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Cambio de destino por Lalamy

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Aquella noche David le costó dormir, no podía quitarse de la mente lo que había sentido por Guillermo en un instante, fue recordar su cuerpo desnudo a su merced, aquel ángel excéntrico que con sólo una sonrisa hacía cambiar su temperamento del infierno al cielo ¿era normal que un hombre hiciese eso?

Se dio media vuelta en el colchón para mirarlo, el joven se veía tan apacible dentro de su mundo en sueños. David se preguntaba por qué la afición de coleccionar a gente que no conocía y mirarlas con tal contemplación de vez en cuando, pareciendo absorbido por ellos, quizás en una realidad paralela, como lo estaba él, con la diferencia que no sabía si volvería al de origen, y tampoco le interesaba. Como si ambos en el fondo compartiesen mucho más de lo que se veía, en dos días Guillermo hizo lo que Arturo no pudo hacer nunca, ganarse su confianza.

Sólo esperaba que no rompiesen ese frágil hilo que unía a sus almas, sólo esperaba no desear su muerte jamás.

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Cuando entraron a clases vieron a 3 de los 6 tipos que habían atacado a David, él por su parte le fue indiferente, no iba a gastar neuronas en insignificancias como lo eran ellos, pero Guillermo no pudo aguantar la rabia de verlos burlarse a sus espaldas, eran como víboras despechadas por que David no quiso, ni quiere nada con ellos, y más les molestaba aún que el hombre de los profundos océanos turquesas ni siquiera los miraba, como les provocaba eso… les hervía la sangre su indiferencia, excitándolos aún más, sobre todo cuando aquel hombre mostraba a la bestia que dormía detrás de su expresión muerta, una bestia que podía romper todo con sólo sus dientes.


- ¿No pueden mirar para otro lado?- dijo Guillermo mientras dibujaba un árbol en su cuaderno de artes visuales.
- Has que no existen…-le respondió su compañero de banco sin tener ni el mas mínima gana de hacer la tarea.
- No puedo, me molesta…
- ¿Hoy eres el temperamental y yo el relajado?
- Jaja… no, eso nunca, no puedo superarte, eres la bipolaridad en persona.
- No soy bipolar…-lo miró juntando las cejas.
- Ja… no te hagas, si lo eres…
- …

Estaban terminando la clase de artes, cuando entró una mujer muy joven a la sala de clases. Los muchachos querían manifestar su expectación con silbidos, y besos al aire, pero no podían puesto que ella venía en compañía del Cura Casimiro.

Guillermo comentó que era preciosa, puesto que tenía el cabello ondulado y castaño, y su iris de color pardos se enmarcaban bien con lo almendrado de sus ojos. Su rostro era armonioso, y se le formaban margaritas al reír. Su cuerpo era esbelto, de estatura media, vestida con un delantal gris, como el uniforme del alumnado. David al principio no la miró porque se le había caído el lápiz, pero al verla su actitud calma cambió con brusquedad, ya que a ella sí la conocía…

- Marcela…-murmuró.

Guillermo al oír lo dicho por su compañero de banco y habitación, miró a la mujer otra vez por si ella mostraba algún tipo de cambio en su comportamiento al reconocer a David, más se mantuvo tan pasiva como de un principio.

- Ella es Marcela Santos. Será su profesora de Lenguaje y Comunicación, y a la vez su profesora jefe- dijo el Cura con su voz imponente.
- Mucho gusto- dijo ella sonriente.

“Debo matarla”, fue lo que destelló en su mente como un disparo.

- ¿Qué sucede?- preguntó Guillermo preocupado al ver su rostro boquiabierto.
- …- continuó en sus pensamientos, miles de flash back dominaron su mente al verla, como mezclar miles de escenas provocando un colapso mental, miles de sentimientos indescriptibles revivieron, y no entendía porque estaba tan susceptible a estas cosas, él, que era un hombre frío y calculador que planeo tanto su vida como sus acciones, sus pensamientos, sus sentimientos…
- ¿David te sientes bien?-insistió Guillermo, su compañero parecía estar dentro de una barrera con aislante- David…-como no pudo elevar la voz, le dio un codazo en el brazo, lo que hizo reaccionar al hombre.
- ¿Qué quieres?-susurró molesto.
- ¿Qué te pasa?
- Nada, estoy escuchando lo que dicen…- Y volvió a mirar a la mujer que estaba frente a sus ojos, hermosas, radiante, viva… no como la mujer antisocial y deprimida que le abatía el día, quienes estaba frente a sus ojos era una ninfa literaria con la que se casó.

Guillermo al oír que la profesora hablaba de su vida, no prestó oídos para sólo concentrarse en sus dibujos, aunque la clase de artes hubiese acabado, lo que no le permitió darse cuenta que Marcela estaba teniendo por primera vez contacto visual con David, como cuando un flechazo te impide desviar la mirada sólo mirando el horizonte de sus ojos.

