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Amarte duele por Nabichan Saotome

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Amarte duele

¿Quieres saber como te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.
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Capítulo final. Melancolía

“¿Te quedarías conmigo?”

Corría de tal forma desesperada que la exigua aglomeración de mañana, entre los que yacían los comerciantes, estudiantes, trabajadores y padres de familia, hacía un alto en sus ya acostumbradas actividades, sólo para observarle, esperando que alguna tenebrosa criatura surgiera magnificente de entre las sombras. Aguardando el chasquido del arma, el instante en que la muerte tomara entre sus alas al joven, y su cuerpo cayera inerte anunciando “¡¡Corran por sus vidas!!”, momento que para fortuna y alivio de muchos, nunca llegó. Nadie hizo el intento de preguntar la razón, del porqué las largas piernas flexibles formaban amplios arcos, porqué aún cuando su pecho subía y bajaba con violenta rapidez dando cuenta del cansancio asido a su cuerpo, seguía corriendo, con los ojos castaños brillantes (cual si tuviera el insatisfecho deseo de llorar)...mucho menos, esa inamovible multitud, de detenerlo. Le observaron pasar por las largas callejuelas, hasta que en un ligero curvar dio vuelta, desapareciendo de la curiosa vista, y todos aquellos, que en su andar se detuvieron con el único propósito de observarle, descendieron la mirada, obligándose a continuar.

“Nunca he tenido la intención de irme, Syaoran...”

En el hombro izquierdo llevaba una mochila asida con fuerza, en el miedo de que el todo le engullera, permitiendo su respiración acelerada hiciera a su rostro palidecer, mientras el perlado sudor corría apenas por las finas hebras de su cabello.

Lo habría gritado, lo sabía, de haber tenido la oportunidad, si las palabras no se hubiesen estancado contra su garganta, mientras el terror le ahogaba en mustios besos. La mansión se elevó por sobre las altas copas de los árboles, las demás casas opacadas por la eximia belleza, mas parecía fría, inhabitable...y aún así, era el paraíso al que, entre tinieblas, Syaoran no se veía con brío a alcanzar. Cruzó la calle, sin fijarse apenas de la circulación de autos.

-¡Cuidado!- no fue necesario. El joven tras el volante, a su lado, lo había visto con suficiente anticipación, y pisó el freno justo en el instante correcto, evitando la segura colisión contra el joven. La camioneta plateada apenas viró ciertos grados a su izquierda. -Es...-

-Syaoran-kun- Lee no observó la proeza realizada, siquiera pareció importarle el rechinar de las llantas contra el negro pavimento. Los otros tantos que a su paso se detuvieron. …l sólo quería...necesitaba...llegar.

Touya, sin embargo, ladeó la mirada, observando a su pareja. Los ojos, de tan precioso ámbar, abiertos al máximo, vacíos y tristes, fueron inundados por tibias lágrimas, las que descendieron a través de la piel blanca. Finalmente, Yukito arrancó nuevamente la camioneta, moviendo la palanca de velocidades y pisando el acelerador. En él, apenas pudo racionalizarlo, se hallaba un fino parecido con Yue dibujado en los suaves rasgos amables. Y fue Kinomoto finalmente, no Yuki o Yue, quien musitó las palabras faltantes.

-...se ha ido- Tsukishiro estacionó la camioneta frente a la mansión, sólo para observar a Syaoran cruzar la entrada abierta, la cual tras él se cerró de un fuerte azote. Cerró los ojos, permitiendo que las ardientes lágrimas cayeran con ansiada libertad, forzándose a no recordar, por el bien de los tres, la elegante mirada casi felina, el gris ribeteado de azul sonriente de Clow; y al hacerlo, se arrojo a brazos de Touya...con el dolor de Yue en sendos puños, mientras sostenía entre los dientes cerrados, con fuerza, el nombre de Eriol Hiragizawa. -...No te preocupes, Yue. …l volverá...-

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“...sabiendo que entre ustedes existe aún un gran futuro, si me permites anticipar los hechos, este es mi regalo para ambos. Espero no oses rechazarla, pues sé bien servirá para tus futuros descendientes, y antes de que la humildad te acongoje, querido Syaoran, es también agradecimiento, y disculpa por los ocasionados inconvenientes. He retirado ya mis más preciadas pertenencias, por lo que siéntete en completa libertad de cambiar la Mansión, si te apetece, a vuestra entera comodidad. Tan pronto tenga la oportunidad, te mandaré los respectivos títulos de pertenencia...”



