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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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            Harry solo sintió como el calor iba subiéndole a la cara conforme el hombre iba hablando.

            -Ernest… -exclamó Marie con prudencia al ver que su marido estaba hablando de más.

            -Podemos cooperar con lo que gusten.

            -Vaya, que amables –masculló Harry con los puños apretados sorprendiendo al matrimonio con sus palabras- yo no vine aquí investigando a Draco Malfoy.

            -¿Ah no?

            -Dígame una cosa, señor…

            -Ernest Walsh.

            -Señor Ernest Walsh… ¿sabe donde vive Draco Malfoy?

            -Por supuesto que no.

            -¿Y sabe donde vivo yo?

            -¿Usted? –Repitió Ernest extrañado por la pregunta- pues no, no lo sé.

            -No es de extrañar porque mi casa tiene un hechizo de ocultamiento, y aunque intentara averiguarlo, tampoco podría averiguar donde vive Draco Malfoy, porque Draco Malfoy vive en mi casa.

            -¿Cómo?

            -Usted sabe que soy gay ¿verdad?... claro, de seguro eso si lo saben, pues por lo que veo están muy al tanto de lo que dicen los periódicos; pues bien, Draco Malfoy no solo vive en  mi casa, sino que vive conmigo ¿y sabe por qué? Porque él y yo somos pareja.

            El viejo matrimonio solo atinó a abrir la boca sorprendidos mientras Harry continuaba hablando.

            -Y no era ninguna pantalla de ningún plan tenebroso el que él estuviera buscando empleo, pues en verdad deseaba trabajar, empezar una vida que la guerra también le arrebató como a muchos.

            -Y uno de esos “muchos” fue mi hija –exclamó Ernest con resentimiento- ella era auror.

            -Como muchos de los que murieron –respondio Harry sin amilanarse- usted como muchos solo se guían por las apariencias, pero Draco Malfoy es más que un apellido… ustedes no saben ni la mas mínima parte de lo que ha sido su vida, no tienen idea de todo lo que ha tenido que pasar para poder al fin tener un poco de paz; ustedes no lo ven llegar exhausto todos los días a pesar de que yo puedo darle lo que necesitan él y su hijo, no lo ven romperse la espalda para lograr algo por si mismo… ustedes solo ven a un “Malfoy” … alguien que debe ser lo peor solo por ser parte de esa familia.

            Ernest y Marie continuaron sin decir nada, por lo que Harry se enfureció al ver que ni siquiera tenían argumentos para defender su punto de vista.

            -¿Y saben porque ya no viene a trabajar?... simplemente porque ya no puede, su resistencia no es mucha después de lo que vivió, eso debe alegrarlos ¿no?... que un pequeño se pueda quedar sin padre solo porque se apellida “Malfoy”

            Y sin decir más, salió de ahí dando un fuerte portazo.

 

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            Cuando Harry llegó a Grimauld Place, encontró a Molly en la sala cargando al pequeño, quien jugueteaba con una sonaja.

            -Hola Harry.

            -Hola señora Weasley.

            -¿Cómo te fue? Te ves cansado.

            -Estoy bien ¿y Draco?

            -Esta arriba, parece que esta mejor.

            -Iré a verlo.

            Cuando Harry llegó a la habitación, encontró a Draco sentado frente al tocador peinando su cabello mojado.

            -Hola –saludó el moreno dándole un beso en los labios.

            -Hola ¿viste a Esther?

            -Si, me fue muy bien, gracias.

            -Perdón… -exclamó Draco sonriendo- es solo que hoy tardaste mas y pensé que algo te había desviado del camino.

            -Si, te manda saludos y dice que pronto vendrá a visitarte.

            -Genial, gracias.

            -¿Te sientes mejor?

            -Si, un poco débil pero no me gusta estar en cama, he pensado que si voy a estar aquí, voy a hacer de esta casa algo decente para vivir.

            -¿Algo decente?... –inquirió Harry alzando una ceja.

