (……) Indica el inicio y final de los flashbacks.
____________________________________________

Capítulo 16. Revelación

Ambas chicas viraron a una tercera, cuyas lágrimas no cesaban en tanto trataba de explicarse. Se encontraban en su casa, en el cuarto de Mei Ling, donde ella, reclinada sobre sus piernas flexionadas hacia su pecho, lloraba el nombre de Syaoran, quedando en completo shock tras unos instantes, comprendiendo y tomando el mismo camino de nueva cuenta. Hacía no demasiado habían llegado, lo suficiente como para haberse encontrado a Wei cuando éste volvió, Tomoyo interrumpiendo su labor de hacer té mientras Sakura intentaba reanimar a la menor Lee, trabajo que le robaba energía y calma sin llegar a ningún resultado.

La cálida bebida fue ignorada, sentándose a su lado, cuestionando la razón de su actual abatimiento. Un poco más tranquila, a pesar de las gotitas de agua salada que continuamente descendían a través de sus mejillas ligeramente sonrosadas, tras unos minutos consiguió hablar. Los murmullos que definieron sus palabras evocaron el silencio que hasta hacía unos instantes existía.

-Syaoran me odia- sentada en la cama, abrazó con más fuerza sus piernas encogidas, ocultando el rostro avergonzado contra ellas, ahogando las siguientes frases que continuaron. -...no debí decirle nada, pero...realmente creí que...- alzó el rostro, virando hacia la chica a su izquierda, que no pudo sino ruborizarse ante la alusión. -...Nunca debí escucharte, Daidouji. Hiragizawa es una buena persona...siempre lo ha sido, no sólo conmigo- elevó su tono, casi queriendo arrancar las palabras que ya habían sido dichas, como si tal pudiera remediar los sentimientos arraigados en el cuerpo ajeno. -De no ser así Syaoran no se hubiera enamorado de él...- la habitación se hundió en el silencio, Kinomoto demasiado asustada con la realidad como para siquiera realizar movimiento alguno. -Syaoran sólo se enamoraría de alguien especial, que sea diferente de las demás personas...que le haga feliz- lo había descubierto quizá demasiado tarde, cuando ya la inseguridad había sido provocada y Syaoran había enloquecido de celos, tomando los sentimientos escondidos en frases que manifestaban lo obvio.

-...Mei Ling...quizá no sea el momento para...- le lanzó una significativa mirada a Sakura que a Lee no le importó, exponiendo su punto.

-Eriol-kun y mi primo están saliendo ¿No es así?- comenzó a llorar con más fuerza, comprendiendo la furia de la cual había sido víctima, ocultándose nuevamente, malentendida. Señaló el oso de peluche blanco que había tomado de la habitación contigua, frente a la ventana, y Tomoyo se puso en pie, leyendo la pequeña inscripción en la tarjeta al llegar a él.

“Quédate esta noche conmigo, mi querido Syaoran. Te quiero. Eriol”

El curvar de su sonrisa fue triste, el sentimiento más cercano a la realidad.

-Quería que Sakura tuviera una oportunidad. Realmente lo intenté. Pero Hiragizawa...está enamorado de Lee-kun...- acariciando la suave textura del osito, viró hacia su mejor amiga, que comenzó a llorar en silencio sin apartar la mirada de ella, incrédula por lo que calificaba como traición. Para romper la muda recriminación cerró los ojos, sintiéndose romper en mil pedazos.

....................................................................

Los ojos grises, cerrados, sobre un ligero rojizo en las mejillas cubiertas de un halo de humedad, se abrieron entregándole una mirada sonriente poco antes de que dos lágrimas corrieran a través de su rostro albino, musitando con el silencio la ola de emociones desbordadas. Sonriendo, supo que aquella expresión en su rostro, mezcla de dolor, placer y diversión, era, aunque peculiar, una de sus favoritas.

En movimientos ondulantes le observaba bañado en oscuridad, al tiempo de permitir ultrajarse, descendiendo, contrariando suavemente. El cabello azul era recorrido por una ligera estela de sudor, al igual que su cuerpo entero, y el observarlo lograba enamorarlo aún más, si acaso era posible. Le abrazó, consciente de un extraño sentimiento de desconcierto, al tiempo que era correspondido, callando todas sus dudas en una breve frase disfrazada de un beso dulce sobre sus labios.

Yo siempre estaré aquí…hasta que dejes de necesitarme.

....................................................................

Eriol se despertó aquella mañana de un extraño humor que no podría definirse con palabras. Entre culpas injustificadas se hallaba el placer de cumplir sus sueños, y en ellos la bella sonrisa que sentía capturada en mentiras. Quizá sólo podía observarse en la mirada triste sobre su amante profundamente dormido. Jugueteó con la pequeña llave dorada en la punta de sus dedos, enredando la cadena entre ellos, mientras sentado en la cama, con el uniforme ya puesto, y el cabello aún húmedo después de una larga ducha, permanecía inamovible, inconsciente del correr de los minutos, en tanto recordaba.

