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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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            -Tarado.

 

            Cuando Harry regresó media después, encontró a Draco con toda la ropa desparramada en el suelo.

 

            -Ya no me cierra ningún pantalón –exclamó Draco con tanto desconsuelo, que Harry solo rodó los ojos mientras decía:

 

            -No te preocupes, los haré más grandes con un simple hechizo.

 

            -Mejor aparece de una vez una tienda de campaña, apenas eso me quedaría a la medida.

 

            -No seas dramático –dijo Harry sacando su varita.

 

            Media hora después y sin haber logrado que Draco usara ninguno de los pantalones que tenía en el armario, ambos chicos se encontraban en la habitación de Harry, acostados los dos en la pequeña cama; Draco boca arriba, con una pierna cruzada y Harry boca abajo, recargado en sus codos con un libro abierto frente a él.

 

            -Es que no entiendo... –dijo Draco mirando el techo.

 

            -¿Qué no entiendes si es muy claro? –dijo Harry repasando con la vista lo que acababa de leer.

 

            -Esa niña en verdad debe ser muy idiota para no darse cuenta de que lo que había en esa cama era un licántropo.

 

            -No era un licántropo, era un lobo de verdad.

 

            -¿Pero cómo vas a confundir a tu abuela con un lobo?... ¿estaba ciega o qué?

 

            -Es un cuento, Draco, los niños lo creen.

 

            -¿Un cuento?... ¿estás leyéndome un cuento para niños pequeños? –exclamó Draco mirando a Harry.

 

            -Si ¿Por qué?

 

            -No soy un niño ¿Por qué me lees eso?

 

            -Es un cuento muggle.

 

            -¿Y?

 

            -Creí que te parecería interesante.

 

            -Tú y tus ideas... –exclamó Draco dándose la vuelta- y bueno... ¿Qué mas pasó?

 

            Harry sonrió y continuo leyendo para después de diez minutos, sentir la acompasada respiración de Draco, cerró el libro y se quedó mirando hacia el chico que dormía a tan solo unos centímetros de distancia; su cabello desparramado llegaba hasta el libro, entonces Harry miró su cuello, tan perfecto y expuesto, tomó con sus dedos un mechón rubio llevándoselo a la nariz... el olor a jabón inundó sus fosas nasales haciéndolo llevar el cabello a sus labios.

 

            -Que suave... –pensó mientras aspiraba el fresco aroma del cabello casi platino.

 

            Draco se removió haciendo que lo soltara rápidamente, pero el rubio no despertó, lo que hizo fue removerse en su lugar y darse la vuelta colocando sus manos debajo de su mejilla.

 

            Harry se quedó quieto con Draco a solo un palmo de distancia durmiendo profundamente; estaba tan cerca que comenzó a sentir su calor, y así, sin ningún tipo de problema comenzó a examinar su rostro; se acostó en la misma posición que él, solo que de frente; observó sus cejas, sus largas pestañas claras, su fina nariz y su boca pequeña... recordó cuando lo vio por primera vez con Madame Malkin, lo desagradable y pedante que fue; cuando le quitó su recordadora a Neville ¡cómo lo detestó!...y cuando muy ufano compro  su lugar en el equipo de Quidditch de Slytherin al “donar” su padre escobas para todos; la vez en que por su culpa condenaron a muerte a Buckbeack; esas y muchas cosas más pasaron por su mente para finalmente llegar a la conclusión de que ese chico era el mismo que tenía en frente... ¿Cómo alguien como él pudo perderlo todo?

 

            -Tienes una linda cara, Draco Malfoy... –pensó Harry mordiéndose un labio distraídamente- y un cuerpo de tentación debajo de toda esa ropa.

 

            Draco suspiró  e inconscientemente se acercó más a Harry al percibir su calor; el moreno se sorprendió quedándose quieto un momento, y después, exhalando un suspiro, se levantó.

 

            ________________________________________________________________________________

 

 

 

            Conforme pasaban los días, Draco se iba animando a salir más de su habitación, aunque Sirius al verlo, solo fruncía el ceño y desaparecía.

 

            -No te sientas mal por lo de Sirius –dijo Harry en la cocina sacando unas zanahorias de una alacena-, no es muy sociable.

