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Turandot por Dulce_Pena_Hime

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Notas del capitulo:

¡Hola a todas!!

Eh aquí el nuevo capítulo!!!

Me disculpo por la demora

Dedicado a: Todas las personas que me dejaron review el capitulo anterior! Por su apoyo y su ánimo!!!

Dedicación especial a: Hotarubi-iga! Por su ayuda en este cap!!^o^

 

Nota: Este capítulo salió porque escuchaba la siguiente melodía, que cabe mencionar: a) es de mis favoritas b) la usare en otro fic jeje: http://www.youtube.com/watch?v=WztZaeZF5DA

TERCER ACTO: ASGARD

ESCENA 8: EL RUISEÑOR EN LA JAULA DE ORO (Parte II)

 

Esta historia comienza antes de que Suguru naciera……

Su belleza era comparada con la de la misma Natura; era una doncella en verdad hermosa: sus finos y largos cabellos se ondulaban como si fueran el fino y gentil oleaje del mar, pero tenían el color y brillo del sol. Su era piel tan blanca como la porcelana y suave como la seda, con esa lechosa textura que solo un hada puede poseer. Sus grandes ojos castaños eran enmarcados por abundantes y largas pestañas, creando un hermoso espectáculo cada vez que parpadeaba; esta bella mirada eran capaz de expresar todos sus sentimientos, y estos, eran siempre de bondad para con los demás. Sus finos y rosados labios siempre sonreían, una sonrisa sincera, servil y gentil… tenía el rostro y la sinceridad de un ángel. Sus delicadas manos jamás habían empuñado un arma… a cambio, sus dotes artísticas eran tan extraordinarias, que parecía que estas se moldeaban a sus deseos sin objeción alguna.

Ingenua e inocente cual ángel. Dulce y hermosa cual hada. Alegre y espontánea como gitana; así era ella… un ser natural.

Esa hermosa doncella respondía al nombre de Astrid. La marquesa Astrid Seguchi. Hermana mayor de marqués Tohma Seguchi.

 

Desde pequeña, como es la tradición, fue comprometida con alguien digno de ella.

Un joven refinado y educado, con modales rectos, conducta intachable y gran conocimiento sobre cualquier materia; conocedor de artes sin practicar alguna en realidad, pero experto en combate, siendo la espada su mejor instrumento.

Recto y severo cual monarca. Analítico y centrado como empresario. Calculador y peligroso cual guerrero… una persona mental.

Su nombre: Vladimir. El vizconde Vladimir Fujisaki

 

Pero a pesar de lo contrario que eran… se amaban.

 

Desde pequeños estuvieron juntos; ella animándolo para divertirse, él yendo tras ella con el fin de protegerla……

 

 

 

FLASH BACK

 

Los campos eran verdes y el cielo azul en aquellos días de primavera, aun cuando el viento soplara de forma suave y fría.

Una pequeña se encontraba sentada en el pasto, entretejiendo con sus pequeñas y delicadas manos hojas flores y pequeñas ramitas, con una concentración impresionante, con una sonrisa en sus labios y una suave tonada escapando gentil de su garganta.

Un niño, solo dos años mayor a ella, le miraba con atención, concentrándose en como la pequeña se entretenía.

A algunos les podría resultar aburrido; pero él en verdad disfrutaba de su compañía y lo que deseará hacer cuando estuvieran juntos. Lo que fuera… él se lo daría.

 

-          ¡Listo! – Anunció con su fina voz tras terminar con aquella corona, para después mirar a su acompañante y ponerla sobre su cabeza. – Te queda bien.

 

Él se la quito con cuidado, no quería estropear el trabajo de la pequeña.

 

-          Estas cosas no van conmigo. – Dijo amablemente para después ponerla sobre la cabeza de ella, pero la corona era un poco más grande y cayó ligeramente sobre uno de sus costados, haciéndola ver más pequeña de lo que era.

-          Ahh ¿no te gustó? – Preguntó mientras ladeaba su rostro; no había rastros de tristeza en sus ojos, era más bien como si le extrañase el rechazo a su regalo.

-          No es eso, claro que me gusto. – Dijo, mirando levemente hacia un lado. – Pero… he de verme ridículo con ella.

-          ¡Claro que no! Te va bien. – Insistió ella para volverla a poner en su cabeza. – Además la hice para ti.

-          ¡…! ¿Para mí…? Pero… ¿Por qué…?

-          … - Ella se levantó y sacudió de forma elegante los faldones de su vestido lavanda. – la hice para ti porque quería darte un regalo. – Sonrió. – Porque te quiero mucho.

 

Su corazón palpitó lleno de efusividad al mismo tiempo que sus mejillas se teñían de carmín. Ambos sabían que se querían, todo Asgard lo sabía… pero él no podía evitar sentirse extraño cuando ella lo decía: era tan sencillo pronunciar esas palabras; era tan natural, tan sincero… que casi parecía irreal.

En cambio él, no sabía bien como decir aquellas palabras, le costaba trabajo pronunciarlas y nunca sabía cuando debía hacerlo. Pero eso era algo que ella no le reclamaba; sabía que sus sentimientos eran correspondidos y con eso bastaba.

 

-          ¡Ven! – Le gritó suavemente para echar a correr colina abajo.

