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SI TU ME QUISIERAS... por Orseth

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            Draco disfruto mucho ese rato, pues el agua relajaba sus músculos cansados y tensos aliviando su pierna adolorida, aunado que su pequeño estaba a todas luces muy contento olvidando por un rato su molesta encía, aunque claro sin dejar su ya inseparable mordedera de agua fría.

            Cuando dieron las 10:00 pm, un elfo pasó a recoger su equipaje y a guiarlos al auto muggle que los  llevaría de regreso a Londres; el viaje fue tranquilo, pues Harry había caído rendido después del baño y dormía muy tranquilo en su carreola, la cual cabía muy bien en el interior encantado del auto. Todos dormitaron en el viaje de regreso pues el día había sido bastante ajetreado.

            -¿Estarás bien? –preguntó Fred a Draco dejándolo en la sala de Grimauld place mientras el auto esperaba afuera para llevarlos hasta su casa.

            -Harry no está, si quieres podemos quedarnos –ofreció George subiendo la valija a la habitación.

            -Gracias, pero estaré bien.

            -¿Quieres que suba a Harry? –exclamó Fred viendo la carreola y al nene dormido dentro.

            Draco podía hacerlo él, levitando la carreola con su varita, pero sonrió al ver el deseo sincero de los gemelos por ayudar.

            -Si, te lo agradeceré bastante.

            -Ya esta –anuncio George bajando las escaleras viendo a su hermano levitar la carreola con el bebé dentro- ¡espera que aun no me he despedido de Harry!

            Haciéndole un cariñito al pequeño, dejo que su hermano subiera la carreola para después preguntar a Draco:

            -¿Quieres que te ayude a subir?

            -No gracias, la verdad estoy muy relajado y no me duele nada.

            -Bueno, pues entonces te dejamos –dijo viendo a su hermano bajar.

            -Cualquier cosa no dudes en llamarnos –ofreció Fred dándole la mano.

            -Gracias.

            -En estos días estaremos dándonos unas vueltas en lo que Harry regresa ¿Qué te parece? –dijo George caminando a la salida.

            -¿Por qué no se van por la chimenea? –sería más rápido.

            -Es que nos gusta viajar en auto, queremos aprovechar –respondió Fred riendo.

            -Es verdad, nos vemos, adiós Betsy.

            -¡Adiós! –respondio la elfina emocionada al ser tomada en cuenta.

            -Bueno Betsy, creo que es hora de ir a dormir –exclamó Draco al quedar solos.

            -Si amo ¿desea que le ayude en algo?

            -No, vete a descansar, cualquier cosa yo te llamo.

            -Gracias amo, que descanse.

 

____________________________________________________________________________________.

 

            Una semana después, Ron recibía una carta de Bill, quien residía en Egipto con su esposa Fleur y su hija Victoire.

            -Al fin responde –dijo a Hermione, quien sacaba unos libros de un baúl.

            -Le escribiste hace apenas una semana, no tardo tanto.

            Ron ya no la escuchaba pues se había ido a recostar a su cama para leer la carta de Bill.

            “Querido Ron, me alegra que me hayas escrito, gracias por los saludos a Fleur y a Victoire, mandan saludos y besos para ti y Hermione, respecto a lo que me cuentas sobre el  que Harry y Malfoy se hayan emparejado, obvio es que ya lo sabía pues esas noticias también llegan acá (también hay medios de comunicación ¿recuerdas) pero de que mamá cuida al hijo de Malfoy, eso si no lo sabía, aunque te confesare que no me sorprende mucho pues mamá es así, le encantan los niños, pero lo que si me sorprende y mucho, es tu reacción… ¡vaya el que ni siquiera le hables a Harry se me hace algo exagerado! (aunque yo tampoco le he escrito) pero eso es por exceso de trabajo, así que pronto le mandare una carta para saludarlo y felicitarlo también por el próximo nacimiento de su hijo…

            -¿Esta bromeando? –musito Ron sorprendido.

