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Pastel de calabaza por saylor_mero

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Notas del capitulo: Aquí estoy después de mil años T_T
Mi tiempo se ha reducido a cero T___T Siento no poder contestar a los reviews!! :(
-¿Potter? ¡Potter!

Harry abrió los ojos perezosamente. Intentó acostumbrarse a la luz, descolocado.

-¿Cómo has podido quedarte dormido en el suelo?

El moreno frunció el ceño. Sintió la superficie dura bajo su cara, y se revolvió molesto, incorporándose poco a poco.

Draco le miraba divertido, parecía que el haberlo encontrado en aquella ridícula situación le hacía una gracia inmensa. Y es que, pensó Harry, su aspecto debía ser bastante más que cómico… hasta juraría sentir las marcas del suelo en su mejilla, y el rastro de babas en el parqué.

-Mmhh... -Harry se estiró como pudo, deshaciendo las contracturas de su cuerpo- ¿qué hora es?

-Tarde- contestó Draco, con los brazos cruzados- ya ha anochecido, hace un buen rato. ¿Qué se supone que estabas haciendo?

Harry se levantó del suelo, estirando las piernas y sacudiéndose la ropa.- Estaba decorando un poco la habitación...ya sabes, algo más…infantil.

Draco miró alrededor con cara de no entender, deteniéndose en los nuevos dibujos que llenaban las paredes.

-¿Crees que decorar el cuarto con hipogrifos deformes es apropiado para un niño tan pequeño?- preguntó, mirando a Harry con una ceja levantada.

El moreno bajó la vista, y un leve rubor cubrió sus mejillas.

-Se supone que son dragones…

Draco mantuvo la mirada en él durante unos instantes antes de echarse a reír escandalosamente.

-Jajajaja, Potter…- Harry le miró con reproche- Nadie diría que tuviste a un colacuerno húngaro a sólo centímetros…

Harry le observaba reír, en realidad, no le molestaba tanto. No recordaba haber visto a Draco reír de esa manera, sin malicia, a carcajadas, sin importarle el decoro ni su máscara de niño rico.

-Pues hazlo tú, si tan listo eres…- replicó el moreno, con los brazos cruzados, sin perder su rubor.

Draco soltó una última carcajada y llevó su mano al bolsillo. Con un grácil movimiento de su varita, las paredes cambiaron su color rojo fuerte puesto por Harry y se tiñeron de un azul celeste suave y tenue. Las macabras figuras de “dragones” cambiaron su forma a la de resplandecientes unicornios plateados que de vez en cuando sacudían la cabeza o movían la cola, y las galaxias empezaron a formarse en el techo, e incluso alguna estrella fugaz cruzó aquel artificial firmamento.

Harry clavó su vista en el rubio, que se encontraba en ese momento volviendo la cama más grande y algo más bonita. Draco Malfoy no era sólo el Draco Malfoy de Hogwarts, sino que también era una persona interesante, de la que valía la pena conocer algo más que lo de la superficie. Tal vez llegar a ser amigos fuese exagerar, pero quizás llevarse bien y mantener la paz en aquella casa no fuera un propósito tan descabellado al fin y al cabo.

-Reconoce que estás impresionado. –la voz de Draco lo sacó de su ensimismamiento. El rubio lucía una impecable sonrisa de autosuficiencia, que descolocó a Harry por unos instantes.

-Vale, lo reconozco Malfoy, no sólo sirves para hacer pociones.- Harry sonrió ampliamente, contraatacando.

Draco se puso serio, y sus mejillas se tiñeron de rojo intenso.

-Sólo lo hice porque no me gusta dejar cosas pendientes, Potter.- se aclaró la voz y adoptó su clásica pose elegante.- no creas que lo hice por ti ni nada por el estilo…

Harry rió, lo que hizo que Draco le mirara enfadado.

-Claro, Malfoy, claro… -Draco empezó a replicarle, pero Harry le ignoró- Gracias por lo de la habitación, si eso echa un vistazo a los demás cuartos, ya que se te da tan bien…

Todavía riendo salió del cuarto, dejando a Draco soltando improperios detrás de él. A pesar de haber conseguido hacer una broma al respecto, seguía profundamente impresionado. Jamás se hubiera esperado que Malfoy supiera hacer esa clase de hechizos, ni se imagino cuándo ni en qué contexto los habría aprendido. Lo que estaba claro era que Malfoy estaba lleno de sorpresas aún por descubrir, y, pensó Harry, habría tiempo para ir descubriéndolas poco a poco. Quizás la presencia de Teddy les uniera, aunque fuese sólo un poco.