 

            -En realidad no me molesta –dijo Draco alzándose de hombros sentado a la mesa de la cocina-, en realidad nunca llegamos a convivir, así que aunque sea mi tío, no lo considero como tal... dame un cuchillo, te ayudaré a cortar eso.

 

            -No, mejor lava las verduras.

 

            -No hay problema, dame el cuchillo.

 

            -No, te digo que mejor laves las verduras.

 

            -¿Por qué no quieres darme un cuchillo? –preguntó Draco frunciendo el ceño- ¿piensas que te lo clavaré en la espalda apenas te des la vuelta?

 

            -Tu mismo dijiste que nunca confíe en un Malfoy –dijo Harry sonriendo sacándole la vuelta a una discusión.

 

            -Que chistosito... ya, dame un cuchillo –insistió Draco sintiéndose contrariado.

 

            -Ya te dije que no –respondió Harry dejando el cuchillo sobre la mesa para vaciar los cubos de zanahoria en un recipiente.

 

            -No seas aguafiestas –dijo Draco estirándose sobre la mesa y tomando el cuchillo siendo sujetado inmediatamente por la muñeca.

 

            -Suelta el cuchillo –exclamó Harry sin soltarlo y con el rostro serio.

 

            -No me trates como a un niño, Potter –dijo Draco percibiendo el cambio de actitud en  Harry.

 

            -No te portes como uno.

 

            Draco lo miró unos instantes, hasta que finalmente dijo:

 

            -¿Piensas que me haré daño?

 

            -No lo sé, dímelo tú.

 

            -¿Y para que te contesto?... de todos modos tu no me dejarías.

 

            -Tienes razón, ahora suelta el cuchillo.

 

            Apretando los labios, Draco soltó el cuchillo diciendo:

 

            -Te pareces a Roger... no me dejan hacer nada.

 

            -No te enojes –dijo Harry tomando el cuchillo- para que puedas salir de la habitación debes seguir ciertas reglas.

 

            -Pues entonces me voy a mi cuarto para no quebrantar tus preciosas reglas –dijo Draco poniéndose de pie.

 

            -No es para tanto, Draco... –exclamó Harry intentando aligerar el ambiente- mejor cuéntame quien es Roger.

 

            Draco torció la boca y se cruzó de brazos, mientras tanto Harry dejo lo que estaba haciendo y dijo:

 

            -Lo has mencionado varias veces.

 

            -¿Lo he hecho? –exclamó Draco extrañado.

 

            -Ven, siéntate ¿quieres chocolate caliente?

 

            -¡Sí! –respondió Draco sentándose inmediatamente ante la sonrisa de Harry.

 

            -¿Roger es el padre de tu bebé? –preguntó Harry sacando dos tazas de la alacena.

 

            -No le contarás a Lupin ¿verdad? –preguntó Draco suspicaz.

 

            -No, no lo haré... pero confieso que tengo mucha curiosidad.

 

            -Bueno... –dijo Draco viendo como Harry llenaba las tazas del humeante y dulce liquido- pues sí, es el papá de... ya sabes...

 

            -He notado que nunca hablas de tu bebé... es decir, fuera de tus malestares, te comportas como si no estuvieras...

 

            -¿Quieres apurarte con el chocolate? –interrumpió Draco.

 

            -Claro, toma –dijo Harry dándole una taza y entendiendo la indirecta- y bien ¿cómo es Roger?

 

            -¿Cómo es de qué?

 

            -Bueno, no sé... ¿Cómo es físicamente? ¿es de tu edad?

 

            -Es mayor... es tan alto como yo, tiene cabello castaño y ojos color miel.

 

            -¿Cómo se conocieron?

 

            Draco suspiró, esa parte de su vida no le agradaba en absoluto, pero tal vez fuera siendo hora de contárselo a alguien.

 

            -El es medimago... atendió a mi madre cuando ella enfermó, y fue él quien me dio la noticia de que había muerto.

 

            -¡Oh!... siento haberte hecho recordar esas cosas.

 

            -No importa, después de eso estuve muy mal, y fue él quien me ayudó... creo que si no hubiese sido por él, yo no sé donde estaría.

 

            -Ya veo... ¿y cómo paso lo de tu bebé?

 

            -Ya suenas como auror.

