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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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Lágrimas ardientes comenzaron a inundar sus ojos mientras que con voz entrecortada continuaba hablando.

            -Es mentira lo que dice... tú no eres de él... tú eres mío... –dijo abrazando por completo su vientre con ambos brazos y rompiendo en llanto- completamente mío...

            Draco lloraba sin contenerse nada mientras acariciaba su vientre.

            -No tengas miedo... yo te voy a cuidar... y no dejaré que te suceda nada malo... te lo prometo... pero ya no te asustes.

            El movimiento que hacia horas había cesado, curiosamente comenzó de nuevo, pero ahora de una manera suave y tranquila.

            -Si... –sonrió Draco sin dejar de llorar- eso es... siento haber dicho tantas cosas feas... soy un idiota, pero eso seguro ya lo sabias... ¡uff!... ¡calma!... –jadeó sintiendo un brusco pataleo que le cortó la respiración- no te desquites así... ¡ay, ay, ay!... bueno, está bien, me lo merezco –dijo Draco cerrando los ojos por el dolor al tiempo que se sobaba el lugar lastimado.

            Pero él lo sabia... sabía que esos pataleos no eran un reclamo, también sabía que los movimientos bruscos no eran igual a los frenéticos movimientos de cuando Roger lo tocó.

            Draco lo percibía, sabia de alguna manera el porqué de esos pataleos bruscos.

            -Estas contento... –murmuró sonriendo sin que las lagrimas dejaran de fluir y sin dejar de acariciar su vientre- ya no estás triste ni asustado... ya no debes estarlo porque yo te voy a sacar de este lugar, no sé cómo pero tú y yo escaparemos de aquí, no podemos esperar a Harry... ahora estamos solos y debemos valernos por nosotros mismos, y para eso... –dijo poniéndose trabajosamente de pie- debo estar preparado.

            Caminó hasta la cama en la cual se acostó intentando dormir a pesar del intermitente pataleo.

            -Ya duérmete... –dijo pasando su mano por su vientre- necesito descansar, ya tendrás todo el tiempo del mundo pata hacer travesuras, pero ahora es tiempo de dormir.

            Poco a poco el movimiento dejo de sentirse dando paso a una absoluta tranquilidad.

            -Eso es... –pensó Draco cerrando los ojos- eres buen niño... no dejaré que ese monstruo te ponga un dedo encima, es una promesa de un Malfoy... a otro Malfoy.

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            -¿Qué me reportas, Harry? –preguntó Remus con un radio comunicador mágico mientras revisaba  una base abandonada.

            -Nada Remus, y ya no me han asignado ninguna otra base, el señor Morgan solo conocía la ubicación de algunas.

            -Todas las unidades reúnanse de nuevo en el cuartel general –exclamó Remus dirigiéndose a todos los grupos.

            Ya todos reunidos, los miembros de la Orden del Fénix y algunos aurores discutían el nuevo plan a seguir mientras los demás esperaban afuera.

            -Era de esperarse que no estuvieran en ninguna de las bases –dijo Kingsley.

            -Debemos buscar opciones –dijo Remus.

            -Pero no hay tiempo –intervino Sirius- Draco ya tiene más de ocho meses, tendremos suerte si aun no han sacado al bebé.

            Pero mientras los demás discutía los pasos a seguir, Harry ni siquiera los escuchaba mientras caminaba de un lado a otro.

            -Debo ir a Hogwarts –exclamó de repente haciendo que todos voltearan a verlo.

            -¿Cómo? –Dijo Remus sorprendido- ¿para qué?

            -Ahí hay dos miembros más de la Orden del Fénix, debo hablar con ellos.

            -Harry, si sabes algo...

            -No sé nada Remus, solo es una corazonada, pero debo ir solo para no ocupar aurores que pueden ser útiles en otro lado.

            -De acuerdo –dijo Kingsley sin dudar- si lo vas a hacer, hazlo ya, nosotros nos organizaremos de otra manera, pero si averiguas algo útil, repórtamelo de inmediato.

            -Si señor –respondió Harry caminando hacia la puerta.

            -Harry... –dijo Kingsley deteniéndolo por el hombro.

            -¿Si señor?

            -Dejo  que hagas esto porque confío en ti y porque necesito de cada auror del que pueda disponer, pero si necesitas ayuda, no dudes en pedirla.

            -Eso téngalo por seguro, señor.

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            Cuando la profesora McGonagall fue informada de que Harry Potter quería verla, se sorprendió mucho.

            -Profesora... –saludó Harry tendiéndole la mano en la oficina.

            -Harry... –respondió la profesora estrechándole la mano detrás de su escritorio- me da muchísimo gusto verte, pero por el semblante que traes sé que no es una visita de cortesía, dime que pasa y en que puedo ayudarte.

