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Pastel de calabaza por saylor_mero

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Notas del capitulo:

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-¿Por qué lloras?

 

 

 

Como si le hubieran arrancado el aire de los pulmones. Juraría que jamás podría volver a respirar.

 

 

 

Cerró los ojos.

 

 

 

Se había vuelto loco. Seguro.

 

 

 

-He vuelto.

 

 

 

Harry empezó a preguntarse qué era real y que no. Tal vez alguien le había lanzado un Confundus. O un Obliviate. Tal vez un Avada Kedavra.

 

 

 

Lo único que sabía, lo único de lo que podía estar seguro en aquel momento, es que si había muerto, ojalá su condena eterna fuera escuchar esa voz. Una y otra vez.

 

 

 

Tal vez fue su último suspiro de fuerza el que le empujó a levantar la cabeza y mirarle. Allí estaba, tan elegante como siempre. Tal vez más delgado.

 

 

 

Pero había algo distinto en sus ojos desde la última vez que le había visto en la Mansión Malfoy. Reconoció en ellos aquella luz que vagamente había recordado en aquel tiempo, aquella luz como de esperanza, como de emoción, que había nacido con él, crecido en aquella casa.

 

 

 

Y clavó sus ojos en los de Draco, suplicando, llorando.

 

 

 

Él relajó sus hombros y suspiró, sin dejar de mirarle.

 

 

 

-Siempre y cuando aún haya sitio aquí para mí.

 

 

 

Harry se pasó la mano por el pelo y se secó las lágrimas.

 

 

 

-Esta casa es grande.

 

 

 

-No estaba hablando de la casa.

 

 

 

El fuerte latido de su corazón sorprendió a Harry, dándole un golpe frío de realidad.

 

 

 

-Por alguna razón, siempre que hay algo mal en mi vida, tú me salvas.- Draco tragó saliva con calma, como queriendo medir cada una de sus palabras- Cuando el resto del mundo me daba la espalda, tú estabas ahí. Bien…- El labio inferior del rubio empezó a temblar casi imperceptiblemente- ahora hay algo mal en mí. Necesito… que me salves otra vez.

 

 

 

Harry sintió que su corazón quería salir de su cuerpo y volar lejos. Y la sensación se hizo todavía más afilada cuando sus ojos le regalaron la imagen de un suplicante Draco, con una leve lágrima rompiendo la perfección de su rostro.

 

 

 

-Por favor…

 

 

 

Harry entrecerró los ojos y dio un paso adelante. Quiso saborear cada una de sus palabras, cada uno de sus gestos. Guardarlos bajo Fidelio en sus recuerdos. Draco había dicho que le necesitaba. Había vuelto con él.

 

 

 

Se acercó un poco más, temeroso de romper aquel encantamiento. Le miró intensamente, y Draco le devolvió la mirada, expectante.

 

 

 

-¿Puedo… puedo salvarte a mi manera?

 

 

 

Draco le miró confuso, y luego se sonrojó ligeramente. Apartó sus ojos de los de Harry, temblando de pies a cabeza.

 

 

 

-Sólo…sólo sálvame.

 

 

 

Y Harry dejó salir todo lo que había guardado durante todos aquellos meses. Todos aquellos sentimientos que había encerrado bajo llave se liberaron en un instante, lo suficiente para que le diese tiempo a correr hacia el rubio y estrecharle entre sus brazos con fuerza, transmitiéndole toda la ternura y toda la seguridad que su cuerpo le permitía.

 

 

 

Y supo que aquél era el momento, aquél era su momento. Se sentía valiente y lleno de fuerza.

 

 

 

Draco apretó los puños contra la camisa de Harry, sollozando, con la cabeza hundida en su hombro.

 

 

 

-El amor de mi madre me salvó a mí, Draco. Deja que el mío te salve a ti. Estoy seguro de que es lo suficientemente grande para ello.