 

            -No, es en serio, esto ya no te lo pregunto como auror, es decir, si Roger es medimago, al menos debe tener una idea de lo que pasó ¿no?

 

            -La verdad no... ambos quedamos muy sorprendidos cuando nos enteramos... oye, ¿me das mas chocolate?

 

            -Aun no te lo terminas.

 

            -Pues cuando lo acabe.

 

            -De acuerdo.... ¿y cómo era como persona? –preguntó Harry picando mas verdura.

 

            -mmm... es muy paciente –dijo Draco comenzando a sonreír sin darse cuenta-  él sabía quitarme el miedo... la soledad...

 

            -Ah... –exclamó Harry mirándolo con detenimiento- ¿y él que hacia ahí?

 

            -Ya te dije, como medimago estaba encargado de atender a los enfermos y heridos... él planeaba escapar de todo eso, pero  cuando nos conocimos ya no lo hizo.

 

            -¿Se quedó por ti?

 

            -Si

 

            -¿Y tú no pensabas hacerlo?

 

            -¿Escapar?

 

            -Si

 

            -No podía... ¿Cómo hacerlo si ellos tenían a mis padres?... y aunque mi madre ya no está, aun queda mi padre.

 

            -Draco, es probable que este muerto... lo sabes.

 

            -El no está muerto, Roger lo vio –respondió Draco con firmeza.

 

            -Pero no se ha comunicado contigo ¿o sí?

 

            -Porque no ha podido –dijo Draco poniéndose de pie y caminando al lavabo- terminé el chocolate, voy a subir.

 

            -¿No querías más?

 

            -No, ya no, voy a... ¡ah! –gimio Draco soltando la taza cayendo esta al piso rompiéndose en pedazos.

 

            -¿¡Que te pasa, te sientes mal?! –exclamó Harry acercándose rápidamente- ¡Draco!

 

            -¡Se...! ¡se...! ¡se movió! –exclamó Draco abriendo tremendos ojos- ¡“eso” se movió!

 

            -¿Eh?... ¿hablas del bebé?

 

            -¡Sí!... ¡yo lo sentí!

 

            -¡Ay Draco, casi me matas del susto! –exclamó Harry sentándose de nuevo- ¿Qué nunca lo habías sentido?

 

            -Pues no... –respondió Draco con cara de susto- se siente muy raro.

 

            -Cálmate –dijo Harry al ver su expresión- eso es normal.

 

            -Pues no lo es para mí –respondió Draco nervioso agachándose a recoger la cerámica rota.

 

            -Yo lo hago –dijo Harry inclinándose.

 

            -Déjame, no soy un inútil –exclamó Draco sintiéndose raro.

 

            -De acuerdo –respondió Harry enderezandose- pero tranquilízate, después de todo es un bebé lo que llevas dentro, es normal que se mueva.

 

            -Si, pero es muy raro –dijo Draco mirándolo compungido- soy un hombre, no debería estar pasando por esto.

 

            -Pues yo creo que ya va siendo hora de que lo aceptes, negarlo no te va a ayudar en nada.

 

            -No me digas que hacer, Potter.

 

            -¿Potter?... ¿ya no soy Harry? –exclamó Harry sonriendo.

 

            -No, ya no –respondió Harry enfurruñado.

 

            -Tonto

 

            Esa noche, Draco pensaba que a pesar de todo, se sentía un poco mejor; el hablar de Roger con alguien por primera vez en su vida le hacía sentir bien; no le había gustado nada el incidente con el cuchillo, pero al menos podía salir de aquel cuarto; así que en los días siguientes y sin necesidad de que Harry le preguntara,         él hablaba de Roger a cada momento, sentía que hablando de él, de alguna manera  lo tenía más cerca.

 

            Su convivencia se tornaba de alguna manera normal, como si de dos chicos comunes se tratase... aunque el carácter de Draco no era de un chico común.

 

            -Tienes el cabello hecho un desastre –dijo Harry una tarde al vérselo todo disparejo mientras Draco se peinaba,o al menos lo intentaba mirándose en el espejo del baño.

 

            -¿No te mordiste la lengua, Potter? –respondió Draco ceñudo- tú no eres precisamente una autoridad en cuestión de moda y mucho menos en cabello, tu cabeza parece un nido de castores.

