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Amarte duele por Nabichan Saotome

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Amarte duele

¿Quieres saber como te amo? Loca, desesperadamente y en secreto

Nota: Este último episodio, a final de cuentas corto epílogo, está dedicado a Ishida Rio, Nakuru, Neu-chan y Onni-chan.

También, quisiera formalmente invitarles a la cercana publicación de mi nuevo fanfiction Eriol x Syaoran, “Noche toledana”, dentro de aproximadamente dos semanas; si gustan puedo avisarles por medio de un correo cuando esté en línea, simplemente dejen su dirección en la zona de reviews o contáctenme a (nabichan(arroba)wanadoo.es) gracias por el tiempo que han seguido mi historia, por lo que me han ayudado a mejorar con sus críticas y su infinita paciencia.

Atentamente,

Nabichan Saotome.

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Epílogo

Descendió las escaleras, lentamente por el cansancio que permanecía, el que la ducha caliente había logrado incrementar; por varios instantes lamentó la grandeza de la Mansión Hiragizawa, en la que la noche anterior había yacido nuevamente. Aunada a sus músculos exhaustos se encontraba la caprichosa pereza de los últimos días de secundaria, sosteniéndole por las mañanas contra la almohada, las suaves colchas, sobre el cuerpo delicioso de su albino amante. Y fue el recuerdo de que en sólo dos semanas más podrían tener un poco de tranquilidad, lo que le brindó ánimos suficientes para apurar el paso, sabiendo que en la siguiente habitación encontraría a Eriol.

Colocó en su rostro, de forma inconsciente, una gran sonrisa revitalizada, abriendo la puerta de la cocina.

De pie, vestido con el uniforme de deportes, se encontraba Hiragizawa, colocando un par de platos servidos en el blanco desayunador, frente a un par de rosas rojas que había cortado del arreglado y enorme jardín. Su cabello oscuro se hallaba un poco húmedo todavía, brillante, desenfadadamente arreglado, en partes cubriendo un poco el ligero armazón de las gafas, bajo las cuales los ojos grises viraron sonrientes hacia la nueva presencia.

-Amor- Lee tuvo que ahogar una sorprendida exclamación al escucharle, arrancado de la tenue ensoñación en que había caído. -Estaba por ir a despertarte- meses antes, tras regresar de Inglaterra, Eriol había desistido de la infantil amabilidad que antaño le caracterizaba; por ello su voz era siempre tan deliciosa y madura, su actitud sensual y dulce,…aún bajo las contrariadas protestas de Syaoran.

“Celoso” había pronunciado el joven inglés antes de besarle.

-Sabes que no puedo dormir si no estás a mi lado- Oh. Sonrió Eriol, levantando una sonrisa divertida aún mayor; hacía un par de semanas que Lee insistía en aquel hecho sin demostrar, no cuando se le veía tan apaciblemente dormido desde el marco de la puerta. Pero era dulce que lo dijera, aún si fuera una mentira.

Quizá sólo se sintiera inseguro.

-Quería preparar el desayuno- aclaró con simpleza, yendo hacia las estanterías, al costado derecho de la estufa, en la gran cocina. -Siempre lo haces tú…no sé si para hacerme sentir culpable- sacó del primer cajón dos tenedores, un par de cucharitas y un cuchillo sin filo. -…o terriblemente halagado- concretó, cerrando el cajón y regresando a la mesa, donde los acomodo respectivamente. Un tenedor, una cuchara, sobre la blanca servilleta de tela. El cuchillo recargado en el platito de la mantequilla, a un lado de la miel, la jarra de café, la de jugo de naranja recién hecho, tras las flores escarlata frente a los platos.

-Lo hago para ti- aclaró, avergonzado y con cierta fingida frialdad, acercándose a su pareja. Sin que Eriol lo esperara, lo incitó a sentarse, tomando la cercana silla y aguardando a que lo hiciera.

-Gracias- Syaoran adoraba aquel leve sonrojo en el níveo rostro. Le hacía sentir satisfecho, y seguro, de ser el único capaz de romper la estoica perfección de Hiragizawa. Por ello siempre intentaba sorprenderlo, siempre cambiante y espontáneo…y a su vez…oh…Eriol revelaba grandes sorpresas también. Aproximó la silla, galante, después de que hubo tomado asiento. …l mismo se sentó rápido a su lado, muy cerca, para inminente diversión del precioso inglés.

-Mmmhhh- saboreó de forma casi infantil al ver el platillo preparado. -¡Waffles!- y cortada fruta a un lado, entre ella gajos de duraznos, manzana y naranja, así como varias uvas verdes y un par de cerezas. -Buen provecho- rápido, tanto que Eriol ahogó su risa bajo un pequeño y oportuno ataque de tos, Syaoran colocó un poco de miel a los waffles y a la fruta, cortando del primero un pedazo que de inmediato se llevó a la boca, degustando el dulce sabor. Intentó acercar más la silla a Eriol, mas al hacerlo, lo cual fue posible para su propia sorpresa, y volverse a sentar, su mueca sonriente desapareció por completo.

-¿Syaoran?- le observó dudoso, soltando los cubiertos que había tomado. -¿Qué pasa?- se inclinaba hacia delante, recargando los brazos en sus piernas, como en espera de que algo sucediera. Al escuchar la voz de su amante, elevó nuevamente la mirada, forzando de mala forma una sonrisa.

