Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Turandot por Dulce_Pena_Hime

[Reviews - 736]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!!!

Me excuso por mi demora:

1) Exceso de trabajo

2) Falta de inspiración

3) Mucho trabajo

4) Vida social

5) Demasido trabajo.

 

En fin... les dejo un cap que compensa mi demora, uno largo y con muchas emociones...

Espero sea de su agrado.

Nota: El titulo viene de una cancion que a mi me divierte mucho (y ni que decir del video)

TERCER ACTO: ASGARD

ESCENA 9: LA POSADA DE LOS MUERTOS

 

Despertó acostado de forma fetal sobre la cama, sintiendo el cuerpo ligeramente entumido por dormir sobre las colchas, pero no podía objetar eso ya que no se dio cuenta de cuando se quedo dormido; no había duda alguna de que el frío que se había colado en su cuerpo – empezando por sus pies – lo había despertado. Se enderezó de la cama hasta quedar sentado en esta y pudo apreciar, a través de la ventana abierta, como el sol menguaba en el horizonte, dejando el cielo en una agradable mezcla de tonos azules, violetas, naranjas y rosas, una vista maravillosa y romántica, aunque él en esos momentos no la podía ver con esas emociones.

Un silencioso suspiro escapó de sus labios; los recuerdos de ese día invadían su mente como un huracán de clase 5. No entendía como las cosas habían dado ese giro tan repentino. Hace pocos días estaba maldiciendo a Suguru por su perfección y ahora conocía cosas tan intimas y dolorosas de su vida que se sentía triste por él, sumando al hecho de que le había salvado de morir ahogado y congelado.

 

-          Debo hablar con él. – Musito tan bajo que incluso creyó lo había pensado.

 

Se puso de pie y caminó hacia la puerta, abriéndola y saliendo de la habitación. Era probable que el vizconde estuviera despierto, después de todo, había dormido toda la tarde; seguramente el descanso disminuyó su temperatura.

Quería verlo y agradecerle el haber salvado su vida, era lo menos que podía hacer, lo único.

 

Sus pasos eran tranquilos por el largo corredor, cada vez más lentos, como si quisiera prolongar el viaje de su habitación a la habitación de Suguru. Sentía una extraña y nerviosa ansiedad que recorría su cuerpo en un perturbador hormigueo que no podía controlar, se le formaba un hueco en el estómago y las manos le temblaban ligeramente.

En realidad ¿qué iba a decirle? ¿Cómo agradecerle sinceramente sin sonar a compromiso? Después de todo, eran rivales.  ¿Confesarle que conocía su pasado? ¿Qué se sentía mal por este? ¿Qué vio a su papá y discutió con él por cómo se refería a su hijo?

 

Un: “Conozco tu pasado, lamento que te hayan tratado así, pero nada de lo ocurrido fue tu culpa. Y también te agradezco que me hayas salvado la vida arriesgando la tuya”

Eso sonaba sin sentido alguno, como quien habla por hablar y agradece porque tiene que hacerlo, no porque desee hacerlo.

 

¿Idear algo o hablar sobre la marcha y ver que se le ocurría? No lo sabía, el siempre era espontaneo y decía lo que quería, pero con Suguru, por lo que había hablado con él, era imposible hablar, se debía de tener por lo menos una estructura de que es lo que se tenía que decir, algo imposible si te trataba de Shuichi.

 

Ya no sabía si debía o no ver a Suguru, quería hacerlo pero tras saber su pasado ¿debía hacerlo? Además, eran rivales ¡Peleaban por quedarse con Yuki! Aunque no podía decir que se odiaran, de hecho podía jurar que si la situación fuera otra, lo consideraría un amigo y buscaría la manera de ayudarlo a ver las cosas de una manera diferente, porque estaba seguro que era imposible hacer que su padre cambiara de parecer.

Tan metido estaba en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que ya estaba a tres pasos de la puerta.

Se detuvo en seco y la miro, entreabierta y con un haz de luz naranja saliendo de esta.

Su corazón palpito con fuerza a causa de los nervios. Estaba indeciso en terminar de acercarse o dar media vuelta y regresar sobre sus pasos. No era solo por no saber que decirle, tampoco sabía cómo debía mirarlo ahora ni mucho menos tratarlo. Siendo sincero consigo mismo, sentía que ya no era “niño educado” que vio el primer día, lo veía como… como… ¿cómo lo veía? No tenía ni la menor idea.

Suguru era: amable, educado, inteligente, hábil, ágil y muchos etcéteras más, pero era así por ganarse la aprobación de un hombre que simplemente lo rechazaba. Todo eso era una máscara que de nada servía. ¿Cómo era el verdadero Suguru? ¿Quién era en realidad ese chico? ¿Podría descubrirlo?

 

-          No tienes de que preocuparte. – Dijo de repente Suguru, con voz monocorde pero amable.

 

La sangre se cógelo e sus venas de forma tenebrosa y sus músculos estaban tan rígidos como una piedra ¿Acaso Suguru sabía que estaba afuera? ¿Lo vio llegar? No, imposible que pudiera verlo si estaba atrás de la pared. Entonces ¿Esas palabras no eran para él?

 

-          Se dice fácil. – Fue la respuesta que le dio la otra voz.

 

Shuichi se quedo estático, incluso olvido respirar cuando reconoció esa voz como la de Yuki. ¡¿Por qué estaba con Suguru?!Aunque no debía de extrañarle su presencia, después de todo era su prometido quien estaba en cama.

 

-          Estoy bien, fue solo un accidente. – La conversación siguió su curso tras aquella pared.

-          Accidente que pudo evitarse.

-          Por eso se llaman accidentes: porque ocurren sin que nadie los prevea. Además, no es para tanto.

-          ¿No es para tanto? ¡Casi mueres!

-          Pero no sucedió.

-          …

-          En todo caso, de haber muerto, poco se pierd…

-          ¡¡No te atrevas a decir eso!!

-          ……

-          Sabes perfectamente que me molesta que pienses así.

 

El silencio reino por algunos momentos dentro de la alcoba.

Segundos en los que Shuichi no se movió de su lugar, sabía que no era correcto escuchar tras la puerta conversaciones ajenas, sin embargo no era capaz de alejarse de ahí. Como si algo le dijera que debía escuchar aquello, como si un presentimiento latiera en su ser diciéndole que le faltaba ori algo más.

 

-          Esto no me gusta. – Dijo de repente Eiri, rompiendo el silencio en el que se habían sumido.

-          ¿A qué te refieres?

-          ¡A todo! – Alzo un poco la voz pero no llego a gritar.

-          …

-          Fue una mala idea después de todo.

-          …

-          Creo que debemos terminar con esto.

-          No se te ocurra hacerlo

-          ¿Por qué no?

-          No me he esforzado tanto para que al final renuncies.

-          …

-          Y tú no eres de los que renuncia.

-          Tal vez nunca debiste aceptar, tal vez nunca debió comenzar.

-          Eiri. – La voz de Suguru sonó firme, como si le ordenará guardar silencio al otro. – Todo saldrá bien. – Lo último lo dijo con suavidad, como si le hablara a un niño asustado.

-          ¿Acaso no te das cuenta? Me preocupa lo que pueda pasar de aquí en adelante.

-          No pasara nada, te lo aseguro.

-          Jah! No entiendes ¡No lo conoces! Él es capaz de causar una catástrofe de la cosa más diminuta.

 

Suguru no dijo nada por unos momentos, como si analizará aquellas palabras.

 

-          Hasta aquí, hablare con él.

-          Torpe

-          ¡…!

-          Eres tú quien no entiende en realidad nada.

-          ……

-          Solo, espera un poco más. Ya lo verás.

 

De nuevo se quedaron en silencio, uno más corto que el anterior. Pero podía notarse que la atmosfera era un poco pesada.

 

-          ¿Cómo está tu tobillo? – Dijo de pronto el príncipe, cambiando el tema de manera brusca, algo que noto claramente Suguru.

-          Me duele un poco al moverlo, pero sanara con el tiempo.

-          Déjame ver

-          Tendrás que quitarle la venda.

 

 

Shuichi seguía en silencio, con la espalda pegada a la pared y mirando el suelo de manera fija, mientras escuchaba aquella conversación que seguía fluyendo, ahora centrada en la lesión de Suguru, pero a la que ya no le prestaba tanta atención. Toda su concentración estaba en lo que habían hablado antes.

No se tenía que ser un genio para saber que Yuki estaba molesto por la situación, por aquellos duelos, por ser el causante del accidente; tal vez – y sin decírselo a nadie – estaba molesto desde que él llegara a Asgard.

 

“¿A qué has venido?”

 

Las palabras de Eiri llegaron a su mente.

Aquella ocasión, en las caballerizas, pensó que quería saber sus motivos por ir, ahora sentía que esas palabras eran en realidad un reproche disimulado; un “te invite por cortesía pero no quería que vinieras”

¿Era eso? ¿Yuki quería se que fuera?

 

“Eres solo un juego, un entretenimiento”

 

¿Así que eso si era verdad? El solo fue una apuesta que hizo consigo mismo para aumentar su ego ¡¡Lo enamoro por diversión!!

 

Levanto una mano y rozó sus labios, recordando que apenas ayer había vuelto a besar sus labios, que había quedado encerrado en aquellas agradables sensaciones que sentía al estar con el futuro Rey.

Él lo besa con amor, mientras que Yuki solo aumentaba su ego sabiendo que había logrado su objetivo.

 

En ese triangulo amoroso:

Él amaba a Yuki.

Yuki no lo amaba.

Había alguien más, quien parecía amar y ser correspondido.

Era él quien salía sobrando en todo eso.

Llego a pelear un caso perdido

Por necedad, por ingenuo, por orgulloso. ¡Por estúpido!

 

Las lágrimas se arremolinaban en sus ojos, quería llorar pero no deseaba hacerlo.

 

Ahora que sabía eso, no tenía nada que hacer ahí, mucho menos decirle que estaba enamorado de él. ¿Para qué? ¿Qué caso tenía? Solo provocaría que Eiri se burlara de él y lastimarse más a sí mismo.

 

Lastimar. Es lo que estaba haciendo. Lastimándose a sí mismo por pelear un imposible. Lastimando la relación de Eiri y Suguru con su presencia, con sus tontos y absurdos duelos.

¿A eso fue? ¿A destruir una pareja por sus caprichos? ¿Se estaba volviendo el malo de la historia? ¡¡NO!! ¡Él no quería hacer eso!

 

No se dio cuenta de cuando comenzó a caminar, alejándose de ahí con pasos lentos y silenciosos.

Tampoco se enteró de cuando las lágrimas crearon suaves y silencioso surcos en sus mejillas, pues sus cuencas ya tuvieron capacidad para contenerlas por más tiempo.

 

El amor podía ser cruel. Era tan cruel amar y no ser correspondido. Saber que la persona querida estaba tan cerca y lejos al mismo tiempo. Saber que, en realidad, nunca le tuviste.

 

Entonces quiso odiarlo, odiarlo desde el fondo de su corazón por haber jugado con él y sus sentimientos. Pero no podía, por más que quisiera, su alma se negaba a sentir por Eiri algo que no fuera amor sincero, aun cuando este no fuera correspondido. Era sorprendente como alguien podía romperle el corazón, y él seguía amándolo con cada uno de sus pedacitos.

 

-          ¡¡Shuichi!!

-          ¡¡…!! – Salió de sus pensamientos y levanto la cabeza.

 

Tatsuha, quien le sujetaba de los hombros, miraba con preocupación a su cuñado. Sabía que algo malo tenía que haber pasado para que su estado de ánimo decayera de esa manera

Ryuichi estaba al lado de su prometido, con la preocupación dibujada en su rostro.

 

-          quiero estar solo. – Su voz se escuchaba descompuesta, ronca.

-          ¿Qué fue lo que sucedió? – Pregunto Ryuichi con voz conciliadora.

-          nada… - Bajo el rostro, no quería que lo vieran llorar, pero eso era inútil a esas alturas.

-          ¿Y por nada, estas como alma en pena por los pasillos? – Esta vez pregunto Tatsuha.

-          …… - Apretó los puños y su cuerpo se estremeció levemente mientras contenía el llanto.

-          Shuichi – Llamo a su hermano, esperando que dijera algo.

 

No le gustaba en lo absoluto verlo  de esa manera, tan indefenso, tan frágil; Shuichi no era así. Siempre estaba lleno de vida, corriendo por todos lados y preguntando todo lo que quería y le causaba curiosidad; siempre sonriendo y contagiando esta a todas las personas que le rodeaban.

 

-          Quiero irme a casa. – Musito de pronto

-          ¿Eh? – Preguntaron ambos, sin saber que decir ante aquella petición tan extraña.

-          Quiero volver a Turandot, ya no quiero estar aquí…… - Las palaras se le empezaron a cortar con los sollozos. – ya no… niff… ya no puedo…niif…… no más…niff… niff… niff… niff…

 

Sin pensarlo siquiera, se abrazo a Tatsuha, llorando sobre su pecho con dolor, desgarrando a cualquiera que lo escuchara, humedeciendo sus ropas con las lágrimas, empuñando sus manos sobre la tela.

Tatsuha se quedo paralizado por unos segundos, simplemente no esperaba aquel movimiento por parte del menor, sin embargo se forzó a reaccionar y abrazar aquel menudo cuerpo, acariciando cariñosa y fraternalmente sus cabellos, esperando que eso consolará un poco a su cuñado.

Dirigió su mirada a Ryuichi, demostrándole preocupación en sus ojos y recibiendo la misma mirada por parte del rey. Querían preguntar más, pero ya no sabían cómo ni si era el momento adecuado. Tenían una sensación de nostalgia en el pecho, pero también con la sensación de de-javú ¿No había pasado algo parecido días atrás?

 

No lo pensaron mucho, llevaron a Shuichi a su habitación para que tuviera un lugar tranquilo donde poder calmarse.

Se quedaron a su lado todo ese tiempo, abrazándolo y escuchándolo llorar, hasta que las lágrimas se secaron y de sus labios solo escapaban pequeños y cortados suspiros por la falta de aire.

 

-          ¿Te sientes mejor? – Pregunto Ryuichi sentado a un lado de su hermano mientras acariciaba su espalda.

 

Pero Shuichi no respondió, de hecho ni siquiera lo escuchaba. Estaba demasiado inmerso en sus pensamientos y en su dolor como para prestarle atención a algo más.

 

-          Bebe esto. – Añadió Tatsuha extendiéndole un vaso con agua. Shuichi sujetó y tras ello bajo su mano, dejándola apoyada en su regazo, sin ver ni beber aquel líquido.

-          Bebe un poco, Shu. – Ryuichi le hizo segunda a su prometido.

-          ……

-          Bien, si no quieres, no bebas. – Añadió su hermano para retirar el vaso de sus manos, notando como este cedía fácilmente, como si Shuichi solo fuera un “soporte” donde colocar el vaso.

-          ¿Por qué no nos cuentas que sucedió, cuñadín? – Pregunto de nuevo  Tatsuha, arrodillándose delante de él para ver su rostro.

 

Tenía la mirada baja, opaca y perdida en algún punto de la nada; los rastros de lágrimas habían dejado marcadas sus mejillas, su semblante era pálido y sus labios entreabiertos soltaban uno que otros suspiro.

 

-          ¿Es por Eiri? – Se atrevió a preguntar Ryuichi.

 

Entonces Shuichi se estremeció, esas palabras habían activado una fibra en su interior, haciendo que de nuevo todo dolor llegara a su cuerpo, que recordará la conversación que escuchara momentos atrás; pero también recordó los momentos pasados, esos besos y abrazos que se dieran – apenas ayer -  en el lago y las caballerizas.

 

-          Solo está jugando conmigo; no le importo. – Pensó con dolor y coraje

 

Se sentía y sabía burlado por Eiri; y él, de idiota, seguía amándolo con desesperación. ¡Qué estúpido era! Ya no podía con eso, ya tenía fuerza para continuar peleando lo perdido. Ya no… ya no.

 

Ryuichi y Tatsuha pudieron ver el cambio de actitud del príncipe de Turandot, esa pregunta no fue la más adecuada, pero ya estaba dicha. Sin embargo no podían dejar las cosas como estaban, debían encontrarle una solución.

 

-          Cuñadito, estas muy alterado. – Dijo de pronto Tatsuha. - ¿Qué te parece si salimos? – Si la situación era parecida a la anterior, probablemente un remedio similar le diera solución.

-          …… - Shuichi, de nuevo, no respondió, no tenía ánimos de salir a ningún lugar y esperaba que aquel silencio fuera entendido por ellos dos.

-          ¿Qué te parece, Shu? Así podrías distraerte – Ryuichi le hizo segunda a Tatsuha, esperando que con esto, su hermano, dijera algo.

-          ¡Bien! No se diga más. – Dijo Tatsuha de buen ánimo, tratando de contagiárselo a Shuichi. - ¡Vámonos!

 

Camino hasta el guardarropa y tomo un sencillo abrigo blanco y con tela aborregada por dentro.

 

-          Toma, cuñadito; o te congelaras.

 

Shuichi tomo el abrigo y lo dejo sobre sus piernas, sin ponérselo y sin escuchar a su cuñado.

 

-          Vamos, cuñadín, no puedes seguir cortándote las venas con galletas. ¡Hay una vida que vivir!

 

Nada, el príncipe de Turandot seguía inmerso en su mundo, en las palabras de Yuki y en las decisiones que debía tomar en torno a ellas.

 

Aquello no solo preocupó a Ryuichi, también lo hizo enojar; le estaba fastidiando en sobremanera esa actitud tan sumisa y deprimida de su hermano. ¡Por Natura, que reaccionará! Ni siquiera sabían que había sucedido para semejante actitud.

 

-          ¡Ya basta! – Grito Ryuichi al tiempo que le soltaba un revés a Shuichi.

 

El joven príncipe salió de su ensimismamiento; notando como su rostro había sido ligeramente volteado. Su mejilla ardía, e incluso esa bofetada había alcanzado a lastimar el costado de su nariz, provocando una ligera molestia.

Ahora estaba sorprendido; era la primera vez que su hermano le levantaba la mano, algo que nunca - ni es sus más extraños sueños - creyó posible. Sabía que su hermano tenía su carácter, y que era de temer cuando se enojaba, pero de una reprendida a un golpe, había un trecho muy grande.

Se atrevió a levantar su mano y tocar su mejilla, sintiendo confort cuando su mano fría toco la zona afectada; y con suma lentitud viro el rostro para poder ver a su hermano. Lo que vio en aquella mirada azul fue enojo mezclada con preocupación; se notaba claramente que él no estaba dispuesto a dejar que se sumiera en aquel pozo sin fondo, aun cuando desconocía los motivos.

 

-          Ryuichi. – Musito con la voz rasposa por el llanto, sintiéndose culpable por el enojo y preocupación de su hermano.

-          Lo siento. Pero…  no puedes cerrarte de esa manera.

-          …… - Esquivo la mirada.

-          No sé que habrá ocurrido, pero llorar por los rincones no solucionará nada.

-          No hay nada que solucionar.

-          ¿Eh?

-          No importa cuando lo intente o cuando me esfuerce. Ya no puedo solucionar nada.

-          Shui…

-          Quiero volver a Turandot. – apretó los puños. – Quiero volver ahora. ¡Ya no quiero estar aquí!

-          Cuñadin. – Tatsuha se sentó a su lado y suspiro de forma conciliadora. – Estas muy alterado. No estás usando la cabeza.

-          No, Tatsuha. Por primera vez lo veo todo claro. – Dijo seguro. – Solo persigo un imposible. – Musito tan bajo que ni él mismo pudo escucharse.

-          Necesitas olvidar tus penas. – Insistió Tatsuha abrazándolo del hombro como si fuera un camarada. – Vamos a la ciudad; necesitas despejarte… y luego, si quieres, nos cuenta porque estas tan deprimido.

-          …yo no quiero salir.

-          Tampoco te puedes quedar aquí encerrado sin hacer nada. Vamos – Se levanto y jalo de su brazo.

-          …que no quiero… - Gruño por lo bajo.

-          Shu, queremos ayudarte.

-          Y yo quiero irme a casa. ¿Qué no entienden?

