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Amarte duele por Nabichan Saotome

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Amarte duele

¿Quieres saber cómo te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.

Por: Nabichan Saotome
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Capítulo 5. Dulces

Sin embargo, el sueño que pareció largo, placentero, reparador y duradero; resultó existir sólo hasta las 3:24 de la mañana, justo en el momento en que Syaoran despertó muy a su gusto y se sentó tranquilamente en la cama, abrazando sus rodillas en tanto que en la ventana se veía a la luna ligeramente cubierta por una franja de nubes grisáceas. Y aún así, se alcanzaban a ver las estrellas a plenitud. Se recargó en la cabecera de caoba, cuya aroma seguramente una pareja de amantes habían disfrutado entre besos, cuando aún era vida de un árbol majestuoso. Se llevó la mano hasta la boca con lentitud, con la cabeza agachada y los ojos entrecerrados, aún ese calor seguía latiendo en su ser aunque había sido sólo un sueño. Tocó sus labios suavemente.

-No puede ser...sólo somos amigos ¿verdad?- esperaba, como si hubiera una contestación en el aire de la habitación aguardando esa pregunta desde hacia tiempo -¿verdad?- pero obviamente, lo único que contestó fue el silencio.

Si eran sólo amigos, entonces ¿Por qué había tenido ese extraño sueño?, alejó la mano de sus labios; aún tenía esa sensación dentro de sí. Fijó su mirada en el cuarto de huéspedes, vacía, sombría. Pero con aquél olor a Eriol Hiragizawa en todo el ambiente, en el aire que acariciaba su cuerpo entero, en la energía, suave, fresca; en el oxígeno que recorría su mente hasta hacerla fuerte y vital.

Un ruido en el piso de abajo distrajo su atención. ¿Acaso Eriol estaba despierto al igual que él? Por supuesto que tenía que ir a averiguar qué era ese barullo. Se puso de pie con rapidez, con aquella pijama que le había prestado su compañero, amarilla, con unos conejitos blancos y sonrientes. Definitivamente eso tenía que ser una broma. Aun consciente de lo ridículo que parecía a sus ojos; Eriol había mencionado una palabra de aliento cuando lo vio con ella.

Se acercó a la puerta, giró la perilla y abrió intentando no hacer ruido. Si Eriol no estaba despierto no quería ser el causante de perturbar su sueño, dejó la puerta abierta al salir, al percatarse de que la madera crujía ligeramente; caminó por el pasillo, entre las tantas habitaciones preguntándose qué habría dentro de ellas, en cualquier otro momento hubiera ido a investigar; pero ahora, lo importante era ver si Eriol en realidad estaba despierto, o si sólo había sido su imaginación. Con cuidado y paso firme, llegó a las escaleras tras desfilar por esas habitaciones que deslumbraban ante sus ojos inquietantes y fijos con el reflejo de la luna, que entraba por los ventanales. Había algo en toda esa mansión que le encantaba; tal vez el estilo antiguo, elegante, simple... así era como él deseaba vivir, acompañado de su familia. Bajó las escaleras cuidadosamente, al séptimo escalón, alcanzó a ver la chimenea prendida, una sombra acostada en el sillón frente a ella, con el dorso de la mano derecha sobre su frente, degustando el calor de la hoguera y de su propio silencio.

Syaoran lo miraba, desde la mitad de su recorrido, las escaleras; al parecer todavía no se daba cuenta de su presencia. Bajó completamente, acercándose minuciosamente a él para darle una sorpresa. Al rodear el sofá para alcanzarlo, pudo ver que el único indicio de que horas antes habían tomado vino tinto, como parte de una crueldad hacía si mismos; era una ligera mancha oscura en la alfombra; ni un solo rastro de la botella rota. Miró sus hermosos ojos, que se encontraban cerrados, pero sin duda alguna estaba despierto. Había algo en su rostro que indicaba nostalgia y preocupación, se inclinó hacia él, se sentó a su lado. Y fue hasta ese momento en que Hiragizawa se dio cuenta de que lo observaban.