-No sé cómo lo soportas- intentó bromear, aún cuando sus preciosos ojos se hallaban entrecerrados por el grave dolor.

A Eriol no le costó mucho atar cabos, formando en su rostro una expresión de angustiante comprensión.

La noche anterior Syaoran había insistido en que le tomara sin siquiera preparación. Se había cruzado de brazos, colocando en sus ojos chocolate terquedad, hasta que finalmente su amante había accedido.

-Te lo he dicho una y otra vez- inició cual reclamo, colocándose de pie de forma tan abrupta que su silla estuvo cercana a caer de espaldas. -…soy más fuerte que tú…no sé porqué no lo aceptas…- y ante la sorpresa de Syaoran, lo tomó en brazos, sosteniéndolo de la espalda y de las piernas flexionadas, con mucho cuidado de no lastimarle aún más.

-¿Qué es lo que…?-

-Desayunaremos en la sala. Es lo menos que puedo hacer…- se dirigió a la salida, observando con divertido embeleso el sonrojo de su amante, que abrió la puerta y fue llevado en brazos. -A propósito…buenos días, amor-

…todos los días son buenos cuando estoy contigo.

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No es que jamás tuvieran problemas, por supuesto, pero era la clase de complicaciones que les arrojaba a los brazos del otro, reclamándole entre besos, amenazándolo con terminar la relación mientras le arrancaba con furia la ropa y tomando sus labios para zanjar la conversación. El tipo de problemas que tuvieron el primer jueves que Yukito llegó a la Mansión, meses atrás. Y el que Eriol esperaba ya cada semana, incluyendo la presente, aún cuando la furia de Syaoran decrecía un poco a cada una de ellas.

Pero ese día en especial, en que Lee había despertado especialmente impulsivo, temía lo peor.

-¿Pasa algo?- una amable voz le llamó a su costado, regresándole al tiempo presente, y tras ella, Yukito viró hacia la puerta entreabierta del salón, desde donde Syaoran les observaba. -Oh- volvió la mirada al inglés, quien lucía especialmente preocupado. -¿De malas?- cuestionó.

-Ojala- musitó, volviendo a las ecuaciones de su cuaderno, como si en ellas pudiese fragmentar la celosa mirada chocolate.

Eriol sabía manejar el lado furioso de Syaoran…era tan simple como sostenerle contra la cama, tolerando los continuos golpes, y devorarle a besos, hasta que de sus labios nacían sólo súplicas posteriormente complacidas…pero su obsesión, especialmente el trozo dedicado a los celos, era indomable, lograba de Syaoran un mar de reproches antes del amante más terco y sexualmente impulsivo que Eriol pudiese imaginar.

Resolvió el último problema matemático, dando cuenta del paso que habría omitido sólo meses antes, y continuó. -En la mañana juró haberme visto coqueteando con una chica de mi equipo en la clase de deportes… ¡sólo le pasé el balón de basketball para que anotara!- inclinó la cabeza hacia atrás, recargándose en el sofá. -Listo- recordó, alcanzándole la libreta entre sus manos que Yuki no tardó en revisar amable. Por supuesto, Hiragizawa no mencionaría los posteriores hechos, el haber sido encerrado en el gimnasio por Syaoran, quien comenzó a discutir con voz en grito antes de besarle de forma tan salvaje que no había tardado en rasgar un poco la delicada piel de sus labios…aún menos mencionaría el excepcional sexo oral contra las gradas o el haber sido tomado con tan paradójica y triste dulzura, que increíblemente había pedido disculpas.

-Lamento causarte tales inconvenientes- resintió Tsukishiro, colocando la mano izquierda en el hombro de Hiragizawa. -…y ahora creo que tendré que buscar mejores excusas para visitarte, porque hemos terminado con tus clases- anunció alegremente, cerrando el cuaderno y dejándolo en la mesa. -Incluso, me parece que nos hemos adelantado un par de cursos- tomó una de las manzanas del frutero colocado, dándole una corta mordida mientras se recargaba en el sofá. En reposición, Eriol suspiró aliviado, sabiendo el fin de la regularización escolar.

-No puede ser que aún crea que nos gustamos-

-Hn- sonrió Yuki. -Toya también lo cree-

-Mmmhhh…- le dedicó una imprecisa mirada al joven a su lado, quien le acompañó en su siguiente exclamación, de forma unánime. -Novios- tras ello y observarse, rieron divertidos, dando cuenta que ellos mismos lo eran. La puerta de la entrada fue abierta un poco más, Syaoran estaba a punto de armar un escándalo. Al calmarse un poco, Eriol continuó. -Y a propósito ¿Cómo está Touya-san?- tomó un pequeño racimo de uvas, separando una de ellas, que fue a dar al aire antes de que la atrapara en un ágil movimiento, colocándola en su boca.

-El domingo se mudó a mi casa sin avisar, fui unos minutos a la tienda y cuando regresé estaba él con maletas y todo- por el tono romántico de su voz, pudo adivinar que estaba más que complacido.

La puerta fue cerrada, ambos lo supieron por el seguro puesto, pero ninguno de los dos dijo algo al respecto.

