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Amarte duele por Nabichan Saotome

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Amarte duele

¿Quieres saber cómo te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.

Por: Nabichan Saotome
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Capítulo 8. Fiesta de medianoche

“Por favor Tomoyo... ven a verme” una limusina recorría las calles, tres guardaespaldas enfrente, dos atrás, la chica que conducía, la copiloto; la adolescente que continuaba enredando un pañuelo entre sus afilados y finos dedos, el tono preocupante en su amiga Sakura la había sacado de la enorme mansión y del calor que ofrecía la compañía de su madre, la cual, pocas veces se encontraba con ella. Pero su madre estaría bien, no importaba que la hubiera dejado esa noche; a diferencia de abandonar a Sakura, que encerrada en su cuarto, no podía dejar de pensar en Syaoran. Faltaba poco, para que estuvieran juntas.



Y es que ella, lo que más quería; era su felicidad.



En tanto que el largo vehículo se acercaba a la casa Kinomoto, Tomoyo no podía dejar de pensar en su encuentro. En cómo lo había conocido, en cómo la había conquistado.



Ni ella misma, podía comprender qué era lo que había pasado. Sólo sabía, que a la edad de trece años Sakura había llegado a su vida, y sin más ni más; aquella carisma, aquel miedo, su inocencia, su pureza y adjetivos en sí, que podían calificar sólo a un verdadero ángel; habían hecho que se enamorara de su mejor amiga. Era ella tan hermosa, tan blanca como la nieve, igual de pura. Tan divertida, sensible, hermosa, deseable.



Pero su amor por ella, ya era demasiado grande como para dañarla, como para... para confesarse.



Ahora lo único que importaba era reconciliarla con Lee, así hubiera que quitar a alguien del camino.

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Syaoran comenzaba a impacientarse. Eriol y Nakuru hablaban secretamente al lado de la chimenea, que alumbraba aún más el cuarto. …l esperaba sentado en las escaleras, mirando extrañamente a ambos chicos, que no se llevarían más de cuatro años. Hiragizawa, se sostenía con el brazo derecho recargado en la pared de la chimenea, evitando la mirada y casi ignorando a Nakuru, que intentaba hablar lo más bajo posible. Por su expresión, parecía que eran malas noticias, algo que estaba preocupando a Eriol.



Aunque en sí, eso era lo que menos interesaba, pues se encargaría de reanimarlo tan pronto terminara aquella conversación; lo que no le gustaba para nada era esa chica. Ya antes la había visto colgarse del odioso hermano de Sakura; y ahora, estaba con Hiragizawa; del que pronto, la expresión cambió por una llena de misterio, de aquellas que le provocaban escalofríos. Nakuru se acercó a Eriol, abrazándolo gentilmente, ante el mimo correspondido del chico. Pronto, la chica recuperó su estado habitual y se colgó de su cuello, casi tirándolo. Lo cual, lo alteró aún más. Syaoran los vio separarse, observándolos a través de los barrotes de las escaleras magníficas que adornaban la mansión.



-Ahora sí, vamos a arreglarnos, dentro de una hora los veré aquí abajo para ir al festival en el templo Tsukimine- Nakuru rió un poco y subió las escaleras; la faldita negra que llevaba puesta ondeaba con sus movimientos; el suéter marrón lucía perfectamente en su esbelto cuerpo. Sonrió a Syaoran desde el piso de arriba, ante la sonrisa realmente forzada que le dirigió el chico, aunque no se dio cuenta de ello. Eriol se acercó a él.



-Vamos, te prestaré algo de ropa- Ambos subieron las escaleras, Lee con una confusión terrible, pero más que nada, una furia incontenible que tarde o temprano explotaría. Eriol, pensando en lo que había dicho Ruby Moon, no puso atención en él y siguió su propio camino.

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Syaoran se hallaba de pie frente al espejo de cuerpo completo, sus ojos fríos deslumbraban de desprecio. Hiragizawa vació su armario, poniendo frente a Lee, la ropa, para que escogiera una que fuera de acuerdo con la ocasión. Se lo imaginaba con la ropa puesta, pero poca lo convencía realmente.



