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Una Nueva Vida por Islander

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Caminaron por las calles, abarrotadas de gente, deteniéndose a mirar algunos escaparates. Después fueron a la pequeña biblioteca y se pusieron a ojear algunos libros.
Shaka se detuvo sobre unos estantes llenos de libros sobre psicología, y empezó a ojearlos. Al rato se dio cuenta de que Afrodita no estaba cerca y miró en todas direcciones, tratando de ubicarle. Lo vio no muy lejos de allí. También ojeaba un libro y parecía muy concentrado. Shaka se acercó, curioso, a ver qué era lo que estaba leyendo.

-¿Es interesante? -Preguntó con una sonrisa.

El caballero de Piscis asintió, sin levantar la mirada del libro.

- ¿De qué trata?

Afrodita le mostró la portada. Era un libro sobre el renacimiento.

-No sabía que te gustase la historia.

-Me gusta mucho -afirmó Afrodita.
-¿Y qué más géneros te gustan?

-Pues... -Afrodita pareció dudar un segundo-. He de admitir que me fascina el género fantástico y de ciencia ficción -admitió con carcajada en voz baja. No era conveniente hablar alto en una biblioteca-. Me gustan muchos los relatos sobre grandes batallas -Observó las estanterías de libros con una amarga sonrisa-. Aunque a veces es como estar leyendo nuestra propia historia.

-Si -coincidió Shaka, aquel comentario le había parecido además de gracioso muy cierto-. Nunca me había puesto a pensarlo así. Aunque duras, nuestras vidas han sido totalmente dignas de una novela fantástica.

-Si -rió Afrodita.

Shaka se acercó a las estanterías que había frente a Afrodita y ojeó algunos títulos. En las estanterías de al lado empezaba la sección de género fantástico.

-¿Me recomiendas algún título? -Preguntó sin dejar de leer los lomos de los libros que estaba observando.

-¿Lo dices en serio? -Preguntó Afrodita, sorprendido.

-¿Y por qué no? -Contestó Shaka también algo extrañado-. No puedo criticar algo si no lo conozco, hay que tener una mente abierta. Además -añadió con una sonrisa-. Confieso que siempre he sentido curiosidad. No he leído mucho sobre este género, tan solo escuchaba los típicos cuentos que se contaban a los niños en la aldea en la que nací. Quizá nunca me habían interesado porque creía que al no ser historias reales no me aportarían nada pero... Después de esa comparación que has hecho de esas historias con nuestra vida me gustaría leer más sobre ese género.

Afrodita sonrió ante aquellos comentarios. La verdad es que precisamente Shaka era uno de en los que menos se esperaba tal comportamiento. Había que reconocer que desde que volvieron a este mundo todos habían cambiado, pero también resultaba extraño. Shaka siempre fuñe un caballero leal y nunca hizo nada malo. Pero tal vez eso no fuese relevante a lo hora de cambiar, una persona podía cambiar de muchas maneras. El ser humano era una criatura increíble, apasionante, y ellos estaban empezando a descubrirlo. Afrodita, durante todo aquel tiempo de tranquilidad también había comenzado a pensar y a descubrir muchas inquietudes ocultas en su interior, tal vez aquella era su verdadera personalidad. Aunque, pensándolo fríamente, todos, en ese momento, se encontraba en un punto inicial, un mar de dudas y de insaciable curiosidad. Shaka se estaba mostrando muy curioso con él, seguramente quería saber de las inquietudes de Afrodita para poder aclarar las suyas propias. Si, poco a poco todo empezaba a tener sentido. Puede que esa personalidad curiosa, amigable y despierta que mostraba ahora Shaka fuese la verdadera. Afrodita empezaba a sentir curiosidad también.

-¿Afrodita?

Su propio nombre le hizo regresar del mundo de su mente a la biblioteca del pueblo.

-¡Sí! ¡¿Qué pasa?! -Saltó, sobresaltado.

Las señales de silencio por parte de la bibliotecaria y de la demás gente que había allí no tardaron en ser oídas.
Afrodita bajo la cabeza, sonrojado. Eso pareció divertir a Shaka.