            -Profesora –dijo Harry sentado frente a ella- aparte de usted, debo hablar también con Hagrid.

            -Lo mandaré llamar inmediatamente –respondió la profesora entre extrañada y preocupada.

            Y después de un rápido y efusivo saludo de Hagrid, Harry procedió a contrales todo lo que había sucedido desde la redada en la que habían detenido a Draco, hasta lo sucedido esa misma mañana en el cuartel dejándolos a ambos boquiabiertos.

            -Pero... –balbuceó McGonagall abriendo la boca y volviendo a cerrarla.

            -¿Draco Malfoy?... –dijo Hagrid con los ojos como platos- ¿el hijo de Narcisa y Lucius Malfoy?

            -Si Hagrid, lo he dicho como mil veces.

            -Aun no lo creo... –dijo al fin la profesora- ¿Cómo pudieron hacerle eso a Draco Malfoy?... pero sobretodo... ¿¡cómo pretenden hacerle eso a un bebé?!... ¡es... es espantoso!... ¡Harry, debes encontrarlos!

            -Créame que eso es lo que todos estamos intentando.

            -Bueno Harry –preguntó Hagrid presuroso- ¿y para que somos buenos?

            -Yo estaba pensando... –dijo Harry mirándolos a ambos- si yo fuera Voldemort, me iría a un lugar, primero, en donde esté bien protegido; segundo, un lugar en donde ningún mago tenga el menor de deseo de ir ni siquiera por accidente, ya sea auror o no; y tercero, donde aunque quiera, no sepa.

            -Buena teoría  -dijo Hagrid- ¿pero donde es eso?

            -Tú sabes donde es, ya fuiste ahí –dijo Hagrid- Dumbledore te envió junto con Madame Máxime.

            -¡Los gigantes, es verdad!

            -Draco está a punto de cumplir los nueve meses, ni siquiera es seguro que aun viva o tenga el bebé dijo Harry ocultando la angustia que el solo mencionar eso le causaba.

            -Deben partir de inmediato –dijo McGonagall- Hagrid, ve a prepararte y alcanza a Harry en la salida, irán a Hogsmeade, ahí podrán desaparecerse.

            -¡Voy en seguida! –dijo Hagrid saliendo de la anterior oficina de Dumbledore.

            Deseándoles toda la suerte del mundo, la profesora McGonagall los despidió a la salida del castillo.

            -Ya sin el seguimiento de la vez pasada del Ministerio, tardaremos solo unos tres o cuatro días en llegar –dijo Hagrid.

            -¿¡Tres o cuatro días?!... ¡eso es mucho!

            -La vez pasada tardamos semanas.

            -¡Pero no podemos tardar tanto tiempo, Hagrid!

            -Entiendo la  urgencia, Harry; pero debemos ser cuidadosos, tú como auror deberías saberlo.

            -Si, lo entiendo... –respondió Harry tratando de controlar su desesperación- aunque el ministerio ya no está sobre nosotros, no podemos confiar en nadie.

            -Si... maldito Kingston –respondió Hagrid entre dientes.

            Usando un traslador que Hagrid guardó de su anterior incursión a esas zonas boscosas, y apareciéndose en varias ocasiones, Por fin llegaron a las montañas.

            -El resto del camino lo haremos a pie –dijo Hagrid sacando su paraguas rosa.

            -Si, puede haber mortífagos por aquí.

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            -Quiero dormir, o sea ¿no entiendes  lo que es dormir? –exclamó Draco con la expresión de ser lo más obvio del mundo- digo, dormir es cerrar los ojos e ir al país de los sueños, un lindo lugar en donde no estás tú –añadió Draco con la aparente paciencia de quien le explica algo muy difícil a un caracol.

            -Sé lo que quieres decir –respondió Roger fulminándolo con los ojos- a lo que me refiero es que la poción para dormir es demasiado fuerte para ti en estos momentos.

            -¡Pues rebájala, tarado! –Exclamó Draco rodando los ojos- ¿o no puedes hacer una más suave?... ¡no, no espera! esa fue una pregunta estúpida, no se le puede pedir mucho a un cerebro de renacuajo como tú.

            Roger cerró los ojos mientras contaba hasta diez para después responder:

            -No es necesario hacer una nueva, con reducir la dosis es suficiente.

            -¿Entonces porque tanto drama pudiéndome decir eso desde un principio?... ¡ah sí serás baboso!

            Apretando los labios, Roger aplicó cinco gotas de poción para dormir en un vaso de agua.

            -Toma, con eso es suficiente.

            Sin decir nada, Draco tomó el vaso, pero apenas lo acercó a sus labios, lo alejó con expresión de asco.

            -No lo quiero, huele horrible.

            -No seas dramático, no huele a nada.