            -Ajá, hasta ahora solo he visto cuartos abandonados y llenos de telarañas, la sala y la cocina parecen cueva de troles.

            -¡Oye, tienen un toque hogareño!

            -Lo que tú llamas “hogareño”, yo le llamo mugre; así que más vale que ya vayas comprándome el elfo, porque tengo muchas cosas que hacer.

            -Debes descansar.

            -No voy a pasármela echado en la cama, voy a ponerme como vaca.

            -Si, como no.

 

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            Tuvieron que esperar hasta el fin de semana para comprar el elfo, algo de lo que aunque Harry puso el dinero, Draco se encargó; y después de ver un par de docenas, al fin encontró uno a su gusto.

            -¿Una elfina? –Exclamó Harry extrañado- pensé que querrías un macho.

            -Esta elfina me gustó, además es joven, por lo tanto no tiene tantas mañas.

            La pequeña elfina los veía con las pequeñas manos retorciéndose de nervios, mirándolos anhelante.

            -Nos la llevamos –concluyó el rubio dándose vuelta- paga, yo te espero afuera.

            -A la orden, señor –respondio Harry sacando un monedero.

            -Han hecho una buena compra –exclamó el hombre encargado del negocio.

 

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            -¿Y cómo te llamas? –preguntó Sirius mirando con curiosidad a la pequeña criatura.

            -Betsy, señor… eee… perdón, no sé cómo se llama el amo, ¿quiere que me planche las manos? –preguntó la elfina afligida de su primera “falta”

            -Diablos, extrañaba eso –dijo Draco sentado junto a Harry.

            -¡Draco! ¿En verdad la harás plancharse las manos? –pregunto Harry escandalizado.

            -Yo no me meto con tu trabajo de auror, tú no te metas con el mío.

            -¡Pero…!

            -Betsy, vamos a preparar la cena –concluyó el rubio poniéndose de pie dejando a Harry con la palabra en la boca.

            -¡A la orden, amo, señor Malfoy, señor! –respondio la pequeña elfina corriendo tras su nuevo amo.

            -Debo decirle que no haga eso –dijo Harry seriamente mirando hacia donde Draco se había ido.

            -Déjalo en paz, solo es una elfina.

            -Sirius ¿debo recordarte lo que pasó con Kreacher?... nos traicionó porque tu lo menospreciabas.

            -Nos traicionó porque era un elfo hijo de puta, por eso.

            -Pero…

            -Basta Harry, quieres que él se sienta bien ¿no? pues entonces no intentes hacerlo a tu modo, déjalo que haga lo que quiera, ¿o quieres que se deprima de nuevo?

            -No.

            -Pues entonces deja de fregar con los derechos de los elfos.

            -¡De acuerdo, de acuerdo!

 

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            -¿Qué vamos a preparar, amo, señor Malfoy, señor amo?

            -Llámame “amo Draco” con eso es suficiente –dijo Draco rodando los ojos- y ahora… mmm… veamos…

            -¿Y a los otros caballeros como debo llamarlos?

            -A Sirius llámalo “amo Sirius” y a Harry… a él solo llámalo por su nombre.

            -¡Pero es una falta de respeto llamarlos solo por su nombre! –exclamó la pequeña elfina escandalizada.

            -Los llamarás como yo te diga y ahora date un tope en la pared por contradecirme –respondio Draco abriendo un gabinete.

            -¡Si amo Draco, perdón, perdón!

            -Prepara algo ligero pero rico, la despensa está llena, aunque pensándolo bien, también llámalo “amo Harry”, no es bueno que olvides los modales.

            -A la orden, amo Draco, así lo haré y Betsy también esta adiestrada en el arte de la cocina.

            -Pues manos adelante –dijo Draco sentándose en una silla.

            Cuando la hora de la cena llegó, Betsy la sirvió con el agrado de los aurores.

            -¡Se ve delicioso! –exclamó Sirius frotándose las manos.

            -Son filetes de caballa ahumada con trozos de pimienta negra–explico Betsy orgullosa.

            -Pero no huele a nada –dijo Harry extrañado.