-          Hagamos un trato. – Continuó Tatsuha. – Vienes con nosotros esta noche; te olvidas de tus problemas y de todo lo que te tiene en ese estado. Nos relajamos, tomamos unos tragos, cantamos y nos divertimos.

-          …

-          Si quieres nos cuentas que paso, así te desahogas y tal vez podamos darte algún consejo.

-          …

-          Ya mañana, con la cabeza más fresca, piensas en lo que tengas que pensar.

-          …

-          Y si aún quieres volver a Turandot, yo en persona te llevare a allá.

-          ¿Lo prometes?

-          Palabra de delfín.

 

Shuichi bajo el rostro y analizó las palabras de su cuñado por algunos segundos, sabiendo que no perdía nada si iba con ellos, además, así se alejaba de ese castillo y los dos ocupantes que tanto lo entristecían.

Suspiro con un poco de resignación y soltó un “está bien” al mismo tiempo que se levantaba para ponerse el abrigo.

Tatsuha y Ryuichi sonrieron al saber que habían podido “animarlo” aunque fuera un poco. Ahora solo esperaban que con aquella salida pudieran hablar y hacerlo desistir de volver a su país natal.

 

+-+-+-

 

Lanzó una última estocada  con su espada, cortando el viento con el filo de la navaja, notando como esta brillaba tenuemente ante la luz de la luna.

Practicaba su técnica de ataque y defensa, buscando como mejorarla, esa era su meta desde aquella noche en la que combatiera contra el vizconde Suguru y perdiera. Aquello se había convertido en una obsesión pará él, simplemente no podía concebir que Suguru le ganara ¡Menos de esa forma! Aunque no sabía en realidad porque le preocupaba tanto. Cuando combatió contra K también perdió pero solo dijo con una sonrisa: Necesito practicar. No hubo más ¿Qué tenía de especial ese duelo con Fujisaki? Tal vez por la forma en la que se dio.

¿Para qué practicaba? La respuesta era fácil. Para poder pedir otro duelo contra Suguru y esta vez ganarle.

 

Sin embargo, esta vez había algo diferente en su práctica, en su empeño por lograr esa meta. Y él lo sabía. Lo contado por Mika, le había dado una nueva perspectiva a todas las palabras y frases que había dicho Suguru aquella noche, haciendo que su convicción de vencerlo no fuera tan fuerte como antes.

 

Retiro la posición de guardia que tenía y enfundó su espada con un movimiento rápido y preciso, elegante pero al mismo tiempo mecánico. Demostrando que tenía gran maestría en esto. Y eso era obvio, después de todo era el caballero encargado de la seguridad de Shuichi. Los “guardaespaldas” de los reyes y príncipes debían ser los más diestros y rápidos de toda la armada.

 

Las duras palabras de Suguru no eran porque Shuichi le desagradará o porque fuera su rival; sino porque él creció bajo esa enseñanza, no conocía otra forma de ser que no fuera esa; y sin embargo le dio una oportunidad.

La seriedad en su actitud era prueba irrefutable de su educación; aún cuando sus ojos mostraban un gran dolor al mirar.

Su forma de pelear era formidable, elegante y mortal; y aún así no le gustaba combatir.

Su manera de hablar era extraordinaria y fundamentada; aún cuando en silencio gritaba por ser escuchado en realidad.

Dio a entender que Shuichi era un niño consentido; y era claro que le tenía cierta envidia.

 

Dirigió la vista hacia arriba, chocando contra un balcón cerrado, sabía que aquella habitación era en la cual descansaba el vizconde. ¿Estará despierto? ¿Cómo se encontrará? ¿Recordaría el accidente? ¿Shuichi ya lo habría visto? No estaba seguro de eso, pero quería ver a verlo. La razón: Ver que estuviera bien y agradecerle por salvar a Shuichi.

 

Sin embargo, no se sentía con la confianza suficiente para ir; después de todo, era la escolta de su rival, y la persona contra la cual se enfrento para que su príncipe no combatiera.

Llegar ir decirle: “Gracias por salvar a mi príncipe” se sentía como un agradecimiento forzado de su parte, más si se contaba todo lo sucedido.

 

Los cascos de unos caballos lo regresaron a la realidad; viro el rostro y pudo ver a lo lejos como un carruaje salía del palacio hacia un rumbo desconocido.

No se detuvo a pensarlo y corrió hacia la entrada, en busca de algún soldado que le diera datos sobre los tripulantes de aquel carruaje. Sinceramente, no le hubiera importado quien iba, pero por un momento tuvo la ligera sospecha de ver a Shuichi a través de una de las ventanas. ¿Sería cierto o fue producto de su imagen? Y de ser verdad ¿con quién iría? ¡¿A dónde?! ¡¡Sin él!!

 

En su rápido andar, dio con dos soldados que caminaban hacia las caballerizas mientras platicaban de algo al parecer gracioso.

 

-          ¡Oigan! – Llamo Nakano para detenerlos y poder alcanzarlo.

-          … - Ambos soldados pararon y voltearon, esperando a que Hiroshi les diera alcance.

-          ¿Quién iba en el carruaje?

-          Iban su majestad Tatsuha, su majestad Ryuichi y su majestad Shuichi. – Respondió uno de ellos, con calma y respeto, pues Nakano tenía mayor rango que ellos.

-          … - Como creyó; no fue imaginación suya. Pero ¿A dónde iría? ¿Y sin él, su escolta?  – ¿A dónde? – Se atrevió a preguntar, sabiendo que probablemente no hubieran dado esos datos, pero nada perdía con preguntar.

-          Su majestad Tatsuha solo dijo que estarían en la ciudad.

-          Gracias, pueden retirarse.

 

Ambos soldados hicieron una ligera reverencia y tras ello se fueron, dejando solo a Nakano.

 

Miro hacia la entrada de palacio, sin ser capaz de ver el carruaje por la lejanía. Era ilógico tomar un caballo e ir tras ellos, probablemente tardaría horas en encontrarlos, si es que los encontraba; o tal vez volvieran pronto y solo iría a perder el tiempo.

Aunque tampoco podía preocuparse tanto por Shuichi, después de todo, estaba con Ryuichi y Tatsuha, ellos podían cuidarle si - como de costumbre - se metía en algún problema.

 

-          ¿Habrá visto a su alteza? – Musitó en voz baja mientras miraba el palacio.

 

+-+-+-

 

El carruaje se detuvo delante en una pequeña puerta cerrada. Tatsuha no esperó a que el chofer bajara y les abriera la puerta, pues él mismo abrió por dentro y bajo para ayudar a su prometido y cuñado a bajar.

 

-          ¿A dónde nos trajiste? – Pregunto Shuichi con cierto reproche en la voz.

 

Ambos príncipes de Turandot miraron el lugar de arriba a abajo y luego de abajo hacia arriba. Era una casa de tres niveles, a simple vista grande.

De la portezuela colgaba un letrero de madera tallada con el nombre del lugar. Este se balanceaba un poco por el viento del lugar, ocasionando un discreto sonido a metal cada vez que se movían.

 

Shuichi, miraba todo con cautela ¡Por Natura! No sabía dónde estaba parado ni mucho menos que había ido a hacer a ese lugar; sinceramente, ya empezaba a arrepintiendo de haber aceptado el trato que hizo con Tatsuha.

Miro a su hermano de reojo, notando como los ojos le brillaban y la emoción salía por cada poro de su piel. Sin duda alguna él sabía dónde estaban, que habían ido a hacer y le emocionaba mucho.

 

Volteó de nuevo hacia la entrada. Podía escuchar algunas voces que sobrepasaban la madera, todas se escuchaban alegres, algunos incluso gritaban en sus risas y carcajadas, como si la tristeza hubiera sido expulsada a patadas de aquel recinto.

Levanto la vista y aprecio la planta superior: tenía as luces apagadas, parecía sombría y silenciosa, como si aquel piso en realidad no existiera ahi.

 

-          Esta taberna es la mejor de Asgard. Al menos desde mi punto de vista.

-          ¿Taberna?

-          ¡Claro! ¿Nunca has ido a una, cuñadito?

-          … - Shuichi miro de nuevo el lugar y tras unos segundos respondió. – En Turandot no hay tabernas.

-          ¡¿VEZ?! ¡Yo no mentí? – Anunció Ryuichi de repente, parecía emocionado por las palabras de su hermano. – Allá tenemos casas de té, pero no tabernas.

-          Vale, vale. Te creo, honey. – Respondió para calmar las ansias de su promedito. – Entremos que la noche es joven y la cerveza abundante.

-          ¿Cerveza? – Pensó Shuichi, era la primera vez que escuchaba esa palabra, simplemente ignoraba a qué se refería.

 

Abrió la puerta y la sostuvo para que entraran sus dos acompañantes.

Era un salón amplio, lleno de mesas cuadradas, las cuales estaban rodeadas por hombres de diversas edades sentados en sillas o taburetes. Todos tenían un vaso o un gran tarro en la mano o sobre la mesa en la cual estaban.

Ahí había unos que reían a carcajadas de algo que contaba alguien más

Allá otros que golpeaban la mesa con su palma de la mano o se daban amistosos empujones o palmadas en la espalda.

Al fondo unos que jugaban de forma pesada a aventarse y caerse encima.

Más cerca había algunos que jugaban dados o bajara.

Esos de ahí cantaba entre gritos y risas alguna canción que les recordaba buenos tiempos.

 

Ryuichi no cabía en su emoción. Desde hacía tiempo que quería conocer ese lugar del que una vez le hablara Tatsuha en una carta. Era tal y como lo había descrito, y esperaba que fuera tan divertido como le había dicho en sus cartas. Quería tomar, quería cantar, quería reír, deseaba pasar una noche de juerga agradable y divertida.

 

Shuichi no sabía si debía entrar a ese lugar tan bullicioso o dar media vuelta y esperarlos en el carruaje. Todo ese ruido lo estaba aturdiendo y causándole un molesto dolor de cabeza ¿Qué no podían guardar silencio?

No es que Shuichi fuera un amargado de primera, pero al estar deprimido y por llorar tanto, no tenía ánimos de nada ni paciencia para el ruido.

 

Tatsuha, sin pensarlo siquiera, tomo de los hombros a Ryuichi – con su brazo derecho – y a Shuichi – con el brazo izquierdo – quedando en medio de ellos y sintiéndose orgulloso y feliz de llevarlos a ese lugar que tanto lo divertía.

 

-          Bienvenidos a “la posada de los muertos”

-          Waaa – Ryuichi estaba tan emocionado que no cabía en sí. - ¡Quiero probar la cerveza! ¡Quiero probar la cerveza!

-          Claro, honey. Vamos a la barra. – Dijo para soltar a Shuichi y caminar hacia donde estaba el cantinero.

 

Shuichi los miro por unos momentos sin moverse de su lugar. En esos momentos se sentía como el “chaperón” de ellos dos ¿Sería solo su imaginación?

Como fuera, ya estaba ahí, e irse al carruaje sería obligarlos a apresurar su noche, algo que no quería: arruinarles la salida.

 

-          Qué más da. – Se dijo a sí mismo.

 

Los siguió en silencio y con cierto recelo, mirando discretamente el lugar. Nadie, en realidad, los miraba; como si ellos no hubieran entrado, algo que lo tranquilizó, sinceramente no quería que todos voltearan a verlos y les hicieran reverencia, no le gustaba ese trato por parte de las personas, lo hacían sentir inalcanzable. Ahora entendía porque le gustaba ese lugar a Tatsuha: era como si todos fueran iguales, sin diferencia de clases sociales o país de procedencia.

 

-          Majestad. Un honor tenerlo aquí. – Dijo el cantinero haciendo una lijera reverencia, apenas marcada.

-          Naah ¡Qué va! – Dijo Tatsuha restándole importancia a esas palabras tan correctas. – Tráenos tres cervezas, por favor.

-          En seguida, majestad.

-          Tatsuha

-          ¿Si, cuñadín?

-          ¿Qué es la cerveza?

-          Una bebida a base de cebada, te va a gustar. – Dijo para después abrazarlos levemente. – ¡Ya quita esa cara de muerto! ¡Estamos aquí para divertirnos – Casi una orden, aunque con su sonrisa y su tono de voz no lo parecía tanto.

 

+-+-+-

 

Eiri salió de la habitación donde descansaba su prometido, cerrando la puerta con cuidado y caminando por el pasillo.

Suguru aseguraba estar bien, aún así Yuki prefirió dejarlo descansar, aun cuando sabía que este haría todo menos dormir.

 

Pero su pensamiento no se centraba precisamente en el descanso de Fujisaki; sino en aquella conversación que tuvieron.

 

“Creo que debemos acabar con esto”

 

Sabía que era una persona que no renunciaba, que llegaba siempre hasta el final de sus actos y tomaba todas las responsabilidades que esta tuviera; aunque siempre hay una primera vez, y esta al parecer lo era.

Siendo sincero consigo mismo, en verdad quería terminar con todo eso. Ya que se arrepentía profundamente de haberlo comenzado. Si tan solo no hubiera sido tan idiota, tan orgulloso. Si no le gustará jugar esas idioteces. Si fuera más maduro. ¡¡Si pensara las cosas que hace!! Tal vez esto no se hubiera complicado tanto.

 

-          Todo es mi culpa. – Se dijo molesto consigo mismo al saber que le salió el “tiro por la culata”.

 

¡Suficiente! Ya basta de tanta mierda y sentirse nervioso por todo eso ¡¡Iba a arreglar las cosas de una buena y jodida vez!! Sin importarle nada. ¡Estaba cansado de esa incertidumbre, de esperar lo peor todo el tiempo!

 

“No se te ocurra hacerlo. No me he esforzado tanto para que al final renuncies.”

 

La voz de Suguru llego a su mente de repente, tan segura y firme como siempre. Sabía que si lo hacía el vizconde se molestaría con él al grado de no hablarle en un largo tiempo. Pero ¡Por Natura! Todo se estaba saliendo de control y volviendo un peligro..

¡Demonios! ¿Por qué Suguru no daba su brazo a torcer y veía la situación? Este pensaba, quería e iba a continuar con todo eso hasta las últimas consecuencias. ¡Qué terco era! Tanto como él mismo, tanto como el mismo Shuichi, y él mismo ni se diga. ¡¡¡Trío de necios!!!

 

“Me preocupa lo que pueda pasar de aquí en adelante.”

 

Vaya que le preocupaba. Le inquietaba el bienestar de todos, al grado de molestarlo.

Todo lo que ocurrió desde que empezaron con esos estúpidos duelos de niño chiquito eran cosas que – se supone – estaban “controladas”, y sin embargo ocurrió algo.

Una espada protegida para evitar heridas; arma que termino en el pecho de Suguru.

Una competencia de patinaje, supuestamente segura, donde Suguru salvo a Shuichi y por ello termino herido.

Si seguían con esos absurdos duelos que cada vez terminaban peor. ¿Qué le garantizaba que algo no fuera a pasar después?

Después de todo, Shuichi era un experto en meterse en problemas y no había nadie que pudiera seguirle el ritmo; de hecho él con trabajos lograba anticiparse a algún infortunio del menor; llegando apenas a tiempo para salvarlo.

 

Ahora que lo pensaba con detenimiento, antes de que él entrara en la vida de Shuichi, antes de que él apareciera y salvara su día. ¿Cómo diantres le había hecho todos esos años para sobrevivir? ¿Para seguir en una pieza? Si ese príncipe se cortaba hasta con una galleta.

 

Sin duda alguna Nakano estaría MUY ocupado cuidando de Shuichi…

¡¡Joder!! Tenía que pensar precisamente en ese “imbécil” ¿Por qué siempre que pensaba en su ex prometido, tenía que venir a colación el escolta de este? ¡Con un demonio! Sabía que era estúpido enojarse por eso, pero no podía evitar hacer una tormenta en su vaso de agua. ¡¡Maldito Nakano!! Si tan solo no le tuviera esa confianza tan intima a Shuichi. ¡Si tan solo no fuera su amigo! ¿Qué le costaba limitarse a ser su escolta y ya?

 

Se detuvo en seco, respiro hondo, cerró los ojos, se llevo las manos a la cabeza  y froto sus sienes para tratar de calmar esas sensaciones tan molestas y frustrantes.

 

-          No tienes por qué preocuparte. ¡No debes molestarte por él! – Se dijo a sí mismo. – Vamos, tienes cosas más importantes en las cuales pensar que ese pedazo de idiota.

 

Pasaron algunos minutos en completo silencio, donde nadie cruzo el pasillo, dejando a Eiri en una soledad, un silencio y una calma absoluta. Esos elementos – necesarios -, el tiempo suficiente y su misma concentración  fueron suficientes para poder traer algo de paz y claridad a su mente; logrando que – dentro de lo posible – no pensara más en ese hombre y regresar sus ideas a las cosas en las que debía, según él, estar pensando.

 

Se concentró de nuevo en su prometido y su ex prometido, en cómo término él en medio de esos dos mocosos que, más que combatir por su mano, parecían estar jugando por ganarse un helado; pero que termino volviéndose peligrosa de un segundo a otro. ¿Cómo llegaron a esa situación? Ni idea

 

Pero el culpable de eso era Shuichi por ser tan torpe y nunca fijarse en su entorno.

Aunque también tenía culpa Suguru por su férrea necedad en llegar al final de todo sin impórtale nada.

¡No! Claro que no. Ninguno de ellos era culpable, ahí solo había un culpable; y ese era él mismo. Por empezar juegos estúpidos, por ser tan ególatra y siempre querer ganar, por usar los sentimientos de las personas para su entretenimiento.

 

Sin duda alguna se ganaba lo que se ganaba, y lo que era peor, se estaba llevando entre las patas a Suguru y Shuichi, quienes – a pesar de tener un poco de culpa en todo – no eran más que simples víctimas de sus errores.

 

Pero de nada le servía llorar sobre la leche derramada; tenía que solucionar eso, así se enojara Suguru con él ¡Total! Más podía perder si no hacía nada. Debía ver a Shuichi y aclarar las cosas de vez por todas.

 

Ver a Shuichi. ¿Dónde carajos estaba? No lo había visto desde aquel molesto encuentro con el vizconde Vladimir; cosa extraña, ya que ese príncipe se paseaba por los pasillos como si quisiera aprenderse la medida exacta de cada piedra; además le había dicho que quería ver a Suguru.

Sabía por Mika que Shu estuvo ahí mientras el vizconde dormía y que había prometido volver cuando despertará, pero Suguru tenía despierto más de dos horas y el joven príncipe no se apareció en la habitación durante la guardia que él monto para reemplazar a su hermana. Tal vez estaba durmiendo, después de todo se veía cansado.

¿Sería prudente ir a buscarlo? No le veía nada de malo, después de todo iba a avisarle que Suguru estaba bien y que ya había despertado, seguro eso calmaría un poco su ansiedad y su culpa, era probable que saliera corriendo y fuera a verlo.

Fue hacia su habitación, esperaba encontrarlo despierto o por lo menos dormitando, para que así fuera fácil que el menor comprendiera sus palabras y le diera una respuesta.

Sus pasos resonaban firmes y tranquilos sobre la fría piedra del suelo mientras su mente se concentraba en pensar en nada y todo a la vez; en todo para no olvidar que debía hablar con Shuichi y en nada para no profundizar el tema y sacar más conclusiones estúpidas antes de tiempo.

 

Finalmente llego a la habitación de este, se detuvo delante de la puerta y aclaro su voz un poco. Levanto su mano para golpear la madera con los nudillos, pero se detuvo antes de hacerlo.

 

“Le conté su pasado”

 

Las palabras de Mika invadieron su mente en ese momento. Eso fue lo último que le dijo antes de irse de aquella habitación donde estaba Suguru, aún dormido.

 

No era tan idiota como para no entender que hablaba del pasado de Suguru y que se lo narró a Shuichi. ¿Cómo lo habría tomado este?

Conociéndolo como lo conocía, sin duda alguna le habría afectado en cierta medida saber todo eso. Seguramente estaba molesto con Vladimir; también debía sentirse triste por Suguru y era muy probable que quisiera ayudarlo a superar aquello, después de todo Shuichi era muy noble

¡Un momento! ¿Eso quería decir que se acabarían los duelos? ¿Empezaría a ver a Suguru de otra manera? De ser así ¿Cómo terminaría todo eso?