            -¡Huele espantoso y no la tomaré! –replicó Draco devolviéndole el vaso.

            -Antes tomabas directo de la botella –dijo Roger alzando una ceja mientras tomaba el vaso.

            -Antes no me molestaba su olor, así como antes no me daba cuenta del bastardo hijo de mierda que eres ¿Cómo vez? –respondió Draco alzando las cejas- así que has algo de utilidad y quítale ese olorcillo... ¡muévete!

            Roger apretó los labios y sin decir nada se volvió para reducir de nuevo la cantidad de gotas con el mismo resultado.

            -¿¡Que no entiendes, cabeza hueca, que mi olfato es muy sensible en estos momentos!?... si no quieres que te vomite en la cara tu mugrosa cena que me diste, entonces arregla eso.

            -Pues tápate la nariz y listo.

            -Sabe feo ¿no lo entiendes?

            -Dijiste que solo olía mal, no que tuviera mal sabor –respondió Roger impaciente.

            -Por Merlín... –exclamó Draco poniéndose una mano en la frente. ¿Acaso el grano de mostaza que tienes por cerebro no pudo deducir que esa poción sabe como huele?

            Roger sonrió forzadamente, pero no a Draco, sino más bien como para tener algo que hacer en vez de saltarle al cuello al rubio que muy quitado de la pena se revolvía incomodo en la cama.

            -¿Qué hora es? –preguntó Draco.

            -¿Tienes una cita? –preguntó Roger caminando hacia la puerta.

            -Si, con mi madre... ¡ah no!... tú la asesinaste ¿recuerdas? –exclamó Draco como si lo recordara de repente.

            -Son las diez de la noche –respondió Roger saliendo de la habitación.

            Draco hecho la cabeza hacia atrás exhalando un profundo suspiro.

            -Rayos, espero que esto funcione... principalmente porque en realidad muero de sueño.

            Roger regresó con un vaso de jugo de uva poniéndole unas gotas de poción para dormir.

            -¿Qué asquerosidad es esa? –Replicó Draco arrugando la nariz- el jugo de uva me da asco.

            -Yo sabía que era solo el jugo de calabaza.

            -¡Todos los jugos, idiota!... son excesivamente dulces y me provocan nauseas, quiero la poción en agua.

            -¡Pues no se puede!

            -¡¿Y porque rayos no?!

            -¡Porque a mí no se me da la gana!

            -¡Pues la quiero en agua!

            -¡Pues entonces te aguantas! –respondió Roger saliendo de la habitación dando un fuerte portazo.

            -Muy bien –exclamó Draco tamborileando los dedos en la cama- si a esas vamos...

            A las doce de la noche, Roger saltó en su cama al escuchar un estridente timbre en su oreja.

            -¿¡Qué demonios...!? –pensó con el corazón latiéndole como locomotora.

            El timbre que se escuchaba era el que Draco tenía en su cama por si algo se le ofrecía, solo que parecía que el dedo se le había fundido en el botón.

            -¡Ya te oí! –Exclamó Roger entrando a la habitación amarrándose su bata de dormir- ¿Qué rayos quieres?

            -Tengo sed, quiero agua –respondió Draco muy quitado de la pena.

            -¿Y no podías levantarte tu?

            -No, ¿Qué tal si me caigo?

            Lanzando un bufido, Roger le dio un vaso de agua poniéndole de paso la jarra junto a su cama.

            -¡Ah, lo olvidaba! –Dijo Draco devolviéndole el vaso vacio- también quiero un reloj en la pared, quiero saber qué hora es.

            A la una de la mañana, Roger abrió los ojos espantado al oír de nuevo el timbre.

            -¡Ya te dije que no es necesario que te pegues al maldito botón! –bramó apenas entrando a la habitación.

            -Quiero ir al baño –dijo Draco como si no hubiese escuchado nada.

            -¿¡Y quieres que yo te limpie el culo o qué?!

            -Harry Potter me acompañaba al baño a la hora en que yo se lo pidiera.

            Roger no pudo evitar hacer un gesto de sorpresa al oír a Draco, por lo que simplemente pudo responder:

            -Pues muévete ya.

            -Pues ayúdame, tarado ¿para qué crees que te llamé?... ¿para ver tu cara de gusarajo?

            Poniendo cara de sufrido y de cansancio, aunque ciertamente la ultima era natural, Draco se levantó lo más lento que pudo; llegó hasta el baño siendo sostenido por Roger, al cual le azotó la puerta en la nariz.

            -Por Salazar... –pensó Draco echándose agua en el rostro- me muero de sueño... pero no se me ocurre otra cosa, esto tiene que funcionar.

            Toda la noche fue un sonadero constante de timbre, ya fuera para un libro o por la sensación de un calambre que nunca llegó, o por un vaso de chocolate helado y la eterna cantaleta de que Harry Potter cumplía todos sus antojos y necesidades.