-Hola... Eriol- posó su mano derecha sobre el pecho de Hiragizawa, notando con extrañeza que su cuerpo reaccionó con un ligero temblor a la caricia.

-Querido Syaoran, ¿Qué haces a tales horas despierto?- no abrió los ojos, simplemente, se limitaba a seguir inmerso en sus pensamientos, aquella sonrisa dulce volvió a su rostro.

-Lo mismo iba a preguntarte- el ambiente estaba algo tenso, definitivamente ambos escondían sus preocupaciones. Eriol tomó la mano de Syaoran, que se encontraba en su pecho, acariciándola con lentitud y dulzura, lo que le provocó a Lee un vuelco terrible. Sonreía nostálgicamente en el momento en que abrió los ojos... y Syaoran se dio cuenta de algo que no le agradó en lo más mínimo. -Estabas llorando, ¿verdad?- Ni siquiera había necesitado respuesta a su pregunta tan obvia, claro que estaba llorando, aún tenía un rastro de aquellas lágrimas en su hermoso rostro albino. -¿Por qué?-

-Por todo lo que ha pasado... ya te lo conté-

-Creí que habíamos resuelto esto...y no, no me has contado todo, simplemente lo que tú has querido decirme... y no me quejo, sé que no es fácil, bueno...eso no importa-

-Pues hace rato te importaba mucho- sonrió con un dejo de nostalgia inmensurable tras sus palabras. Mientras su voz sonaba cansada y desganada, llena de tristeza y soledad, Syaoran se expresaba con total firmeza y desesperación al ver a su amigo en ese estado tan deplorable. Habían deshecho la unión de sus manos

-¡Y todavía me importa!- apretó sus puños en forma molesta y angustiante. No era justo que Eriol se comportara de esa forma, y mucho menos cuando él estaba dispuesto a continuar con su amistad a pesar de sus momentos de depresión, que, ahora que lo conocía mejor, se había dado cuenta que eran frecuentes.

-No es cierto-

-Eriol...no quiero pelear contigo de nuevo, no seas necio...- Intentó que lo mirara, pero tenía los ojos bien cerrados, por lo que cualquier esfuerzo resultó inútil.

-Necio, testarudo, sin sentido...qué más da. Será por eso que estoy tan solo-

-¿Qué te sucede?, nunca has sido así-

-¿Ves como soy en realidad?, si no te agrada puedes irte. Nadie te obliga a quedarte conmigo- Eriol se sentó en el sillón con su mano derecha en la mejilla (y los pies en tierra firme) y se dio cuenta de lo que había sucedido. Syaoran le había golpeado el rostro, justo en la boca. Como queriendo callarlo para siempre. Miró su mano, la sangre reflejaba las llamas incesantes de la hoguera, volteó la vista a su compañero, de pie, haciendo un esfuerzo inhumano para no llorar. Por un momento, en su mente surgió la idea de atacarlo, pero entendió a la perfección que el que estaba mal era él, y no Syaoran. Aún así, era muy orgulloso, definitivamente el reencarnar no le había resultado del todo favorable, extrañaba todo lo que fue e hizo en su época de grandeza, ahora era un adolescente, que manejaba la magia a su gusto y antojo, pero un necio adolescente al fin y al cabo. Syaoran se compadeció de él, arrodillándose frente a frente con las manos en las piernas del otro apresurándose a disculparse.

-Perdóname, no debí....no quise...lo siento- aún así, recordó cada momento que habían pasado juntos el día anterior y en su rostro se reflejó un dejo de molestia -Aún así, te advertí que no mencionaras de nuevo que estás solo-

-Disculpa, no sé qué me sucede- definitivamente aquel golpe le había hecho entrar en sí. Había sido un niño. Pasó los brazos alrededor del cuello de Syaoran, que se encontraba justo a su altura... y lo abrazó de nueva cuenta, como tantas veces había ocurrido el día anterior; su sonrisa hermosamente volvió a su rostro mientras que Syaoran, satisfecho; respondía a su mueca y a su abrazo. Sin embargo, había algo mal dentro de él. Algo que definitivamente arruinaría todo si se dejara llevar.