Syaoran merecía verse digno de un príncipe, quería que todos, absolutamente todos lo vieran con sus ojos. Perfecto. Por fin lo miró, con aquella sonrisa; observándolo en el espejo.



-Syaoran, ¿te pasa algo?- pero no contestó, se limitó a observar a Eriol furiosamente en el reflejo. Lo cual, significó una iniciativa a su compañero. -Dime, qué te sucede- Aumentó su sonrisa, lo que logró exasperar aún más a Lee, tanta perfección, tanta hermosura le irritaba. Al no recibir su respuesta, siguió desfilando la ropa intentando alegrarlo. -Mira, ésta camisa se te vería perfecta- tomó un suéter negro, de perfecta forma y lo puso encima de la prenda anterior. -O quizá, no sea necesaria, con sólo éste suéter puesto no tendrás frío, y el calor de la ropa no te afectará. Te lo aseguro, se te verá grandioso-



-Qué importa- por primera vez desde que subieron, Syaoran le dirigió la palabra.



-Dime qué te sucede- Pero, al no recibir respuesta nuevamente, siguió escogiendo ropa. …sta vez, tomó una camisa blanca y un chaleco color gris, poniéndolos frente el pecho del chico trigueño, para que pudiera ver bien. -O, así...no, muy serio- los quitó y colgó en el clóset, mirando la poca ropa que se hallaba ahí. -Mira, qué te parece...-



-¡¡Ya!!- Syaoran se hallaba a diez centímetros de su rostro al momento de virar, se le veía totalmente furioso. Viró, evitándolo, pensando en las palabras adecuadas para reprocharle la razón de su actitud, pero al no hallar lo que lo ayudaría, su carácter se arruinó. Volteó a mirarlo, sus ojos a punto de ser los de un maniático, esa sensación de inseguridad que no podía consigo mismo -¿¡¡QUI…N RAYOS ES ESA TIPA!!?-



-¿Perdón?- Lee no podía más, sintiendo que lo hacía a propósito.



-¡¡NO TE HAGAS EL DESENTENDIDO ERIOL HIRAGIZAWA!!- lo aventó, golpeándole la espalda en la pared del clóset.



-¿Qué te sucede?- la voz de Eriol se agravó, con una sensación de impaciencia.



-Te lo repetiré, pues veo que todavía no has comprendido... ¿¡¡QUI…N RAYOS ES ESA TIPA!!? Es tu novia ¿verdad?, ¿¡¡verdad!!? ¡Deja de estarme engañando y dime la maldita verdad si no quieres que acabe contigo!- Mientras lo decía, con el tono más exasperado, furioso y celoso que podía ser posible; lo observaba fija y acusadoramente, apretando el brazo izquierdo de Eriol, con tal fuerza, que casi le cortaba la circulación.



-Me estás lastimando....- pronunció, casi fríamente, el chico que se hallaba en las penumbras de su propio clóset.



-¿Es tu novia? ¡Lo sabía! Durante éste tiempo estuviste jugando conmigo- los gritos de Lee, resonaban furiosos a cada extremo de la casa y desaparecían tan pronto como habían aparecido, acallados por otro grito más eufórico. Eriol no pudo más, soltándose.



-¿Terminaste? Bien, porque es mi turno- Sin embargo, en lugar de gritar, habló lo más calmado que pudo. -No, Nakuru no es mi novia. Vine con ella, y es la persona que me protege. Es como Wei y tú. Es lo único de familia que está cerca de mí-



-Lo dices con tanta seguridad que podría creerte- Syaoran seguía necio. A lo que Eriol, con una sonrisa curvando su hermoso albino rostro de forma seductora, calló su silencio divertidamente.



-No sé porqué te pones tan celoso-



-¿¿Celoso yo??- Syaoran tenía una forzada, sorpresiva sonrisa en sí, preocupado. -¡Bah!- dijo, más que para sí que para Eriol. -Yo no estoy celoso, simplemente; no me gusta que jueguen conmigo. No estoy celoso-



-No sé a quién intentas engañar. Sabes a la perfección que lo estás- Lee, con el ceño fruncido; negó rotundamente aquella afirmación, el rubor situado en sus mejillas lo hacía ver más celoso todavía. -No importa que lo niegues- Un poco avergonzado, el chico de piel bronceada, habló lentamente y en voz baja; evitando la mirada tranquila de Hiragizawa.