(……)

“Desde un principio supiste que estaba enamorada de ti”

Bajó del avión, de la escalinata de éste, tomado de la mano de Kaho, en un cruel compromiso que realmente no quería aceptar. Virando el rostro en una sonrisa eterna, pudo vislumbrar la felicidad de ella, sincera, preciada a pesar de las mentiras, la que le entregó una mirada cálida…tan diferente a Syaoran.

Syaoran. La inquietud volvía con el color chocolate de una mirada perdida en otro país, quizá sobre la chica que amaba, la que era un obstáculo para su felicidad. Y él ya lo había aceptado, o por lo menos eso había querido pensar al tiempo de regresar a Inglaterra. Ahora sabía que no era así, las cosas no podían ser tan fáciles, ni siquiera para la reencarnación del Mago Clow.

-¿Iremos a ver a tus padres?- Titubeó al tiempo de contestar una leve afirmación. -¿Les diremos de nuestro compromiso?- en el silencio halló la respuesta. No dijo más, lo cual Eriol apreció aún más que sus palabras queriendo ser reconfortantes, lo cual por obvias razones no lograban, y de igual forma quedó observando la banda de equipaje, esperando las maletas que pronto llegarían. Del otro lado observó a Ruby Moon, con el pequeño gato entre sus brazos cruzados durmiendo profundamente.

Ambos habían cambiado tanto. Ambos volvían heridos. Viéndola así, tan tierna, tan triste e igual, quiso abrazarla, queriendo consolar con las mismas palabras dos corazones desesperanzados. Kaho no lograba entender que las cosas habían cambiado desde la última vez. Desde hacía casi un año…él había hallado en otra persona lo que ella jamás había provocado: La inquietud, el desasosiego, el deseo, el amor. Vaya…la tristeza. Se le hacía cruel confesarlo. Sus sentimientos habían cambiado de dueño…si es que alguna vez lo habían tenido. Quizá sólo había sido una ilusión, o las alas de fe en un amor que se veía sincero. El saber que ella era una persona estable, que en sus brazos encontraría amor, y podía estar seguro.

Pero ella no inspiraba sus noches eternas de insomnio, ni al final en su sonrisa podía hallar el sueño; cayendo en la monotonía de la hipocresía. Cómo ansiaba ser él mismo, aventurarse, ir aún más allá, perderse entre sus deseos y regresar satisfecho.

Compromiso había dicho ella. Habían planeado casarse. O quizá ella lo había decidido tomando sus murmullos escondidos tras las hojas de un libro abierto como una respuesta, planeando fecha, vestido, invitados y luna de miel, sonriendo como una colegiala, conformándose con la única mirada que le dirigió antes de virar hacia la lectura. Le había sonreído por algunos instantes, sólo porque en ellos había encontrado un poco de tierna ingenuidad que no tardó en desaparecer, pero Mizuki halló en su mueca lo que quiso encontrar: El sí absoluto. –No pareces muy contento de regresar- no continuó la plática, quedándose callado de camino al hotel.

“Pero si tú me correspondes todo saldrá bien”

¿Y si no? Eriol se subió al asiento delantero del taxi, esa vez con Spinel en su regazo, acariciando el tierno pelaje con tal dulzura que no pertenecía a sí mismo, sino a una ensoñación rezagada de identidad.

(……)

Al observar al precioso joven que yacía a su lado, supo que había sido la decisión correcta. Sonrió.

(……)

Quizá en su momento había sido difícil, pues la costumbre siempre lleva a una dependencia mutua, y Eriol dependía de la seguridad y el saberse esperado aún al final del viaje. Así había sido desde hacía unos años, al conocer a Mizuki, quien sin más ni más se había enamorado de él, apenas reconociendo poderes mutuos y la conexión de ambos, que quizá era una parte del “plan perfecto” que Clow había ideado. Tendría que admitir su error al tiempo de salir de la habitación que ambos compartían en el hotel, tras nuevamente negarse a tener relaciones con ella, o siquiera el más mínimo roce más allá de un beso, pues el plan no había sido tan perfecto. Llevaba la camisa desabrochada, la respiración forzada, recargado en la puerta que le separaba de la preciosa mujer que había rechazado con vehemencia agregando solamente “Cuando estemos casados”.

-¿Le pasa algo, amo Eriol?- viró hacia su guardián, que sobre uno de los candelabros velaba la habitación de su creador. Su sonrisa por primera vez en días fue sincera.

