Anthony llegó temprano, la desesperación y la alegría de poder estar un buen rato a solas en su sitio favorito con el chico que amaba lo tenía muy inquieto, se adelantó cerca de media hora, como era temprano solo se sentó en un banco para esperarlo tranquilamente, se sentía feliz.
Ya eran cerca de las 5 cuando sonó su teléfono, no esperaba ninguna llamada, le sobresaltó un poco y más aún al ver que era Michelangelo quien lo llamaba.
Michelangelo: Hola Anthony, no voy a poder ir, me encontré con Emi y vamos a ir a tomar algo
Anthony: Hum… vale, pásalo bien, yo de todas formas estaré en el claro un par de horas, por si te quiere acercar después
Michelangelo: Si claro, ¡hasta otra!
Anthony: Adiós
Pues la vida no quería juntarlos, estaba claro, Anthony muy triste se fue corriendo a su claro, necesitaba llorar, se sentía destrozado, era la primera vez que se sentía así y aún encima los celos comiéndole la cabeza, haciéndole sentir aún peor.
Una vez en el claro se recostó contra un árbol y rompió a llorar, la primera vez que lo hacía desde hacía mucho tiempo atrás, algo muy raro en él, pero que esta vez era más que necesario.
¿Por qué no me quieres como yo a ti? ¿Por qué no me necesitas como yo te necesito a ti? Por favor mi ángel, necesito que me quieras, necesito tenerte a mi lado si no quiero volverlo loco, ríndete a mí, déjame darte todo lo que esté en mis manos, quiero darte todo mi amor, mi cariño… lo que necesites.
Ahora entiendo a todos los que decían que el amor duele y que yo no me portaba bien con los demás queriéndolos solo por el sexo, parece que la vida me la está devolviendo, es la venganza del dolor que yo he provocado a otra gente, me lo merezco, soy un ser rastrero, todo esto me está bien merecido.
Ya habían pasado casi dos horas, la cabeza de Anthony no había parado de dar vueltas, tanto que ya se sentía incluso mareado, tantas cosas no eran buenas.
Ya se iba a marchar cuando aún encima, el claro día de la mañana se había convertido en un cielo gris cubierto y tras un trueno, comenzó a llover.
Bien, día redondo, me quedo solo y aún encima mojadura, pues si que tengo yo suerte, menuda mierda de día, ya se podía terminar de una puta vez.
En ese momento escucho un ruido y de repente apareció Michelangelo llorando y nada más ver a Anthony fue corriendo hacia él y lo abrazo buscando a un amigo que lo consolase, estaba claro que las cosas no le habían ido demasiado bien.
Anthony solo lo abrazó con fuerza y así se quedó, ya ni la lluvia le molestaba, solo con estar allí con el ya era feliz, no tenía ni prisa por saber que le había pasado, solo quería que ese abrazo tan sincero no se terminase nunca.