 

 

 

Tras un instante de verdugo silencio, Harry notó cómo el delgado cuerpo de Draco se movía, deshaciéndose de su improvisado abrazo. Sus músculos se tensaron, y sólo atinó a sujetar la muñeca del rubio con fuerza, mirándole suplicante.

 

 

 

 

 

-No, no te vayas. No volveré a repetirlo. Pero por favor, no...no te vayas.

 

 

 

 

 

Draco le miró, sorprendido, y Harry se sintió desfallecer cuando una sonrisa, leve, tímida, adornó su rostro. Observó, dejando su mente en blanco, cómo llevaba sus dos manos a ambos lados de su húmero rostro y secaba sus lágrimas con un efímero roce. Eran las caricias de Draco.

 

 

 

-No me estoy yendo. Me estoy...acercando.

 

 

 

Y se acercó. Se acercó más, tanto que Harry, tan inmerso como estaba en sus ojos plateados, creyó que se ahogaría en ellos.

 

 

 

Y, cuanto más se acercaban esos ojos, cada vez más entrecerrados, más recordaba todas aquellas veces en las que le había soñado. Cuánto había llegado a desear aquellos finos labios. Cuántas veces se había preguntado cómo se sentiría un beso de Draco.

 

 

 

Por eso, cuando por fin Draco acortó la última distancia que les separaba, supo que nada en su mente podría jamás emular su extrema suavidad. Su mente sólo se escabulló por algún rincón. Cerró los ojos, sintiendo por fin el final de sus lágrimas. Sintiendo que daba igual cuánto hubiera llorado, valía la pena por aquel instante de ambrosía, de maravillosa felicidad.

 

 

 

Draco se separó, suavemente, apenas unos milímetros, manteniendo la vista lejos de la de Harry, con las mejillas suavemente sonrosadas, y Harry pensó que no podía existir algo más bello que aquel rostro. Extendió su mano, rozando con las yemas de sus dedos la piel del rubio, adorando aquel sonrojo.

 

 

 

Y allí se quedó, observándole, abrazándole después, en la misma postura contra la puerta de entrada, olvidándose de el resto del mundo. Y se prometió a sí mismo que aquella joya que sostenía entre sus brazos, rendida, apagada, recibiría de él todo el cariño que necesitaba. Que nunca volvería a llorar.

 

 

 

-Tengo hambre.

 

 

 

Harry rió, mientras una furtiva y última lágrima resbalaba por su mejilla, oculta de la vista del rubio.

 

 

 

Un pastel de calabaza podría estar bien.

 

 

 

**********************************

 

 

 

Cuando abrió los ojos, sintió los párpados más pesados que de costumbre. Por la luz que se filtraba por las rendijas de la ventana, supo que hacía poco que había amanecido en las primaverales calles de Londres.

 

 

 

Volvió a cerrar los ojos con pereza, y se retorció entre las sábanas. Poco a poco recuerdos y hechos llenaron su mente al tiempo que sus sentidos terminaban de despertarse, y sonrió, recibiendo los punzantes nervios en su estómago.

 

 

 

¿Qué pasaría ahora? ¿Cómo debía tratarle? ¿Qué podía esperar?

 

 

 

Suspiró. Harry Potter podía salvar al mundo mágico de un mago tenebroso, pero el hecho de bajar las escaleras de su casa y encontrarse a Draco Malfoy, se le antojaba más terrorífico que una maldición.

 

 

 

Se incorporó despacio, intentando afinar el oído, que cualquier ruido le sirviese de pista.

 

 

 

Se vistió una camiseta raída y destartalada y se encaminó a la puerta, todavía con los ojos medio cerrados por la luz.

 

 

 

El pasillo estaba silencioso, oscuro. La puerta del cuarto de Teddy estaba entreabierta, tal y como la había dejado el día anterior. Podía incluso escuchar los ruidos que Kreacher provocaba en la cocina. Todo era tan normal, tan tranquilo, que empezó a darle miedo.

