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Falsos juramentos por Nabichan Saotome

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Falsos Juramentos


Ha jurado amistad un traidor entre nosotros, todos inocentes, todos sospechosos. Mientras aparece el culpable ¿Podrías besarme?

Rating: R
Género: SLASH, aventura, drama.
Parejas: Harry/Draco Harry/Ron

Disclamer: J. K. Rowling es propietaria exclusiva de "Harry Potter" a quien, no se perjudica con ésta historia por estar hecha sin fines de lucro alguno.

Escrito por: Nabichan Saotome

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Capítulo 2. Un nuevo comienzo

Draco no podía consigo mismo, se hallaba acostado en el sillón; con una camisa azul celeste, los primeros dos botones abiertos. La capa negra sobre la ropa. Los demás Slytherin empezaban a salir de los cuartos.

Una coloración más o menos lívida, se encontraba alrededor de la base de ambos párpados inferiores; ¿Qué había hecho en toda la noche? Ni él mismo lo sabía. En su mirada se percibía un cansancio, casi tan grande como la preocupación que no podía abandonarlo.

Se puso de pie, en el momento en que sus “amigos” se pararon frente a él, esperándolo ansiosos por ir a desayunar.

Las manecillas del reloj situado en la pared, cuya antigüedad rebasaba varios cientos de años; de una madera gruesa y fina; rayaban las nueve de las mañana en el momento en que de la sala común, llegaron a la entrada y con la dirección de Draco Malfoy el cuadro se movió al ser pronunciada la palabra “basilisco”. Bajaron las escaleras, pasaron varios corredores; y llegaron al Gran comedor, donde faltaba más de la mitad de los alumnos, los cuales seguramente seguían disfrutando de un plácido sueño.

Todo había quedado de la siguiente forma: Hogwarts había abierto sus puertas a todos los alumnos que quisieran estar bajo su protección. No asistirían a clases, pero las normas seguirían casi como siempre. Sería como las vacaciones de verano, pero con el doble de duración.

Harry miraba su libro de “Quidditch a través de los tiempos” con interés, a pesar de haberlo leído ya muchas veces, cada que lo hacía encontraba algo que lo dejaba boquiabierto o le llamaba la atención lo suficiente como para olvidar todo lo demás, se encontraba casi solo en la mesa Gryffindor del Gran comedor; cerca de la puerta, a punto de ocupar el último lugar del fondo. Hermione se encontraba encerrada en la biblioteca, intentando no perder ni un momento de sus vacaciones, Ron aún dormía, como en la madriguera no lo dejaban desvelarse, en el colegio aprovechaba esas temporadas libres para... para realmente nada. El desayuno ya estaba servido.

Draco entró al Gran comedor, con sus dos guardaespaldas, que corrieron a la mesa de Slytherin tan pronto vieron la comida en los grandes platones. Volteó a su izquierda, exactamente hacia la mesa de Gryffindor, y con una sonrisa irónica e hipócrita se acerco a Harry.

-Potter....- viró a mirarlo, estaba a su lado, de pie y con los brazos cruzados sobre su pecho. Esa mueca tan desagradable estaba más fuerte que nunca en su albino rostro

-Malfoy- respondió con un dejo de diversión, notando que no había dormido bien. El silencio incómodo no los abandonó por varios instantes de tensión que parecieron horas -Y bien, ¿Te comieron la lengua las serpientes?- pronunció, irónicamente.

-Si te pagaran por tus gracias, podrías mantener a tu amigo Weasley y a su familia- un amargo sabor llegó a la boca de Harry. Pero eso no le preocupó, pues su mente era más rápida que su sentimentalismo.

-Mejor ser pobre, que vivir con tu pobreza mental, Malfoy-

-Retira eso- Malfoy se sentó a su lado, a la derecha, sabiendo que eso molestaría al chico. Cosa que fue así, pues una mueca extraña apareció casi de inmediato: Asco, terror. Aún así, no se perdían de vista mutuamente.