-Regresaremos a Tomoeda- quizá encontrase la despedida que de parte de Syaoran no había llegado, quizá no tuviera que existir el adiós. –Es tiempo de hacer un último conjuro…- del bolsillo izquierdo de su pantalón tomó la llave mágica, elevándola hasta la mirada escrutadora de Spinel, que sin más correspondió a su mueca feliz. –Iremos a borrar que yo soy el Mago Clow- suspendió la llave un momento sobre su mano, antes de atraparla y guardarla en su bolsillo izquierdo. –Y seré sólo yo -

-Sabía que iría a decir eso. Ruby Moon ya está preparado*, nos espera en el lobby con el equipaje- descendió de un ágil brinco, colocándose sobre su hombro derecho. -¿Vamos a ver a ese tierno descendiente suyo?- ante la sonrisa supo que su suposición era acertada. –Me alegra que por fin pueda ser feliz, amo Eriol-

(……)

Entre sueños fue despertado por un gentil beso, al tiempo que su amante le abrazaba, ocultando las palabras en los mechones chocolate que caían desordenados sobre su frente.

-Despierta, pequeño lobo…-

....................................................................

Tan sólo llegar a la escuela, diez minutos después de la hora debida, supo que la señorita Kinomoto no se presentaría a clases. La fuerte aura dulce no se encontraba cerca, siquiera en camino, permaneciendo en su casa inmóvil, a un lado de Keroberos. Entraron ambos a través de la puerta corrediza tras el permiso concedido posterior al pequeño regaño por su retraso, pero sólo él lo supo, sin necesidad de virar la mirada hacia las últimas bancas que Sakura, Mei Ling y Tomoyo ocupaban normalmente. Tras una segunda revisión, supo que la prima de su amante tampoco se hallaba en el aula. El hecho no le preocupó más allá de lo necesario, teniendo en cuenta que no tardaría en enterarse de los motivos.

Se sentó frente a Syaoran, quien durante todo el trayecto de ida se había comportado peculiarmente silencioso, y colocando la atención en la clase de matemáticas, comenzó a transcurrir el día.

A mitad de la mañana, aún sin averiguar el porqué de su conducta, sin siquiera tener como respuesta breves conversaciones escritas, se vio atajado por la entrega de un trozo de papel (Perfectamente cortado, doblado y con ortografía y gramática envidiables) que había recorrido el salón entero a través de sus compañeros hasta llegar a él en particular.

Al desdoblarlo encontró las letras finas dibujando la siguiente cita:

“Nos vemos en diez minutos frente al último árbol de cerezo.

Daidouji”

Asimismo dejó caer sobre el regazo de su pareja un mensaje de su próxima ausencia (sin mencionar porqué o con quién), disculpándose por adelantado y deseándole un buen provecho. Tal no tuvo tiempo de ser contestado, pues a los pocos instantes el timbre sonó, y Eriol, colocándose de pie, fue uno de los primeros en salir con la mochila en hombros, dirigiéndose al patio de actividades.

....................................................................

No tuvo que esperar mucho para que su cita se reuniera a él, de frente y sin titubeos, con una pequeña inclinación de protocolo antes de exponer el punto a tratar. La mueca amable había desaparecido casi por completo, limitándose al compromiso que la había llevado hasta allí.

-Sakura ya sabe de tu relación con Lee-kun- la sonrisa no desapareció del rostro albino, a quien la noticia le resultó irrelevante, mas no así que no hubiese sucedido antes. No mencionó el hecho de que había sido un “secreto”, ni reprochó la perfección de su plan. –Sabe que eres tú-

-No sé de qué forma podría ser de mi interés, señorita Daidouji- bajó la mochila de sus hombros, invitando a una conversación cómoda a pesar de sus mentiras. No fue imitado sin embargo, por la chica que sostuvo con aún más fuerza el abrigo en sus brazos, arrepintiéndose por instantes de haber cedido a aquella plática al parecer innecesaria. –A menos que usted intente algo en contra nuestra. O en su defecto que Sakura-san lo haga. Cualquiera de las dos formas, valiéndose de dinero o persuasión, esta relación sólo depende de nosotros- los gestos amables no desaparecieron, en cambio su voz agravó ante la situación. –Sin embargo…de ser necesario me veré forzado a responder. De eso puede estar segura, señorita-

-¿No lo harías (No lo dejarías)…por Sakura?- Eriol dio un cuarto de vuelta, recargándose en el frondoso tronco del cerezo, antes de responder, no sin cierta compasión en su tono de voz.