            “Ya no te malviajes, Ron… -continuaba la carta- Harry es  libre de acostarse con quien se le pegue la gana, era obvio que no iba a pedirte opinión sobre con quien elegiría pasar el resto de su vida y sinceramente no creo que Malfoy tenga alguna doble intención en esto, es obvio que ya cambio, todos cambiamos Ron, y lo que le pasó no es para menos… yo creo que debes pedirle disculpas a Harry por el escándalo que les hiciste (porque acéptalo, fue un escándalo lo que hiciste en casa de mamá al insultarlo a él y al hurón)

            -¿¡Pedirle disculpas?!... ¿¡está loco?!

            “Si le das una oportunidad a Malfoy, veras que no es lo que pensabas, al menos eso es lo que me contaron Fred y George cuando se fueron de vacaciones con él y su bebé…”

            -¡¿De vacaciones con él?! –exclamó el pelirrojo sentándose de repente en la cama asustando a Hermione.

            -¡Ron, me espantaste!

            “La guerra ya terminó hermanito, tal vez no te has dado cuenta de eso, y si seguimos empeñados en recordar lo que la provocó, nunca lograremos superar esa etapa tan terrible de la historia, mi consejo es que les des una oportunidad y te la des a ti mismo, pues no creo que de verdad no extrañes al que alguna vez fue tu mejor amigo”

            Al terminar de leer, Ron estrujó el pergamino para después tirarlo al bote de basura.

            -¿Qué sucede?

            -Nada… -respondio levantándose y saliendo de ahí dando un portazo.

 

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            -¡Vaya! Nuestro berrinchudo hermanito a decidido levantarnos el castigo –exclamó Fred al ver entrar a Ron en la tienda.

            -¿Cómo es eso de que se fueron de viaje con Malfoy y su hijo? –preguntó Ron sin siquiera saludar.

            -¡Oh, el chisme viaja rápido! –dijo George saliendo de la trastienda con varias cajas de bombones de chocolates.

            -No estoy bromeando… ¿es verdad?

            -¿No bromeas en una casa de bromas? Eso es muy feo –respondio Fred sacando su varita y limpiando una mancha del mostrador mientras recibía un pago de un cliente.

            Sin embargo el silencio de Ron los hizo mirarse entre sí para después ver a su hermano menor.

            -Si, nos fuimos a Brighton hace una semana –exclamó George dejando las cajas en el mostrador.

            -Lo que me recuerda… -dijo Fred sin amilanarse en lo absoluto- que debemos ir por la memoria de la cámara de Draco, para que la revelen junto a las nuestras.

            -¡Es verdad!... ya quiero enseñárselas a mamá y papá.

            Ron ya no dijo nada, simplemente sonrió con ironía y dándose la vuelta, salió de ahí dejando a los gemelos seguir con sus labores.

            Al día siguiente, después de cerrar la tienda, los gemelos fueron a Grimauld place sorprendiendo a  Draco.

            -Venimos por la memoria de tu cámara –dijo Fred sentado en el sofá.

            -Ajá, podemos llevarlo junto con el nuestro a una tienda especializada; antes las cámaras solo sacaban fotografías en un aburrido color sepia, pero ahora ya están  a color y muy bien hechas, además esta tienda ofrece servicio a domicilio, pueden traértelas hasta tu casa.

            -Eso estaría muy bien –respondio Draco emocionado- esperen, ahora la traigo.

            -También queremos ver si no se te ofrece nada, digo, como todavía no regresa Harry… -dijo Fred cuando Draco regreso.

            -Estoy bien, pero se los agradezco, en realidad me aburro mucho y es agradable platicar con alguien más que con Betsy.

            -¿Por qué no te das una vuelta por la tienda? Te aseguro que ahí no te aburrirías.

            -Lo imagino.

            -Si quieres vamos un rato.

            -Gracias ¿pero podría ser después?... la verdad la pierna me está molestando un poco.

            -Claro, tú avísanos y vendremos por ti.

            Fue al día siguiente cuando Draco se preparó para salir alarmando a Betsy.

            -Amo Draco ¿vamos a salir?

            -Ajá… no quiero que me vean, pero me aburro mucho estando aquí todo el tiempo –respondio Draco sacando una chamarra enorme del armario después de agrandar la carreola de Harry- bájala y baja a Harry, en seguida los alcanzo.

            -Si amo.

