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Amarte duele por Nabichan Saotome

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Amarte duele

¿Quieres saber cómo te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.

Por: Nabichan Saotome

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Capítulo 9. Conversaciones peligrosas

Tomoyo estaba intranquila, buscando con la mirada la razón de su angustia; alguien la estaba mirando fijamente; buscando su atención. Pero nadie la estaba observando, ni siquiera Sakura, que intentaba resolver un acertijo para ganarse un peluche. Olvidó el asunto, hasta que ese hormigueo en su espalda estuvo de regreso. Del nerviosismo, tiró el pañuelo que seguía enredando en sus dedos. Se agachó para levantarlo, pero alguien más rápido le ayudó a hacerlo.



Eriol Hiragizawa.



-Hola Tomoyo- Algo en su voz había cambiado, comparándolo como cuando hablaba con Syaoran, ahora; se oía “normal” ya no natural, sino inocente en lugar de arrebatador; caballeroso, en lugar de elegante; ingenuo, en lugar de sensual. -Me alegra mucho verlas aquí...-



-Gracias, igualmente- Le dedicó una sonrisa sincera, recibiendo el pañuelo; volteó a mirar a Sakura. -¿Viniste solo?-



-No. Pero no quiero hablar de eso...porque me dejó solo- Eriol sonrió para sus adentros y entristeció a la vista de los demás, Tomoyo había sacado el tema inmediatamente. No necesitaba dar vueltas al asunto. Fingió encontrarse abandonado, triste, deprimido; dudoso de contar a alguien sus desgracias.



-¿Qué pasó? ¿Quieres que hablemos?-



-Pero...-



-Anda, platiquemos, verás que te sentirás mejor-



-Está bien- le sonrió “sinceramente” y tras que Tomoyo se excusara con Sakura para abandonarla momentáneamente, y mirar que la chica Kinomoto no le ponía atención por lo concentrada que se hallaba en esos momentos; ambos se fueron alejando; hasta llegar a los abundantes árboles del Templo Tsukimine cuyo misterio se mecía cual hojas en las ramas. Ahí seguro nadie oiría lo que sucedía.



Nadie se enteraría de que el plan de Eriol salió victorioso.

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Cada palabra que fluyera por sus labios quedaría atrapada en los oídos de la chica. Todo estaba perfectamente planeado.



-Entonces, ¿Me dirás porqué estás así?-



-Verás...quiero que me prometas que no dirás nada de lo que platiquemos. O si lo dices, por favor guardes lo más importante de mis secretos- Tomó su mano; ambos sentados en una banca.



-Claro- La chica sonrió con los ojos cerrados.



-Es que...tengo una pareja. Hace tiempo que estoy con ésta persona...y es que somos, diferentes, muy diferentes...y a la vez tan iguales...-soltó una risita melancólica y siguió su relato -Tal vez no lo comprendas...hace dos meses que somos novios...y hemos tenido muchos problemas. Porque lo nuestro está prohibido; no podemos exponernos en público; ni siquiera besarnos. No podemos tomarnos de la mano...pero quiero gritar que nos amamos...y no puedo...no sabes lo deprimente que es esto...- dejó que dos lágrimas recorrieran su rostro dulcemente; sabía que la mayor parte de su relato era realidad; que le estaba punzando por dentro.



-No entiendo... ¿Por qué no puedes?-



-Es que... esa persona es un chico- Tomoyo no pudo más que abrir los ojos sorprendida durante unos instantes; pero luego, volvió a la normalidad; ya que no tenía nada en contra de esos romances. Ella misma era presa de la homosexualidad así que le regresó aquella sonrisa inicial y consoladora. -Incluso, hace una semana terminamos... ambos estábamos hartos de escondernos y fingir tan sólo una amistad. Pero, no funcionó... ayer regresamos y lo más horrible de todo esto....- en el rostro de Eriol se dibujaba una tristeza infinita y una sinceridad igual. -Es que hoy... me reveló que intentó enamorar a otra persona durante nuestro rompimiento... ¡No sabes lo terrible que me hizo sentir! Salí corriendo de su lado....y me encontré contigo-



-¿Por qué lo hizo? ¿No te ama?- Daidouji demostraba toda su preocupación por el problema, su mano todavía sosteniendo los problemas de Eriol.