Ellas, a su alrededor, no se atrevieron a leer la nota entre sus manos crispadas. Esperaron durante largos segundos, hasta que Syaoran descendió la carta, plegándola en su puño, elevando la mirada hacia su presencia. En los ojos chocolate yacía una súplica, una única demanda de quien halla el conocimiento de su condena.



-Lo haríamos...si nuestro amo Eriol no te amara tanto...- era el tranquilo espíritu del bosque el que había hablado, al lado de sus hermanas, en medio de la gran sala principal. -Ten por seguro que te mataríamos- no se hubo recuperado de la anterior sorpresa cuando, con similar prontitud, olvidando la ligereza de tal confesión, todas las cartas Clow le cercaron, arrodillándose ante él, inclinando la cabeza, todas en su forma semihumana mostrando el grave respeto al que el pacto les obligaba. Y sin embargo...



-¡Amo Eriol!- la puerta fue forzada con un rápido hechizo -¡Su padre...!- la joven rompiendo las palabras que Bosque iría a pronunciar, con su propia interrumpida frase, al percibir la clara presencia de las cartas. Había llegado demasiado tarde, no hizo falta que alguien en voz entrecortada le dijera. Al ver a Syaoran en el medio del todo, entre la multitud aglomerada, de pie, supo había sido el responsable. -¿Ha vuelto a Inglaterra?- de entre los brazos de Nakuru una nimia figura escapó, saltando al suelo alfombrado. Mas al llegar dos pasos delante, ya había recuperado su verdadera forma, al igual que Akizuki. Ambos, en completo protocolo caminaron hacia el joven, haciéndose paso entre las Cartas, quienes durante el transcurso se pusieron en pie, aún con la cabeza agachada en símbolo de respeto, abriéndoles el camino. -…ste fue siempre tu propósito desde que llegaste de Hong Kong: Tomar control de las Cartas, de nosotros, los Guardianes, tu derecho a recibir a esta Mansión ¿Estaba nuestro Amo Eriol en la lista que tu madre te entregó o fue completamente circunstancial?- Lee se tornó furioso, insultado por las hirientes palabras que en suave voz Ruby Moon había pronunciado, pero al momento de intentar detenerla, ella al tiempo alzó el brazo izquierdo, callando sus labios con una fuerte bofetada que le hizo virar la cabeza. -Si nuestro Amo Eriol hace una tontería...y como al parecer Yue ha sido relegado de su puesto, me veré en la obligación de juzgarte, sin la mínima oportunidad a que tomes ventaja ni satisfacción de tus actos. Si mi Amo Eriol llegase a completar, como consecuencia a ti, un acto en su contra, no seré noble.-



-Eriol no sería capaz de...- pero no pudo decirlo.



-¿Quitarse la vida?- continuó Spinel, adelantando sus pasos hasta hallarse poco delante de Nakuru, quien había cruzado los brazos frente al pecho en una actitud de reticencia, mientras su mirada estaba fija en el marco de la chimenea apagada. -Si lo hiciera no podría renacer nuevamente, y ese es un lujo que nuestro amo no puede permitirse. La situación es mucho más complicada.-



-Está comprometido en matrimonio con Kaho Mizuki- y la respuesta que esperaban, fuera sorpresa o indiferencia, no llegó. Había sólo vacío en la mirada chocolate, centrada en un punto inexacto de la habitación, mas parecía velar celosamente su propia inconsciencia, de tal forma que la realidad no le golpeara. Era tarde, demasiado tarde para arrepentirse. Fue hasta largos segundos después que las palabras, aquellas que tanto había retenido durante el trayecto, hallaron libertad en sus labios entreabiertos. La voz sonó seca, retumbando en el silencioso salón con un tono anhelante y furioso, como si le faltase el aire...



-...Eres un mentiroso-



“Aunque prometí estar contigo, esto es lo mejor para los dos.”



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Era poca la discreción con que se manejaban, elevando la curiosa mirada tan pronto alguien más le señalara, de igual forma siguiendo los tranquilos pasos hasta que le perdían de vista al dar vuelta a un corredor. En los cortos segundos que podían verlo un suave silencio cubría gentil sus labios, sólo su calma voz era escuchada, al igual que el caminar firme, incluso las sonrisas. En ninguna de esas tantas ocasiones hacía algo por evitarlo, dejaba le acorralasen mientras se conducía en estoica indiferencia, actitud que lejos de molestarles parecía elevar la casi enfermiza obsesión.



-¡Eriol!- se detuvo, dando un cuarto de vuelta hacia el joven que le había llamado, el que tan pronto llegó rodeó en fraternal trato sus hombros con el brazo izquierdo. -¿Vas al entrenamiento?- asintió, mostrándole una corta sonrisa forzada. -¿Qué te parece si vamos a dar una vuelta al mall cuando termines?- ambos se detuvieron por consecuencia del primero, quien con tanta amabilidad como fue capaz, retiró el brazo que le rodeaba, mientras replicaba en tono sutil, casi mediante murmullos suaves que nadie escucharía.