-No lo haré-

-Retira eso, o lo pagarás caro-

-Creo que tu familia ya se pudre en suficiente dinero, ¿Quieres más?- Era increíble cuántos pensamientos podía tener a la vez Draco, había tantas respuestas. Lo que sí, fue un golpe duro para el Gryffindor, fueron las palabras arrastradas que surgieron de aquellos delgados labios de su interlocutor.

-Por lo menos tengo una familia...- Harry atrasó la mandíbula por el tremendo rencor que le provocó esa frase. Sus hermosos ojos verdes resplandecían de sorpresa. Pero tras un par de segundos, regresó a la normalidad, con el corazón acelerado todavía y los sentimientos quebrados; pero externamente, parecía igual que antes. Draco no esperaba una respuesta como la que obtuvo.

-Te felicito en verdad. Que tengas buen día- Harry se puso de pie sonriéndole al parecer con sinceridad, luciendo que no traía su túnica de Hogwarts. Como era de esperarse, pues él sólo la traía puesta durante clases; mientras no fuera periodo de enseñanza, jamás se la ponía. Como años antes había dicho a Hagrid, él era “Sólo Harry” y para los demás, eso era suficiente. Traía puesta, una sudadera roja con el número ‘09’ impreso y unos pantalones de mezclilla, vistiendo como un muggle cualquiera. Con el libro en la mano, estaba a punto de irse cuando apareció Dumbledore enfrente de él, virando a ver a Draco, tramando algo. Volteó nuevamente al Gryffindor, hablándole de manera gentil al percatarse de que su plato estaba vacío.

-Harry, ¿No nos acompañarás a desayunar el día de hoy?-

-Lo que pasa Profesor es que....- Albus interrumpió, moviendo la palma en forma de negación.

-Sin excusas Harry, tengo varias sorpresas para todos ustedes. Draco, veo que están volviéndose buenos amigos. No, no, no, no te preocupes Draco, quédate ahí sentado. Cuánto me alegra que por fin se estén llevando bien- ambos chicos voltearon a verse, con los músculos de la cara contraídos. ¿Amigos ellos? ¿Un Gryffindor y un Slytherin? Harry se sentó de la pura impresión en tanto que el profesor se reunía con los demás en la mesa principal.

Cual fue la sorpresa de ambos al percatarse de que la gran mayoría de los alumnos los miraban. Principalmente, porque, habían sido llamados urgentemente para el desayuno, y pronto, una gran multitud se agolpaba en la puerta, lo primero que veían, era a Draco y a Harry sentados en la misma mesa, juntos. Hermione no le tomó mucha importancia al sentarse al lado de Harry, pero Ron, enrojeció tanto como su cabello, de la sorpresa, pasando por el verde de Slytherin y volviéndose igual de pálido que siempre, para palidecer aún más.

-Amigos nosotros...- Harry y Draco miraban los platos frente a ellos con falso interés.

-Eso es asqueroso....-

-Estoy de acuerdo contigo, Potter- voltearon a verse, con una mueca de asco y repugnancia entre sí. Ambos se pusieron de pie y tomaron caminos contrarios, Harry se sentó al lado de Ron, que mantenía una plática secreta [Aunque obviamente hablando de la razón que habría como para que Malfoy se sentara en la mesa Gryffindor] con Hermione hasta que Potter recuperó la cordura y volvió con sus amigos. Draco con aquella expresión de todo Slytherin, volvió a su mesa pretextando “Planear algo contra San Potter” a lo que, cualquier persona en sus plenas facultades y conocimiento de los mismos; sabría que era cierto.

-Harry, ¡Qué te sucede!- imploró Ron, mirando fijamente a su amigo, que se sobresaltó.

-Nada...nada Ron- La discusión hubiera seguido, si no hubiera sido por las indicaciones de silencio que pronunció la profesora McGonagall, a lo que todos quedaron con palabras ahogadas.