            A la hora del desayuno, Roger llevó el alimento a un Draco con una estampa total de agotamiento.

            -Mira las ojeras que te cargas –exclamó Roger con aire reprobatorio.

            -¿Y de quién crees que es la culpa, soberano estúpido, cretino de mierda? –Exclamó Draco con un humor endemoniado- ¡me duele la cabeza!

            -Eso es porque...

            -¡No quiero que me des explicaciones inútiles! –Interrumpió Draco- ¡quiero dormir en la noche, eso el lo que quiero! ¿¡Acaso eso es mucho pedir?!

            -Mira, si te tomas la poción de golpe, tal vez no...

            -¡La voy a vomitar!... suficiente tengo con mis eternas nauseas matutinas como para añadirle esto; simplemente quiero que mi poción no tenga olor ni sabor –concluyó Draco cruzándose de brazos.

            -Pues si tantas nauseas tienes, una mas no hará gran diferencia ¿no crees? –respondió Roger de mal talante.

            -Lo que sucede –dijo Draco alzando una ceja- es que eres un tremendo zopenco para las pociones ¿no es así?... yo conocí a un verdadero genio de las pociones al cual no le llegarías ni a la mugre de sus zapatos, y créeme que eso ya es mucho decir...

            -¡Basta! –Gritó Roger haciendo que Draco diera un respingo- ¡deja ya de insultarme y menospreciarme! ¡me tienes harto!

            -¿O sino qué? –respondió Draco sonriendo burlón.

            -Escucha Draco...

            -No, escucha tú... –volvió a interrumpir Draco esta vez con gesto serio y sabiendo que aunque su vida al final no valdría nada en cuanto hubiese cumplido su cometido, tendría que demostrar seguridad en ese momento- en estos momentos, mi vida vale mil veces más que la tuya ¿comprendes?... aquí el importante soy yo, tú eres un simple gato sustituible en cualquier momento ¿sabes por qué?... porque ya hiciste lo que tenias que hacer y si crees lo contrario, eres más estúpido de lo que imaginé, grandísimo idiota.

            -¡Claro que no, yo soy uno de los principales colaboradores!

            -Dirás sirviente.

            -Ocupo un gran puesto.

            -Si claro, tal como lo hicieron mis padres.

            -¡Cállate ya! –Exclamó exasperado Roger- ¡no voy  a caer en tus inútiles juegos!

            -No hace falta Roger, caerás tu solo, ya lo veras –respondió Draco en tono sereno.

            -¿Así como tú caíste conmigo? –preguntó Roger cambiando de expresión radicalmente.

            Draco lo miró un momento antes de decir:

            -Lo que demuestra la mierda de persona que eres.

            -No decías eso cuando te la metía... –susurró Roger inclinándose hasta su oreja- cuando me pedias que te la metiera más duro y más rápido...

            -Debió ser repugnante ¿no?

            -Nunca lo es cuando hay un buen par de piernas bien dispuestas como las tuyas –dijo Roger retirándose y dirigiéndose a la puerta- desayuna querido Draco, o yo mismo te daré de comer y créeme que no te va a gustar.

            Solo cuando Roger se fue, Draco dejó escapar el aire que sin darse cuenta había estado reteniendo; tragó saliva mientras inclinaba la cabeza... eso había dolido... y mucho...

            Sus labios temblaron mientras un pequeño sollozo escapaba de ellos... el amor odio que sentía, aun lo abrumaba demasiado; sin embargo, sus deseos de escapar tomaron renovados bríos.

            -Bueno... comamos y durmamos un rato –dijo palmeando afectuosamente su vientre al tiempo que sorbía su nariz- en la noche tenemos mucho trabajo que hacer.

            Eran las cuatro y media de la mañana cuando Roger y sus nervios crispados entraron a la habitación de Draco por sexta vez esa noche.

            -¿Y ahora qué demonios te picó?

            -Quiero que me ayudes a voltearme –respondió Draco alzándose de hombros.

            -No tienes sueño porque duermes todo el maldito dia.

            -Duermo todo el maldito dia... –respondió Draco imitando el tono de voz- porque me siento muy cansado, y por las noches yo dormía muy bien hasta que llegue aquí... y si crees que me encanta ver tu rostro de trol, estas muy equivocado; las noches se me hacen eternas y quiero dormir ¡quiero dormir!

            -¡Deja de gritar, pareces mandrágora mal trasplantada!

            -Pues ya que tú no haces nada al respecto, yo debo ver de qué modo me acomodo a ver si así logro conciliar el sueño.

            -Muy bien –respondió Roger exhalando un suspiro- tu ganas, hare tu dichosa poción pero ya deja de fregar.