-Entonces, ¿de qué estabas hablando con ella?- Eriol lo tomó de la mano, guiándolo hasta la cama, donde se hallaba un montón de ropa bien acomodada. Obligándolo a sentarse, para que se tranquilizara, mientras que, de pie; él hablaba lo más tranquilo que podía.



-Nakuru, es mi protectora, como ya te dije- soltó un suspiro -Fue a Inglaterra, le pedí de favor que fuera a mi casa; para ver cómo marchaban las cosas con mi padre y mi madre. Desde que me fui de casa, ellos han cambiado mucho. Nakuru vino a decirme, que todo parece ir bajo control, a pesar de que... ellos siguen extrañándome...- Eriol tenía una expresión dura en el rostro, de tristeza, pero nuevamente cambió a felicidad. -Eso es todo, mi padre está algo enfermo, pero; todo está bien. Eso me alegra- fingió su mejor sonrisa, que a pesar de haber podido engañar a casi cualquier persona; ese no era el caso de Syaoran.



-No me mientas, Eriol...- Lee lo haló, para que se sentara a su lado; acción que pronto realizó Hiragizawa, confundido. Por lo menos, hasta que Syaoran lo abrazó. -No te preocupes, un día podrás verlos nuevamente- Ahora fue el turno de Hiragizawa de sonrojarse.



-Gracias...- apenas susurró, se separó de él levemente entregándole un beso cálido. Lo empujó a la cama comenzando a acariciarlo en tanto que entretenía sus labios con el hermoso rostro de Syaoran, continuando el jugueteo que hacía rato Nakuru había interrumpido.

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-¿Qué estarán haciendo esos dos?- pronunció Nakuru, desde el sillón, donde miraba la escalera después de quince minutos de espera. Eriol y Syaoran todavía no bajaban. Hizo una mueca de reproche y ansiedad, ya quería ir al festival de Tsukimine. -Ushh... y se supone que son las mujeres las que se tardan tanto en arreglarse...- Se mordió el labio inferior, aunque ella, en sí; no era una mujer 100%, era una creación del Mago Clow; su protectora. De todas formas, no sabía porqué tardaban tanto en bajar; llevaban una hora veinte minutos ahí arriba sin pista de aparecerse. Se levantó del sillón, dispuesta a ir por ambos al cuarto de Eriol. Justo en ese instante, por la escalera, con paso firme pero veloz bajó primero Hiragizawa, que con una mueca divertida se paró de frente al pie de la escalera. Puso la mano izquierda tras su espalda y espero que bajara Syaoran, lo cuál sucedido, así al instante, con pasos pausados, mirando con firmeza al chico que lo esperaba ofreciéndole su mano derecha en los últimos escalones. La cual tomó sonrojado; le dedicó una sonrisa y se colocó frente a él cuando descendieron por completo.



No es que Syaoran estuviera muy arreglado o elegante; simplemente que esa visión de cuentos de hadas lo hacía ver sumamente atractivo, incluso a la vista de Ruby Moon. Lucía un pantalón de mezclilla oscura, así como un suéter negro de tela más o menos gruesa, el cuello de tortuga estaba debidamente doblado para lucir la perfección de Syaoran. Eriol, por su parte, lucía unos jeans y una camisa índigo, (cuyos primeros cuatro botones estaban desabrochados) que hacía juego involuntario con la vestimenta de su compañero.



-Ya estamos listos, Nakuru-



-¡Vaya!, dos chicos guapos- Ruby Moon guiñó coquetamente en tanto ambos, todavía sujetos de la mano se acercaron a ella. -Y tomados de la mano, qué lindos- Ambos se soltaron un poco nerviosos tras un intercambio de miradas de manera cariñosa. -¡Rayos!, olvidé algo en mi cuarto... no me tardo- Nakuru pasó a su lado, subió ágilmente los escalones. Syaoran tocó el cuello de tortuga del suéter que llevaba puesto y lo subió incómodamente; intentando ocultar algo, caminó varios pasos hasta el espejo de cuerpo completo en la sala ante la observación de Eriol, que fue hacia donde él hablando divertidamente.