 

            -Así es mi estilo –dijo Harry alzándose de hombros- en cambio tú te ves muy diferente a como cuando estábamos en Hogwarts.

 

            -Bueno, eso si... –respondió Draco exhalando un nostálgico suspiro- todo era muy diferente.

 

            -No irás a hacerme un drama ¿cierto? –exclamó Harry observándole la expresión melancólica que había puesto.

 

            -Yo no hago dramas –respondió Draco indignado mientras comenzaba a desenredarse el cabello- rayos... –masculló al encontrarlo demasiado revuelto atorándosele el peine.

 

            -Ya lo tienes muy largo.

 

            -¡Maldición! –exclamó Draco impaciente mientras intentaba quitarse el peine enredándolo mas.

 

            -Oye tranquilo, vas a quedarte calvo si sigues jaloneándote así.

 

            -Ahora resulta que vas a decirme como peinarme –respondió Draco ya de mal humor.

 

            -Claro que no ¿quieres que te ayude? –dijo Harry compadeciéndose de él al verlo tan exasperado.

 

            -Si, si quiero, dame unas tijeras.

 

            -¿Unas tijeras?... ¿y para qué?

 

            -Para clavarlas en tu corazón, idiota... –dijo Draco mirándolo por el espejo- ¿cómo para qué?... ¡pues para cortarlo!

 

            Harry negó con la cabeza mientras sonreía.

 

            -¿De qué te ríes? –exclamó Draco ya con las mejillas rojas debido a su berrinche.

 

            -¿Siempre has sido así de enojón o ahora lo eres más por tu estado? –exclamó Harry sin dejar de sonreír- es obvio que no voy a darte ninguna tijera, en todo caso, si quieres, yo te lo puedo cortar.

 

            -¿Tú?... no me hagas reír.

 

            -Bueno, entonces quédate con tu nido de ratas –respondió Harry alzándose de hombros mientras se daba la vuelta para salir del baño.

 

            -¡Espera!

 

            -¿Si? –respondió Harry con gesto indiferente.

 

            -emmm...

 

            -¿Decías? –insistió Harry conteniendo la carcajada que pugnaba por estallarle en la boca al ver el claro conflicto interno de Draco de dar su brazo a torcer.

 

            -Yo... bueno...

 

            -Si no dices nada, entonces me voy.

 

            -Harry –se apresuró a decir Draco.

 

            -¿Si?

 

            -De acuerdo.

 

            -¿De acuerdo, que?

 

            -Córtalo tú –respondió Draco cruzándose de brazos.

 

            -¿Seguro?

 

            -¿Me darás las tijeras?

 

            -No

 

            -Pues entonces no hagas preguntas idiotas.

 

            -De acuerdo, ahora regreso –dijo Harry yendo a la cocina por unas tijeras regresando en cuestión de minutos.

 

             Draco había ido por una silla sentándose frente al espejo, Harry se colocó detrás del rubio mirandolo con ojo crítico decidiendo donde daría el primer tijerazo.

 

            -Lo tienes tan largo como tu padre –dijo Harry abriendo y cerrando las tijeras- no te ves tan mal

 

            -Gracias por el piropo –respondió Draco sarcástico.

 

            Harry ya no respondió, sino que se puso las tijeras en la boca y comenzó a desenredar el peine en el enmarañado cabello.

 

            -Que suavecito... –pensó sorprendido al desprender con facilidad el peine del platinado cabello.

 

            -Date prisa –exclamó Draco interrumpiendo sus pensamientos-, me da sueño cuando me agarran el cabello.

 

            Harry alisó el cabello aun húmedo y dio el primer tijerazo dándose cuenta de que no había preguntado el largo deseado.

 

            -Creo que corté mucho –dijo mirando el mechón de cabello rubio.

 

            -No importa, lo quiero corto

 

            -eee... bueno, pero mejor date vuelta.

 

            Draco se levantó y dio vuelta a la silla quedando de frente a Harry, quien sin más comenzó a dar tijerazos por aquí y por allá; después de un rato, puso sus manos en el rostro de Draco levantándolo un poco; el rubio cerró los ojos dejándose examinar, y mientras esperaba pacientemente, mojó sus labios con la lengua dejándolos húmedos y entreabiertos; Harry no miraba al cabello, miraba esos labios tan... tan...

 

            -¿Y bien?