            Cuando estuvieron abajo, Draco se puso una gorra y unas gafas mientras Betsy lo miraba nerviosa.

            -Amo… y… ¿y si lo atacan de nuevo?

            -No lo creo, la prensa ya se encargó de publicar el castigo de aquellos imbéciles, ya no se arriesgarán a recibir lo mismo.

            Dándose cuenta de que su amo saldría a la calle a pesar de todo, Betsy lo siguió sin decir ya nada más.

            -¿Todo bien, cariño? –exclamó viendo a Harry mordisquear su mordedera muy tranquilo dentro de su carreola.

            Hubiese sido mentira si no admitía que se sentía nervioso al ir caminando por esas callejuelas llenas de gente que iban y venían sin prestarle mucha atención; sabia que la chamarra, la gorra y las gafas oscuras servían de mucho para hacerlo pasar desapercibido, y que si descubrían quien era, seguramente lo mirarían con mucho morbo y curiosidad, sin embargo se obligó a caminar tranquilo y disfrutar el paseo, pues ciertamente esa salida ya le hacía mucha falta.

            Con paso lento y calmado, caminó mirando los estantes de las tiendas hasta llegar a esa esquina en donde un hombre gigante se ponía y quitaba el sombrero a modo de saludo.

            -“Que gustos tan feos” –pensó sin poder evitarlo al mirar la fachada deseando que el interior fuese más interesante que aquella bizarra publicidad de “Sortilegios Weasley”.

            No pudo evitar abrir la boca en un gesto de sorpresa al abrir la puerta y entrar a un lugar lleno de colorido, risas y revuelo, con estantes llenos de cosas que se movían sospechosamente y otras con cajas envueltas en celofán, como un simple e inocente regalo. Continuó empujando su carreola viendo a un grupito de chicas que armaban revuelo como un puñado de abejas alrededor de lo que le pareció una caja de chocolates que se anunciaban como efectivos filtros de amor.

            Vio frascos y cajas de dulces y otras de bromas, las cuales podían probar bajo su propio riesgo, fue entonces que vio a uno de los gemelos atendiendo a un joven, y no fue hasta que se acercó lo suficiente que pudo ver que se trataba de George.

            -¡Draco!–exclamó el gemelo viéndolo acercarse.

            Draco esperó a que el chico que estaba comprando, terminara de hacerlo, fue entonces que se acercó al mostrador.

            -Hola –saludó sonriendo.

            -¡Vaya, que sorpresa! ¡Fred, mira quien está aquí!

            Draco pensó que al gemelo le faltó gritar más fuerte para que en China se enteraran de su visita, sin embargo la gente que estaba ahí no le prestó la mas mínima atención; pensó que tal vez fuese a que eran puros niños y adolescentes, sin embargo se sintió aliviado cuando cada quien siguió en lo suyo.

            -¡Hola Draco! –saludó Fred acercándose con un sombrero que sacaba un conejo por la parte de arriba mientras se comía una zanahoria muy quitado de la pena.

            -¡Que sombrero tan feo! –exclamó riendo.

            -Estoy de acuerdo, pero cumplió su cometido –respondio Fred viéndolo reír con ganas- ven, pasa tras el mostrador para que no empujen la carreola.

            Draco pasó atrás del mostrador viendo con mucho interés las ventas y demostraciones de los gemelos a sus inocentes clientes.

            -La verdad me hubiese gustado mostrarte varias de nuestras bromas en tu pellejo–dijo George cargando a Harry- pero la verdad me da cosa por tu salud.

            -Pues por primera vez agradezco a mi salud por eso… pero la demás gente no esta tan enferma como yo.

            -¿Qué quieres decir con eso? –preguntó Fred con la malicia reflejada en los ojos.

            -Mira esos niños de ahí, seguro vienen de Hogwarts –exclamó Draco señalando a tres chicos de no más de trece años mirar unos frascos de un estante.

            -¿Y cuál es el plan?

            -A que les ofreceré un par de galeones para que acepten ser sus conejillos.

            -¿Crees que acepten?

            -Si lo hacen, entonces no son de Slytherin.

            -Ni de Griffindor –respondio Fred sonriendo.

            Draco se levantó y salió al pasillo seguido por los gemelos.