-Según él...me ama más que nada en éste mundo. Dijo que había intentado olvidarme. Y que no había podido. ¡Pero no le creo! ¡No le creo!- Eriol se echó a llorar en el hombro de su amiga; una sonrisa de su parte no pudo ser vista; si todo seguía como hasta ese momento; ya no habría obstáculos entre él y Syaoran. Tomoyo acariciaba su cabello color índigo, intentando calmarlo.



-¿Y si fuera verdad?- Eriol levantó la cabeza, mirándola fijamente, esperanzado.



-¿Tú crees?-



-Pues puede ser verdad...míralo a los ojos, sin hablarle ni preguntarle nada, sin que se entere la razón de tu actitud...recuerda que los ojos son el reflejo del alma y no pueden mentir-



-¿En serio?- “el alma” de Eriol reflejaba sinceridad, pero más que nada un dolor infinito; algo que no podía evitar. Sonrió y se limpió las lágrimas delicadamente con el dorso de la mano. -Entonces iré a verlo...-



-Estás realmente enamorado ¿verdad?- Eriol saltó dentro de sí, pero seguía igual de apacible por fuera... no estaba preparado para responder esa pregunta. Lo mejor era seguir el juego.



-Sí...como no amar esos ojos chocolate...- le causó una ligera risita que demostró melancólica -Y todos los momentos en las que hemos estado juntos...es tan lindo...-



-¿Lo conozco?-



-Eh...sí- Eriol se sonrojó, lo que lo hizo ver mil veces más hermoso de lo que ya era.



-Y.... ¿Me vas a decir quién es?-



-Es que es uno de tus amigos- Tomoyo reflexiono sobre sus compañeros de salón; Yamazaki quería a Chiharu así que no podía ser él... así fue recorriendo todos los lugares, descartando a los chicos por tener novia...o novio, ella sabía. Hasta que llegó al final del salón, encontrándose con... pero no podía ser...aunque era el más probable.



-Dime quién es-



-Ahora te lo digo, será mejor que no hagamos esperar a Sakura-



-¡Cierto! Se me había olvidado...- ambos se pusieron de pie y caminaron de regreso en total silencio. Llegaron hasta la chica, que aún no se daba por vencida. Hiragizawa se acercó a Tomoyo, que esperaba a su amiga, murmurándole al oído un nombre que sabía de sobra la haría no dormir.



-Syaoran- Daidouji sintió como el corazón se le detenía por saber lo que significaba. No pudo decir nada, simplemente miraba a su amiga tristemente...así que Lee sólo había jugado con ella... Kinomoto reflexionó por última vez el acertijo “Si dices mi nombre ya no existo”



-¡Claro! El silencio- el dependiente del negocio le entregó una rana de peluche tras felicitarla. -¡Tomoyo, lo logré!-



-Qué bien, Sakura- Forzó una sonrisa, como ya bien estaba acostumbrada a hacerlo. Volteó a su derecha para verificar en los ojos del chico albino que efectivamente eso estaba sucediendo, pero Eriol ya se había ido.

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Su puño golpeó furiosamente una blanca columna, dejando una huella y un hundimiento en su cilíndrica superficie así como un eco grave que abandonó el parque segundos después; un hormigueo desde su palma hasta el centro de su pecho lo atacó; pero no dijo nada, se quedó en el kiosco por momentos más, odiando lo que acababa de realizar; recargó la frente en una de las cinco columnas. No le gustaba mentir.



Intentó convencerse con la justificación que minutos antes había realizado.



Sakura merecía pagar por lo que le había hecho a Lee, por las lágrimas que por su culpa habían dejado una marca más allá de lo físico en el cuerpo de Syaoran; por lo que no había dormido. Y sabía que Tomoyo era una perfecta víctima para ello. Iría a decirle a Sakura la “verdad” y habría pagado lo que Lee no se atrevería a cobrar: Su dolor.



Necesitaba a Syaoran, necesitaba llorar en su hombro y declararle la verdad.

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Syaoran pudo sentir como lo llamaban, no supo cómo ni quien; pero tenía que ir corriendo. Luego le explicaría a Eriol. Dejó su sorpresa a un lado, tras esperar tres minutos a su amigo.



Lo que él no sabía era que Eriol había conjurado un hechizo, durante su espera, el tiempo transcurrió diez veces más lento para él y los demás; a contrariedad de Tomoyo y su amigo.