Mientras entraba en su cuarto y se quitaba la camiseta, pensó por primera vez cómo sería de ahora en adelante su vida, no sólo con Teddy, sino también con Draco. Si alguien en Hogwarts le hubiera dicho que iba a acabar viviendo con Draco Malfoy en la casa de su padrino, y con un niño, él mismo se hubiera encargado de provocar una “accidentada” sobredosis de turrón sangranarices. Y ahora estaba allí, más que conforme con la situación… perfectamente consciente de que, desde fuera, la situación resultaba un tanto siniestra.

El agua de la ducha le cayó directamente sobre los hombros, haciendo que se resintiera por la cantidad de contracturas que le había provocado quedarse dormido en el suelo. Suspiró y cerró los ojos, rindiéndose al sosiego. Debería ir acostumbrándose a no volver a tener esa magnífica tranquilidad que le daba su casa, ya que con dos personas más, y una de ellas un crío, el alboroto estaba asegurado. Rió entre dientes, tal vez aquello no le molestase tanto al fin y al cabo. ¿Cuándo había sido él fan de la tranquilidad? ¿No era acaso Harry Potter? Ya estaba empezando a echar de menos el ajetreo…

Cerró el grifo y se sacudió el pelo como un perro. Las gotas de agua cayeron hacia todas las direcciones, llenando la pared del baño de brillantes perlitas. Se enredó la toalla a la cintura y salió al cuarto. La luz de la luna parecía bañar en plata las sábanas de color escarlata, y daba un tenue brillo a la fotografía que colgaba de la pared. Se vistió pausadamente y se sentó en el alféizar, admirando la noche, melancólico. En días como aquel, sin un segundo de respiro, recordaba las paredes de piedra del castillo de Hogwarts… las escaleras móviles, el Gran Comedor, los fantasmas, Peeves, la cabaña de Hagrid… y lo echaba de menos, aquel lugar que había sido su hogar y donde había conocido a la que ahora era su familia. A veces se sentía vacio, tan sólo en aquella casa tan grande. …l lo había querido así, pero de vez en cuando las paredes se le echaban encima.

No había cenado nada, pero no tenía hambre. Agotado, se tiró a lo largo de su cama y se durmió enseguida, haciendo desaparecer de su mente una última imagen de la Sala Común de Gryffindor.
****

-Buenos días, amo Harry.- lo saludó Kreacher amablemente cuando entró a la cocina.- El desayuno está listo.

-Gracias Kreacher.- le respondió mientras se sentaba en la mesa de la cocina, disfrutando del olor a café caliente y pan recién hecho.- ¿Ha bajado ya Draco a desayunar?

-Hace ya un par de horas, amo.

Harry levantó la vista de su tostada con las cejas alzadas, y miró el enorme reloj de la cocina. Se había levantado un poco más tarde de lo habitual, después de haber decidido la noche anterior que no iría a clase y que se quedaría con Teddy una temporada. Sabía que cuando quisiera retomar las clases no tendría problema, al fin y al cabo él era el “Salvador del Mundo Mágico”. No le resultaba especialmente justo aprovecharse así de su posición, pero después de muchas vueltas, había decidido que en esa ocasión la situación lo valía.

Terminó su café con un largo sorbo, paseando su mirada por la portada del Profeta que la lechuza había dejado sobre la mesa de la cocina. En ella, una atractiva bruja vestida con una túnica verde sonreía desde una foto que ocupaba prácticamente toda la hoja. Harry levantó las cejas y la ignoró, preguntándose por qué seguía suscrito a ese periódico.

Se levantó, dejando la taza cuidadosamente sobre la mesa. Salió de la cocina y subió las escaleras, estirando sus músculos y dando un bostezo. Al pasar por delante de la sala de estar del primer piso le llamó la atención la figura de Draco, sentado en el sofá, completamente sereno con la mirada perdida en un libro. Siempre había pensado que los aires de señorito de Malfoy eran sólo fachada, pero en realidad parecía que sí era un chico culto, inteligente y con inquietudes propias.

-Buenos días- saludó Harry melódicamente, apoyándose en el marco de la puerta.