-Silencio- A la réplica de Minerva McGonagall, el profesor Dumbledore se puso de pie, en sus ojos podría verse una diversión inconfundible, como de algo que iba a atormentar a los alumnos por igual. Su voz, sin embargo, denotaba la necesaria seriedad del director de un colegio tan reconocido como lo era Hogwarts.

-Buenos días, alumnos de Hogwarts. Espero que hayan pasado una buena noche. Estamos aquí reunidos, no sólo para disfrutar de nuestro delicioso desayuno, sino para darles una buena noticia. Como todos ustedes saben; la salida del castillo está totalmente limitada, al tener que ser acompañados por un profesor para hacerlo- aquí, lanzó una mirada furtiva a Harry que a su paranoia pareció algo así como `Te vi y ahora no te me escapas’ pero fue la imaginación del chico Gryffindor ya que realmente era sólo de diversión inocente -Sin embargo, la desobediencia de un par de chicos, cuya reunión en el campo de Quidditch anoche causó un gran alboroto entre el personal me ha dado una estupenda idea. A pesar del peligro que esto causa, llevaremos el torneo de Quidditch. Y la sorpresa, es que... mezclaremos a jugadores de diferentes casas en los equipos. Formaremos cuatro de ellos; como siempre. Repartiendo equitativamente a los alumnos. Hoy a las cinco de la tarde se reunirán los jugadores de años anteriores y aspirantes; en el campo de quidditch. Ahora que, yo me tomaría la libertad de felicitar a los causantes de ésta magnífica idea- todo el alumnado, que hasta ese momento se había mantenido en total silencio; no por la falta de importancia, sino por la sorpresa; voltearon a ver a su alrededor a cualquiera que pareciera sospechoso de semejante desastre. Simplemente, no se podían mezclar las casas en un partido de quidditch, sería todo un caos. Harry, que se sabía a la perfección, causante del embrollo, viró hacia la persona que le dedicaba una mirada fija: Draco Malfoy. Ambos se miraron por instantes, llenos de odio. Más de parte del rubio. Harry hubiera jurado, que Draco se levantaría ahí mismo para lanzarle el “Avada Kedavra”. Bien, si lo iba a matar pronto, él estaría preparado. Desvió aquella conexión asesina y vio al profesor Dumbledore divertido, mirándolo por sobre sus lentes de media luna. Apenas sonrió y viró su atención a Ron, que a comparación del demás alumnado, parecía sorprendido y satisfecho.

-¡Harry!, ¡Es perfecto!, ¡Podré meterme al equipo de Quidditch!- Potter sonrió sinceramente a su amigo, ya que parecía que era el único que parecía disfrutarlo.

-Es suficiente- pronunció Albus, deteniendo al instante el murmullo. -Para los que les preocupa su seguridad, les alegrará saber que en cada entrenamiento y juego de quidditch; se llevará a cabo una completa vigilancia por parte de todos los profesores y personal de Hogwarts. Incluyendo...- recalcó fuertemente ésta palabra -A su profesor de Defensa de Artes Oscuras- la gran mayoría viró hacia Snape, rezando que no hubiera conseguido ese año el puesto. Claro, a excepción de Slytherin, que sabían era perfecto para ellos que semejante catástrofe sucediera. Sin embargo, el nombre que pronunció, tomó a los mismos espectadores por sorpresa. -Remus Lupin- Apareció en escena aquél hombre alto de cabello castaño claro veteado notablemente menos de gris, en su rostro una expresión que a juzgar Harry, era mil veces mejor que cuando lo conoció, una sonrisa se curvaba de forma esplendorosa. Estaba mejor arreglado, la toga tenía poco de uso, incluso su cabello se hallaba amarrado en una coleta, de donde sobresalían unos mechones de cabello que adornaban hermosamente su pálido, pero mejorado, rostro. Tras unos segundos de sorpresa por parte de todos, el Gran Comedor se ahogó en aplausos y gritos de aprobación, por parte de sólo la mitad del alumnado. La otra mitad, no comprendía muy bien porqué los gritos; ya hubiera sido por desconocimiento del profesor o porque detestaban a aquél licántropo, cuya sonrisa se ensanchó ante tal recibimiento. Harry no podía con su felicidad, después de todo, en el desayuno no todo eran malas noticias.