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Eriol dejó de irradiar aquella energía, cuando pudo divisar a Lee buscando entre la inmensidad de los árboles a la persona que lo llamaba; todavía no podría verlo, pero después de buscar un poco, seguro lo vería, en el kiosco, llorando.



Estaba siendo completamente sincero. Oyó un grito que acarició sus oídos, aliviado viró hacia Syaoran, que a cinco metros de distancia lo observaba angustiado.



-¡¡Eriol!!- Se hallaba entre la oscuridad y la luz que ofrecía la luna, mirándolo tristemente; varias lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Syaoran corrió hasta él sólo para sostenerlo antes de que cayera inconsciente.

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Como odiaba que le sucediera eso. Siempre, desde que tenía memoria; perdía el conocimiento cada vez que su depresión era más fuerte que la fuerza de voluntad que contenía para no dejarse vencer. Pero esa vez ya no lo odió tanto; porque despertó en brazos de Syaoran, que sentado en los escalones esperaba que aquello sucediera.



-¡Eriol!-



-¿Qué tengo que hacer...?-



-¿Uh?- Eriol intentó levantarse, su cuerpo en el regazo de su compañero. Pero falló y desistió de su intento. Siguió con el comentario; a pesar de que su palidez era aún mayor, resaltando casi fuera de lo real sus hermosos ojos azules.



-¿Qué tengo que hacer para merecer tan hermoso destino como es despertar en tus brazos?- explicó, tranquila y galantemente.



-Eriol...- suspiró sonrojado -Sabes que me encanta que digas esas cosas...pero no lo hagas ahora. Estás mal- Acarició su cabello azulado con algo de dificultad, llevaba un cuarto de hora en esa posición y ya empezaba a recorrerlo ese hormigueo. La respuesta a su réplica no era algo que esperaba. Eriol se levantó besándolo profundamente, acariciando sus labios y su lengua; así como su boca entera con el beso, al que felizmente correspondió. Tras unos segundos se separaron tranquilamente. -Ahora...dime, ¿Qué es lo que te ocurre?-



-Nada...- completó, al ver la mirada inquisitoria del trigueño. -Nada que no se pueda explicar con la ayuda de una malteada- Se besaron nuevamente, antes de levantarse. Un oso blanco de peluche fue levantado del suelo, antes de irse.

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Un chico albino con el brazo sobre el hombro de su compañero trigueño, que abraza su cintura con la mano izquierda; caminando hacia una fuente de sodas. Ante sus ojos, helados, raspados, malteadas, refrescos, bebidas de todos los sabores posibles. Pensando que tal vez sólo para ellos existía en esa noche un calor insoportable; que no era cierto, ya que el establecimiento estaba casi lleno. Esa era el festival más grande que había hecho el templo Tsukimine.



Tanto, que habían colocado una sección completa sólo para la comida, de la fría a la caliente, pasando por todas las texturas, sabores y olores posibles. Una decena de establecimientos rodantes, bordeando cerca de tres decenas de mesas. Algunas de cuatro sillas, otras, como la que ocuparon ambos, de sólo dos; para la privacidad.



Eriol fue, tras muchos regañadientes, peticiones y reclamos de parte del otro, el que se levantó cordialmente y fue por las malteadas.

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Sí alguien le hubiera dicho que era verdad, no lo hubiera creído; pero lo que veía era aún más extraño, porque era verdad.



Touya y Yukito discutían a garganta plena. Una mancha de lápiz labial en los labios del primero era una de las causas, otra; el regalo en su mano, a nombre de “Nakuru” que momentos antes de recibir un beso; había abierto fríamente. Una reluciente caja musical en forma de piano con una melodía que no pudo reconocer. Era por supuesto romántica, demasiado romántica para un regalo que proviene de una amiga; que instantes después se lanza a tus brazos y te besa enfrente de tu novio, al cual le prometiste jamás fallarle y que en ese momento, no pudiste ni alejarla de ti; al ver la mirada de odio y tristeza en los ojos avellana de tu amor. Pero había pasado, Nakuru había corrido, desesperanzada; cuando Touya por fin le reveló que no la amaba, ni siquiera le gustaba, no le caía bien y lo más importante, que él y Yukito por fin eran una pareja estable.