 

Sacudió levemente la cabeza para sacarse esas ideas de la mente. ¡Carajo! No podía pensar en eso. Había ido a hablar con Shuichi y aclarar las cosas para terminar de una vez por todas con esa estupidez; y eso es lo que iba a hacer.

 

Tocó la puerta con tres pequeños golpes y espero un “adelante” que nunca llego. ¿Estaría dormido?

Por unos segundos tuvo toda la intención de marcharse, pero algo le decía que debía entrar y ver que él estuviera ahí, y que se encontrará bien. ¿Qué sería? Tal vez el hecho de que Shuichi era tan torpe que - ¿Quién sabe? - Tal vez estaba siendo devorado por una de las almohadas.

 

 Sabía que, al ya no ser su prometido, estaba mal entrar en su habitación sin su autorización; pero le importaba poco esa norma, así como muchas más. Abrió la puerta en silencio y se asomo de manera discreta para que sus ojos pudieran apreciar el lugar, pero no tardo mucho en abrir completamente y descubrir que no había nadie ahí.

 

-          Shuichi. – Llamo en voz alta sin que nadie le respondiera, confirmando lo que su vista le había mostrado a primer vistazo.

 

¡Fabuloso! ¿Dónde se había metido ese crío? ¡A saber! Con lo hiperactivo que era, podía estar en cualquier lugar. ¿Buscarlo? ¡¡Ni loco!! Se llevaría toda la noche en esa empresa y simplemente no daría con él.

 

¡Al diablo! Mejor se iba a dormir, él también estaba fatigado después de todo lo ocurrido, y unas buenas horas de sueño no le sentarían nada mal.

 

Con ese pensamiento se fue caminando por el largo corredor, sintiendo como el cansancio en su cuerpo y mente comenzaban a causar el efecto que por tanto tiempo trato de ignorar. Sin duda alguna un baño reparador le sería muy gratificante antes de dormir.

 

Tenía esa idea en la cabeza cuando se detuvo en seco por lo que su vista le mostraba unos metros más adelante. Olvido aquella idea y puso mala cara al ver a esa persona - ajena a su presencia – que miraba por la ventana. ¡Maldita sea! El l último sujeto que quería ver y el primero que se encontraba ¡Que jodido estaba el destino! Pero si lo pensaba con filosofía, él podía darle información sobre Shuichi.

 

 

Nakano, por su parte, veía por la ventana sin ver algo en realidad, centrado en sus pensamientos. No entendía la razón, pero le era imposible sacarse a Suguru de la cabeza; también le extrañaba que - por alguna extraña razón - su pasado le doliera, casi como si fuera suyo propio.

¿Por qué? Fujisaki no era alguien importante y conocido para él ¿Por qué le preocupaba tanto? No eran ni Shuichi ni Ryuichi para ello.

 

Buscaba una explicación lógica ¡Todo tiene una explicación lógica! Y la única que encontraba es que: Se debía a como lo trataron y a lo joven que era; después de todo, no dejaba de ser un chico - casi un niño - pues apenas había alcanzado la edad suficiente para casarse. Además Nadie debía vivir con el dolor por la muerte de su madre y con el rechazo de su padre. Eso era demasiado cruel.

 

Suspiro en silencio y cerró los ojos. Suguru era como un parajillo sacado de su nido de mala forma y encerraron en una jaula de oro con la tapa abierta. Ahí vivía, siendo visto por su dueño quien, sin hacer nada, disfruta de ver como esa pobre ave crece y se esfuerza para salir de ahí escalando una y otra vez los barrotes, cayendo ante cada intento pero sin desistir; mientras su “amo” sonríe cruelmente al ver sufrir a esa pobre criaturita; y las demás aves, libres, solo revolotean alrededor, tratando desde fuerza ayudarle a salir pero sin éxito alguno.

 

Era un ave encerrada a la que nunca se le enseño a volar, pero le enseñaron a entonar dulces melodías que en realidad ocultaban mucho dolor.

 

Apretó los puños con fuerza, se sentía molesto y frustrado, incapaz de sacarse esos pensamientos de la cabeza y sin comprender tampoco la razón. ¡Estúpido! ¡¡Debía pensar en otra cosa!! Pero ni siquiera concentrándose en tratar de adivinar el actual paradero de Shuichi pudo dejar de pensar en el vizconde.

 

-          ¿Dónde está Shuichi? – Dijo una voz fuerte y firme atrás de él.

-          ¡¡……!! – Aquella pregunta tan fuera de lugar lo saco de sus pensamientos. Volteó y pudo ver al príncipe deAsgard, mirándolo de manera despectiva y cruzando los brazos delante de su pecho; lo que le daba un aire inalcanzable

-          ¿Eh? – Fue lo único que atino a decir, pues ni siquiera recordaba que le habían preguntado.

-          Nada de “¿eh?” Te pregunte por Shuichi. – Lo escrutó con la mirada. - ¿Dónde está?

 

Hiroshi se molesto, sabía bien que Eiri era un príncipe – futuro rey - y él un súbdito, pero una cosa era la clase y otra muy diferente que le hablara como si fuera poca cosa.

 

-          No lo sé. – Respondió de mala manera.

-          Cuida tu actitud, Nakano.

 

Se mordió la lengua para no responderle un “y usted sus modales”, eso sería un viaje directo a los calabozos.

Respiro hondo para enfriar la cabeza y calmarse, era estúpido ponerse al “tu por tu” con él.

 

-          Solo respondí a su pregunta. Desconozco el paradero del príncipe Shuichi. – Dijo lo más amable que pudo, aunque su tono de voz era algo cortante.

-          ¿Qué no eres su escudero? – Lo dijo con enojo y un toque de sarcasmo.

 

Esquivo la mirada para un lado, molesto por aquellas palabras pero sin poder responderle. Sabía que era su escudero y tenía que estar cerca de él el mayor tiempo posible, y cuando no pudiera, al menos conocer su paradero y saberlo seguro. Pero Shuichi era difícil – por no decir casi imposible – de seguir. No podía darle esa respuesta al futuro rey, era seguro que se ganaría un: “ese es tu trabajo”. Aunque tampoco era su culpa que Shuichi se escabullera todo el tiempo.

 

-          Te hice una pregunta ¿no piensas responder? – Eiri se notaba impaciente, incluso uno de sus dedos empezaba a dar pequeños golpecitos sobre su codo.

 

No era solo el hecho de que se tardaran en responderle, a eso se le sumaba que Hiroshi no fuera de su total agrado, y todo por su cercanía con Shuichi.

 

-          Me pidió que lo dejara solo y eso hice. – Respondió Nakano sin más, haciendo que Yuki le prestara atención. – Hace unos momentos lo vi salir junto a sus majestades, el príncipe Tatsuha y el rey Ryuichi.

-          ¿A dónde?

-          A la ciudad.

-          ¿A qué?

-          Lo desconozco. Fueron los soldados quienes me dijeron eso.

-          Maldita sea. – Gruño por lo bajo. – Suguru despierta y ese mocoso prefiere irse a pasear. – Eso lo dijo al aire, no le importaba que Hiroshi lo escuchara.

-          ¿Despertó su alteza Suguru? – Ni siquiera se dio cuenta de la pregunta que hizo. - ¿Se encuentra bien?

-          ¿Te importa? – Soltó de mala gana antes de pasarlo de largo, dejándolo solo.

 

Hiro se quedo parado en el centro del pasillo, viendo como Yuki se alejaba de ahí con paso rápido pero tranquilo. Se notaba molesto, pero no sabía por qué lo estaba ¿Era porqué no supiera el paradero de Shuichi? A lo mejor, pero esa no era su culpa. Como fuera, ese no era su problema, Shuichi estaba en la ciudad y estaba bien acompañado.

 

Ahora que lo pensaba con detenimiento. ¿Su majestad tendría algo en su contra? Sabía que Yuki era prepotente y que nunca lo trato con mucha amabilidad, pero desde que llegaran a Asgard la poca cortesía hacia su persona se esfumó por completo, dejando para con él a una persona agresiva y progresiva, como si el frío del lugar le aumentara la arrogancia y mal humor. ¿Acaso había algo de su persona que lo molestará? ¡Por favor! Decir que sí era que Eiri le prestara más atención de la que esperaba recibir de él. ¡Qué reverenda tontería! Tal vez actuaba así con él porque siempre que se encontraba estaba de malas

¡¡Un momento!! ¿Sería por el vizconde? Tal vez este le contó sobre su duelo con él y eso era lo que lo molestaba, de ser así, tenía razones para detestarlo, aunque seguramente el príncipe JAMÁS lo reconocería; y de todas formas, de nada servía que se enojara, hablaran o pelearan por ello; Suguru había ganado y no lo había lastimado.

¡Y de nuevo pensaba en el vizconde! ¿Por qué todo lo que pensaba lo llevaba irremediablemente a pensar en él?

Regreso la vista a la ventana y de nuevo miro la nada. Suguru ya había despertado, ¿debía ir a verlo de una vez? O ¿era mejor esperar a que llegara Shu e ir con él? No lo sabía.

No es que fuera un cobarde que necesitará ir acompañado para decir algo, pero no era muy bien visto que un escudero de otro noble - menos tratándose de su rival - fuera a preguntar su estado de salud. Sin embargo en verdad estaba preocupado ¿Qué debía hacer?

 

-          Que Natura decida. – Dijo al aire, sacando una moneda de entre sus ropas para después arrojarla hacia arriba. – Cara: voy a ver al vizconde; Cruz: espero a que llegue Shuichi.

 

Dejar las cosas al destino no era algo que hiciera comúnmente, él era una persona que siempre sabía que quería o cómo debía hacer las cosas, sin embargo, esta vez era diferente. Sentía una extraña y nerviosa ansiedad recorriendo su cuerpo mientras la moneda giraba en el aire.

La moneda fue perdiendo velocidad en su elevación, fue entonces que la fuerza de gravedad causo efectos en ella y la hizo descender cada vez con mayor velocidad. Hiroshi sentía como el oxígeno se detenía en sus pulmones mientras esta giraba – en cámara lenta – delante de él.

La moneda cayó al suelo, el suave sonido del metal  se sintió un poco duro a sus oídos debido al silencio y los nervios. La moneda reboto en el suelo una, dos, tres veces antes de caer sobre uno de sus lados y comenzar a girar sobre su diámetro con una velocidad cada vez más lenta… hasta quedar completamente en el suelo. Con la decisión que la suerte le había dado.

La miro en el suelo por unos segundos, con los puños apretados y la quijada tiesa, analizando la moneda.

 

-          Es el destino. – Fue lo único que dijo antes de inclinarse para sujetar la moneda y alejarse de ahí.

 

+-+-+-

 

Estaban sentados en unos bancos altos delante de la barra sobre la cual descansaban tres tarros con una sustancia dorada y espumosa de sabor amargo. Miraban el lugar sin mucho interés, o eso es lo que hacia Shuichi, quien no dejaba de pasear los ojos de derecha a izquierda y luego de regreso demostrando que la palabra “aburrido” la tenía tatuada en la frente.

Tatsuha y Ryuichi, a pesar de estar sentados a su lado, parecían ignorantes de su presencia; ambos prometidos se veían contentos y tranquilos mientras hablaban de quien sabe qué tanto.

 

Suspiro en silencio y se giro para tomar un poco más de esa bebida llamada cerveza, no le agradaba mucho el sabor amargo de esta, pero la temperatura elevada del lugar – por el tamaño y la cantidad de personas que estaban ahí – provocaban que tuviera calor y le diera sed.

 

-          ¿Qué pasa ahí? – Pregunto de pronto Ryuichi al ver un grupo de hombres rodeando una mesa mientras vociferaban con fuerza animando a alguien.

-          Deben de estar compitiendo.

-          ¿Compitiendo?

-          Si. – Dijo para después apoyar su codo sobre la barra y manteniendo su mano arriba, simulando el tipo de competencia. – Compiten para ver quién es más fuerte. – Añadió para después cerrar su puño y bajar el brazo, dejándolo completamente apoyado en la barra.

-          Wooow ¡Quiero ver!

-          Entonces vamos

-          ¡Vamos Shu!

-          No gracias, los espero.

-          Pero Shu…… - Musito Ryuichi con un pequeño puchero.

-          Ahh… Está bien, vamos. – Respondió Shuichi al ver aquel rostro, sin duda alguna su hermano podía ser más infantil que él.

 

Caminaron hasta aquel lugar ubicado al fondo; Ryuichi era el más curioso en esos momentos; era tanta su ansia que acelero el paso y empezó a colarse entre los hombres para llegar hasta enfrente y tener un lugar preferencial en aquellas competencias.

Al llegar hasta enfrente vio a dos hombres sentados delante de una mesa, con los codos apoyados sobre esta y tomados de la mano, haciendo palana con sus brazos para llevar la mano de su contrincante hasta la plataforma.

 

-          ¡Tú puedes!

-          ¡Vamos!

-          ¡Aposte por ti! ¡No me vayas a defraudar!

-          ¡No pierdas!

 

Esos eran algunos de los gritos que se alcanzaban a reconocer en el momento, sumados a otros que quien sabe que decían.

Los rostros de los oponentes se descomponían en muecas de esfuerzo, notando como sus brazos temblaban por la fuerza ejercida.

 

Tatsuha, abriéndose paso entre las personas con algo de dificultad, logro llegar hasta su prometido, parándose a su lado y sujetándole el hombro para demostrarle que estaba.

 

-          Gana quien logre bajar el bazo del contrincante. – Dijo Tatsuha con calma.

-          ¿Es difícil?

-          Mmm… a veces cesta trabajo.

-          ¿Tú lo has hecho?

-          Algunas veces.

-          ¿Y ganas?

-          Depende de quién sea el oponente.

-          Ahhhh… - Susurro para después volver a ver aquella competencia.

 

 

Mientras tanto, Shuichi estaba fuera de todo el tumulto de personas, buscando un hueco por el cual poder meterse y darle alcance a su hermano y cuñado. Pero aquellos hombres no dejaban de moverse para ver. Sentía que si se metía a la fuerza terminaría aplastado por aquellos sujetos, de los cuales algunos parecían mastodontes.

Se dio por vencido, simplemente no iba a morir aplastado por ver algo que no le llamaba la atención; suspiro resignado y negó con la cabeza, mientras maldecía por lo bajo a dos persona mientras caminaba de regreso a la barra. ¡¿Cómo era posible que lo sacaran del palacio y lo dejaran abandonado a la primera oportunidad?!  Aunque tampoco es que le hicieran mucho caso desde que entraron ahí.

 

“Tienes que relajarte” “olvidar tus penas” “nosotros te ayudamos”

 

Si claro. Se notaba lo angustiados que estaban

De haber sabido que así iba a ser. ¡¡Ni iba!!

 

Llego hasta la barra molesto, y sin pensarlo sujeto su tarro y le dio un gran trago a aquella bebida, sintiendo el sabor amargo de esta correr por su garganta de forma desagradable.

La alejo de su boca e hizo un gesto de desagrado. ¡Fabuloso! Estaba tan molesto con esos dos, que hasta olvido el sabor de esa cosa.

 

Estaba aburrido, fastidiado, molesto y cansado, quería regresar de inmediato a palacio para encerrarse en su habitación y olvidarse de todo y todos.

Sabía que no tenían ahí ni media hora pero ¿Por qué no decirles que regresaran de una vez? No tenía nada de malo ¿o sí? Después de todo: Cuando no quieres fiesta, no quieres fiesta.

Sin duda alguna, les diría que volvieran a casa en cuanto terminara aquella competencia de quien sabe qué cosa.

El grito de triunfo de algunas personas, sumado a las maldiciones de otras le hizo voltear el rostro para ver a aquellos que miraban la competencia. Todo indicaba que ya había un ganador. No le importaba en lo más mínimo, pero le alegraba saber que ya había terminado y podría ver a su hermano y cuñado; pero los segundos pasaban y las personas volvían a reunirse en torno a esa mesa, pensando a sacar monedas y gritar a viva voz por quien apostaban. Eso no le interesaba a Shuichi, pero la razón por la que no dejaba de ver hacia ese lugar era porque no había rastro de Ryuichi y Tatsuha por ninguna parte; no se tenía que ser muy inteligente para saber que se quedarían a ver otro duelo, tampoco se tenía que ser un genio para darse cuenta de que ya se habían olvidado de él.

Un mohín de enojo se dibujo en sus labios antes de dar otro gran trago a su bebida. Tal vez era por lo continuo de los tragos, pero estaba vez no le resulto tan amargo, aunque tampoco era muy deliciosa que digamos.

 

-          Yuki no me hubiera dejado solo. – Musito molesto.

 

Tras esas palabras sintió una extraña y molesta punzada en su interior. De nuevo había pensado en Yuki, de nuevo recordaba todas las cosas buenas que paso a su lado: las palabras, sus caricias, sus abrazos, sus besos; esa protección que siempre le brindo. Para luego recibir esas sonrisas cínicas, esas crueles palabras y una fría caricia cuando dijera: “Solo eras un juego.”

 

Sonrió con amargura al darse cuenta de que cada uno de ellos fue fingido; al saber que Yuki era un estupendo actor que logro su objetivo aún cuando él tardo en darse cuenta.

Pero por muy mal que se sintiera, no podía odiar… ni a él ni a Suguru.

La sonrisa desapareció de sus labios al mismo tiempo que las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos violetas.

 

-          La sonrisa queda mejor en tu rostro.

-          ¡¡…!!

 

Volteo el rostro para identificar a esa persona; era un hombre joven que estaba parado justo a su lado, apoyando su codo en la barra y recargando su rostro en su mano, mirándolo con cierta intensidad  ¿Cuándo llego?

Era un hombre joven, esbelto y alto, de espalda ancha y musculatura marcada bajo la ropa. Su piel clara era como la porcelana, su cabello tan negro como la noche esta sujeto en una coleta baja que llegaba a su espalda; sus ojos almendrados tenían un color castaño rojizo muy cautivador para quien les mirara; en sus finos labios se dibujaba una sonrisa encantadora, de esas que –intencionalmente – provocaban un rubor y una tímida sonrisa. Vestido con un pantalón blanco botas cafés que llegaban hasta sus rodillas, camisa blanca y un saco de color azul claro que llegaba a medio muslo.

 

Sin embargo Shuichi –ingenuo y con la cabeza en todo menos en donde estaba – no pudo entender lo que ese joven le decía en realidad con esas palabras y esos gestos en su rostro; lo único que hizo fue mirarlo con curiosidad y desconcierto.

 

-          ¿Perdón? – Se atrevió a decir Shuichi, como si no le hubiera escuchado.

-          Jajajaja. – Aquel joven solo se rió de forma cantarina ante aquella pregunta. Le resultaba curiosa esa actitud tan infantil.

 

Se recargo de frente en la barra e hizo una seña al cantinero, quien asentó con la cabeza para alejarse un poco y preparar una bebida, demostrando que ya conocía a ese hombre y sabía que era lo que le pedía de beber.

 

-          Veo que no eres de por aquí. – Esa afirmación la hizo sin voltear a ver a Shuichi, pero sin retirar la sonrisa de su rostro.

-          Ah… no. ¿Cómo lo sabe? – Pregunto mientras veía cómo el  cantinero le daba un vaso mucho más chico que el suyo.

-          Nunca te había visto por estos lares. – Le miro por el rabillo de su ojo solo por una fracción de segundo. – Además, un chico tan atractivo como tú, no puede pasar desapercibido tan fácilmente.

-          …… - Shuichi se sonrojó y esquivo el rostro hacia un lado. Aquellas palabras sin duda eran halagadoras. – Gra-gracias. – Atinó en decir.

-          Y dime ¿Qué tomas? – Le pregunto mientras le daba un vistazo al tarro; sabía lo que era, pero no podía creer que alguien con la complexión de Shuichi y su forma de actuar pudiera tomar algo como eso.

-          Ahh… cerveza. – Dijo con una mueca de desagrado. – O eso me dijeron.

-          ¿Te dijeron? ¿Vienes con alguien? – Tanteo el terreno.