 

            -¿He?

 

            -¿Y bien Harry, como quedé? –preguntó Draco abriendo los ojos provocando que Harry lo soltara al instante.

 

            -Bueno... –respondió Harry carraspeando- no lo dejé tan corto, apenas arriba de los hombros, haber que te parece.

 

            Draco sonrió sintiéndose libre de su larga cabellera, así que se levantó dándose vuelta para verse en el espejo... su sonrisa se congeló al tiempo que sus ojos se abrían desmesuradamente.

 

            -¡Por... por los calzones de Rowena Ravenclaw!... ¡Harry Potter!... ¿¡qué has hecho con mi cabello?!

 

            -Nada, solo lo corté.

 

            -¡¿Qué solo lo...?! ¡por todos los cielos, mírame!

 

            -Eso estoy haciendo Draco, pero no está muy corto ¿o sí?... además, de nuevo pareces de diecisiete años.

 

            Draco continuaba mirando como un sinfín de mechones de un cabello que le llegaba debajo de la barbilla, se levantaba en todas direcciones.

 

            -¡Es que...! ¡parezco niña!

 

            -Pues... –exclamó Harry titubeante- la verdad no tanto.

 

            -¡¿No tanto?!... –bramó Draco dándose la vuelta-  ¿¡eso significa que si lo parezco?!

 

            -¡No, no! –respondió Harry alzando las manos- eres todo un macho.

 

            Draco apretó los labios, se volvió, tomó el tubo de pasta dentífrica y se lo arrojó a Harry en la cabeza para después exclamar enfurecido:

 

            -¡Eres un tarado imbécil, quítate!

 

            -¡Oye! –exclamó Harry cuando Draco lo hizo a un lado de un empujón- ¡te ves bien!

 

            Pero ya no recibió respuesta dado que Draco salió de ahí para ir a encerrarse directamente en la habitación del propio Harry, quien después de rogar un par de horas frente a la puerta y compensarlo con un par de chocolates, finalmente lo había en contentado.

 

            Una curiosa rutina normal se había establecido entre aquellos dos, Sirius sin embargo cada vez parecía más huraño, en cuanto el chico Malfoy aparecía ante sus ojos, solo torcía la boca y se encerraba en su habitación; a Draco le daba igual, estaba acostumbrado a los desplantes de la gente, su vida con los mortífagos lo había curtido lo suficiente, eran sus hormonas lo que lo traicionaban, pero afortunadamente con el animago no había pasado nunca, así que sin más continuó jugando con Harry en la mesa de la cocina.

 

            Era la tercera ronda de ajedrez mágico que jugaban, por un lado un Draco Malfoy muy ufano sentado con las manos detrás de la cabeza, por el otro, a un Harry Potter  malhumorado rascándose la cabeza alborotando aun mas si es que eso era posible, su cabellera azabache.

 

            -Demonios... –masculló el joven auror examinando por enésima vez su jugada.

 

            -Me saldrán raíces en los pies sino te apresuras, Harry –dijo Draco burlón.

 

            -¡No me presiones!... el ajedrez es un juego de paciencia.

 

            -Y de inteligencia; paciencia tengo mucha, pero parece que a ti la inteligencia te falta.

 

            -Claro que no, así es mi estrategia.

 

            -¿Qué clase de estrategia incluye perder los primeros dos juegos?... a menos que tu ataque sea matarme de aburrimiento, no veo como tu dichosa estrategia sea funcional.

 

            -Cierra el pico, me desconcentras –dijo Harry frunciendo el ceño intentando imaginar el resultado de un determinado movimiento.

 

            -Bien... –dijo finalmente señalando a una torre- tú, muévete en diagonal cuatro casillas a la derecha.

 

            -Mala idea –dijo Draco moviendo negativamente la cabeza.

 

            -Cállate.

 

            -Tú lo quisiste... jaque mate –respondió Draco moviendo su reina.

 

            -¿¡Qué?!

 

            -¡Lo que oíste, Potter! –exclamó Draco riendo.

 

            -¡Pero...!

 

            -Si pensabas que Weasley era bueno jugando ajedrez mágico, obvio es que nunca habías jugado conmigo, ahora cumple tu apuesta.

 

            -Un juego más, quiero la revancha.