***

Tan pronto Dumbledore dio todas las buenas/malas nuevas, como que la semana próxima los nuevos integrantes de Gryffindor llegarían de manera adelantada y que sortearían los lugares en los equipos, y hubo calmado los ánimos por tener un hombre-lobo como maestro para Defensa de Artes Oscuras [Ante lo que no pareció molestar mucho a los no-Slytherin, por saber que podía controlar su transformación con la poción que le daba Snape]; Harry se puso de pie, mirando al director de forma interrogante, esperando una respuesta a una cuestión que nunca pronunció, dirigiéndola sólo con la mirada. Albus asintió al percatarse de lo que obviamente se refería. Con una sonrisa hermosamente colocada en su blanca dentadura, Harry se acercó con rapidez y pasos firmes además de silenciosos hasta la mesa principal donde todos los profesores se hallaban. Remus se puso de pie, fue con premura hasta un extremo y abrazó al Gryffindor, tan pronto llegó al sitio. Cosa, que no se esperaba Harry, el que correspondió a la efusiva mueca.

-Profesor Lupin, no sabe cuánto me alegra que esté nuevamente aquí- lo que no sabía el chico de hermosos ojos color esmeralda, es que Remus estaba ahí sólo para protegerlo, no permitiría que Voldemort se acercara hasta él, aunque eso significara su muerte misma. Aunque...no sería el único.

-Te tengo una sorpresa, pero sólo la tendrás por un día- dijo, al separarse del chico, que lucía una esplendorosa mueca de felicidad al igual que él. -Muy pronto será tu cumpleaños ¿no es así?- una mirada fija sobre él no dejaba ni un instante de observarle, leyendo sus labios y los del interlocutor.

-Sí profesor- un ligero rubor se situó en sus mejillas, todavía no acostumbrado a que alguien lo tratara de forma afectuosa y menos, cuando se trataba de celebrar aquella fecha en especial. -Pero todavía faltan dos semanas y media....-

-Vamos por aquí- Lupin miró a Dumbledore, quien asintió con una sonrisa afectuosa y divertida. -No importa que falté tiempo, decidí adelantarte mi regalo-

-Muchas gracias Profesor- ambos caminaron fuera del Gran Comedor, hacia la oficina del director. Los ojos de Draco resplandecieron de odio al verlo salir. ¿Su cumpleaños? Pues le tendría una sorpresa que nunca olvidaría.

***

Harry no podía dejar de pensar en lo mucho que habían cambiado las cosas desde hacía poco mas de cuatro años. Tantos recuerdos que surgían con tan sólo la idea de que dentro de dos semanas y media, cumpliría dieciséis años de edad, en los que había tenido más aventuras de las que se podían contar. Sin embargo, aquellos pensamientos no abarcaron mucho en su tiempo, pues al momento en que entraron a la oficina, se llevó una de las mayores sorpresas de su vida. Corrió hacia la persona delante de él a dos metros, que viró al escuchar su nombre. Sus pies se movieron con total facilidad, hasta que dejaron el suelo.

-¡SIRIUS!- pronto se hallaba fuertemente asido a su cuello. De aquél hombre alto, de cabellera negra, suelta, cuya sedosidad era segura; rostro amigable, pálido, ligeramente demacrado, pero totalmente feliz al abrazar a su ahijado. Acarició su cabello igualmente azabache con delicadeza, soportando aquél peso sobre su cuerpo. Había viajado con Lupin, a pesar de las complicaciones y riesgo que eso implicaba, valía la pena asegurarse de que Harry se encontraba bien después del ataque de Voldemort, era seguro que iría por él.

-Hola Harry- ambos se soltaron, el chico Gryffindor se bajó algo apenado por su propia efusividad. Viró a mirar a Lupin que cerró la puerta con cuidado y los acompañó.