-          Si, con mi hermano y mi cuñado. – Musito para después mirar en donde se encontraban los dos mencionado. – Pero están muy entretenidos ahí dentro.

-          Ya veo. – Soltó aunque sin mucho interés. - ¿No te gusta, verdad?

-          ¿Qué cosa?

-          La cerveza, de eso hablamos ¿no?

-          La verdad, no mucho. – Dijo para mirar con desagrado su tarro, sintiendo pavor del simple hecho de tener que terminárselo. - Y usted  ¿Que toma?

-          Vino. – Respondió antes de darle un sorbo a su bebida.

 

Shuichi hizo memoria ante aquella bebida, la había probado durante las comidas en palacio. Un sabor entre fuerte y ligeramente dulce, tampoco le era de mucho agrado, pero sin duda alguna preferiría un vaso de vino en lugar de un tarro de cerveza, del cual le faltaba más de una tercera parte.

 

-          ¿Quieres  cambiar tu bebida?

-          ¿Eh?

-          Si quieres beber otra cosa, pídela.

-          ¿En serio puedo pedir algo más?

-          Corre de mi cuenta. – Añadió con cierto coqueteo.

-          En ese caso quiero………… - Y se quedo callado.

 

¿Qué se supone que debía pedir? ¡No lo sabía! Desconocía por completo las bebidas de ese reino, y era seguro que pedir un “té negro” o un “té verde” no era algo que pudieran servirle, o incluso desconocían esas bebidas.

 

-          ¿No sabes que pedir?

-          … - Shuichi bajo el rostro con cierta vergüenza, sintiendo como sus mejillas se acaloraban un poco. – Lo siento.

-          No tienes porque disculparte. Es normal que no sepas que pedir, ya que no eres de aquí. – Otro pequeño trago a u bebida. – Puedo elegir por ti, si gustas

-          ¿En serio?

-          ¿Quieres algo dulce, fuerte o amargo?

-          Dulce – Respondió.

-          Dale un methelglin* con vainilla - Le dijo al cantinero, quien se alejo a preparar la bebida.

 

Se quedaron en silencio por alguno segundos, aquel joven mirando la pared pero sin verla en realidad, con la sonrisa dibujada en su rostro, pareciendo una de esas estatuas cinceladas que parecen dioses.

Shuichi mientras, miraba la madera de la barra, siguiendo con sus ojos los sinuosos trazos que formaban su textura mientras su pensamiento estaba entre unas cosas y otras.

Le agradaba saber que ya no tenía que tomar esa cosa tan desagradable y que, tal vez, la nueva bebida que le trajeran si le gustara. Sin duda alguna ese sujeto era muy amable y le pregunto que le gustaba antes de pedir, a diferencia de Tatsuha. Eso le recordaba mucho a Yuki

 

Yuki… De nuevo lo recordaba; cada pensamiento que tenía lo hacía, irrevocablemente, volver a pensar en él ¿Por qué? ¿Tanto lo amaba? La respuesta era: Si.

De nuevo la opresión llego a su pecho de forma molesta, sentía como si alguien sostuviera su corazón y lo apretara con fuerza, clavando las uñas en aquel musculo para lastimarlo aún más.

 

Yuki… Si tan solo las cosas no hubieran sucedido como ocurrieron, si tan solo no se hubiera enamorad de él. ¡Si nada de eso hubiera sucedido! Él ahora no estaría sufriendo.

 

-          ¡Hey!

-          ¡……! – Shuichi reaccionó ante aquel llamado; volteó el rostro y miro ese joven, quien solo lo veía por el rabillo de su ojo.

-          Estas muy distraído. – Dijo mientras volteaba a verlo.

-          Lo… lo siento.

-          Ahora que estas de nuevo aquí. ¿Podrías decirme tu nombre?

-          ¿Mi nombre?

-          Claro. No nos hemos presentado como es debido.

-          ¡Ah! Es cierto. Mi nombre es Shuichi, Sakuma Shuichi. Un placer conocerlo.

-          Un placer, Shuichi. – Saboreo su nombre con sutileza. – Mi nombre es Alexandro Weller. Puedes llamarme Alex. – Dijo al mismo tiempo que el cantinero llegaba con un vaso que tenía una sustancia dorada y traslucida. – Espero te agrade la bebida que pedí para ti.

-          ¿Qué es? – Pregunto mientras la mirada.

-          … - Sonrió con algo de molestia, no le gustaba tener que explicar las cosas, pero no le quedaba de otra, ese joven no parecía tener experiencia en bebidas. – Está hecha a base de miel fermentada, agua, levaduras y esencia de vainilla.

-          ……

-          Pruébala, te gustara.

 

Shuichi lo pensó por algunos segundos. Palabras parecidas le había dicho Tatsuha cuando le dieran la cerveza ¿Y si no le gustaba? Sería descortés decirle que no le gusto ¿cierto?

Alex lo miro por algunos momentos, esperan con impaciencia que Shuichi se animara a probarla ¿Por qué demoraba tanto? Eso se estaba tornando aburrido.

 

-          ¿Desconfías de mí?

 

Dudo en responder, no conocía a ese hombre, pero tampoco quería parecer grosero no desagradecido.

Con un poco de recelo, se llevó el vaso a los labios y dio un pequeño sorbo, apenas dejando que el líquido se colara entre sus labios, sintiendo el sabor dulce en su boca y garganta, sin duda alguna esa bebida era más deliciosa que la cerveza, aunque al final le dejaba un sabor ligeramente fuerte por la fermentación que tenía, podía soportarlo sin problema alguno.

 

-          ¿Te gusto?

-          Sabe bien. – Fue la respuesta de Shuichi antes de darle otro pequeño sorbo, sintiendo la textura del líquido, las sensaciones que le causaba.

 

Esa bebida le recordó a Yuki, su forma de ser y su “relación” con él: dulce y agradable al inicio, llenando sus sentidos con ese suave sabor lleno de besos, caricias y palabras afables, pero que detrás de ello cubría un sabor fuerte que podía llegar a ser molesto, algo desagradable como abandono y soledad.

 

-          Y ¿Qué te trajo a este lejano reino? – Alex buscaba la manera de sacarle plática a Shuichi, después de todo, era esencial una amena conversación para lograr una conquista ¿no?

-          ¿Cómo se puede amar y odiar a una persona a la vez?

-          ¿Ehh? – Aquella pregunta tan fuera de lugar lo descolocó.

-          Desear odiarlo con toda tu alma, querer olvidarlo con toda la razón, buscar alejarte lo más que puedas de su presencia… y sin saber cómo, todo eso te lleva a amarlo más y más, hasta que tu corazón llora lágrimas de sangre.

-          No entiendo de que me hablas.

-          Me enamore de alguien que no ama.

-          …Bueno, eso es más común de lo que parece. – Dijo dando un trago a su bebida, sin importarle mucho lo que dijera el otro.

-          De alguien que está comprometido y que ama a su prometido.

-          Yo por eso no me enamoro. – Sonó frío e incluso cruel, pero ese era su lema. – Para que sufrir toda una vida cuando puedes disfrutar de muchas noches sin compromiso.

-          Yo no quise enamorarme. Todo se fue dando poco a poco… hasta que, sin darme cuenta, quede atrapado en su juego.

-          Mmmm…

-          Uno nunca sabe cuándo se va a enamorar; ni tampoco decide de quien hacerlo. Eso me aso a mí.

 

Shuichi se sentía mal, todo lo que hacía, cada paso que daba, cada pensamiento que tenía ¡Cualquier cosa! Le hacía recordar a Yuki; de una u otra forma su mundo ya giraba en torno a él.

Estaba confundido, burlado, triste. Se sentía en un pozo sin fondo. Quería gritar, correr, huir de ahí, expresar todos esos sentimientos de alguna manera. Necesitaba desahogarse. Y Alexandro – a falta de alguien más – estaba ahí para eso.

 

+-+-+-

 

Entro a la habitación de mala gana y con paso apresurado, apenas cruzo la puerta dio un portazo para cerrarla. Se llevo las manos al rostro y respiro hondo para calmarse mientras caminaba de un lado al otro de la habitación.

No podía creer que se enfureciera tan rápido y menos por ese simple caballero, aunque no podía evitarlo. La sangre le hervía cada vez que veía a Hiroshi; y esta vez – que estaba dispuesto a tragarse su orgullo – resultaba que era un inútil y no tenía información valiosa ¡Maldito Nakano del demonio! ¡¿Cómo se atrevía a desconocer el paradero de Shuichi?! ¡¡Que poco profesionalismo en su trabajo!! ¡¡IDIOTA!!

 

Sin embargo, era Shuichi de quien hablaba, un escapista de primera ¡Que si lo sabía! Era normal que de vez en cuando se desapareciera sin dejar rastro alguno. Como lo que ocurrió en Turandot cuando se escapo de la boda, o en Zahara cuando se fue a la ciudadela antes de la tormenta.

 

Pero de todas formas ¡Era su escudero! ¡¿Cómo podía ser tan inútil?! ¡Joder!

 

¡YA! ¡BASTA! Tenía que dejar de lado los celos que sentía por Hiroshi y se concentrarse para poder suponer donde estaba ese príncipe, eso era lo que tenía que hacer.

 

Cansado de dar vueltas como desesperado, se tiro de espaldas sobre la cama, sintiendo como rebotaba levemente sobre el mullido colchón. Cerró los ojos y respiró hondo para poder tener más oxigeno, tranquilizarse y poder usar su cerebro de forma coherente.

 

“Hace unos momentos lo vi salir junto a sus majestades, el príncipe Tatsuha  el rey Ryuichi; fueron a la cuidad”

 

Esos eran los únicos datos que tenía sobre el paradero de Shuichi.

Por lógica, si no estaban en palacio, estaban en la ciudadela, ya que NADIE atravesaba las murallas que rodeaban el reino durante las noches. Era una ley establecida desde hacía tanto que hasta un niño pequeño la conocía; y ni el idiota de Tatsuha se atrevía a desobedecerla, pues hacerlo era poner en riesgo la vida.

Eso recordaba su lugar de búsqueda, sin embargo, la ciudad era lo bastante grande como para pasar largas horas buscándolos sin la certeza de dar con ellos.

 

Debía acortar su lugar de búsqueda. ¿De qué mejor manera que pensar como lo hacían los tres “fugitivos”?

 

Shuichi: Era un niño y un curioso de primera, era seguro que querría conocer la ciudad de norte a sur, pero a esa hora de la noche no encontrarían nada que no fuera puertas cerradas.

Ryuichi: Sin duda alguna querría conocer el reino donde vivía su prometido, explorar todos los detalles de este, pero se encontraba con la misma disyuntiva ¿Qué podían ver a esa hora de la noche?

Tatsuha: En el debía estar el dato de su ubicación, después de todo conocía el lugar y sabía que podían encontrar en la ciudad a esa hora de la noche que resultará “interesante”.

 

-          Si yo fuera el idiota de mi hermano ¿A dónde llevaría a esos dos a esta hora? – Pensó en voz alta.

 

Tatsuha era joven – no es que él no lo fuera  – e impertinente. Siempre buscaba algo divertido – desde su punto de vista – y eso divertido normalmente se resumía a cosas de su edad y personalidad.

Su búsqueda se redujo de manera drástica y rápida. Sin duda alguna estarían en algún bar de Asgard, invitación que sin duda alguna haría Tatsuha, pero ¿En cuál de todos? Si se trataba de pensar como Tatsuha, solo había un lugar al cual habían ido.

 

-          La posada de los muertos. – Musito con desanimo tras su descubrimiento, como si ni siquiera le interesara.

 

Bueno, dar con ellos no había sido tan difícil como parecía, después de todo su hermano era muy fácil de entender; bastaba con tratarlo un día y conocer el reino para dar con él; era 100% seguro que esa era su ubicación exacta.

 

-          ¡¡…!! – De repente abrió los ojos con sorpresa, como si su mente hubiera reaccionado a algo que no había visto antes.

 

Se enderezó de la cama con brusquedad, sintiendo un leve mareo por el rápido movimiento pero restándole importancia. ¡No! Era imposible que Tatsuha los llevara a ese lugar. ¡¡Por Natura!! Era una taberna, ni siquiera su hermano podía ser tan inconsciente como para llevarlos ahí. ¿O sí?

¡Pero era Tatsuha! Tan imbécil como él solo ¡Que hiciera lo que quisiera con Ryuichi! Pero ¡¿Cómo se atrevía a llevar a Shuichi a ese lugar?!

 

-          ¡Lo matare! – Gruño al mismo tiempo que se ponía de pie, cogía la oscura capa que estaba sobre una silla y salía de ahí con paso apresurado.

 

+-+-+-

 

Suguru estaba sentado en su cama, cobijado hasta la cintura por las suaves colchas y leyendo un libro. La suave camisola que usaba para dormir era blanca y de manga larga.

Su habitación se sentía cálida gracias a la chimenea encendida, la cual le daba un tono naranja-rojizo a las paredes y doseles del lugar.

El silencio del lugar solo era roto por el suave crujido de la madera quemándose y por el sutil sonido del papel cada vez que el vizconde cambiaba de hoja.

Podía sentirse una gran tranquilidad en esa habitación; esa calma hacía que los hechos ocurridos horas atrás parecieran una mala pesadilla que nunca ocurrió.

 

Escuchó como alguien llamaba a su puerta con los nudillos, dos pequeños golpes secos pero tranquilos.

Cerró el libro y miro la puerta, tratando de adivinar quién era la persona que llamaba; sabía que no sería Eiri ¡Claro que no! Él no acostumbraba llamar a la puerta, simplemente se metía y ya. ¿El rey de Asgard? Tal vez, aunque le parecía extraño que fuera a esa hora, ya lo había ido a ver y habían platicado por unos minutos.

¿El príncipe Shuichi? A lo mejor, sabía que este quería ir a verlo y no lo había hecho aun, era probable que fuera él.

 

-          Adelante. – Dijo sin más, mientras dejaba el libro en el velador que estaba a un lado de su cama.

 

La puerta se mantuvo cerrada, como si la persona fuera de ella dudara en entrar; pero tras unos segundos, el picaporte giro y la puerta comenzó a moverse, dejando ver en aquella media luz al escolta personal de Shuichi.

 

-          ¿Caballero Nakano? – Pregunto al verlo. Miro rápidamente a los lados de Hiroshi, buscando al príncipe pero sin encontrarlo por ningún lado.

 

¿Qué hacia ahí y solo? Le extrañaba completamente aquello.  Trato de sacar alguna hipótesis de su presencia, pero no había alguna que pudiera explicar su presencia.

 

+-+-+-

 

Sus ojos estaban clavados en el vaso que sostenía con ambas manos, aunque en realidad no veía nada. Sus labios no dejaban de moverse contando los detalles de aquello.

 

-          Después de eso se acercó a mí y…. – Se sonrojó –…Y me beso. – Sus dedos acariciaban de forma sutil el vaso, demostrando que estaba un poco nervioso. – Yo no podía creerlo, porque está comprometido con Suguru, pero me sentía tan bien que, me olvide de todo y le correspondí.

 

Alexandro veía a Shuichi con algo de fastidio. En su cara se podía leer claramente un: “Si no estuvieras TAN jodidamente bueno, te dejaba hablando solo”.

Yya ni siquiera lo estaba escuchando, de hecho dejo de oírlo cuando dijo: Lo conocí en mi reino cuando… bla… bla… bla… bla… bla…

¿De qué hablaba? Buena pregunta

¿Qué cómo se llamaba? ¡Quién sabe!

¿De dónde era? ¡Ni idea!

¿Qué cómo lo conoció? ¡Que le importaba!

¿De qué reino venía Shuichi? ¡Su madre sabrá!

¡Cómo si a él le importara su vida sentimental!

 

¡¡Estupendo!! Él se había acercado a Shu porque buscaba pasar un momento divertido en la taberna y – quien sabe – con un poco de suerte llevarlo a la planta de arriba, o a la callejuela de al lado, o a alguna caballeriza, o incluso en el carruaje donde llego. El lugar no importaba, él hecho sí.

Él era así: Un hombre libre y sin compromiso que solo buscaba un buen rato en compañía de alguien.

 

¡¡Por Natura, Que se callara de una vez!!

 

-          Un juego. Eso es todo lo que soy para él. Una estúpida apuesta.

-          Bueno. – Dijo con desinterés y como si con eso diera por terminaba la plática - Espero que logres solucionar tu problema con…… él. – Sujetó su vaso y dejo de apoyarse en la barra. – Chao. – Añadió al mismo tiempo que le daba la espalda para alejarse.

-          ¡No, espera! No te vayas. – Le pidió Shuichi jalándolo del brazo para detenerlo. – Disculpa que te mortifique con todo esto…

-          ¿Mortificar? Sí, claro, ¡No sabes cuánto! – Pensó con sarcasmo.

-          Pero… es que… tú has sido la única persona que ha escuchado todo lo que quería decir… y…

-          ¿Escuchar? ¡Por favor! No escuche ni media palabra. – Alexandro seguía en sus pensamientos, sin prestarle mucha atención a Shuichi.

-          …no me dejes solo, por favor. – Insistió.

-           … - Alex suspiro con resignación.

 

Era un Casanova que nunca involucraba el corazón, eso no lo negaba; pero tampoco era tan cruel como para dejar a ese pobre chico llorando de amargura. No sabía cuál era la situación de su “mal de amores” ni le importaba, pero quizá podía alegrarlo un poco y hacer que se olvidará de eso. Y – quien sabe – tal vez después se le recompensaría.

 

-          Está bien, me quedo… - Dijo mirando al chico. – Pero a cambio de eso, no quiero verte triste.

-          ¿Eh?

-          Si lo que quieres es… dejar de sufrir. Te recomiendo que te relajes y lo olvides.

-          Lo mismo me dijo Ryuichi

-          ¿Ryuichi?

-          Mi hermano, ¿No lo recuerdas?

-          ¡Oh ya! – Le dio por su lado para evitar conflictos al verse descubierto de la falta de atención a su relato. – Lo siento, con tantos nombres me perdí.

-          Ahh…

-          Bueno ¿Qué te parece si hacemos algo divertido?

-          ¿Qué cosa?

-          Juguemos. – Respondió.

-          Jugar ¿A qué?

 

Alex solo sonrió de forma coqueta.

 

+-+-+-

 

Dentro de la habitación donde descansaba Suguru, los segundos pasaban de forma lenta y pesada en un silencio sepulcral.

 

Hiroshi esquivo la mirada levemente; ahora que ya estaba ahí, se arrepentía de haber ido. Si la moneda que había aventado le dijo: “No vas” ¡¿Por qué no le hizo caso a la suerte?! ¡¿Para qué diantres aventó la moneda si termino haciendo lo contrario!? No lo sabía, no tenía una explicación para ello, pero algo dentro de él le decía que sin importar lo que cayera, él terminaría por ir a verlo.

 

Miro de nuevo a Suguru, notando como este le veía fijamente, esperando a que dijera algo. Sabía que no podía quedarse callado, después de todo, era él quien había ido a buscarlo.

 

-          Buena noche, alteza. – Saludo formalmente, haciendo una pequeña reverencia.

-          Buena noche. – Respondió con educación sin dejar de mirarlo.

-          Me alegra saber que ha despertado y se encuentra bien.

-          Gracias.

 

Ninguno de los dos sonreía, por el contrario, estaban tan serio que aquello parecía una junta de negocios.

 

Hiroshi quería sonar tranquilo y al mismo tiempo sincero, pero no sabía si lo estaba logrando.

Suguru estaba acostumbrado a la hipocresía de algunos nobles, y conocía a Hiroshi tan poco, que no sabía que su preocupación era real.

 

Se quedaron en silencio por unos momentos; sin saber que decir. Se sentía una atmosfera pesada y tensa que les imposibilitaba respirar bien.

 

Hiroshi quería agradecerle por todo lo que había hecho por su príncipe, pero no sabía cómo hacerlo y sonar sincero; después de todo era rival de Shuichi, y una vez lo había retado para detener un duelo ¿se vería bien que le agradeciera y se disculpará después de todo lo ocurrido?