            -No, le dije a Betsy que le quite el aroma porque me da náuseas –exclamó Draco picoteando una ensalada.

            -¿Tu solo vas a comer eso?

            -Es una ensalada con nueces, almendras y todas esas cositas que recomendó el señor Jackson, si por mi fuera no comería nada.

            -Vale, vale.

            -Y ya me siento bien, creo que Harry ya debería regresar a mi cuarto.

            -Lastima, me gustaba tenerlo en el mío.

 

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            Al día siguiente, a la 1:00 pm, Harry llegaba a Grimauld Place justo a tiempo para recibir al señor Jackson.

            -No tenias que venir, puedo atenderlo yo solo –refunfuñó Draco.

            -No es por eso, es que quiero enterarme de todo.

            -¿No confías en que yo te lo diga?

            -Nop.

            Cuando el sanador llegó, Draco esperaba ansioso los resultados de los análisis.

            -Que tenga suficiente poción, que tenga suficiente poción –pensaba para si recordando el sabor amargo de la poción.

            -Tus niveles de poción “Conservatus” están estables.

            -¡Sí!

            -Calculo que en un mes tendrás que tomar otra dosis –dijo el medimago revisando su carpeta.

            -Pero dijo que estaba estable.

            -Por eso, malo sería que tuvieras que tomarla ya.

            Draco torció la boca resignado.

            -La presión sanguínea esta estable… pero tu peso me preocupa.

            -¿Por qué?

            -¿Cómo porque? Bajaste tres kilos en un mes, eso no es nada bueno.

            -No empiece con lo de la comida, por favor –dijo Draco exhalando un suspiro.

            -Hay otros análisis que están tardando mas pues son mas complejos.

            -Se ve preocupado –exclamó Harry.

            -Tranquilos, más bien son cosas que debo mantener en observación constante… mientras tanto ¿Cómo te has sentido?

            -Bien.

            -Sé sincero por favor.

            -Me siento bien –dijo Draco guardándose el hecho de que últimamente se sentía exhausto al hacer el mínimo esfuerzo, hasta para subir las escaleras.

            -Bueno, confiaré en ti, y por favor, sigue la dieta que te di.

            -Eso estoy haciendo.

            Cuando el viejo medimago se despidió, Harry regresó a  trabajar y Draco se quedó en casa, “encargándose” de ella como solía decir.

            Comenzó a ver que aéreas debían ser arregladas y que otras tendrían que quedarse así por falta de varita; para cuando Harry llegó, lo encontró profundamente dormido en su habitación, con el pequeño Harry durmiendo a su lado vigilados por Betsy.

            -Amo Harry, bienvenido –saludó la elfina sentada en una sillita junto a la cama.

            -Hola Betsy ¿Qué tal las cosas?

            -Todo bien, el amo Draco, el amito Harry y yo estuvimos revisando la casa.

            A Harry le cayó en gracia que Betsy llamara “amito Harry” al pequeño, por lo que sonriendo se sentó en la cama.

            -Hola dormilón.

            -mmm…

            El moreno comenzó a darle besitos en la mejilla y el cuello haciéndolo suspirar mientras comenzaba a despertar.

            -mmm… hola… -saludó el rubio estirándose sin siquiera abrir los ojos.

            -Despierta, te traje una sorpresa.

            Draco abrió los ojos y miró a Harry sonreírle travieso, por lo que sonriendo también se sentó en la cama cuidando de no despertar a su hijo.

            -Mira –dijo Harry extendiéndole una cajita de madera, a  lo que Draco lo miró inquisitivo.

            -¿Es eso lo que creo que es? –preguntó tomándola.

            -No lo sé, ábrela.

            Draco la abrió encontrándose con una flamante varita de palisandro india de once pulgadas.

            -Harry… -musitó viéndola embobado- no debiste…

            -Si vas a encargarte de esta casa, no puedes hacerlo todo al mero estilo muggle ni encargárselo todo a Betsy.

            -Es hermosa… pero gastaste mucho dinero.