            -¿Acaso crees que lo hago por gusto, saco de basura?

            -Mira Draco, por última vez, deja de insultarme.

            -¿O que me harás?... ¿matarme?... ya me mataste Roger, no se te olvide.

            Roger solo se le quedó mirando y finalmente se dio la vuelta y salió de ahí sin siquiera acomodar a Draco.

            Al anochecer, Roger llevó a la habitación un frasco de cristal con el número dieciocho escrito en una etiqueta lleno con lo que parecía simple agua y de la cual Roger agregó con un gotero un par de gotas a un vaso de agua.

            -¿Cuánto tarda en hacer efecto? –preguntó Draco suspicaz olisqueando el vaso.

            -Un minuto, hoy caerás como piedra.

            -Eso espero –respondió Draco degustando el sabor del agua- mmm... vaya, no sabe a nada.

            -Ahora cierra los ojos y duérmete –dijo Roger apagando la luz dejando la consabida lamparita encendida y saliendo de ahí.

            Al quedar solo, Draco se enderezó al momento, si era verdad que el agua contenía poción para dormir, dormiría a pesar de todos sus esfuerzos; sino, con mantenerse alerta bastaría.

            A los diez minutos, Roger se pescó de los cabellos al escuchar el dichoso timbre sonar como si el mundo se fuese a acabar.

            -¿¡Y ahora que quieres?! –preguntó entrando a la habitación.

            -¡Quiero que te mueras, pero como eso no se puede, quiero que al menos dejes de tratarme como a un idiota! –Exclamó Draco arrojándole el vaso a Roger, quien apenas lo esquivó agachándose para que este terminara estrellándose en la pared- ¡me diste agua solamente!... que ¿pretendías usar psicología “a la inversa”?... ¡será psicología “a lo imbécil”!

            -No, es solo que...

            -¡Cállate, no me...! -exclamó Draco quedándose callado de repente.

            -¿Qué sucede? –dijo Roger acercándose inmediatamente, justo a tiempo para sostener a Draco, quien comenzó a sentir que todo le daba vueltas.

            -No... No puedo... respirar... –balbuceó Draco mientras Roger quitaba los cojines de la cama recostándolo cuidadosamente.

            Draco sentía que se hundía en la oscuridad sin saber nada más de sí.

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            Cuando Draco despertó, un horrible dolor de cabeza le hizo ponerse la mano en los ojos.

            -¿Cómo te sientes? –preguntó Roger sirviendo algo en un vaso.

            -Me duele la cabeza... ¿Qué pasó?

            -Tu presión sanguínea se desplomó de golpe... estas agotado, tu cuerpo está trabajando a marchas forzadas.

            -“Rayos...” –pensó Draco sin quitarse la mano de la cara- “no conté con eso”

            -Necesitas descansar lo más posible, es necesario que también duermas durante la noche.

            -No me digas, genio.

            -Otra cosa, ya te había dicho que tus niveles de poción “Conservatus” ya están muy bajos, debes tomarla antes de sentir molestias.

            -Pero sabe muy feo.

            -En eso no voy a discutir, a esa es imposible cambiarle el sabor.

            Draco torció la boca, sabía lo que pasaría si no la tomaba, así que sin más tuvo que aceptar.

            -No, ya no... –exclamó rato después con la frente sudorosa.

            -Draco, solo has tomado dos tragos y ya los vomitaste –respondió Roger con un recipiente en una mano y un vaso de liquido azul en la otra.

            Draco secó su frente con sus manos temblorosas mientras miraba desolado el vaso lleno de la poción de color azul transparente.

            Dos horas después, Draco se dejaba caer en los cojines con los ojos cerrados.

            -Sé que estás despierto –dijo Roger haciendo que Draco abriera los ojos.

            -Es que no puedo...

            -Has el intento, por favor –dijo Roger suavemente, con tal atención que Draco recordó cuando lo cuidaba tiempo atrás.

            Observó sus hermosos ojos dorados, tan dulces como la misma miel de la cual parecían hechos; su cabello castaño tan suave al tacto...

            Cerró los ojos, no deseaba ver más ese rostro tan amable y amargo a la vez.

            -Entonces ayúdame –respondió en un murmullo- quiero descansar... no quiero más sabores horribles, mi estomago ya no lo soporta.

            -Intenta dormir mientras yo la preparo ¿vale?

            -Lo intentare.

            Roger salió de la habitación mientras Draco suspiraba agotado.

            -Nunca creí que mi “grandioso plan” me afectaría tanto... –pensó Draco torciendo la boca- pero bueno, al menos tal parece que funcionó... por ahora dormiré un rato, sino no podré seguir fingiendo.

            Cuando Draco despertó, ya eran las seis de la tarde; intentó moverse, pero un terrible dolor de espalda se lo impidió.