-No hay problema, esa finalidad tienen los amigos- Se separaron con ese tono divertido y Syaoran, cansado de esa posición tan incómoda, se sentó a su lado en ese sofá azul, recargándose gentilmente.

-¿Cuál?-

-Golpearte cuando lo necesites- dijo de forma entretenida, esperando alguna respuesta igual.

-Qué tierno...- se limpió la sangre que aún tenía en los labios, con una servilleta que alcanzó en la mesita de centro, le dolía un poco.

-Es lo que siempre he dicho-

-Bien, pero...ahora me dirás, ¿Qué haces despierto tan tarde?-

-¿Tarde?, sólo son las cuatro de la mañana...yo diría que es muy temprano- Eriol incrementó su risa divertida.

-¿Temprano para desayunar?-

-Sí-

-¡Entonces a cenar...!- ambos rieron amistosamente sintiendo que ya habían liberado gran parte de sus penas. Quedaron en silencio por varios segundos, contemplando con aquella sonrisa la hoguera, en la que ardía cada partícula de madera, haciéndola tronar antes de desaparecer en un humo grisáceo. Eriol interrumpió el silencio, con su cálida voz, mientras que fijaba su mirada tranquila en el rostro de su compañero, que volteó al darse cuenta. -Me alegra que estés conmigo-

-Y a mí, realmente hacía mucho que no me divertía tanto- se calló por contados segundos pensando en sus propias palabras, no sabía porqué, pero jamás había podido expresar sus sentimientos de forma libre. Tal vez por la falsa creencia de que debía ser fuerte, frío y enérgico en cualquier tiempo, con cualquier persona; aunque, con Sakura había sido diferente, a ella le había revelado sus verdaderos sentimientos, tal vez lo que había pasado era lo que realmente temía. La soledad y el rechazo, aunque, pensándolo mejor, era lógico que tuviera miedo de estar solo, cualquier persona en sus cabales sentiría lo mismo al estar bajo el control del destino. Regresó a la realidad, Eriol estaba a su lado, con aquella sonrisa espectacular que tanto le agradaba, incitándolo a continuar, como si supiera en lo que estaba pensando. -¿Sabes?, perder a Sakura realmente valió la pena, si tú estás a mi lado. No sólo es porque nos divertimos juntos, o porque somos compañeros. Es algo diferente. Contigo siento... que ya no estoy solo. Es como si...- la voz de Eriol lo interrumpió, había tomado aquel tono maduro, inteligente, como si fuera de alguien más. Sus ojos centelleaban con firmeza... dispuesto a revelarle la verdad.

-Como si todo éste tiempo te hubiera esperado sólo a ti- Se miraron fijamente por varios segundos de silencio. Syaoran, con toda la confusión posible y existente. Eriol, tranquilo, pero con su seguridad y su firmeza poco fiables. Esos ojos grises retumbaban en la mente de Lee, así había sido su sueño; extraño, mirando sus ojos y después... ¡BUM!... no había podido evitarlo.

No podía.

No debían.

.......pero querían.

Como si supieran que el otro estaba consciente de sus propios sentimientos, Syaoran puso un rostro lúgubre y asustado. Se había dado cuenta después de tanto tiempo, por fin podía reconocerlo. Después de todo, ¿Por qué había corrido tantas veces de aquella voz, como si estuviera en grave peligro? Ambos corazones palpitaban fuertemente.

Eriol realmente....le gustaba.

Hiragizawa se había tornado tranquilo, aún más tranquilo. …l ya había pasado todo ese proceso, había entrenado, ya antes había gustado de un hombre. Yue, había sido él, quien realmente había capturado su atención. Aunque había sido el destino el que los había separado, al reencarnar, ya no lo amaba. Ya no más.