-          No corras, te puedes caer. – Dijo aquel niño al verla ir colina abajo, sin esperar nada y sintiendo el viento agitar sus cabellos.

-          ¡Vladimir! – Llamo de nuevo ella. – Vamos…

 

Y él la siguió, feliz de estar a su lado……

 

FIN FLASH BACK

 

 

Pocas son las parejas de comprometidos que tienen la dicha de conocerse desde pequeños… porque a veces eso causa infortunio: hay rencores, fastidio, o la monotonía de la convivencia llega antes de la boda; pero en el caso de ellos ocurrió lo contrario…

Con el pasar de los años, su amor creció junto a ellos… y la tan esperada unión marital ocurrió, con una de las bodas más hermosas que el reino había podido contemplar, siendo opacada únicamente por la boda que tuviera el rey con su esposa años atrás.

 

De aquella boda vino un matrimonio prospero y envidiable. Uno siempre al lado del otro, en las buenas y en las malas, en salud y en enfermedad… por toda la eternidad.

De esa unión… Astrid resulto embarazada, para felicidad de su esposo……

 

 

FLASH BACK

 

Sentada en un cómodo sofá, cerca a la luz de la chimenea, se encontraba la joven Astrid; vestida con un camisón de seda blanca. Sus delicadas manos acariciaban gentilmente su vientre mientras su melodiosa voz tarareaba una suave canción de cuna; arrullando al pequeño ser que aún no nacía.

 

-          Se mueve. – Le dijo de repente a su esposo, quien en esos momentos estaba parado atrás de ella, mirando por la ventana la nieve caer.

-          Debe gustarle tu voz.

-          Claro que le gusta ¿verdad, corazón? ¿cómo no va a gustarte si canto para ti? – Rozó su vientre abultado, deseando con ansiedad que su bebé naciera para poder sostenerlo en brazos. - ¿Cómo no va a gustarte su te canto con todo mi amor?

-          ¿Cantar? – Musitó el hombre, volteando para ver a su esposa. – Cantará tan bien como tú.

-          Jaja… Vla, eso es algo que no podemos saber. No sé qué dones vaya a darle Natura.

-          Todo se puede aprender.

-          Pero aún si lo aprendes… si no te gusta, no lo hará bien, por mucho que estudie. – Le miro y sonrió.

-          … - Aquel hombre se acercó a su esposa y acarició su fino rostro con el dorso de su mano. – Será igual a ti. Tendrá todos tus dones artísticos. – No era una esperanza, era una afirmación, y ella lo comprendió así. – Pero también aprenderá a pelear. – Añadió.

-          … - Ella le sonrió. – Esperemos a que crezca para ver que dones tiene. Si no quiere aprender algo, no podemos obligarlo. – acogió su vientre entre sus manos.

-          Es un noble.

-          … - Ella volteó a mirarlo y le sonrió. – No vamos a discutir esto de nuevo ¿o sí?

-          … - Besó su frente y sonrió. – Ya lo hablaremos después de que nazca.

 

FIN FLASH BACK

 

 

 

Pero para el destino… Nuestras vidas son simples hilos que puede mover a gusto y disgusto. Jugando con ellas de diversas maneras; haciendo que las cosas no sean siempre lo que esperamos……

 

 

 

FLASH BACK

 

Finalmente llego el día del nacimiento. Vladimir se encontraban en la sala de estar, sentado y esperando cualquier noticia; a su lado estaba el padre de Eiri, acompañado de un K que casi parecía un adolescente a pesar de ya traer un uniforme militar.

 

-          Tardan demasiado. – Gruñó el vizconde. – Debí haber entrado.

-          Tranquilízate, pronto terminaran. – Animó el rey.

-          ¿Ya viste la hora? – Le gruñó. – Han estado ahí dentro casi todo el día ¿En qué demonios tardan tanto?

 

Parecía León enjaulado, desesperado y angustiado por la falta de noticias.

De repente la puerta se abrió, dejando ver a una mujer que tenía entre brazos a un pequeño bultito en cálidas frazadas blancas.

 

-          Es un varoncito. – Dijo la mujer con una melancólica sonrisa, mientras veía al padre de la criatura.

 

Vladimir se acercó y miro al bebé pero sin atreverse a tocarlo; se veía tan pequeño, frágil y ligero, que temía lastimarlo al tocarlo con sus grandes manos.

Su piel blanca y sus ojos cerrados; sus pequeños labios haciendo un pequeño pucherito y sus escasos cabellos se mostraba oscuros. Era hermoso.

Sintió su pecho hincharse de orgullo al ver a esa criatura ¡un digno heredero de la casa Fujisaki!

Entonces pensó en la madre de ese bebé; quería ver a su esposa para agradecerle por tan bello regalo. Deseaba besarla y decirle lo feliz que era ahora porque su familia ya tenía un nuevo miembro.

 

-          ¿Mi esposa? – Preguntó sin dejar de mirar a la criatura.

-          …… - Pero la mujer no respondió, algo que extrañó al hombre ¿Desde cuándo una sirvienta se atrevía a no responder?

-          ¿Mi esposa? – Esta vez volteó a mirarla con soberbia, en espera de una pronta respuesta.