 

Suguru no tenía nada que decir, pero sabía que el otro sí; sin embargo este no hablaba y tampoco lo miraba ¿acaso esperaba a que fuera él quien dijera algo? Probablemente, después de todo tenía mayor rango en nobleza.

 

-          ¿Se le ofrece algo? – Pregunto de forma directa el vizconde, esperando no sonar grosero e impaciente.

-          Yo… - Musito suavemente; suspiro para armarse de valor. Después de todo, si había podido retarlo, podía agradecerle. – Yo quería agradecerle por haber salvado al príncipe Shuichi.

-          ……

-          Eso es algo que… que no hubiera esperado de usted

-          … - Entrecerró los ojos, molesto ¿Qué no lo esperaba de él? ¿Cómo podía decir eso si no lo conocía?

-          …Ya que ustedes dos son rivales; por eso pensé que… que usted… odiaba a su majestad.

-          … - ¿Odiar? ¿Acaso su actitud mostraba que odiará a Shuichi?

-          Jamás creí que haría algo como lo que hizo.

-          …… - ¡Ahora lo tachaba de malo, de inhumano!

-          Por eso. Le agradezco desde el fondo de mi corazón que salvará a mi príncipe. – Añadió haciendo una reverencia delante de él.

 

Silencio. No hubo repuesta inmediata por parte de Suguru.

¿En verdad había ido a agradecerle? Porque las palabras no fueron las más indicadas.

 

Hiroshi seguía inclinado, en espera de que el vizconde dijera algo, pero el silencio se prolongaba tanto que Nakano se sintió nervioso.

 

-          No hay algo que deba agradecer. – Dijo de forma tajante, demostrando que no está de buen humor.

 

Nakano lo miró con algo de extrañeza, sin duda alguna algo que dijo lo molesto.

 

-          El hecho de que estemos compitiendo por el compromiso con el príncipe Eiri, no significa que deba odiar a su majestad Shuichi. – Lo fulmino con la mirada. – O que yo sea una mala persona. – Casi escupió las palabras.

-          ¡Oh no! Yo nunca quise decir eso. – Hiroshi comprendió al momento el enojo del vizconde, sin duda había malinterpretado sus palabras.

-          Eso fue precisamente lo que dijo, caballero Nakano. – Se cruzó de brazos. - Que jamás espero que “yo” salvara a su majestad, y la causa de ello es porque somos rivales.

-          Yo no…

-          Dígame una cosa ¿En verdad cree que soy tan cruel como para dejarlo morir?

-          Me disculpo por utilizar mal mis palabras. Jamás fue intención ofenderlo de esa manera.

-          En ese caso ¿Qué es lo que realmente quiso decir?

-          … - Bajo la mirada. – En verdad estoy muy agradecido con usted.

-          Salvar su vida es algo que hice porque quise hacerlo, no para que alguien me agradeciera dicho acto. – Dijo de forma seca, como si diera fin a esa conversación.

 

Hiroshi lo miro con algo de sorpresa, aquellas palabras eran muy parecidas a las que Yuki le hubiera dicho en ocasiones pasadas cuando salvara a Shuichi. ¿Es que acaso todos los de Asgard actuaban de esa forman?

No lo sabía, pero sin duda alguna Suguru malinterpretaba sus palabras. Pensó en una forma de arreglar pero no se le ocurría nada. ¿Cómo demostrarle que sus intenciones eran ciertas?, ¡Demonios! Es joven era inteligente, necio, duro y desconfiado; aunque no lo culpaba ¿Cómo no serlo con lo que había vivido? ¿Cómo confiar en alguien a quien no conocía? ¿Qué decirle a alguien así?

 

Suguru lo miro fijamente, analizando su mirada, notando como Nakano no era capaz de decir nada, pero no era porque ni quisiera, sino porque no encontraba palabras adecuadas; se notaba claramente que quería arreglar aquello pero no sabía cómo.

 

Desvió la mirada hacia un lado, sin duda alguna había sido muy duro con él, pero no pudo evitarlo actuaba así siempre que se sentía ofendido, le molestaba que lo juzgaran sin conocerlo, pero tampoco iba a contarle su historia a todos para que sintieran lastima por él.

 

Si lo analizaba con calma, había exagerado las palabras de Nakano; se notaba claramente que este no buscaba ofenderlo, simplemente, no sabía cómo hablarle; tal vez se debía a la forma en la que se conocieron.

 

-          Me disculpo por ser grosero con usted; no era mi intención hacerlo sentir mal.

-          ¿Eh? – Volteo a mirarlo, desconcertado por el cambio de actitud de Fujisaki.

-          Con respecto a lo ocurrido hoy en el lago: No hay nada que agradecer, fue mi decisión.

-          …

-          Si bien es cierto que no medí el riesgo, me alegra saber que el príncipe Shuichi resulto ileso.

-          ……

-          En todo caso; el haberme lastimado fue culpa mí………

-          ¡¡No fue su culpa!! – Interrumpió de repente, apoyando las manos sobre la cama y mirando fijamente los ojos castaños de Suguru.

-          ¡¡…!!

 

Suguru lo miro con los ojos bien abiertos, incapaz de comprender de dónde venía aquella reacción tan febril. Nunca antes había visto que un caballero alzara la voz alguien de más rango… y sin embargo este lo había hecho sin más.

Hiroshi lo miraba fijamente, con mirada fija y molesta, demostrando que aquel modo de pensar lo enojaba.

Tras unos segundos se dio cuenta de lo que había hecho ¡¡Le levanto la voz a un noble!! Algo que no había hecho ni con Shuichi, con quien tenía mucha confianza.

 

-          M-me disculpo. No era mi intención.

-          …… - Suguru lo miro más tranquilo, y tras ello volvió el rostro para un lado.

-          P-pero… lo que usted dijo… no es verdad.

 

Suguru miraba la nada, analizando aquellas palabras. No era la primera persona que le llamaba la atención por ese modo de pensar tan negativo; pero era difícil pensar de otra manera cuando toda tu vida has pensado así.

 

-          No puede decir que no es verdad cuando no me conoce. – Musito apretando los puños. – Usted no sabe nada sobre ni. – Añadió. - Ni entiende mi situación. – Esto último lo pensó.

-          Es verdad que no lo conozco, pero sé que usted salvo a su majestad porque es buena persona.

-          … - ¿Buena persona? ¿Desde cuándo estaba eso en punto de discusión?

-          Que su padre piense así de usted no quiere decir que tenga razón, porque… ¡¡……!! – Entonces se quedo callado, dándose cuenta de lo que había hablado de más.

 

Suguru lo miro aún más sorprendido esta vez. ¿Qué sabía ese caballero de su pasado? ¿Del trato de su padre para con él? ¿Cómo se enteró?

Eso era algo que solo sabían personas de mucha confianza, las cuales eran menos de 10.

Afiló la mirada sin quitarla de Nakano, atemorizando un poco al caballero, quien no espero que unos ojos tan grandes pudieran tener una mirada tan fría como la del príncipe Yuki.

 

-          ¿Qué sabe de mi relación con mí padre?

-          …… - Esquivo la mirada para un lado ¡Mierda! Era claro que le iba a preguntar y también que se enojara porque alguien ajeno a su persona supiera cosas tan delicadas de él.

-          Responda. – Ordeno

-          Su… - Musito sin saber que decir ni cómo hacerlo.

-          ¡Ahora! - Presionó

-          Su padre estuvo aquí, en el palacio. – Lo dijo sin pensar, soltando las primeras palabras que vinieron a la cabeza.

-          …… – Bajo el rostro para que sus cabellos cubrieran sus ojos. – ¿Sabe lo que sucedió?

-          Si.

-          ¿Quién hablo con él?

-          Su majestad del rey, su majestad Eiri y su alteza Tohma.

 

Suguru no sabía si debía hacer la siguiente pregunta, temía la respuesta de esta, pero necesitaba saberlo.

 

-          ¿vi… vino a verme? – Apenas un murmullo

 

Nakano tardo unos momentos en responder, el tono de Fujisaki se notaba dolido, pero era necesario darle la resolución.

 

-          …no.

 

El silencio se formo por unos segundos, momentos en los que Hiroshi pudo apreciar claramente como las manos del vizconde presionaban con fuerza las frazadas; era palpable su dolor, lo mucho que le lastimaba el rechazo que recibía de su padre y lo triste que estaba a causa de esto.

Todo lo que hacía para ser perfecto ante los ojos de su padre, y este simplemente lo ignoraba. Hiroshi se sintió mal por él; no era lastima lo que le causaba sino una indignación al ver que alguien que tanto se esforzaba y no avanzaba en absoluto.

 

Suguru se tragaba sus lágrimas; le dolía saber que su padre había enterado de su condición y que no le importaba. ¡Claro! Mejor para él si moría; así demostraría que “su hijo” era solo un asqueroso monstruo sin importancia al que no se había que llorar. Si moría, que lo hiciera como lo que era: un gran nada.

Sintió una desagradable opresión en el pecho que le hizo respirar de manera honda para tratar de aminorar la molestia, pero aquello no funcionó de nada; la soledad y la tristeza ya estaban tatuadas en su alma.

 

-          Me disculpo por mí atrevimiento de escuchar sobre su pasado.  – Nakano hablo de pronto, sacando al vizconde de sus pensamientos, quien no dijo nada ante las palabras de este. – Y… lamento mucho lo que sucedió con su padre.

-          No importa. – Respondió sin levantar la mirada. – Eso ya no importa. - Añadió

 

Claro que le importaba, pero no quería hablar de ello, mucho menos que lo afectara más de lo que ya lo hacía.

 

Hiroshi no hacía más que mirar al vizconde, quería decirle algo para animarlo, pero no sabía que, aquella situación era demasiado difícil para él; temía que de nuevo sus palabras fueran mal interpretadas ¿Qué debía hacer? No, más bien ¿Qué hacía ahí si ya no tenía por qué estar? Había dicho lo que tenía que decir, era hora de retirarse.

Tal vez Suguru quería estar solo para reflexionar sobre su relación con su padre y él solo estaba estorbando.

Pero irse después de lo dicho era algo cruel, como si no le importará.

¿Qué debía hacer?

 

No podía dejarlo a la suerte esta vez, pero ¿De qué le servía arrojar una moneda si de todas maneras no hacia lo que esta le dictaba?

 

¡Tonterías! No tenía nada que hacer ahí. Le dio su agradecimiento a Suguru; y su relación con su padre no era de su incumbencia. Hora de irse.

 

-          Altez…

-          ¿Cómo es Turandot? – Interrumpió de pronto Fujisaki

-          ¿Eh? – A Nakano lo extraño esa pregunta tan repentina y fuera de lugar.

-          Podría decirme ¿cómo es Turandot? – Repitió la pregunta al mismo tiempo que lo miraba.

-          ¿Tu-Turandot?

-          Si, Turandot. Su país natal.

 

¿De qué estaba hablando? ¿Por qué de buenas a primeras le preguntaba por su país? ¿Qué tenía ese chico en la cabeza?

Pudo ver como Suguru abrazaba sus piernas con sus brazos y apoyaba levemente la cabeza entre sus rodillas, mientras lo miraba con sus grandes ojos marrones, mientras le pedía en silencio respuestas a su pregunta.

No podía negar que Fujisaki se veía lindo y tierno en esa posición.

Las mejillas se le tiñeron de carmín y la vergüenza de apoderó de él ¡¿Qué estaba pensando?! ¿Cómo podía encontrarlo “lindo”? ¡Por Natura! Era el rival de Shuichi y el prometido del príncipe Yuki ¡¡Era un noble!! ¡¡IDIOTA!!

 

No sabía porque su corazón se aceleraba levemente ante aquella imagen tan tierna; tal vez se debía a que el vizconde reflejaba la inocencia que tiene un niño pequeño cuando su madre va a contarle un cuento antes de dormir. ¿Alguna vez le habían contado una historia para dormir? Sintió como su pecho se comprimía ante ese pensamiento mientras recordaba lo que su alteza Mika les había contado aquel día sobre la vida de Suguru.

Levanto levemente la mirada y pudo ver aquellos grandes ojos que miraban expectantes, ansiosos por escuchar aquel relato como niño e insistirle con un: “anda, cuenta… cuenta”

Bajo de nuevo el rostro, sin ser capaz de sostenerle la mirada, se sentía extraño en esa situación, cautivado por esos ojos marrón que ocultaban una mezcla de sentimientos comprimidos, de emociones que le habían sido censuradas desde su nacimiento.

 

“Es solo un chico al que le robaron la inocencia de la niñez de una forma muy cruel y agónica”

 

De nuevo la voz de Mika en su cabeza, recordándole todo aquello que Suguru quiso tener y le fue arrebatado.

 

-          Y bien… – Dijo de nuevo el vizconde, sacándolo de sus pensamientos. - ¿Puede hablarme sobre Turandot?

-          ¿Po-por qué quiere saberlo? – Se atrevió a preguntar, más que nada para poder poner orden a sus ideas.

-          Se me hace fascinante la cultura de Turandot.

-          …

-          Lamentablemente nunca he podido salir de Asgard y quién sabe si algún día pueda hacerlo.

-          Pero usted es el prometido del príncipe Yuki. Es seguro que cuando él deba ir a algún país usted lo acompañe.

-          … - Suguru lo miro por unos segundos y tras ello sonrió con un deje de melancolía. – Si… cuando me case. – Añadió.

 

Hiroshi notó aquella reacción tan extraña ¿Por qué se ponía triste? ¿Acaso su relación estaba pasando por un momento difícil? Tal vez si, después de todo Shuichi había llegado antes de la boda – por invitación – y había causado una serie de duelos. ¿Será que Shuichi había logrado remover algo en Eiri? Después de todo: Donde hubo fuego, cenizas quedan.

 

-          Pero no es lo mismo ver un país siendo visita que viviendo en él. – Dijo de pronto el vizconde ¿Es qué ese chico cambiaba el tema cuando tocaban una fibra sensible? - Por eso me gustaría que me platicará sobre su reino, caballero Nakano.

 

Pensó por unos momentos ¿Debía contarle sobre su reino? ¿Por qué no? No tenía nada de malo que un extranjero tuviera algunos detalles de su país. Pero ¿Qué podía decirle? Él no era una persona extremadamente culta que tuviera conociera la historia de Turandot de pies a cabeza. ¡Vamos sus conocimientos eran básicos comparados con los que podrían saciar la curiosidad Suguru!

Dudo por algunos segundos en su respuesta, pensando en cómo salvarse de ese momento.

Un: “no es la gran cosa” era menospreciar a su país.

Un “No sé mucho de él” lo haría sonar ignorante de su reino.

Un: “No quiero hablar de ello” lo haría parecer un desertor.

Un: “No quiero contarle” Era extremadamente grosero.

Un: “Por el momento no sé qué decirle, otro día podemos hablar sobre ello” podría ser una respuesta menos grosera y evasiva del tema ¿Por qué no usarla?

 

Abrió la boca, dispuesto a dar su negativa a esa petición.

 

-          No… - Susurro mientras terminaba de acomodar las palabras en su cabeza.

-          … - Los ojos de Suguru se abrieron levemente, como si supiera que este se negaría a contarle.

 

“Papi ¿Me lees un cuento para dormir?”

“Los cuentos son para débiles, vete a la cama de una vez”

 

Hiroshi sintió que  negarse sería hacerle lo mismo que toda su vida le había hecho su padre: rechazarlo.

¿Qué cara pondría Suguru ante una negativa? ¿A ver que alguien – además de su padre – también le negaba una pequeña petición?

No quería hacer eso, no quería ver como esos ojos entusiasmados se ensombrecían ante una negativa más.

 

-          …No sé cómo empezar. – Corrigió su frase casi sin darse cuenta.

-          Ah no importa. – Dijo mientras bajaba el rostro y sonreía de manera cortés a pesar de notarse que no quería sonreír. – Disculpe si fui atrevido al preguntar algo así. No tiene que decirme nada si no quiere.

 

¡Mierda! Ahí estaba ese semblante que no quería ver, ahí estaba esa negativa que, aunque quiso corregir, Suguru comprendió claramente, ahí estaba esa respuesta que, probablemente, le había dicho a su padre después de que este le negara algún momento juntos.

Pero esta vez no era su padre quien lo estaba lastimando, sino él; quien se sentía peor que basura al no concederle algo tan sencillo.

 

-          No tiene porque disculparse. – Dijo de pronto.  – Y no es ninguna molesta para mí el contarle sobre Turandot.

-          ……

-          Pero la pregunta fue muy repentina y por eso no sé por dónde empezar.

-          … - Suguru lo miró. - ¿En verdad quiere contarme sobre su reino?

-          … - Nakano hizo una ligera reverencia. – Me sentiré alagado de ser quien pueda proporcionarle la información que desea.

 

¿Por qué no contarle? ¿Por qué no darle algo que quería? ¿Por qué no hacerlo feliz por unos momentos? ¿Por qué no hacerle olvidar lo mal que se sintió con lo que recordó de su padre? ¿Por qué no pagarle con algo el haber salvado a Shuichi?

Se enderezó, parándose lo más derecho que podía y abriendo la boca para comenzar con su narración.

 

-          Bueno… Turandot es un reino de clima tropical, ubicado al este de…

-          No quiero los datos geográficos, climáticos ni históricos. Eso lo conozco de memoria. – Interrumpió Suguru con un ligero mohín en la boca.

-          Entonces ¿Qué es lo que quiere saber?

-          … -Fujisaki pensó por unos segundos, mirando hacia un costado como si buscará acomodar sus palabras. – Quiero saber: ¿Cómo es la gente? ¿Qué clase de modismos usan? ¿Qué hacen las familias cuando se reúnen a cenar? ¿Cómo se divierten? ¿Qué hacen en un día cualquiera? ¿Cómo celebran las fiestas? ¿A qué juegan los niños? ¿De qué platican en las sobremesas? ¿Cómo en la vida diaria en el reino? ¿Ha pescado alguna vez? ¿Cómo se hace? ¿Qué se siente al caminar por las calles? ¿La gente es agradable?……

 

Las preguntas continuaron una tras otra, como una lluvia interminable de cuestionamientos extraños, todo lo que Suguru preguntaba era datos que no se podían obtener de los libros ni de los pergaminos; lo que quería saber eran cosas que se veían y aprendían con el día a día. Cosas que a cualquier persona le podían parecer absurdas, Suguru las preguntaba como si fuera lo más interesante de toda Gaia.

Era tanto el entusiasmo que Fujisaki ponía en esas preguntas, que Hiroshi no pudo evitar mirarlo con sorpresa.

 

-          ¿Sucede algo? – Preguntó Suguru con extrañeza al notarlo tan perdido por su petición.

-          Ah… No, nada. Solo me sorprendieron sus preguntas

-          ¿Por qué? ¿Están mal empleadas? ¿No puede proporcionarme esa información?

-          No… no es eso.

-          ¿Entonces?

-          … - Esquivo levemente la mirada. – No esperaba que quisiera saber ese tipo de cosas.

-          ¿Eh? ¿Por qué?

-          Bueno, para muchos esas son situaciones irrelevantes.

-          Lo que pregunto son situaciones de la vida diaria. – Corrigió Suguru, como si la palabra “irrelevante” le molestara o estuviera mal empleada. – Si bien es cierto que se consideran cuestiones triviales y que por ello no se redactan en los pergaminos, a mi me interesa saberlos, ya que es la mejor manera de comprender una cultura.

 

Esa respuesta tan correcta y estudiada fue una salida por la tangente. Y Nakano no era tan idiota como para no saberlo.

Desde que le planteará todas esas preguntas con esas ansias poco ocultas, descubrió que lo que Suguru quería saber no sobre la cultura a trasfondo de un país, Fujisaki quería saber que era una familia, deseaba conocer de que se le había privado y disfrutar – de forma indirecta – la calidez que se podía tener al saberse querido.

 

-          Será un relato largo.

-          Es una larga noche. – Respondió con tranquilidad. – Tome asiento, así estará más cómodo.