-No te preocupes- Se paró a su lado, viendo a dos chicos reflejados en el espejo. Sonrió y bajó casi a la totalidad el cuello de tortuga del suéter de Lee, revelando la razón de su nerviosismo. Dos cardenales totalmente visibles eran los motivos. -No sé porqué te quejas, casi no se ven con ese suéter- Hiragizawa se acercó a su oído atrevidamente, casi tanto como su voz sonó. -Que por cierto... se te ve perfecto- Lee se ruborizó demasiado nervioso.



-Eriol, eres un atrevido- Lo cual, pareció satisfacer a su compañero, recargándose al lado del espejo sin perder de vista a Lee. -No entiendo porqué tenías que hacerlo...- dijo a regañadientes, sosteniendo el cuello de tortuga para seguir viendo las marcas moradas en su tersa piel.



-Lo dices como si tú no hubieras hecho nada- Hiragizawa se abrió la camisa ligeramente para dejar de ver las numerosas marcas (cuya intensidad era menor que su cantidad; que bordeaba la decena), lo que provocó que Lee intensificara el rubor sobre sus mejillas. El chico proveniente de Inglaterra curvó una sonrisa divertida, levantó un brazo con rapidez y tomó el brazo izquierdo de Syaoran; sin siquiera hablar o halarlo más de cinco centímetros él se halló muy pronto abrazándolo. Miró con detenimiento aquella piel blanca, cubierta solamente por la camisa índigo, los primeros cuatro botones desabrochados; soltó la mano de Eriol, colocando la suya en la nuca de Eriol, acercándose aún más a él, besó su cuello dulce repetidas veces, degustando su frescura. Los ojos de Hiragizawa se hallaban cerrados, con las manos entrelazadas sobre la cabeza; disfrutando de las caricias que no se hicieron esperar bajo su camisa. Lee lo haló ligeramente fuera de la pared, a lo que reaccionó abrazando la espalda de su compañero para sentir más aún los besos cálidos sobre su cuello albino. Abrió los ojos en tanto sentía unos dientes en su piel de forma suave, a la altura de su hombro. Tan fuera de sí estuvo en esos momentos que no se había dado cuenta que traía la camisa a medio poner; exponiendo la mitad de su piel hermosamente fina. -Syaoran... no sabes cuánto me gusta esto... pero Nakuru no tarda en....Mmmm....ejem, en bajar-



-Espera...- Lee levantó la vista dando un beso apasionado nuevamente a aquellos labios, presionando y abriéndose paso dentro de su boca, degustando aquél sabor dulce. En tanto, se entretenía en colocar nuevamente aquella camisa índigo, abotonándola, aunque varias veces mal; teniendo que rectificar su trabajo. Tras unos instantes de falta de aire se despidió de aquellos labios. Se acomodaron el cabello, la ropa y tras asegurarle dos veces más Eriol a Syaoran que ciertos moretones eran poco visibles por el suéter de cuello de tortuga, estuvieron listos nuevamente. Se sentaron en el sillón frente a la chimenea apagada, ambos con una sonrisa de satisfacción por lo bien que habían sido recibidos sus romances en ese sofá. No tuvieron que esperar mucho, pues minutos después, en los que compartieron una plática sobre sus planes de esa noche, Ruby Moon bajó, con aquél kimono seriamente arreglado con flores multicolores que lucía su perfecta figura. Traía un regalo pequeño en su mano derecha, cuyo contenido era conocido sólo por ella.

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Yukito salió de la casa, con una sonrisa infantil en su rostro, jugueteando con las piedrecillas que se encontraba en su camino, recordando lo bien que se la había pasado con Touya la noche pasada. Y pensar que Sakura al parecer había rechazado su relación. Hasta que bajó nuevamente, pidiendo disculpas.



-Toya...- se detuvo por instantes, tocándose los labios con un rubor inmenso en el rostro blanco. Siguió su camino hacia la casa Kinomoto con una sonrisa un tanto pícara, que se tornaba demasiado inocente a veces y sensual en otras.



Touya por fin era suyo.

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Tomoyo bajó de la limusina, una mueca de dolor se hallaba en su rostro.



-¿Se encuentra bien, señorita Tomoyo?- pronunció con seriedad y preocupación, la guardaespaldas de cabello largo y castaño sostenido por una coleta.