-...gracias...pero no- inclinó la cabeza en son de disculpa, despidiéndose y ladeando a su compañero, quien, ya acostumbrado a tal clase de desplantes, hizo lo propio, retirándose tras el “Hasta luego” de obligado protocolo, sin dejar por un segundo la cordial sonrisa, aún tras dar media vuelta y caminar a la salida del plantel.



Ese era su nivel de amistad.



Sin embargo, y tras dar un último paso, Eriol se arrepintió. -Ian- llamó en voz suficientemente fuerte para ser escuchado, (permitiéndose la voz de sedoso timbre que a Syaoran tanto le gustaba), aún permaneciendo amable, a lo que él viró. -...Pasa por mí a las seis de la tarde- y el joven rubio, de ojos azules y facciones aniñadas, le sonrió con feliz sinceridad, asintiendo vigorosamente, mientras eran observados por los demás en medio del corredor. Eriol simplemente asintió en una corta despedida y siguió adelante. Se acomodó sobre el hombro la mochila negra.



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“Aún ahora” se recordó, lanzando el balón directo a la canasta, la cual logró el agradable sonido del enceste. “Aún ahora lo esperas...” estaba cansado ya, después de dos horas de entrenamiento, dos más de práctica libre; sus exhaustos brazos sin embargo, aún arrojaban la pelota de básquet al aro, una y otra vez sin fallar en alguna ocasión, jugueteando entre contrincantes inexistentes, arqueando su cuerpo, doblando en ocasiones la dirección en que corría al otro lado de la cancha, con la pelota botando contra la suela de madera. “...un mes” su cabello oscuro era recorrido por pequeñas perlas de sudor, las gafas habían sido retiradas por seguridad, y dejadas en el vestidor sobre el uniforme escolar, en el locker bajo el apellido Hiragizawa, el mismo de nueva inscripción. “No. Un mes y cuatro días...” vestía el short índigo, la playera blanca con un escudo (De dos espadas cruzadas) plateado, característicos de la secundaria Saint Louis; el uniforme de deportes, a decir verdad. “...sin verlo”. Los músculos de sus piernas comenzaban a resentir, y a pesar de ello se movía con una excepcional velocidad, con ágiles movimientos durante los quiebres. Le gustaba la sensación de cansancio, por las noches le permitía ahogarse en un agradable sueño... “...y aún así...esperas que aparezca. Que venga por ti...”, dormir no era algo que lograse con facilidad. Nuevamente lanzó el balón...y de nueva cuenta, encestó. Podía mantenerse así el día entero...a pesar de todo.



Pero el cansancio, independientemente de la pesada tirantez de los músculos, del acelerado pulso, de la garganta seca, de la poca energía y la asfixiante temperatura; mantenía aún graves inconvenientes.



Se dejó caer con cuidado, acostándose en los fríos tablones del piso, regularizando tras varios instantes la agitada respiración, mientras cerraba los ojos a la luz artificial del gran gimnasio, dejando un leve sueño le tomase en brazos. El balón rodó un poco más antes de detenerse a varios metros de las gradas, donde un joven conocido le observaba sin necesidad de argumento. Syaoran aparecía en cada uno de sus sueños, y él, sin energía, no podía evitarlo, dejaba por el contrario que le arrastrase la malograda fantasía. Era entonces cuando se arrepentía. Y no tenía fuerzas de controlarse.



-Syaoran- por ello buscaba más ocupaciones, clases, trabajos extras, deportes, el Consejo Estudiantil, el Club de Fotografía...



E Ian.



-Eriol- abrió los ojos, encontrándose al joven rubio observándole cómodamente desde la primera grada, sosteniendo entre sus manos el balón de básquet, con aquella sonrisa de comprensión que a Hiragizawa le permitía mentirse y pensar que todo estaría bien.



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Suspiró, odiaba la terca negativa de Nakuru. Era el ‘no’ constante que les llevaba a ambos al pesimismo, la obvia respuesta a una pregunta por demás necia. Ningún resultado al igual que el día pasado, el anterior a él, la semana entera...el mes y los doce días que habían buscado, justo el tiempo sin ver a Hiragizawa. Habían recorrido casi la mitad de Inglaterra, días y noches valiéndose de la magia, buscando el más vago descuido de hechicería. Nada.