-          Es muy amable, su alteza. – Nakano se sentó en la silla que estaba a un lado de la cama, y tras ello miro a chico en la cama, quien, sin decir nada, seguía esperando a que Hiroshi se animará a hablar. – El país es un lugar tranquilo, desde que llega a la ciudadela, puede sentirse como si se fuera parte de ese lugar; la gente es cálida y amigable………

 

Comenzó el relato, en ocasiones se ayudaba de sus manos para tratar de representar algo que no sabía bien cómo explicar, pero notando que el chico lo comprendía sin problema alguno.

Suguru lo miraba y escuchaba atento, maravillándose cada vez más por aquel país al que tanto quería ir, interrumpiendo una que otra vez cuando algo no le quedaba del todo claro, solo para después volver a guardar silencio y dejar que el caballero continuará con su relato.

 

Las flamas hondeaban sutilmente dentro de la chimenea, la madera tronaba en ocasiones y dejaba salir pequeñas chispas, mientras que el calor del fuego hacía que la alcoba se snitniera acogedora.

Las sombras de la habitación se proyectaban en las paredes de forma juguetona, pero aquello no importaba a las dos personas que estaban en la alcoba. Ambos ya estaban interesados en aquel relato.

 

+-+-+-

 

Bajo del caballo mucho antes de que este terminara de detenerse, la capa que traía puesta se movió de forma elegante, dejando ver levemente su ropa bajo ella, mientras que la capucha solo reflejo algunos mechones rubios de su cabello.

Se acerco con pasos seguros al comedero y “amaro” su caballo con dos simples vueltas sobre el madero. No tenía porque asegurarlo más, ese animal no se movía a menos que él lo ordenase; y nadie era tan estúpidamente osado como para intentar robarle el caballo, después de todo, ese animal blanco era inconfundible.

 

Con la mirada busco el carruaje o algo que le demostrara que ellos estaban ahí, pero no encontró nada.

 

-          Ese idiota los trajo a escondidas. – Musito molesto.

 

Camino por el costado de la taberna, pero su andar se detuvo al llegar a una ventana y ver dentro del lugar. Sus puños se apretaron con fuerza y en sus labios se formo una línea recta. ¡Lo que le faltaba para rematar su día!

 

+-+-+-

 

Shuichi y Alexandro seguían en la barra; pero esta vez reirán divertidos, como si toda pena hubiera sido borrada de la mente y el corazón del príncipe.

 

-          ¿En verdad? – Pregunto Shuichi incrédulo de lo que le contaba Alex.

-          Lo juro. – Respondió el otro mientras levantaba la mano derecha para demostrar que su palabra era verídica.

-          No lo puedo creer… jajajaja……

-          Lo hubieras visto. Corriendo con los pantalones debajo mientras gritaba “socorro” “socorro” ¡Valiente soldado! Apenas y podía andar.

-          Jajajaja… ¡Qué buena broma!

-          Desde entonces no toma ni una gota de alcohol.

-          Jajajajaja….

 

Alex había estado todo ese tiempo contándole historias graciosas de algunos conocidos suyos. Esa fue la mejor manera que encontró para animar a Shuichi, pues se dio cuenta de que este era nefasto jugando baraja y dados. Ahora un divertido Shuichi – con 5 methelglin en el estomago – no paraba de reír mientras se apoyaba un poco en el hombro de Alex, quien lo abrazaba levemente del hombro.

Shuichi, tenía las mejillas rojas y la mirada vidriosa; su temperatura corporal había aumentado un poco debido al alchol en las venas y al mismo calor del lugar; su lengua se arrastraba levemente entre palabra y palabra y le costaba un poco de trabajo coordinar sus movimientos correctamente. No estaba completamente ebrio pero era claro que él y el licor no eran buenos amigos.

 

Las penas que sentía por Yuki habían quedado en algún rincón de su mente, olvidadas por el momento. No le cabía duda de que su nuevo amigo Alex era extraordinario para amenizarle los momentos más tristes.

 

-          Quiero otra de estas cosas – Pidió Shuichi mientras agitaba un vaso. Ni sabía cómo se llamaba la bebida, pero estaba deliciosa.

-          Claro. – Dijo antes de tronar los dedos para que el cantinero se acercará. – Tráele otra. – Dijo sin siquiera mirar al cantinero.

-          Disculpe, señor. Pero no creo que este joven deba beber más. – Fue la clara respuesta del hombre, quien podía darse cuenta del estado de Shuichi.

-          … - Alex le miro desafiantemente, dándole a entender que no había pedido su opinión.

-          … - Aquel hombre lo miro por unos segundos y tras ello bajo el rostro de manera sumisa. – Como ordene. – Dijo antes de retirarse y preparar la bebida.

-          Alex… - Musito de pronto Shuichi, quien ni se enteró de aquel pequeño contratiempo.

-          ¿Sí? – Dijo de forma galante, notando como el aroma del cabello de Shuichi llegaba hasta su nariz, sin duda alguna ese chico olía maravilloso.

-          Gra… hip… gracias…

-          … - Le causo un poco de gracia que el chico tuviera hipo, no era algo sensual, pero sin duda se veía curiosamente tierno en él. – ¿Por?

-          Por…… hipp… por estar conmigo… hipp en estos mo… hipp… momentos. – Le dijo mientras lo miraba con sus grandes y brillantes ojos color violeta.

-          … - Alexandro lo miro por unos segundos y tras ello sonrió. – No tienes nada que agradecer, Shu. – Dijo mientras tomaba aquel rostro entre sus manos y pegaba su frente a la del menor, haciendo que la distancia entre ellos fuera minúscula.

-          Yo…hipp… quisiera pagártelo de… hipp… de alguna for… hipp… ma…hipp.

-          Tu sonrisa es mi mejor pago.

 

Shu lo miro por unos segundos, aquellas palabras eran muy dulces y acogedoras en esos momentos.

No pudo evitar sonreír de forma tímida y agradable. Inconsciente de que Alex estaba flirteando con él.

 

El cantinero se acerco y dejo un nuevo vaso para Shu. Se alejo mientras negaba con la cabeza, sabiendo que aquel chico solo se aprovechando de ese mocoso. ¿Por qué dejaban salir a jóvenes tan inexpertos? Pero eso no era responsabilidad suya.

 

-          Brindemos por esta grata velada. – Animo Alex mientras se alejaba un poco de Shuichi, acariciando levemente su mejilla con las yemas de sus dedos.

-          ¡Sí! – Dijo Shu tomando su vaso. - ¡Salud! – Lo levanto con energía, meciéndose levemente hacia atrás y siendo sostenido por Alex para que no se cayera.

-          Jajaja…Salud.- Fue su respuesta mientras veía como Shuichi se empinaba el vaso completo. – Oye, espera… vas muy rápido… hey.

 

Pero Shuichi ni lo escuchaba mientras tomaba lo más que podía de ese vaso, hasta dejar menos de un cuarto de él.

 

-          Ahhh… - Exclamo tras beber, sintiéndose feliz y  ligeramente mareado

-          ¡Salud! – Dijo Alex un poco sorprendido al ver el gran trago que le dio. Aunque gracias a eso se le quito el hipo.

-          ¡Qué bien sabe esto! – Dijo con la intención de terminarse el contenido del vaso.

-          ¿Puedo unirme a la celebración? – Esa fría voz congelo a Shu justo cuando se llevaba la bebida a la boca.

 

Conocía perfectamente la voz de la persona que había hablado. Sabía quién estaba parado atrás de él. Su corazón retumbo dentro de su caja torácica, el color de fue de su rostro y olvido como respirar.

¿Qué hacía ahí?

 

+-+-+-

 

Sus manos hacían fuerza para bajar la de su contrincante, podía notarse como sus músculos se ponían rígidos por la fuerza empleada.

 

-          ¡Vamos, tú puedes Tat! – Animaba un entusiasmado Ryuichi mientras veía el esfuerzo que hacía su prometido por ganar esa competencia.

 

Tatsuha no dejaba de hacer esfuerzos sobrehumanos por ganarle a su oponente quien no se dejaría vencer, aún cuando Tatsuha fuera el delfín de su reino. Además, el mismo se lo había pedido: “Una competencia sin favoritismo”.

Desvió la mirada por un segundo, mirando a su prometido. Debía ganar ¡Tenía que ganar! No por él, no por su orgullo; Por Ryuichi, debía demostrarle lo fuerte y bueno que era en todo lo que se propina; demostrarle que era digno de ser el rey de Turandot; que podía protegerlo si algo malo se le presentaba.

 

-          ¡Joder! – Gruño al ver que esa pequeña distracción le quito valiosos centímetros, ahora su brazo estaba inclinado a un ángulo de 45º. Si seguí así terminaría por perder. – No, no puedo perder… no delante de él. – Pensó.

 

Apretó los dientes con fuerza, concentrando toda su fuerza en esa extremidad, tenía que ganar el espacio perdido. ¡Debía vencerlo!

 

-          Que fuerza tiene. – Gruño su oponente mientras sentía como su mano retrocedía el avance ganado.

 

Tardaron varios segundos en quedar de nuevo en el centro, para luego ver como Tatsuha ganaba terreno, mientras su contrincante solo veía impotente como empezaba a perder ese duelo.

 

-          No, no, no ¡No! – Se gritaba a sí mismo  mientras daba más fuerza a su brazo, pero nada podía hacer contra Tatsuha, quien logro chocar la mano de su oponente contra la madera de la mesa.

-          ¡Gane!

-          ¡Maldita sea!

-          ¡¡Tatsuha, eres genial!! – Grito Ryuichi abrazando por la espalda a su prometido.

-          Lo hice por ti, honey. – Respondió Tat acariciando la mejilla de su prometido con el dorso de sus dedos, sintiendo como sus mejillas quedaban pegadas y como los delgados brazos de Ryu se aferraban a su pecho.

 

Por unos momentos tuvo la intención de girar el rostro y robarle un beso al rey, pero sabía que si lo hacía no podría detenerse y entonces buscaría mayor contacto con él, después de todo, tenía la adrenalina arriba por la competencia.

Bueno, ya tendría su recompensa regresando a palacio.

 

-          ¡¿Verdad que estuvo fabuloso, Shu-chan?! – Ryuichi volteo hacia un lado en busca de su hermano. - ¡¿Eh?! ¿Shuichi? – Esta vez giro el rostro para todos lados, pero sin encontrar a su hermano.

-          ¿Qué sucede?

-          No veo a mi hermano. – Respondió mientras soltaba a Tatsuha

-          ¿No? Qué raro, juraría que lo había visto hace poco.

 

Ese “hace poco” tenía aproximadamente una hora – minutos más, minutos menos – pero ninguno de los dos se había dado cuenta por estar inmersos en aquellas competencias.

 

-          ¿Habrá vuelto a la barra? – Pregunto Ryuichi.

-          Tal vez. – Fue la respuesta de Tatsuha mientras se levantaba de la silla.

-          Majestad ¡Deme la revancha! – Pidió el hombre con el que había competido.

-          Será otro día, Ferio. Ahora no puedo. – Tatsuha fue cortés en su respuesta, pero sin dejar lugar a reclamos.

-          Comprendo, majestad. La esperaré con ansia.  – Dijo el hombre antes de hacer una pequeña reverencia al ver que Tatsuha se abría paso entre la gente junto con Ryuichi.

 

Esta vez no les costó trabajo salir, y no porque fuera más fácil salir que entrar; sino porque se habían metido a la fuerza y sin revelar quienes eran, ahora que sabían de quienes se trataban, abrieron un pequeño camino para darles paso.

Pero en cuanto sucedió eso, la voz de Shuichi los alerto.

 

-          ¡¿A ti que te pasa?!

-          ¡Shuichi! – Dijeron los dos al mismo tiempo, acelerando el paso para salir de ahí.

 

Pero al hacerlo se quedaron parados, mirando a las tres personas que estaban en la barra.

 

-          Oh no… habrá problemas. – Musito Tatsuha preocupado al ver la escena pero sin acercarse.

-          ¡Shu! – Dijo Ryu asustado y tratando de ir hacia allá pero Tatsuha lo sujeto de los hombros, impidiendo que se acercará. - ¿Qué pasa? Tatsuha, suéltame.

-          Será mejor que no te metas, Ryuichi.

-          ¡…! – Sakuma se extraño, su prometido casi nunca usaba su nombre completo, no a menos que fuera algo serio.

 

+-+-+-

 

Shuichi volteo el rostro lentamente para ver a la persona que estaba detrás de él, encontrándose con un hombre alto que cubría su rostro bajo una capucha negra y su cuerpo bajo la capa del mismo color. Era imposible ver quién era, pero la voz era inconfundible.

 

Alex miro al recién llegado sin expresión alguna en el rostro, pero no era ningún tonto y sabía que ese sujeto:

1: Conocía a Shuichi, por la expresión que este puso en su rostro.

2: Le quería “quitar” su conquista del día.

 

Entrecerró los ojos molesto ¡Qué maldito! Con el trabajo que le estaba costando ese chico y los sobreesfuerzos que estaba haciendo. No iba a dejar que todo esto se fuera al diablo ¡Ni loco!

Lo miro de arriba abajo, no podía verlo bien, pero con lo que observaba se daba cuenta de que aquel hombre era un guerrero que podía pelear perfectamente bien. Un momento ¿Sería el famoso sujeto del que Shuichi estaba enamorado? Tal vez pero eso en realidad no le importaba.

 

-          Yuki… - Fue un susurro que ni él mismo pudo escuchar.

 

Shuichi no cabía en su sorpresa. ¿Por qué estaba ahí? Con el trabajo que le costó pensar en otras cosas. ¿Acaso no debía cuidar de su prometido? Suguru estaba herido ¡Tenía que estar a su lado! Como las veces que estuvo a su lado cuando él lo necesito.

Quería decir algo, pero ni una sola idea coherente llegaba a su mente, ni una sola palabra se formaba en su garganta.

 

Eiri se mantenía parado con su porte elegante y altanero, mirando con enojo a Shuichi y su acompañante, pero sin que esta mirada fuera rebelada gracias a la capucha. Sus puños permanecían apretados y sus labios en una línea recta.

 

Los había visto desde la ventana; se veían alegres y MUY cercanos, algo que no le agrado en absoluto. ¿Quién era ese sujeto capaz de arrancar esas divertidas carcajadas de labios de Shuichi? ¿Cómo podía Shu reír tan abiertamente con un “perfecto” desconocido? ¿Qué no se supone que estaba deprimido por Suguru? Además ¡¿Por qué se atrevía a abrazarlo?! ¡¡¿Con permiso de quien se le acercaba de esa manera?!! ¡¡¿QUIÉN LE DIJO QUE PODÍA TOCARLO?!! ¡¡MIRARLO, SIQUIERA!!

 

Respiro hondo para calmarse y no darle un fuerte puñetazo a ese sujeto, no quería empezar una pelear, pero si iba a sacar a Shuichi de ahí.

Sin pensarlo siquiera, sujeto la muñeca del príncipe de Turandot y lo jaló levemente, haciendo que Shu se levantara de su asiento y se acercara dos pasos hacia él.

 

-          Ven. – Fue lo único que dijo antes de caminar hacia la salida.

 

Fue entonces que Shuichi reaccionó. ¿Cómo que “ven”? ¿Con él? ¿A dónde? ¿Por qué? ¿Para qué? ¡¿Quién  era él para darle órdenes?!

 

El hombre que jugaba con él: seduciéndolo, dejándolo, besándolo, botándolo. Ese sujeto se lo estaba llevando de ahí solo porque se le daba la gana ¡¿Con que derecho?!

 

El alcohol en sus venas le calentó la cabeza más de lo que ya la tenía; todo el tumulto de emociones lo hicieron enojar y sacar ese lado agresivo que pocas veces mostraba. Se detuvo en seco y jalo su brazo, haciendo que Yuki lo soltará por el repentino movimiento.

 

-          ¡¿Y a ti que te pasa?! – Le gruño enojado.

-          …… - Eiri no dijo nada mientras lo miraba.

 

No era la primera vez que veía a Shuichi enojado, pero esta vez había algo diferente en él. ¿Qué era? No tenía la más remota idea.

 

-          ¿Qué no vez que estoy ocupado? ¡Déjame tranquilo! – Le ordeno dándole la espalda de mala manera, pero aquel movimiento rápido le provoco un leve mareo que pudo “disimular” sujetándose de la mesa.

 

Eiri se movió discretamente ante el ligero desequilibrio de Shuichi, peor se quedo en su lugar al ver que esto fue solo pasajero. Con eso resolvió su duda anterior, algo que no podía creer: Shuichi estaba ebrio.

Era la primera vez que lo veía tomado pero también era notorio en sus rasgos: Las mejillas encendidas, los ojos vidriosos e inyectados en rojo, su lengua se arrastraba un poco al hablar y ese mareo demostraba que no sabía cómo pararse correctamente. Además, estaba avalentado por el licor.

 

En cualquier otro momento habría encontrado esto curioso y divertido, dándole picones al chico para hacerlo enojar, pero en ese momento la cosa era diferente y no tenía ganas de “jugar” con él; quería llevárselo a palacio y eso iba a hacer.

 

-          ¿En que estábamos, Alex? – Dijo de pronto Shuichi a su acompañante, ignorando temerariamente a Yuki.

 

Aquello molesto de sobremanera a Eiri ¡¿Cómo se atrevía ese crío a gritarle de esa manera?!  ¡A ignorarlo! ¿Con quién creía que estaba tratando? Maldito mocoso del demonio, le iba a demostrar que a él nadie lo humillaba.

Sin pensarlo siquiera, volvió a tomar a Shu del brazo y jalo sin mucha consideración, haciendo que volteará bruscamente.

Shuichi giro vertiginosamente, sintiendo como el piso se movía bajo los pies y su punto de equilibrio se desvanecía, no lo pensó cuando apoyo la mano en donde sea que fuera para evitar caer, sin darse cuenta que estaba sobre el pecho de Yuki. Cerró los ojos, sintiendo como todo daba vueltas y no se detenía, algo sin duda molesto.

Eiri se preocupó por eso y se sintió culpable al darse cuenta que no había medido su fuerza; colocó su mano libre sobre el hombro de Shu para tratar de darle un poco más de estabilidad, notando como el chico se llevaba una mano a la frente para tratar de calmar ese mareo.

 

-          ¿Estás mejor? – Le pregunto Yuki a Shu.

-          …… - Pero este no respondió, estaba más concentrado en dejar de sentirse mareado que en cualquier palabra.

-          Torpe. – Musito molesto mientras lo empezaba a soltar un poco para ver si ya podía sostenerse por sí mismo. – Es hora de regresar.

-          Noo… - Murmuro Shu mientras abría los ojos. Por unos momentos su vista se volvió borrosa, pero pocos segundos, y tras pestañear varias veces, volvió a ver nítidamente.

-          No te pregunte si querías irte, te dije que: nos vamos.

-          Y yo te dije que no. – Le respondió Shuichi mientras retrocedía dos pasó.

-          Estás tomado. – No era una pregunta sino una afirmación.

-          ¡No lo estoy!

-          Claro que lo estás

-          ¿Y a ti que te importa? – Dijo sujetando su vaso para darle un nuevo trago, demostrando con esto que ya no era un niño.

-          Ya deja eso. – Le regaño Eiri quitándole el vaso de la mano de mala manera.

-          ¡Dámelo! – Shuichi se acerco, moviendo sus manos para tratar de alcanzar su vaso.

-          Ya deja eso – Con su mano libre puso distancia entre él y Shuichi mientras dejaba el vaso sobre la barra con un golpe sordo y fuerte, haciendo que el poco líquido que quedaba en él se agitara en su interior. – No vamos.

-          ¡Que no!

-          No te lo pregunte. – Dijo sujetándolo de la mano y jalando de él.

-          ¡Suéltame!

-          ¡No!

-          Te está diciendo que lo dejes – Alex intervino en la discusión, parándose de su lugar mirando al otro con enojo, como si dijera: “Tiene quien lo defienda”.

 

Si bien esa disputa no era suya, no dejaba der ser un enfrentamiento que demostraría lo valiente que era al defender a alguien como Shuichi de ese acosador que no lo dejaba tranquilo.

 

-          Tú no te metas. – Le ordeno Yuki sin más.

-          Me meto si se me da la gana. – Respondió para después tomar a Shuichi de los hombros. –Él ya dijo que se queda conmigo.