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Era domingo, cerca de las diez de la mañana, y los dos se encontraban en el estudio principal, en el sofá rojo que tanto le gustaba a Eriol, frente a la chimenea apagada. En pocos minutos se estacionaría frente a la casa una camioneta plateada, en la que sus ocupantes les esperarían con paciencia para ir al picnic antes convenido.

Pero eso no era lo que Syaoran pensaba en esos instantes.

Por el contrario, tenía en mente el cuerpo perfecto de su amante moviéndose en cierto vaivén erótico, siguiendo un ritmo pausado; los suaves dedos sobre su cuerpo en tiernas caricias que quemaban su piel, la deliciosa voz que extrañaba ya, los labios que tanto ansiaba…labios que en esos mismos instantes se ceñían dulces y firmes alrededor de su fuerte erección, recorriéndola en un enloquecedor sube y baja con la lengua entretenida en formar caminos por la piel morena.

-Eriol…- se obligó a no titubear al murmurar el precioso nombre. Elevaba la cadera de forma casi inconsciente, encontrando la húmeda boca en la base de su miembro, mientras las manos blancas se situaban con ternura en sus piernas semidesnudas, impidiéndole tomar el ansiado ritmo acelerado. Abrió los ojos, descendiendo la mirada al joven arrodillado frente a sí, que devoraba con casi ansia el miembro expuesto, logrando en él fuertes jadeos que callaba tras los dientes apretados. Los ojos grises se hallaban ocultos de indiscretas miradas, concentrado en el placer otorgado a su amante, mas bajo los párpados cerrados se podía casi adivinar un sentimiento de satisfecha complicidad, sabiendo que aquellos cortos susurros contenían con fuerza su nombre, y oh, tan elevados gemidos que Syaoran los silenciaba al morderse los labios. -Ya…- el anunció quedó entrecortado cuando Lee debió nuevamente callar, sofocado por la deliciosa energía reunida en su entrepierna endurecida y a punto de…

-¿Disculpen?- dijo una voz femenina del otro lado de la puerta del estudio, entrada que fue abierta con el simple girar de la manija. -Han llegado por ustedes- la chica desvió la mirada del interior de la gran habitación, donde a primera vista podía observarse la placentera escena en el sofá escarlata. Sin haberlo considerado, Nakuru escuchó el ahogado gemido de Syaoran al momento de finalizar bajo las continuas caricias de Hiragizawa, quien atrapó el tibio líquido en su boca cerrada alrededor de la base del miembro, cuidando de que su lengua presionara un poco contra la piel suave, jugueteando. Ante la notable sorpresa de Lee, al terminar, Eriol limpió sus labios con la punta de sus dedos con pausada cautela, como todo un admirable caballero.

-En un momento bajamos- respondió Hiragizawa a la guardiana, aún de pie con la mirada perdida sobre el fuerte rubor en sus mejillas. Ella asintió, cerrando la puerta de inmediato, suspirando agudamente tras ello. -Bueno, ya la escuchaste- observó el sonrojado rostro del joven, quien de mala forma intentaba vestirse, avergonzado del hecho de haber sido descubierto. No pudo evitar reír dulcemente ante la imagen. -¿Qué te parece si mientras te arreglas, entretengo a nuestros visitantes?- Se puso de pie, dándole un pequeño beso en la frente que sirvió de momentánea despedida y se dirigió silenciosamente a la salida, con una gran sonrisa acentuando la hermosura de sus rasgos.

Lee accedió, musitando el escándalo del que se creía objeto, subiendo por completo la ropa interior y los jeans de mezclilla, cuya bragueta subió y abotonó. Se sentía un poco aturdido, terriblemente satisfecho y sin embargo ansioso de ver nuevamente a su amante, para seguir con el impulso en el que habían caído. Observó un conocido libro negro sobre el alfeizar de la chimenea, el cual tomó para próxima entretención de Hiragizawa, y casi corrió a la salida, sin darse cuenta que en su precioso rostro llevaba una deliciosa sonrisa de completa felicidad.

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-…ste me parece un buen lugar ¿A ustedes no?- indicó Yukito, dejando el gran paquete de almuerzo que llevaba en su mano izquierda. Los demás asintieron vigorosos, organizando las provisiones sobre un gran mantel blanco, delante de un trozo del cristalino lago, sobre la deliciosa cortina de césped y bajo el delicioso resguardo de la sombra de los enormes árboles del bosque.

Eriol, Syaoran, Touya, Yukito, Sakura y Tomoyo, aunque algo extenuados por el largo recorrido desde el término del camino hasta aquel sitio, sonrieron satisfechos cuando su picnic estuvo perfectamente colocado, entre una extensa variedad de platillos abundantemente servidos, paquetes y más paquetes que quedaron desperdigados minuciosamente sobre gran parte del mantel, finalmente dejando varios aún sin destapar y fuera del área, mismos que seguramente en cuestión de un par de horas no se hallarían más. Eriol repartió los platos y vasos antes de sentarse a un lado de Yukito, a la inmediata derecha de Syaoran, y cuando lo hubo hecho, ambas manos se encontraron, entrelazándose un poco en el reducido espacio entre ambos. El gesto inconsciente sólo fue percibido por Tomoyo, quien por el bien de su amiga, cerró sus labios. -¿Piensas comprar el auto que mencionaste la vez anterior?- aludió Yuki, recibiendo con una sonrisa el vaso de jugo de naranja que Touya le ofrecía, tras ello virando nuevamente al joven inglés.