 

            -¡Ya te di dos revanchas! –dijo Draco indignado- ¡cumple la maldita apuesta!

 

            -Pero...

 

            -Diste tu palabra de Griffindor –interrumpió Draco-, ciertamente no considero que tenga mucha validez, pero aun así espero que la cumplas.

 

            Torciendo la boca, Harry se puso de pie y tomando su propia varita, se señaló a si mismo diciendo:

 

            -“Corpoero gallina” –un humo gris salido de la varita rodeo a Harry haciendo sonreír a Draco cuando este humo finalmente desapareció.

 

            -Genial... ahora ve y di lo que tienes que decir

 

            Fulminándolo con la mirada, Harry salió de la cocina para dirigirse a la sala.

 

            -Remus... –dijo al auror que examinaba unos informes en un sofá.

 

            -¿Si?

 

            -Necesito un poco de tu atención.

 

            -Claro Harry ¿Qué se te...? –preguntó Remus quedándose a media frase al ver a Harry vestido con un enorme disfraz de gallina, con pico y todo moviéndole la cola.

 

            -Yo soy un... yo soy un delicioso pollito al horno... –masculló Harry agradeciendo que el enorme pico ocultara lo avergonzado que se sentía- ¿no quieres comerme?

 

            -¿Ha... Harry? –balbuceó Remus aun con los ojos como platos.

 

            Sin decir nada más, la enorme gallina se dio la vuelta para regresar a la cocina encontrando a un Draco desternillándose de risa en la silla.

 

            -“Finite incantatem” –dijo Harry concluyendo el hechizo y volviendo a la normalidad.

 

            -¡Eso estuvo genial! –exclamó Draco cuando por fin pudo hablar.

 

            -Vete al cuerno –respondió Harry saliendo de la cocina.

 

            -¡Haber cuando jugamos de nuevo! –gritó Draco antes de verlo desaparecer.

 

            -Vaya –pensó Remus sonriendo desde la sala- parece que esa depresión esta por completo controlada.

 

            Una mañana, en el desayuno, Harry libraba su batalla diaria por los alimentos y la continua cantaleta de Roger, Roger, Roger...

 

            -Es pescado a la plancha y ensalada de tomate, Draco.

 

            -Pero ya te dije que no me gusta ¿Por qué no me das miel para el tomate?

 

            -Porque el señor Jackson dijo que estas consumiendo mucha azúcar.

 

            -Roger a veces me daba pescado, pero él si me daba miel –dijo Draco picoteando el pescado con su tenedor.

 

            -¿Ah sí?... pues resulta que yo no soy Roger, y te comes eso o te lo meto por donde no te da el sol –exclamó Harry poniéndose de pie y saliendo de la habitación dejando a Draco con la boca abierta.

 

            -Roger esto... Roger lo otro... Roger aquello... –masculló Harry bajando las escaleras- ¿Por qué no mejor le hacemos un altar al dichoso Roger y le prendemos una vela?

 

            -¿Draco comió tan pronto? –preguntó Remus extrañado al verlo entrar a la cocina mientras ellos esperaban sentados a la mesa.

 

            -No, pero desayunemos nosotros.

 

            -¿Todo bien? –preguntó Remus al verlo de mal humor.

 

            -Si ¿Por qué?

 

            -No, por nada.

 

            Media hora después, habiendo terminado de desayunar, Remus y Sirius tomaban un café cuando Draco apareció por la puerta con la charola en las manos.

 

            -Ya terminé ¿Dónde pongo esto?

 

            -Dejaste todo el pescado –exclamó Harry ceñudo.

 

            -No es verdad –respondió Draco colocando los trastes en el lavabo.

 

            -Dejaste casi todo, acábatelo.

 

            -¡Claro que no! –respondió Draco molesto.

 

            -Solo picoteaste la comida y no comiste nada.

 

            -Oye, aun siento nauseas, no es tan fácil –respondió Draco cruzándose de brazos.

 

            Remus y Sirius no decían nada, simplemente continuaban tomando su café en absoluto silencio mientras el ultimo dejaba su paquete de cigarrillos en la mesa después de encender uno.

 

            -¿Puedo tomar uno? –preguntó Draco al verlo, a lo que Sirius respondió solo alzándose de hombros.