 

 

 

Temió de repente haberse vuelto loco. Temió haber vivido un sueño, una dulce tregua para su corazón hecho trizas. Hasta que la puerta que le miraba desafiantemente cerrada frente a él, se abrió despacio, dejando ver a una figura adormilada que se apartaba el rubio cabello de los ojos.

 

 

 

El corazón de Harry empezó a latir con fuerza, recuperando latidos perdidos a una velocidad insana. Pero paró de golpe, dejándole sin aire, cuando los ojos de Draco le encontraron, y le miraron fijamente, sin parpadear.

 

 

 

-Buenos días, Potter.

 

 

 

Harry sólo atinó a asentir, sintiéndose estúpido. Draco siguió mirándole, ladeando la cabeza.

 

 

 

-¿Todo bien?

 

 

 

Harry espabiló y volvió a asentir, empezando a plantearse si realmente sería capaz de hablar si se lo propusiese.

 

 

 

Draco le miró fijamente durante unos segundos, y sonrió levemente. Se dio la vuelta como si nada y empezó a bajar las escaleras con su característica elegancia, dejando a un rendido Harry Potter tras él, que sólo pudo dejarse caer contra el marco de su puerta, resoplando.

 

 

 

Era tan intenso, que dolía.

 

 

 

Cerró su puerta y siguió a Draco a cierta distancia. Allí, tras él, observándole, se dio cuenta de que su pelo había crecido y le tapaba la nuca, cayendo como una cascada de oro blanco. Su aspecto era más desenfadado que de costumbre, pero ni eso, ni su ropa absolutamente común, le quitaban ese aura de clase alta que le caracterizaba. Era su Draco.

 

 

 

Entraron en la cocina, y automáticamente dos tazas de café y una bandeja de dulces variados aparecieron sobre la mesa. Harry fue el primero en sentarse, acomodándose en su sitio de siempre, frente a su taza de siempre. El rubio se sentó también, y se colocó su servilleta en las rodillas.

 

 

 

Dos lechuzas entraron por la ventana, una con el Profeta y la otra con una carta sin importancia. Ambos bebieron su café, comiendo los mismos dulces de siempre. Sus miradas coincidieron un par de veces, fugaces y efímeras. Todo era igual que siempre. Pero había algo, algo que ambos sabían, que hacía diferente esa mañana de las muchas otras.

 

 

 

La cucharilla de Draco golpeó un par de veces su taza, huyendo de sus dedos. Harry cruzaba y descruzaba las piernas con evidente nerviosismo. Ninguno de los dos se atrevió a alcanzar el Profeta esa mañana, por miedo a que el otro decidiera alcanzarlo a la vez, y pudiera darse un accidentado roce.

 

 

 

Harry empezaba a pensar que el silencio le iba a matar. La noche anterior simplemente se había dejado llevar por el momento, por la radicalidad de la situación. Pero hoy, en frío, era incapaz siquiera de mirar a Draco, por miedo a la mirada de Draco hacia él.

 

 

 

Pasaron unos minutos hasta que, al fin, Draco terminó su café y recogió la servilleta de sus rodillas, doblándola y colocándola pulcramente sobre la mesa. Harry se mordió el labio, nervioso, esperando el momento a que el rubio se levantase y se marchase de la cocina, como siempre. Pero no ocurrió.

 

 

 

Draco simplemente se quedó allí, sentado, con las manos cruzados sobre la mesa, y la vista fija en el plato de dulces. Harry le miró, confundido, y dejó su taza también sobre la mesa.

 

 

 

Hasta que el rubio por fin levantó la vista hacia Harry y tomó aire. Y Harry temió que desde la otra punta de la mesa el otro pudiera oír los desbocados latidos de su corazón.

 

 

 

-Potter, yo...

 

 

 

-¡Harry!

 

 

 

Un fuerte estallido en el piso de arriba interrumpió a Draco, sobresaltándolo. Harry rodó los ojos y se levantó, encaminándose hacia la entrada de la casa.