-          L-lo… lo lamento mucho. – Musitó con tristeza. – su… su alteza, ella……

 

Aquello era más que suficiente para saber que algo no estaba bien.

¡¡Astrid!! Ese nombre, esa mujer era lo único que le importaba.

Sin previo aviso y sin cuidado alguno, empujo a la mujer para que se quitara de su camino y salir de aquella habitación para avanzar con paso acelerado, saliendo del campo visual y comenzando con una carrera que cada vez era más lejana.

 

Ella trastabillo para tratar de sostener el equilibrio pero sin resultado alguno; sabiendo que caería, abrazó al bebé y lo sostuvo con fuerza para evitar que se lastimara al caer, pero la rápida intervención de K evitó aquella caída, sosteniendo a la mujer de los hombros para evitar que se impactara contra el suelo.

 

Lo único que logró escucharse en aquel lugar fue el desgarrado grito de un hombre acompañado del llanto del bebé, víctima del susto por el brusco movimiento y el grito de su padre.

 

FIN FLASH BACK.

 

 

 

Ella murió al dar a luz a su hijo, feliz de poder engendrar su vida aun cuando no pudiera conocerle.

Sin una mirada, sin una palabra, sin una sonrisa…… pero la dicha de saber que todo su amor pudo ser mostrado desde que se enteró de su embarazo.

 

 

Su muerte jamás fue superada por el vizconde; para él… ella acabó muriendo, a manos de él…… de ese horrible ser, de ese engendro que fue capaz de asesinar a su propia madre.

 

Se encerró en su habitación por unas semanas entera… sin permitir que nadie entrase, sin dejar que las cortinas dejaran ver la luz del día… sentado en un sofá y mirando la nada, mientras abrazaba un vestido de su esposa, deseando sentir un cuerpo cálido dentro de él.

 

-          ¡Su alteza! – Llamaban constantemente los mozos y las sirvientas, siempre a la espera de que su amo respondiera.

 

Pero la respuesta nunca llegaba, y él deseaba que nunca llegara.

 

Por momentos se quedaba pensando en la nada, deseando que la muerte llegara a su ser…

Cerrar los ojos y no volverlos abrir.

Que el aire dejara de entrar a sus pulmones.

Que su corazón diera un último palpitar.

Que la vida se extinguiera en un sólo y último soplo de vida

Mientras se aferraban con fuerza el vestido de su esposa.

 

Pero eso jamás sucedía. ¡¡Natura no lo dejaba ir!! ¿Por qué? ¿Acaso no sabía que estaba volviéndose loco? ¿Qué no podía vivir sin su motivo de vida? ¡¿Qué la muerte le arrebató todo cuando ella se fue de ese mundo?!

Entonces todo se convertía en ira, dolor y odio.

Y el aire quemaba los pulmones en cada grito que proliferaba, en busca de que su esposa le escuchara.

Su sangre hormigueaba sus venas con rencor hacia aquel día en el que la perdió.

Su vida era sostenida sólo por ese dolor que ya no podía mitigarse con nada.

Su alma se llenaba de odio hacia aquel “maldito” que mató a lo que más amaba.

Y su mirada se perdía en la oscuridad del lugar mientras sus lágrimas surcaban sin control por sus mejillas

Sus manos aventaban todo cuando tenía en las manos, destruyendo su entorno para demostrar cómo estaba su ser.

 

Y así era… Hasta que todo se calmara y él de nuevo quedara en aquel “estado vegetativo” donde sólo esperaba la muerte, que se paseaba por su alrededor, burlándose a carcajadas de su dolor.

 

 

Todos en su palacio lo escuchaban gritar y llorar, sintiéndose desgarrados por la pérdida de su amo, deseando que su alteza Astrid viviera para evitar todo eso. Buscando la ayuda de cuanta persona pudiera hacer algo, pero sin que nada lo hiciera reaccionar…… quizá el tiempo……… quizá.

 

Y mientras él se refundía en su desdicha…

El bebé crecía, ajeno al dolor de su padre y la muerte de su madre; pero sin sentir el calor de estos dos que tanto lo esperaban. Lloriqueando por no escuchar la voz de sus padres; el pequeño era amamantado por una nodriza y atendido por la sirvienta que lo presentó a su padre. Siendo atendido en sus necesidades fisiológicas, pero en las emocionales. No porque los sirvientes no quisieran, sino porque no tenían permitido encariñarse con los hijos de nobles.

 

 

Pero todo era por ese niño, ese maldito ser que llego a destruir su hogar… esa criatura…… ese asesino. ¡¡Todo era su culpa!!

 

 

El reino completo se enteró de la muerte de la bella Astrid, así como del nacimiento del pequeño heredero de la casa Fujisaki. Sin embargo, solo los más allegados sabían que ese bebé no era querido por su padre… y que este se había encerrado en su propio mundo.

Sus allegados empezaron a preocuparse por eso, temiendo tanto por la salud del vizconde como de su hijo.

 

Un día, el rey de Asgard decidió detener todo eso. No podía dejar que aquel hombre se hundiera de esa manera.

 

 

 

FLASH BACK

 

El día era gris y frío. Las densas nubes no solo cubrían el cielo, habían bajado hasta la tierra, dejando una densa capa nebulosa que no dejaba ver los caminos.