Syaoran, que no sabía al respecto de aquella ansiada compra, le observó con notable recelo.

-Mmmhhh…quizá lo haga a final de año. Comienza a ser extenuante caminar más de veinte cuadras desde el supermercado con una montaña de comida entre las manos- ironizó al término de su comentario, seguido de la comprensible risita de Yuki y la sonrisa de los demás, incluso de Syaoran, quien comenzaba a temer lo peor. -Aunque…quizá sea sólo cuestión de comprar menos- dijo sin mucho ánimo a la alternativa, sintiendo un ligero halar de parte de Lee que llamó su atención. -“Era” una sorpresa- añadió sin siquiera tener que escuchar la conocida cuestión, recibiendo una sonrisa complacida.

Bajo la conversación de los chicos, Tomoyo musitó una breve pregunta a su compañera, quien no paraba de observar a Syaoran.

-Se le ve feliz ¿verdad?-

“¿Feliz?” casi sonrió irónica Sakura, arrugando un poco la delicada piel de su entrecejo, con los ojos verdes, grandes y brillantes, fijos en el rostro trigueño. En él podía observarse una expresión satisfecha que difícilmente podía ser descrita como simple felicidad, un sentimiento aún mayor que curvaba deliciosa la sonrisa de Syaoran, y al tiempo hacía sus ojos refulgir con adoración, ansia y vida, de una forma que Sakura no había observado en él antes. Hacía que en su pecho virginal naciera una enfermiza obsesión, envidioso anhelo, de convertir en besos aquella sonrisa en la mueca fría que había conocido.

Syaoran se había enamorado.

Lo peor era que Eriol le correspondía.

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-¡No actúes como si pudieras ganarme, Syaoran!- le incitó Eriol, haciéndolo enojar un poco y con ello acelerar el paso, casi arrebatándole la pelota de football, pero el albino fue más rápido y arrojó con fuerza el tiro, directo a la improvisada portería en un claro del bosque. 2-1 se hallaba el marcador, supo Touya cuando vio el balón escapar de sus manos, siguiendo la ruta metros atrás, golpeando un árbol cercano.

-Maldita sea- sin embargo, el orgullo herido del equipo perdedor no fue capaz de impedir la rebosante sonrisa de Hiragizawa y Tsukishiro, festejando a pesar de la mala expresión de ambos jóvenes Kinomoto y Lee. Tomoyo, quien grababa hasta el momento el partido recién terminado, no pudo sino colocar una expresión de consuelo para su compañera, quien infantilmente hizo un puchero. Kero, sin invitar y aún así presente, le dio varias palmaditas en la cabeza y posterior a ello una paletita de chocolate.

Syaoran, quien hasta ese momento había mantenido una expresión de resentimiento, al observar nuevamente a Eriol, no pudo más sino sonreír con autocrítica. No le gustaba perder…pero cuando se trataba de Eriol, podía tener el deleite de observarle en movimientos ágiles, rápidos, con una expresión entre concentrada y burlona; al final se trataba de un verdadero espectáculo.

Uno endemoniadamente bueno.

-Traeré unas bebidas- anunció Lee, caminando de regreso al picnic varios metros atrás, obteniendo pronto la réplica de una preciosa señorita que abandonaba la plática.

-Voy contigo- por supuesto, era Sakura. Los demás quedaron platicando en el mismo lugar, y Eriol, aún con la adrenalina del momento, jugueteaba con el balón entre sus manos, desinteresado de la chica y del joven chino alejándose entre el irregular camino de árboles.

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Trece. Contó mentalmente Eriol sin desaparecer por un instante la sonrisa de su rostro, continuando la plática con toda la atención que fue capaz.

Dieciséis. Era ya demasiado. Pero no dijo nada, debía confiar, y así sus tranquilos ojos grises lo reflejaban.

Dieciocho. Un poco más, pensó, forzándose. Y justo en el momento en que su mirada comenzaba a dudar y a buscar de reojo a su amante, Sakura llegó hasta ellos con una improvisada charola entre manos, ofreciéndoles las frías bebidas.

-¡Perdón por la tardanza!- se excusó en voz alegre. Mas al parecer sólo Eriol había percatado los minutos transcurridos, pues nadie se quejó. …l mismo tomó con una sonrisa el vaso de jugo, agradeciéndole con dulzura, al igual que los demás.

No le dio el gusto de escucharle preguntar por Syaoran, se llevó el borde del vaso a los labios y bebió de él, gentilmente, con los ojos cerrados, sintiendo ceder el malestar en su garganta. Y como lo hubo esperado, Sakura lució decepcionada.

De cualquier forma, él sabía dónde estaba Lee, a varios metros de él, con un caminar rápido que inminentemente le conduciría a…

Eriol dejó el vaso a la mitad en la charola. Algo estaba por suceder, lo sabía por el sentir molesto de los oscuros ojos entrecerrados, los que fijos le observaban.

-Si nos disculpan- casi al mismo tiempo, el trigueño le tomó por el brazo izquierdo, arrastrándole fuera de la conversación con tono furioso.