-Sólo lo haría si él me lo pidiera- la chica se dio por vencida, observando con derrota el convencimiento que no había existido, en tanto él se despedía con un pequeño asentimiento. –Hasta luego, señorita Daidouji- Syaoran le había platicado acerca del altercado con su prima, suprimiendo los celos y las palabras inadecuadas, centrándose en una traición. No tenía mucha idea del porqué, pero suponía bien era la razón de su inasistencia.

-Eriol…- un tanto sorprendido durante su pequeña diatriba por aquella voz dulce que le llamó, dio media vuelta, hacia la malla de seguridad a sus espaldas, encontrándose directamente con un chico alto de mirada alegre, que le sonreía abiertamente, con tal esperanza en los ojos grises que logró su ternura. –Buenos días- realizó una ligera inclinación antes de dar un último paso, contestando a su saludo con una típica mueca de alegría.

-Buenos días, Yuki- de inmediato Tsukishiro afianzó sus dedos en la barrera de metal que les separaba, observándolo a través de los rombos abiertos que le mostraban aquel precioso chico del otro lado, el que le sonreía y se adelantó hasta casi desaparecer por completo el espacio entre ambos. De manera apreciable no pudo evitar sonrojarse al recordar el beso robado de los labios que pronunciaron aquel apelativo, observando el rojizo en ellos que le invitaban nuevamente a destrozarse. -¿Qué te trae por aquí?- después de todo había violado la seguridad de la escuela, filtrándose hasta llegar a los patios de descanso y actividades, sólo para observarlo. Eso es lo que sabía Eriol.

-Ver cómo estás- los ojos azules-grisáceos le sonrieron, con aparente burla por la mala excusa, ladeando su rostro al tiempo de recargarse contra la malla, en un gesto tan seductor a pesar de su simpleza, que Yuki tragó en seco.

-En ese caso, gracias por tu preocupación. Bien, bien…intentando ponerme al corriente en el promedio semestral. ¿Y tú? ¿No se supone que tienes trabajo?-

-…Me reporté enfermo- ante la despreocupación de su respuesta no contestó con alarma, negando con la cabeza en un gesto divertido. –Quería verte- forzó una pequeña sonrisa, antes de bajar un poco el volumen, acercándose aún más al chico del otro lado, que impasible a su acercamiento permaneció de pie, con los dedos enredados en la barrera, observándolo. –Necesitaba verte- de manera similar unió sus manos, tocando la piel albina que por un instante titubeó…antes de romper su corta caricia y alejarse un tanto.

-Acerca de eso…tenías razón- Eriol interrumpió su próximo comentario, asegurándose de que toda su atención estaba por supuesto colocada en él. –Estoy con Syaoran. Estoy enamorado de él- el rubor bajo su piel albina fue notable, al darse cuenta de lo que había sin querer confesado. –Así como tú amas al hermano de Sakura-san- Yuki dio un abrupto paso hacia atrás, vislumbrándose descubierto, con los ojos grises fuertemente abiertos. –No deberías seguir buscándome…- aún más allá, aquel beso no podía ser ignorado, era la prueba perfecta. –Sé que una parte de ti está confundida…pero yo realmente no soy para ti y debes entenderlo antes de que sea demasiado tarde…antes de que Kinomoto-san se dé cuenta de tus dudas y…- fue interrumpido de manera abrupta por la molestia notable de un tercero que no tardó en aparecer.

-¡Buenos días!- la sarcástica voz les hizo virar hacia el chico que con pasos firmes y apresurados se acercó nulificando el espacio entre él y Eriol. Syaoran le tomó por la cintura, sin dejar de observar por un instante a Tsukishiro en tanto acorralaba a su novio, besándolo en un posesivo gesto que al principio (y debido a la sorpresa) no fue respondido, hasta que el inglés cerró los ojos y se dejó llevar, siendo imitado casi de inmediato.

Vencido por la ira ante la escena, Yukito no resistió sus palabras.

-Te veo en la tarde en tu casa, Eriol- y dando media vuelta, sin saber qué se había posesionado de él al hablar con tal frialdad, siguió su camino, en tanto la pareja se separaba.

....................................................................

Abrió la puerta de la camioneta plateada mal estacionada, descendiendo, con grave dificultad, del interior. Tuvo la sensatez de tomar las llaves entre sus manos temblorosas, arrepintiéndose de no haber llamado un taxi, al tiempo que sus primeros pasos afuera del vehículo eran inseguros. Cerró la camioneta, un pequeño empujón que no logró mucho, recargándose en ella al trastabillar. La piel blanca carecía de vida, apreciándose las pequeñas venas y los ojos hundidos, grises y opacados, que abiertos de par en par no lo dejaban descansar.

Respirando profundamente se obligó a caminar, alejándose de su soporte, tirando el maletín que sostenía apenas. Las llaves resbalaron de sus dedos, al tiempo que la mirada nublada formaba una imagen desequilibrada dentro de su claridad; el mundo cayó, y Yuki no dio cuenta de haber caído pues el dolor no llegó aquella ocasión.