Aun así el Rey de Asgard tomó su caballo y una pequeña escolta para partir hacia el palacio de Vladimir. Debía hablar con él y terminar con todo eso… por el bien de su hijo… y del suyo propio.

 

Entró al palacio y caminó sin detenerse por los largos pasillos. Sabía a qué habitación dirigirse, y por eso no necesitó que ningún mozo lo escoltara.

 

Llegó hasta aquella habitación y, con la llave que le dio uno de los sirvientes, abrió la puerta encontrando todo en penumbra y silencio. Había un penetrante hedor a licor mezclado con amargura y dolor… era una sensación tétrica e inmunda ¿Quién podía vivir ahí?

 

-          Vladimir. – Llamó sin más.

 

Pero no obtuvo respuesta alguna.

Caminó un poco por la oscuridad del lugar, pero no alcanzo a dar ni 5 pasos cuando su pie piso algo que trono. ¿Qué demonios era eso? ¡Maldita sea! No podía ver nada.

Caminó rápido hacia una de las ventanas y tomó la cortina con una de sus manos.

 

-          No la abras. – Dijo una voz atrás de él

-          ¡…! – El rey escuchó claramente aquellas palabras. Sin detenerse a pensarlo, giró el rostro y por sobre su hombro miró hacia la dirección de aquella voz. - ¿Vladimir?

-          No abras la cortina.

-          … - La dejó caer y giro sobre sus pies para “mirarlo”. – Vladimir. Este ambiente no es bueno para ti.

-          ……

-          Ven. – Dijo acercándose y extendiendo su mano. – Salgamos de aquí para poder habar

-          Déjame solo.

-          No puedo hacer eso.

-          ¿Por qué no?

-          Porque no puedes morir así

-          Yo ya estoy muerto

-          ¡Tonterías! – Le reclamó, alejándose de él para acercarse de nuevo a la cortina y correrla sin más.

-          Ahh! – Gritó ante la intensidad de la luz, que si bien era poca por el día nublado, tantos días en oscuras lo destellaron.

 

El rey no podía creer lo que veía; el estado del vizconde era deplorable.

Hacía semanas que no se bañaba ni se cambiaba de ropa; de hecho aún vestía las ropas que uso el día que Astrid murió.

Tenía el cabello desaliñado, la barba y el bigote crecidos de manera irregular, unas marcadas ojeras se posaban bajo sus ojos y su rostro estaba sucio por todas las veces que había llorado. Se veía… mucho mayor de lo que era.

 

El joven rey podía sentir como su corazón se comprimía ante aquella imagen. Aquel hombre tan pulcro, ahora era un ser andrajoso.

 

-          Vladimir. – Pensó con nostalgia el rey.

-          ¡Qué mierda! ¡Te dije que no la abrieras! – Le gruñó molesto, cubriéndose los ojos, debía acostumbrarse poco a poco a la luz.

-          Era necesario. – Dijo.

-          ¿Por qué?

-          Para sacarte de esta inmundicia. – Le respondió. - ¡Mírate! Este no eres tu ¡Ni siquiera te reconozco!

-          ¡Déjame tranquilo y lárgate de aquí!

-          ¡No lo haré hasta que reacciones! – Le respondió. - ¡Por Natura! Estas cometiendo un error ¡¡Astrid no hubiera querido esto!!

-          …… - Bajó el rostro. – Astrid está muerta. – Dijo con melancolía.

-          Ella ¡Tu no!

-          …él la mato. – Dijo apenas separando los labios, pero con una rabia contenida que no se podía ocultar.

-          ¿Qué? – Pregunto extrañado.

 

Lo había escuchado, pero no podía creerlo. ¿En verdad estaba culpando a su hijo?

 

-          ¿Hablas de Suguru?

-          ¿Esa cosa tiene nombre?

-          Esa “cosa” es hijo de Astrid.

-          ……

-          Y también es tuyo.

-          ¡¡¡No es mi hijo!!! – Gritó con fuerza. Escuchar aquello lo había exasperado. – Eso… - Dijo de manera despectiva. - ¡Eso es un monstruo! ¡¡UN HIJO DE LA DESGRACIA!!

-          ¿Cómo puedes decir eso? ¡Ya lo viste, siquiera!

-          ¡¡YO NO PUEDO VER A ESE MONSTRUO!! – Le miró con rabia.

-          Hablas como si no lo quisieras.

-          ¿Cómo podría hacerlo?

-          ¡…!

-          ¿Cómo puedo siquiera soportarlo? ¡¡Me arrebató a mi esposa!!

-          ¡Ella dio su vida para que él viviera!

-          ¡¡ÉL LA MATÓ!!

-         

-          Él… no debería estar con vida… - Bajó el rostro. – No sabes… cuanto lo odio.

 

El rey no podía creer lo que estaba escuchando ¿en verdad tanto despreciaba a Suguru? ¡¡¿A su hijo?!! No, eso no podía ser cierto. Un hijo era una bendición, el milagro de la vida que se engendraba en el cuerpo de la persona amada ¡¡No podía ser cierto lo que decía!!

Sin embargo…
Aquellos ojos no mostraban aprecio por la criatura.

Esos puños apretados connotaban su ira para con el bebé.

Esa quijada presionaba demostraba que no estaba fingiendo su enojo.