-¿Te habias quedado dormido de pie?

-Pues algo así.

-Te había preguntado si me recomendabas algún libro.

-¿Eh? Ah, sí. Lo siento. Pues... -Caviló un momento-. El Señor De Los Anillos.

-Vaya. Creo que es un libro muy famoso.

-Lo es -asintió Afrodita-. Y creo que a tí te gustará. Si quieres cogerle gusta a este género deberías empezar por él.

-De acuerdo. Te haré caso.

Shaka se hizo de los tres tomos del libro que tenían expuestos en las estanterías y fue hasta la mesa de la bibliotecaria para poder llevárselos.
Una vez salieron de allí notaron que tenían hambre, debías ser las seis de la tarde. Asique decidieron ir a alguna cafetería a tomar algo.
Eligieron un pequeño establecimiento cerca de la plaza, y se sentaron a lado de una de las ventanas, donde disfrutaban de una buena vista del hermoso pueblo.
Ambos pidieron  café y un trozo de pastel.
Afrodita comía su pastel mientras miraba, distraídamente, a través del ventanal a la gente pasar. Por su parte, Shaka le daba vueltas a la cabeza con cada bocado que daba.

-Afrodita -le llamó.

-¿Uhm? -Respondió volviéndose hacia su interlocutor mientras masticaba el último trozo de pastel que se había metido en la boca.

-¿Qué piensas de lo que hizo Dhoko?

Afrodita trago con dificultad y bajo la mirada, entristecido.

-Bueno... -comenzó a decir, buscando las palabras adecuadas. Ni siquiera el entendía muy bien lo sucedido-. Supongo que será algo complicado... La verdad es que no lo entendí.

