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Mi joven amo por che plata

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Notas del capitulo:

Pues de ante mano me disculpo por la tadanza y también por mis errores ortográficos. Tambien quiero darles las grascias por sus revs, me animan mucho. Espero les guste, disfrútenlo.

Éste capitulo es dedicado para mis gemelos: Yuuri y Kimiko

No era  propio de un noble caballero sentir lástima por su prometida pero aún sabiéndolo era inevitable. Elizabeth simbolizaba el último vestigio de su familia pues era la única persona que quedaba después del fallecimiento de sus padres y su tía. Y aún así, siendo tan cercanos por tanto tiempo, la joven marquesa no llegaba a conocer ni un poco lo que en realidad era su novio. Sentía una profunda pena por ella, siempre tan sonriente, siempre haciendo numerosos intentos porque sea feliz, por contagiarlo un poco de esa dicha que posee, para verlo sonreír alguna vez. La haría sufrir, eso es seguro porque por él solo sentía esa familiaridad como a un pariente, jamás como pareja.

Había tantas cosas que le molestaban de la señorita Middleford y que ella nunca notaba. Como esa ya trillada conversación que siempre repetía cada vez que se veían.

-¿Recuerdas cuando salíamos a jugar al jardín y …?-el pasado.

Para ella recordar el pasado era muy lindo, ¿pero que no era obvio? Era ese pesado del que tanto le encantaba hablar el que le tiene amargado. Un pasado inevitable, en donde jamás se recuperará lo perdido, en donde no había forma de superarlo, en donde solo quedaba… vivir con él. A veces se sentía tan frustrado, porque nada había por hacer, no podía volver a esos tiempos felices, cuando su madre le contaba cuentos hasta tarde y su padre le acariciara el rostro. No, solo quedaba ver como esa terrible escena cuando se quemó la mansión o cuando abusaron de él sin piedad, le amargaba la perspectiva de la vida cada minuto que transcurría. ¿Eran esas escenas las que en un futuro te permitían ser feliz plenamente? No ¿Entonces que quedaba?

-Lizzy… ¿Qué significa cuando alguien sonríe?-le cuestionó inquisitivo, como si evaluara su inteligencia.

-pues que es feliz, supongo.

-¿y cuando no sonríe…?

Silencio. Eran ese tipo de preguntas las que dejaban en evidencia cuan poco le conocía, para alguien como Middleford, la felicidad es sonreír y el no hacerlo es signo de infelicidad. ¿Pero es una sonrisa, un signo de felicidad? No. Él es feliz, a su modo, sin necesidad de sonreír y era algo que ella jamás comprendería.

-significa que… Ciel, ¿hay algo que quieras contarme?                                     

-No.- “Si, que no eres para mi, que no serás feliz conmigo y que tampoco te deseo a mi lado”

-si hay algo en lo que te pueda  ayudar…

-vámonos.-pidió cortante el joven conde.

La pareja perfecta para Elizabeth, era sin duda alguna un joven influenciado por el romanticismo literario, como esos príncipes dulces y encantadores; tal vez alguien como el vizconde Druitt quitándole toda esa maraña de sucios negocios. (N/A: recuerdan eso de “petirrojo”? XD) Sabía que si no anulaba el compromiso lo antes posible, le quitaría la oportunidad de encontrar a alguien mejor. ¿pero como terminar sabiendo cuanto le quería Elizabeth? No se atrevía destruir lo que quedaba de su familia, lo poco vivo de su fúnebre pasado.

***

Eran medio día y el silecio recorría los pasillos de la mansión cual viento entre el bosque. La inusual tranquilidad perturbaba el temple de los sirvientes, salvo el sr. Tanaka quien disfrutaba de un pesado té por los jardines.

Era extraño verle tan en calma, el mayordomo se encontraba perdido en el horizonte como si nada hubiera que hacer y en el peor de los casos ésa era una realidad. La mañana, desde que el joven Phantomhive se marchó, estremeció a la mansión en la más absoluta calma sepulcral. Ni un plato roto, no había llamas en la cocina y los jardines se encontraban a salvo. No había de otra sino esperar a darle la bienvenida a su amo cuando regresara.

-miw….-ése sonido. Miró hacía abajo para darse cuenta que su pequeño amigo había llegado.

-hola gatito-saludó gustoso el mayordomo.

Se agachó un poco para estar lo  más cerca posible de aquel felino, le encantaba aquella criatura tan solitaria e independiente, parecía recordarle a él mismo antes de pactar con el conde. Le parecía un animal tan enigmático, lástima que está prohibido dentro de la mansión.

-miu…-maulló tierno mientras acicalaba su rostro contra una de las manos de Sebastian.

Por su parte, el mozo no podía evitarlo, era realmente un bello ejemplar y le parecía cruel dejarlo fuera de la casa. Una vez terminado el alimento, el mayordomo lo cargó contra su pecho, en verdad era de las pocas criaturas que le fascinaban. Tal vez, si sabía pedirlo, podría conservarlo pero la alergia de Ciel… ¿podría empeorar?

Sin pensarlo mucho, se introdujo a la casa, no había moros en la costa así que sin mayor problema logró llegar a su habitación sin ser visto por nadie. El lugar era simple, mas bien, minimalista. Solo se encontraba una cama, un ropero y una ventana que se encontraba abierta.

-escúchame bien amiguito. Veré la posibilidad de conservarte pero tienes que obedecer lo siguiente: no puedes pasearte por la mansión y menos por la cocina; y tampoco puedes acercarte al joven amo. Solo puedes entrar a mi habitación, la ventana se quedara abierta para cuando quieras entrar o salir, ¿entendido?