Syaoran no sólo le gustaba. Le encantaba. Ambos sabían, que todo eso no había surgido por su amistad de un día, había ocurrido en el transcurso de haberse conocido; cuando Eriol llegó a la escuela desde Inglaterra, claro, Syaoran no sabía realmente porqué lo había hecho. Hiragizawa no pudo más.

Debía hacerlo.

Podía y quería. ¿Qué más daba?

Syaoran lo miró aproximarse, sabía lo que estaba a punto de hacer. Estaba mal. O al menos, eso intentaba hacerle creer a su propia mente. Eriol lo acorraló contra el propio asiento donde ambos se encontraban, Lee no podía retroceder ni un poco más, estaba completamente pegado al sofá; así que tenía únicamente dos opciones: Salir huyendo, o esperar.

Salir huyendo significaría no sólo un rechazo de sus emociones, sino también, una destrucción a su amistad.

Esperar, era aceptar una relación que no debía ser a los ojos de nadie, era aceptar sus sentimientos. Pero, si no funcionaba, era destruir una relación recién hecha y más fuerte que nunca.

No hubiera osado siquiera pensar que su gusto hacia Eriol fuera posible.

Hacía horas que Syaoran le había insinuado que lo quería y que lo necesitaba a su lado, pero... no de esa forma, sino como verdaderos amigos, mucho menos, se esperaba un cambio tan brusco. Eriol tenía las manos en el respaldo del sofá, con su propio cuerpo acorralaba a Syaoran. Sus piernas, se hallaban alrededor, como si estuviera arrodillado en él, pero sin hacer contacto.

Debía.

Syaoran había puesto los manos a cada extremo de sí, como temiendo que eso sucediera en cualquier instante. Sus respiraciones se encontraban agitadas, como después de haber hecho un tremendo esfuerzo. Cada instante resultaba interminable, era mejor continuar. Eriol tomó el siguiente paso, era lógico que Lee no reaccionaría hasta después de lo sucedido, las mejillas de ambos se encontraban al rojo vivo, como la hoguera que tras ellos se encontraba ardiendo, conforme su pasión iba en aumento.

No podía más.

Su rostro se acercó lentamente, como esperando una negativa de su parte. La cuál, no llegó, tal vez porque Syaoran estaba demasiado nervioso y terriblemente agitado como para hacerlo. Cerró los ojos

Tenía que hacerlo.

Ambos cerraron los ojos, Eriol terminó por sentarse en él, y por fin, después de mucho dudarlo; eliminó los pocos centímetros de distancia entre sí.

Syaoran lanzó un pequeño gemido de auxilio antes de que sucediera.

LO HIZO. Se estaban besando.

Eriol retiró las manos del respaldo del sofá, para posarlos con suavidad, tras la nuca de su compañero. Acarició sus labios con suavidad...degustando su sabor, su brillo, la inocencia del chico al que le robaba su primer beso. Syaoran no pudo más. Correspondió al beso con ternura, esperando. Era demasiado cambio para un solo día, pero aún así, lo abrazó por la espalda, incitándolo a acercarse un poco más. Lee no podía creer lo que sucedía: Estaba besando un hombre, y él mismo, quería pedirle que siguiera. Podía sentir su aliento dentro de su boca mientras que el beso se profundizaba un poco más. Se escuchaba la separación y la unión de sus labios, una y otra vez, con los ojos cerrados en tanto que sus mejillas no dejaban de brillar con un tono rojo intenso y sus corazones palpitaban tan rápido que comenzaban a doler.

Syaoran intentaba controlarse un poco, no dejar que sus impulsos lo guiaran a un desastre. Eriol quitó las manos de su nuca, donde jugueteaba con su cabello castaño, deslizando sus caricias a sus hombros, su pecho; quería seguir, seguir hasta que Lee lo detuviera; cosa que no sucedió, a pesar de que Syaoran estaba consciente de a qué punto quería llegar, quería que él tomara el control de aquel momento de locura. En cambio, su cuerpo se conformaba con sentir las caricias de Eriol, que quemaban su piel a cada instante.