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La mirada que por tanto le había evitado, giró de un instante a otro, tras soltarle, sabiendo que la ardiente rabia sería observada sólo por los ojos grises que cuestionaron la agresiva actitud.

-Es mejor que tengas una buena explicación para esto- anunció en un doloroso murmullo, entregándole el libro negro que él mismo había llevado al picnic. Y al hacerlo de impulsiva forma, casi golpeándolo con él, varias fotos cayeron del interior, mismas que Eriol tomó, sabiéndolas la causa del presente altercado.

Cada una de ellas era un retrato de Ian, en blanco, negro y una infinita escala de grises. En la primera de ellas el joven, trepado en un árbol, le había regalado una excepcional mueca taciturna. El siguiente era un close up de su rostro durmiente, de perfil, sobre las blancas almohadas pertenecientes al departamento de Eriol, en su mano derecha cercana a sus labios sostenía con menguada fuerza un trozo de papel. Inmediatamente las facciones aniñadas presentaron una sonrisa por demás inocente, en que los ojos cuyo color no era posible ver, observaban todo con natural entrega y admiración. La fotografía era excepcional, perfecta y tan increíblemente expresiva que era casi imposible que entre ambos no hubiese un marcado romance correspondido. Cual adoración dibujada en colores mate. Y Syaoran estaba seguro que Eriol había seguido cada uno de los pasos, incluyendo el minucioso revelado del rollo profesional… ¿Cuánto no habría amado su propio trabajo? En réplica ¿Cuánto no habría amado a Ian?

Volvió a colocarlas en el medio del libro ahora cerrado, elevando la gris mirada.

-¿Qué tengo que explicar? Me metí al Club de Fotografía e Ian se ofreció como mi modelo, eso es todo-

-¿Por qué precisamente él?- ambos comenzaban a impacientarse.

-Porque es mi amigo…- sugirió con cierto sarcasmo. -…aunque para ti es igual ¿no? …l o cualquier otro, habrías insistido con esto- el reproche sonó cansado, casi exasperado de los ridículos celos injustificados.

-¡Porque sé que hay algo entre ustedes!- se defendió, elevando la voz un poco más de lo necesario. -¿Por qué no dejas de mentirme de una maldita vez?-

-¡Ah, Syaoran!- reclamó, rodando los ojos, con los brazos ya cruzados frente al pecho. -¡Ya te lo he dicho miles de veces! ¡Entre Ian y yo jamás ha habido algo!- casi sonrió, dándose cuenta de lo lindo que se veía Lee cuando estaba enojado, más contuvo la mueca que podría ser tomada como insulto y continuó. -¡Quizá si me tuvieras un poco más de confianza, dejarías de ser tan paranoico!- estaban muy cerca, ambos increíblemente furiosos, al grado que por un momento creyó poder levantarse en su contra.

-¡Ah! ¿Ahora soy paranoico? ¿Y por qué diablos debería tenerte confianza?- esa última frase hizo a Hiragizawa detener su respiración, observando el cuerpo tan próximo y endemoniadamente celoso que le había hecho perder el control. La gota que colmó el vaso fue la preciosa mirada chocolate entrecerrada con rencor y casi desesperada ansia. Realmente no le tenía confianza, siquiera el más mínimo atisbo. Exhaló con cansancio, sintiendo un ligero nudo en su garganta que le ahogaba, y aún así fue capaz de hablar, reteniendo las lágrimas que suplicaban por caer. Descendió la mirada, sabiendo que no querría ver a Syaoran en aquellos instantes.

-Porque te amo- no era el tono que habría esperado de su confesión, pensó Eriol en segunda instancia, notando el dolor derramado en las palabras, del acento seco de su frase grave, sensual y aún así tan angustiante; como si la venda hubiese caído de sus ojos, permitiéndole ver la caída libre a la que se había lanzado en un error. Ahora comenzaba a pensar que se había equivocado. Que Syaoran no podría amarle verdaderamente. Sin embargo encerró sus pensamientos con la siguiente frase dedicada a su amante, quien había abierto desmesurada la mirada brillante y oscura. -Será mejor que regresemos. Tu actitud debió alarmar a más de uno- dio media vuelta, increíblemente recuperado y con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios preciosos que volvieron a entreabrirse, ahora con dolorosa picardía. -Por cierto, Syaoran, no creo que el tono de labial de Sakura vaya bien con tu color de piel- la ira se había desvanecido de los rasgos trigueños, sustituida por temor y sorpresa al verse descubierto; al tiempo observando a Eriol alejarse sin dedicarle la sonrisa amable que tanto amaba. Alzó la mano derecha a sus propios labios, borrando de ellos el profundo beso que Sakura le había regalado minutos antes.

Recién se daba cuenta: Lo estaba perdiendo.

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Se observó en el espejo, marcando en la fría textura del cristal su propia figura melancólica. No quería estar en casa, pero no deseaba que alguien más le observara así, con la mirada gris e índigo ribeteada de dolorosos brillos constantes. Debía admitirlo, desde el día anterior tenía ganas de llorar. Quizá fueron aquellas ansias, o el deseo de no ver a Syaoran, lo que le ató a la cama, negándose a ir a la escuela. De eso hacía ya varias horas, de revolverse entre las colchas blancas que contenían el delicioso aroma de su pareja. Era la exquisita fragancia que a pesar de la larga ducha tibia, mantenía su piel nívea. Le parecía anclada de su cuerpo, tal el incómodo peso en la izquierda de su pecho.