-...fui a la casa de esa mujer...pero no ha ido a verla. Ni siquiera sabe que él está aquí...-



-¿Lo está?- cuestionó sin mucho agrado, revolviendo la taza de café que le habían servido. Dio cuenta de la camarera, quien guardaba muy poco recato al observarlo; y se removió incómodo en el asiento, volteando la mirada a los amplios ventanales de la cafetería. -Llevamos casi un mes y medio buscándolo...- a pesar del acento desesperanzado de Syaoran, Ruby Moon sonrió, con el pleno conocimiento de su terquedad. -No ha ido a ver la tumba de su padre...como si no lo supiera...o no le importara- tomó un sorbo de café (Con crema y una cucharada de azúcar), observando la multitud caminando por las nubladas calles inglesas. Bajó la taza antes de reanudar la conversación. -¿En realidad le gusta a Eriol este lugar?- se refería a los tonos grisáceos en que danzaba en suaves notas el país de Inglaterra, aquella zona de Londres que no lograba en él sino melancolía. Era muy diferente de Japón, más aún de Hong Kong...le hacía pensar que Eriol no lo necesitaba.



-Aquí nació, al igual que gran parte de su familia...y sus amigos. Supongo que le hace sentir seguro- ella había pedido una malteada de fresa, bebiendo poco a poco del dulce contenido, mientras al igual que Syaoran se entretenía observando el exterior. Tomó una de las pequeñas galletas de chocolate colocadas en un platito al lado de la larga copa. -De cualquier forma lo que le hayas dicho debió ser lo suficientemente fuerte para hacerle sentir vulnerable...-



Y como si al pasar, Syaoran contestó.



-Le dije que amaba a Sakura- se encogió de hombros, admitiendo para sí la equivocación. Tomó de la cálida bebida, mientras esperaba sin mucho brío lo que sería la réplica a su falta.



-No estoy segura de querer seguir ayudándote...- sonrió con cierta ventaja. No hablaba en serio.



Dos chicos pasaron a pocos metros de los ventanales; el que parecía el más joven de ellos en un impulso se colgó infantilmente de los hombros del contrario, haciéndole perder el equilibrio a su compañero casi por completo. Y aún así ambos rieron en medio del apurado gentío que les evitaba, una risa clara de seductora pureza, mientras los labios eran curvados en la suave pronunciación del nombre del mayor...movimiento que Syaoran imitó mientras se colocaba de pie.



-¡Eriol!- no pudo oírle. Ambos ya habían retomado la tranquila caminata, alejándose. Antes de que pudiera seguirle, Nakuru le tomó de la mano, deteniéndole y haciéndole tomar asiento de nuevo, en tanto ella por en paradójica respuesta se retiraba.



-Iré yo-



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Asintió.



Nakuru en réplica silenciosa a la obstinación dio media vuelta, caminando a la salida abierta de par en par que hacía instantes le había sido señalada en casi mandato, y cruzó esta sin dar el cuidado de cerrarla, lo cual a Eriol, quien en último instante viró a ella, pareció poco interesarle.



“Syaoran está aquí...vino a buscarte...”



Se llevó la mano al pecho, justo delante del corazón, mismo que llevaba varios minutos latiendo con violenta fuerza, lleno de energía en dulces tragos.



“Te ha estado buscando desde que partiste de Japón”



Y aquella misma felicidad, entre nerviosismo y excitación, con la que su pulso era acelerado; con el paso de los instantes se volvía amarga en su garganta, haciéndole tragar varias veces el obstáculo a su calma respiración, que no era sino lágrimas sin llorar.



“...no puedo creer que te des por vencido con tanta facilidad...por un pequeño error. ¡…l te ama! ¡Si tan sólo lo hubieras visto todo este tiempo! ¿Ahora quieres que me vaya y cuide de que sea feliz con Sakura-san? ¡Eso es imposible! ¡Te buscará en cada una de las casas si es necesario!”



Se puso en pie, ya no quería recordar. Yendo al refrigerador, tomó una de las botellas de vino tinto que había comprado con temprana anterioridad, así como una copa de la alta estantería de roble blanco. El departamento en el que ahora vivía imitaba a la mansión en tan excepcional lujo, disponiéndose en noble grandeza en cada uno de las amplias habitaciones. Observó el reloj de pie al llegar a la sala, las manecillas marcaban las ocho cuarenta y dos de la noche. Había discutido demasiado tiempo con Nakuru.



E Ian...había tenido que finalizar antes la cita.



“¿Adiós? ¿Es tu respuesta final?”



Dejó la botella, a la mitad y aún cerrada, junto a la copa, sobre la mesa de centro. Necesitaba hacer una llamada.