Bueno, tan estable como podía ser una pareja tan voluble.



Nakuru, en su verdadero estado de Ruby Moon se había alejado por esa noche de la mansión de Eriol, quien seguramente le preguntaría qué era lo que le pasaba, antes de ello; había llamado a Spinel Sun, para que la acompañara. Siempre había sido un paño de lágrimas cuando más lo necesitaba.



Pero eso no rectificaba la única pelea que Touya y Yukito habían tenido desde que se conocían. Ambas chicas; Tomoyo y Sakura intentaban no escuchar, aunque era casi imposible.



-¡Creí que eras diferente, Touya!-



-¿No me estás escuchando? ¡Yo NO la besé! ¡Fue ella!-



-Como si fuera a creerte- Ambos, ocultos entre los árboles detrás de los establecimientos; gritando lo suficientemente fuerte como para que se oyera hasta el centro de la sección comedor.



-Yuki, yo no hice nada-



-¡Exacto! Por fin lo descubriste- Incluso Yukito, se oía totalmente molesto. Tras unos segundos, en que la mitad de los que podían oírlos no despegaron la vista de ese lugar; empezó nuevamente la discusión, aunque ésta vez más tranquila. No, cansada. -Ya... mejor olvidemos lo que ha pasado- Touya quiso sonreír, pero al percatarse de la mirada que le dirigía el otro lo comprendió y borró todo el rastro de felicidad. -Me refiero a todo. Olvida que anduvimos. Olvida que existo, porque no quiero volver a verte, Kinomoto- la pronunciación lenta y dolorosa de su apellido había cerrado con broche de oro la discusión y el rompimiento.



Yukito se fue a casa, por primera vez sin su amigo. Lo ladeó y ante la sorpresa de ambas chicas les sonrió y se despidió cortésmente disculpándose de ir a ver a sus abuelos. Claro, que ambas sabían que no era verdad; pero como todos los estaban mirando supieron la razón de su mentira, por lo cual asintieron.



Instantes después, Touya se acercó a la mesa que compartían Sakura y Tomoyo, apresurándose y dejando el regalo de Nakuru en la mesa, explicó:



-Tomoyo, ¿Puedo pedirte un favor?-



-Claro, Touya-



-¿Puedes quedarte con Sakura ésta noche? Llama a tu casa y que vengan por ustedes ¿Está bien?-



-Me encantaría-



-Muchas gracias, Tomoyo. Sakura...-la chica volteó a verlo, entristecida por una melancolía que pocas veces expresaba su hermano, una de ellas por ese momento. -Voy a arreglar un asunto con Yukito, regreso por la mañana- Daidouji asintió una vez, y le hizo una señal a Touya, que entendió el punto y se limpió los labios de ese lápiz labial color rosa. -Y no molestes a Tomoyo, monstruo- Iba a decir algo pero se detuvo, mirando como su hermano se alejaba. Comprendía que aún tenía que cuidar ese título de hermano sobre protector y más, en ese estado de tristeza que sólo se percibía en aquellos hermosos ojos color chocolate. Miró el regalo, aún mal acomodado en la caja envuelta, tomó la caja musical y le dio un par de vueltas; escuchando una canción demasiado romántica.



El recuerdo de Syaoran regresó a su mente y una triste lágrima solitaria rodó por su mejilla.

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-¿Me lo dirás algún día?- Eriol sorbía de su malteada felizmente, a sabiendas que Sakura se hallaba del otro lado de la sección comedor. La fresa le empalagaba ligeramente, pero el frío calando su lengua tranquilizaba la dulzura y volviéndola adictiva no dejaba de tomar esa malteada.



-Si tienes suerte, querido Syaoran- sentenció, miró la mesa, cubierta con un mantel blanco que llegaba justo al nivel del suelo.