Ese hombre… en realidad no quería a su hijo.

Y tampoco deseaba dejar su inmundicia.

 

El rey suspiró e silencio y negó con la cabeza. No había nada más que él pudiera hacer.

 

-          Si lo que quieres es pudrirte. Hazlo. Nadie te va a detener.

 

Caminó hacia la salida de aquella habitación y tomó el pomo de la puerta para abrirla; pero antes de salir, volteó el rostro y miró a aquel sujeto por sobre su hombro.

 

-          Pero recuerda. – Añadió.

-          ……

-          Suguru es tu hijo.

-         

-          Y una parte de ella vive en él.

-          ……

-          ¿Qué diría Astrid al saber que su padre no lo ama?

-          ……

-          Solo piénsalo.

-          No tengo nada que pensar. – Dijo con voz taciturna.

 

El rey salió de la alcoba, sabiendo que había hecho todo lo humanamente posible. Ahora solo dependía de que él entendiera las palabras para ser capaz de hacer algo por él y por su hijo.

 

FIN FLASH BACK

 

 

 

Ocurrió una noche, 4 meses después de “el día negro”; cuando el dolor y el odio eran más que cualquier otro sentimiento, que la razón abandonó su cuerpo y un único pensamiento llenó su alma, como el único consuelo que podía tener ante la pérdida de su esposa.

 

 

 

FLASH BACK

 

La noche estaba entrada… todo estaba en silencio, así  que se atrevió a salir de su alcoba.

Escondido entre las sombras de la noche, medianamente alumbrado por la escasa luz de la luna que se colaba por la venta. Caminó con paso tranquilo y silencioso, uno que apenas resonaba en la fría piedra del suelo. Tenía la vista fija en el camino y los puños apretados.

 

El camino era extraño, no sabía si era demasiado largo o demasiado corto, tenía una extraña ansiedad que invadía por completo si ser.

Quería correr hasta su destino y acabar con eso de una vez.

Quería dar media vuelta y regresar sobre sus pasos.

Quería pararse y pensar en lo que estaba haciendo, en saber si era una buena decisión o solo estaba dejándose llevar por sus deseos.

 

Pero no hizo nada de eso, y, con una máscara de control, siguió su camino, como si aquellos pensamientos no existieran en su ser.

 

Finalmente llegó a su destino;  esa puerta cerrada que estaba al fondo del pasillo, y tras la cual se encontraba el hijo al que tanto aborrecía.

Giró el picaporte y empujó la puerta con cuidado, ocasionando que la puerta apenas rechinara.

La cuna blanca estaba al centro de la habitación, protegida por finos doseles blancos y siendo bañada por la luz de la luna.

Sus pies se detuvieron por unos momentos, contemplando la escena, sin saber si aquello era tierno o escabroso. Pero todos sus sentimientos enfocaron a lo segundo, sabiendo que dentro de aquel cunero se encontraba un monstruo sin corazón ni piedad.

Caminó de nuevo, quedando parado a un lado de la cuna para después correr aquellas telas con su mano izquierda.

 

El bebé dormía, con sus grandes ojos cerrados y sus labios también. Sus puñitos estaban cerca de su cara.

Esa era la segunda vez que lo veía; ahora ya no se mostraba tan pequeño e indefenso… había crecido un poco y su piel se veía más limpia que antes.

Un bebé… indefenso ¡Eso era! Un bebé ¡¿Cómo había podido esa insignificancia asesinar a una mujer?! ¡¡A su mujer!! Maldito… mil veces maldito ese pequeño criajo del demonio. Su madre, quien con tanto amor, esfuerzo y sacrificio le diera vida… no fue apreciada por ese pedazo de carne que llora y come.

 

Venganza.

 

La palabra se formuló en su mente sin siquiera notarlo. Quería venganza ¡Necesitaba venganza! Saber que esa abominable criatura tampoco viviría por cometer semejante crimen.

De entre sus ropas sacó una filosa daga plateada y levantó la mano mientras la empuñaba, apuntando al bebé envuelto en aquellas frazadas.

 

Sintió su corazón latir con fuerza y su pulso acelerarse… la mano le temblaba y la ira se apoderaba de él. Deseó sentir como el filo se hundía en aquel cuerpo que cedía fácilmente. Saberse con el poder de segar vidas, de saber que era capaz de dar paz a su corazón, tranquilidad a su espíritu, satisfacción a su ego.

Matar a un bebé, a una criatura indefensa que no puede hacer nada contra un hombre mucho más fuerte de él, un mocoso que depende de cualquier persona que esté cerca de él. ¡Iba a matar a un bebé! Un extraño sabor le llegó a la boca, sin saber si le agradaba o no.

¡¿Qué más daba?! Esa criatura, indefensa o no, había sido causante de la muerte a Astrid. Y eso era lo único que importaba.

 

Lo único.

 

Apretó con fuerza la empuñadura y bajó la mano con rapidez…… sintiendo como el aire era roto por su movimiento…………

…………

…………

 

Entonces el niño abrió sus ojos, haciendo que este se detuviera a escasos centímetros de su abdomen.

 

Ese niño lo estaba mirando, con sus grandes y brillantes ojos castaños… y él, sin poder evitarlo, se detuvo… aturdido por esa mirada.