 

 

 

-Ron, ¿cuántas veces te he dicho que no aparezcas así, sin avisar? ¡Un día me va a dar un ataque del susto!

 

 

 

Ron bajó las escaleras a toda prisa, sacudiéndose las cenizas del pantalón y sacudiendo también la ropa del pequeño Teddy en sus brazos.

 

 

 

-Lo siento, lo siento. Pero es que se han roto las cañerías de la Madriguera y...

 

 

 

-¿Las cañerías? ¿Todas?

 

 

 

-Sí, todas. Creemos que se ha vuelto a colar un poltergeist o algo. El caso es que se ha inundado todo y mi madre está chillando como una loca y mi padre no encuentra su flotador muggle...un desastre. Así que te traigo a Ted, aunque se lo estaba pasando genial.

 

 

 

Ted hizo un puchero e infló los carrillos, enfadado. Ron le pasó una mano por el pelo.

 

 

 

-Venga. Volveré a convertir la Madriguera en una piscina la próxima vez que vengas. Pero no te chives a Molly, ¿eh?

 

 

 

Ted aplaudió y Ron rió, dejándole en el suelo.

 

 

 

-Bueno compañero, me vuelvo entonces. Hablaremos cuando estés más tranquilo, o...

 

 

 

Ron se calló de repente y compuso un gesto de confusión, que se convirtió enseguida en uno de sorpresa. Harry se dio la vuelta y vio a Draco, apoyado en el marco de la puerta, observando la escena. Ted chilló y corrió hacia él, enganchándose a su pierna.

 

 

 

-Ah...hola, Malfoy.

 

 

 

Draco miró a Ron e hizo un seco gesto con la cabeza a modo de saludo, y enseguida se agachó a saludar a Teddy, cuyo pelo rubio platino le cubría ahora la nuca.

 

 

 

-Lo siento si he interrumpido, Harry. No pretendía... No sabía que...

 

 

 

Harry negó con la cabeza y le extendió la mano a Ron, dándole un apretón.

 

 

 

-Gracias por todo, Ron. Dale las gracias también a tu madre. Hablaremos con más calma. Y...tranquiliza a Hermione- bajó la voz para que sólo Ron pudiera oírlo- dile que ahora estoy bien.

 

 

 

Ron asintió.

 

 

 

-Bueno, pues...me voy entonces.

 

 

 

Ted se deshizo de los brazos de Draco y saludó con la mano a Ron, efusivamente. Ron le sonrió y subió escaleras arriba, rumbo a la chimenea.

 

 

 

Cuando se volvió a oír el sonido de la chimenea, Harry respiró tranquilo y se giró hacia Draco.

 

 

 

-¿Y bien?

 

 

 

Draco le miró con un gesto de no entender, mientras alzaba a Teddy en sus brazos y se encaminaba a las escaleras, pasando al lado de Harry.

 

 

 

-Estabas a punto de decirme algo.

 

 

 

Draco pasó de largo y empezó a subir al piso de arriba.

 

 

 

-¿Yo? Para nada.

 

 

 

Harry levantó las cejas con sopresa.

 

 

 

-Sí, estoy seguro. Estabas diciéndome algo cuando llegó Ron.

 

 

 

-Creo que te equivocas, Potter.

 

 

 

-Oh, ¡vamos!

 

 

 

-Vámonos, Ted, hay que cambiarse esos calcetines mojados.

 

 

 

-¡Malfoy!

 

 

 

Draco rió y se coló en la habitación de Ted, cerrándole la puerta a un estupefacto Harry Potter, que sólo atinó a sentarse en la escalera. Esperaría lo que hiciese falta.

 

 

 

Aún a pesar de todo, sonrió. Estaba de buen humor esa mañana.

 

 

 

Sólo tuvo que esperar un par de minutos hasta que la puerta de la habitación se abrió de nuevo, y Draco Malfoy salió con un par de calcetines talla niño empapados en la mano. Harry le miró suplicante, y Draco sólo sonrió.