Así fue casi toda la clase que ella conversó con los estudiantes.

Al recreo David mantuvo silencio, sin dirigirle ni siquiera la mirada a Guille, quien continuaba dibujando sus indescifrables figuras, muriéndose de curiosidad.

- Guille…- terminó por decir el hombre.
- ¿Si?- no lo miró.
- Estás callado.
- ¿Y para que te voy a hablar si no me vas a escuchar?

Y así fue el resto del día.

A la noche Guillermo sacó una revista y comenzó a recortarla, pensaba hacer un nuevo collage de gente extraña, dejando a un lado a los rostros más famosos. David ya no pudo ignorar más eso.

- ¿Cuál es tu fijación en pegar a personas desconocidas?

El muchacho lo miró sereno, pero sin sonreír

- No lo sé...- respondió suave, casi sin modular- supongo que... si salen en las revistas hay que tomarlos en cuenta, ellos también hacen cosas ¿no? Que sean anónimos no quiere decir que tienen que ser olvidables.
- …

“Tal como lo pensé, su mundo es paralelo al nuestro”

Luego de responder aquello, el joven volvió a sus actividades. Era como un niño haciendo un trabajo, se esmeraba para que le saliera bien, ensuciando toda su cama. El usaba un pijama que le quedaba muy grande, lo que provocaba en David, una leve sensación de querer interrumpir lo que hacía para que sólo se fijara en él. Se le había olvidado Marcela por el momento, sólo quería que Guillermo abandonara su país de ensueños para estar con él.

Aquella idea lo horrorizo, el no quería la atención de un hombre, quizás su problema se basaba en que lo veía como al hermano que nunca tuvo, queriendo molestarlo, o regalonearlo. Aquello le alivió, y le permitió salir de su cama para sentarse al lado de su compañero…

- Ahora entiendo… tú eres como mi hermano chico…- dijo sonriente, y con esto lo abrazó para ahorcarlo (de broma).
- ¿Hermano chico? David ¿tienes hermanos?
- No… por eso eres lo que más se acerca.
- ¿En serio?- sonrió encantado por el cumplido- yo tampoco tengo hermanos…
- ¿Oye?
- ¿Si?- dejó a un lado las tijeras para centrarse sólo en su “hermano mayor”
- ¿Qué es eso de que eres hijo de un Cura?

Al oír esto, Guillermo extravió la mirada a un punto indefinido, y apretando los labios trató de formular las palabras para explicárselo.
- Mi mamá tuvo una aventura con un cura muy popular en nuestra ciudad…
- Ah… ¿Y eso no es problema para ti?
- No, mi papá murió, y pese a que todos los curas de aquí saben quien soy, no me hicieron impedimento para ingresar. Muchos dicen que soy el pecado en persona.
- Mm…- lo abrazó otra vez, apoyando la cabeza del joven en su pecho- Yo pienso que eres puro. Le acarició la cabeza, en tanto Guillermo cerraba los ojos para sentir con más profundidad las caricias.
- Gracias…- susurró.

David volvió a recordar la escena en que tenían sexo, lo que hizo que su pecho pesara. No podía evadir sus sensaciones, ni la erección de sólo pensar en el cuerpo sudoroso y desnudo de su hermanito, era tan ingenuo, tan infantil que sentía unas poderosas ganas de profanarlo, lo que encontró aberrante.

Seguía acariciándolo, pero ahora más lentamente, pasando de sus cabellos oscuros a su cuello, y su rostro, tanteándolo con la yema de sus dedos temblorosos. El joven continuaba cerrando los ojos, dejándose querer, moviendo su cabeza para que David pasara sus manos por todo su rostro, con las mejillas sonrojadas, y respirando pesadamente, no podía controlar su placer.

“Quiero besarlo… necesito besarlo” pensaba David descompuesto por su estado, pero a la vez ansioso.

“Tócame… tócame…” pensaba Guillermo inmerso en su felicidad temporal.

El reloj de pulsera de Guillermo sonó anunciando las 10, fue cuando despertaron de su delirio. David se puso rígido, y Guillermo se apartó.

Fue incómodo.

No obstante, el hermano pequeño al ver el rostro espantado de su hermano mayo le apretó las mejillas fuerte, y luego le dio un pequeño beso en la mejilla.

- Voy a ordenar mis cosas, porque está por llegar la inspecciona que todo esté en orden.
- Ah, verdad…- dijo sobándose la mejilla por el leve dolor.

David se prometió no volver a caer ante la calentura superficial por la que se estaba dejando llevar. No iba a utilizar al pequeño sólo porque necesitaba un poco de sexo… ¡MENOS SI ERA HOMBRE!









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