-Sí...vayan a casa, me quedaré con Sakura-



-Como usted quiera, señorita- Tomoyo pasó la reja, en tanto sus guardaespaldas y la limusina se alejaban detrás de ella, detuvo sus pasos, antes de tocar la puerta. ¿Cuántas veces había estado ahí? ¿Una docena el último mes? Y al fin y al cabo, sus sentimientos seguían intactos, quizá más fuertes que antes. Cada noche, soñaba estar con ella nuevamente, aunque fuese sólo como su mejor amiga, confidente y diseñadora.... sólo así, su vida tenía un poco de sentido.



Incluso estar con su madre resultaba tedioso y aburrido.



No es que no quisiera a Sonomi, es sólo que... era diferente el cariño que sentía por su madre al amor verdadero que había tenido por Sakura hacía cuatro largos años y que todavía vivía. Escondido, reservado, dispuesto a morir por el bien de su amiga; podría decirse que muerto; pues con sus confidencias le había hecho recordar que eran amigas... y que una relación amorosa resultaba imposible. Incorrecta. Además, pocas veces su madre se encontraba en la enorme mansión; cuando lo estaba, Sakura estaba en problemas, o la acompañaba. Todavía no decidía qué quería hacer: Tener más tiempo con Sonomi o torturarse con la hermosa visión de su amiga, que jamás sabría la verdad sobre sus sentimientos.



Por su bien.



Por fin tocó la puerta, Touya abrió, saludándola aliviado.



-Hola Tomoyo- Hacía una semana salía con Yukito, y aún así, parecía tan impasible, tan frío.



-Hola Touya- la chica de cabello largo entró a la casa, iba a preguntar por el estado de su amiga cuando una voz masculina la interrumpió...



-No quiere salir de su cuarto- Tomoyo bajó la cabeza, totalmente entristecida. Tendría que enfrentar a su querida amiga nuevamente.

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Sakura no dejaba de llorar, cada lágrima significaba cada instante que había desperdiciado con Syaoran, cada ocasión obvia en la que se había negado a ver sus sentimientos. Cada ocasión que ella misma ignoraba los propios. Sabía que todavía tenía una solución entre sus manos, pero, parecía tan difícil de tomarla. Una melodiosa voz llegó hasta sus oídos, haciéndole levantar la cabeza de la almohada y correr a abrir la puerta, intentó secar sus lágrimas, pero su dolor pudo más.



-Sakura, soy yo- abrió la puerta, intentando parecer lo más feliz posible pero al ver a su amiga, con un rostro de preocupación... no pudo más y se lanzó a sus brazos, llorando amargamente. -Ya, ya... vamos a hablar- Kero entró por la ventana, mirando como ambas se sentaban en la cama tras cerrar la puerta. En su pequeña boca sostenía un ramillete de flores de cerezo, Sakura seguía llorando en brazos de su amiga, en tanto ella la miraba con un gran cariño. El guardián depositó las flores en el vestido de su dueña, quien volteó a verlo, todavía con ese rastro de lágrimas en su rostro.



-Kero....-



-Yo...lo siento...- el pequeño muñeco color amarillo la abrazó, a lo que Sakura no pudo más que seguir llorando, pero ésta vez por diferente motivo.



Tenía dos grandes amigos que no la dejarían sola pasara lo que pasara.

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Sakura reflexionó nuevamente lo sucedido. Syaoran, su gran amigo proveniente de Hong Kong, que al principio había sido su adversario más poderoso, le había confesado la tarde anterior, después de clases; que estaba profundamente enamorado de ella. Y lo había rechazado, a pesar de saber que sus sentimientos eran más fuertes que una sola amistad. ¿Por qué? Esa era su pregunta fatídica, de la cual no tenía la menor idea; más que la excusa inútil de no querer perder a su amigo. Si no funcionaba, lo perdería para siempre. Pero jamás tuvo el valor de pensar qué pasaría si funcionara.



Si se hubiera arriesgado... todo sería diferente en ese momento. En el que, volteando a su izquierda pudo observar a Syaoran; más atractivo que nunca, que jugaba al tiro al blanco, junto a Eriol y esa chica de cabello largo que acostumbraba colgarse de su hermano.