            -Oigan… -dijo sonriéndoles muy amable- les daré cinco galeones a cada uno si aceptan probar algunas de las bromas.

            -¿Cinco galeones? –Exclamó uno de los chiquillos- ¡claro!

            -Un momento ¿y porque no las pruebas tu? –dijo otro mirándolo sospechosamente.

            -Porque quiero ver su efecto, no es lo mismo que vivirlo.

            -Eso es razonable –intervino el tercero.

            -Yo acepto –dijo el primer niño.

            -Bien, te daré los cinco galeones cuando termines.

            -¡Yo también! –exclamó el tercer niño.

            -De acuerdo –dijo el más reticente- yo también acepto ¿pero cuantas bromas serán?

            -Una cada uno.

            -De acuerdo.

            -Por pura curiosidad ¿de qué casa son?

            -Yo soy de Ravenclaw y ellos dos son de…

            -Hufflepuff –completó Draco.

            -¿Cómo lo adivinaste? –preguntó el primer chiquillo.

            -Pura suerte –respondio Draco rodando los ojos.

            -Bien ¿y cuál será la primera broma? –dijo el Ravenclaw.

            -Veamos… -respondio Fred frotándose las palmas mientras recorría los estantes con la vista- ¡ah, esta es genial! –Dijo tomando una caja de cartón con un pajarillo en la cubierta- esta broma es de las más antiguas de la tienda, fue de las primeras, pero muy divertida, son galletas de canarios.

            -¿Y qué hacen? –preguntó el Ravenclaw.

            -Cómela y lo verás.

            El chico tomó la galleta mirándola suspicaz, pero al cabo de un momento le dio un mordisco y luego otro para terminar de repente convertido en un enorme canario amarillo ocasionando las carcajadas la toda la gente que estaba en la tienda.

            -El efecto se pasa después de un rato, cuando empiecen a caérsete las plumas –dijo Fred riendo y señalando a uno de los Hufflepuff- ahora vas tú.

            El chico lo vio tomar un frasquito con dulces y ofrecerle uno.

            -¿Qué son? –preguntó con suspicacia.

            -Son caramelos longuilinguos… anda, come uno.

            -¿Y qué efecto tiene?

            -No se vale preguntar, cómelo y lo veras.

            Torciendo la boca, el chiquillo tomo un caramelo y se lo metió a la boca abriendo tremendo ojos al sentir y al ver su lengua salir de su boca alargándose cada vez más.

            -Estos caramelos alargan la lengua hasta diez veces su tamaño.

            La gente ya se había arremolinado alrededor de ellos aplaudiendo al ver la enorme lengua del chico.

            -Y tu probaras… -continuó el gemelo poniéndose un dedo en la boca mientras elegía la siguiente broma- ¡ah, ya sé!

            La gente miró expectante y sonriente lo que tomaba Fred de otro estante.

            -¿Una varita? –dijo el chiquillo en turno.

            -Ajá, toma –dijo Fred sacándola de su caja- lánzame el hechizo que desees.

            -Si, como no –respondio el niño revisando la varita.

            -En serio, no me defenderé.

            El chiquillo miró la varita intentando imaginar el truco, pues sabía que esa varita no era una varita común y corriente; sin embargo sonrió dispuesto a ganarse esos cinco galeones; así que señaló a Fred diciendo:

            -¡Aguamenti!

            Todos estallaron en carcajadas el ver chico recibir tremendo chorro de agua por el revés de la varita dejándolo empapado.   

            -Son “varitas del revés”… creo que no es necesario explicar mas.

            Todos aplaudieron unos segundos para después abalanzarse a las cajas de galletas de canarios, los caramelos longuilinguos y las cajas de varitas.

            -Tony, atiéndelos –dijo Fred a un chico que trabajaba con ellos.

            -Y bueno ¿Qué te pareció? –pregunto George a Draco mientras se dirigían a la trastienda después de haberles pagado a los niños sus cinco galeones a cada uno.

            -Genial, no me había reído así desde hace mucho.

            Después de un par de horas ahí, Draco salió con una caja de calderos de chocolate rellenos de crema, los cuales disfrutó recostado en su cama con Harry durmiendo a su lado.