 

-          A……As…… Astrid…

 

No era porque el bebé lo hubiera descubierto ¡Como si lo pudiera delatar una criatura sin conocimiento!

O porque de repente sintiera arrepentimiento de sus actos. ¡Porque no lo quería!

 

Simplemente, no podía agredir esos ojos. ¿Por qué tenía esos ojos?

 

Ese bebé tenía los mismos ojos que su esposa, miraban de la misma manera y brillaban con la misma intensidad.

Ese niño… tenía los ojos de su madre… aquellos ojos castaños que reflejaban dulzura y amabilidad, pero también astucia y control.

 

Sus ojos… sus ojos… sus ojos ¡No! ¡NO! ¡¡NOOO!!

 

No podía tener los ojos de Astrid ¡¡Imposible!! Los ojos de su esposa era único, especial, irremplazables ¡¿Cómo es posible que los tuviera?!

 

-          ¡¡Cierra esos ojos!! – Le gritó al niño.

 

El bebé comenzó a llorar, aturdido por aquel repentino grito.

 

-          ¡¡Cállate!!

-          Buaa… Buaa… Buuaa…

-          ¡¡Que te calles!!

-          Buaa… Buaa… Buuaa…

-          ¡¡Maldito!! – Y lo levantó con su mano izquierda, agarrándolo sin cuidado alguno. - ¡¡Que dejes de llorar, maldito asesino!!

-          ¡ Buaa… Buaa… Buuaa…!

-          ¡¡Cállate pedazo de……!!

-          ¡¡Alteza!! – Gritó de repente una mujer, corriendo hacia el niño para quitárselo de las manos.

-          ¡¡HAS QUE ESE BASTARDO SE CALLE!!

-          … - La mujer acunó en sus brazos al bebé para mecerlo y calmar su llanto.

-          ¡¡¿POR QUÉ NO SE CALLA?!! ¡¡CÁLLATE YA, ESTÚPIDO!!

 

 

Pero a cada grito más lloraba el niño……

Pronto todos los habitantes de ese palacio llegaron a la alcoba, descubriendo al bebé lloroso y al padre con una daga en la mano. No tuvieron que pensar mucho para saber cuál iba a ser la situación del bebé… y qué le hubiera pasado el bebé no hubiera llorado……

Si no hubiera abierto sus ojos……

 

FIN FLASH BACK

 

 

 

Esos ojos fueron los que lo mantuvieron con vida es día.

Esos ojos… eran los que hacían que su padre lo… soportara… en su casa.

 

Fueron esos ojos los que hicieron que su padre accediera a que su título noble y su apellido fueran puestos en ese niño.

 

Pero un nombre no te da calor.

Ni unos ojos te pueden dar amor, aun cuando no se puede dañar a la persona que los posea.

 

Suguru Fujisaki creció sabiendo eso.
Desde que tuvo uso de razón, su padre se encargo de decirle cual era su pecado; y demostrarle el desprecio que sentía hacia él.

 

Creció bajo esas frías paredes, siendo un niño bien educado desde que se le enseñó a caminar, hablar y comer solo.

“Párate derecho”; “camina correctamente”; “habla bien”; “no se te entiende”; “esas no son palabras propias”; “no te ensucies”; “siéntate correctamente”; “así no se toma la cuchara”; “ese no es el tenedor para la ensalada”.

 

Profesores e institutrices privadas que siempre lo venían con soberbia, como si le dijeran: “tú aquí no vales”.

Junto con un padre que con trabajos le dirigía una fugaz mirada, y sirvientes con los que no tenía permitido socializar.

 

Se le enseñó todo lo que un noble debe saber… pero……  ¿Y el amor?

Su padre nunca lo abrazo.

Nunca le dijo un “te quiero”.

Jamás le dirigió una mirada conciliadora.

 

Pero a cambio recibía regaños y gritos cuando algo no salía bien.

“¡Que inútil eres!”; “¡Cómo es que no sabes pelear!”; “¡Si te caíste, LEVÁNTATE!”

“Débil”, “Cobarde”, “Maleducado”, “Caprichoso”……… Conocía todas esas palabras de boca de su progenitor… y como él las decía, debían ser ciertas.

 

Jamás se le permitió decir “papá”, debía dirigirse a él con un “sí, señor”, como si fuera un militar.

No podía verlo a los ojos, no era digno de ello.

No podía hablarle a menos de que su padre le ordenara responder algo.

No podía comer cuando el comiera.

 

Él era un asesino que le quitó la felicidad a su padre, así que ¿por qué debía ser él feliz?

No podía ser débil… no podía ser un niño……

No podía jugar… no podía sonreír………

 

Era un asesino, debía pelear… esa era su naturaleza ¿no?

Así que se le enseñó el “arte” del combate: espada, lanza, arco. Esas eran las armas que mejor sabía manejar… sin embargo su fuerte era esa agilidad y velocidad casi inhumanas, haciéndolo un enemigo peligros en los encuentros; aun cuando no le gustaba combatir.

 

Pero aquellos ojos ¡Esa mirada de Astrid! ¿Cómo podía permitir que Astrid tocara una espada y no algo artístico? Pues bien, sería un artista también. Un artista asesino.