Shaka agachó la mirada, apesadumbrado, recordando aquel día.
Al día siguiente de que Mu les comunicase la decisión de Shion de dejar este mundo, aún cuando se le había concedido también otra oportunidad de vivir, tal y como su discípulo les dijo, el propio Shion visitó uno a uno a todos los caballeros para despedirse. A cada uno de ellos le dedicó palabras de aliento y consejos. Les habló tanto de sus virtudes como de los defectos que debían corregir. Les dijo que jamás perdieran la esperanza. Que aparte de su deber, tratasen, en la medida de lo posible, de vivir, de aprovechar ese limitado periodo de paz que estaban viviendo tanto como pudieran y que tratasen por todos los medios de ser felices. Les quiso dejar muy claro que no todo en la vida eran sacrificios. Y tras eso, se despedía con un paternal abrazo de cada caballero. Ninguno de ellos logró controlar las lágrimas.
Esa misma noche, exactamente a media noche, el cosmos de Shion desapareció. Pero no lo hizo solo. El cosmos de Dhoko se extinguió con él.
Impactados, todos los caballeros de oro salieron de sus templos, muchos de ellos recién salidos de la cama. No sabían que había pasado y estaban alarmados y preocupados.
Cuando llegaron al templo del Patriarca, se encontraron con una inconsolable Saori que lloraba a sobre el hombro de Saga mientras este la estrechaba entre sus brazos protectoramente.
Cuando los demás caballeros quisieron saber lo sucedido, Saga, también cohibido por el dolor, se lo explicó.
Dhoko, esa misma noche, se presentó en el templo del Patriarca. Quería hablar con Saori. Y al parecer, la expuso los mismos argumentos que Shion. Les dijo que ya había vivido el tiempo suficiente, que era hora de dejar paso a las nuevas generaciones, y con sinceridad, admitió también, que ya se sentía demasiado cansado. Aunque mantuviese el mismo cuerpo que a sus dieciocho años, su espíritu ya estaba agotado, quería descansar, y además, como petición personal, que le dejasen poder partir con su mejor amigo y compañero de armas. Dijo que habían estado separados mucho tiempo, y que tenían mucho de lo que hablar. Tras eso, se acercó a Atenea, se hincó en una rodilla y la pidió perdón.
Atena se agacho frente a él, y con lágrimas en los ojos le estrecho entre sus brazos, y al poco tiempo, algo sorprendido pero feliz, Dhoko respondió al gesto.
Atenea le concedió su deseo. Y esa misma noche, Shion y Dhoko abandonaron juntos este mundo.
A pesar de que Shion ya tuvo el funeral que merecía una persona como él tras el desenmascaramiento y derrota de Saga, se le volvió a rendir homenaje junto con Dhoko. Ambas tumbas fueron colocadas juntas en un hermoso mausoleo detrás del templo del Patriarca.
Fue a Afrodita a quien se le pidió la tarea de decorar el sepulcro. Y él, dispuesto, no solo lleno el mausoleo de hermosas flores de todos los colores, sino que todo aquel jardín rebosó de rosas perfectas. Nunca se había visto aquel lugar más hermoso que en ese tiempo.
Shaka, muy entristecido por la partida de los dos más grandes maestros que había conocido, pasó mucho tiempo pensando en el porqué de lo que hizo Dhoko. Comprendía perfectamente sus razones y con ese gesto que habían hecho ambos caballeros, les consideró aún más dignos, si es que eso era posible. Pero Shaka creía que había algo más, aunque no lograba dar con ello. Hasta que un día se dio cuenta, y se tachó así mismo de estúpido.
Amistad. Sí, eso ya lo sabía, pero resultaba muy triste no comprenderlo. O peor aún, no haberlo experimentado. Sabía de lo fuerte que podía llegar a ser un lazo de amistad, capaz incluso de lograr obrar milagros. Los caballeros de Bronce eran el mejor de los ejemplos. Ellos si entendían lo que verdaderamente era la amistad.
Pero ni Shaka, ni seguramente ninguno de los caballeros de Oro, habían tenido jamás un lazo tan fuerte con alguien.
Tal vez Aioria y Aiolos, que como hermanos que eran, se conocían muy bien y compartían muchas cosas. Pero los demás... ¿Habrían tenido los demás algún lazo con alguien?
Shaka desde luego no, y eso le turbaba. Deseaba conocer más cosas del mundo, y de sus compañeros. Deseaba comprobar en sus propias carnes cuan fuertes podían llegar a ser esos lazos.
Afrodita observaba a un cabizbajo Shaka que parecía estar muy metido en sus pensamientos. Pero finalmente volvió a fijar su mirada en la de Afrodita.

-Amistad -dijo sin más.

-Sí -coincidió su compañero.

-Un gesto muy loable, y verdaderamente hermoso -el caballero de Virgo volvió a bajar la miarada, fijándola en su taza de café mientras la hacía girar entre sus manos-. Ellos eran los mejores amigos, y fueron separados. Y luego, por crueles ironías del destino, se volvieron a encontrar en la nueva guerra santa, tras tantos de espera. Comprendo su decisión, y sus sentimientos pero... -cayó. Parecía estar pensando como continuar.

-¿Pero? -Le instó Afrodita a continuar.

-Son sentimientos que yo desconozco, asique no puedo entenderlo del todo -volvió a mirar a Afrodita, que ahora con miraba con semblante triste, casi como si se compadeciese del caballero de Virgo-. Es de todos sabido, Afrodita, el alcance del poder de lazos como los de la amistad o el amor. Nosotros mismos hemos sido testigos de los logros de los caballeros de Bronce. Incluso nosotros mismo logramos un milagro gracias, en gran medida, a su fé -Afrodita sabía que se estaba refiriendo a cuando abrieron la brecha en el mundo de los lamentos-. Aquel día nosotros pusimos toda nuestra fe en aquella flecha. Pero estoy seguro que no hubiésemos sido capaces si antes Seiya y los demás no nos hubiesen imbuido con la suya y no hubiesen creído en nosotros hasta el final -suspiró-. Me gustaría saber que se siente. Me gustaría tener esos lazos. Es lo que más deseo.