Draco levantó la vista y le miró. Aún le resultaba incómodo que Draco le mirara así, sin el deje desafiante al que estaba acostumbrado en él.

-Buenos días.- respondió secamente, con un movimiento de cabeza.

-¿Tienes por costumbre levantarte tan temprano?- preguntó Harry, ladeando la cabeza.

El rubio frunció el ceño por un segundo, y pareció vacilar antes de responder.

-Sí, me gusta aprovechar el tiempo.

-Ah.

Un silencio incómodo se hizo rey de la situación. Draco devolvió la vista a su libro y Harry suspiró derrotado.

-Voy a buscar a Teddy- anunció, volviendo a subir las escaleras.

Había ciertas cosas que jamás entendería de Malfoy. Y una de ellas era el porqué madrugaba sin razón. En fin, tal vez nunca supiera la respuesta.

Al llegar a su cuarto se puso una sudadera y se cambió las zapatillas por unos zapatos más gruesos. El invierno se hacía notar en las calles, el frío era helador, y la gente salía a la calle con bufandas y guantes.

Volvió a bajar las escaleras hasta la sala de estar, encontrándose con Draco inmóvil en la misma posición. Levantó una ceja mientras se dirigía a la chimenea y agarraba un puñado de polvos púrpura de encima, para luego soltarlos tras meterse en ella, pronunciando un claro “A la Madriguera”.

Cuando aterrizó en la mullida alfombra de la señora Weasley, se preguntó si el “Hasta ahora” que había escuchado habría sido producto de su imaginación o del revoltijo de imágenes que le había producido el viaje.
*******

Harry se apresuró, sujetando fuerte el paquete que llevaba entre las manos. Tras haber recogido a Teddy de la Madriguera, se lo había puesto literalmente en el regazo a Draco, anunciando que tenía que ir a arreglar algunos papeles y que volvería enseguida, agradeciéndole el favor de cuidar al niño en su breve ausencia. Aprovechando la perplejidad de Draco se había escapado, con una sonrisa en los labios.

Volvió a sonreír, imaginando el ataque de ira que le habría dado al rubio al reaccionar. En realidad, Harry podría haber arreglado esos papeles en otro momento, pero le pareció adecuando dejar al niño un rato con el Slytherin, para que se conocieran y se acostumbraran el uno a la presencia del otro. Aunque no podía evitar sentirse algo inquieto, por lo que aceleró sus pasos, estremeciéndose por el frío.

Al entrar en la casa recorrió con la vista cada rincón, esperando que alguna maldición surgiese de alguna parte. Dejó su abrigo y su bufanda en el perchero y agudizó el oído. Desde el piso de arriba llegaba el sonido del crepitar de la chimenea, y una ligera risa infantil. Harry suspiró aliviado al oír esa risa, y, paquete en mano, subió las escaleras hasta la sala de estar.

Estaba a punto de subir el último escalón y entrar en la estancia cuando un nuevo y desconocido sonido lo paralizó. Sin saber muy bien porqué se asomó a la puerta sigilosamente, mirando hacia adentro. Hubiera esperado cualquier cosa menos lo que vio.

Draco estaba sentado en el suelo frente a la chimenea, con el pequeño Teddy en sus rodillas. Sostenía su varita en la mano, y de ella salían unos finos chorros de luz que acababan en una serie de figuritas luminosas de animales. Teddy intentaba agarrarlas con las manos, pero se le escapaban, lo que le causaba una gracia tremenda. Pero lo realmente increíble de la situación no era eso, sino que el otro sonido, aquel que había paralizado a Harry en el pasillo, no era otro que la suave y fresca risa de Draco Malfoy, que se reía con los cambios de aspecto del pequeño.

Harry sintió como el tiempo fluía sin que a él ni siquiera le importase. Una sonrisa sincera y nueva adornaba el rostro de Draco, y su pelo plateado caía sobre su rostro al reírse. Su imagen era absolutamente hipnotizadora. Jamás había visto a Draco reír así. O mejor, jamás había visto a Draco reír.

Algo subió por el estómago de Harry hasta su garganta, provocándole una sensación extraña entre nervios y ganas de llorar. En ese momento, además de la increíble fascinación que esa risa le estaba causando, también le estaba provocando una ligera tristeza, al darse cuenta de que ese chico que hacía figuritas de animales con su varita no había tenido motivos para reír así en mucho tiempo.