 

Debía hacer todo lo que ella hacía: Patinar, tocar piano, pintar, cantar ¡¡TODO!! Y debía hacerlo bien; porque por eso tenía sus ojos ¿Qué no? ¡¡Por eso le privó de su mirada!!

 

 

Suguru lo sabía: Su padre no lo quería y nunca lo haría… al menos no mientras él no demostrará ser digno de su cariño. O esa era la idea a la cual el pequeño se aferraba: el saber que su padre lo aceptaría si él era perfecto en todo.

Por eso se exigió a sí mismo a ser el mejor en todo lo que hiciera.

Estudiaba largas horas y aprendía TODO lo que le enseñaban.

Practicaba todas las artes habidas y por haber, sobresaliendo fácilmente en ellas.

Ganaba cada duelo con suma facilidad. Teniendo una técnica sorprendente.

 

Pero ni con eso lograba que su padre sintiera por ese niño algo más que no fuera desprecio.

Suguru sentía que NUNCA era suficiente, que siempre le faltaba algo, que no era perfecto; pero ya no sabía que le faltaba ¡¿En que estaba fallando?!

 

 

 

FLASH BACK

 

Vladimir Fujisaki había salido del reino por cuestiones de negocios. Y esto fue aprovechado por el rey de Asgard, quien lo “convenció” de que el menor se quedara con él; cosa a la que accedió el vizconde con un simple “haz lo que quieras, para lo que me importa”.

 

Ahora, un Suguru de 6 años estaba en el palacio real, más concretamente, en la biblioteca del palacio real, mirando por la ventana a la familia real de Asgard:

Había una chica de unos 16 años, de largos cabellos castaños; sentada bajo la sombra de un árbol y leyendo un libro en compañía de su prometido: un hombre rubio que no pasaba de los 20 años, con el que sabía tenía lazo sanguíneo.

 

Mientras dos niños se entretenían en su guerra de bolas de nieve.

Uno de esos niños tenía unos 12 años de edad; sus cabellos eran rubios y sus ojos de color ámbar. Sabía que él era el heredero de la corona del reino.

El otro era un niño de su misma edad, pero más alto que él; con sus ojos azules y su cabello azabache.

 

Le resultaba curioso que todos estuvieran tan relajados siempre que los veía ¿Por qué?

Nunca los veía estudiar, entrenar o practicar algo. Siempre estaban en sus cosas, en sus juegos.

 

“Los juegos son para débiles, para niños”

 

Aquellas palabras las recordó claramente.

¡No! El no era débil, él no tenía tiempo de jugar, tenía que ser digno para tener el cariño de su padre.

 

-          ¿No quieres acompañarnos?

-          ¡…! – Suguru volteó el rostro, mirando al rey. – Muchas gracias por la invitación, pero debo terminar con mis deberes. – Respondió para regresar la vista a aquellos pergaminos y escribir en ellos.

 

Pudo escuchar claramente como el hombre se acercaba y retiraba el pergamino de sus manos.

 

-          Suguru, encerrarte y estudiar no te llevará a nada.

-          Pero… tengo que hacerlo… solo así mi papá me va a aceptar.

-          ……

-          Solo así, va a quererme

-          …Sugu-chan. – Dijo dulcemente abrazando al niño, mientras sentía un gran escozor en su pecho.

 

No podía creer el daño que ese hombre le estaba haciendo a ese niño ¡A su hijo!

Sabía porque lo hacía, pero ¿Cómo es posible que después de todos estos años siguiera con ese dolor y esa venganza para con Suguru? ¡¿Hasta cuándo?! ¿Cuántas lágrimas más tenía que derramar Suguru para que su padre entendiera?

 

-          Tío. – Dijo el pequeño. No era que el rey fuera su Tío en realidad, pero aquel hombre le había dicho al pequeño que le dijera así cuando no estuviera su padre, esa era una forma de que el pequeño se sintiera querido.

-          Dime.

-          Verdad que…… ¿Verdad que mi papá me va a querer si soy perfecto? – Dijo sobre su hombro, sin soltarse de ese hombre

-          … - Lo abrazó con más fuerza. – Si, cariño. Claro que sí.

 

Sabía que era una mentira, sabía que su papá nunca lo iba a aceptar… pero no podía decirle eso a un niño tan pequeño como Suguru.

No podía decirle que jamás le “perdonaría” la muerte de Astrid.

Sin embargo… una parte dentro de él esperaba que algún día Vladimir recapacitara y aceptara a Suguru, que viera lo maravilloso que era ¡que dejara de odiarlo!

 

FIN FLASH BACK

 

 

 

Y ese día, después tantos años… seguía sin llegar...

Suguru sabía que su padre jamás sentiría por él algo más que no fuera desprecio…

Y aun así… una parte de su subconsciente, seguía esforzándose inútilmente por ser el mejor… por ser aceptado por su padre.

 

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Salieron de aquella alcoba, dejando la puerta cerrada y a Mika, quien los miraba retirarse.

La joven mujer suspiro en silencio y miró al chico dormido en la cama, con la temperatura menos elevada y la respiración mucho más tranquila.

Sonrió con dulzura y se inclinó un poco sobre el chico para acariciar sus cabellos.

 

-          En verdad… eres muy parecido a ella. No entiendo porque tu padre no puede ver eso.