            -¿Por qué, por qué?  -pensó con desconsuelo- todo me duele... ¿mi mamá habrá padecido esto conmigo?... ¡ah! Si estuviera Harry le pediría un masaje.

            -Veo que despertaste –dijo Roger entrando a la habitación mostrándole el frasco con el numero dieciocho estampado- listo.

            -Ah... –respondió Draco desganado.

            -Te traeré algo de comer.

            -No tengo hambre.

            -No has comido desde ayer.

            Draco no respondió, solo suspiro mientras cerraba los ojos.

            -Ya sé –dijo Roger dejando la poción en la mesa- te daré un baño de esponja ¿quieres?, así descansarás mejor.

            -Antes preferiría hacerle una mamada a un elfo domestico a permitir que tus manos vuelvan a tocarme –respondió Draco sin siquiera abrir los ojos; segundos después solo escuchó un suspiro y después un portazo.

            A la hora de la cena comió solamente pensando en su salud más que en su apetito; y ya a la hora de dormir, curiosamente no tenia sueño, por lo que pensó que sería una excelente oportunidad para probar la poción.

            -Pondré solo cinco gotas en medio vaso de agua –dijo Roger- y con eso será suficiente, es muy suave y no hará daño al bebé.

            Draco miró receloso el vaso mientras lo olisqueaba con su ya acostumbrada desconfianza.

            -Espero que funcione.

            -Claro que sí, soy muy bueno en...

            -Tu vida me importa una mierda –interrumpió Draco bebiéndose el agua y degustándola al mismo tiempo- ¡vaya! En realidad no sabe a nada.

            Roger se sentó en la silla bebiendo su té para sofocar su estomago ya ulcerado por tanto disgusto; casi al minuto, Draco sintió una deliciosa somnolencia reconociendo al instante que se debía a la poción, pues apenas hacia unos momentos se encontraba sin sueño y ahora por más esfuerzos que hacía, se le cerraban los ojos cayendo en un profundo sueño.

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            Cuando despertó, se sintió realmente descansado a pesar de sus malestares cotidianos.

            -Buenos días –saludó Roger desde su silla, en la cual revisaba unos análisis.

            -mmm... ¿Qué hora es? –preguntó Draco removiéndose en la cama.

            -Son las diez y media de la mañana ¿Qué quieres desayunar?

            -Lo que sea, me da igual.

            -De acuerdo, después no digas que no te gusta –respondió Roger poniendo mala cara ante la respuesta de Draco.

            Rato después, Draco torcía la boca mientras picoteaba un filete de pescado hasta hacerlo pedacitos.

            -¿Qué no piensas comer?

            -Este pescado más bien parece una chancla vieja –respondió Draco arrugando la nariz- Harry Potter hacia un pescado delicioso.

            -A mi no me inte...

            -No he visto a Greyback –interrumpió Draco al iracundo Roger- ¿en donde esta?

            -¿Quieres verlo? –Respondió Roger aun con su coraje atravesado- si quieres verlo te lo traigo.

            -No, es que se me hace raro no verlo de entrometido por aquí.

            -Casi no está en la casa, solo entra a comer, se la pasa merodeando por las noches.

            -Vigilando me imagino –dijo Draco examinando minuciosamente un trocito de pescado en su tenedor- ¿Dónde estamos?

            -¿Para qué quieres saber?

            -¿Qué tendría de malo saberlo?

            -Para ti no tiene importancia en donde estemos, cállate y traga ya.

            -¡Uy, que genio! –respondió Draco alzándose de hombros.

            ________________________________________________________________________________

            Esa noche, mientras Draco cenaba, Roger preparaba unas medidas de medicamentos en varios vasitos de plástico.

            -Roger... –dijo un feo rostro asomándose por la puerta.

            -¿No sabes tocar primero, Stella? –respondió el medimago sin siquiera voltear.

            -Llegó la remesa de ingredientes que habías pedido.

            -¿Cómo sigue tu enfermedad venérea, Stella? –preguntó Draco llevándose a la boca un trozo de fruta- ¿ya se le pudrió la verga a tu amante?

            -¿Co... cómo...? –balbuceó Stella mirándolo con los ojos muy abiertos mientras su rostro enrojecía.

            -Aunque claro –continuó Draco hablando con naturalidad- no me extraña que  a todo aquel que te la meta, se le pudra.

            -Maldito hijo de puta... –musitó Stella mirando a Roger con ojos asesinos- eres un miserable...

            -Igual que tú, bruja estúpida –respondió Roger dirigiéndose a la puerta.

            -Infeliz ¿¡cómo pudiste...?!

            -Hazte a un lado estorbo –interrumpió Roger empujándola hacia afuera cerrando la puerta tras de sí.