Afrodita no supo que contestar a aquello. La verdad es que él se sentía de manera similar. Nunca había tenido lazos con nadie. Desde muy joven había sido llevado al santuario, ni siquiera recordaba a su familia, y entre sus compañeros... en realidad ninguno de ellos se conocía muy bien, y Afrodita, además, siempre se había mostrado frío y soberbio entre sus camaradas, asique siempre se encontró aún más lejos que el resto de poder entablar una amistad con alguien.
Esos pensamientos le entristecieron. En verdad que se arrepentía de cuanto había hecho. Aún recordaba su enfrentamiento con Shun. Aquel golpe final que le lanzó el caballero de Andrómeda le hizo darse cuenta de cuan equivocado había estado, y de cuanto mal había provocado. Por eso, cuando Shion se presentó ante él, Saga, Camus, Shura y DeathMask, no dudó en unirse a su causa para limpiar su honor, expiar sus pecados y demostrar su fidelidad.
Recordó la llamada de sus camaradas y como poco después todos volvían a reunirse ante el muro de los lamentos. Aunque corto, aquel momento de infinita felicidad, quedó grabado para siempre en los corazones de los caballeros. Si la amistad era así, era verdaderamente hermosa.
Después de aquello, todos despertaron en el Santuario. No tenían recuerdo de su encierro, pero tampoco les importó. Volvían a tener una oportunidad. Y Afrodita esta vez no pensaba desaprovecharla.

-Hay algo de lo que hace tiempo que quiero hablar.
La voz de Shaka lo trajó de nuevo a la realidad. Maldijo su propia estupidez al darse cuenta de que se había quedado distraído de nuevo.

-Te escucho -informó el caballero de Piscis, queriendo darle a entender que no esta distraido.

-Es sobre lo que sucedió en el Santuario cuando luchamos contra los caballeros de bronce.
Afrodita trató de disimular su gesto de disgusto. En verdad no le agradaba nada recordar todo aquello. Pero entendía que Shaka quisiese saber más.

-Entiendo que no sea un tema agradable para ti, y si quieres podemos dejarlo aquí -dijo Shaka al percatarse de su compañero se sentía incomodo-. Pero en verdad necesito saber.

-Lo entiendo -dijo Afrodita con una triste sonrisa-. Adelante.

Shaka sonrió y asintió con la cabeza, en señal de agradecimiento. Pero su sonrisa pronto desapareció. Aunque su rostro se veía tranquilo y sereno, como acostumbraba a mostrar a todos los que le rodeban, podía apreciarse un ligero matiz de sombrío en él.
Con la mirada gacha, volvió a concentrar su atención en la taza de café y comenzó a hablar.

- El día que descubrí que nuestros propios compañeros, nuestros hermanos de armas, eran nuestros enemigos sentí mucho miedo -dijo aún  con la mirada gacha, fija en la taza de café mientras la hacía girar entre sus manos-. Sobre todo por Saga y por ti.
Afrodita lo miró con más curiosidad.

- ¿Ah, sí?

-Si -contestó el caballero de Virgo sin variar lo más mínimo su tranquilo tono de voz-. Siempre respeté a Saga por su sabiduría, por la seguridad que inspiraba a quienes estaban cerca de él. Siempre parecía tener todo bajo control, era muy tranquilizador tenerle cerca. Pero cuando me enteré de lo que hizo... -apretó un poco la taza entre las manos, pero trató de no mostrar su molestia. Finalmente pareció relajarse y sonrió. Afrodita no perdía detalle de sus reacciones, quería seguir escuchando lo que tenía que decir-. Esto jamás se lo he contado a nadie, pero cuando me enteré de lo de Saga me asuste mucho.

-Vaya... -dijo Afrodita-. Resulta increíble pensar que incluso el caballero más cercano a los dioses pueda perder la calma.

-Puedo, Afrodita, soy tan humano como tú.

-Lo siento -Se disculpó el caballero de Piscis.

-No es necesario que te disculpes. Agradezco mucho que me estés escuchando. A decir verdad sentía un gran deseo de hablar más abiertamente de lo sucedido con todos, para así poder aclarar las cosas completamente.