 

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Caminaron en completo silencio por el largo pasillo… ambos sumidos en sus pensamientos sin saber que pensaban en la misma persona.

 

Shuichi estaba enojado con el padre de Suguru; la manera en la que lo había tratado todo este tiempo era muy cruel ¡¡No podía ser que un padre hiciera eso con su hijo!!

Cierto, había sufrido mucho por la muerte de su esposa, pero ¡Suguru no tenía la culpa! El no pidió nacer y era seguro que él no había querido lastimar a su mamá… simplemente fue algo que sucedió, algo que no se pudo evitar.

Ahora entendía porque Eiri y sus hermanos miraban de esa manera al hombre, y sin embargo… no sabía si debía culparlo… después de todo, ese hombre también estaba sufriendo.

Pero aquello no era algo por lo que debería culpar a Suguru. ¡¡Ambos deberían estar juntos!! Y así recordar a esa mujer que tanto amo a los dos.

Sin embargo no podía hacer nada para hacer cambiar de parecer a ese hombre; si en todos esos años no había cambiado ¿Qué lo hacía pensar que él, por muy príncipe que fuera, podría hacerlo?

Pero también estaba enojado consigo mismo. Por lo injusto y cruel que había sido con Suguru.

Todo este tiempo le dijo: “niño educado” y en realidad Suguru lo hacía para ser aceptado por su padre, quien sentía por él menos cariño de lo que se puede sentir por una roca, pero un odio peor al que se le puede tener a alguien que te lastima.

Hacía TODO con tal de ser aceptado por su padre… y este simplemente lo veía como si en realidad solo fuera un peón que cumple su trabajo.

¡Pero él no lo sabía! Jamás, ni en sus más locos pensamientos, hubiera esperado algo como esto por parte de Suguru; nunca hubiera esperado que esa conducta se debía a un apremiante deseo incapaz de ser concedido.

 

Hiroshi Nakano, caminaba a su lado en completo silencio, sabiendo que aquel relato había marcado a Shuichi… y de hecho a él también. No podía entender como aquel hombre podía culpar a Suguru de algo así; ahora comprendía muchas cosas que antes no podía comprender; aquellas frases que decía, esas miradas que demostraban cierta tristeza, esa intensidad que mostraba en sus acciones… todo tenía una razón, una que no tenía caso pero era difícil dejar de intentar.

 

El silencio que los rodeaba era incomodo… pero no tenían ánimos de romperlo o decir algo.

 

Sin saber cómo, llegaron hasta la alcoba del pelirrosa. Shuichi sentía la necesidad de entrar ahí y tenderse en la cama a pensar en todo lo que sabía… sentía que necesitaba calma.

 

-          No, Hiro. – Dijo en cuanto vio que el pelirrojo pensaba entrar atrás de él.

-          ¿Majestad? – Preguntó el pelirrojo.

-          Quiero estar a solas.

-          … sí… claro. – Añadió para hacer una pequeña reverencia y dejar al pelirrosa.

 

No le agradaba mucho dejar a Shu solo cuando estaba deprimido, pero sabía que debía seguir sus órdenes y darle su espacio.

Miró la puerta cerrada por unos segundos y tras ello negó con la cabeza; él también tenía muchos pensamientos enmarañados y también sentía que necesitaba pensar. Giró sobre sus pies y se dirigió a la alcoba que le habían asignado, sin dejar de pensar en ese vizconde de cabellos verdes, de porte recto, lenguaje adecuado y mirada fría… lo cual era en realidad una máscara que ocultaba a un pequeño niño que lloraba a gritos por un poco de cariño.

Se detuvo en seco y miro el suelo bajo sus pies.

 

-          ¿Por qué no puedo sacarlo de mi cabeza? – Musitó.

 

+-+-+-

 

Se dejó caer de espaldas sobre la cama, con la vista clavada en aquellos doseles y el pensamiento en Suguru.

Se sentía realmente mal, no sabía si estaba triste, molesto, indignado o si era una mezcla de todo eso.

Él lo había insultado por sus modales, por su perfección, por su elegancia, por todo eso que él no tenía………

Y Suguru lo había considerado en el duelo de espadas, le había cambiado la competencia, le había salvado de un accidente.

 

Suguru tenía buen corazón.

Suguru solo quería ser aceptado.

 

No se dio cuenta de cuando sus ojos se bañaron en lágrimas.

 

-          Soy un idiota. – Musitó al aire, notando como sus ojos ya no podían acunar más lágrimas, dejando que estas escurrieran por su rostro. - ¡Soy un idiota!

 

CONTINUARÁ

Notas finales:

Me disculpo por la demora.. muchas cosas:

1) finales de clases = a trabajo extra

2) La grad de mi hermana!!

3) el nacimiento de mi sobrina

4) el cumple de mi otro sobrino

5) falta de inspiracion

 

Y mejor le paro si no voy a terminar haciendo una carta a Santa jajaja

Espero este capitulo sea de su agrado!! y puedan ver un poco mas de Suguru... como les dije a muchas, este es un personaje que a mi me gusta mucho y tiene motivos para ser como es...

Espero sus reviews.

Mil gracias por leer. Nos vemos, kuidense y besos

Bye bye!! ^o^


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