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Pastel de calabaza por saylor_mero

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Notas del capitulo:

Hello everyone~^^

Sé que me he granjeado un poco de odio por mis tardanzas excesivas~Lo siento! ^^'

Que nadie piense nunca que abandono mi fic!

Bueno, da igual, dejo de excusarme. D:

Yo lloré como una magdalena escribiendo esto, así que nada, kleenex cerca :D

 

 

 Harry casi había olvidado su rostro.

 

Se había forzado a sí mismo tanto que ni siquiera creía ser el mismo Harry Potter.

 

Había cerrado los ojos, había volteado la cabeza a todo lo que pudiese  llevar incrustado el más mínimo recuerdo del que fue su némesis una vez, su compañero, casi su amigo.

 

Aquél al que había querido más que a nadie en el mundo.

 

En los meses que habían pasado, Harry había aprendido a aceptar la realidad como era: Amaba, adoraba a Draco Malfoy, deseaba abrazarle, acariciarle, sentirle hasta lo más hondo de su ser, deseaba acercarse a él y susurrarle, cuidarle, vivir junto a él hasta que su corazón se derrumbara en pedazos.

 

Con el tiempo, había aprendido también a vivir. Respirar sin echarle de menos a cada suspiro. A entrar por la puerta de Grimmauld Place sin esperar que él estuviese al otro lado. Incluso había aprendido a ignorar el pelo rubio platino del pequeño Teddy, sin que doliese el simplemente verle.

 

Había aprendido a luchar contra el recuerdo afilado de Draco.

 

Pero él, como si le molestase verse eclipsado, parecía incrustarse cada vez más, cuanto más Harry intentaba evitarlo. Draco le sonreía con ternura en sus sueños, le abrazaba con necesidad,  buscaba sus labios en el calor de sus sábanas. Y cuando Harry creía tenerlo bajo control, Draco le lloraba, le suplicaba entre lágrimas que no le abandonara. Como la primera noche.

 

Y la mente de Harry cada vez estaba más y más exhausta, y su corazón, cada vez más y más solo.

 

                                    **************************************

 

-¡Kreacher!

 

El pequeño elfo se apareció en medio del pasillo de la planta baja, casi siendo arrollado por un apurado Harry Potter.

 

-¿Sí, amo?

 

Harry se paró en medio del pasillo, frenando en seco, intentando recordar lo que le tenía que decir al elfo, que lo observaba con una expresión de total confusión.

 

-No hagas comida para Ted ni para mí hoy, comeremos en casa de los Weasley.

 

El elfo asintió con una reverencia, y se despareció de nuevo con un chasquido.

 

-¡Ted, por favor! ¡Deja de quitarte los calcetines!

 

Harry resopló con impaciencia. Llegaban tarde, bastante tarde, a la comida que se había organizado en la Madriguera para celebrar el cumpleaños de George. Le colocó los zapatos al pequeño, que había desarrollado unas pequeñas orejas de oso panda como los de sus calcetines, y lo cargó en brazos escaleras arriba, hacia la chimenea.

 

-Ahora estate quieto, si no acabaremos aterrizando en Madagascar.- Harry lanzó los polvos flu, esperando que la regañina de Molly Weasley no fuese tan mala como la última vez que había olvidado una invitación a comer.

 

Cuando aterrizó en la Madriguera, el olor a la maravillosa comida de Molly le llegó de pleno, haciendo que su estómago rugiera. Ron le saludó desde la puerta, acercándose a él con la mano extendida y una niña pequeña colgándole de la pierna.

 

-¿Cómo va todo, amigo?

 

Harry se limitó a ladear la cabeza y sonreír con compromiso. Dejó a Ted en el suelo, que enseguida captó la atención de la pequeña criatura rubia, soltándose de la pierna de su tío.

 

-Deberías salir un poco más. Hermione está bastante preocupada desde…ya sabes…

 

Harry compuso una mueca de molestia, intentando ignorar la punzada de dolor.

 

-Estoy bien, Ron. Dejad de preocuparos.

 

-Sólo digo, Harry. Queremos que estés bien.

 

Harry asintió, agradecido.

 

-¿Dónde está George? Me gustaría felicitarle.

 

-Está en la cocina con mamá. No tiene un buen día.

 

Harry le miró con aprensión. Ron sólo asintió tranquilizadoramente, suspirando y paseando su vista por el suelo.

 

Todavía resultaba difícil afrontar fechas como aquellas. La familia en general estaba alegre, animada, pero podía respirarse del vez en cuando el aroma de la melancolía, se oían a veces suspiros de añoranza. En días como aquel, que la celebración debería ser doble, se notaban las ausencias más que de costumbre.

 

George estaba sentado en la mesa, trenzando con su varita unas tiras de regaliz que adornaban una tarta de nueces. Levantó la vista cuando Harry entró, y sonrió levemente.

 

-Feliz Cumpleaños, George.- Harry le sonrió ampliamente y le estrechó la mano- Espero que nadie te regale un muffin explosivo este año.

 

George rió , dejando su varita sobre la mesa para poder saludar a Harry.- Yo creo que mi fan, el que me envía los regalos por mi cumpleaños, es Peeves. Cada día estoy más seguro.