-¿Qué es lo que quieres?- alcanzó a formar las palabras con la frialdad de sus labios, antes de caer en el indeseable sopor que le cerró los ojos, de cara al suelo, observando sin estar consciente. Se sintió levantar del pesado cuerpo que permanecía, mas se ahogó en la mente callada.

(……)

La mirada rasgada, fría y expectante, carente de toda cálida emoción, le observaba sólo a él, en tanto Yue por primera vez abría los ojos.

-Amo- el ángel adulto desnudo, sintiéndose intimidado por la figura preciosa que era Clow, su creador, amo y maestro, doblegó sus alas orgullosas, arrodillándose frente a él, agachando la cabeza y huyendo de la mirada fija que le dedicaba, sintiéndose indigno de encontrarse en su magnificente presencia. Mas entre los largos mechones plateados su mirada capturada fue por los ojos grises-azules que le llamaron en silencio, en la curiosidad encontrando el pecado de querer verle nuevamente.

-Buenas noches, Yue- el mago se encontraba a su altura, una rodilla recargada en el suelo, ensuciando un poco su fino traje al contacto con las cenizas del ritual. –Ponte de pie- así lo hizo, firme y obediente a pesar de la lenta frialdad, desviando la mirada nuevamente, hasta que por primera vez otra piel hizo contacto con su piel, haciéndole virar. Acababa de tomarle de la mano, antes de entregarle (bajo la atónita inspección) un suave beso (en el revés de su mano) con los ojos cerrados. –Mi buen juez, Yue. Saluda a la luna que hoy observa tu nacimiento, pues al tiempo que se oculte bajo luz tu hermano sol nacerá. Y luz y oscuridad estarán reunidas. Pues una es complemento de otra, y aquella será existente sólo por que su mitad se encuentre. Ambos, tan diferentes….estarán reunidos hoy, antes de que la próxima luna llegue, cuando el alba despunte tras los amplios campos de la tierra- se puso en pie, soltándolo, dando media vuelta en medio de la habitación sumida en oscuridad, desde donde la luna llena podía observarse. Dando varios pasos tomó un traje, sonriéndole al ángel antes de volver. –Vamos a prepararte, mi querido guardián…- observando la nada, pudo sentir la frialdad existente en su cuerpo, contrastante con el mar cálido que habitaba en su pecho, la marea que la luna agitaba en honor del Mago Clow.



-Keroberos…no provoques la ira de tu hermano- curaba sus heridas, con pequeños rezagos de magia abandonada en trozos de luz líquida en cada una de ellas, las marcas hechas por plumas de un ángel que del otro lado de la puerta observaba la escena. El león acostumbraba quejarse en voz alta, desahogándose con su amo de las continuas peleas con el guardián de la luna, y aquella vez no era la excepción. –Sé que a veces Yue puede parecer un poco difícil… ¿O es que te sientes solo? Quizá nuestra compañía no sea suficiente y necesites de un hermano…alguien como tú. Tan dulce y travieso. No un par de amargados como nosotros…- la risa de ambos fue estridente, no por la alusión hacia el ángel, sino la abierta personalidad del Mago, infantil, tan deseoso de satisfacción. –Estás listo- Kero dio un par de lengüetazos sobre la mano sanadora, antes de salir corriendo de la habitación a través de la puerta que daba a la izquierda. –Yue. Si deseas escuchar no tienes sino que dar varios pasos- él no se movió, descubierto como se encontraba tras la puerta entreabierta. –Ven, Yue- sin embargo, no podía desobedecer una petición suya, mucho menos cuando era hecha por aquel tono cariñoso que le había escuchado desde su nacimiento. Abrió la puerta, empujándola con un halo de viento tan suave que fue una caricia, entrando en la habitación, donde él se encontraba sentado en el cómodo sillón rojo en el que yacía su cálida energía embriagante. -¿Por qué tu hermano y tú pelearon esta ocasión? …l no quiso decirme, así que, te suplico seas considerado. De otra forma no podré ayudarles- la voz sonaba ya cansada al tiempo de pronunciar cada palabra, pues en cada una veía el futuro que avecinaba.

-Keroberos dijo que usted lo quiere más de lo que me quiere a mí. ¿Es eso cierto, amo Clow?- la mirada como era costumbre no se fijaba en su creador, concentrándose en el suelo alfombrado que a pasos lo acercaba. Sin embargo pudo escuchar el curvar de su sonrisa, dedicada únicamente a él, y aquel gesto le hizo feliz aún cuando sus rasgos fríos no lo demostraban más allá de la inquietud de su cuestión.