 

            -¡Claro que no! –exclamó Harry tomándole la muñeca- ¡deja esos cigarros!

 

            -Suéltame, Potter –dijo Draco molesto.

 

            -¿¡Acaso estás loco!? –respondió Harry enojado- ¡estas esperando un bebé, no puedes fumar!

 

            -¡Pues yo no busque estar así!

 

            -¡Pues entonces no te hubieras abierto de piernas con cualquiera! –exclamó Harry, quien al momento de soltar esas palabras, se arrepintió.

 

            Draco se le quedó mirando fijamente sin decir una sola palabra, dejó la cajetilla de cigarros y soltándose de un tirón, se dio la vuelta.

 

            -Draco...

 

            -¡Vete al infierno, imbécil! –gritó el rubio antes de salir de la cocina y subir rápidamente las escaleras.

 

            Nadie dijo nada por unos momentos, hasta que finalmente Remus lo hizo.

 

            -Creo que ahora si la cagaste, cachorro.

 

            -Si, Harry... –dijo Sirius guardando la cajetilla en el bolsillo de su camisa- hasta yo sentí feo.

 

            No había necesidad de que se lo dijeran, Harry sabía que había traspasado un límite con toda la intención de lastimar; se pasó la mano por el cabello sintiéndose avergonzado y sin decir nada, salió de ahí.

 

            Cuando se encontró frente a la puerta de Draco, tragó en seco; se sentía peor que una vil cucaracha de drenaje, por lo que armándose de valor, tocó la puerta sin obtener respuesta, por lo que la abrió asomándose titubeante.

 

            -Draco... ¿podemos hablar?

 

            Draco estaba sentado en la cama mirando hacia la pared.

 

            -Draco... yo... yo lo lamento de verdad.

 

            Pero Draco no respondió, solo continuó mirando hacia la pared, por lo que Harry, aclarándose la garganta, continuó hablando.

 

            -Perdóname por favor, no quise decir eso.

 

            -Claro que quisiste decirlo... –exclamó Draco mirándolo directamente.

 

            Harry sintió que el alma se le iba a los pies al oír su voz entrecortada y ver sus ojos enrojecidos.

 

            -Draco...

 

            -Y para tu maldita información, solo he tenido sexo con dos personas en toda mi vida... no todos somos como tú que coge con todo lo que se mueve y se arrastra...

 

            -Es que yo...

 

            -¡No a todos nos salen las cosas tan perfectas como a ti!

 

            -Lamento haberte ofendido, te pido una disculpa.

 

            -¡Lárgate de  aquí y déjame en paz! –exclamó Draco odiándose a sí mismo por no poder controlar el temblor de su voz.

 

            -Draco, por favor...

 

            -¡Fuera! –gritó Draco poniéndose de pie- ¿¡para eso querías ser mi amigo, maldito Griffindor de mierda!?... ¿¡para juzgarme como si tuvieras derecho?!

 

            -Sé que cometí un error muy grave y te pido perdón por ello... –dijo Harry dando unos pasos hacia él.

 

            -¡No te acerques!... ¡lárgate de aquí y déjame solo!

 

            -Cálmate por favor, te puede hacer mal si...

 

            -¿¡Y desde cuando te importa lo que me pase?!

 

            -Claro que me importa

 

            -¡No es cierto!... a nadie le importa... solo a él... –terminó de decir Draco con voz bajita.

 

            -No es cierto Draco, si me escuchas...

 

            -¡Vete!

 

            -Draco...

 

            -¡Fuera! –gritó el rubio tomando la jarra con agua y arrojándosela con todas sus fuerzas.

 

            Harry se agachó logrando esquivar por poco la jarra estrellándose ésta en la puerta; vio a Draco tan exaltado, que decidió salir de ahí para no complicar más las cosas.

 

            -¡Lárgate y no vuelvas a hablarme, infeliz hijo de puta! –gritó Draco aun cuando Harry ya había cerrado la puerta.

 

            Harry recargó la frente en la puerta cerrada haciéndosele el corazón un nudo al escuchar desde ahí el llanto de Draco... su prisionero lloraba como si en ello se le fuera al vida y todo  por su culpa.

 

            -Maldito estúpido... –susurró antes de irse a su habitación.