-¿Qué estás haciendo aquí?- dijo, con una sorpresa todavía palpable, aunque indudablemente, no le interesaba mucho la razón. Lo importante, es que su padrino estaba ahí, con él. Y Remus, su profesor favorito también. Quizá nada podía ser mejor.

-Bueno Harry... a Remus se le ocurrió darte una pequeña sorpresa, sólo que no puedo arriesgarme a venir después, por el momento, sabes que el Ministerio de Magia está muy ocupado con averiguar acerca de los mortifagos y Voldemort; se han olvidado de mí durante unos días- Pronunció aparentando seguridad mientras no perdía de vista a Remus, hablando más para él, como si regulara sus propias palabras. Harry, aunque no muy convencido de ello, decidió no seguir preguntando. Lupin volteó hacia su compañero, interrogante. Que al percatarse de ello, con una mirada severa, suspiró, tranquilizándose y volteando nuevamente hacia su ahijado. -Harry... necesito hacerte una pregunta muy importante- sus hermosos ojos despedían una severidad inexorable al pronunciar su cuestión.

-Claro, dime-

-¿Te ha dolido últimamente la cicatriz o has tenido pesadillas?- Harry volteó los ojos ligeramente hacia arriba, intentando recordar lo más posible, lo más extraño, es que todo había estado muy tranquilo, inusualmente tranquilo. Cruzó los brazos intentando recordar algún vestigio de miedo que a plena noche le hubiera asaltado, o un dolor mortal en la frente, justo en el rayo que formaba la cicatriz; sin lograrlo.

-No.... desde la última vez que me enfrenté a Voldemort todo ha estado tranquilo- Sirius sonrió satisfecho y visiblemente más tranquilo, colocó la mano derecha sobre el hombro de Harry, agradeciendo esa respuesta.

-Muy bien, eso me alegra, no quiero que te suceda nada malo; por lo que en cuanto algo cambie, me escribirás ¿verdad?-

-Por supuesto que sí-

-¿Te parece si vamos a platicar un rato?- Sirius sonrió, ladeando la cabeza, volteando a Remus. -¿Vienes con nosotros?-

-Sólo si Harry quiere-

-¿Querer? ¡¿Bromea?! Por supuesto que sí- Lupin agradeció esa afirmativa, por un momento, a pesar de saberse el profesor favorito de Harry dudó que quisiera compartir su poco tiempo con Black. El Gryffindor los tomó del brazo a ambos yendo hacia la salida, con una expresión de felicidad absoluta.

***

Draco ladeó la cabeza frente al espejo de los elegantes baños, intentando tranquilizarse, tristes gotas de agua caían de su cabello, recorriendo el color rubio platino; bajando por su rostro, descendiendo hasta sus hombros y cayendo por su cuerpo entero. Se había lavado la cara a pesar de estar completamente limpio, para intentar calmarse. No podía ser, no podía envidiar a una persona como Harry. No podía, a pesar de que tuviera todo lo que él no poseía. Se limpió la cara furiosamente con la manga de su túnica, su cabello estaba revuelto, no se había tomado la molestia de evitarlo. Y de esa forma.... se parecía un poco a Harry. Recordó cómo estaba siempre, con el cabello azabache revuelto, pero presentable, suave; a veces los mechones negros caían sobre sus anteojos redondos, sin que eso importase. No desarreglado precisamente, sino totalmente natural.

Natural, natural. Total y al cabo, él no era natural, mucho menos su cabello podía serlo. Tenía que fingir una maldad que simplemente no sentía, prefería la indeferencia, esa era su forma de odiar. Pero, si no demostraba malicia, no sería un Malfoy. Y se había forjado así durante largos quince años. Mirándolos de cerca y con detenimiento, sus hermosos ojos grises comenzaban a parecerse a los de su padre, con aquél odio y asco a cada instante tan característicos. Incluso a él, le dirigía esa mirada de odio. Y eso lo estaba destrozando. Oyó una voz acercándose, con un tono que no pudo reconocer; se oía totalmente extasiado, feliz.