Tomó el teléfono inalámbrico, en un pequeño buró al lado del sofá, y en perfecta memorización, casi recorriendo los números bajo sus finos dedos, marcó, sentándose mientras tanto. Esperó dos tonos antes de que una tranquila voz de mujer le contestase, en aquel brillo inocente de la curiosidad, que por unos instantes le hizo sentir mejor. Seguro.



-Buenas noches, cielo- y pues si bien la sorpresa del otro lado de la línea era esperada, no fue así la increíble aceptación. Las notas melódicas de felicidad en la casi sonrojada pronunciación de su nombre junto al corto regaño en parte broma, en parte reproche, que tras finalizar en un suspiro le permitió continuar. -...ya me conoces. De cualquier forma sólo quería avisarte que llegaré mañana a Inglaterra...en caso de que tengas tiempo y podamos vernos- era predecible, lo suficiente como para que Eriol pudiese continuar las líneas que seguirían, incluso el mismo tono y carisma...era...monotonía. Deliciosa seguridad que no podía hacerle sentir vulnerable. Así fue. -¿En serio?- no le maravilló en absoluto que estuviese disponible...siempre lo estaba para él. -Cuánto me alegra. Pasaré por ti a las diez...para que vayamos a cenar- eran ambos muy diferentes. -¿Siquiera lo supones, amor?- una corta risa, la razón del porqué de su llegada a Inglaterra. En silencio sonrió con amargura. -Tienes razón- Pero, como insistió en recordarse, era lo mejor. -...yo también te amo. Hasta mañana, Kaho...- Colgó, dejando caer el auricular a un lado en el sofá.



“...Tus impulsos...ellos te controlan ¿Verdad?”



Observó la botella de vino, en cierta tentadora brillantez bajo la media iluminación del cuarto, pero no tuvo el antojo de tomarla. Casi al mismo tiempo en que iba a suspirar nuevamente aquel nombre, la puerta principal fue cerrada, logrando un apenas perceptible ‘clic’ cuando el seguro fue colocado.



Cuando sucedió no le dio el suficiente interés, manteniéndose inmóvil, con los ojos entrecerrados, casi de forma adormilada...y no era para menos. -Kaho- probó la suave pronunciación en sus labios, dejándose caer a un lado, acostándose con desgana en el largo sofá (de un escarlata sombrío) que le recibió sutilmente. Se acurrucó bocabajo, colocando los brazos (a manera de almohada) bajo su cabeza, ladeada a la derecha, a la mesita de centro. -Kaho- nuevamente no sintió nada...y los latidos rápidos de su corazón no pudieron incrementarse ya. Cerró los ojos, permitiendo que los primeros vaivenes del sueño le tomasen con suavidad, sintiendo aún una alta temperatura en todo su cuerpo, en especial el tenue carmesí de sus mejillas y sus labios, que temblaban un poco de contradictoria y fría necesidad. Iba a pronunciar nuevamente el nombre de su prometida, recordando las perfectas curvas de su cuerpo esbelto, al igual que las largas piernas, el cuello que gustaba de recorrer en cortos besos, y la risa, la siempre risa que le auguraba seguridad...en que desembocaría sus impulsos, de forma parecida en que amaría otros cuerpos...en que... -...Syaoran...- se interrumpió, sonriendo con grave melancolía.



-“Buenas noches, cielo”- ironizó una voz a su extrema derecha, la cual al ser reconocida le hizo abrir los ojos de forma desmesurada, levantándose de golpe contra el respaldar del sofá. -Entonces...tu vuelo para mañana se adelantó... ¿Cuánto? ¿Un mes y medio?- al verse reflejado con burla en los ojos chocolate, se sintió tonto, encaramado contra un mueble, asustado y sorprendido por su repentina llegada...que inconscientemente había decidido ignorar.



-Mmmhhh- sonrió, descendiendo la mirada con igual reproche antes de descender del sofá en un ágil movimiento, colocándose en pie en el suelo, virando nuevamente a Syaoran, quien a pocos pasos de él se obligó a no retroceder. -...me dejaron salir antes de tiempo- era sensualidad desafiante la que yacía radiante en los ojos grises-azules, tristes y entrecerrados, los que posteriormente se alejaron de él. -No deberías estar aquí. Vete a casa.- Eriol se retiró las gafas, dejándolas en el buró. Siguió su camino dándole la espalda, con rumbo a la recámara, procurando no dar muestras de la grave intimidación, o la alegría de nerviosa naturaleza. Sus pasos al alejarse fueron tranquilos.