            Cuando Draco quedó solo, su corazón comenzó a acelerarse mientras pensaba:

            -Ahora o nunca.

            Hizo a un lado la mesita de la comida poniéndose de pie con cuidado, y se dirigió al gabinete de pociones en donde sacó la que tenía el numero dieciocho estampado en la etiqueta, lo destapó y vació una buena porción en la taza de té de Roger cuidando de que no fuese muy evidente; después tapó el frasco y lo regresó a su lugar, para después volver a la cama.

            Al cabo de quince minutos, Roger regresó encontrando a Draco dormitando; así que sin decir nada, se sentó tomando unos pergaminos.

            -“¿A qué hora se va a tomar el maldito té?”  -pensó Draco con los ojos cerrados- Después de un rato que a Draco se le hizo eterno, con los ojos entrecerrados vio a Roger tomar la taza y acercarla a sus labios, pero antes de que siquiera diera un sorbo, se le quedó mirando unos segundos.

            -“No puede ser... –pensó angustiado- “ya se dio cuenta...”

            Roger regresó su tasa al pequeño plato, sacó su varita y apuntándola, dijo:

            -“Caloris té”

            Por poco Draco suelta un suspiro de alivio al ver que lo que Roger había hecho era simplemente calentar su té y devolverlo al plato y seguir revisando sus notas con expresión concentrada.

            -“Voy a terminar durmiéndome yo y ese maldito hijo de puta no se lo va a tomar” –pensó Draco impaciente.

            En un momento dado, Roger sin siquiera despegar la vista de sus pergaminos, estiró la mano y tomó su tasa, la acercó a sus labios e increíblemente se la toda bebió de un solo sorbo.

            Sin que siquiera hubiesen transcurrido diez segundos, Roger dejó caer la cabeza hacia adelante clavando la barbilla en el pecho mientras los pergaminos caían de su mano; Draco abrió los ojos mirándolo atentamente.

            -Roger... Roger tengo un dolor –llamó probándolo sin obtener respuesta- ¡Por Salazar, está dormido! –Murmuró sorprendido- bueno, pues en marcha.

            Se puso de pie calzándose sus pantuflas, se acercó a Roger para  quitarle la varita, dio la vuelta cuando la tuvo en sus manos, pero se quedó quieto... finalmente después de unos instantes se volvió acercándose nuevamente al medimago.

            Coraje, ira, odio... dolor, angustia, amor, venganza... Draco respiró profundo para no ahogarse con tantos sentimientos encontrados.

            -¿Cómo pudiste hacerme tanto daño?... –murmuró Draco mientras ponía la varita a tan solo unos centímetros del rostro dormido.

-Sería tan fácil aplicarte un “Avada Kedavra” –dijo Draco tragando saliva- sería tan fácil hacerte desaparecer ahora...

Miró el hermoso rostro del chico que a simple vista parecía alguien tan tranquilo... tan bello... con su cabello castaño enmarcado la ovalada y fina cara, sus cejas enmarcando sus ojos dorados ahora dormidos... sus labios delgados... su boca sonrosada que armonizaba perfectamente con toda su faz... boca que lo enamoro y que también le rompió el corazón en pedazos...

-Pero no soy un asesino... –pensó finalmente bajando la varita mientras exhalaba un suspiro-   nunca tuve el valor de asesinar a nadie- no soy como tú... no puedo ser como tú... no quiero ser como tú... tu castigo no te lo daré yo... te lo dará aquel al que sirves cuando sepa que me perdiste de nuevo... adiós Roger –concluyó Draco dándose la vuelta.

Abrió la puerta sigilosamente encontrando un pasillo vacio, por lo que salió con la varita en alto procurando no hacer ningún ruido y pendiente también de escuchar alguno, caminó hacia un extremo del pasillo encontrando para su pesar una larga escalera, por lo que sosteniéndose del barandal  y con la varita en alto, bajó cuidadosamente.

            En el rellano de la puerta que estaba a unos pasos de la escalera escuchó unas voces, por lo que se asomó despacio encontrando a Stella y a otro mortífago que nunca había visto conversando sentados muy juntitos en el sofá.

            -Ah, esa perra en celo ya está lanzando su anzuelo –pensó Draco- veamos... con un expelliarmus solo desarmaría a uno, mejor hagamos otra cosa... ¡Accio varitas!

            Los dos mortífagos se levantaron al momento entre desorientados y agresivos.

            -¡Desmaius! –exclamó Draco apuntando al hombre.

            -¡Maldito! –gritó Stella corriendo hacia él.

            -¡Desmaius! –gritó Draco apuntándole a ella haciéndola caer  pesadamente- bien...  “Wingardium Leviosa”  -susurró Draco ocultando a los mortífagos detrás del sofá después de atarlos y amordazarlos con un “Incarcerous”  y rompiendo sus varitas.