 

 

 

-¡Kreacher! -el viejo elfo se apareció delante de los pies del rubio- Lava los calcetines de Ted.

 

 

 

Harry suspiró y volvió la vista al frente. Algo le apretaba el estómago sin piedad, y estaba tan nervioso que era incapaz de quedarse quieto un sólo segundo. Se levantó de golpe y miró al rubio con impaciencia.

 

 

 

Draco levantó la vista y sonrió una vez más, con autosuficiencia.

 

 

 

-¿Qué pasa, Potter? ¿Tanto te gusto que no puedes dejar de mirarme?

 

 

 

Harry abrió los ojos como platos, y las palabras se atoraron en la garganta. De repente empezó a sentirse ridículo. Demasiado impaciente. Sí, Draco se había dejado besar la noche anterior. Pero en ningún momento había dicho nada...nada de lo que sentía. Y a Harry le entró el miedo.

 

 

 

Malfoy seguía mirándole con esa cara orgullosa, casi riéndose de él. Harry puso cara de enfado y se dio la vuelta toscamente.

 

 

 

-Vete a la mierda, Malfoy.

 

 

 

Empezó a bajar las escaleras, pisando tan fuerte que se oía en toda la casa, hasta que una mano le frenó desde atrás, y le obligó a darse la vuelta de un tirón.

 

 

 

Draco le miraba desde escasos centímetros de su rostro, unas escaleras más arriba, con una expresión que Harry no conocía. Recorrió todas sus facciones con su mirada, hasta que se quedó clavado en sus ojos, observándole afiladamente.

 

 

 

-Mal.-Draco se acercó todavía más, hasta casi rozarle. Las piernas de Harry empezaron a flaquear.- La respuesta correcta erasí”.

 

 

 

Harry enmudeció, y Draco se separó de él bruscamente. Empezó a bajar él mismo las escaleras y se metió por la puerta del salón, dejando al otro completamente inmóvil.

 

 

 

Hasta que reaccionó, y como un huracán corrió escaleras abajo hacia el saloncito donde se había metido Malfoy, que estaba sentado en el sofá.

 

 

 

-¡Tú!-Draco le miró intensamente y levantó una de sus comisuras .Harry empezó a caminar lentamente hacia él- Fría y orgullosa serpiente...Siempre con la cabeza tan alta como tu ego...

 

 

 

Harry llegó al sofá, pero no paró. Arrolló a Draco y lo atrapó contra el mueble, bajo su cuerpo, respirando sobre su rostro y buceando el la mirada de Draco, que intentaba en vano mantener su mirada altiva, y que terminó por dejar de intentarlo cuando el moreno coló sus dedos entre las hebras de su pelo.

 

 

 

-¿Cómo hemos acabado así, Malfoy?

 

 

 

Draco entrecerró los ojos, y extendió los brazos, acercando a Harry a su abrazo tenue.

 

 

 

-Porque yo siempre tengo lo que quiero, Potter.

 

 

 

Harry sonrió, y fue el mismo Draco quien se acercó a él y le borró la sonrisa de un beso. Cerró los ojos, concentrándose en aquel maravilloso regalo. Pudo haberlo soñado la noche anterior. Pero ese momento, esa caricia...era real.

 

 

 

No había lágrimas. No había nada ni nadie a su alrededor, sólo ellos. Sólo ellos dos en el mundo.

 

 

 

Y cuando Draco se separó de sus labios y respiró con fuerza, Harry observó sus ojos cristalinos y le besó más, y más, y más, no supo por cuanto tiempo. Y Draco le besó también, y se dejó besar, respirando como y cuando recordaba que tenía que hacerlo.

 

 

 

E hizo calor. Pero no el calor del principio de la primavera.

 

 

 

 

Notas finales:

¡Han venido los reyes a dejar un capítulo de regalo!

Dadles las gracias, están haciendo horas extra a mitad de año..


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