-No-



-Hasta luego, Syaoran- pronunció en voz alta, ignorando la necia respuesta mientras abría la puerta de su habitación. Contrario a la actitud anterior, el trigueño se adelantó en rápidos pasos a él, empujando la puerta que estaba a punto de ser truncada como final de la vana conversación, desde el otro lado del cuarto. -Como quieras, entonces- le dejó pasar, observándole recargado en el marco de la entrada con lo que sería prepotencia, mientras él, después de considerar la idea, encendió la luz. Tomó la muda que había dejado preparada sobre la cama aquella mañana, dándole la espalda al joven trigueño, y caminó a la ducha, conectada al fondo del cuarto por una puerta de roble, al lado del ropero escondido en la pared. -Si sigues aquí...hablaremos- y sin darle pie a detenerle, desapareció tras la entrada abierta, cuidando de cerrar y colocar con rapidez el seguro. Escuchó su nombre, apenas reclamado, pero no cuidó de contestar.



Suspiró, antes de sonreír. No esperaba verle ya.



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El departamento de Eriol se hallaba en el séptimo piso de un lujoso edificio, ocupando la planta completa. La decoración si bien era elegante, se guiaba a través de colores de calidez y oscuridad, fuertes escarlatas, exquisitos tonos chocolate. En punto se hallaba el contraste de las puertas de roble blanco, las lámparas, y la finísima alfombra beige, así como las paredes en un tono claro y brillante, níveo equilibrio en el gran conjunto de habitaciones. Aquellos muros blancos, sin embargo, se hallaban casi desnudos, a no ser de distintos cuadros abstractos de difuminada iluminación. La recámara por el contrario, carecía de alfombrado, siendo la suela de madera, las paredes blancas y la cama en casi total níveo con excepción de la curva cabecera negra. La pared frente a la cama y la puerta de entrada, era de completo vidrio, tres amplias portezuelas que daban paso a un gran balcón, ahora descubiertas de los doseles blancos echados a cada extremo. Gracias a ello se podía ver el cielo oscuro de la nocturna Inglaterra, y siendo un elevado piso, la vista era preciosa.



Había sido una buena idea seguirles.



Syaoran se encontraba sentado en la cama, evitando el buró a la izquierda (en el que se encontraba un radio-despertador de fulgurantes números rojos, una lámpara y un libro cerrado), mientras observaba en silencio la recámara. Podía irse, claro, podía amenazar a Eriol con ello, pero los dos sabían que sería mentira. En el suelo, a un lado de un gran librero blanco que ocupaba la mitad de la pared (de manera horizontal, y completa vertical) izquierda, vio un pequeño desorden, otro contraste en la inmaculada vivienda de Hiragizawa. Con curiosidad, se puso de pie, yendo hasta él. Eran dos mochilas, una negra, la otra azul, un uniforme de deportes sobre ambas, unos tenis blancos a la izquierda y un pequeño montón de libros sacados del interior, desacomodados en el suelo. El corazón de Syaoran latía con fuerza al coger la playera blanca del uniforme, acercándola un poco. La loción en ella era muy ligera y fresca, parecida a la que él mismo llevaba puesta aquella noche. No era de...



-Es de Ian- puntualizó Eriol, a un lado de la recién abierta puerta de la ducha, observando a Lee agachado en el suelo. Antes de que dijera algo, añadió. -Es un amigo de la escuela, y fuimos vecinos cuando niños...- la mirada chocolate estaba fija en él, en el pijama de seda negra que cubría su cuerpo, en la camisa que abierta dejaba ver su blanco pecho, así como el abdomen plano y firme, que sabría bien al tacto. Su cabello húmedo goteaba repentinamente en la tela, o en la piel delicada de su cuello erguido, fue una de esas gotas la que le despertó, colocándole de pie en apuro.

-¿Qué hacía en tu cuarto?- el inglés apagó la luz de la ducha antes de cerrar la puerta, tomándose el tiempo de responderle. Sus pasos desnudos no fueron escuchados al acercarse un poco más, cerrando un tanto el amplio espacio entre ellos.

-Hacíamos la tarea- señaló con una leve mirada los libros en el suelo.

-¿Y la ropa?- soltó la playera que aún se hallaba entre sus manos, sobre las mochilas.

-...nos cambiamos antes de salir- y fue entonces cuando Syaoran recordó vagamente las prendas que llevaba puestas aquel chico, que, por obvias razones, pertenecían a Eriol. -No me acosté con él, si es lo que intentas sugerir- soltó de un momento a otro, al dar cuenta de la mala mirada. Y al ver que Syaoran no contestaría, y que aquella dolorosa mirada no se alejaría, volvió a hablar. -¿Quieres algo de tomar?- no esperó respuesta, siguió su camino fuera de la habitación. Iba a abrir la puerta, mas unas suaves palabras le detuvieron por su franqueza, haciéndole retirar la mano del cerrojo.