-Ahora vengo- volteó a la puerta, que se abrió de un instante a otro. Hubiera querido parecer más arreglado por la persona que entró. La que menos hubiera querido lo observara así de desatendido. -Malfoy- en lugar de mirar ese ya conocido resentimiento en él, se percató de lo feliz y satisfecho que parecía Harry. Pensó lo más rápido posible y se miró al espejo con curiosidad, intentando arreglarse lo más posible. Colocó el brazo derecho en la pared de los tantos lavabos, recargado.

-Potter, veo que últimamente te gusta mi compañía- pronunció con la misma ironía de siempre, y al parecer el Gryffindor no escuchó nada de lo que él decía. Se paró en los lavabos, al lado de Draco, abrió la llave, sólo a la mitad y tomando agua en un cuenco formado entre sus manos se mojó la cara con elegancia. Cerró la llave, tomó el jabón y frotándolo un poco entre sus manos lo dejó nuevamente para seguir lavándose la cara. Draco no perdía detalle. Tras tallarse la cara [Intentando quitarse la pintura de encima, ya que había tenido un pequeño juego con Remus y Sirius, que involucraba pinceles manejados con la varita y no quería usar ese hechizo para las manchas en la piel, ya que llegaba a arder después de unos diez minutos de su aplicación]

-No está mal- pronunció, enjuagándose la cara, visiblemente más limpia. Draco, totalmente absorto le alcanzó una pequeña toalla color blanco que estaba colgada en una argolla hasta el fondo de los lavabos, lo que agradeció el Gryffindor con una sonrisa sincera. -Muchas gracias-

-¿Qué no está mal, Potter?- dijo, interesado.

-Tu cabello- señaló, mirándose al espejo, secándose la cara, deslizando la toalla lentamente, sin dejar rastro de las gotas. -Me gusta más así-

-Nadie te preguntó-

-Es sólo una opinión- se encogió de hombros, soltando un suspiro y virando a su enemigo con una mueca de satisfacción, no por su corta plática, sino por lo bien que surgían las cosas las últimas tres horas; con la toalla en la mano derecha. -¿Irás al torneo de quidditch?-

-Por supuesto- pronunció, arrastrando las palabras con desinterés, estaba más concentrado en descubrir en los ojos verdes la razón de su amabilidad.

-Con que no te sorprendan a media noche volando está todo bien....- los músculos de su pálida cara se contrajeron de la sorpresa, respiró dificultosamente, intentando tranquilizarse.

-No le has dicho a nadie. ¿Verdad? Sabes que el decirlo, te aseguraría una paliza-

-No me tomes por un tonto, Malfoy. Eso significaría delatarme... y en mi lista de actividades todavía no está el suicidio- sonrió levemente, ladeando al chico y dejando la toalla nuevamente en la argolla. -Nos vemos luego-

-Adiós, Potter- no cruzaron más palabras, Harry salió, encontrándose con Remus y un perro negro; dejando a Draco nuevamente solo. Volteó a su reflejo, de su túnica sacó un cepillo, lo alzó a la altura de su cabeza, dispuesto a dejar nuevamente su peinado habitual al paso; las palabras de Harry resonaron en su mente de manera melodiosa: “Tu cabello...me gusta más así”. Pasó el cepillo de forma diferente, como no lo había hecho nunca. Se desenredó los mechones solamente, regresando a su lugar aquél objeto de marfil. Subió las manos a su cabeza, sacudiendo con elegancia su cabello, dejando que tomara el camino que quisiera. Arregló los mechones de su cabello, dándole la forma adecuada para no parecer muy desaliñado; sonrió por instantes de forma sincera, como lo había hecho la noche anterior. Ese comentario le había subido el ánimo. Sin embargo, ese nuevo aliento no duró mucho; asaltado por sus pensamientos nuevamente. Harry no sólo tenía lo que él no: Comprensión, amistad y compañía.... también tenía unos maravillosos ojos verdes.

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Continuará...

=22 Marzo 2003=

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