-¿Es eso? ¿Crees que es así? Mi juez Yue, evalúa y saca por ti mismo la conclusión. Estás preparado pues no en vano han transcurrido los años. Sopesa los testimonios y nuestras acciones, realiza tu primer juicio- así cayeron los minutos sobre la terminada tarde a la que llegaba el nublado día, antes de que un beso fuera colocado sobre los labios cálidos de Clow, en una única respuesta que no era mas allá del sueño queriendo ser realidad.

-¿Me amas, Clow?- sonrió ante el primer atrevimiento de su querido ángel, y sabiendo que no quedaban muchos años que vivir, le tomó con dulzura, devolviendo el tierno beso. Quizá había errado sus predicciones…y había esperado en vano.

-Sí-



Sin embargo los años no fueron suficientes, y entre el amor a escondidas, gritado en besos en noches de una luna sin guardián que velase, llegó el final del Mago Clow, mismo que no tardó en comunicar a sus dos solitarios acompañantes. Le quedaban pocas hora de vidas. El día compartía la noche, mezclado en el frío llanto por el alma que se perdía en la oscuridad, sentado frente ambos guardianes que se negaban a aceptar la muerte de su señor y la próxima aceptación por un nuevo dueño, cuando el tiempo llegase, y el juicio existiera. El regido por el Sol, no se vio con la suficiente fortaleza de tolerar aquella necedad que eliminaba la vida del creador, misma que había decaído en los últimos meses con alarmante velocidad, dejando en él apenas la energía de permanecer despierto, menguado por la lenta muerte que se acercaba susurrante, acariciando el alma rota por la magia, sacrificio del poder que le llevó a ser el más poderoso; por lo que salió de la recámara, alegando iría a comer algo (lo cual no hacía desde hacía dos semanas), observándolo sentado en la amplia cama, recargado en la cabecera de roble, con el cabello oscuro recogido en una baja coleta sobre su hombro izquierdo, observando el exterior que no podía tocar; cerró la puerta con un avistamiento de magia, corriendo fuera de la mansión, donde le esperaba la fina lluvia comenzando a caer.

-¿Recuerdas hace algunos años haberme preguntado el porqué de mi reticencia a nuestra relación? ¿Y porqué hasta hacía unos meses lo ocultamos a tu hermano?- no espero la respuesta que sería afirmativa, tomando el libro de las cartas Clow del cajón del buró izquierdo. –He tenido un sueño. A veces me parece que desde hace demasiados años (Cuando yo era apenas un niño). En él me veía en compañía de una persona cuya sonrisa lograba hacerme olvidar el precioso paisaje a nuestro alrededor, mismo que no era nada a comparación de sus ojos tan fijos y a veces tan furiosos y tristes… en los que mi reflejo era nublado por el brillo después entrecerrado. Esta persona no eres tú, Yue. Sus ojos castaños son diferentes a la calidez que escondes tras el metal de tu mirada, y tu sonrisa no logra sino evocar el más grande placer. Años después de crearte yo aún lo visitaba entre sueños, aunque él nunca dijo nada y sólo le observaba mover los labios en medio de un brillo de paz en que el trigueño de su piel lo era todo para mí; pero poco tiempo después dejé de verlo. Tú me habías hecho dejar de verlo. Simplemente olvidé mi búsqueda, mis ansias por ver a aquel niño, y al poco tiempo me convencí de que todo había sido una ilusión, pues te amaba a ti así que no había oportunidad de amar a alguien más de lo que te amaba a ti, y no había belleza ni dulzura comparable. No acepté nuestra relación hasta estar plenamente seguro de mis sentimientos (El día en que te permití preguntarme si te amaba), y si pues fue un secreto, asimismo, es por lo mucho que quiero a tu hermano, y no hubiera sido justo para él sentirse en segundo lugar. Pues a ambos los quiero por igual, aunque por ti el amor sea diferente- sonrió, observando al ángel que le evaluaba con dolor. -…No te sientas triste, mi querido Yue. Será mejor silenciarme…antes de que les haga más daño- reinterpretando las palabras, el guardián le besó, queriendo olvidar que el día de Clow llegaba a su fin, y la nueva era nacería.

-¿Podrías decirlo?-

-Te amo, Yue- hundiéndose en su cuerpo dejó que sus lágrimas recorrieran la piel ajena, ocultando el rostro en su cuello, donde sin vacilar comenzó a sollozar su nombre, en tanto se hacían el amor una última vez, antes de que la despedida fuera inevitable.