-¿…l…te gusta?- giró el cuerpo hacia Syaoran, contestando. Su voz fue suave y apenas perceptible, mas procuró toda sinceridad.

-Me hace sentir bien- suspiró, cerrando los ojos por momentos, resignado. -Somos amigos...eso es todo- Lee también desvió la mirada. -Escucha...- dijo, alejándose por completo de la puerta y renunciando a sus propósitos de amable bienvenida, hasta acercarse a él a sólo unos cortos pasos. -No tengo porqué mentirte- logrando valentía de donde hacía instantes había sólo nerviosismo, le hizo virar nuevamente a él, colocando ambas manos sobre sus hombros.

-No te creo- y abalanzándose a Eriol, le encerró contra la cama.

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(Quizá no es la forma ideal de recuperarte…)

Syaoran le sostuvo de las manos, entrelazando los dedos sobre las blancas almohadas desacomodadas, observando en la media luz de las lámparas y la nocturna oscuridad atravesando los doseles ahora cerrados, el rostro albino de Hiragizawa, sumido en la sorpresa y el éxtasis, con el cuerpo desnudo, cubierto de ligeros espasmos. Su respiración era ansiosa, suplicante en leves notas, tan sugerente como el carmesí en las mejillas perladas, en los labios con fuerza mordisqueados y en las marcas nombrándolo como suyo. Como el similar latir del corazón acelerado. Los ojos grises, de ribetes azules, sin embargo, aún brillaban con melancolía.

(…”Te amo” sería suficiente…)

Volvió a penetrarle, esta vez con mucho más cuidado, logrando que la taciturna actitud quedara tras los párpados cerrados con brío. Eriol parecía sostenerse de la ínfima voluntad restante, y sin embargo, abrió un poco más las piernas, permitiendo que Syaoran se recostara sobre él; al relajarse la intrusión se volvió casi dócil, casi curiosa cuando salió de él casi por completo, tan lentamente que a ambos les traicionó la fuerza, perdidos en la ansiedad, y volviendo a entrar poco después, firmemente, encontrando un suave contacto cuando Eriol elevó la cadera.

‘Un poco más’ parecían sus labios musitar, entreabiertos y sin palabras dibujadas…pero eso quizá fuera lo que Syaoran deseaba oír…

Y al no verlo conseguido, siquiera cuando amenazó en silencio con alejarse, cuando se alzó y se retiró por completo del cuerpo caliente, desnudo, blanco y suave, él mismo cubrió los labios de Eriol con la palma cerrada, y le penetró en un solo movimiento, tan rápido que el reflejo fue conseguido y le lastimó al contraerse. Sintió un leve grito extraviarse contra sus dedos, los que hicieron mayor fuerza para callarle, y la mirada azul fue abierta. Fue necesario cuando empezó a embestirle a mayor ritmo, hundiéndose en el cuerpo que le arrastraba al desconcierto, pero, habiendo sido liberada la mano izquierda del inglés, ésta tomó de vuelta a su captora, retirándola de su boca silenciada en un halar que estuvo cercano a dislocarla.

Para su sorpresa Eriol no le atacó de vuelta, por el contrario, reclamó sus labios en un beso ligero, mientras rodeaba su espalda con ambos brazos y cambiaba de lugar, colocándose encima de él, en cuclillas y con las piernas a cada costado del cuerpo trigueño, a la altura de la cadera, un tanto separado del miembro que aún le poseía. Lee flexionó las piernas para darle un poco de apoyo, elevando el torso para conseguir nuevamente los labios que no le fueron negados, entreabiertos formando un dulce gemido que escondía su nombre.

Y al separarse…

-Te extrañé- Eriol sonrió, feliz por las sencillas palabras pronunciadas, pensando en lo que le había dicho Nakuru…

(Syaoran te ama…aún cuando nunca lo haya dicho…)

Quizá, si no era verdad, con el tiempo…
Se aseguraría de ello.

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Acariciaba la suave textura de su cabello, oscuro tal la madrugada de doliente madurez, aún con el fragante aroma a tenues cítricos que descansaba entre sus dedos ahora, un tanto desacomodado sobre la almohada donde Hiragizawa yacía bocabajo, con la cabeza echada a un costado sobre sus propios brazos. La mirada tranquila era velada tras los párpados cerrados, y aunque amaba aquella escena, verle dormitar en completa calma, le removió un tanto desde la espalda desnuda, despertándolo del malogrado sueño.