Bien…se había estropeado la sorpresa que guardaba para precisamente aquella noche, su confesión de amor desvelada en un angustioso impulso, aquello era casi irreparable. Por eso había invocado a Lluvia, pidiendo cubriera con su manto nublado el cielo de Tomoeda. Un poco de sol, el más mínimo rayo, le sabría hipócrita en esos momentos. Y por supuesto el espíritu de la Carta había cedido gustosa a su petición, obedeciendo de inmediato y cautelosa desde cortos nubarrones sobre la Mansión, mismos que por completo cubrían ahora la ciudad, demostrando el pesar del joven inglés encerrado en su cuarto.

Llevaba puesta una camisa azul de mangas cortas, abierta por completo, un pantalón negro de vestir, el calzado formal, impecable tal era su costumbre. No poseía las energías adecuadas para acabar de vestirse, aún menos para hacer las pases con Syaoran, a quien desde la pelea de la tarde anterior, no veía en lo absoluto. Se había negado a hacerlo, casi obligado. Por eso había descolgado el teléfono y había pedido a Nakuru nadie irrumpiera en su cuarto, o aún menos dejara pasar al trigueño a la Mansión. Pero bajo su propio desconcierto, no fue así.

La puerta fue abierta tras leves golpeteos que anunciaron al intruso.

-Ruby Moon…por favor… ¿No tenías una cita?- viró la mirada, cuestionando lo más amable que pudo…hasta observar que ambas peticiones habían sido drásticamente violadas. -¿Qué haces aquí?- quedó aún sentado, observando a Syaoran avanzar dentro del cuarto.

-Vine a verte- Eriol cerró los ojos, girando el rostro nuevamente al espejo del tocador. No se puso de pie ante la presencia, quedó igualmente sentado frente al blanco mueble elegante, y Lee no pudo contener su sorpresa.

-Vete por favor- aún así, intentaba mantener la compostura, nada de gritos, ni reclamos…sabía que a la menor provocación terminaría por rasgar la piel de Syaoran con crueles besos y le tomaría contra su voluntad, antes de destrozarse en interminables lágrimas por ello. El joven de naturaleza china, se acercó lento, pausado, hasta hallarse a su lado, tomando su mano izquierda, cuya piel estaba fría.

-Es…- comenzó, forzándose a disolver la duda de sus palabras. -…es nuestro octavo aniversario ¿recuerdas?-

¿Recordarlo? Se reclamó Syaoran. Eriol jamás lo olvidaba, y aquella ocasión en particular, siendo lunes, habían convenido no asistir a la escuela.

Claro que no esperaban fuera por una discusión.

Permaneció en silencio. -Ven. Te tengo una sorpresa- haló un poco, esperando que Eriol le siguiera…lo cual hizo tras un par de dudosos segundos. Le condujo escaleras abajo, hacia el gran recibidor, donde dos maletas y varias cajas se hallaban. -Quiero vivir contigo- viró la mirada hacia su novio, observando la expresión de sorpresa convertirse en apenas perceptibles rasgos dolorosos. Los ojos grises se vieron inundados de pequeñas lágrimas retenidas, y aún así, Syaoran estaba seguro de encontrar odio en ellas. Quizá incluso se retuviera de matarle a golpes. Parecía tan ecuánime, y sin embargo, dispuesto.

-¿Por qué haces esto?- no pudo decir nada, él mismo se vio contagiado de la nostalgia de aquellas palabras. -¿Te gusta atormentarme?- Hiragizawa descendió los restantes escalones, mientras de forma apresurada abotonaba su camisa, tomando de inmediato un abrigo del clóset del recibidor y un paraguas negro. -Tengo que salir- sin decir más vistió la prenda, abriendo y cerrando la puerta a su rápido paso, contradictoriamente sin cubrirse de la fuerte lluvia comenzando a arreciar. A pesar de ello, Lee supo que corría.

“¿Esto quiere decir que me amas?”

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Aprovechó las largas horas en las que Eriol se halló ausente. Acomodó sus pertenencias en los lugares correspondientes, tomándose la no otorgada libertad de decidir dormir en la misma habitación que él; los libros a la biblioteca, el blanco y enorme oso de peluche sobre el tocador, a un lado del lobo negro que a base de súplicas y promesas Eriol le había devuelto meses atrás. Todo cuidando de no estropear la perfeccionista limpieza de la Mansión. Movió los sofás para hacer un gran lugar frente a la chimenea de la sala principal, colocó dos mesas bajas en el espacio vacío, y aún así quedó tan amplio lugar que creyó había exagerado; así que esparció un montón de cojines en el suelo. Tuvo incluso el atrevimiento de ir a cortar varias rosas del jardín antes de que anocheciera por completo, y las colocó en un elegante florero, alargado y transparente, que había encontrado en la alacena superior de la cocina. Después cambió de parecer y colocó un mantel blanco sobre las mesas, que tras ello parecieron un único mueble. Preparó la cena, tomó una ducha, se vistió con camisa blanca y pantalón beige de vestir, arreglando hasta el último detalle de forma casi obsesiva. Todo estaba dispuesto ya.