-Eriol, ¿Me estás poniendo atención?-



-Claro que sí, pero para poder escuchar lo que tengo que proponerte, necesitas suerte, amigo. Mucha suerte-



-Creo que ya sé por dónde va la cosa....-



-¡Syaoran! No seas degenerado- rió Eriol, aún sabiendo que Lee no había pensado en ninguna posibilidad y que lo que había dicho había sido sólo para sentirse más seguro con el sarcasmo; cosa, que no logró. El joven de cabello castaño se sonrojó completamente; igual por la expresión a su frase mal empleada, como por la risa melodiosa que alcanzaba sus oídos coquetamente. De frente al albino comenzó a juguetear con sus pies nerviosamente. -Está bien, te lo diré- intentó parar de reír, pero sólo lograba seguir, con las manos entrelazadas elegantemente sobre la mesa. Tras unos segundos, paró. Tomó la mano de Syaoran y lo miró dulcemente; cosa que detestó Lee, por sentirlo tan correcto y seductor. -Pero no hoy, no es el momento. Anda, voy a dejarte a tu casa- El trigueño lo miró suplicante y besó su mano, de lo cual, nadie aparte de ellos se percató.

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Tomoyo vio su oportunidad. Iban rumbo a la casa Kinomoto, ella intentando consolar a Sakura; en tanto las guardaespaldas no podían escuchar su conversación. Vidrios polarizados evitaban que alguien las mirase u oyese.



-Sakura, tengo que hablar de algo muy importante contigo- la chica volteó a mirarla, sorprendida por su seriedad.



-Claro, dime- observó la caja musical entre las manos de su amada Kinomoto, así como también, la rana de peluche; todavía dudando de si decirle la verdad o guardarla para sí; lastimar dos personas con la verdad, o a sí misma, para proteger a la chica.



Pero ya no podía contenerse, tenía que decirlo.



-Cuando lleguemos a la casa, necesito tomes un té para los nervios, antes de empezar a contarte lo que averigüe ésta noche- Sakura aún la miraba confundida, ¿Qué era tan importante? Sería mejor rogar porque la limosina llegara pronto a la casa.

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El olor a hierbas no la abandonó ni un segundo en que empezó la labor de hacer el té. De vez en cuando miraba a Sakura, melancólica; tendría que hacerlo pronto y brevemente. Lamentó cuando estuvo listo. Sirvió dos tazas, de manera delicada. Las endulzó y preparó correctamente, viró hacia Sakura, que sentada en la mesa, esperaba impaciente.



-Tomoyo, me estás asustando-



-No tienes ni idea de lo mucho que también me afecta a mí, amiga- y después de todo era cierto. -Todo empezó cuando...- lo dudó un poco. Tenía dos opciones, contarle lo que Eriol le había platicado o callar. La primera, tenía como beneficios o causas que: Sakura se enteraría de la verdad sobre Syaoran y no tendría que vivir engañada, y hablando egoístamente, tendría la oportunidad de consolar a su amiga; razón por la cual, era una decisión difícil. Esa opción, desmoronaría a su amiga hasta el grado suicida, pero por otra parte... si se callaba; pronto ella lo sabría por sus propios medios y le reclamaría no haberle dicho nada; la perdería. Las dos opciones, harían sufrir a su amiga y a ella misma, por verla llorar nuevamente. Recordó una frase que había escuchado por Rika: “Prefiero una verdad dolorosa, a una mentira piadosa” y siguiendo el consejo, continuó; con voz temblorosa. -Hoy, cuando nos detuvimos a resolver el acertijo...- tendría que mentir un poco; pero jamás ocultarle la verdad. -Me he enterado que... que Syaoran está...comprometido-



-Tomo...yo... no bromees...- intentó sonreír, pero al ver la seriedad de la chica, supo que no era una mentira, por más que lo quisiera.



-Tiene una pareja desde hace tres meses...y lo que pasó ayer...fue sólo un juego- continuó, mirando el temblor de Sakura, que seguía llorando desconsoladamente. -No es que él no te aprecie... es sólo que, está enamorado de alguien... prohibido. Intentó olvidar a ésta persona, seguramente sabiendo que tú estás enamorada de él pero...cuando lo rechazaste...decidió que no podía seguir engañándose por lo que...-



-Volvió.....con ella- “Ella” esa palabra retumbó como un gong en la cabeza de su amiga, pensó por un momento y retiró la posibilidad inmediatamente, de confesarle que la persona que volvía loco a Syaoran era un chico.



Y que ese chico era, para su desgracia: Eriol Hiragizawa.



Sakura se desmayó instantes después, soñando a Syaoran, con otra chica. Unos brazos rodearon su cuerpo con rapidez, antes de que cayera al suelo...se embriagó con su perfume...era ahora...o nunca.

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FIN DEL CAPÍTULO 9

CONTINUARÁ...

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