Afrodita estaba cada vez más sorprendido con cada frase que Shaka decía. Nunca imaginó que alguien como él pudiese llegar a ser tan abierto, tan... ¿Humano? Si, el mismo lo había dicho, Shaka era tan humano como lo era él. Pero nunca llegó a pensar que era tan vulnerable. Aunque tampoco le sorprendió tanto a Afrodita, después de todo Shaka aún era muy joven, al igual que él, y desde muy pequeño había tenido que sobrellevar una larga lista de responsabilidades como la reencarnación de Buda. A decir verdad todos los caballeros del santuario debían sentirse como él. Todos ellos habían perdido su juventud, su vida, para poder servir al santuario. Y aunque ninguno de ellos lo admitiría nunca, todos deseaban, aunque fuese solo una vez, poder hacer algo distinto, algo que desearan de verdad.
Shaka se llevo la taza a los labios y Afrodita salió de sus cavilaciones. Resultaba increíble que gracias a Shaka y a aquella conversación se estuviese encontrando a sí mismo. El caballero de Virgo y él se sentían igual, y seguramente el resto de sus compañeros también, pero después de tantas guerras y tantas heridas habían olvidado sus propias inquietudes. Cada vez resultaba más curioso que precisamente Shaka fuese quien las conservase aún.
Shaka observó la fija mirada de Afrodita en su persona.

-¿Qué ocurre?

-Nada -se excusó rápidamente Afrodita-. Es solo que seguía haciéndoseme raro que tú pudieras llegar a perder la calma.

Shaka sonrió, e incluso a Afrodita pudo distinguir por un breve lapso de tiempo el  amago de una carcajada por su parte. Pero no llegó a ocurrir.

-Creo que me habeis subido el listón más de la cuenta.

-Eso creo yo -Dijo Afrodita con suficiencia.

Los dos se echaron a reír. Y por increíble que pareciese, cuando cesaron las carcajadas se quedaron mirando por unos instantes y volvieron a romper a reír, solo que esta vez sin tratar de ocultar su ánimo. Los dos reían de verdad, como no recordaban haberlo hecho. Tanto, que incluso llamaron la atención de aquellos que ocupaban las mesas vecinas.
Después de buen rato riendo, ambos sonrojados, trataron de recuperar el aliento.

-Creo que nunca me había reído de esta manera -Dijo Shaka con los ojos aún enrojecidos por las lágrimas a causa de la risa.

-Yo tampoco -coincidió Afrodita en similar estado.

-Me ha sentado muy bien -añadió el caballero de Virgo con otra carcajada. Resultaba increíble verlo tan animado precisamente a él.
Pasaron un rato en silencio.

-Oye, Shaka -llamó Afrodita la atención de su compañero, recuperando la seriedad.

-Sí, dime.

Dijiste que cuando te enteraste de lo que sucedía en el Santuario te asustaste por Saga, pero también por mí -Shaka asintió-. ¿Por qué?

-Como te dije, el descubrir que Saga nos había traicionado fue especialmente traumático para mí. Sentí mucho miedo, y no solo por su terrible poder, sino porque si alguien como Saga, que era un modelo a seguir y un verdadero ejemplo de lealtad y bondad, había podido corromperse de esa manera entonces... ¿Entonces que podría ser de nosotros? -Afrodita lo miró con más atención, si es que eso era posible. Comenzaba a ver por donde quería ir su compañero. Shaka continuó-. Sentía miedo de mi mismo y de los demás, miedo de que aquello que empujó a Saga a hacer lo que hizo pudiese llegar a afectarnos a los demás de igual manera. Y así hubiese sido de no ser por Seiya y sus amigos -Afrodita no paso por alto el detalle de que Shaka se había referido a aquellos que acompañaban al Caballero de Pegaso como amigos y no solo como compañeros. Era innegable que a esos jóvenes les unía un lazo mucho más fuerte que al de los propios caballeros de oro, si esque ellos tenían alguno. A decir verdad, apenas se concían los unos a los otros-. De no haber sido por Ikky -continuó Shaka-. Yo mismo habría caído en el mismo pozo que Saga sin siquiera ser consciente de ello.