-Mmmmhhhhggg…- fue la iniciada respuesta, antes de que su joven amante se levantara un ápice, entreabriendo los ojos. -¿Pasa algo?- Syaoran negó, moviendo la cabeza en concordancia a su réplica. Le miraba desde su derecha, con una traviesa sonrisa retenida que tras unos instantes le brindaron la causa.

-No quiero dormir- a Eriol no le costó mucho trabajo descifrar a lo que se refería, ahí sentado a su derecha con una expresión de tierno embeleso, recorriendo (hasta ahora se daba cuenta) la parte baja de su espalda, con la intención de…

-Hn- dimitió, haciéndose un poco más a la izquierda en la cama. -Estoy cansado. Tuve entrenamiento de basketball…- bostezó un poco, cubriéndose los labios entreabiertos con la mano izquierda. -…antes del partido de football y de la competencia de natación… (Ganamos en ambos, por cierto) luego tuve que estudiar con Ian para el examen de mañana…salimos a dar una vuelta, discuto con Nakuru por casi dos horas…y después mi querido novio entra a mi departamento sin tocar a la puerta, para casi violarme…y durante cinco horas… ¿Sucede algo?- Syaoran se había sentado de espaldas a él durante su adormilada respuesta, observando las prendas regadas en el suelo, incluyendo el pijama de seda negro que a Hiragizawa le iba tan bien. -¿Syaoran?- Eriol se levantó, posando la mano derecha sobre el hombro trigueño, que a pesar de no rechazarle se tensó a su contacto.

-Vas a ir con ella… ¿verdad? Con esa mujer…a cenar-

-Claro- mencionó sin ningún recato, retirando su caricia. -Soy un caballero, Syaoran; y ante todo, Kaho es mi prometida- se sentó con la espalda recargada en la cabecera de la cama, flexionando contra su pecho desnudo las piernas, al tiempo colocando los brazos sobre ellas en una actitud de cómoda tranquilidad. -De hecho…lo tiene todo preparado para casarnos el próximo mes. ¿No crees que merece un poco de consideración de mi parte después de todas las molestias que, conscientemente, le he provocado? Ya la abandoné una vez para ir a buscarte…esta vez siquiera debo terminar apropiadamente nuestra…por así decirlo…relación, antes de irme contigo- los ojos chocolate, que hasta hacía varios instantes estaban llenos de taciturna furia, se volvieron de un momento a otro llenos de calma y serena felicidad.

-¿Regresaremos a Tomoeda?- Eriol, ya mucho más avispado, le revolvió un poco el cabello antes de acomodarlo adecuadamente y darle un beso en la mejilla que trató malamente de ser inocente.

-Si eso es lo que quieres, sí- con cuidado recorrió en ligeros besos sus labios, marcando con cuidado el contorno suave, antes de subir en iguales roces a través de la fina mandíbula, hasta alcanzar el lóbulo de su oreja izquierda, dando un pequeño mordisco travieso que a Syaoran le hizo sonreír con complicidad.

-Nakuru mencionó que Clow y tú siempre estuvieron enamorados de mí…aún antes de conocerme…- y las tenues caricias que hasta aquel momento memorizaban la suave textura de su cuerpo, se detuvieron por completo, claro, después de un casto beso que Eriol le entregó en la frente, acostándose de nuevo sobre las revueltas sábanas de su cama. Era en su rostro una sonrisa enigmática.

-Mmmhhh…qué cansado estoy- el cuerpo albino, desnudo en su totalidad, se estiró deliciosamente, provocando una grave mirada perdida en él, hipnotizada en ansia y embriagada adoración, de un color chocolate tan dulce y atractivo como la unión de ambos.

-Vamos, Eriol, no seas infantil- y sin embargo, Syaoran apagó la luz para tomarle nuevamente.

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FIN.

“No te amo como si fueras rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego.

Te amo como se aman ciertas cosas oscuras, calladamente, entre la sombra y el alma.

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde.

Te amo directamente, sin problemas ni orgullo. Así te amo porque no sé amar de otra manera.

Tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mi mano. Tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.”


¡Finalmente! Después de casi tres años de espera…”Amarte duele” ha llegado a su último episodio. Si es que lo desean haré un corto epílogo (5 páginas aproximadamente), en caso de que tengan dudas y quieran que las responda. Si no es así (de cualquier forma estoy encantada con el apoyo y aceptación que ha tenido todo este tiempo, así como vuestra admirable paciencia) les comunico que estoy planeando una nueva historia Eriol x Syaoran, ésta vez un poco más Angst y con más escenas yaoi.

Espero, si este proyecto se lleva a cabo (Que es 99% seguro), aún pueda contar con vosotros y vuestras críticas :)

Muchas gracias y mil besos.

Atentamente,
Nabichan Saotome.

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