 

            Ya adentro, Harry se quedó de pie, recargado de espaldas en la puerta... ¿cómo había empezado todo?... Draco había refunfuñado sobre la comida como siempre, así que eso no tenía que haber sido problema... ¿entonces?

 

            Suspirando fue a sentarse a la cama; había estado de un humor de perros ese día y se había desquitado con Draco, ¿pero porque con él?... negando con la cabeza, se respondió a si mismo... por oírlo hablar tanto del dichoso Roger.

 

            -Por Dios... –pensó mientras se pasaba una mano por la cara- estoy celoso... celoso de un tipo que ni siquiera conozco...

 

            Sintiendo todo el pesar del mundo se dejó caer hacia atrás al tiempo que se ponía los puños cerrados en la frente.

 

            -Me gusta... –pensó cerrando los ojos con fuerza- me gusta mucho... ¿en qué maldito momento comenzó a gustarme tanto?... soy un completo imbécil.

 

            A la hora de la comida no quiso salir, le daba vergüenza ver a Draco y él ni siquiera quiso salir a comer; Remus intentó hablar con él pero Harry lo evadió arguyendo dolor de cabeza.

 

            En su habitación, Draco permaneció acostado, no había parado de llorar toda la mañana odiándose por sentirse tan sentimental, y para terminar de arruinar el día, un dolorcillo en el vientre le había estado molestando desde la madrugada.

 

            -Torpe, tarado, imbécil... ¿Quién se cree para decirme con quien puedo o no puedo acostarme? –pensó encogiéndose en la cama- no volveré a hablarle en toda mi maldita vida...

 

            Tampoco quiso comer, y ningún ruego ni amenaza de Remus surgió efecto; a la hora de la cena solo comió un poco solo para librarse del auror, pero en cuanto quedó solo corrió a vomitar al baño, el dolor en su vientre ya era más fuerte y comenzaba a asustarse; la molestia era igual a la de aquella vez en que se puso muy mal, pero confiaba en que solo fuese un simple cólico que pronto desaparecería.

 

            A las dos de la mañana se encontró revolviéndose en la cama con un dolor insoportable; sabia que Roger no estaba para ayudarle, así que solo pensó en alguien que podía hacerlo; bajó de la cama levantándose con dificultad, y caminando con pasos lentos hacia la puerta.

 

            -¡Por Salazar!... –pensó recargándose   en la pared- ¡como duele!

 

            El corto camino a la habitación contigua se le hizo eterno, ni siquiera tocó cuando llegó, solo abrió la puerta alcanzando a ver en la penumbra a alguien acostado en la cama; con pasos trémulos llegó hasta ella, y doblándose de dolor tocó con la mano al cuerpo acostado.

 

            -Harry... Harry...

 

            -¿mmm? ¿he?...

 

            -A... ayúdame...

 

            -¡Draco! –saltó Harry al ver a Draco a los pies de su cama- ¿¡que sucede?!

 

            -Me duele... –exclamó Draco apretando los dientes.

 

            Harry inmediatamente lo acostó en su cama y encendió la luz, Draco se revolvía sudoroso sin dejar de gemir.

 

            -Llamaré al medimago, tranquilo... –dijo Harry saliendo rápidamente para avisarle a Remus, quien se encargó de eso en tanto él regresaba con Draco.

 

            Quince minutos después, el señor Jackson llegaba presuroso sacando su varita y comenzando a revisarlo.

 

            -¿Qué tiene? –preguntó Harry con gesto preocupado.

 

            -No lo sé...

 

            -¡Por favor!... –gimió Draco- ¡quíteme este dolor!

 

            El señor Jackson se puso a revolver su maletín con gesto concentrado; sacó varias pociones y comenzó a hacer varias mezclas.

 

            -¡Ayúdeme! –gritó Draco encogiéndose en la cama.

 

            Sin decir nada, el viejo medimago se acercó a él y levantándole la cabeza puso en sus labios una pequeña botella de la cual bebió con avidez para luego recostarse de nuevo; el dolor se le calmó un par de minutos después, aunque no lo suficiente como para que dejara de quejarse.

 

            -Aun... aun me duele... –jadeó Draco con el rostro empapado de sudor.

 

            -Lo sé, hijo, tranquilízate –respondió el señor Jackson sacando un lienzo y secándole la frente- averiguaré que sucede.


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