“Yo también te amo”



La voz que decía su nombre no importaba, los dientes de un león alrededor de su traje blanco lleno de lágrimas, lluvia y tristeza, no eran más que una simple circunstancia, la mera casualidad de haber perdido quien en su vida había sido todo, de querer olvidar la vida que entregada no podía ser arrebatada. Sentado en el sofá que él siempre prefería, acurrucado contra la tela roja que antes ocupaba un cuerpo en el que él se había colocado, permaneció inamovible varias semanas tan sólo recordando, antes de atreverse a dirigir unas palabras al viento, recibidas por su hermano, que aún se escapaba de noche a gritar su dolor.

-Me quiero morir, Keroberos…- el cálido corazón que un día se dejó ver, tras los ojos cerrados se ocultó. El frío plateado de la primera vez.

Ambos guardianes desaparecieron, y en su lugar, en el cómodo sofá quedó sólo abierto el libro Clow, con los dos esperando a que el día llegara y el juicio existiera. En la primera página se pudo leer la inscripción hecha por Clow Reed, mientras las cartas lloraban su pérdida y regresaban…

“He esperado toda una vida a que el sueño se haga realidad”

Pero tú nunca llegaste…

(……)

....................................................................

Habían peleado. No una guerra digna de recordarse, y las heridas no habían sido abiertas con breves frases de sus lindos labios, quizá no había sido más allá del intercambio de miradas convencidas con su propia versión de la verdad, lo que las llevó a separarse en completo silencio. Tomoyo la tarde anterior había salido de la casa Lee, en tanto Mei Ling y ella volvían sollozos las palabras, en el mutuo consuelo por el amor que habían perdido. Ninguna de las dos le reclamó a la segunda el llorar por el mismo chico, mas se comprendieron sin siquiera mirarse. Y así había transcurrido la noche entre lágrimas, hasta que el alba despuntó y Touya fue por ella. Su hermano mayor no preguntó acerca de su triste estado, limitándose a manejar la camioneta blanca, y al llegar a la casa, la subió en brazos ante la callada sorpresa de la niña que se quedó quieta mientras la arropaba y salía de la habitación.

Tomoyo no le hablaba, Lee jugaba con ella, Mei Ling se encontraba en iguales circunstancias y ni siquiera Eriol podía consolarla en esos instantes.

Sin embargo comprendía que realmente no era culpa de nadie, pues cada quien seguía sus deseos y aceptaba las consecuencias de sus actos. Así pues, no le quedó más allá que ponerse de pie y del cajón de su escritorio tomar el libro de las Cartas Clow, de las pocas cosas que no había perdido, abriéndolo.

-¡¡¡KERO!!!- cayó en la cuenta al tomarlas entre sus manos, moviéndose con tal cuidado que parecía desmoronarse en pequeños fragmentos salados. De un día a otro sólo quedaban quince cartas.

....................................................................

El guardián desplegó las alas de ángel, levantando el cuerpo inerte cubierto del halo de luz y magia que le rodeó, tomando su verdadera forma. Apoderado nuevamente de su propio libre albedrío, emprendió el vuelo, descuidando la puerta principal abierta, la camioneta, las llaves, y todo a su alrededor. El presentimiento que le había despertado le condujo a la casa Kinomoto, desde donde su ama le llamaba.

Era más difícil últimamente bajar las defensas de Yukito (Quizá fuera la intranquilidad, sumada al insomnio), pero, fuera de todo comprensible concepto, podía comunicarse con él. A veces no respondía a sus cuestiones (En la camioneta, hacía un par de horas, sólo le había dirigido una mirada fría), u otras su amabilidad llegaba a ser exasperante, pero por otra parte (aún compartiendo su inquietud) su soledad había disminuido notablemente, lo cual no sucedía desde…hacía tanto tiempo.

Al llegar, el ángel escondió sus alas, entrando por la ventana a la habitación de Sakura.

-¿Qué ha sucedido?- ella estaba sentada a la cama, encogida, sosteniendo sus piernas. Simplemente señaló a Kero, que inspeccionaba las cartas a pocos milímetros del suelo. Las quince cartas brillaban un momento, al otro permanecían en su opacidad, intranquilas, pero al final terminaban calmadas, tal vez sólo porque ella estaba presente.

-Es momento, Sakura- alzó el báculo, que hasta hacía unos minutos yacía a su lado en la cama, levantando la mirada y el rostro llorosos, apuntando a una de las cartas.

-¡Espejo!- uno de las cartas más fieles tomó su verdadera forma, levitando a varios centímetros del suelo y un tanto lejana cuando dio varios pasos hacia atrás. En lugar de la particular sonrisa tranquila se hallaba una mueca culpable, reflejada al momento de agachar la cabeza y esquivar la mirada curiosa que le dirigía. -¿Dónde están las cartas restantes?- colocándose de rodillas, evitando al pequeño guardián que también cuestionaba, comenzó a hablar.