Prendió la chimenea, absteniéndose de encender la luz, y comenzó a servir la cena. Se hubo apenas retirado el blanco mandil que llevaba puesto, cuando la reja de entrada de la Mansión fue abierta nuevamente, en algo que supo más allá de simple coincidencia. Esperaba que Nakuru no llegara pronto, aunque a juzgar por la nota abandonada a un lado del teléfono descolgado, no regresaría sino hasta la mañana siguiente.

Fue cuestión de segundos. Eriol entraba por la puerta principal, luciendo tan precioso y sin embargo abatido, como en un principio. Los ojos grises, intentando acostumbrarse a la oscuridad de su hogar, se concentraron en la sala, donde Syaoran le esperaba de pie, sin el calzado, a un lado de los cojines desperdigados lejos de la chimenea, frente a la mesa improvisada.

-Bienvenido a casa- y a pesar de que el todo, especialmente él, era de su agrado, no se vio con razones suficientes para borrar de su rostro aquella visible molestia.

Se retiró el largo abrigo negro, dejando la sombrilla a un lado de la puerta cerrada; la prenda volvió a su lugar original en el clóset del recibidor. Y caminó hasta él, en pasos firmes y sin embargo lentos, con las manos en los bolsillos a modo arrogante. Syaoran se desvivía en el nervioso presentimiento de verle acercarse a las escaleras, mas fue afortunadamente decepcionado cuando el joven inglés se retiró los zapatos, salvando el espacio entre ambos hasta convertirlo en unos pocos movimientos.

“En ocasiones casi puedo jurar que me amas,
Pero hay días en que nos veo consumidos en el más profundo odio,
Y otros en que tus labios húmedos gritan que has llorado”

Los ojos grises parecían intactos, mas había en ellos cierto reflejo de antigua melancolía derramada en lágrimas que hizo a Syaoran casi deshacerse en disculpas. En cambio, siguió hablando. -Ven…siéntate- no le gustaba aquel silencio, quería que no fuese su voz sino el acento sensual de su novio el que lo troceara con brusquedad.

“Y que amarnos es un suplicio que no podemos ni queremos evitar”

Le tomó de la mano, guiándole hasta la mesa…y aún así la mueca seria no desapareció. Le hizo tomar asiento. -¿Quieres vino?- no esperó la respuesta, sirvió de la botella recién abierta dos copas, ofreciéndole la primera de ellas, la cual el albino tomó sin mucha atención, dejándola en la mesa. -¿O quizá coñac…o ron?-

-No es eso- casi suspiró de alivio al escuchar aquel corto murmullo. Le vio sacar del bolsillo izquierdo de su camisa, una blanca cajita rectangular con un diminuto listón plateado formando un moño, colocándola frente a él, incitando al trigueño a que la tomara.

La simpleza de levantar la tapa, reveló el contenido de aquel regalo. Era un llavero de plata unido ya a un par de llaves, las principales contraseñas de la Mansión Hiragizawa.

No eran necesarias las siguientes palabras, sin embargo, Eriol las pronunció. -Puedes vivir conmigo-

“Es en esos días en que no sé qué pensar…
…que juras entre besos nunca separarnos,
Y cegado por el deseo…te creo”


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Despacio, tanto que fue doloroso, Eriol entró en él, haciéndose paso en el estrecho camino, cuya carne se amoldaba perfecta a su alrededor y al tiempo le sostenía con posesiva fuerza, entre la tolerancia y el rechazo; Syaoran movía un poco la cadera, en involuntario deseo de alejarse, pero las manos blancas guiando su cuerpo le impidieron retroceder. Cerró los ojos, manteniendo una callada queja al inicio de su garganta que por orgullo no se permitió exteriorizar, aquella que violentaba en giros interminables cada vez que el miembro entraba un poco más a él. Acostado sobre la alfombra, entre el mar de cojines que rodeaban el espacio frente a la chimenea, el trigueño dio un pequeño sobresalto, contrayendo los músculos de sus piernas, provocado por un leve tirón al inicio de su abdomen, fuese de ansiedad o confundido placer. Su cadera, elevada por un suave almohadón bajo él, por tanto logró atrasarse en réplica del dolor.

-Tranquilo- fue el murmullo que le hizo entreabrir los ojos, consiguiendo observar entre borrosas imágenes sobrepuestas el rostro preocupado de su amante. Precioso bajo matices de luz insuficiente, como aquella primera vez. La mirada amable, brillante por el deseo, había logrado oscurecerse al observarle con misticismo, resaltaba más por el fuerte rubor en sus pómulos, pero no le recorrió con hambrienta ansia como varios minutos antes, le contuvo en tierna adoración; y el cuerpo blanco desnudo, caliente, húmedo y precioso, yacía sentado entre sus piernas, sucumbiéndole en ardorosa pasión.