En ese momento Draco levantó la vista y le miró, sorprendido de su presencia. Harry ni siquiera se había dado cuenta de cuándo había abandonado su improvisado escondite y había entrado a la sala, sin apartar ni un solo segundo los ojos del rostro del rubio.

La sonrisa de Draco se desdibujó al verle, y un violento sonrojo cubrió sus mejillas al verse descubierto. Harry despertó de su ensoñación justo a tiempo, y apartó la mirada de Draco para dirigirla al pequeño metamorfo.

-¡Holaa, enano!- le saludó, cogiéndolo en brazos- ¿Qué tal te ha tratado la serpiente?

Harry sintió la mirada reprochadora de Draco en su coronilla. En ese momento, Teddy arrugó su nariz, y, para asombro de Harry, su pelo pasó de un castaño claro a un rubio plateado, y sus ojos se volvieron como el mercurio líquido.

-Vaya…- comentó, divertido- creo que alguien te ha cogido cariño, Malfoy.

Draco bufó, sonrojado hasta las orejas. Teddy extendió sus manos hacia él, pero Draco giró la cara, provocado un puchero en el rostro del pequeño. Harry sonrió.

-Déjale, Teddy, su orgullo es más importante que tú- dijo riendo- pero, ¿sabes que haremos? Nos comeremos el delicioso pastel de calabaza que he traído tú y yo solitos, y no le daremos nada, ¿Verdad que no?

Draco negó con la cabeza, sin poder evitar un atisbo de sonrisa en su rostro. Harry se sentó en el suelo y alcanzó el paquete envuelto en papel rosa.

-Mmmmh, que rico- se relamió Harry, sonriéndole a Teddy mientras abría el paquete del todo- ¡Nos lo comeremos entero! Bueno, podemos darle un pedazo a Kreacher…

Draco levantó una ceja mientras Harry partía un pedazo de pastel y se lo ponía a Teddy entre las manos.

-¿Qué hacemos, Teddy? ¿Le damos un pedazo a la serpiente?- Harry miraba a Draco con una sonrisa en el rostro.

El pequeño asintió, entendiendo la situación, mientras le daba un enorme mordisco a su pedazo de pastel.

-Bueno, está bien… Malfoy, ¿quieres un pedazo?- preguntó, haciéndose el interesante.

-¡No!- contestó Draco, con el ceño fruncido, y girando la vista.

Harry soltó una carcajada.-Como quieras.

Harry escrutó a Draco con la mirada. Parecía estarse aguantando las ganas de algo, probablemente de echarle la bronca por la encerrona de esa tarde. Sonrió satisfecho, Teddy y él se llevaban bien, habían congeniado, y había descubierto aspectos de Draco que ni imaginaba. La imagen de la risa de Draco volvió a su mente, provocando que tragara con dificultad el pedazo de pastel que tenía en la boca.

-Potter.

Harry levantó la vista, vaciando su mente.

-¿Sí?

-…

-¿Malfoy?

-..¿Puedo..puedo coger un pedazo?

Harry abrió los ojos sorprendido, y tras un momento de estupor asintió con la cabeza. Draco, todavía con el enfado reflejado ligeramente en el rostro, se incorporó y alcanzó un trozo del pastel, espolvoreando su azúcar.

Harry le observó llevarse el pastel a la boca maravillado. Sus ojos se iluminaron cuando el dulce tocó sus labios, y se lo zampó enseguida, llenando su boca, olvidando su refinamiento. Cuando notó la mirada de Harry se sonrojó y bajó la vista.

-Es que…me encanta el pastel de calabaza.

Harry no pudo evitar reír a carcajadas. Era increíble, sencillamente increíble. Draco Malfoy no era capaz de tragarse su orgullo en ninguna situación, excepto si se trataba de un pastel de calabaza.

Draco también sonrió sin poder evitarlo, mientras cogía otro pedazo de pastel, aceptando la invitación de Harry.

Harry dejó escapar un suspiro. Allí sentado, al calor de la chimenea, con la suave risa de Teddy de fondo y el delicioso pastel entre las manos, la sonrisa de Draco lo llenaba todo. Entonces se dio cuenta. Adoraba ver sonreír a Draco Malfoy. Y en ese momento supo que compraría todos los pasteles de calabaza que hicieran falta con tal de que esa sonrisa no se borrara.
Notas finales: Intentaré subir el siguiente lo antes posible ^^

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