            Una semana más pasó tranquila, con solo una carta de Harry por el hecho de estar en una misión y escribirle en una escapada, por lo que Draco se entretenía ocupándose más en la mansión de los Black.

            -Esta casa tiene docenas de habitaciones, pero no podemos remodelarlas todas –dijo el sábado por la mañana con una pañoleta en la cabeza y a Harry queriendo caminar; por lo cual lo llevaba agarrándolo de las manitas.

            -Amo, se ve muy cansado ¿quiere que yo ayude al amito Harry a caminar? –preguntó Betsy preocupada.

            -Si, ya me duele la cintura… ¡Uff!... –gimió enderezándose cuando Betsy tomó a Harry, el cual pugnaba para continuar “caminando”

            -¡Bá…! ¡Na… ta!... –balbuceó Harry dando pasitos alocados sujetado por Betsy.

            -Creo que descansaré un rato –dijo Draco poniéndose las manos en la cintura y estirándose hacia atrás.

            -Amo, n-no…de-debería… trabajar tanto… -exclamó Betsy titubeante al hacer esa observación a su amo.

            -Pero si no estoy haciendo nada, solo estamos recorriendo las habitaciones… -respondio Draco saliendo de ahí seguido por Betsy.

            -Amito… ya cumplió… ya… cumplió…

            -Si, ya cumplí seis meses, no necesitas recordármelo.

            -¡Perdón amo, perdón!

            -Esta bien, pero no vuelvas a decirme que tengo que hacer.

            Siendo medio día, bajó a la sala a tomar un descanso después de inspeccionar una habitación particularmente sucia, motivado más que nada por la curiosidad de ver cómo sería el interior de ese cuarto oscuro; resultó ser una enorme biblioteca llena de polvo y telarañas que lo dejó literalmente como polvorón.

            -Na… na… -exclamó Harry alzándole los bracitos.

            -¿Qué sucede, cariño? –respondio cargándolo.

            Harry mordisqueó su mordedera mientras quedaba muy satisfecho en los brazos de su papá.

            -Amo ¿Qué desea que prepare de comer?

            -mmm… algo muy ligero, no tengo mucha hambre en realidad.

            -¿Desea una sopa de verduras? Puedo preparar un filete de pescado con ensalada también.

            -No, con la sopa será suficiente -  respondio Draco haciendo gestos de asco al oír la ultima sugerencia de Betsy- pero ve a comprarlas, creo que se terminaron las zanahorias.

            -Iré en seguida, amo.

            Cuando Betsy se fue, Draco siguió jugueteando con Harry, hasta que el timbre de la puerta sonó; extrañado se levantó y pregunto quién era antes de abrir, pues era inusual que alguien tocara por la puerta de enfrente.

            -Buenas tardes, vengo del estudio fotográfico –respondio una voz.

            Recordando que había dado su autorización para que su casa fuera localizada por la tienda, abrió la puerta encontrándose con un joven alto, de cabello y ojos negros, de facciones muy atractivas que le tendió la mano al tiempo que le mostraba su identificación.

            -Hola, me llamo Rupert Greenwalt y vengo a entregar unas fotografías.

            -Adelante –respondio Draco con Harry en brazos.

            Pasaron a la sala mientras el joven sacaba un paquete.

            -En total fueron sesenta fotografías y todas salieron bien.

            -Me alegro –respondio Draco invitando al joven a sentarse haciendo él lo mismo en el sofá de enfrente.

            -Tenemos una promoción para los clientes que atendemos por primera vez, pueden elegir una fotografía y nosotros la haremos en una medida de doce pulgadas por diez.

            Draco miró maravillado las fotografías esparcidas en la mesa mientras el joven continuaba hablando.

            -No tienes que elegirla ahora, hay un plazo de una semana.

            -Que bien, porque son muchas y tendría que verlas con detenimiento –respondio Draco mirando las fotografías sin percatarse de que el joven lo miraba atentamente.

            -Te ves cansado… -dijo de pronto el chico- ¿es por tu preñez o por coger tanto?

            Draco miró boquiabierto al joven, quien sonriendo amable siguió hablando como si nada- no dudaría que fuera lo último, porque cuando yo anduve con Harry, cogíamos como unos malditos maniacos todo el día.