-Con el Mago Clow- el silencio (provocado por la sorpresa) fue interrumpido por las palabras continuando su confesión. –…l ha reencarnado, ama- viró por breves instantes hacia ella, concentrándose en los ojos muy abiertos y los labios sellados. –Vuelo lo encontró y vino a vernos después de escapar…Fuego, trueno y lluvia le siguieron aunque él nos advirtió que no lo hiciéramos, que no era lo que nuestro Mago Clow deseaba. En la noche, mientras usted no estaba, las cartas aprovecharon para fugarse, siguiendo su rastro. Aún no sé si lo han logrado o no…ninguna de nosotras puede sentir la presencia de nuestras hermanas…tal vez porque han roto su sello- arrepentida, elevó un poco más su voz, asegurando lo siguiente. –Yo…yo también quiero irme, ama. Por favor…concédanos la gracia de…- sin embargo, sus palabras erraron al momento de virar a la salida. -¡Mago Clow!- no fue necesaria su aclaración pues los tres lo sabían, aquella preciosa energía recién atravesaba la puerta principal en compañía de otras tres, aunque sólo una de ellas con poder mágico, fuerte, delicioso y seguro.

-Clow…- Yue se abalanzó hacia la puerta, casi derrumbando a Espejo y a Kero en el transcurso, abriéndola de golpe, al tiempo que los nuevos visitantes irrumpían con rapidez en la habitación, tras ser bienvenidos (de fría manera) por Touya Kinomoto.

Tomoyo, Mei Ling y Syaoran, observaron a ángel, un tanto abrumados por su ansioso comportamiento, cambiado por desilusión y rencor cuando únicamente los vio a ellos. No pudo evitar buscarlo con la mirada, antes de volver a la habitación, enfurruñado por el sueño roto. El león, que le había seguido de cerca (aunque con visible menos entusiasmo), le imitó, dejando que los tres avanzaran.

-Vinimos tan pronto pudimos, Sakura. ¿Qué sucedió?- la que había hablado era Mei Ling, en cambio los otros dos parecían incómodos ante la menor Kinomoto. Sin embargo, tan pronto caminaron, la energía de Clow aumentó considerablemente, como un delicioso perfume que no puede ser ignorado.

-Lee… ¿Con quién has estado últimamente?- Syaoran viró hacia la chica, que regresaba al hábito de su apellido, y a punto de contestar, una nueva voz le interrumpió.

-Tienes impregnada la presencia del Mago Clow- el ángel, en un trance cercano al hipnotismo, le tomó de los hombros, apartando a las chicas para conseguir acercarse a él. El joven, extrañado por su actitud, alcanzó a virar el rostro, dudoso de sus intenciones. -¿Lo has visto?- negó, abrumado por la noticia. –Si ha reencarnado…no vendrá a este mundo con su pasada apariencia… ¿Con quién has estado la mayor parte del tiempo?- nuevamente adelantándose a sus palabras, Sakura contestó, ignorándolo casi por completo, dirigiéndose a su guardián, que había soltado al chico.
-Con Hiragizawa Eriol- ella no le observaba ya. -¿Puede ser él?- obviando la información declarada, dio un paso hacia atrás.

-¿Qué? ¿Eriol la reencarnación de…?- ni siquiera se atrevió a continuar, considerando una tontería absoluta la revelación que dentro de su contenido abstracto contenía la verdad. –Están locos- sin decir nada más dio media vuelta, saliendo de la habitación con pasos apresurados. Pues aunque no quisiera admitirlo, la posibilidad había logrado alterarlo.

....................................................................


Le encontró recargado en la barandilla, en el balcón de su habitación. Syaoran no había precisado de llaves para entrar a la Mansión abierta a la intrusión, y ahí, a tan pocos metros de su novio, se preguntó si el riesgo sería por él. Lo primero que hizo su amante fue dar media vuelta, abriendo los ojos grisáceos amables, al tiempo que la preciosa sonrisa en sus labios se convertía en la dulce pronunciación de su nombre. Sonrió, olvidando todo, excepto Eriol, por un momento.

___________________________________________

FIN DEL CAPÍTULO 16

Este es uno de mis capítulos favoritos (Me aventuraría a decir que el preferido), tanto por la estructura como por los flashbacks, así como el contenido que decidí colocar aquí. Si no me equivoco, si los personajes me lo permiten, a esta historia le hacen falta dos episodios más antes de finalizar (Después de tres años…como tanto insiste en recordarme Nakuru-san), lo cual, aunque triste, supongo que es merecido después de toda esta espera por las (inconstantes) actualizaciones. Por lo menos estará completo ¿ne? Si gustan algo en especial (para esta historia), escríbanme ^^. Muchas gracias por todo. =16 Diciembre 2004=


Un beso,

Nabichan Saotome.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).