Sin poner mucha atención a lo que hacía, dejó los labios ansiosos de Syaoran y comenzó a besar su cuello, lentamente, incitándolo a tomar parte en ello. Al notar que aquello funcionaba, pero que su orgullo y su temor no cederían, se conformo con regresar a su boca, donde halló guarida a sus besos que con el paso de los segundos se volvían más cálidos, más apasionados.

Sus jugueteos siguieron por varios minutos más, hasta que el cansancio y la confusión lograron calmar aquella pareja ansiosa. Los besos bajaron de ritmo, haciéndose más lentos y pausados, entonando una despedida. Un último beso unió sus labios antes de que fijaran su vista nuevamente en su pareja; acción que obviamente habían querido evitar. Aquel misterio era demasiado difícil de descifrar todavía.

-...Syaoran- por un momento, había llegado a pensar en un romance con ese chico de dieciséis años con el que se encontraba frente a frente, esperando una respuesta a tantas preguntas. Lee estaba al borde del colapso nervioso al igual que él. Los ojos de ambos se tornaron tristes, melancólicos, arrepentidos de aquel arranque de pasión en que una madrugada los unió de una forma única y deliciosa. Eriol se puso de pie silenciosamente, dándole la espalda, contemplando y a la vez ignorando la chimenea en la que ardía aun esa madera fresca; con una mano en el mentón, pensando, memorizando cada beso fundido en sus labios temblorosos.

Hablar sería una falta de respeto a su propio luto.

Pero el silencio era insoportable.

Aunque, las palabras que formaron los labios de Eriol, eran más inauditas, menos esperadas. Más agobiantes. Y aún así, ni él sabía si eran sinceras, ni siquiera supo porqué las pronunció; cuando se dio cuenta de lo absurdas que resonaban en sus oídos ya era demasiado tarde. Hubiera sido mejor quedar en ese silencio tan incómodo.

-Será mejor que olvidemos todo esto- Syaoran entornó sus ojos enormes hacia él, abiertos de par en par. ¿Cómo se atrevía a decirlo?, ¿Acaso no tenía una pizca de consideración y gentileza?

-¿Qué dices?- Se puso de pie furiosamente, esperando alguna respuesta a su pregunta, y ésta vez llegó como un balde de agua fría directo a su cabeza.

-Has escuchado, es mejor que olvidemos lo que pasó hace unos minutos, por tu bien- tenía la cabeza ligeramente agachada, con la mano izquierda en la pared de la chimenea, su mirada fija en las llamas.

-¡¿POR MI BIEN?! ¡¿QU… PUEDES SABER TÚ DE LO QUE ESTÁ BIEN PARA MÍ?!- furiosamente lo volteó hacia él y tomándolo por la ropa (ni siquiera se había cambiado para ir a dormir) lo obligó a mirarlo con firmeza...lo que hizo a continuación, fue tan sólo una venganza...o al menos de eso intentaba convencerse. Lo besó nuevamente, ya no con ternura o temor, sino con pasión y realmente mucha ventaja, quería que él supiera cómo se había sentido...aunque su plan falló a pesar de haberlo lastimado con aquél beso duro y candente a cada instante.

Sus besos fueron suavizándose, era incapaz de lastimarlo, lo abrazó por la cintura, estaban demasiado cerca de la hoguera; así que con pasos temblorosos lo guió hasta el sillón, destino que no alcanzaron al tropezar con la alfombra, terminaron en el suelo interrumpiendo aquella ronda de besos.

-¡Auch!- incluso le dio el tiempo para recuperarse de aquella caída, Eriol había recibido el impacto en su espalda; sonrió gentilmente.