-          Te dije que no te metieras. – Gruño Yuki mientras sentía su sangre hervir ¡¿De dónde tanta confianza para sujetar de esa forma a Shuichi?!

-          Déjalo en paz. – Insistió.

-          ¿Si no qué? – Retó Eiri.

-          No trates de provocarme.

-          Eres tú quien se mete donde no lo llaman.

 

Shuichi miro aquello con algo de temor, estaba en medio de esos dos hombres que se estaban retando con palabras, sentía que aquello no acabaría en nada bueno, pero ¿Qué debía hacer? No quería irse con Yuki, eso sería darle la razón, pero quedarse era provocar más su mal genio; y vaya que tenía su pésimo carácter.

 

Todas las personas miraban la escena desde sus lugares sin hacer ni decir nada. No sabían cómo había comenzado todo, pero era seguro que peleaban por ese joven que estaba entre los dos.

Aunque desconocían quien era aquella lindura de cabello magenta, y quien era el hombre encapuchado; todos sabían perfectamente que Alex era el “Don Juan” de ese lugar, y que jamás permitiría que nadie le quitara una conquista.

 

-          Ya lárgate y déjanos en paz. – Ordeno Alex escrutando a Eiri con la mirada.

-          ¿Te atreves a ordenarme? – Una arrogante sonrisa adorno su rostro.

-          Me atrevo a eso y más.

-          Mide tus palabras, no sea que te arrepientas. – Eiri sonaba soberbio pero no le importaba, en esos momentos estaba molesto.

-          Jah! Me estas amenazando.

-          Te estoy advirtiendo.

-          Advertencia ¿Eh? – Sonrió confiado – ¿Acaso no sabes con quien estás hablando?

-          Eres tú quien no lo sabe; así que hazme el favor de quitarte de mi camino. – Gruño al mismo tiempo que sujetaba a Shuichi de la muñeca y lo jalaba hacia él.

 

Shuichi casi choca contra el pecho de Eiri al sentir el jalón, pero Alex también jaló levemente de él para evitar que se lo llevara.

¡¿Qué demonios?! Eran como dos niños peleando a ver quien se quedaba el premio; pero este “premio” comenzaba a enojar ¡¿Por qué lo trataban como objeto?!

 

Eiri se enojo al ver como el otro jalaba a Shuichi hacia él ¡¿Qué mierda le pasaba por la cabeza?! Shuichi NO era de su propiedad ¡¡Que lo dejará de una buena vez o no respondía de sus actos!!

Volvió a sujetar a Shuichi y lo jalo con más fuerza, ante la sorpresa de Alex, quien simplemente vio como el misterioso hombre cargaba al más chico con una mano y lo echaba sobre su hombro cual bulto de papas.

 

-          ¡¿Qué te pasa!? ¡¡Yuki!! Te ordeno que me bajes. – Gritaba Shuichi mientras sus puños golpeaban la espalda de Eiri.

-          Bájalo o te arrepentirás.

-          Desaparece de mi vista. – Le ordeno a Alex antes de darse la vuelta para salir de ahí.

 

No iba a pelear ni discutir con ese imbécil, tenía cosas más importantes que hacer, como: llevar a casa a Shuichi, bajarle la borrachera y hablar con él.

 

Alexandro no podía creer lo que estaba sucediendo. Se sentía y se sabía burlado por ese idiota.

Primero le quitaba a su conquista ¡¿Con que puto derecho?!

Luego le hablaba como si no fuera nadie ¡¡Estúpido animal!!

Después lo dejaba hablando solo ¡¡Haciendolo parecer un idiota delante de los demás!!

¡Qué imbécil era ese maldito sujeto al ofenderlo de esa manera!

Sintió como la sangre le picaba en las venas; no, eso no se iba a quedar así ¡Limpiaría su imagen! Demostraría que de él nadie se burlaba y mucho menos se llevaban a su presa.

 

-          ¡Oye! – Llamo de pronto con voz fuerte y desafiante.

 

Eiri volteo por simple reacción, llevándose la desagradable sorpresa de sentir como su cara era mojada por un líquido rojo sangre y sabor ligeramente amargo.

 

La sorpresa invadió el rostro de todos, aquel gesto era más que directo: aquello iba a pelea.

 

Eiri no podía creer lo que sucedía ¿Ese idiota se atrevió a mojar su rostro con vino? La rabia se apodero de él, sintiendo como la adrenalina corría vertiginosamente en su sangre. Él, por unos momentos, pensó con la cabeza y decidió dejar aquel lugar sin usar la fuera, pero “ese estúpido” quería pelear. Pues bien, si quería guerra ¡Guerra le iba a dar!

 

Shuichi había visto por sobre si mismo lo que sucedió, estaba tan sorprendido que ni las palabras salían de su boca. Sintió claramente como Eiri lo bajaba de su hombro y lo dejaba en el suelo para después empujarlo levemente hacia atrás, indicándole con ese gesto que mantuviera la distancia. No se movió de ese lugar, incapaz de pensar o decir algo para detener aquello.

 

-          ¿Cómo te atreves? – Eiri apenas separo los labios para decir esto, pero se notaba y se mostraba molesto.

-          ¡A mí NADIE me deja como idiota!

-          Pensé en dejarte en paz, pero eres tu quien se lo está buscando - Apretó los puños.

-          ¡Jah! Habla el que llego a molestar donde NADIE lo llamo.

-          ¿Eso crees? – Murmuro con enojo. – Se nota que no sabes con quien hablas.

-          ¡Eres tú quien no sabes con quien hablas! – Le grito Alex lanzándole un puñetazo a Eiri, quien lo esquivo con suma facilidad.

 

Podía terminar con esa pelea de forma fácil, bastaba con descubrirse el rostro para que todos vieran que se trataba del futuro Rey de Asgard; pero no lo hizo, estaba enojado y ganar una “pelea callejera” no le vendría nada mal. Porque la iba a ganar.

Apretó su puño derecho con fuerza y le lanzo un golpe directo al rostro, pero Alex le detuvo el golpe con la mano derecha y con la izquierda golpeo el abdomen de Eiri.

Se doblo del dolor y retrocedió dos pasos antes de apoyar una rodilla en el suelo para darse estabilidad.

Sentía un fuerte dolor en la boca del estómago, sin duda alguna el golpe había sido fuerte. No le cabía duda alguna de que ese sujeto era de Asgard, y lo sabía por su forma de pelear – y eso que solo había visto un golpe suyo – pero solo los guerreros de ese reino eran capaces de causar tanto daño con un solo golpe.

 

-          ¡¡YUKI!! – Grito Shuichi asustado sin saber que debía hacer.

 

 

Tatsuha y Ryuichi no se movieron de su lugar mientras veían como Eiri se arrodillaba en el suelo y sujetaba su abdomen. A esas alturas Ryuichi ya había reconocido a Yuki, pero le extrañaba que este fuera encapuchado ¿Por qué no quería revelar quien era?

 

-          ¡Tatsuha, tienes que ayudarlo!

-          No, no puedo

-          ¿Por qué? ¡Es tu hermano!

-          Él se metió en esto, que se salga solo.

-          ¿Qué?

-          Es una norma de este lugar: Si quieres pelea, la tendrás pero será tu responsabilidad.

-          … - Ryuichi se quedo callado.

 

Todos miraban la pelea sin intervenir, era un código de aquel mudo de aquel lugar: Si alguien peleaba, solo esa persona se defendería.

Con eso buscaban no alterar la paz de Asgard y crear trifulcas grandes y sin sentido alguno; aunque todos eran testigos de aquel combate para saber cómo terminaba, después de todo, casi nunca había combates de ese tipo en ese reino.

 

-          Además… - Añadió Tatsuha. – Con o sin esa norma, Eiri se enojaría si me metiera en un combate suyo.

 

Eso era cierto, y el mismo Ryuichi lo sabía tras haber tratado con ese hombre por varias semanas, pero eso no evitaba que estuviera preocupado por su cuñado.

 

 

Eiri no dijo nada mientras se enderezaba y miraba a aquel hombre que tenía las manos empuñadas.

 

-          Esto va a ser interesante. – Pensó mientras sonreía con soberbia.

 

Shuichi sintió un vació muy grande en su estomago al ver como Yuki se abalanzaba hacia Alex para después comenzar una pelea en la que solo se podían ver y escuchar como los puñetazos eran parados por las manos del otro.

Quería correr e intervenir ese combate, pero estaba seguro que de hacerlo terminaría siendo herido – accidentalmente – por alguno de esos golpes.

El piso se movió bajos sus pies y un escalofrió le recorrió el cuerpo de manera espantosa. Aquel combate le recordaba un poco el combate que tuvieran Yuki y Taki en Zahara. No, no podía estar pasando algo como eso, no de nuevo.

 

-          ¡Ya basta! – Pidió Shuichi, pero su suplica fue ignorada por los dos hombres.

 

Yuki lanzo un gancho izquierdo que dio de lleno en el costado de Alex, quien se quejo de dolor pero no eso no lo detuvo, pues contraatacó lanzando un fuerte golpe con el codo al rostro de Eiri, quien lo detuvo con su mano izquierda antes de retroceder dos pasos para tener más distancia y volver a tacar, esta vez lanzando un puño directo al rostro de Alexandro, quien retrocedió dos pasos para evitarlo y tras ello giro sobre sus pies para lanzarle otro golpe con él codo.

 

-          Ahhh...... - Se quejo Yuki al recibir el golpe en la boca, sintiendo como un pequeño hilo de sangre escurría por su comisura derecha. - Esta no te lo perdonaré – Pensó al tiempo que se acercaba de nuevo a él, lanzando un puño derecho y luego uno izquierdo, seguido de su codo izquierdo.

 

Alex logro detener el puño derecho con una mano, con la otra alcanzo a detener su puño izquierdo y soltó la mano derecha de Eiri para detener el golpe que iba a darle con el codo. Ese movimiento lo aprovecho Eiri, quien movió su brazo derecho de forma rápida, para golpear por abajo a Alexandro, dándole de lleno en la quijada, escuchando como sus dientes chocaban y un ahogado grito escapaba de su garganta; aquel golpe desequilibro a Weller, algo que aprovecho el príncipe, golpeando con fuerza el abdomen de aquel hombre, quien se doblo de dolor. Tras ello Eiri sujeto la cabeza de Alex por los costados e inclinándolo para que su rostro se estrellara contra su rodilla derecha, que levanto en ese momento.

 

Weller cayó en el suelo hincado, escupiendo sangre y sintiéndose ahogado por la falta de aire. Aquellos golpes casi le rompen la nariz y le habían sacado el aire. Ahora le costaba trabajo respirar, y cada inhalación tenía impregnada el sabor de su propia sangre.

 

 

Shuichi respiraba agitado, sorprendido por lo aquel combate. No sabía que esperar de aquello. No quería que ninguno de los dos saliera lastimado.

Por una parte Alex era un nuevo amigo, se estaba divirtiendo y no quería que Yuki fuera a llevarlo a palacio solo por su antojo

Por otra Yuki era - y seguiría siendo - el hombre que amaba, no quería que nada malo le sucediera y menos por su culpa.

Miro claramente como Eiri se acerco un paso a Alex y aquello lo atemorizó, esta vez no lo dudo más y se corrió hacia Yuki, sujetándole del brazo – casi colgándose de este – para frenarlo.

 

-          ¡Yuki, ya basta! ¡Por favor!

 

Eiri lo ignoró, sujeto a Shuichi del brazo y lo separo de él, empujándolo un poco hacia atrás para que se mantuviera alejado; después de todo, lo que menos quería era que Shu resultará herido.

 

Camino otro paso y se detuvo, amenazante, delante de Alex, mirándolo con soberbia y una sonrisa triunfante en su rostro; un delgado hilo de sangre escurría por la comisura de sus labios, pero aquello no le importaba, ya después vería sus heridas

 

-          Espero tengas suficiente. – Gruño

 

Empezaba a sentirse más recuperado de los golpes de Eiri, aunque sentía como la nariz le punzaba, sin duda alguna la tendría inflamada, pero ¡Que daba! En esos momentos solo pensaba en una cosa y era: mostrarle a ese idiota que él también podía causarle esa cantidad de daño.

 

De reojo miró a Shuichi. Sin duda alguna se sentiría conquistado al ver que había logrado vencerlo. ¡¿Quién no quería salir con alguien fuerte?!

 

Desde donde estaba era un buen ángulo para empezar un “nuevo round”; además, ese hombre no se esperaría un ataque tan sorpresivo. Sonrió discretamente antes de cerrar su puño con fuerza; uso sus piernas para impulsarse y se levanto de un rápido, ágil y mortal movimiento, lanzando su cuerpo hacia arriba, dirigiendo su puño hacia la quijada de Yuki.

Pero Eiri logro reaccionar a tiempo, dando medio paso hacia atrás y alzando la cabeza lo justo para evitar aquel golpe que paso a milímetros su nariz, aquel rápido movimiento provocó que la capucha resbalara por sus cabellos y descubriera su rostro, dejándolo visible a la mirada curiosa de todos los presentes.

Los ojos de todos se abrieron desorbitantemente, incrédulos al saber quien estaba en el centro de esa trifulca.

El mismo Alex no podía creer lo que veía en esos momentos, algo que detuvo el puño que estaba a punto de lanzar contra aquel rostro perfecto.

 

-          ¡Ma- maj- majestad! – Dijo con un hilo de voz Alex, con la sangre congelada por la sorpresa.

-          … - Eiri lo miro sin decir nada, dándose cuenta de que había sido descubierto ante todos.

 

Weller no sabía qué hacer, y solo atinó en hacer una reverencia delante de Yuki, demostrando su respeto hacia la corona y la familia real.  ¡¡¡Que idiota!!! Había agredido al futuro rey de Asgard ¡Lo había golpeado! Pero él no sabía quién era, si Yuki se hubiera mostrado desde un inicio, eso nunca hubiera sucedido, hubiera dejado que se llevara a Shu y fin del asunto.

¡¡Shuichi!! Ahí estaba la clave de todo.

Sin enderezar mucho el rostro, miro a Shuichi. No se tenía que ser muy listo para saber que el príncipe de Asgard y ese joven se conocían; y por la forma en la que Shu se atrevió a responderle a Eiri, era claro que su relación era estrecha, y en esos momentos problemática.

¡¡No podía ser posible!! ¡¡Él era…!!

¡Con un carajo! ¿Por qué no se lo dijo desde el inicio?

No, un momento, Shuichi le conto su historia y él no le prestó ni un segundo de su atención ¡¡Imbécil!! Era seguro que desde el inicio le había dicho quien era, pero por pensar en “la mortalidad del cangrejo” no lo escucho. ¡Se gano eso a pulso!

 

¡Puta madre! Seguro ahora terminaba en los calabozos por “traición a la corona” ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido!

 

-          Te dije que te arrepentirías. – Eiri hablo, interrumpiendo los pensamientos de Alex.

 

Estaba molesto, se notaba en sus ojos. No era solo por él descaro que tuvo ese hombre – ya que él también tenía culpa en ello al buscarle pleito –, tampoco era únicamente por los celos que había sentido al verlo tan cerca del príncipe de Turandot. A esas dos razones se le sumaba el hecho de dejar esa pelea a medias ¡¡Con lo que le jodía eso!!

Se le tenía que caer la capucha en el mejor momento, cuando ya tenía planeado como dejarlo tirado y sin sentido en el suelo, demostrando que él era el mejor en todo eso. Quería eso, aumentar su ego con una victoria y descargar toda su furia contra un “saco de box”; para después mostrar su rostro a los presentes, quienes sin duda le dirían a Alex que se trataba del futuro rey, y llevarse a Shuichi de ahí.

 

Shuichi no decía nada, no sabía que debía hacer o decir en esos momentos, solo miraba la escena, sin saber si debía ir a socorrer a Alex o a Yuki, pero agradeciendo que esa capucha fuera oportuna en aquel momento.

¡Un momento! Si la pelea podía detenerse de esa manera tan sencilla ¿Por qué Yuki no lo hizo desde el inicio? ¡Claro! Era Yuki y tenía que demostrar su fuerza para aumentar su ego, asi era él.

Se enojo, aquello lo molestaba de sobremanera ¡¡¿Por qué lo preocupaba de esa manera?!! ¡¿Por qué se preocupaba?! Si era obvio que Yuki no iba a cambiar, si era obvio que le gustaba jugar con los demás. Le molestaba eso de Yuki, esa actitud tan altanera, ese “voy y tomo lo que quiero cuando quiero”.

 

Eiri sentía la mirada de todos encima de él, algo que empeoraba su estado de ánimo.

 

-          Caballeros, sigan en lo que estaban. – Ordeno Eiri sin siquiera mirarlos, pues su vista seguía fija en aquel hombre.

 

Todos se movieron rápidamente, regresando a sus mesas y bebiendo de sus tragos, pero con un silencio tan sepulcral y una atmosfera tan pesada que aquella “posada” en verdad parecía estar repleta de muertos.

Por sobre sus hombros y de manera simulada, miraban lo que quedaba de aquel “espectáculo”, sabiendo que ese sería el tema de conversación de esa noche y de toda la semana.

 

-          Ergástula. – Dijo Yuki sin más, sonando soberbio y sin consideración alguna.

-          … - Alex cerró los ojos, sabiendo lo que esa simple palabra significaba.

 

Giro sobre sus pies, ignorando a Alex por completo, y se acerco a Shuichi, sus pasos sonaban claros en la madera que pisaba, mientras sus ojos no dejaban de mirar al menor, quien mantenía la cabeza lo suficientemente baja par que nadie pudiera ver sus ojos, y los puños fuertemente apretados, tanto se temblaban ligeramente por la tensión. Se detuvo delante de él y le extendió una mano de forma tranquila.

 

-          Ven – Dijo.

-          … - Shuichi apretó los labios ante aquella ¿Qué era? ¿Orden o petición? ¡Que importaba! Su respuesta iba a ser la misma.

 

El sonido de una fuerte bofetada se escucho en todo lugar, clara y precisa.

 

Las personas ahí dentro miraban disimuladamente, aun más sorprendidos de que alguien – por muy príncipe que fuera – fuera tan estúpidamente osado como para golpear al futuro rey de Asgard. ¡Ni la misma Natura se atrevería a tanto! Lo que ellos no sabían es que había una sola y única persona en toda Gaia capaz de darle una bofetada a Eiri y salir vivo de ello; y ese era precisamente Shuichi.

 

Eiri, por su parte, tenía el rostro ligeramente inclinado hacia un lado y la mejilla roja. El golpe en realidad no le había dolido, embargo le molestaba que Shuichi hiciera aquello delante de tanta gente, dejándolo como un imbécil frente a sus súbditos. Sabía que podía responderle el golpe o gritarle para que nunca más se atreviera a hacerlo, pero tampoco iba a quedar como un aprovechado. Opto por no decir nada, no iba a discutir con él en ese momento ni en ese lugar; ya bastante espectáculo estaban dando.

Aunque sentía la piel caliente, no se toco la mejilla para aminorar el dolor. Regresó la mirada hacia Shuichi, esperando a que este dijera algo, pero lo que vio lo dejo sin habla y preocupado.

Aquellos grandes ojos color violeta estaban llenos de lágrimas contenidas, sumados a un semblante que se debatían entre el enojo, la preocupación y el alivio. ¿Por qué lloraba?

 

-          Shuichi. – Musito.

-          Si podías evitar esa pelea. ¡Lo hubieras hecho! – Shuichi tenía la voz un poco ahogada por el llanto contenido.

 

Le costaba trabajo respirar, se sentía cansado y mareado, la cabeza le daba vueltas y todo gracias a la preocupación que le ocasionó Yuki.

 

Toda su preocupación había sido por el orgullo de Eiri, por su necedad de mostrarse como el “mejor peleador de toda Gaia”. ¿Por qué hacía eso? ¡¿Por qué buscar revuelta cuando se podía hablar?!

 

Sentía la sangre arder en su interior, elevando la temperatura de su cuerpo. No lo soporto más; giro sobre sus pies de forma rápida – perdiendo su punto de equilibrio por una fracción de segundo – y caminó, de la forma más digna que le permitió el alcohol en sus venas, hacia la puerta de entrada.