Afrodita solo pudo asentir y llevar su taza a la boca, mientras observaba como Shaka había vuelto a concentrar su atención en la suya, que volvía a hacer girar entre sus manos.

-En cuanto a ti -Afrodita fue sorprendido por la mirada de Shaka, de nuevo alzada. Le miraba directamente a los ojos. Su semblante volvía a ser como antes de su esporádico momento de carcajadas, totalmente sereno y tranquilo-. Siempre guardé un gran respeto hacia ti, Afrodita -confesó. Y el Santo de Piscis no pudo hacer otra cosa que alzar una ceja en señal de extrañeza. No era que no creyese a Shaka, a decir verdad es uno de los pocos a los que hubiese creído tal declaración, sino porque ahora, y más que nunca, era consciente de la soberbia actitud que siempre había tenido para con todos los que le rodeaban. Actitud de la que ahora se arrepentía-. Admiraba tu seguridad en ti mismo, y confieso que me llamaba la atención esa fría actitud que mostrabas a veces, como si ocultases algo. Espero que esto no te ofenda pero muchas veces me inspirabas curiosidad.

-No me ofende -respondió Afrodita algo emocionado por aquellas declaraciones.

-Pero también te temía, Afrodita -Prosiguió Shaka, bajando de nuevo la mirada- No en vano eras conocido como el más letal de los caballeros de oro. Aquel de sangre más fría. Aquel que no vacilaba en dar muerte y que nunca mostraba piedad. Cuando me enteré que también nos habías traicionado temí por lo que pudieras llegar a hacer.

Afrodita bajo la mirada, entristecido. Eso había sido un verdadero cubo de agua fría sobre él.
Shaka lo observó un momento y se sintió mal. Sabía que Afrodita se arrepentía de cuanto había hecho, al igual que el resto de sus compañeros, pero como dijo al principio, necesitaba aclarar las cosas y hablar de lo sucedido. Nada de cuanto le había confesado a Afrodita era mentira, y esperaba que él le correspondiera de igual manera.

-Tienes toda la razón-soltó Afrodita casi con asco. No hacia Shaka, sino hacia el mismo.

-Por qué, Afrodita. Todos os arrepentisteis, todos recibisteis el perdón y la redención por parte de nuestra diosa cuando nos unimos para destruir el muro de los lamentos. Todos pagamos por ese crimen, juntos. Sé que volvéis a ser los que fuisteis, que sois tan dignos de confianza como antaño, y puedo asegurarte que no dudaría en confiar mi vida a cualquiera de vosotros pero... -Shaka espero, hasta que Afrodita alzó de nuevo la cabeza y sus miradas volvieron a encontrarse-. Quiero saber qué es lo que te empujó en aquel momento a hacer aquello.

Afrodita respiró hondo. No sabía cómo ni por qué, pero en su interior sabía que aquel momento llegaría algún día. Aunque jamás imaginó que sería en una cafetería y hablando con Shaka.

-Entiendo que tú y los demás queráis saber más. Y estáis en vuestro derecho -dijo, afligido-. Creo que no soy merecedor de seguir llamándome caballero. Y aunque esto te suene patético, creo que entiendo lo que Saga siente. Lo mismo que Camus, Shura y DeathMask. Todos debemos sentirnos igual. Pero también creo que la mejor forma de pagar tus pecados pasados es trabajando duro por mejorar el futuro. Y por eso yo no pienso rendirme -ante este comentario Shaka sonrió, y Afrodita no pudo evitar sonrojarse un poco. No se sentía preparado para hablar de ello, pero si de verdad quería cambiar y lograr descubrir lo que eran los lazos debía ser fuerte y tener seguridad en sí mismo. Asique se obligo a animarse y a continuar-. Durante estos dos meses, como ya sabes, yo también he estado pensando mucho. No he hecho más que darle vueltas a la cabeza. Creo que hace unas semanas no hubiese sido capaz de responderte a lo que quieres saber. Pero ahora... -suspiró-. Creo que si hice lo que hice fue porque me sentía muy parecido a como me siento ahora mismo.