 

Harry también rió, divertido, aliviado de que George pudiera sonreír con facilidad. Aún podía recordar el anterior cumpleaños.

 

-¿Y bueno, Harry, cómo te v…?

 

-¡Harry!

 

Ron había entrado en la cocina como un huracán, y le miraba con preocupación desde el marco de la puerta. Harry frunció el ceño y le miró, confundido.

 

-Ven aquí enseguida. Creo que querrás escuchar esto.

 

Harry miró desconcertado al pelirrojo, y luego a Geroge, que tenía la misma expresión de confusión que él.  Salió de la cocina hacia el salón, con ambos Weasley tras él, encontrándose sentada en el sofá a Hermione, que parecía nerviosa e incómoda.

 

La chica miró a Harry y se mordió el labio. Acto seguido miró a su novio casi suplicante.

 

-No…No, no debería..Ron, no sé si…

 

-Hermione, Harry tiene que saberlo.

 

Harry empezó a ponerse nervioso.- ¿Qué ocurre?

 

Hermione le miró de nuevo, esta vez con gesto de pena.

 

-Verás, Harry, es que… Me he encontrado con Malfoy en el Ministerio.

 

El moreno sintió algo darse la vuelta en su interior, pero lo ignoró, tragando hondo.- ¿Y? ¿Qué me quieres decir con eso?

 

Hermione parecía no querer hablar, como si fuese a declarar contra un inocente en un juicio, sintiéndose casi culpable.

 

-Ha vendido la mansión, Harry. Me pidió que te dijera…que se va. Lejos.

 

Harry sintió su corazón bombear sangre tan fuerte que las piernas le fallaron. Miró a Hermione con los ojos muy abiertos, desorbitados.

 

-Y que no piensa volver.

 

Sintió la mano de Ron en su hombro. Comenzó a respirar fuerte, con dificultad. Podía controlarlo. Podía no afectarle. Sabía cómo hacerlo, sólo debía desconectar sus emociones y dejarlo ir…

 

-¿Piensas ir a por él?

 

Las palabras llegaron a sus oídos como lejanas. Intentó recordar cómo hablar, intentó volver a la tierra.

 

-N..No. No. No iré.

 

El silencio se apoderó del cuarto. Harry mantenía la vista fija en el jarrón de la mesilla de cristal, intentando contener toda esa multitud de sentimientos que luchaban por tomar el control de su mente. Hasta que la voz de George, tenue y entristecida, temblorosa, rompió su lucha interna.

 

-Deberías ir.

 

Harry lo miró con los ojos como platos, desconcertado, confundido como nunca.

 

-Harry… Sé que a veces es duro. Si tienes algo que decirle a una persona, no dejes que el miedo al rechazo o la vergüenza te paren. No dejes que sea demasiado tarde. Luego, te quedarás con mil cosas por decir, que ya nunca podrás, porque es tarde, porque ya no hay vuelta atrás. Y te arrepentirás.

 

Todos los ojos estaban puestos en George, que temblaba a la par que hablaba. Molly, desde su esquina, se secaba sus lágrimas de madre con un pañuelo, con el brazo de su marido reconfortándola.

 

Harry miró al suelo y se llevó las manos a la cabeza. Era un suicidio. Romper su coraza y correr de nuevo hacia él… Pero se iría. No volvería a verle nunca.

 

Tras unos instantes, Harry levantó la cabeza y miró fijamente a George, con esa mirada decidida que le caracterizaba, y asintió levemente. George sonrió entre lágrimas, devolviéndole una mirada orgullosa.

 

 

                                 ************************************

 

La casa estaba vacía.

 

Tan vacía, que hasta su respiración hacía eco entre las paredes.

 

Buscó cualquier cosa, cualquier prenda de ropa sobre la que construirse le esperanza de que volvería. Pero no había nada.

 

Draco se había marchado. No sabía a dónde, ni qué haría a partir de ese momento. Sólo sabía que no volvería.

 

Juntó fuerzas para desaparecerse. Sólo quería volver a casa.

 

Tal vez también él se marchase. Tal vez dejase todo atrás, sus amigos, su casa, su trabajo, sus sueños y expectativas. Incluso la magia. Tal vez se volvería un paria, un mago que renunció a todo lo que conlleva ese término por huír de su dolor.

 

Reconoció el estampado del suelo del número 12 de Grimmauld Place. Se dejó caer, como un zombie, contra la ornamentada puerta de entrada, y se deslizó hasta el suelo hasta quedar sentado. Agarró sus rodillas con los brazos y enterró en ellas su frente, empezando a tiritar.

 

Y su expresión se contrajo, y las lágrimas cayeron de nuevo, por primera vez desde aquel día de invierno. Sintió que lloraría hasta que se le secasen las lágrimas. Sintió que lloraría el alma por los ojos. Sintió que moriría llorando. Y se sintió como un niño, desprotegido, deseando un abrazo de su madre. Que alguien le arrancara toda aquella pena.

 

Hasta que una voz conocida, pero extraña, rompió la melodía de sus sollozos.

 

-¿Por qué estás llorando?

Notas finales:

Ahí lo dejo :3

Ya tengo escrita la mayor parte del próximo capi! Así que vendrá *relativamentecofcof* pronto! :D

 

Un saludo a todos y gracias por leer! :3


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