            -¿Y qué? Es para mí chico, no me pesa gastar.

            Draco se sonrojó al oírlo y simplemente sonrió mientras la guardaba de nuevo en su caja.

            -Gracias.

            -Y También abrí una cuenta a tu nombre en Gringotts, necesitaras dinero.

            Draco suspiró mientras jugueteaba con la cajita.

            -Vamos cariño, no te pongas así, ya hablamos de eso –exclamó Harry alzándole la barbilla.

            -Sí, es verdad, que tonto ¿no?

            -Ajá, que tonto.

            -¡Oye!

            -Tú lo dijiste.

            -Tarado.

            -Toma, es una tarjeta dorada para que pagues al hacer tus compras.

            -Ya sé que es una tarjeta, tenía una cuando estaba en Hogwarts.

            -Si, disculpa.

            -Esta bien…

            -Bueno ¿y cómo te sentiste hoy?

            -Bien.

            -¿Seguro?

            -Sí.

            -¿Qué comiste?

            -Pollo.

            -Mentiroso, odias el pollo.

            -eee… bueno, comí el caldo.

            -Ni siquiera toleras el olor… Draco ¿de verdad comiste?

            -¡Claro que sí!

            -Betsy ¿Qué comió Draco?

            -eee… el amo Draco comió… -balbuceó la pobre elfina sintiéndose acorralada ante la pregunta de Harry y la mirada asesina de Draco.

            -Lo sabía, tienes el estomago vacío –concluyó Harry ceñudo.

            -Comí fruta.

            -No te creo y en todo caso, no solo debes comer fruta, debes comer carne y pescado.     

            -¡Agh!...

            -Draco, por favor… -exclamó Harry haciendo un evidente acopio de paciencia.

            -Tranquilo, estoy bien, mejor cuéntame cómo te fue.

            Sin más remedio para no ocasionar una evidente discusión, Harry aceptó cambiar el tema.

            Los días que siguieron, Draco comenzó a salir de casa, pues odiaba estar encerrado, ya que eso le recordaba su antigua reclusión; iba cargando a Harry, con Betsy llevando la pañalera a su lado mientras visitaba tiendas de muebles en la zona Norte mágica de Londres.

            -Mira Betsy, este tapiz es excelente para la cocina.

            -El amo Draco tiene un magnifico gusto.

            -Lo compraremos y también iremos a ver las cocinas, la que hay en casa parece sacada de Azkaban.

            Después de cerrar la venta del tapiz y la nueva cocina, Draco se sentó en una banca para descansar, pues desde hacía rato una sensación de mareo parecía querer sobrevenirle.

            -Amo Draco ¿se siente usted bien?... esta muy pálido.

            -Sí… -respondio Draco con los ojos cerrados mientras aspiraba profundo- y te prohíbo que le cuentes estas cosas a Harry ¿entendido?

            -Sí amo, lo que usted ordene.

            Ya para el término de la semana, Grimauld Place era una casa completamente distinta a la que Harry y Sirius habían habitado durante años.

            -¡Woow! –Silbó Sirius dando una mirada a la sala- ¡es magnífico!

            -¿Verdad que si?... heredé el buen gusto de mi madre en lo que a decoración concierne –exclamó Draco muy ufano desde el sofá.

            -Y creo que también heredaste su compulsión de compras –dijo Harry viendo su estado de cuenta.

            -No te quejes Potter, tú mismo dijiste que eras mi proveedor, así que tus lloriqueos no valen.

            -No, si no me estoy quejando.

            -Pues más te vale.

 

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            Esa noche, cuando Draco terminó de darle su biberón al pequeño, lo acostó en su cuna y él se sentó en su cama oprimiéndose suavemente el vientre.

            -Me duele… -pensó mientras hacía gestos- me duele desde ayer…

            -Hola ¿puedo pasar? –preguntó Harry abriendo la puerta y asomando la cabeza.

            -Ya pasaste.

            -Lo siento ¿ya se durmió Harry?

            -No.