-Creo que no te entiendo -comunicó Shaka, algo cohibido.

-Veras. Ni yo mismo soy aún capaz de explicarlo bien -continuó Afrodita, con una amarga sonrisa en los labios-. Nosotros nunca decidíamos, nuestro destino siempre estaba escrito. Creo que yo me sentía molesto con la orden por eso. Me sentía encerrado. Y odié a la orden a por ello. Incluso llegué a odiar a la propia Atena -añadió con esfuerzo, pero se obligó a continuar-. El día que Saga nos reveló que él había suplantado al Patriarca y nos comunicó sus intenciones de conquista, yo vi mi oportunidad no solo de escapar, sino de vengarme. Los que tienen el poder son los que siempre consiguen lo que quieren, y aunque yo no tenía muy claro que quería de verdad, si sabía que quería salir de allí, y vengar tanto tiempo de sacrificios por una diosa que jamás habíamos visto -se detuvo, como atragantado por sus propias palabras. En parte se sentía liberado por haberlo soltado todo, pero también sentía una gran repulsión hacia su propia persona. No se atrevía a alzar la mirada. No se atrevía a mirar la expresión de asco hacia él que Shaka debía tener en esos momentos. A decir verdad, ni siquera se sentía merecedor de una mirada suya-. Debes pensar que soy un ser repugnante. Y tienes razón -dijo con suma tristeza.

-Afrodita, mírame -oyó decir a Shaka.

Aunque dudó por un instante, el caballero de Piscis no tardó en corresponder a la petición de su compañero. Y lo que vio lo dejó verdaderamente impactado. Shaka lo miraba con una cálida y sincera sonrisa.

-¿Acaso no sientes vergüenza de mi? -preguntó con algo de miedo.
Pero Shaka negó con la cabeza, sin dejar de sonreír.

-Al contrario. Te estoy muy agradecido -Su sonrisa se ensanchó mas. Divertido, al ver que Afrodita parecía no entenderle, decidió explicarse-.Yo fui sincero contigo, y tú lo has sido conmigo. Se perfectamente lo duro que esto ha debido ser para ti, y por eso te doy las gracias.

-Pero... -Afrodita seguía sin entender.

-Ya te dije -le interrumpió Shaka con suavidad-. Que confiaría mi vida a cualquiera de vosotros. Tu mismo lo dijiste, la mejor manera de pagar los pecados del pasado es luchar por mejorar el futuro. Y eso es lo que estás haciendo. Lo que todos estáis haciendo. Todos merecemos una segunda oportunidad, y ahora volvemos a ser los caballeros de oro de antaño. Además... -se detuvo, sin dejar de sonreír y de mirar a Afrodita a los ojos-. Creo que ahora te entiendo mejor.

-Afrodita pareció no entender-. Dijiste que hace unas semanas no hubieses podido darme una respuesta. Por mi parte, aunque me la hubieses dado, seguramente hace unas semanas tampoco te habría entendido. Pero después de todo este tiempo pensando... Creo que he empezado a entender muchas cosas, a ser consciente de lo compleja que es la mente del ser humano, y por tanto, creo comprender como pudiste sentirte en aquel momento.

Una lágrima asomó por el rostro de Afrodita, pero este se dio prisa en secársela con la mano. El que Shaka no le juzgara ni que sintiese desprecio hacia él por lo que hizo le habían no solo aliviado, sino hecho sentir muy bien. Y el saber que además su compañero le entendía le hizo sentir verdaderamente feliz. Feliz como nunca había recordado estarlo. Era extraño ¿Seria eso aquello a lo que llamaban lazo?
Shaka observaba a Afrodita. En verdad entendía como se sentía. Pero lo más extraño es que estaba sintiendo algo muy agradable en su interior, algo muy especial. Se sentía muy a gusto hablando con Afrodita ¿Seria eso aquello a lo que llamaban lazo?

-¿Sabes una cosa?

Afrodita negó con la cabeza, mirándolo con curiosidad.

-¿Qué?