-Tomoyo...ahí está- se encontraban en el templo Tsukimine, con Sakura de mejor humor Touya se había encargado de convencerla de ir todos al templo Tsukimine al festival anual. Ambas chicas lucían hermosos kimonos, rojo con flores anaranjadas, el de la chica de cabello corto; blanco con flores escarlata el de su compañera. Touya y Yukito lucían de misma forma, kimonos, verde y gris respectivamente. Daidouji volteó hacia el lugar indicado por Sakura, ciertamente, ambos estaban demasiado atractivos.



-Ve con él, Sakura-



-¿Tú crees?- sin perderlos de vista, hasta recibir su respuesta, Kinomoto habló, dudosa.



-Por supuesto que sí- fingió su mejor sonrisa, como ya estaba acostumbrada a hacerlo, intentando que en su rostro ni una lágrima delatara el dolor que por amar a Sakura la estaba matando. Recibió como respuesta una mueca igual. Pero al voltear nuevamente, ya no estaban. Había demasiada gente como para localizarlos de un momento a otro. Tomoyo no sabía si Sakura suspiró de tristeza, por perder la oportunidad, o por alivio, por no tener que enfrentarlo... todavía.

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Un grito llamó su atención, a la lejanía. Ambos se acercaron, sin darse cuenta, que desde el juego de tiro al blanco Nakuru había desaparecido de su vista. Syaoran estaba demasiado feliz como para percatarse de ello. Y Eriol... qué decir, estaba igual.



-¡¡PASA MUCHACHO, DEMUESTRA TU FUERZA A TU AMIGO!!- Ese grito, iba para ellos, al haberse acercado demasiado. Un clásico juego era atendido por un agradable señor regordete, que lucía un uniforme a rayas rojas y blancas; pegar justo en el centro y con suficiente fuerza a un medidor, que subiría según tu habilidad. Eriol no pudo controlar el sonrojarse, o molestarse por el comentario. Es cierto... y se acababa de dar cuenta. …l y Syaoran seguían siendo, sólo amigos. Aceptó pues el reto, con la sangre hirviendo por olvidar ese detalle, a pesar de tantos besos y momentos, aún no se atrevía a hacerle esa propuesta a su compañero proveniente de Hong Kong.



Eriol tomó el martillo de madera, golpeando con tanta furia el centro del medidor que la campanilla sonó tan sólo un instante después, con un tono chirriante y doloroso; al percatarse de que el juego no podría funcionar nuevamente por haber roto la campanilla, Hiragizawa se sonrojó. El señor lo miró sorprendido, sin saber, que él era el antiguo Mago Clow.



-Eriol...- dejó el martillo, avergonzado por haber sufrido tanta furia y haberlo demostrado tan abiertamente.



-¡No te preocupes! Por ser tan buen chico y tener una fortaleza sorprendente, puedes escoger cualquiera de estos peluches- no se había dado cuenta de los premios, realmente no le había interesado, pero al no verse bajo un regaño, sonrió. Vio un oso blanco, de tamaño mediano, con un moño rojo y le dio una idea.



-Muchas gracias...pues...quiero ese oso- dijo, señalando el objeto mencionado.



-¡Por supuesto! Que tengan buena suerte- el señor se lo entregó, con una sonrisa, tomando el martillo del suelo y pensando cómo podría seguir su evento, pero antes de que se diera cuenta, la campanilla estaba como antes. Viró hacia el juego, observando que no había pasado nada, lo que tomó [La campanilla rota], como una ilusión.



Syaoran y Eriol se fueron, el último, con un oso cargando. Miró a su derecha, observando a Tomoyo y a Sakura platicando animadamente. Frunció el ceño, nadie le quitaría a Syaoran. Tomó a Lee de la mano, suavizando su gesto y besando su mejilla.

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Syaoran estaba esperando a Eriol, a un lado de un juego mecánico. El hermoso chico albino había pretextado ir por comida, por supuesto Lee había aceptado lo dejara solo, con la condición de que le trajera provisiones. Sin embargo, no tenía ni idea de lo que iba a hacer Eriol.



Porque si lo hubiera sabido, lo hubiera matado.

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FIN DEL CAPÍTULO 8

CONTINUARÁ...

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