-Estoy bien-

-Tú y yo sabemos que eso es mentira…- entrecerró resignado los ojos grises, reprochando a poco la insistencia que a ambos les había atraído. Soltándole, alzó la mano izquierda, desdibujando en finas caricias la tranquilidad aparente de Syaoran. -Pero no te preocupes, pasará- aún dentro de él, comenzó por recorrer los muslos abiertos, muy suave, como construyendo una escultura perfecta, desviando de vez en vez un poco más arriba la punta de sus dedos, que en ligeros vaivenes se entretenían. Al hacerlo así, lograba que el trigueño contrajera los músculos internos de su lindo trasero, entregándole involuntario placer, entregándose a sí igual fortuna. Formó breves círculos al final de sus piernas, la cadera firme que en preludio casi tiritaba, con ello consiguiendo que se calmara un poco más, dejando de retenerle con tanta fuerza. Lee estiró el brazo izquierdo, buscando entre lo que yacía tirado en el suelo, el más cercano almohadón, pero no retiraba la mirada de su amante, no por más de un segundo, aún menos se atrevía a girar la cabeza. Retenía a toda costa la serie de gemidos que Eriol con sus caricias había encerrado tras sus dientes. -Toma- suponiendo lo que tan afanosa e infructíferamente buscaba, le alcanzó uno de los cojines blancos, haciendo que levantara la cabeza para colocarlo; y al inclinarse con su gentil propósito terminó de penetrarle, involuntariamente entregándole un débil jadeo contra sus labios que habría querido evitar.

Bien. Basta de juegos.

Sin retirar la grave mirada dedicada a Syaoran, y apoyando los brazos en el desnudo pecho trigueño, atrasó varios centímetros la cadera, comenzando el vaivén que hizo a los labios cerrados segundos después entreabrirse en el musitar de su nombre entrecortado, mientras rodeaba su cuello con los brazos, acercándole, besándolo, de tal forma que los posteriores jadeos quedaron ahogados contra la húmeda boca que le recibió sonriente.

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¿Mhhhh?- cuestionó sin entender, acariciando los mechones chocolate del joven que había terminado nuevamente encima de él.

Por lo de Sakura. Yo no quería…- deteniendo los suaves besos que le dedicaba al delgado cuello blanco, elevó el rostro, mostrándole una expresión por demás arrepentida.

Lo sé. Ni lo menciones- los ojos grises le evitaron, contrariando las pronunciadas palabras de aceptar su disculpa.

Eriol… ¿Estás celoso?- sonrió, cambiando de posiciones, sentándose y permitiendo que el albino se alzara apoyando sus brazos, lo cual de inmediato realizó.

¿Yoooo?- acentuó el sarcasmo en la palabra, aún así logrando verse inocente al hacerlo, observándole nuevamente. -¿Por qué habría de estarlo? Después de todo sólo eres minovio, ella está enamorada de ti y tú aún la quieres. No. No veo ninguna razón para estar celoso…-

Excepto, claro…- dijo, sin darse cuenta que utilizaba el grave tono de Hiragizawa. -…que aún no te he dicho la verdad- observó la sorpresiva cuestión que Eriol no mencionó, ésta dibujada en el leve inclinar de su rostro en un gesto por demás adorable e ingenuo. -Que yo sólo te amo a ti- al pronunciarlo, sus mejillas se hallaban sonrojadas, había sido apenas un murmullo entendible, pero supo escuchable al observar la preciosa sonrisa que Eriol ostentaba en su rostro claro.

Y yo a ti, querido Syaoran- pronunció simplemente, besándolo con suavidad, y callando así las siguientes palabras que Syaoran decidió en otro momento podría pronunciar, cerrando los ojos, correspondiendo el cálido, dulce, romántico y profundo beso mientras le acostaba de nueva cuenta, con la anhelante intención de hacerle el amor. Sostuvo los mechones de oscuros tonos azules, acercándole aún más…si acaso era posible.

“¿Crees que alguna vez deje de temer? A que me abandones, quiero decir. ¿Que deje de doler el verte observar alguien más aunque sea sin intención de ofender, circunstancial, o necesario¿Que alguna vez deje de soñar que te has ido¿Crees que deje de doler amarte así?”

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FIN.

¡Ohayou! El epílogo ha terminado, al igual que nuestro querido fanfiction “Amarte duele”, y este término también es punto de inicio para siguientes historias. Pero antes de la promoción permítanme agradecerles su paciencia, sus críticas y el gran cariño que han demostrado a este fanfic, el cual fue mejorando con el paso de los capítulos y ha sucumbido en una historia un poco más Angst de lo que era en un principio. Brindo por ustedes, lectores, entre ellos escritores, pues estos tres años han sido de invaluable apoyo y tolerancia de su parte, me han ayudado como no sabría explicarles, por ello gracias :)

Ahora pues, queda la gratis promoción:

--PR”XIMAMENTE-- Nuevo fanfiction

“Noche toledana”

Eriol x Syaoran

R Angst yaoi

Sinopsis: No puedo dormir, es culpa de las caricias que yacen sobre tu cuerpo blanco, tu amor en venta, tus ojos grises que ajenos a mí se cierran sin sueño en la elegida oscuridad.

En caso de que quieran recibir un aviso el día en que sea publicado, sírvanse en dejar su correo electrónico en la zona de reviews o contactarse conmigo directamente en (nabichan(arroba)wanadoo.es) De cualquier forma, me gustaría verles nuevamente en ésta u otra historia :), en caso de que no sea así fue un gusto conocerles y espero que mis escritos hayan sido de su agrado. 17 Mayo 2005

Atentamente,

Nabichan Saotome.

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