 

Eiri no dijo nada, simplemente lo miro salir y tras ellos suspiro con resignación ¡Fabuloso! El iba a buscar a Shuichi y pasaba todo eso, ahora debía arreglar las cosas de la menor manera posible, y para ello tenía enfriar su cabeza.

 

-          Ay… hermanito, hermanito. – Dijo Tatsuha atrás de él.

-          … - Eiri torció la boca. ¡Para colmo! Él quería calmarse y aparecía el que provoco todo esto.

-          La cagaste esta vez

-          ………

-          Si no usas bien la cabeza, vas a…

-          … - Yuki volteo a verlo, callándolo con una fiera mirada, una que helo la sangre del delfín. – Tatsuha. – Gruño por lo bajo.

-          Ehh… ¿si-ii?

-          Todo esto es tú culpa. – Fue lo último que dijo antes de salir de ahí, para alcanzar a Shuichi.

 

Tatsuha vio a su hermano alejarse, se notaba claramente que iba molesto, pero no se sentía culpable de nada. De acuerdo, se llevo a Shuichi sin permiso de nadie pero ¿Qué de malo tenía que el chico se distrajera?

 

Ryuichi se acercó a su prometido, mirando como este se mantenía en actitud de: “Mi hermano es un exagerado”. No entendía bien que era lo que había sucedido para que Yuki se enojara.

 

-          ¿Qué le pasa?

-          Mmm… debe estar celoso.

-          ¿De ese sujeto?

-          Supongo. – Se llevo las manos a la nuca.

-          Deberíamos seguirlos ¿no crees?

-          Naah, dejemos que ellos arreglen sus problemas.

-          Pero Shuichi no se veía muy bien que digamos.

-          Honey. – Llamo Tatsuha mirando a su prometido. – Estando con Eiri, nada malo puede sucederle. – Dijo con tono tranquilo, demostrándole que no había nada de qué preocuparse.

-          Está bien. – Respondió no muy convencido, mirando discretamente la puerta por la cual habían desaparecido.

 

+-+-+-

 

Sus pasos eran “seguros” y su andar “rápido” o eso es lo que pensaba Shuichi. Ya que cualquiera que lo viera se daría cuenta de que su cuerpo se tambaleaba de vez para no perder el equilibrio.

 

El viento frío le daba directo en la cara y el vaho escapaba de sus labios ante cada exhalación.

Una leve capa de neblina cruzaba el suelo, haciendo que no pudiera ver nítidamente sus pies, esto provocaba que el camino fuera más peligroso, pues no sabía cuando se encontraría con alguna piedra.

 

-          ¡Hey! – Llamo Yuki mientras se acercaba a él por la espalda, caminando con paso rápido y preciso. – Shuichi, te estoy hablando ¿Qué no oyes?

-          No quiero hablar contigo ¡Déjame en paz! – Respondió sin dejar de caminar, acelerando el paso y mostrándose digno.

-          ¿A dónde diablos te diriges? – Le pregunto de pronto.

-          A palacio ¿Qué no es obvio? – Dijo digno y sin dejar de caminar

 

Eiri se detuvo en seco y miro al chico por unos segundos. El coraje se le bajo de repente ante aquellas palabras… y sin poder contenerse ya se empezó a reír ante las palabras del menor.

 

-          ¿De qué de que ríes? – Gruño Shuichi sin dejar de andar, sabiendo que Yuki aún lo seguía.

-          De lo baka que puedes llegar a ser.

-          ¡No me digas baka! ¡¡Y ya déjame tranquilo!!

-          Vale, te dejo tranquilo, pero antes de eso te diré que: vas en dirección contraria a palacio. – Esto último lo soltó de forma triunfante, como si demostrara toda la sabiduría que tenía en orientación.

 

Shu se detuvo en seco  ante aquellas palabras ¿Eso era cierto? No lo sabía, no conocía ese lugar y no sabía en realidad a donde caminaba, solo se puso a caminar por alejarse de Eiri.

Pero el tono burlón que estaba usando Yuki le demostraba que en verdad iba en sentido contrario.

Respiro hondo y giro sobre sus pies para ir por el otro lado, como si dejara: “aquí nada ha pasado”.  

Se tambaleo levemente al girar pero rápidamente recupero la compostura y continuar su camino en dirección a palacio. Pero no contaba con que Eiri se pararía delante de él para interferir en su camino.

 

Frunció el seño y dio un paso a la derecha para pasar al lado de Yuki, quien se movió para volver a quedar delante del menor. Shuichi chasqueo la lengua y se desplazó a la izquierda, viendo como Eiri de nuevo le interfería el camino.

 

-          Déjame pasar. – Ordenó molesto

-          Ni creas que te dejare ir en el estado que estas

-          ¿Qué?

-          Estas ebrio.

-          ¡No lo estoy!

-          Arrastras la lengua.

-          No es verdad

-          Claro que lo es

-          Bueno y si lo es ¡¿A ti te da igual?!

-          Vaya, el gatito saca las uñas. – Soltó con ironía al verlo enojado.

-          ¡¿Cuál gato?!

-          Pues tú, ¿Quien más?

-          ¡No me digas gato!

-          Ahh… lo que es no entender una metáfora. – Musito decepcionado, pero no podía esperar más, en primera Shuichi no era muy listo que digamos, y en segunda estaba tomado ¿Qué se puede esperar?

-          ¡No hables de cosas que no entiendo!

-          Ya olvídalo. – Dijo extendiéndole la mano – Vamos.

-          ¿Qué?

-          Quieres ir a palacio ¿No?

-          … - Se cruzo de brazos y giro el rostro para un lado. – Puedo llegar yo solo, gracias.

-          ¿En serio? Cuando ni siquiera sabes donde estas parado.

-          ¡Voy hacia allá! – Dijo señalando hacia enfrente, justo atrás de Eiri.

 

Se quedo callado cuando su vista miro lo que apuntaba su dedo: una callejuela sin salida. Eiri no tenía que voltear para saber lo que tenía atrás de él, conocía ese lugar perfectamente bien.

 

-          Si, se nota que sabes a dónde vas. – Una sonrisa burlona se formo en su rostro.

-          ¡Cierra el pico! – Le gruño. – Déjame sólo, puedo llegar a palacio sin tu ayuda.

 

Empujo levemente a Eiri del pecho, quien retrocedió medio paso para evitar caer. Shuichi giro sobre sus pies para ir hacia la derecha, pero el brusco le hizo tambalearse y casi caer.

 

-          ¡Cuidado! – Dijo Eiri alarmado.

 

Con sus brazos, sujeto a Shuichi, aprisionándolo en un cálido y fuerte abrazo, haciendo que la espalda del príncipe de Turandot quedara pegada al pecho de Eiri.

Shuichi no cabía en su sorpresa, aquel movimiento ocasiono un fuerte palpitar en su corazón y una sensación vertiginosamente agradable en su estomago. Tener a Yuki tan cerca era tan agradable que la mente se le nublaba por completo.

 

-          ¿Estás bien? – Dijo sobre su oído, ocasionando un agradable cosquilleo con su respiración acaricio su oreja.

 

Las manos de Yuki estrecharon el menudo cuerpo del menor con cariño y posesión, como si no quisieran soltarlo jamás. Su frente descansaba en los cabellos magenta de Shuichi, inhalando su aroma.

 

Shuichi se sentía desfallecer en ese momento, su cuerpo se estremecía levemente, se le había olvidado como respirar y esa falta de aire le provocaba un leve mareo.

 

 

Solo estaba abrazándolo… y su corazón latía con fuerza

 

 

-          Shuichi. – Musito suavemente, como si disfrutará de su nombre en sus labios

 

 

Solo había murmurado su nombre… y estaba siendo cautivado por su voz.

 

 

-          Shu-chan. – Dijo de nuevo, girando levemente el rostro para poder verlo.

-          ¡… ¡- ¿Cómo le dijo? Hacia tanto que no le llamaba así. También giro la cabeza, encontrándose con esa mirada ámbar tan brillante como la miel y tan profunda como el mar.

 

Solo estaba mirándolo… y se había quedado paralizado.

 

Sintió claramente como era girado sobre su propio eje para quedar de frente a Eiri, quien le sujetaba de los hombros; sus miradas se encontraron por largos segundos.

El tiempo era amorfo; no sabían de qué manera estaba corriendo realmente, ni tampoco sentían el frío de la noche rozar su piel.

Shuichi sentía su corazón palpitar con fuerza mientras veía a Eiri, le costaba trabajo respirar y podía sentir el frío aire entrando por sus pulmones. Estaba perdido en sus emociones, en los deseos de estar así para siempre con Yuki. Y lo deseo; desde lo más profundo de su corazón, quiso que la distancia que los separaba se terminará, que aquellos finos labios alcanzaran los suyos y lo “golpeara” con un beso; sentir como Yuki lo tomaba entre sus brazos para estrecharlo con fuerza mientras él se entregaba, sumisamente, a sus sentimientos y se dejaba hacer en los brazos de ese hombre.

 

Fue como si Eiri leyera sus pensamientos, pues se acercó a él de forma lenta pero segura, acortando cada vez más la distancia.

Cerró los ojos y espero ansioso a que la distancia se extinguiera.

Lo iba a besar, lo iba a besar, lo iba a besar…

 

Como un flash, la imagen de Suguru vino a su mente. Su porte elegante, su rostro serio, sus grandes y calculadores ojos; Luego, ese rostro cambiaba por uno de angustia por salvarlo del espejo, seguido de un rostro lleno de pánico antes de caer al lago.

 

Apoyo sus manos en el pecho de Eiri y lo separó de él volteando el rostro hacia un lado para evitar que Yuki viera su rostro.

 

-          ¿Shuichi? – Pregunto extrañado por el rechazo

-           ¿A qué viniste? – Dijo sin más, mientras sentía como su cuerpo temblaba levemente por el frío y las emociones contenidas.

-          ¿Qué?

-          ¿Por qué estás aquí?

-          ¿Qué no es obvio? – Dijo cruzándose de brazos. – Vine a buscarte

-          ¡¡……!! – El color de sus mejillas subió hasta sus orejas y su mirada brillo con intensidad.

 

¿Escucho bien? ¿Qué fue a buscarlo? Eso quería decir que salió de palacio para ir por él. Su corazón latía con fuerza dentro de su caja torácica. No sabía si sentía emoción o dolor ante aquellas palabras. ¿Por qué le hacía eso? ¿Por qué jugaba de esa manera con él? ¿Para qué seguir ilusionándolo si lo iba a dejar? ¡¡¿Para qué buscarlo?!! Ese hombre lo confundía tanto.

Apretó los puños con fuerza sintiéndose frustrado, usado.

 

-          ¿Shuichi? – Pregunto extrañado al ver su actitud, levantando su mano para tocar su rostro, sin embargo Shuichi rechazo el contacto con un manotazo.

-          ¡No me toques!

-          ……

-          No te entiendo.

-          ¿Qué?

-          ¿Por qué quieres burlarte de mí? ¿Qué ganas?

-          No me estoy burlando de ti

-          ¡Claro que sí!

-          ¡Shuichi! – Llamo tratando de tocarlo, pero Shuichi retrocedió.

-          ¡No quiero que me toques! – El grito sonó fuerte y claro, dejando a Eiri extrañado por esto.

-          ……

-          Quizá no signifique nada para ti, pero para mí es diferente.

-          …

-          Estoy cansado de ser tu juguete. ¡Ya no lo soporto!

-          …

-          Cada vez que nos encontramos es lo mismo.

-          ……

-          ¿Para qué me buscas si me vas a dejar?

-          Shuichi…

-          ¡No sabes cómo me siento por esto!

-          …

-          ¡¡Odio que me confundas de esta manera!!

-          …

-          ¿Por qué eres tan cruel?

-          …

-          ¿Por qué me torturas de esta manera?

-          …

 

Eiri no respondía a las preguntas de Shuichi, en realidad no entendía del todo a que se refería con esas preguntas, ni mucho menos que trataba de darle a entender.

 

-          Me voy a casa. – No hablaba del palacio, sino de Turandot, había tomado esa decisión.

-          Espera. – Dijo parándolo, pero viendo como de nuevo Shuichi se zafaba de su agarre de forma brusca.

-          Si ya tienes a alguien ¡Deja de buscarme!

-          ¿Alguien?

-          ¡A Suguru!

-          ¿Qué tiene que ver Suguru en todo esto?

-          ¡Es tu prometido! – Grito con fuerza, lastimándose la garganta en el proceso.

 

El silencio alrededor de ellos se formo, denso y molesto.

Eiri no dijo nada tras el grito de Shuichi, simplemente no sabía qué era lo que debía responder; sin embargo analizaba las palabras del príncipe, haciendo que a su mente llegara una conclusión a esas palabras.

 

-          Shuichi. – Dijo de pronto. - Tu… ¿Estas celoso de Suguru?

-          ¡¡……!! ¡Claro que no!

-          ……

-          ¿Por qué tendría que estar celoso de alguien como él?

-          ………

-          Solo… - Bajo el rostro y apretó los puños con fuerza. – So-solo porque es inteligente, atractivo, talentoso, buena persona y está comprometido contigo, no significa que yo este celoso de él.

-          …

-          ¿De dónde sacas una idea tan absurda?

 

Yuki frunció el seño, estaba enojado, mira que decir todo eso y después negar lo que sentía. ¡Qué absurdo!

 

-          Me voy. – Dijo de nuevo Shuichi, dándole la espalda a Eiri para irse de ahí ¿A dónde? ¡A donde fuera! Ya no le importaba, solo quería alejarse de él, perderse en el mundo.

-          Espera, Shuichi. – Llamo Eiri sujetándole del brazo y haciéndolo parar.

 

Ya no discutió, ni forcejeo, ya no tenía fuerzas para eso, solo quería irse, alejarse de él y llorar hasta sacar toda su angustia.

 

-          Suéltame. – Pidió Shuichi

 

Eiri no dijo nada, pero se enojo por la actitud del menor. No lo pensó ni un segundo más, giro al chico de forma brusca y lo abrazo con fuerza.

Shuichi no cabía en su sorpresa. Primero porque no esperaba ese movimiento tan repentino; segundo, porque su rostro choco contra el cálido pecho de Yuki, haciendo que inhalara su agradable aroma; y tercero, porque este lo abrazaba de una forma tan agradable que se sentía total y completamente perdido.

 

Yuki sentía como ese menudo cuerpo se estremecía en sus brazos, probablemente por el llanto contenido y el frío del clima. Notaba su temperatura elevada a causa del alcohol, pero ¿Qué importaba eso? Nada, en esos momentos se sentía bien al tenerlo de esa manera: entre sus brazos.

 

-          ¿En verdad crees que no me importas? – Dijo en un suave murmullo sobre sus cabellos - ¿En verdad me crees tan cruel? – Lo abrazó con mayor intensidad, como si quisiera demostrarle que nada de eso era verdad.

-          Yuki. – Susurró al ser abrazo de esa manera, sintiendo su corazón latir con fuerza.

-          No estoy ni quiero jugar contigo. ¿Queda claro?

-          …pe-pero… tú… tú tienes a Suguru…

-          …

-          Lo amas…

-          … - Lo separo de él de forma un poco brusca, mientras lo miraba directamente a los ojos. – Deja de sacar conclusiones precipitadas.

-          ¡¡……!! – Precipitado ¿Qué quería decir con eso? Entonces ¿Qué sentía por Suguru? No lo sabía, quería preguntarle a que se refería, pero la voz no le salía de la garganta.

 

Aquellos hermosos ojos color miel lo tenían completamente hipnotizado, haciendo que no viera nada que no fuera el rostro de Yuki, que no hubiera nadie que no fuera Eiri, que nada lo atara al mundo a no ser los fuertes brazos del príncipe.

 

Eiri no podía dejar de ver los ojos de Shuichi, sintiéndose cautivado por la belleza que estos tenían. Miro su boca y luego sus ojos, haciendo que el príncipe entreabierta sus labios de forma inconsciente, como si una parte de su cerebro entendiera perfectamente el mensaje.

 

-          Shuichi. – Musito dulcemente sin dejar de ver sus ojos.

-          ……

-          Deja de provocarme. – Pidió Eiri con la poca cabeza que le quedaba, deseando que Shuichi abriera más sus labios y cerrara sus ojos.

-          … - Los ojos de Shuichi brillaron y sus mejillas se tornaron aún más rojas por esas palabras.

 

No sentían el correr del tiempo, no sabían si tenían un segundo o una vida juntos, pero eso no les importaba, estaban juntos y era lo único que necesitaban y querían saber.

 

Yuki era, a ojos de Shuichi, el hombre al que más amaba en este mundo y por el que tantas lágrimas derramó y seguiría derramando; pero no podía evitarlo, estaba profundamente enamorado de él.

 

Ninguno de los dos hizo el ademán de alejarse de aquel abrazo, ninguno de los dos deseaba desviar la mirada del otro, era una especie de hechizo el que los tenía conectados completamente.

 

Shuichi sintió aquellas manos acariciar suavemente su espalda, provocando agradables sensaciones en todo su cuerpo y un suave suspiro que escapo de sus labios.

 

Las manos de Shuichi cobraron vida y alcanzaron el rostro de Eiri, sujetándolo de las mejillas.

Yuki pudo notar esas manos heladas, pero no le importaba, tenía a Shuichi y eso era lo único que le importaba.

Se acercaron lo suficiente como para sentir sus alientos mezclarse de forma cálida y agradable.

Sentían sus corazones latir acompasados, como si se hubieran sincronizado.

Entonces una idea llego a su mente, un solo deseo inundo sus cuerpos y la adrenalina lleno su sangre.

 

-          Quiero besarte.

-          Quiero que me beses.

 

Aquellas palabras las dijeron al mismo tiempo.

 

No fue necesario decir más, Shuichi condujo a Eiri hasta sus labios, mientras que este estrechaba más el cuerpo del menor.

Sus labios se rozaron sutilmente, apenas un contacto tan frágil como el aleteo de una mariposa…

Eiri entreabrió los labios, deseos de probar el néctar de boca de Shuichi, sentirlo unido a él de esa forma tan íntima.

Entonces… Las manos de Shuichi cayeron a sus costados sin fuerza alguna y su cuerpo se desvaneció sin sentido entre los brazos del príncipe de Asgard.

 

-          ¡¡Shuichi!! – Gritó asustado al verlo sin sentido. – Shuichi, despierta ¡Shuichi!

 

Pero nada, Shuichi estaba inconsciente, con la respiración débil y las mejillas tan rojas como las manzanas.

Sostuvo al chico con un brazo y tocó su frente, percatándose de algo que no había notado antes: la temperatura de Shuichi era demasiado alta.

 

-          No puede ser. – Pensó mientras volteaba hacia todas direcciones

 

Debía encontrar ayuda.

¡¡Tenía que hacer algo!!

 

CONTINUARÁ

Notas finales:

No tengo mucho que decir solo que les dejo un cap en verdad ¡¡LARGO!!

pero con mucho cariño y esfuerzo...

Publico lo mas pronto que pueda!

Mil gracias por leer!!

Nos vemos, kuidense y besos

Bye bye!!!

 

[1] La HIDROMIEL, es una bebida alcohólica que se la reconoce como de la más antigua consumida por el hombre. Bebida alcohólica hecha a partir de miel fermentada, eran comúnmente consumidas por los antiguos habitantes escandinavos, la Europa teutónica. Se reconocen tres categorías de hidromiel y cada una tiene sub-categorías

 - TRADICIONAL: Agua, miel y levaduras. Para muchos similar al vino Riesling o Chardonay pero con un sabor propio único.

 - MELOMEL: Hidromiel saborizada con frutas tales como Manzana (Cyser), Uva (Pyment) o con cereales tales como cebada malteada y lúpulo (Braggot o Bracket).

 - METHELGLIN e HIPPOCRAS: Hidromieles especiadas que han sido originalmente creadas para cubrir el sabor indeseable que se generan a causa de las probables contaminaciones que debe haber sufrido la hidromiel durante el curso de su elaboración. Esta categoría incluye sabores tales como Lavanda, Vainilla, Jazmín, etc.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).