            Se le hizo raro que no hubiera más personas en la casa, aunque no por eso disminuyó su cautela; en la entrada había un perchero con varias túnicas, tomó la más grande poniéndosela con todo y capucha.

            -Mamá, papá... –rezó mientras abría la puerta despacio- ayúdenme a salir de aquí.

            Un viento helado le golpeó la cara provocándole escalofríos y una oscuridad reinante lo recibió desconcertándolo.

            -¿Dónde demonios estamos?

            Tardó varios minutos en adaptarse a la oscuridad descubriendo para su sorpresa que se encontraban nada menos que en una enorme caverna y que de donde había salido era una tienda de campaña muy sofisticada.

 Sintiendo que en cada paso la manaza de Greyback le tomaba por el hombro, llegó hasta la salida de la caverna viendo por fin lo que había afuera.

-¡Por todos los...!

Casi se va de espaldas al descubrir...

-¿¡Gigantes?!

Docenas y docenas de gigantes alrededor de varias fogatas se desperdigaban en un espacio tan grande que abarcaba muchos kilómetros. Deseó echarse a correr con todas sus fuerzas al contemplar en todo su esplendor a esas feas y espeluznantes criaturas y por un momento se quedó quieto pensando en que debería de hacer.

-¿¡Cómo qué, imbécil?! –Se regañó mentalmente- ¡debes salir de aquí sin que te vean!

Rápidamente estudio su ubicación y la de los gigantes, la enorme caverna en donde se encontraba no tenía ninguna guardia especial.

-Pues claro... –pensó irónico- ¿Quién querría entrar con esos mastodontes aquí?

La luz que llegaba de las fogatas era casi nula, por lo que mirando a su alrededor, decidió salir de ahí jugándose el todo por el todo; sujetándose de la pared de roca y cobijado por la oscuridad y su túnica negra, Draco caminó y caminó  para meterse en la primera grieta que encontró.

-Rayos... –pensó sofocado- he avanzado muy poco y ya me cansé... pero no debo detenerme.

Por lo que a pesar de su cojera continúo caminando cuidando de no pisar algo que lo hiciese caer.

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            -Rayos Hagrid, espérame... –exclamó Harry agotado mientras subía una enorme roca.

            -Ya falta poco Harry, no te desanimes.

            -Si no me desanimo, es solo que las últimas dos horas solo has sido subir y subir sin ningún descanso.

            -Si quieres podemos...

            -No –interrumpió Harry- ya descansaré cuando me muera, solo... solo dame una mano –dijo Harry extendiéndosela al semi gigante que no dudo en tomarla y darle un jalón.

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            Sintiendo que el sudor empapaba su cuerpo a pesar del frio, Draco se sentó sobre una roca para descansar.

            -No puedo respirar... –pensó mientras bajaba la capucha de su túnica para sentir el fresco de la noche- y el pie ya me duele... no, ahora no... –Susurró sobándose el vientre al sentir movimiento- sigue durmiendo, yo estoy ocupándome de todo... rayos, si antes me daba miedo “aparecerme” ahora me da más.

            Exhaló profundamente intentando recuperarse para continuar su huida, solo que al levantarse y dar el paso, casi tropieza haciendo que su corazón se acelerara del susto.

            -¡Diablos!... debo tener más cuidado.

            Dando pequeños pasitos continuo caminando sin tener idea de adónde iba, lo que le importaba era alejarse lo más posible de ahí.

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            Eran las cinco de la mañana cuando Harry y Hagrid llegaron a un valle rocoso, en el cual desde arriba pudieron observar sin ser vistos; a pesar de la hora tan temprana pudieron ver a muchos gigantes que se movían como sombras inmensas dando la impresión de montañas vivientes.

            -Aquí no nos descubrirán –dijo Hagrid en cuanto Harry lo alcanzó.

            -Son enormes –dijo Harry impresionado a pesar de verlos a mucha distancia- pero esta algo oscuro aun.

            -La mayoría ha de estar durmiendo en las cuevas –dijo Hagrid- debemos esperar a que aclare para ver mejor... mira, en el centro de todas las fogatas arde la Rama de fuego de Gubraith, el regalo que anteriormente le dimos a Karkus.

            Hora y media después, cuando el dia comenzó a clarear, Hagrid señaló hacia un punto diciendo:

            -¡Mira Harry!... ese que va saliendo de esa caverna, es el gurg... y creo que aun es Golgomath –añadió Hagrid aguzando la vista- y trae el yelmo que también trajimos esa vez... mala señal, ni siquiera podremos acercarnos a preguntar.

            -Y no lo haríamos Hagrid, no podemos arriesgarnos a tanto.

            -Es cierto ¿y ahora que haremos?

            -Observar.

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