-¿Estás bien?-

-Sí.......continúa- ambos estaban conscientes de lo que estaban realizando, Syaoran sonrío con timidez al darse cuenta de su orden, ahora él había tomado el control y se hallaba sentado sobre él, con las piernas de cada lado.

-Claro- comenzó a besarlo nuevamente, con tranquilidad, sin prisa. Deslizó sus suaves manos por el cuello de su compañero, su rostro, su pecho, sus manos que se entrelazaron por breves instantes antes de seguir con su recorrido. Sin saber porqué, retiró sus labios de su boca inquieta deleitándose con su cuello, ese aroma tan embriagante alguna vez lo mataría de placer. Acarició por última vez a Eriol antes de sellar con un beso aquél encuentro. Ambos estaban en completa armonía al momento de separarse. Syaoran sonrió divertido. -¿Aún crees que debemos olvidar lo que está sucediendo?-

-No, simplemente, no dejemos que esto se repita tan frecuentemente, hay que averiguar primero qué está sucediendo- aquella sonrisa desapareció del rostro de Lee, realmente esperaba otra respuesta.

-Bien, vamos a dormir- ambos se pusieron de pie, avergonzados. Intentaron no mirarse... sería demasiado.

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Llegaron al cuarto de huéspedes, el cual, se encontraba a dos habitaciones de donde descansaría Eriol. Habían evitado sus miradas durante el trayecto, en completo silencio, tras haber extinguido la hoguera. Syaoran vio como la puerta estaba abierta, así como la había dejado al percatarse de cómo la madera tronaba.

-Quiero....- Lee volteó, las mejillas de Hiragizawa estaban sonrojadas, fuera lo que fuera, le estaba costando un trabajo enorme decirlo. -¿Puedo...?- suspiró -¿Puedo darte un beso... como... como despedida?-

-Está bien- algo le decía, que lo había deseado tanto como él. Eriol sonrió deliciosamente, acercándose y acorralándolo contra el muro, Syaoran era centímetros más bajo que él, lo cual, resultaba en cierto modo divertido. Dudaron un poco antes de volver a besarse. Sus labios permanecieron inmóviles por varios instantes, tan sólo conservando y compartiendo aquél calor sofocante. Aquél beso tomó una ternura e inocencia imperturbables. Duró varios segundos, antes de que Syaoran comprendiera que eso debía terminar de un momento a otro o no terminaría jamás. Por la comisura de sus labios, en una separación de aquél beso alcanzó a susurrar algo perfectamente claro. -Ya-

-Espera...- Eriol lo abrazó, impidiéndole que se marchara. Pero entendió, que sólo le había pedido un último beso antes de que su corta aventura terminara, así que tras varios segundos de desesperación y duda rompió el beso, intentando por todos los medios que aquél instante no llegara. Sus labios por fin se separaron, Hiragizawa se tomó otra libertad, robarle un beso corto y fugaz, que duró cerca de tres segundos antes de decir adiós a su romance. Se notaba la tristeza en sus rostros, era demasiado difícil, aún más que aceptarlo.
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Syaoran cayó en la cama, sonriente, por la satisfacción que le había causado aquella cercanía, sin siquiera querer pensar en otra cosa. Aunque aquella sonrisa, desapareció. ¿Por qué? ¿Por qué había sucedido todo eso?

Recordó el sabor de esos labios y ese cuerpo.

Era un sabor, aún más dulce que cualquier golosina existente, era embriagante, más que aquél vino tinto. …l, todo él, era...delicioso. Su forma de ser, su porte, su carisma, su sonrisa, tan sólo su forma de ver la vida.

Dulce.

Embriagante.

Delicioso.
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Eriol cerró la puerta de su habitación, una lágrima tristemente rodó por su mejilla antes de desaparecer en el aire. Lo necesitaba. Pero era absurdo seguir haciéndolo sin algún buen motivo, sin siquiera saber qué era todo lo que había sucedido aquella madrugada.
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FIN DEL CAPÍTULO 5

CONTINUARÁ...

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