            -Que bien, venía a darle las buenas noches –dijo el moreno yendo directamente hasta la cuna y levantando al pequeño- hola cariño ¿me das un besito?

            Draco sonrió a pesar de su malestar, pues Harry destilaba amor por todos los poros de su cuerpo por su hijo.

            -Bueno… -exclamó el auror acostando de nuevo al pequeño y volviéndose a Draco- ¿y tú como estas hoy?

            -Bien.

            -Te noto cansado.

            -Me aburres con lo mismo Harry, tú te vez igual y yo no digo nada.

            -Lo siento, es que me preocupo demasiado.

            -Pues claro, estoy incubando a tu hijo –respondio el rubio molesto.

            -No es por eso y lo sabes, además no te expreses así, parece que hablas de un insecto.

            -¡Pues entonces deja de atosigarme! –dijo Draco levantándose mientras manoteaba siendo consciente de que se estaba enojando por nada- ¿¡crees que no es desesperante estar así?!

            -Nunca dije lo contrario –respondio Harry desde la cama.

            -¡Las malditas hormonas me vuelven loco otra vez, de hecho nunca me han dejado, no he vuelto a ser el mismo desde que Roger me preñó la primera vez!

            -Cálmate.

            -¡No me calmes! ¿¡Y sabes que es lo peor de todo!?... ¡que nunca volveré a ser el mismo!

            -Draco, entiendo cómo te sientes, siéntate a mi lado y conversemos con calma.

            -¡No quiero!... ¡el señor Jackson  ya me dijo que este hechizo lo tendré por siempre, así que no digas que entiendes como me siento, porque no es así!

            -Cariño, por favor… -dijo Harry poniéndose de pie dándose cuenta que Draco estaba perdiendo el control.

            -¡Nunca volveré a ser un hombre normal!

            -Eres un hombre normal.

            -¡Deja de ser condescendiente conmigo, maldita sea!... ¡un hombre normal no gesta niños!

            Harry exhaló un profundo suspiro al ver la amargura con la que se expresaba el rubio, pues ignoraba que el chico se sintiera así todavía.

            -Lo lamento –dijo finalmente encogiéndose de hombros dándose por vencido.

            -¿¡Y eso es todo lo que tienes que decir?! -exclamó Draco a verlo hacer ese gesto.

            -¿Y qué quieres que diga?

            -¡Tú tienes la culpa de cómo me encuentro!

            -¿¡Yo?!... ¿¡de que rayos hablas?!

            -¡Tú me hiciste esto, estoy así por ti, tú me hiciste este hijo!

            -¡Si mal no recuerdo tú cooperaste también! –bufó Harry enfurecido.

            -¡Pero tú te viniste dentro de mí!

            -¡Siempre lo hago y nunca te molestó!

            -¡Porque no sabía que me ibas a embarazar!

            -¡Pues yo tampoco, así que deja de ser tan estúpido!

            -¡No me llames así!

            -¡Pues eso eres!

            El llanto de un bebé los hizo mirar al mismo tiempo a la cuna.

            -¡Mira lo que hiciste! –exclamó Draco.

            -¿¡Yo?!... ¡fuiste tú el que empezó a decir estupideces, deja de culparme de todo!

            -¡Claro, claro! –respondio el rubio cargando al pequeño- quien tiene la culpa entonces fui yo, por supuesto; fui yo quien se metió en tu cama, fui yo quien te puso el culo, fui yo quien…

            -¡Basta! ¡Ya cállate!

            -¡No me calles! –gritó Draco haciendo que el nene llorara mas.

            -¡Mira lo que provocas!

            -¡Sal de mi habitación!

            -Imbécil… -masculló Harry dando la vuelta y saliendo de ahí cerrando la puerta con fuerza.

            Al quedar solo, el rubio en verdad se sintió imbécil, pues sabía que esa discusión la había provocado él a todas luces, por lo que sintiendo un nudo en la garganta comenzó a arrullar a Harry hasta calmarlo.

            -Ya cariño, lo siento, ya no llores…

 

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