            -¿Disculpa? –exclamó sin aterrizar todavía.

            -Harry es un insaciable en la cama, sabe muchas posiciones, pero ¿Qué te cuento a ti? Tú debes saberlo muy bien, sobre todo cuando practica el spanko, porque lo ha practicado contigo ¿o no?

            -Sal de mi casa –exclamó levantándose mientras Harry le golpeaba la cabeza con su mordedera a su papá.

            -Oh vamos, no es para que te molestes, estamos en confianza –exclamó el joven sin levantarse- Harry me dejaba el culo como una maldita hoguera, y luego me cogía toda la noche ¡ah que días aquellos!

            Draco se dirigió a la puerta mientras el joven seguía en su lugar muy quitado de la pena.

            -Aunque bueno, entendería que no puedas complacerlo… digo, estando así…

            El rubio abrió la puerta mientras le lanzaba ojos asesinos al tipo aquel.

            -Lárgate… lárgate o yo mismo te sacaré a patadas.

            -No te enojes Malfoy –respondio el joven levantándose- es comprensible que no tengas sexo con él… digo, con esa facha –añadió con un gesto condescendiente- nadie podría culparte por qué no te le antojes a Harry, no cualquiera quiere acostarse con alguien con esta… figura; además tampoco creo que le puedas seguir el paso, Harry es muy caliente y bien podría hacer el amor por horas y horas; encima cuidando a otro niño que ni siquiera es de él, pues…

            -Lo que demuestra cuán enamorado esta de mi… -respondio el rubio sujetando con fuerza la perilla- y que no solo soy un par de nalgas a diferencia de ti.

            -Si tú lo dices…

            Draco sacó su varita haciendo que el chico cambiara rápidamente de actitud y saliera de ahí casi corriendo.

            -¡No te molestes, todo es sin afán de ofenderte! –exclamó bajando los escalones antes de escuchar el portazo atrás de él.

            Draco se quedó en su  lugar sin soltar la puerta, pero temblando de pies a cabeza mientras Harry mordía su juguete sin dejar de mirarlo.

            Cuando Betsy regresó, lo encontró sentado en el sofá viendo a Harry llorar en el suelo, en medio de sus juguetes.

            -Amo ¿desea que me encargue del amito Harry? –preguntó al ver llorar al niño.

            -Si.

            Betsy se encargó de Harry y después hizo de comer; todo para que el final Draco no quisiera comer nada, pues se la pasó encerrado en su habitación con su hijo, quien después de comer, se durmió.

            Siendo las 8:30 pm, un chispazo en la sala avisó de la llegada de alguien.

            -¡Amo Harry, que bueno que llegó! –exclamó Betsy feliz de ver llegar a Harry- ¿y el amo Sirius?

            -Se quedó a organizar un par de cosas más; desventajas de ser jefe –respondio Harry soltando sus cosas en el sofá -¿Y Draco? –preguntó sacando algo de su valija.

            -eee… el amo Draco… está encerrado en su habitación.

            -¿Y eso?

            -No lo sé, estaba muy animado en la mañana, pero… después se puso raro…

            -¿Raro cómo?

            -No lo sé, estaba como… enojado… lo sé porque ya le conozco sus gestos de enojado, pero…

            -¿Pero?

            -Pero también estaba triste… bueno, eso creo…

            Harry subió las escaleras y tocó la puerta de la habitación antes de entrar.

            -¿Draco?... ya llegué ¿puedo pasar?

            Como no obtuvo respuesta, entró encontrándose con un jarrón yendo directo a su cabeza, agachándose justo a tiempo para esquivarlo.

            -¿¡Que rayos te pasa?! –exclamó al ver el cuarto hecho un desastre, con el espejo hecho  pedazos, los artículos de perfumería en el suelo, los cajones sacados con su interior regado y a Draco con varita en mano.

            -¡Eres un idiota!... ¡un grandísimo imbécil! –gritó Draco dirigiendo su varita a un frasco de crema, que dirigió nuevamente a Harry, quien lo esquivó de nuevo por un pelo.

            -¡Cálmate!

 

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