-Nunca antes había tenido una conversación así con nadie. Ni siquiera con Mu.

-Yo tampoco -confesó Afrodita.

-Sé que esto te va a sonar un poco infantil pero... -se detuvo.

Un rubor había cubierto el rostro de Shaka. Con esto Afrodita podía decir que ya lo había visto todo. Un Shaka ruborizándose, eso si que no se lo esperaría nadie.

-Pero... -lo apremió el peliazul para que se continuase.

-¿Quieres ser mi amigo? -dijo casi en un susurro.

-Perdón?

Shaka tomó aire. No sabía si en verdad lo había dicho en voz muy baja o si Afrodita quería reírse de él, pero se decidió a repetirlo. Rojo como un tomate, tomó aire y lo soltó de nuevo.

-Que si quieres ser mi amigo.

Silencio.
Afrodita lo miraba con los ojos abiertos de par en par. Y Shaka, que ya no podía estar mas colorado, se hundía en su silla por momentos.

-Bueno, di algo -soltó el rubio con algo de molestia.

Entonces Afrodita rompió a reír. Cosa que por su mirada, a Shaka no le hizo gracia.

-Pe... Perdona -dijo Afrodita, tratando de recuperar el aliento.

-No importa -dijo un malhumorado Shaka, con los brazos cruzados.

-Claro que quiero ser tu amigo, Shaka, pero...

-¿Pero?

-Pero creía que ya éramos amigos. Todos los caballeros, quiero decir. Bueno, se que la palabra exacta seria compañeros, pero algunos de nosotros somos amigos.

-Sí, y de verdad quiero que todos los caballeros seamos amigos -coincidió Shaka-. Y se que la amistad no es algo que se deba entablar verbalmente, sino algo que nace. Pero quería pedírtelo.

-¿Y eso porqué?

-Estamos empezando de cero ¿recuerdas? Hemos vuelto a este mundo y ahora empezamos descubrir todas aquellas cosas que antes habíamos pasado por alto -se llevó una mano a la barbilla, en gesto de reflexión-. Y bueno, supongo que también quería decirlo porque quedaba así quedaba más bonito.

De nuevo, los dos caballeros rompieron a reir a carcajadas.

-Lo que no me esperaba de tí era una faceta bromista, Shaka.

-¿Ah, no?

-Siempre has sido muy estirado.

-Y tú un creído.

Otra ola de risas pos parte de ambos caballeros. Nunca lo habían pasado tan bien. Nunca había habido cabida para momentos jocosos en sus vidas, ni para conversaciones plagadas de bromas. Resultaba ser verdaderamente estimulante.

-¿Sabes que podríamos hacer ahora? -Saltó Afrodita con una amplia sonrisa.

-¿Qué?

-Podríamos ir al cine.

Shaka lo miró gratamente sorprendido. A él no se le habría ocurrido, y le parecía una idea estupenda.

-Creo que en mi vida he ido al cine -confesó-. Es más, creo que nunca he visto una pelíca.

-Yo creo que vi alguna en mi niñez, pero apenas tengo recuerdo. En cuanto al cine... -rió-. Yo tampoco he ido. Que vidas más tristes hemos tenido.
Volvieron reír.

-Es cierto. Pero también hay que reconocer que ha sido, y es, un honor servir a nuestra causa.

-Sí.

-Y bueno ¿qué película podríamos ver? -Pregunto Shaka, impaciente.

-No creo que aquí haya unas salas de cine muy grandes -sopesó Afrodita-. Asique no habrá mucho donde elegir. Mejor nos acercamos y echamos un vistazo. ¿Te parece bien?

-Perfecto.

Shaka hizo una seña para llamar la atención de la camarera. No permitió que Afrodita pagase nada, entonces él dejó claro que el cine correría de su cuenta, y no admitió ninguna protesta por parte del rubio.
Shaka tomó la bolsa con los libros que pidió prestados en la biblioteca y ambos salieron del establecimiento.

 

Notas finales:

Disculpad las faltas que os hayáis encontrado, no me funcionaba el corrector.


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