-¿miu?

-Así me gusta, ahora tengo que marcharme, si regresas en la noche te daré mas sobras.

Salió de la habitación con algo de prisa, llegó justo a tiempo al recibidor, el joven amo estaba llegando y por lo visto con muy mal humor. Sus pasos eran rápidos, ansiosos.

-bienvenido amo…

-estaré en mi oficina, que nadie me moleste-pidió cortante el joven y tras ella, una cabizbaja marquesa.

-¿pero qué ha sucedido señorita Elizabeth? ¿Acaso usted y el joven amo han peleado?-cuestionó con un toque sarcástico ante lo evidente que era la situación.

-Algo así, Sebastian, es que hay cosas que nunca cambian…

* * *

Era siempre lo mismo, Elizabeth y esa actitud tan infantil por saber que le ocurría, ¿no podía entender simplemente que no quería decir nada? A veces veía lejano el día en que terminara con ella, y veía aún más lejana la posibilidad de estar con su mayordomo. Había cosas que no le quedaba muy claro, no sabía si solo le correspondía por placer o como demonio, simplemente no sintiera nada en realidad.  Había que ganárselo de alguna forma o al menos encontrar una manera para explorar sus emociones, si es que alguna tuviese ante el temple que siempre muestra.

Un sonido suave se oyó tras la puerta y a los pocos segundos le acompañó un rechinar, era de esperarse, Sebastian.

-buenas tardes amo, la mesa está servida, ¿gusta bajar a comer? -invitó el mozo.

Aunque no lo admitiera abiertamente, esta mañana le extraño demasiado, y ahora que lo veía sentía un extraño estremecer. Quería hablarle por primera vez con gratitud pero eso podría ponerle en aprietos porque aún no sabía si él…

-no, no tengo hambre.

-¿no tiene hambre o no quiere ver a su prometida?

Ése miserable, siempre confrontándolo directamente con el problema.

-aún me siento lleno de los bocadillos que preparaste en la mañana, no tengo ham… ¡mh! ¡achú!

-ho querido parece que la mañana le ha resfriado, ¿no querrá descansar en su habitación?

-¡Achú!-volvió a estremecerse con un estornudo más estruendoso. -Sebastian… esto no es gripa…esto… ¿has vuelto a cargar un gato, cierto?

-amo yo…

-¿cierto?

-miu…

Ambos voltearon a la entrada de la oficina, y ahí estaba. El felino de pelaje corto y negro con sus enormes ojos abiertos de par en par. Ambos se miraron fijamente, Ciel le retaba rencoroso, ya no era posible estar más molesto.

Por su parte, Sebastian solo recibía la amenazadora mirada del conde. Imaginaba que le gritaría una sarta de de comentarios donde le reprobaba la presencia de un gato dentro de su adorada oficina. Pero de la nada, esa expresión de histeria cambio súbitamente para dar un bufido resignado, por lo visto, el día había sido bastante malo como para seguir peleando.

-¡ach!... –volvió a estornudar.

-salud, amo.

-¿Qué hace un gato en mi oficina, Sebastian?

-No tengo idea, ¿Por qué me lo pregunta a mi? No sé por donde pudo haberse metido.

Y para colmo, cada cosa que hacía en defensa propia era contrarrestada por el felino, quien se acercó para acicalarse tiernamente contra  las piernas del mayordomo mientras emitía un suave ronroneo.

-parece que le agradas mucho, ¿no será acaso algún amigo tuyo?-cuestiono inquisitivo, como intentando calificar la excusa o mentira le inventaría el mayordomo.

-Bueno, usted dijo que no les gustaban los gatos, pero nunca dijo que no se pudiera tener uno en casa.

-¿entonces ése gato te gusta, he?-le cuestionó mirando al felino fijamente.

-Joven, planeaba pedirle permiso para conservarlo pero veo que las circunstancias no me favorecieron. No se preocupe, en seguida lo dejaré fuera de la mansión.

Vió algo fugaz, un momento de desilusión casi imperceptible pero que connotaba una diferencia en el estado de ánimo del mayordomo. Entonces existía la posibilidad que…

-Aguarda…-detuvo al más grande antes de que este pudiese salir del lugar.

-Puedes conservar al gato…-dijo para sorpresa del mayordomo.

-pero habrá una condición.

-¿y cuál es esa?-cuestionó por primera vez sin ninguna idea de lo que pudiera tratar.

-Te revocaré algunas tareas. No podrás acercarte a mi, seguirás administrando mis correos, llamadas, negocios, invitaciones y seguirás supervisando la mansión. Pero ya no podrás seguirme asistiendo.  

-Con todo respeto joven amo, pero no conozco a nadie que pueda atenderle como yo lo hago-comentó con algo de molestia, casi indignación.

-no es el más calificado, pero no hay otra alternativa.

-¿Quién ocupará mi lugar?-En verdad estaba funcionando, Sebastian parecía más humano que nunca.

-Mayelen. Ella se encargará de asistirme ahora, por el momento eso es todo Sebastian, puedes retirarte.

En pocas palabras, lo estaba corriendo, ¿pero en que pensaba ese niño asignando a esa atolondrada sirvienta como asistente? Quemaría su ropa, documentos, tal vez se le envenenaría el té o algo peor con esos lentes que no le ayudan de nada.

-¡Ah! Y antes de marcharte, dile a Maylene que suba, necesito hablar con ella.

-Como usted ordene, mi lord- dijo sonriendo débilmente.

 

Continuará...

Notas finales:

De momento la trama no es muy buena, pero mejorará, lo aseguro.

Espero les haya gustado, espero humildemente sus comentarios, gracias por leer ^//^


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